ACSRM Newsletter 34 :: Noviembre 2016

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principios de sumisión, paciencia, pasividad y humildad (Foucault, 2014). En otras palabras, significa la búsqueda de una verdad ubicada en sí mismo la cual debe ser expresada de manera analítica a un otro en forma de confesión.

mecanismos de represión, persecución y control a iglesias originadas desde su mismo seno. La razón de este fenómeno se debió a que los anabaptistas elaboraron una teología que proponía una iglesia fuera de cualquier influencia por parte del Estado (Caner & Caner, 2005). De tal manera que esta relación dialéctica entre poder y resistencia se encuentra enraizada en la matriz de los sistemas religiosos. Teniendo en consideración lo anterior, la religiosidad popular ocupa un lugar especial en esta dinámica de resistencia ya que además de ofrecer una instancia de resistencia al poder religioso oficial: “(…) opera como referente simbólico, que ofrece un sentido capaz de producir sentimientos compartidos de arraigo colectivo [en lo espacial], y continuidad con la tradición [en lo temporal]” (Díaz, 2013, pp. 60-61). Esta resistencia, “desde abajo”, ya es posible observarla como estrategia simbólica en la permanencia de mitos indígenas y su sincretismo con el catolicismo español en la época de la Conquista en América Latina, pero, por sobre todo, las fiestas religiosas populares constituyen el espacio propicio para esta lógica: “La fiesta popular es contracultura con la modernidad, espacio de resistencia a la lógica racionalista e instrumental, ámbito simbólico profundamente libre, regenerador y liberador.” (Parker, 1993, p. 191). De allí que la resistencia sea un concepto coextensivo al poder, un proceso de creación y transformación (Giraldo, 2006).

La religiosidad como posición política de resistencia y rebelión La confesión comenzó a operar como un dispositivo disciplinario de individualización el cual direcciona la conciencia a través del poder pastoral. Dicho dispositivo adquiere una significancia especial en el siglo XVI durante la Reforma y Contrarreforma. En especial, en lo que concierne al cuerpo y la sexualidad. Allí, el poder pastoral despliega una serie de mecanismos orientados al control del deseo libidinoso. Para Michel de Certeau, una forma de resistencia corporal al poder de la carne se encuentra en el caso de las posesiones demoníacas de Loudun, en el siglo XVII (Castro, óp.cit.). Esta perspectiva representa uno de los más grandes aportes para la comprensión de movimientos disidentes y contraculturales que adquirirán mayor visibilidad conforme la modernidad despliegue sus modos de vida. Como forma de contraconducta a este tipo de poder, surgen movimientos como el ascetismo, el cual tiende a rechazar

“La presencia autoritaria del otro en relación consigo mismo; las experiencias comunitarias, que niegan la división binaria entre quienes dirigen y quienes son dirigidos, es decir, la autoridad del pastor; la mística, cuyas experiencias no pueden encuadrarse en los mecanismos del poder pastoral; la interpretación personal de la Biblia, sin mediación doctrinal; y los movimientos esperanzados en la venida escatológica de un verdadero pastor. (Ibíd.: 125)”

Religiosidades contemporáneas de resistencia: New Age y “espiritualidades contemporáneas” La New Age o Nueva Era se enmarca en el paradigma de los llamados Nuevos Movimientos Religiosos (NMR), el cual puede ser definido como sistemas religiosos que, surgidos desde la matriz de los grandes credos religiosos, se constituyen en alternativas de sentido que exigen, necesariamente, una resocialización por parte de sus adeptos. Estos movimientos surgirían como consecuencias del contacto entre dichos sistemas con las condiciones socioculturales de la modernidad (Merlo, 2007; Díaz, 2013). A partir de esta lógica, la New Age se propone como parte de un movimiento contracultural, observable principalmente a partir de los años sesenta, que se erige como una forma política de resistencia a las grandes instituciones religiosas.

Un caso emblemático dentro de la historia del cristianismo se encuentra en la persecución del movimiento anabaptista en el siglo XVI, quienes fueron acusados de herejes y rebeldes por los mismos protestantes. De esta manera, la Reforma, la cual se planteó como una de las expresiones de posición política de resistencia frente a la hegemonía de la Iglesia Católica Romana más relevantes de occidente, terminó generando sus propios

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