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a Tierra se convertirá sitio inhóspito para tros hijos debido al tamiento global”, nos dijo geniero colombiano Pablo

en un nuescalenel inDíaz.

“Para nuestros nietos”, tratamos de corregirle. “No, para nuestros hijos”, insistió, “es así de rápido. Y no hay suficiente conciencia por parte de los gobiernos. Es muy lamentable”, agregó. “He hecho muchas cosas en la vida, pero la más importante es este libro”. Se refería a su obra: “Así de sencillo y así de grave”, escrita con la colaboración de su esposa Mildred Ottolina, para alertar sobre la gravedad del problema. Con Pablo Díaz se puede dialogar durante días enteros y el tiempo pareciera no pasar. Las anécdotas acumuladas en 87 años de vida, tienen un noble encanto que fácilmente llega a la fascinación. Narra todo con una demostración de memoria impresionante, con fechas y lugares exactos, sin vacilación. Ha sido un eterno enamorado del arte y del buen vivir. Siendo muy joven, en España, fue fundador de una empresa única que vendía postales enmarcadas, de obras de los más grandes pintores. Su mayor comprador, un hotel, ordenaba 50 ó 70 cuadros semanales. Pero un día un norteamericano llegó a ordenarle un millón de copias y eso cambió la vida de Pablo. Llegó a tener una de las casas más espectaculares en Madrid y fundó además una empresa de muebles en Barcelona que él diseñaba, basado en sillas típicas españolas y fabricados por Pepe Díaz, un excelente carpintero español.

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U n d í a d o s policías, quienes eran a su vez carpinteros, fueron a pedirle trabajo. Pablo los acogió pero luego llegaron otros dos y como no tenía trabajo para ellos le declararon la guerra y le decomisaron autos de colección que había comprado. Pablo lo tomó muy en serio, con enojo, y entonces llegó a la drástica decisión de vender todo y emigrar hacia Estados Unidos donde terminó vinculado al ejército en compañía de su hermano Alfonso, justo en el período en que Japón se aprestaba a firmar la paz con Estados Unidos después de los acontecimientos de Pearl Harbor (1941) y las bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki(1945). En el ejército permaneció año y medio y no tuvo ascensos debido a su precario Inglés, pero asegura que es lo mejor que le ha ocurrido pues le pagaron su carrera de

ingeniero agrimensor buena universidad. se hizo ingeniero

en una Después químico.

Pablo Díaz, quien trabajaba para una empresa norteamericana que diseñaba y construía plantas químicas en todo el mundo, aceptó el gran reto de ir a Japón pocos años después de la guerra para ayudar a montar plantas de amoníaco y úrea. Viajó junto a dos personas más. Pensó que la pasaría mal y que su vida podría correr peligro pero ocurrió lo contrario,


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