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LA TRINITARIA. CALLES CON HISTORIA. LA CALLE DE “NANA GINA”
from Arenilla 35
by Arenilla
Benito Vera Guerrero Cronista Municipal de La Trinitaria
En el año de 1579, Fray Diego de Tinoco fundó en lo alto de una colina el templo y el pueblo de La Santísima Trinidad de Zapaluta. Ahí, en esa difícil topografía de la parte oriental del pueblo, trazaron las manzanas, calles y avenidas en las bajadas del cerro. La prolongación de la calle central oriente, entre la primera y tercera oriente, es la que tiene un declive más pronunciado, tal vez una inclinación mayor a los 35 grados. Al desaparecer la vegetación por el efecto de la erosión quedaron solamente rocas que, por la intemperie, se convirtieron en pedregales.
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En esta “calle” se encuentra la casa de Nana Gina, ubicada precisamente donde empieza la bajada. Tiene una maravillosa vista hacia el valle y hacia los milenarios sabinos que custodian las márgenes del desaparecido río Sabinal.
¿Quién era la Nana Gina? Coloquialmente se le da el título de “nana” a señoras que se encargan de cuidar a los niños de la casa o a quienes por su humildad y bonhomía se lo ganan. La casa no era de ella, al quedar sola en el mundo se alojó con una hermana casada que procreaba 4 hijos. Ella, Nana Gina, era dueña de nada, pero poseía un dulce carácter. Por su sencillez, por su humildad, por su calidez humana se ganó el título de nana. Su nombre era Virginia y de cariño le decían Gina, por eso Nana Gina y la calle de la casa donde vivía también reconocida por la gente del pueblo como la Calle de Nana Gina.
¿Quién era Nana Gina? No es difícil hacer el retrato de nuestro personaje: era una señora de baja estatura, gorda, de carácter afable, el que se les atribuye a las abuelas, aquellas señoronas gordas, de enaguas amplias y largas, en cuyo regazo arrullaban a los nietos o sobrinos.
“¿Por qué no se casó usted Nana Gina?”, le preguntó una señora indiscreta. No me casé porque en vez de decir SÍ dije NO. ¿Y por qué dijo usted NO en vez de SÍ? Estaba yo tan enamorada del muchacho, ¡era tan guapo!, cuando me habló de casorio casi me desmayo, intenté mi mejor sonrisa y sólo me salió una mueca de nerviosismo, cerré los ojos y lance un enfático ¡NO!, quise decir: ¡NO LO PUEDO CREER!, pero él interpretó una negativa mía, incrédulo, sin pronunciar palabra, en silencio se marchó, cuando abrí los ojos ya no estaba, no lo volví a ver, ni yo volví a enamorarme, vivo feliz con su recuerdo.
La casa de Nana Gina era muy visitada porque elaboraba unos ricos y famosos dulces, su especialidad, su propia creación era “La cajuelita”, una pequeña vasija hecha con harina y yemas de huevo, rellena de pasta de turrón. La “calle” era muy transitada tanto por adquirir sus “cajuelitas”, como porque era el camino más corto para llegar al río Sabinal y porque conducía al largo callejón de Yalixhao, tan largo como los rosarios que ordenaba el padre Nati.

Por supuesto, en esta “calle” solamente podían bajar jóvenes intrépidos, ni caballos, menos carretas y ni en sueños un automotor, hubiera sido un suicidio. Se cuenta la hazaña de un camión del tipo volteo que sí logró bajar, dando tumbos llegó hasta la orilla del barranco y milagrosamente ¡el carro encendió! René, el chofer, lo consideró un verdadero milagro, había salvado su vida y el vehículo tuvo pocos daños. René tuvo que creer en los milagros y, por supuesto, llevar una veladora al santo patrón del pueblo.
Pasados muchos años, en 2003 el presidente municipal mandó construir gradas con descansos a cada trecho, bancas y bonitas jardineras para las pausas y admirar el paisaje. La difícil bajada del Centro a la calle de Nana Gina, es ahora un paseo muy visitado por propios y extraños. Nadie dice Calle Central Oriente, que es su nombre oficial, todos, después de más de cien años, decimos: LA CALLE DE NANA GINA.
