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La Firma Invitada

¿POR DÓNDE SE PERDIÓ EL CINE ADULTO?

Frente a un panorama audiovisual que pasa por la escasa asistencia a los cines y el irremediable cierre de algunas salas, el autor refl exiona sobre la desaparición de un tipo de espectador que llenaba las plateas y las conversaciones sobre películas alejadas del canon superheroico.

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Por Jordi Costa*.

acer cábalas sobre el futuro del cine nunca es

Htarea fácil. Buen indicador de ello es que, en este 2022 pospandémico, en el que las salas aún parecen lejos de recuperar a su público, la tardía secuela de un éxito palomitero de los 80 haya sido recibida como una suerte de aparición mesiánica. ¿Algún espectador del Top Gun (Ídolos del aire) (1986) de Tony Scott podía haber anticipado esto? El estreno, 36 años más tarde, de Top Gun: Maverick de Joseph Kosinski

(2022) ha sido recibido no solo como el apoteósico do de pecho de ese modelo de cine-espectáculo que sigue dándole sentido al visionado en salas en tiempos de plataformas, sino, también, como el salvífi co regreso de ese cine adulto

respaldado por la gran industria que parece haber desaparecido del mapa tras el paso del ciclón Marvel. Ese ciclón Marvel al que una voz tan venerable como la de Martin Scorsese retiró la condición de discurso cinematográfi co en unas declaraciones que levantaron ampollas entre los fans. Una sanción no necesariamente compartida por su antiguo colaborador Paul Schrader –para quien las películas de superhéroes son, en efecto, cine, tan cine como los vídeos de gatitos de YouTube o Instagram–, quien, no obstante, también lleva tiempo lamentándose por la desaparición del cine adulto no solo de las salas, sino también de su posición central en las conversaciones de una ciudadanía de a pie que, probablemente, se parezca poco a la que llenaba las plateas de los 70 para ver películas como Taxi Driver (1976).

Según la tesis de Paul Schrader no es que antes hubiera mejores directores o mejores películas, sino que lo que se ha erosionado es la calidad de la audiencia: es decir, ahora tenemos un peor público, al que las salas solo logran convocar en masa a través de épicas amplifi caciones de un imagi-

nario adolescente. Un público, en suma, al que ya no parece seducirle el hecho de que la gran pantalla aborde candentes temas político-sociales, a pesar de vivir en el más agitado y quizá estimulante de los tiempos. A alguien como el creador de El reverendo (First Reformed) (2017) y El contador de cartas (2021) –dos últimas películas que lo delatan como veterano en muy buena forma– nadie le va a cuestionar la lucidez, pero quizá en su refl exión sobre el crepúsculo del cine adulto, Schrader evita mirar a una realidad más amplia y compleja. Una realidad donde, por ejemplo, ese espectador al que añora no ha desaparecido, sino que está consumiendo series en HBO Max como si no hubiera un mañana, llenándose la boca con lo buena que es Succession igual que, a la siguiente semana, se la llenará loando otro referente en la dinámica frenética del consumo de plataformas.

También olvida mencionar que el cine adulto, con ventanas abiertas a la expresión fi losófi ca y poética, también tiene su espacio en las salas de “AL PÚBLICO YA NO exhibición, aunque quizá el cine PARECE SEDUCIRLE norteamericano de la gran industria

QUE LA GRAN haya dejado de jugar en una liga PANTALLA ABORDE CANDENTES TEMAS POLÍTICO-SOCIALES dominada por otras cinematografías y otras sensibilidades. Un cine que quizá tampoco está en el centro de la conversación por esa naturaA PESAR DE VIVIR EN leza de vocación minoritaria que EL MÁS AGITADO DE solo podría amplifi car su radio de

LOS TIEMPOS”. infl uencia si alguien, más allá del

circuito de los festivales especializados, se tomara la molestia de

promover, fortalecer y expandir la cultura cinéfi la. El panorama es, sin duda, complicado y los interrogantes sobre la supervivencia del cine en salas siguen abiertos, pero cuesta suscribir ánimos apocalípticos cuando el volumen de creatividad e imaginación sigue siendo desbordante, aunque, sí, tal vez haya perdido una centralidad que quizás era un privilegio con fecha de caducidad. u

* Jordi Costa es director, escritor, crítico cultural de cine, cómic y televisión y desde 2018 jefe del departamento de exposiciones del CCCB.

LA REINA ESTÁ DORMIDA

Vehemente mito del cine y el teatro español, a la actriz Aurora Bautista la encumbraron roles de mujer extraordinarios analizados por nuestra cronista. Se cumplen diez años de la desaparición de su talento irrepetible.

Por Rosa Belmonte*.

ernando Méndez-Leite, recién nombrado pre-

Fsidente de la Academia de Cine, dedicó en su día un programa de La noche del cine español a Aurora Bautista con la película Locura de amor (1948). También había una entrevista con la actriz, declaraciones de otros y una pequeña introducción de Méndez-Leite que acababa con que en los años 70 sus películas no tuvieron demasiada importancia. Era 1985 y Aurora Bautista no había hecho Amanece, que no es poco (1989). No había sido todavía la Padington, la mujer del que plagiaba a Faulkner. La organizadora de las asambleas de mujeres donde se decidía a quién tocaba ser puta, a quién adúltera o si los coitos habían sido o no satisfactorios. Rodó la comedia El marido (1958), con Alberto Sordi, pero nada en su carrera es como la película de José Luis Cuerda. Aunque ella calificara como surrealista Los pasajeros (1975), donde enseñó el pecho. Y aunque su reina Juana sea lo más loco del cine español.

Hace diez años, el 27 de agosto de 2012, que murió Aurora Bautista, la actriz más teatral de nuestro cine. Pese a su conciencia crítica (y a su familia), estuvo ligada al cine más épico del régimen. No sé cómo habría sido la reina Juana de Mari Carrillo. Tuvo el papel en sus manos. Pero la película se quedó en un cajón. La retomó Cifesa con Juan de Orduña y se empeñó en Aurora Bautista. Carrillo contó a Méndez-Leite que había coincidido con Orduña en un teatro, pero como era corta de vista no se dio cuenta. Orduña tiempo después le dijo: ¿Sabes por qué no hiciste la película? Porque no me saludaste en un pasillo. No sé si habría compartido, como sí hizo Aurora Bautista, los bocadillos de tortilla y de sardinas que se llevaban al rodaje Encarna Paso y Sara Montiel. Soy la mala, pero estoy buena, recordaba la manchega. La que no era manchega era Aurora Bautista, que nació en Villanueva de los Infantes (15 de octubre de 1925), pero en el de Valladolid, no en el de Ciudad Real. Su mejor papel reconocía que era La tía Tula (1964), de Miguel Picazo. En la confesión con el cura José María Prada tiene la mirada baja todo el rato. Quería manejar los ojos, pero Picazo no quería. Y fue mejor. Una lección de cine. Se quejaba de Agustina de Aragón (1950), también de Juan de Orduña. Quería más enjundia en el personaje, aparte del cañonazo, una historia humana. El cañonazo es la imagen más recordada de la legendaria cabecera de La noche del cine español.

Rechazó a Orduña, con quien también había hecho Pequeñeces (1950), cuando le propuso La leona de Castilla, que hizo Amparo Rivelles. Es una nueva locura

“RECONOCÍA QUE de amor, le dijo el director. Sí, pero sin locura y sin amor, con-

TENDRÍA QUE testó ella, harta de dramas histó-

HABER HECHO ricos. Volvieron a verse las caras

MEJOR CINE, QUE con Teresa de Jesús (1962).

NO HABÍA PODIDO. Aurora Bautista estaba tan dura PERO TAMBIÉN DIJO como Teresa de Jesús cuando ESTO: A MÍ AURORA pedía a Dios el don de lágrimas

BAUTISTA ME para poder llorar por Jesucristo. GUSTA”. Pidió lágrimas artificiales, pero Orduña le contó cuando murió su madre. Ya en agonía intentó hablarle, él se acercó y dijo mamá. Aurora se puso a llorar.

Hizo pocas películas, pero a ver quién las olvida. El derecho de nacer la calificaba como muy horrorosa, pero fue un momento en que su marido no le dejaba hacer cine y con esta consintió porque el productor era amigo suyo. Acabó dejándolo. Reconocía que tendría que haber hecho mejor cine, que no había podido. Pero también esto: A mí me gusta Aurora Bautista. A mí también. u

*Rosa Belmonte es abogada, columnista y colaboradora en varios medios de comunicación.

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