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FOCUS verdad y economía

verdad y justicia, base del funcionamiento de los mercados Alejandro Gisbert Doctor en Economía y profesor en la Universitat Abat Oliba CEU

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iat iustitia et pereat mundus, el famoso lema que se traduce por “Hágase justicia y perezca el mundo” presupone que existe una Verdad objetiva sobre la que aplicar la justicia. ¿Qué es la verdad a efectos de la economía y los mercados financieros? Es fácil contestar a esta pregunta, pues todos los códigos legislativos recogen los principios de promover un mercado robusto, equitativo, líquido, abierto, transparente y respaldado por infraestructuras, que permita la negociación con precios competitivos que reflejen la información disponible.

Si no exigimos que los comportamientos que atentan contra la verdad reciban su justo castigo, en realidad estaríamos faltando a la verdad ¿Y por qué es importante el buen funcionamiento de la economía y de los mercados financieros? Contestar esta pregunta es doloroso tras la fuerte crisis financiera mundial que vivimos hace unos años. El impacto económico y social es colosal. La mala asignación de riesgo provoca pérdidas extraordinarias que tienen efectos multiplicativos sobre todos los agentes económicos. Y, por si fuera poco, las pérdidas económicas, aun siendo de una enorme magnitud, palidecen ante los efectos sociales. Entre ellos la desconfianza en las instituciones políticas, la polarización de la sociedad, con el efecto divisionario que se produce, el mantenimiento de estructuras injustas, el aumento de la pobreza, el incremento de la desigualdad en la distribución de la riqueza, la destrucción de sueños y aspiraciones colectivas legítimas, como el avance de la calidad de vida de una sociedad y en su rearme moral, etc.

La era de la posverdad

Pero, ¿de qué sirve proponer ser veraces, usar lenguaje claro con los clientes, proporcionar toda la información relevante a los agentes económicos, diseñar procesos para prevenir y detectar prácticas abusivas de colusión o de manipulación, fraude y delitos? Si, en el caso de que se detecte un incumplimiento, no se produce con rapidez y eficacia un severo castigo a los trasgresores, es irrelevante. Algunos autores han definido la época actual como la de la posverdad, donde la propagación de rumores con la intención de manipular los mercados o engañar a los agentes económicos no está considerado escandaloso. En realidad, nihil novi sub sole, esta distorsión de la verdad para influir en la sociedad y manipularla, apelando a sus emociones y destruyendo la verdad objetiva, es tan antigua como la acusación que Platón dirigió a los sofistas. Verdad y relativismo

De lo dicho podemos extraer dos consecuencias. La primera es que esta problemática no es una innovación tecnológica o filosófica reciente, pues entronca con el comportamiento moral del hombre y, por lo tanto, su vigencia no tiene límites, ni temporales ni espaciales. La verdad es absoluta, no admite relativismos. En segundo lugar, debemos evitar la hipocresía de un discurso colectivo que exige para el incumplidor un justo castigo y, al mismo tiempo, justificar comportamientos inmorales. E incluso legislar de forma que de facto no seamos todos iguales ante la ley. Hegel reinterpretó la locución latina como Fiat iustitia ne pereat mundus, es decir, “Hágase justicia para que no perezca el mundo”. La paradoja es que conocemos la importancia de la verdad a efectos de un funcionamiento eficiente y sano de una economía y mercados financieros, pero, si no exigimos que los comportamientos que atentan contra la verdad reciban su justo castigo, en realidad estaríamos faltando a la verdad.

nº40 invierno 2019 • 27


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