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MiraBA 119_Maquetación 1 01/08/18 20:57 Página 20

año pasado, fue el creador del grupo TIM (Teatro Independiente del Magisterio) de Rosario en 1956. Un artista de gran trayectoria, que se destacó no solo en el teatro, sino también en la danza, la pantomima, los musicales, la ópera y la tv. Tuve el placer de conocerlo en mis años de formación y su vasto conocimiento teatral impactaba por lo preciso de sus críticas con sabiduría escénica. Este inicio y su título, hacen una clara referencia a la reconocida obra pictórica “La lección de anatomía del doctor Tulp”, creada por Rembrandt a pedido de la asociación de cirujanos de Ámsterdam en 1632, homenajeando al Dr. Nicolaes Pieterszoon Tulp, e instaurando uno de los grandes aportes de la escuela holandesa a la historia del arte: el retrato de grupo, en manos de un joven artista de solo 26 años. En la obra teatral no hay doctor, tampoco un cadáver diseccionado. Pero sí se encuentran siete cuerpos desnudos sobre el escenario, inmóviles, observando el espacio que los rodea. Empiezan a moverse y a descubrirse a sí mismos y entre los otros de forma apacible. Sin aires pornográficos ni eróticos, más bien en forma de rito ancestral, de conocimiento del propio cuerpo y de contacto primigenio entre los seres humanos. El silencio del público es asombroso. Nadie respira. Nadie tose. Nadie susurra. Nadie se mueve durante esta escena, como los personajes de la obra pictórica de Rembrandt, donde cada uno observa con entusiasmo o con sorpresa. Solo las miradas de los espectadores revelan aque-

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llo que sucede en esos cuerpos desnudos. Miradas relajadas, radiográficas, placenteras o de estupor. Para algunos puede ser incómodo, para otros absolutamente natural. En palabras de Mathus: “para nosotros es tan natural como estar con ropas. En nuestra obra el desnudo no es erótico, y eso rompe con uno de los tabúes más viejos de nuestra civilización. Al ver que un prejuicio se destruye, el público queda predispuesto para que se le cuestionen otras cosas. Las respuestas son claras: lo único que uno pierde desnudándose son prejuicios, y a nadie puede molestarle eso, como lo demuestra la positiva reacción del público”. Una vez vestidos, comienzan los problemas y los padecimientos de escenas que, organizadas en distintos grupos, logran que cada personaje tenga su momento de gloria y esplendor, aun cuando se desdibuja la barrera convencional de un protagónico. La obra desenmascara los conflictos de la realidad, haciendo una crítica a la sociedad de todas las épocas. La genialidad de Mathus es poner en escena la soledad, la alienación, la falta de atención, la educación, la relación con los padres, las parejas, los amigos, los jefes, la rutina laboral y la exigencia personal, porque los conflictos de hace cuarenta o cincuenta años, continúan siendo los mismos. Padres que trasladan sus propias frustraciones a sus hijos, otros que presentan una realidad ficticia para fanfarronear, o personajes que viven en una exigencia ilusoria que los hace correr hasta el cansancio para no llegar a nin-

gún lado en la vorágine de la vida cotidiana. Antonio Leiva es el gran sostén artístico y emocional de esta obra icónica del teatro argentino que tiene en su haber más de cuatro décadas en cartel, más de 200 actores que la han interpretado, miles de representaciones a lo largo y a lo ancho del mundo, y más de 2.000.000 de espectadores que la siguen viendo año tras año. Nacido en Tucumán, Antonio vino a Buenos Aires de pequeño y de joven empezó a vincularse con el teatro. A los 24 años formó parte del elenco original de la obra y luego fue director repositor de la misma en distintos países, al igual que continúa haciéndolo hasta el día de hoy en Buenos Aires y próximamente en Montevideo. En agosto, la obra llegará a La Plata, y Antonio celebrará sus 70 años en la Avenida Corrientes para festejar también más de medio siglo arriba de las tablas con “El huérfano feliz”, una obra escrita, dirigida e interpretada por él mismo en la cual relata, de forma cómica pero profunda, los hechos más importantes de su vida. Sobre el final de la lección, los actores se acercan a la platea abrazando y acariciando al público presente con las manos sudadas de una interpretación extenuante. En un intercambio de afecto inusual entre protagonistas y espectadores, la proximidad de esos cuerpos rompe cualquier distancia, y excede las fronteras del teatro tradicional. Cuando termina la obra, ya nadie se acuerda del desnudo. Lo que sí queda en la mente de


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