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Un buen trato

Un buen trato

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– Hay unos animales raros en el gallinero, ¡ayúdenme a averiguar qué son! – Y, sin perder el tiempo, se metió de nuevo al gallinero. Al llegar al nido bajó su escopeta y empezó a mover las llantas viejas, ¡y cuál fue la gran sorpresa!, al remover y quitar las llantas descubrió a cuatro jóvenes tacuatzes, acompañados de sus papás.

– ¡Hijas, vengan a ayudarme! –gritó la señora. – Vengan a ver lo que encontré, ahora entiendo por qué ha disminuido la producción de huevos, les daré un escarmiento, es más ¡voy a desaparecer a estos animalotes de una vez por todas!, cómo es posible que tengan el atrevimiento de vivir entre mis gallinas.

– ¿Qué harás con ellos, mamá?

– ¿Cómo que qué voy a hacer con ellos? ¡Los voy a matar! Me han hecho perder mucho dinero. Puedo matarlos con mi escopeta o con un garrote o darlos a los perros.

Los pobres tacuatzes, al escuchar todo eso, se asustaron tanto que estaban paralizados. El gallo y las gallinas veían todo a lo lejos, hacían gran alboroto de miedo y pena por sus amigos.

– ¡Esperá, mamá! Te propongo algo, – dijo una de las hijas, –serenate, mamá. Estos animalitos están en peligro de extinción. Si me das la oportunidad, yo los llevaré al bosque más lejano donde puedan encontrar sus alimentos y puedan sobrevivir, además me obligo a reforzar las cercas del corral del gallinero para que, si intentan regresar, no puedan entrar, ¿que te parece mi idea?

– Está bien. – Respondió la mamá refunfuñando. – Aunque no son muy bonitos, y se comieron todos los huevos, son seres vivos que merecen estar bien.

– Y qué raro, – dijo la otra hija – aunque la ley de la naturaleza indica que los tlacuaches no pueden convivir con las aves de corral, parece que lograron hacer una buena negociación entre ellos.

Las tres se echaron a reír.

Los animales, como malhechores, iban presos dentro de la jaula, temblaban de miedo, al tiempo que los subían sobre una camioneta. Hasta llegar a un lejano bosque, los liberaron y el vehículo se alejó. El papá tacuatz dijo a su familia:

– Qué susto el que nos llevamos, pero la experiencia fue buena. Además nos hicimos amigos de los gallos y las gallinas.

Todos, gorditos por tan buena alimentación que tuvieron, empezaron a buscar pasto y a cavar la tierra para hacer su casa e iniciar una nueva vida.

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