Revista Aquí La Plata 39

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a remitir. O recubierto, al menos tolerable. Y uno se vuelve imperturbable ante el sinsentido, la verdadera peste humana. Algo de lo que padezco. Es mi condición de existencia. A través de la escritura y por la escritura la vida cobra velocidad. La velocidad del caminante. Y se deviene con el movimiento orgánico. Se integra el cuerpo y como el desmalezador de una selva desconocida uno avanza. Una analogía posible sería la operación etnográfica. Escribo desde la extranjería y la incomodidad. Inadecuación en estado puro. Es allí donde construyo. En la escritura devengo y habito. Suspendo la lógica cotidiana: subvierto reglas. No busco, construyo. La cuestión siempre es la búsqueda del tono y el soporte. Comparto con Lispector eso de escribir para deshacerse de uno. En verdad es devenir en una cosa Otra. Con la escritura la historia juguetea un poco por fuera de uno. Ésa es la ficción en verdad. Esa interioridad poco reconocida como propia, exteriorizada. En relación a lo que pensando en los tópicos de género: las mujeres trabajamos desde lo cotidiano, lo doméstico, lo corporal, “Cuando un hombre escribe es porque sabe, cuando lo hace una mujer, siente demasiado” como decía Sexton; así como descreo a veces de la taxonomía literaria, la escritura de género me resulta sospechable. Un determinismo tramposo. Las palabras, para mí, son materiales. Lo único que rescato de mi pasaje por las instituciones educativas ha sido el encuentro con “bancos de palabras”. Y ahora, a la distancia veo que todas mis elecciones incluso profesionales se basaron en el gusto por las palabras que se me ofertaban desde las disciplinas más duras y alejadas del mundo literario, como la Geología o las Matemáticas. El mundo en verdad fue y es algo escribible. Palabras-ideas- ideas/martillo. Trabajo de pulido, esmerilado, devastado. Por etapas, arte textil. La escritura es asíntota. Es como dice Jenny Disky: viajar hasta el Gobi y retirarse antes de tocar la arena. La construcción del poema conduce necesariamente a un clivaje que respira para comenzar con otro. Y lo mismo podría trasladarse al relato. La construcción de un libro es otra cuestión. En general empiezo con una idea. Una conversación robada. Un sonido. Unos días de observación en la estación de tren. Universos cristalizados. El mismo planeta. Dialectos. Mucho conurbano. Me gusta viajar en tren. Mirar las casillas. El micro también me ofrece materiales. Observo. Cuando llego a casa, si es posible hago un punteo. Un crudo. Y lo dejo. Luego lo retomo y doy forma. Relato lo que vi o sentí, como si esto fuera posible. Pero existe un momento en el que me desprendo de la experiencia directa y creo otra cosa. Y el procedimiento es variado. Se piensa más en la forma. Las lecturas son

el diálogo necesario de cada día: Le Clézio, Beckett, Handke, Agota Kristof, Margaret Atwood, por citar algunos. Con el tiempo lo escrito sedimenta. Coagula. El libro deviene. Despliega su propia intencionalidad material. Que si bien no busca comunicar, circula y al decir de Blanchot “se convierte en la intimidad abierta de alguien que la escribe y de alguien que la lee, el espacio violentamente desplegado por el enfrentamiento mutuo del poder decir y del poder oír”. Fernanda Castell Nació en Coronel Dorrego en 1965. Estudió Antropología en La Plata. Publicó En el Abras, (Siesta 2003), Peces de agua (Editorial Tema, Porturgal, 2004) y La construcción de lo desagradable (Ed. Al margen, 2010). Participó de varias antologías, entre ellas, El verso toma la palabra. 33 poetas argentinos de hoy ( Homoscriptum y la Universidad Autónoma de Nuevo León, Monterrey, México, 2010) y País imaginario, escrituras y transtextos, 1960-1979, autores latinoamericanos, a editarse en Ecuador. Ha recibido distinciones de la Fundación Octubre y el segundo Premio del concurso Prov.de Poesía Ginés García 2001. Tiene varios textos inéditos, entre ellos, una novela, La pena de Azucena. Trabaja en Violencia de Género y como Arteterapeuta. Formada en la Primera Escuela Arg. de Arte-terapia, ha trabajado con enfermos terminales y actualmente en Salud Mental en el Centro de Día de CEMIC, con enfermos graves.

a narcisos.? Ir hacia lo que no tiene nombre y se nos atraganta.? Ser lo que vemos: resaca y belleza.? Vivir el aire de la ausencia.? Me arriesgo me desnudo.? (Qué terror da la visión de uno mismo,? saber de sí en el mandala indescifrable). Surcar la hoja en blanco, con la juventud de la catarsis? y luego despojar, deshojar, limpiar, con el oficio de los viejos. Leer leer leer. Jugar con fuego. Aullar el más grito.? El más hondo.?El coronado. Entregarse a las sombras o construir mariposas.? Montar en cólera las debilidades. Escribo para no ser una mujer muerta, de vestidos muertos,? de boca muerta, de mirada perdida. No quiero la llaga inútil.? No quisiera la llaga inútil. Quizás el designio fue habitar las palabras de los acorralados. Amar a Rilke, a Rimbaud, a Baudelaire, a Voltaire. A Tom Waits:? “Gastado y herido, no es culpa de la luna”.? Amar la poesía de la música, la música de la poesía.? Mozart, Chopin, Beethoven (recuerdos de la infancia en que mi madre clavaba mis manos en el piano, y yo inventaba planetas en el cielo).? Las teclas duelen la memoria. En esos años iba construyendo desde la nube, el velo. El pequeño reino. Asumo la deshonra de invocar mi batalla al gozo, en estos tiempos en que el imperio irriga y amordaza.? En estos tiempos que el “capital” se comió a la flor, y se tomó el agua que regaba a la flor,? y le chupó la raíz, y la destripó, y nadie se apiada. El enigma es buscar lo que ya encontramos.? Quizás de eso se trate la literatura. Silvia Montenegro

Buscar lo que ya encontramos? Silvia Montenegro Escribir si no es mejor al silencio.? Escribir para hacer pedazos la realidad y convertirla en palabra.? La Palabra.? El templo que nos rodea.? Escribir desde el cielo y el infierno.? Hacerlos atmósfera del lenguaje.? Decir agua, y vaciarse.? Convertir la herida en olor AQUÍ página 28

Nació en la ciudad de La Plata, provincia de Buenos Aires, en 1961. Egresada de la Facultad de Odontología de la Universidad Nacional de La Plata. Publicó Sobredosis de alma (Sudestada, 2001), El diablo pide más (Ediciones Último Reino, 2004; Premio Hespérides, 2004) y Los príncipes oscuros (Último Reino, 2008). Participó en festivales nacionales de poesía de San Luis, Junín, Azul, La Rioja, Paraná, en el Festival Internacional de Poesía de Rosario 2003 y en el Festival Internacional de Poesía de la Feria del Libro de Buenos Aires, 2009. En el exterior, participó en el Festival Internacional de Poesía de Michoacán, México, en 2005. Su poesía integra antologías en Argentina, México, Perú y Alemania. Una selección de sus poemas fue traducida al alemán y al portugués. Es una de las organizadoras del ciclo de lecturas de poesía llamado TohuBohu. Actualmente es secretaria de la Sociedad de escritores y escritoras argentinos (SEA).


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