Las Susanas. Antología de relatos jóvenes

Page 1

1


2


las susanas Antología de relatos jóvenes

I.E.S. Antonio Machado


Este proyecto es una iniciativa educativa del I.E.S. Antonio Machado. Surgida a través del grupo de Fundamentos de Arte I (1º Bach-H). Metodología basada en el pensamiento narrativo de Jerome Bruner. Proyecto global de La Mujer en el Arte + The Cube Project. Si te interesa apoyar este proyecto, puedes apoyar a través de este enlace: http://iesmachado.org/web%20insti/index_v8.php Este proyecto no tiene fines ni ánimo de lucro excepto la difusión de la cultura. Basado en Creative Commons, los derechos íntegros de la obra corresponden al instituto y a los autores. Todo el contenido es responsabilidad de los autores de la obra. Cualquier uso de los textos incluidos en el libro, contactar con el instituto y los autores. Primera edición: abril 2022 © de los textos: Fundamentos de Arte I - 1º Bach - H (I.E.S. Antonio Machado). © del prólogo y texto de trasera: Beatriz Ochoa Calero y Almudena Anés © de la imagen de cubierta y autores: Artemisia Gentileschi, Sussana e i vecchioni. Castillo Weissenstein, Pommersfelden (Alemania), Óleo sobre lienzo (170 × 121 cms).

©I.E.S. Antonio Machado (Alcalá de Henares).

Directoras de proyecto: Beatriz Ochoa Calero y Almudena Anés Cuidado de la edición: Almudena Anés Diseño de cubierta e interiores: Almudena Anés


las susanas

5


6


Prólogo La palabra adolescente suele equivocarse con el verbo “adolecer”, sobre todo, debido a los conflictos vitales asociados a este grupo de edad. Históricamente, los adolescentes eran los jóvenes de hasta 25 años en la Antigua Roma, es decir, ciudadanos adultos y capacitados para ejercer en la vida pública. Con el paso de las épocas, ¿el desarrollo de la educación ha infantilizado a esta etapa? ¿Hemos reducido a los adolescentes a iconos no reales como los personajes de Élite, West Side Story o Crepúsculo? ¿Les hemos hecho creer que la escuela es sólo un escenario donde puedan interpretar sus roles, sus irresponsabilidades afectivas, madurativas y sexuales sin guía alguna? El instituto debe ser una prolongación de la vida cotidiana, un acompañamiento hacia la adultez, no su censura. 7


Por otro lado, los adolescentes no son un grupo homogéneo como hace creer la cultura juvenil ni tampoco un motor histórico generacional, sino personas categorizadas y normalizadas, según su edad y clase en la escuela. En el instituto, se les militariza educativamente y luego devienen entre el entusiasmo y la frustración. Quieren ser un grupo y también la excepcionalidad. La juventud así, como paradigma, es una ilusión y una pesadilla que unifica a personas muy distintas a las que la Secundaria y el Bachillerato, como niveles educativos, deben enseñar y preparar para niveles educativos superiores (en su afán competitivo) o para conseguir un trabajo y sobrevivir a los reveses de la vida adulta como son encontrar un trabajo con un 38% de paro juvenil o la adquisición de una vivienda con alquileres inflados. No son bárbaros, son parte de una problemática social no resuelta ni por la educación ni por la sociedad. Quizás, la solución estaría en empezar a escuchar sus necesidades.

8


La Mujer en el Arte es un proyecto educativo nacido de las propias inquietudes de estos adolescentes que he tenido el placer de conocer en Fundamentos de Arte I, durante mis prácticas en el I.E.S. Antonio Machado. En una época marcada por la pandemia y la guerra, donde todavía arrastramos crisis pasadas, se cree que nuestros adolescentes, esta nueva generación que llega y construirá nuestro futuro, no están preparados, que son vagos, infantiles, crédulos. Nada más lejos de la realidad de las aulas. En este caso, estos alumnos, las autoras de este proyecto, con una conciencia social extraordinaria para su edad, escriben estos relatos desde la primera persona, el miedo y la lucha, actualizando el relato bíblico de Susana, una mujer joven acosada sexualmente y juzgada y castigada de manera injusta aun siendo una víctima. Sus voces son poderosas y no puedo hacer más que desearles lo mejor a estos alumnos, maduros y conscientes. Desearles un futuro donde tratar esta violencia ya no sea 9


necesario, ni haya temor ni precauciones al volver a casa sola de noche. Desearles que sigan escribiendo, creando, estudiando, trabajando por una sociedad mejor, una vida que disfruten. Estas son nuestras Susanas, escuchen sus voces.

Una maestra en prácticas Alcalá de Henares, abril 2022.

10


A las mujeres, niñas y jóvenes que podrían haber estudiado y no lo hicieron por la violencia.


écfrasis

12


Una introducción escrita por Damián Naros Faucha Estamos ante una pintura hecha con la técnica al óleo. Según la Biblia, se está representando a una mujer llamada Susana, la cual se estaba dando un baño cuando otros dos hombres de muy buena posición social le proponen cosas indecentes. Susana se niega pero los dos hombres no le hacen caso y siguen con su juego. Todo esto lo sabemos gracias a haber buscado información pero también al propio gesto de Susana, la protagonista del cuadro de Artemisia Gentileschi. Lo primero que vemos y, más llama la atención, es una mujer casi desnuda por completo que está sentada, pero con el tronco y los brazos 13


de manera que sugiere rechazo al igual que su rostro. Por otro lado, nos encontramos con los dós hombres, quienes llevan ropas de colores rojos y azules cielo, lo cual indica que son de una buena condición social ya que estos colores eran muy caros en la época y no todo el mundo se podía permitir este tipo de lujos. Ellos la acosan. Como conclusión, podemos saber que la autora fue Artemisia Gentilechi, quien quiso hacer referencia a las violaciones y, sobre todo , a una agresión que ella misma sufrió de joven mediante esta pintura llamada Susana y los viejos. He aquí los gritos no escuchados.

14


las susanas alzan sus voces

15


Los susurros escrito por Marta Madrid Cubillo – “No salgas así a la calle, llamarás demasiado la atención con esa ropa tan provocativa.” – “¿Por qué te tapas tanto? Así jamás gustarás a ningún hombre.” – “¿Por qué no te maquillas un poco? Se te marcan mucho las ojeras.” – “Deja de maquillarte tanto, vas provocando.” – “Deberías perder un par de kilos.” – “¿Por qué no comes un poco más? Estás en los huesos.” – “No te cortes tanto el pelo, parecerás un tío.” – “Siéntate en condiciones, esa postura no es femenina.” 16


– “Mira a la marimacho, jugando al fútbol con todos los tíos.” – “Ese chico que va contigo, no será tu novio, ¿no?” Y yo me callo, escucho todo esto a diario y me callo. Guardo silencio porque tampoco me afecta, o eso me digo a mí misma. Quizá sí que afecta, es más, cala. Cala hasta quedarse oculto en alguna parte remota de tu ser que te permite seguir hacia delante. Tampoco es que quede otra opción más que esa, seguir, seguir siendo tú y aceptar que los comentarios estarán ahí, hagas lo que hagas. Porque son eso, comentarios, no normas. Estereotipos que dicta la sociedad como si fuera un dictador en su Estado. Pero, hay un problema, ¿y si no quiero pertenecer a ese Estado? ¿Y si no quiero seguir esas imposiciones? ¿Y si no quiero cambiar mi forma de ser por el qué dirán los demás? ¿Es eso un delito? No, no lo es. No lo es porque esas mismas imposiciones ni siquiera tienen sentido. Es decir, ¿en qué momento dio alguien por 17


sentado que me visto en función de la opinión de los demás? Lo que es más, ¿quién dijo siquiera que puedes gustarle a un hombre tan solo por la ropa? O mejor aún, ¿qué os hizo pensar que era un hombre a lo que aspiraba llegar? ¿Cuándo he pedido el punto de vista a alguien sobre mi maquillaje o mi cuerpo? ¿Por qué la longitud de mi pelo puede definirle a alguien los órganos reproductores que tiene o las hormonas que segrega su cuerpo? ¿Para qué tengo que cambiar una postura en la que estoy cómoda y no hago daño a nadie? ¿De dónde os habéis sacado que los deportes o los juegos infantiles tienen género? ¿Por qué no puedo tener simplemente un amigo del género opuesto sin que los demás se creen un mundo donde no lo hay? Esta, es mi forma de declarar la guerra a estos ideales; ignorarlos y llevar mis valores por dentro. Quizá no genere una revolución, pero los comparto con cualquiera que quiera escuchar y que esté dispuesto a razonar conmigo. Mientras tanto, los susurros siguen ahí, constantes, por 18


cada acción que realizo. Cosa que no impide que cada día me ponga en pie y vuelva a ser yo misma, de cara a un mundo que hace daño con sus comentarios fuera de lugar.

19


Susana escrito por Jimena Ramos García

“Todo el mundo quiere algo”, me decía Susana, mientras desenredaba la maraña de hilo de bordar que caía sobre sus hombros de lino. Ella no era muy habladora. Tampoco necesitaba serlo. Solo tenía que mirarme con esos ojos líquidos y yo, fijarme en el tono que refractaban los cristalitos incrustados en ellos. Esta vez eran de un azul grisáceo, transparente, frío. Susana no es muy habladora, pero el temblar de sus manos y la ausencia en su mirada eran cosas que nunca había visto en ella. ´”¿Qué ha pasado?”, le pregunté, preocupada. Entonces, me volvió a mirar.

20


“Todavía siento cómo el agua fría cae sobre mi cuerpo. Puedo oler el jabón, esparcido por el dulce aire que acaricia mis brazos. La fuente suena como una sinfonía de suspiros de vidrio, amargos, sucios. Todavía siento cómo sus manos aprietan mi cintura y me quitan, poco a poco, el aire. Escucho cómo en mi nuca me grita al oído su rancio aliento. Cada vez aumenta más la presión, las náuseas, las ganas de chillar. Veo cómo se abren sus bocas desdentadas y se dilatan sus pupilas ante la idea de descoser las suturas que me mantienen unida a mi ser. El ruido provocado por la mugre que sale de la fuente se mezcla con el aire podrido e intoxica mi pecho.” Sus ojos se llenaban de lágrimas. Podía ver cómo cambiaban de color. “¡¿No ves lo que me han hecho?! Rugió: “¡Me han matado!” “Han cogido una parte de mí y se la han quedado. No me vuelvas a hablar. No me mires, que no quiero verte. Tampoco me toques, que sé que tú también quieres algo.” 21


No me atreví a volver a mirarla a los ojos, ni le dirigí otra palabra más. Sé que da igual cuánto busque justicia, porque Susana ya no está ahí. Se me ha escapado entre los dedos y ha desaparecido.

22


Una entre muchas escrito por Mara Abril Cuando yo jugaba a peleas con mi hermano, me sentía realmente fuerte, capaz de vencerlo. Pero cuando necesité la fuerza que él aseguraba que mi cuerpo poseía ¿dónde estaba? ¿por qué fue tan fácil para aquellos hombres inmovilizarme y silenciar mi voz? ¿siempre fui tan débil?. Mis padres me enseñaron a caminar y luego a correr, también me enseñaron a hablar y mi hermano a gritar, ¿por qué no funcionó?. Quería correr y gritar en busca de ayuda pero estaba paralizada por el miedo. ¿Quién hubiera pensado que dos desconocidos algún día pondrían sus manos y sus cuerpos encima del mío tallando mi piel una y otra vez?. Mientras mi cuerpo era ultrajado, mientras todo mi interior se sentía destruido, solo podía pensar con preocupación en mi familia. En mi padre, que falleció cuando yo tenía dieciocho. En mi 23


hermano, que se llenó de grietas con su partida y en mi madre, que pese al dolor, tuvo que cargar con sus hijos sola. No quería morir, no quería ver pasar a mi familia por un nuevo y doloroso luto, no quería sentirme rota. Incluso si tenía que cargar con el dolor de ese día, quería quedarme junto a mis seres queridos. Pero sus ritmos aumentaron de velocidad, siendo más fuertes y dolorosos. Sus manos apretaban más mi cuello y mis manos mientras se reían. Hasta que la sangre empezó a brotar en mi. Quería gritar, pero no me quedaban fuerzas, solo pude abrir mis labios mirando al cielo con dolor. Soltando mi última lágrima, mientras ellos me arrebataban mi memoria, mis sentimientos, mis ilusiones y mi sonrisa, rogué para que mi familia no se sintiera culpable. Rogué para que mi amor por ellos quedara grabado por siempre en su corazones. Rogué para que no fueran ellos los que me encontraran en aquel lugar, desnuda, maltratada y sin vida.

24


Y en mi último suspiro, rogué para que ninguna otra mujer pasara por lo mismo e hiciesen justicia con aquellos señores, aquellos monstruos que me consumieron hasta matarme.

25


Una cuestión de honor escrito por Álvaro Polo Todo se remonta a un curioso día del 1600. En Italia se encontraban Susana y dos viejos, de cuyo nombre no quiero acordarme. Estos señores habían cometido un atroz delito, violar y secuestrar Susana, el primer viejo que llamaremos a Andrés, está diciéndole a la mujer que calle su delito si no tendrá graves consecuencias. lo que le pasa a Andrés, es que es muy influenciable, esbirro de Juan, el segundo viejo. Juan era un alto cargo de la parroquia del pueblo de Montecarlo. por aquel entonces el machismo y la misoginia estaban a la orden del día y tristemente por mucho que dijera la mujer iba a ser ignorada. pero lo que no sabían estos viejos diablos, es que Susana era familiar del obispo de la parroquia y él no iba a permitir que el honor de Susana fuese arrebatado por dos infelices. Este obispo se llamaba Carlos, era un hombre 26


alto y portentoso con mucho poder en el pueblo y muchos contactos dentro de él. Días después, como era costumbre, todo el pueblo fue a la parroquia a celebrar la misa, al acabar Carlos va a saludar a Susana y se percata de las heridas y moratones que tenía la mujer en el cuerpo, él intrigado le pregunta a qué se deben las heridas y se excusaba con una dura caída subiendo el monte que había detrás del pueblo (donde fue violada por estos dos malhechores). Pero Carlos no se fía de sus palabras y decide por sí mismo investigar de dónde surgieron tantas heridas, arañazos y moratones. Fue preguntando por el pueblo se habían visto a Susana bajando del monte que había detrás del pueblo pero no obtuvo respuesta. Tras el largo día de hablar con la gente decide rendirse y entra a una taberna a matar su esfuerzo con vino, el tabernero con el que tenía muy buena relación le pregunta a que se debe de esa tristeza. Y Carlos, con un ápice de esperanza, le cuenta lo sucedido con Susana y el tabernero tristemente tampoco sabía nada. Carlos pidió su 27


copa de vino isla cerca una persona a la que llamaremos Artemisa que con suerte presenció ese atroz acto desde la lejanía pero no vio a las caras de esos seres despreciables, solo pudo ver que eran de avanzada edad y eran pertenecientes a la parroquia. Al obispo se le iluminó la mirada y decidió invitar a copas a lo que quedaba de noche Artemisa. Al día siguiente los dos se propusieron interrogar a los integrantes de la parroquia, Estuvieron hablando todo el día con todos los integrantes Y nadie dijo nada de valor Pero ya al atardecer quedaba una persona, Juan, el obispo notó un nerviosismo en las paradas y ojos de este señor y le dejó ir, pero claro, el obispo Le seguiría la pista para interrogar sus acciones. horas después Juan se reúne con Andrés y le cuenta lo sucedido y desde la lejanía Carlos observa que Andrés está lleno de arañazos y sospecha de él. Siguiente Carlos vuelve a interrogar a Juan y el obispo le cuenta al rufián que le vio reunirse con un esbirro y le dice a Juan que lo traiga. Andrés en el interrogatorio se puso muy nervioso y al ser tan ignorante confiesa que estuvo 28


ese día con Juan en el monte. Carlos deja Andrés en la sala encerrado y éste se fue por Artemisa para confirmar si este era uno de los viejos Que habían abusado de Susana pero el esbirro con algo de astucia logra salir por la ventana y abandona el pueblo para no ser ajusticiado delante de su familia y hacerles perder su honor. Juan iba a hacer lo mismo pero fue detenido por Artemisa y Carlos, Estos los llevaron al centro del pueblo y Susana que estaba ahí presente confirmó que él fue el causante de sus heridas y para recuperar el honor que se le fue arrebatado ahorcó a Juan en el pueblo y así arrebatarle el honor a él y a su familia.

29


Odio escrito por María José Presedo Rina Odio el bullicio de la plaza; demasiada gente a mi alrededor que no me deja pensar con claridad, gritos que te asustan al pasar y personas caminando de un lado para otro, sin tener claro a donde va. Odio que la gente camine sin cuidado, chocándose con tu hombro, pisando tu pie o tocando algo que no se debería tocar, pero es normal, es lo que pasa en la plaza. Odio las miradas que se posan en mí, que juzgan mi túnica por estar muy desgastada, mi pelo por estar muy suelto, mis caderas por ser muy delgadas o simplemente me critican mi ser, por ser Susana y no ser otra. Yo me cubro por inercia, recojo cada mechón de mi pelo y sonrió un poco más, porque la anchura de mis piernas no las puedo cambiar.

30


Odio los gritos, sobre todo los de los viejos, no me gusta el sonido de su voz resonando en mis oídos hasta dormirme. Gritan cosas feas, cosas sobre mi cuerpo, sobre mis pechos, sobre mi trasero o sobre la manera tan provocativa con la que hablo. Los viejos se acercan, a veces, para decirme lo guapa que estoy hoy, pero se acercan de más, y yo me aparto; porque quieren tocar mi cuerpo y yo no quiero que me toque ahí. No quiero que nadie me toque a ahí, no quiero que se acerquen a mí. Por eso, Odio a los viejos, odio que me empujen a un rincón, que me quiten parte de mi túnica para ver mis pechos, que agarren de los brazos, que me obliguen a tocarles sin tocar, que me obliguen a amarlos sin amar. Por eso camino por la plaza de manera acelerada, con la intención de llegar a casa. Esquivo los murmullos, los gritos, los golpes, esquivo la plaza y las intenciones de su gente.

31


Agarrarme escrito por Yolanda Vicente - ¡Por favor, ¡dejar de seguirme! – exclamaba mientras ellos insistían en que fuera con ellos. -

¿Qué pasa? ¿Es que acaso te crees que no sabemos

que nos deseas? – recuerdo que decían. – Deja tú de huir. Aún recuerdo cómo trataban de agarrarme para que no me fuera corriendo mientras pensaba qué debía hacer, ¿qué se debe hacer en este tipo de situaciones? ¿Tratar de escapar? No. Eso era imposible. ¿Defenderme agrediéndoles? Tampoco, ni si quiera podía moverme, el miedo además me lo impedía. Simplemente me quedé ahí, aguantando y resistiendo mientras todo ocurría. -

¡Apártate!

¡Déjame

a

primero!

Dijo

uno de ellos tratando de forcejear conmigo. – 32


Vamos cielo, deja de moverte, sabes que es inútil. Y así hice. Era incapaz de moverme realmente, no

porque

no

sabía

-

¡Já!

él ni

Parece

me como que

lo

pidiera,

actuar se

ha

en

sino esa

rendido,

porque situación. ¿eh?

Ya

no hace ni dice ni mú. – Dijo el otro riéndose. Sus palabras me chocaron más de lo que yo creía, ¿yo? ¿Rendirme? Después de todo por lo que he pasado, ¿así de fácil iba a terminar todo? De pronto me acordé de mi madre, y de todos los consejos que me daba cuando era una cría: “Recuerda hija mía, si algún día tratan de hacer algo contigo que no quieras, recuerda jamás dejarte. Tú eres mucho más fuerte que ellos, aunque a simple vista eso no pueda parecer así. Pero realmente debes luchar y enfrentarte contra ellos, no me refiero de manera física precisamente, pero debes ganarles en el juego de la mente, ahí ten en cuenta que casi siempre perderán. Actúa de tal 33


manera que no se esperen de ti, y cuando veas el momento menos indicado para ellos, ¡apuñálales por la espalda! Y después recuerda pedir ayuda e ir a socorrerte siempre que lo necesites.”, recuerdo que me decía, pues por desgracia, ella había vivido experiencias similares y sabía con certeza lo mucho en las que se sufría, y lo que te podían llegar a marcar. Entonces, así hice: -

Vale,

conmigo.

me –

Dije

rindo.

Hacer

mientras

lo

fingía

que

queráis

unos

sollozos

para que creyeran que realmente eso era cierto. -

¡Bien! Obviamente que lo ibas a hacer, no tenías

otra opción, pequeña. – Recuerdo oírlos celebrar. Aguanté unos segundos quieta sin resistir lo más mínimo para que se creyeran mi falsa intención, trataron de tocarme, comenzaron por mi pelo, bajaron hasta mi cara... Y en cuanto se aproximaron a mi pecho, les aparté de una manera brusca y salí corriendo mientras gritaba por 34


ayuda. Rápidamente llegaron para ayudarme, a mí no se me ocurrió mejor idea que girarme y reírme, me complacía el hecho de saber que no se pudieron salir con la suya, y que posiblemente estaban totalmente avergonzados al verse expuestos ante tanta gente. Desde entonces, supe que no tenía por qué tener miedo, pues este solamente me impediría saber cómo son las situaciones y actuar ante ellas.

35


Bonita escrito por Aitana González Desde que soy pequeña mis padres siempre me han dicho que era una chica diferente, y no porque me gustara leer o me encantará pasear, ellos se referían a mi belleza. No era como las demás niñas de mi edad, mis padres decían que tenía unos rasgos peculiares y deseaban que algún día algún pintor pudiera retratarme. Cuando tenía 13 años mi cuerpo empezó a desarrollarse. Mis padres seguían buscando algún pintor que pudiera retratarme, porque según mi madre decía que a medida que van pasando los años y va siendo mucho más bella. Cuatro días después de cumplir mis deseados 14 años, el vecino de un amigo de mi padre, dió la casualidad de que llevaba varios años en el mundo de la pintura y con mucho gusto decidió retratarme.

36


La finalidad de aquel retrato que mis padres deseaban tener era para nuestra nueva casa, mi padre estuvo trabajando duro todos estos años para comprarnos una casita un poco más grande y que entre las decoraciones se encontrase mi retrato. Decidieron hacérmelo al aire libre, concretamente en un prado lleno de todo tipo de flores me senté de rodillas y sonreír por mucho tiempo, pensé que después se me quedaría así la cara para siempre. Semanas más tarde de haber posado para el vecino del amigo de mi padre, nos enteramos que ese retrato fue vendido sin mi consentimiento, ni el de mis padres por supuesto y que mucha gente preguntaba por la niña retratada. A la dulce edad de mis 16 encontramos en el pueblo de al lado un pintor con gran experiencia y de confianza, o eso pensaba yo. Él era un viejo amigo de la infancia de mi abuelo paterno, ya que no llegué a conocer al materno. Juan Lucas se llamaba era un hombre de unos 70 años más o menos ya que nunca le pregunté su edad tenía más vello en la cara que la cabeza 37


y parecía un hombre sabio y tranquilo parecía eso he dicho. El primer retrato que me hizo porque me hizo varios, fue muy parecido al que me hicieron de pequeña, en un prado y con un hermoso vestido azul cielo pero esta vez puse la cara seria. A medida que pasaba el tiempo Juan Lucas me retrataba una y otra vez, hice un retrato familiar, pero la mayoría eran míos y no quería sonar egocéntrica, pero creo que llegó hasta el punto de obsesionarse conmigo. Cuando cumplí 18 años él decidió regalarme un retrato que después llevaría a una galería de arte y así más pintores podrían verme, al principio estaba muy ilusionada, pero después de lo que pasó, no me hizo ninguna gracia. En este retrato, sugirió que me arriesgaré un poco más, quedamos en su casa, la cual fui sola y decidió que para captar más la atención de otros pintores, sugirió la idea de retratarme semidesnuda, ya que llamaría muchísimo más la atención.

38


Pero

yo

sabía

atención

de

los

que pintores

no

sería

sino

la

la suya.

Me demostró cómo podía posar para que pudiera pintar de forma gustosa. Finalmente opto por retratarme completamente desnuda, mediante pasaba la tarde me empecé a dar cuenta que numerosas ocasiones dejaba de pintar para disfrutar de las vistas hasta el punto de hacerme sentir incómoda y por tanto decidí taparme con la excusa de que tenía mucho frío, junto a ello añadí que era muy tarde y que era hora de irme, pero cuando fui a abrir la puerta, me percaté de que me había cerrado, me obligo a pasar la noche allí fue la peor noche de mi vida, me tocaba y me abrazaba y me besaba, mientras que a mí se me caían las lágrimas, me sentí sucia encerrada en un agujero negro, en un pensamiento que jamás se iba de mi cabeza, solo encontraba que lo hacía por encontrar un mejor pintor, que no me hiciera sentir así. Al que

día pude,

siguiente, se

lo

con

la

mejor

conté

a

mis

39

cara padres.


Mi padre enfurecido amenazó a Juan Lucas, que después de aquello jamás volví a saber de él ni de la pintura, ni de los retratos. Hasta hoy, con 21 años decidí retomar los retratos pero esta vez lo quise enfocar en mi historia en esta concretamente y tengo la suerte de que mi mejor amiga, Artemisa Gentileschi, decidí enfocar su trabajo a la pintura y creó esta hermosa obra de arte.

40


Las termas escrito por María Fernández Después de horas caminando de mercado en mercado, Susana por fin consiguió terminar todas sus tareas. Para entonces esperaba sentir que se había quitado un peso de encima, pero en cambio volvió la falta de aire, el corazón acelerado y los mareos que la acompañaban desde hace una semanas. Para librarse de toda aquella ansiedad que le invadía decidió tomarse un descanso e ir a las termas a desconectar y alejarse del ruido de sus pensamientos. Hacía semanas que no se acercaba a aquel sitio. El ambiente parecía ser diferente y pese a ser un espacio abierto y con una estupenda iluminación natural, Susana lo veía como el sitio más tétrico y oscuro del mundo. Había quedado con unas amigas lo que la relajó. Ya allí comenzaron todas a desvestirse, Susana tardó el triple que el 41


resto ya que antes de quitarse cada prenda miraba los lados para comprobar que nadie la observaba una vez más. Tras unos minutos dudando en el borde de la bañera, Susana por fin reunió valor y se atrevió a meter un pie lentamente. El contacto del agua caliente con su piel hizo que todos los recuerdos de aquel día volviesen y recordó que estaba en el mismo lugar, en la misma bañera y a la misma hora. Todo parecía haberse quedado intacto y aún así Susana lo veía todo diferente, sabía que nada era igual y que nunca nada volverá a ser igual. Aquel día como otro cualquiera Susana había decidido ir a las termas a desconectar. Era relativamente tarde, por lo que estaba sola,aunque eso no le preocupaba ya que conocía a todo el mundo de la ciudad y sabía que a esa hora no iba a encontrarse a ningún extraño. Tras 30 largos minutos relajándose en el Caldarium sabía que ya era hora de volver cuando sintió unos ojos clavados en su nuca. Lentamente giró su cabeza y detrás de una columna se encontraban dos hombres de avanzada edad observándola fijamente como si de un trozo de filete para 42


un perro se tratase, lo que, naturalmente la incomodó mucho, agudizó la vista y consiguió reconocer a aquellos dos hombres: eran unos profesores de la escuela de oratoria, esa misma mañana les había visto en el mercado. Susana estaba convencida de que no podrían hacerle nada a un conocido ya que estarían arriesgando su status. Pero se equivocaba. Los hombres se acercaron lentamente a ella y Susana rápidamente se tapó con la toalla aunque eso no impidió que los hombres comenzasen a tocarla de forma sutil pero terriblemente dolorosa para la joven. El simple sonido de sus respiraciones la ponían los pelos de punta y aunque en aquel momento se encontraba paralizada, su cabeza no dejaba de funcionar. Se decía a sí misma que no debía haber ido a las termas a esas horas, que quizás les había estado provocando sin querer o que era a lo que se exponía al ir sin ropa. Susana no dejaba de echarse la culpa cuando ella era la más absoluta víctima de toda aquella situación, pero claro, eso no se lo creería nunca nadie. 43


Su mirada escrito por Judit González El lunes por la mañana me levanté con dolor de cabeza y decidí ir a los baños termales a relajarme y descansar .Me desvestí y caminé hacia un lugar alejado para poder descansar y no molestar a nadie , pero minutos después de haberme sentado pude sentir dos miradas que penetraban directamente en mí. Intenté no darle mucha importancia y continúe con mi baño pero su mirada persistía y comencé a escuchar lo que estaban cuchicheando . Me giré y miré hacia todas las direcciones buscando alguna otra mujer que estuviese en mi zona para poder sentirme acompañada pero no había nadie , así que decidí cubrirme con una toalla . Empecé a escuchar los pasos de los hombres acercándose 44


hacia mí y todo mi cuerpo se quedó paralizado , una gota de sudor frío cayó desde mi cuello hacia mi pecho y mis piernas sólo podían temblar. Cuando uno posó la mano sobre mi hombro todos esos temores en los que pensaba se hicieron realidad de pronto. No podía salir corriendo porque ellos estaban justo en la salida y no había nadie que pudiese ayudarme. Me preguntaron cómo me encontraba mientras uno me acariciaba el pelo y el otro cuchicheaba algo tras de mí. Las cosas que sucedieron después son tan degradantes que soy incapaz de describirlas . Hoy he conseguido venir hasta aquí solo para denuncia esto con el miedo de que os riais de mi o que pongáis una excusa para justificar lo que hicieron esos animales . Lo peor de sus acciones es que ambos se encargan de nuestra seguridad y por la justicia, proteger a los ciudadanos y no violar las leyes que defienden. Un 45


ser humano debería sentirse seguro ante este tipo de figuras, pero yo no lo estuve , yo fui una víctima de dos hombres que fueron incapaces de comportarse como tales. -¿Está segura de las acusaciones que hace?¿Acaso no está divagando a dos hombres a los que conozco y con los que trabajo simplemente para defender una honra perdida? -Esa acusación me resulta repugnante, usted cómo pieza del juzgado debería escuchar los hechos y actuar en base a ellos. Yo soy víctima y es a mi quien está juzgando, ¿no le resulta irónico? , vengo aquí a buscar justicia en la ley, pero desde que comencé a relatarle lo ocurrido sólo he recibido desconfianza y malas casa por su parte. ¿Busca acaso que busquemos justicia por nuestra propia mano?,¿Acaso sólo defiende a los hombres que pueden permitirse ser de su agrado?. Esos dos hombres que conocen violaron mi libertad y siempre estarán desgraciadamente en mi mente.Pero hoy aquí le pido que haga algo para lo que 46


me hicieron o puedan hacérselo a ninguna otra mujer. Pido justicia a vos que me está escuchando, busco un castigo por los actos que me realizarón ellos a los que tanto llaman justos y que se supone velan por la seguridad de los ciudadanos. -

Como juez la escucho , pero no me trae más prueba

que su palabra y la de otras mujeres que la vieron tras el supuesto asalto mientras estos hombres de bien niegan rotundamente lo acontecido y me relatan otra historia. Lamento lo que me cuenta y lo procesaré más adelante.

47


Libertad escrito por Aroa Oriza Rubio Libertad. Esa maldita palabra. La libertad es una sensación tan gratificante y única que es imposible de explicar y que, por desgracia, tan sólo está al alcance de unos pocos. ¿Y por qué quiero hablaros de la libertad? Porque a mí me la arrebataron Me destruyeron. Fue como si mi interior se hubiera incendiado y no quedase nada dentro y me hicieron sentir culpable hasta el punto de odiarme, de mirarme al espejo y querer romperlo con mi puño cerrado. Ese sentimiento apareció después de aquello. No quería ser libre, no me sentía libre y aprendí que nunca lo fui. No me gusta hablar de aquello. Recordar es revivir, volver a sentir, pero no soy la única y siento que contar esto puede liberarme. 48


Todo empezó una tarde de verano, el sol iluminaba todos los rincones del bosque y formaba un color verde saturado que se reflejaba en la hierba y que se oscurecía con las sombras de los grandes árboles que abrían un camino estrecho, aunque iluminado por los rayos de luz que atravesaban las hojas. Era temporada de frambuesas, sin duda mi fruta favorita y aprovechando el buen tiempo, había salido a recogerlas. El único inconveniente es que los campos donde estas florecían se situaban lejos de mi villa. Salí, y durante varios minutos estuve caminando mientras a su vez tarareaba mi canción favorita. No obstante, me obligué a parar por el exceso de calor que me sofocaba. Para mi suerte, si es que se podría considerar así, encontré por la calzada, una fuente natural, de agua exuberante cristalina y refrescante proveniente de un río cercano. Mi cuerpo desesperado y seco me guió hacía ella. Era como una protección frente a la ardiente temperatura.

49


Me desnudé completamente, para no mojarme la ropa y la coloque cerca de la cesta donde pretendía dejar las frambuesas y me solté el pelo que llevaba recogido y que se había ensuciando con el calor. Adentré mi cuerpo poco a poco en el pequeño charco que esta misma fuente había formado y me coloqué justo debajo de ella sintiendo así la presión del agua helada que recorría todo mi cuerpo y que enfriaba las partes que más se habían expuesto al sol. Mientras salía del baño, escuche pasos y susurros a los que hice caso omiso, pues era habitual que la gente tomase aquel camino para dirigirse a otras poblaciones o granjas cercanas. Cuando me disponía a cubrirme con mis prendas de nuevo, escuché más de cerca a los dos hombres que había percibido antes. Aun así, recogí mis cosas y seguí ignorándolo, aunque por el temblor de mi cuerpo tenía una mala sensación que me invitaba a marcharme lo más pronto posible. Cuando levanté la cabeza, estaban los dos delante de mí, 50


los monstruos, observándome como si fuera una escultura. Se trataba de dos hombres de avanzada edad, los dos vestidos como si perteneciesen al clero, uno tenía cabello oscuro y barba del mismo tono y el otro tenía poco pelo y su tono era grisáceo. - ¿Has visto a esa muchacha? ¿No te parece demasiado bella para que ande por aquí sola? - Comentó el hombre del pelo gris - Sí. Es extraño - Respondió el del pelo negro. - Me apetece poder probarla. Seguro que nuestra sensación después de hacerlo, será tan satisfactoria que nos hará recuperar la energía perdida durante el camino. Ese cuerpo me enciende demasiado... -

Parece

inocente.

Será

fácil

atraparla.

- Seremos rápidos y nadie se dará cuenta. ¡Vamos! Se empezaron a acercar a mí y mi corazón empezó a latir tan rápido que se me salía del pecho, mi mente se 51


emblanqueció y mi cuerpo se petrificó como una pierda. - Qu-que que-que-queréis? - dije tartamudeando aquí

Solo -

vamos expresó

a el

ayudarte hombre

del

a

salir pelo

de negro.

- Y-yo no-no... Antes de terminar la frase los dos me cogieron y me empujaron hacia el suelo cayéndome en la hierba. Grité tan fuerte como pude. De nada sirvió ya que no había nadie alrededor. Uno de ellos, el de color negro, me cubrió la boca con sus dos manos. El otro se colocó encima de mí, y al oído me susurró: Disfruta ahora, porque solo lo podrás vivir en el recuerdo. Ya no hubo más palabras. Solo hechos. Los dos me violaron. Ejercieron la violencia cuando intentaba huir, me tocaron, me penetraron, sus lenguas atravesaron mis partes íntimas y sus miembros mis pechos, me obligaron a realizar el sexo oral. 52


Cuando ya no les servía me dejaron tirada, con heridas: moretones y rasguños y chupetones alrededor de mi cuerpo descubierto en medio del bosque sola y con lágrimas en los ojos desando gritar hasta ahuyentar a todos los animales del bosque y marchitar todas las plantas. Aquel fue el fin de una niña inocente. Caí en lo más profundo de un hoyo, pero me levanté y mi cabeza asimiló, con el tiempo, que era hora de recuperar mi libertad y de luchar por castigar a quienes la arrancan.

53


Nada se olvida escrito por Cristina Lozano Rodrigo Era un dia normal en mi vida, cuando decidí ir a darme un baño tranquilamente, de repente aparecieron dos viejos por detrás, comencé a sentirme incómoda, pero no le di mayor importancia hasta que comenzaron a acercarse a mi. Mi corazón se comenzó a acelerar y mis piernas a temblar, no entendía que pretendían. Por sorpresa uno de los dos viejos abrió la boca para proponerme que hiciese con ellos algo que a mi no me agradaba, por lo que me negué. Siguieron insistiendo durante un rato y yo me seguí negando hasta que se cansaron, muy enfadados me dijeron que me iban a denunciar por adulterio, yo seguía muy asustada ante la situación por lo que no pronuncie ni una palabra.

54


A los días se produjo un juicio al que tuve que acudir debido a que fui acusada de un delito que no había cometido, no tenía ninguna posibilidad de ganar esta batalla, pues era mi palabra contra la de dos hombres y en la sociedad en la que vivimos, no tengo mucho que hacer. Como era de esperar fui declarada culpable y a la mañana siguiente me tendría que someter a la lapidación. Al día siguiente por mi mente no pasaba otra cosa que no fuese la cara de esos dos viejos, sin conocerme tuvieron la valentía de proponerme eso, y yo estando en mi derecho de negarme, me hacen someterme a esto, no lo entendía, pero no había otra opción. Mi final cada vez era más cercano, cuando por suerte, el engaño y la injusticia que estaba viviendo fueron descubiertos por el profeta Daniel, el cual me ayudó a conseguir mi libertad.

55


Una vez todo lo que había vivido salió a la luz, nos cambiamos los papeles y esos dos viejos que tan mal me hicieron fueron a los que apedrearon. Aunque toda esta pesadilla hubiese acabado, nunca conseguí olvidarme de lo sucedido, mis pensamientos y mi miedo constante a que pudiese volver a repetirse nunca me volvieron a dejar vivir en paz.

56


Como cualquier otro día de verano escrito por Nicole Otero Ayer, como cualquier otro día de verano, salí en una toalla fina a mi jardín. Ayer específicamente hacía más calor de lo habitual y rápidamente me dirigí a la bella fuente del jardín a refrescarme como de habitual. El agua era cristalina y me fijé en las delicadas ondas que hacía el agua de la fuente al caer. Cuando me senté y me empecé a quitar la toalla me di cuenta de que me estaban observando. Sabía perfectamente quién era, o mejor dicho, quiénes era. No era la primera vez que me pasaba, no era la primera vez que me observaban a lo lejos, pero no debía decir nada sobre ello, es mi deber permanecer callada. No es que nadie me hubiera dicho deliberadamente que no se debían decir esas cosas, si no que simplemente no se mencionaba nunca, de lo contrario, qué sería del honor de mi familia y de mi nombre. 57


Pero ayer no era como los demás días, ayer era distinto. Se habían acercado más de lo normal y se encontraban directamente en el arbusto que hay detrás de la fuente. Yo seguía ignorándoles, actuando como si no estuvieran cuando todos éramos conscientes de que sabía que estaban mirándome. Me acordé de mis principios, empecé a bañarme y me olvidé de su presencia. Recuerdo haber pensado que la pasividad de las mujeres ante estas situaciones nos la enseñaron los hombres para de esta manera poder aprovecharse de nosotras. Pero bueno, eso no es importante. Cuando estaba ya divagando entre mis pensamientos me despertó un movimiento. Rápidamente salí del agua y me sequé, preparada para salir de allí cuanto antes. Pero antes de que pudiera vestirme los dos ancianos que me estaban observando comenzaron a hablarme. No quería prestarles atención ni quedarme escuchándoles, pero me quedé parada e seco, como si Medusa me hubiera helado con su mirada. Prosiguieron a hablarme, no recuerdo 58


perfectamente qué me dijeron, pero u¡iba más o menos de la siguiente manera: “Ahora que no hay nadie afuera acuéstate con nosotros y no diremos nada. Nadie sabrá nada, ni tu familia. Pero si te quejas vamos a decirle a todo el mundo que te acostaste con nosotros y que tienes varios amantes, y bueno, ya sabes lo que piensa la gente sobre eso…”. Pensé en decir algo, en defenderme y, por primera vez, hacer y decir lo que de verdad pensaba, pero en lo que intentaba reaccionar y despertar mi cuerpo del estado de shock en el que estaba ya me habían cogido. Tengo un recuerdo muy vago de lo que aconteció después, creo que tampoco quiero recordarlo y por eso se ha borrado de mi memoria. Lo que no se me ha olvidado es la sensación que tuve una vez se fueron. Me sentí sucia y sin valor. ¿Cómo iba a poder mirarme a la car en el espejo, en el reflejo del agua? ¿Cómo iba a puedo actuar como antes, como si todo siguiera igual?

59


La valentía de Susana escrito por David Tejada Ordoñez Estaba un día una noble dama llamada Susana, esposa de un rico e influyente judío llamado Joaquín que se encontraba en ese momento en el Exilio Babilónico; preparándose para disfrutar de un relajante baño con aceites y esencias aromáticas. De pronto, dos viejos que la vieron desde lejos y se pusieron de acuerdo para asaltarla, aparecieron de detrás de ella. Susana, sorprendida y asustada a partes iguales, no sabía cómo actuar. No sabía cuáles eran las intenciones de esos hombres, pero podía hacerse una idea. En un momento dado, uno de los viejos dijo: “Vaya, vaya, vaya, pero ¿qué tenemos aquí, Basilio?”. A lo que el otro le respondió: “No lo sé, Macario. ¿Nuestro pasatiempo de la tarde?”. Susana, que contemplaba la desagradable escena con horror, abandonó la expresión de sorpresa y miedo para adoptar, 60


a continuación, una de desdén. Intentó intervenir en la conversación de simios. Sin embargo, fue interrumpida por el violento y húmedo chistar de uno de los viejos, por lo que se echó para atrás con asco. Mientras tanto, el otro viejo continuaba diciéndole al oído a saber qué barbaridades. Finalmente, Susana, harta de la situación y olvidándose de la vergüenza y el pudor, decide ponerse en pie dejando totalmente a la vista sus atributos femeninos y se dispone a ponerle fin a ese espectáculo tan absurdo y lamentable. Comenzó el rapapolvo diciendo: “¿Y vosotros os consideráis hombres?”. Ambos callaron de repente. Hizo una breve pausa y continuó: “¿Acaso os habéis parado a pensar alguna vez con la cabeza de pensar? ¿Tenéis idea de lo violento que es que estés tan tranquila paseando por el patio de tu casa, campando a tus anchas, desnuda, a punto de darte un baño relajante y que, de repente, aparezcan dos trogloditas con las neuronas suficientes como para no cagarse encima y empiecen a mirarte como perros en celo 61


mientras dicen cada barbaridad más bruta que la anterior? Se ve que no. Es evidente que no tenéis ni idea. Como tampoco tenéis idea de lo que les ocurre a las mujeres casadas cuando cometen adulterio. Pero por suerte para mí, si lo sé. Sé perfectamente cómo actuáis los hombres como vosotros. Y me repugnáis. Si yo hiciera lo que vosotros habéis venido buscando, me matarían. Porque sois de esos que van pregonando lo que van haciendo por ahí sin pararse a pensar ni un solo momento en cómo se pueden sentir esas mujeres, en las consecuencias tan terribles que pueden tener para ellas vuestros actos inconscientes propios de los animales salvajes. Y eso me parece deleznable. Propio de hombres sin honor ni respeto por nada ni por nadie”. Los dos viejos se miraron pálidos sin articular palabra. No salían de su asombro. Y finalmente, para concluir su discurso, acabó diciendo: “Y ahora marchad. Espero que hayáis disfrutado de las vistas y del sermón, porque no os vais a llevar más que eso”. 62


Ambos ancianos se incorporaron y, cabizbajos, marcharon en busca de las autoridades para hacer más de las suyas metiendo en problemas a Susana para hacerla pagar por todo lo que les había dicho. Susana,

orgullosa

de

misma

por

lo

que

acababa de hacer, al fin, pudo retomar su baño. Lo que esos viejos ignoraban era que, si seguían por ese camino, esta historia acabaría realmente mal para ellos.

63


Una denuncia muda escrito por Lucía Panadero Hoy es el cumpleaños de mi niña. También hoy hace cinco años que Susana enmudeció para siempre. Cinco años de interrogantes y dudas. Cinco años buscando respuestas. ¿Qué le pasó a mi princesa? Todo este tiempo no he sido capaz de preguntarme otra cosa. ¿Qué fue lo que le arrebató la inocencia tan de repente, para que una parte de ella muriera aquella primavera? Y por ende, una parte de mí con ella. Ella creció siendo una niña feliz. Una niña sana. Nunca le faltó amor ni cariño, y sus necesidades estaban cubiertas. Pasaba las horas jugando con sus hermanos y escuchando las enseñanzas de su padre. Entonces, vuelvo a preguntarme, ¿qué cambió todo en menos de un abrir y cerrar de ojos? En ese maldito instante congelado. “Quiero que recuerdes esto cariño”- solía decirle yo- “cuando 64


seas mayor tendrás que luchar para ganarte un lugar en este mundo de hombres. Y no será fácil.” ¿Cuál fue la razón por la que mi pequeña se mostró abatida apenas estaba empezando la batalla, con tan solo quince años? Los muchos doctores y expertos a los que hemos visitado durante estos años que parecieran siglos, coinciden en el diagnóstico. Una especie de trastorno mental desencadenado por una vivencia traumática. Algunos lo han llamado “trastorno del estrés por traumático”, en el que aseguran que es común que el afectado pierda la capacidad de hablar o se olvide de cómo hacerlo. Temporal o definitivamente. Pero ¿cuál fue el trauma?, ¿qué fue lo que no vimos su padre y yo?, ¿qué puedo hacer para salvar a mi niña de su letargo? La veo bajar las escaleras. Lleva el pelo recogido en una trenza, y trae su caballete de madera en brazos. Se lo regalaron sus abuelos un día como hoy, varios años atrás. Desde entonces la pintura ha sido una especie de refugio para ella. El lugar en el que plasma sus palabras 65


en silencio. Sobre el atril abierto y ya colocado en la sala de estar, apoya un lienzo que sostiene con fuerza, como si de un tesoro se tratase. Estoy expectante. Todos lo estamos. Incluso un poco alarmados. Desconcertados. Susi lleva años sin comunicarse con nosotros más de lo necesario, y ahora ha reunido a la familia, de forma inesperada, para compartir una noticia. El día de su cumpleaños. El día que se cumple un lustro desde que empezó su sufrimiento y el nuestro. Cuando se hace el silencio absoluto, poso mis ojos en el lienzo, y me percato de que lo que se dispone a mostrarnos, se encuentra oculto tras un tupido velo. Sin pronunciar palabra, con una sonrisa y lágrimas en los ojos (por paradójico que sea), descorre la cortina... y ahí está. La respuesta que tanto tiempo llevo buscando. Justo delante de mis narices. Me encuentro atónita. Me siento como si me clavaran un puñal en el corazón, y tengo un nudo en la garganta que me impide tragar saliva. 66


Aquel día, a mi niña no solo le arrebataron la voz y la risa. Aquel día le arrebataron la inocencia, la fe y el sentido. Se lo arrebataron todo. Y ahora comprendo, que su única forma de gritar, maldecir, llorar y manifestar su dolor, es esta. Su forma de sanar, es a través de su pincel mágico. Y aun así, como madre, hoy solo puedo decir que me cambiaría por ella todos los días de mi vida.

67


Un cuadro revolucionario escrito por Elena Cantero Torres Era alrededor de mediados de mayo de 1609, cuando en una de las tardes calurosas, Susana decide ir a visitar a sus dos amigas y vecinas, María y Paula. Para llegar a la casa de la primera le tomó un camino de cinco minutos, donde las calles estaban llenas de gente por un mercadillo típico de los domingos que había siempre. Susana al llegar a casa de María, se encuentra con Paula, que resulta, que también tenía la idea de juntarse las tres y pasar el rato. Tras haberse saludado y comentar la coincidencia de idea, deciden finalmente llamar a la puerta de María, quien las abre muy alegre. Al ingresar a la casa y saludar a los padres de la chica, se van a su cuarto y comienzan a hablar de diversos temas desde libros hasta los últimos cotilleos.

68


Las tres tenían mucho calor, por lo que deciden ir a las termas públicas de la ciudad, las cuales están, para suerte de estas tres amigas, a quince minutos de camino. Al llegar allí tuvieron que esperar a que el turno de hombres terminara de salir para que ellas pudieran entrar. Un grupo de estos hombres, en torno a los cincuenta años o más, mantuvieron su vista durante más tiempo del habitual en estas tres amigas. Ellas tras pasar a vestuarios y desvestirse, se fueron a meter a la terma de agua templada para poder pasar allí el rato. Tenían la piscina para ellas solas, ya que las demás mujeres pretendían estar un rato primero en la piscina de agua fría. A los diez minutos de estar ellas tranquilamente charlando de temas triviales, María y Paula deciden irse ya a la piscina más fría, pero a Susana no le apetecía todavía, por lo que les dice que se marchen, que ella en unos diez minutos irá con ellas. Cuando estas se fueron, Susana escuchó voces, pero no le tomó importancia. Ella se levantó y se fue a sentar a un banco para calzarse y no 69


resbalarse, antes de irse con sus amigas. Al agacharse se siente observada y de repente nota que le tocan el hombro. Ella se gira rápidamente y al ver a los dos viejos, que antes estaban fuera, se intenta tapar lo más rápido posible. Estos dos al ver a la joven exaltada, agobiada e intentando huir por su presencia, la empiezan a coger y retener por los brazos y piernas. Poco a poco al ver que se queda quieta, pidiendo que la dejen en paz, los viejos empiezan a manosearla por los brazos hacia arriba, llegando al cuello, bajando por sus pechos y estómago, hasta pasar por sus partes íntimas y llegar a sus ingles. Ella se sentía asqueada. Ellos cada vez más contentos se empiezan a desnudar, Ella cada vez siente más miedo y cuando intentó chillar, le tapan la boca. Ellos se miran para ver cómo continuar. Ella siente un grave dolor en su bajo vientre, y empieza a llorar desconsoladamente. Los viejos están que no caben en sí de gozo. Para lo que a ella le parece una eternidad y a los viejos meros minutos, empiezan a escuchar voces. Los viejos corren a esconderse, y al conseguir hacerlo, mientras se visten, oyeron dos gritos 70


muy agudos y sollozos, y como después un montón de mujeres van al encuentro de estos espeluznantes sonidos. A la mañana siguiente se corre el rumor de una joven hermosa que ha sido violada en las termas. La familia siente un gran pésame, pero en los bares los hombres felicitan a quién haya sido tan osado para cometer tal fechoría. Un año más tarde, se corre el rumor de un cuadro que exalta a un nuevo movimiento y puede ser requisado. La autora de tal cuadro es Artemisa, una hermana rota en el dolor de una injusticia que no se puede denunciar y a la que no la pueden devolver un tesoro preciado.

71


Escondida escrito por Natalia Rodríguez Gallardo Hola, soy Susana, una joven de veintitrés años. Desde hace unos años sufro un tipo de enfermedad mental, esta enfermedad que sufro, se llama homosexualidad, esta enfermedad trata de que me gusta las personas de mi mismo género que uno mismo. Todo el mundo piensa que es una enfermedad, como dice mi familia, por lo contrario , yo pienso, yo pienso que no es una enfermedad, que es igual que si me gusta alguien del otro género. Esta enfermedad se trata a base de un tratamiento y si no funciona me puede llevar hasta la misma muerte. Os cuento esto porque llevo dos semanas escondiéndome y escapando de todo el mundo. Todo empezó un viernes tarde cuando quise hablar con mis padres a la hora de la 72


merienda, se lo conté con toda sinceridad y tranquilidad del mundo con la intención de que me apoyaran, pero por lo contrario recibí una respuesta totalmente diferente, me dijeron, “-Tranquila hija, te buscaremos un médico bueno y te casaremos con Julio”. Julio es un chico de mi pueblo, es vago, muy mayor, no es capaz de salir de casa para ayudar a sus padres con el trabajo, todo se lo dan hecho, no está comprometido y al venir de buena familia a mis padres les parecía la oportunidad perfecta para ayudarme con la enfermedad y ayudar económicamente a mi familia. cuando escuche eso lo primero que hice fue salir corriendo con la persona que quería, nos escondimos las dos a las afueras del pueblo para estar a solas sin que nos vieran, pero salió mal, dos personas del pueblo nos vieron y nos empezaron a perseguir mientras nos insultaban, para salvar a mi pareja le di mi ropa para que se disfrazara y yo mientras esconderme, pero para distraer a las personas de ella, salí 73


corriendo, mientras me discriminaban y me gritaban, “-enferma, muérete ya, no sirves para nada…” y más cosas, esas palabras se me quedaron grabadas en la cabeza, recordando cada minuto, como un tipo de tortura. Ahora mismo estoy escondida y con frío, llevó unos tres días sin comer, con miedo, con el pensamiento que me reconcome diciendo que me autolesione, que para seguir sufriendo, si me encuentran me matan y si no me he casado antes voy a tener malos miramientos. Lo único que me hace pensar en quedarme con mi pareja pero si no salgo de aqui puede que me muera si o si y no por suicidio. Quiero que acabe el sufrimiento y ser feliz como me merezco. Espero que la gente cambie de mentalidad.

74


Atemorizada escrito por Nerea Blanco Después de un largo día llegó uno de mis momentos favoritos, uno de los momentos en los que podía estar conmigo misma, en mi intimidad, sin nadie. Solo yo con mis pensamientos relajándome entre el vapor y el agua caliente, mimándome y limpiándome. ¿En qué momento esa situación de confort pasó a ser mi mayor inseguridad? ¿En qué momento pasé a no querer volver a pisar ese sitio por si volvía a ocurrir? ¿En qué momento ese lugar podría haber sido mi condena de muerte? ¿Por qué? Eso es lo que pasaba continuamente por mi cabeza. Me sentí observada y expuesta, palabras horrendas y repugnantes salieron de la boca de esos dos ancianos. No puedo olvidar como sus manos venosas y arrugadas 75


tocaron mi cuerpo. ¿Por qué por negarme me intentaron matar? ¿Por qué tengo que hacer cosas que no quiero con personas que me triplican la edad para sobrevivir? No quiero vivir obligada y asustada, quiero ser libre y feliz, vivir tranquila y entregar mi cuerpo a quien yo quiera y las veces que quiera ¿Por qué los hombres pueden y yo no? ¿Por qué dos ancianos despechados pueden decidir mi futuro? ¿Por

qué

ellos

si

y

nosotras

no?

No puedo parar de pensar en ese momento, ahora siento que me miran continuamente. No quiero ir a bañarme, cuando lo intento todas mis ropas quedan empapadas porque no soy capaz de desnudar mi cuerpo. No quiero vivir así. No quiero vivir con miedo. Me entraban escalofríos al recordar mis mejillas húmedas y el temblor de mis piernas cuando me condenaron a morir apedreada. Un falso testimonio, por los dos jueces ancianos a los que no quise satisfacer sus deseos, fue desmentido por 76


Daniel, un niño. Les separó e interrogó con inteligencia salvándome así la vida, pero quitando la de los ancianos. Se hizo justicia, los dos ancianos fueron ejecutados, pero ¿quién me salva a mí de ese horrible recuerdo? ¿Cómo conseguiré olvidar a esos dos ancianos acorralándome e intentando tocarme? ¿Cuándo podré volver a vivir sin miedo?

77


Un no rotundo escrito por Aitana Galán Estaba en el baño cuando de repente dos viejos aparecieron, no me dejaban de mirar y mi incomodidad aumentaba por momentos, no sabía qué hacer ni que decir así que decidí salir del baño lo más rápido posible para coger mis cosas e irme de allí. Cuando salí del agua seguían allí, cada vez más pegados a mi, cada vez más cerca. De repente uno de ellos me sentó y empezó a decirme que si no tenía relaciones sexuales con ellos me acusarían de adulterio, yo estaba horrorizada, no quería nada con ellos pero si mi familia o amigos se creían esas acusaciones sería mi fin. No sabía que hacer, ellos estaban cada vez más y más cerca, diciéndome palabras asquerosas y vulgares al oído, y por más que les repetía que parecían no paraban, 78


seguían, cada vez más cerca, cada vez más fuerte. Después de aguantar cinco minutos escuchando sus asquerosas palabras y amenazas en mi oído y repitiendo que no decidí levantarme lo más rápido posible y salir de allí corriendo, pero el más bajito de todos me alcanzo, y me cogió tan fuerte del brazo que la sangre me dejó de correr. Empecé a temblar, me hacía daño, no podía soltarme y se me estaban acabando las fuerzas, pero me dí cuenta de que el otro viejo había desaparecido y ví una pequeña posibilidad para poder escapar, pero en cuanto empecé a tensar un poco el brazo una cuerda se me entrelazó en el cuello, el otro viejo había aparecido. La cuerda cada vez me apretaba más, cada vez me sentía más débil y poco a poco la realidad se iba desvaneciendo. Mientras mi cabeza daba vueltas sin saber dónde estaba, cada vez más perdida, escuchaba a los viejos reirse por detrás y opinar sobre mi cuerpo y sobre todo 79


lo que iban a hacer con él cuando yo me durmiese. No recuerdo nada de lo que pasó después de eso, solamente recuerdo que al despertar yo seguía desnuda, tumbada en el suelo de los baños. Tenía la cabeza de uno de los viejos apoyada en la barriga, denudo también, y el otro estaba tumbado más lejos. Mi cabeza empezó a procesar todo lo que había pasado, empezó a imaginar lo que podían haber hecho

mientras

no

estaba

consciente,

mientras

de respuesta obtuvieron siempre un no rotundo. Después de ese día nada fué igual, yo no pude volver a tener una relación con un hombre, fuera del tipo que fuera, hasta después de 20 años y a día de hoy aún me cuesta, aún me cuesta pensar que los primeros hombres que me vieron desnuda y recorrieron mi cuerpo fuesen esos asquerosos viejos.

80


Año 1610 escrito por Alejandra Lambea Año 1610, martes 6 de septiembre. Por la mañana Susana se levantó como cualquier otro día, lista para todas las tareas que le esperaban por el simple hecho de ser mujer en aquella época. Pero ese día pasaría algo que cambiaría todo en especial la inocencia de Susana. Ella pensaba que todo era perfecto en la sociedad en la que vivía, que no había gente cruel, pero claro, tampoco salía de casa para ver que esto era mentira. Ese día, por un milagro o por una maldición, su marido le había dejado salir de casa para ir al mercado, la emoción no le cabía en el pecho sentía que el corazón le iba a estallar cuando puso el primer pie en la calle, al fin y al cabo ella solamente salía de casa para ir a su propio patio. Salió con una gran sonrisa, la cabeza bien alta y una manera de andar bastante animada, pero 81


toda esta alegría se apagó al pasar por uno de los callejones. Allí se encontró a dos señores : uno de ellos más castigado por los años, mientras que el otro aún mantenía su preciada de juventud. El anciano estaba tirado en el suelo con el joven sobre el amenazándolo con un objeto puntiagudo y filoso, Susana se quedó completamente paralizada. El hombre más joven, apuñaló en el cuello al otro, mientras que miraba directamente a los ojos a la mujer. Al acabar con la vida del anciano, el asesino se acercó a ella y le colocó el objeto en el costado, le advirtió que como dijera algo la mataría a ella y a su marido, desgraciadamente Susana sabía que era cierto ya que era un pueblo muy pequeño y todos se conocían entre todos. Después de este traumático suceso, Susana siguió su camino al mercado para no levantar sospechas con su marido, pero no podía sacarse de la cabeza como la vida se esfumó de los ojos de aquel anciano mientras una tinta granate le cubría el cuello. Los siguientes días todo fue con 82


normalidad al menos hablando de sospechas, pero Susana no estaba bien. La culpa le comía por dentro. Llevaba unas noches teniendo unos sueños bastante macabros, en los que se repetía la escena una y otra vez, pero en sitios diferentes. El sitio favorito de su subsconciente para revivirlo eran un juzgado, ella se lo tomaba como una metáfora de la injusticia que estaba cometiendo al no denunciar el asesinato. En estos sueños la víctima le gritaba cosas que ella prefería ignorar por qué no estaba dispuesto a aceptarlas. Esto se repetirá todos los días y Susana empezó a perder la cabeza. Ella pensó que la mejor solución sería quitarse del medio. El miércoles 21 de septiembre, fue encontrado por su marido, el cuerpo de Susana en su propia habitación. ¿El objeto homicida? Un objeto puntiagudo y filoso.

83


La mujer siempre fue culpable escrito por Lucía Lozano Como todo el mundo sabe, la mujer siempre fue la culpable del mal en el mundo según la Biblia, porque se comió una manzana. Desde entonces la sociedad religiosa ha usado eso como excusa para justificar que todo lo que nos suceda está justificado. ¿Pero pensarías lo mismo si tu hija lo tuviera que vivir? Esta historia sucedió en el siglo XVII. Un noble desesperado iba en busca de ayuda, esperaba que alguno de sus amigos se compadeciera de él y su familia. Su mujer había perdido la honra al dejar que un par de hombres de clase media se acostaran con ella. Ahora él tenia que remediarlo e intentar que el prestigio de su familia no descendiera en picado. Y conseguiría aquello de una forma muy simple: necesitaba que su única hija se casara con algún hombre de 84


buena familia que les devolviera el estatus que merecían. Todos sus amigos se negaron a ayudarle, algunos incluso ni le abrieron la puerta, ya que no querían tener nada que ver con el hombre y la familia sin honra. El hombre estaba exhausto, pero siguió llamando e insistiendo. Hasta que en un arrebato de suerte uno de sus conocidos y de los mas ricos de la ciudad aceptó ser el marido de su hija. Este le dio las gracias de diversas maneras, pero al señor solo le importaba una cosa: que su futura mujer no siguiera el ejemplo de su madre. El padre le dio su palabra de que eso no sucedería jamás. Pasó el tiempo y después de una boda preciosa y días de felicidad tanto del padre como del esposo, llegó el momento en el que harían oficial el casamiento uniéndose en cuerpo. Aunque el padre de la joven le hubiera jurado por Dios que su hija jamás perdiera la honra, este quiso asegurarse: mandó a dos amigos suyos a seducirla para ver si caía en la trampa. Pero la muchacha, pura y casta, los rechazó. El marido satisfecho no quiso esperar más y esa misma noche la hizo suya. 85


Los otros jóvenes no se tomaron bien el rechazo de la dama, y planearon una venganza: cuando ella menos se lo esperara y el marido anduviera cerca la obligarían a someterse. Y así fue. El marido la culpó de perder la honra y de haberle engañado. Su padre decepcionado, se quitó la vida; el noble, fue difamando la versión de su historia para que ningún hombre volviera a tener que pasar por eso con aquella joven: la chica a la que le quitaron la honra, de la familia a la que le quitaron la honra.

86


El descampado escrito por Isabel Gijón Bodea Aquella tarde de verano había quedado con mi grupo de amigos, todo iba bien hasta el momento en el que pasaban las horas y cada vez tenía un presentimiento de que algo malo iba a pasar. Mis amigos tuvieron la idea de ir a una vieja zona descampada para ver el cielo,aunque yo no quería ir, sentía que si no lo hacía iba a ser la rara del grupo, la “aguafiestas”. Mandé la ubicación a tiempo real a mi madre para que supiese en todo momento donde estaba y por lo menos, estar un poco más segura. Llegamos al descampado y como era de esperar, estaba vacío. De las cuatro personas que éramos, yo era la única que se quería ir, por lo que me levanté y me fui a casa. El problema fue la batería del móvil, no podía avisar a mi madre de todo lo que podría suceder ni 87


que la ubicación en tiempo real siguiese funcionando. De camino a casa empecé a ver a lo lejos de la calle a dos señores borrachos y en muy mal estado, me empezaron a decir pìropos y como no, seguramente sería por mi ropa, porque en la sociedad en la que vivimos el problema es la ropa y en ir provocando. Yo aceleraba el paso, cada vez más rápido hasta llegar al punto de que empecé a correr, ellos me perseguían y yo les pedía por favor que me dejasen en paz y que no me persiguiesen, pero no me hacían caso. Me quedaban apenas dos calles para llegar a casa cuando de repente, sentí como mi brazo se frenó a causa del agarre de uno de estos dos señores, yo les rogaba que, por favor, me soltasen y ellos me ignoraban cada vez que yo se lo repetía. Gritaba, gritaba cada vez más fuerte hasta llegar al punto de que los vecinos se empezaron a percatar de lo que estaba ocurriendo. Uno de los vecinos se dio cuenta de la situación y bajó corriendo a ayudarme, acto seguido, llamó a la 88


policía y al poco tiempo, llegaron dos patrullas. Este fue uno de los casos que sufrimos diariamente las mujeres y con el que desgraciadamente justifican con un “mira que ropa lleva” “no, si me estaba provocando” “iba borracho, no sabía lo que hacía”. Doy gracias a que yo sí que pude contarlo, pero ¿y todas esas mujeres que no han tenido voz y no lo han podido contar? ¿todavía tenemos que sufrir este tipo de acosos?

89


Pesadilla escrito por Lía Gutiérrez Volver a ese día es como volver a recordar una pesadilla. El entrenamiento de baloncesto había acabado, mis compañeras y yo fuimos al vestuario para ducharnos y cambiarnos. Una por una se fueron marchando y yo como siempre, salí la última. Esto para mí no era nada raro, suelo tardar mucho en la ducha. Cuando acabé de ducharme me senté en el banco y empecé a secarme. Solo llevaba una toalla puesta. Nada más. Al sentarme oí la puerta abrirse, pensé que sería una de mis compañeras, pero los pasos eran fuertes y sabía que algo iba mal. Cada vez los oía más cerca, el pelo se me puso de punta, pero me relajé al ver a mis dos entrenadores. Me empecé a reír y les dije que me habían asustado, pero mayor susto fue cuando vi que sus caras eran inexpresivas.

90


Empezaron a hablar en bajo y no logré entender lo que decían hasta que uno dijo “yo primero”. Me ordenó a que me quitara la toalla, al ver que no respondía el otro me dijo lo mismo, pero seguido de una amenaza. “Si no lo haces, se lo haremos a tu hermana”. Prefiero saltarme los detalles del sufrimiento, de la vergüenza y de lo vulnerable que me sentí en ese momento. Como su cuerpo se pegaba contra el mío y como me sentía ahogada porque no podía gritar. Cuando acabaron conmigo se largaron y me quedé ahí, tumbada en ese mismo banco, sin poder moverme. Desde ese día ya nada es igual, porque lo único que pasa es que revivo esa misma pesadilla todos los días después de entrenar.

91


ÍNDICE. prólogo

7

écfrasis Una introducción, por Damián Naros Faucha

13

las susanas alzan sus voces Los susurros, por Marta Madrid Cubillo

16

Susana, por Jimena Ramos García

20

Una entre muchas, por Mara Abril

23

Una cuestión de honor, por Álvaro Polo

26

Odio, por María José Presedo Rina

30

Agarrarme, por Yolanda Vicente

32

Bonita, por Aitana González

36

Las termas, por María Fernández

41

Su mirada, por Judit González

44

Libertad, por Aroa Oriza Rubio

48

Nada se olvida, por Cristina Lozano Rodrigo

54

Como cualquier otro día de verano, por Nicole Otero

57

La valentía de Susana, por David Tejada Ordoñez

60

Una denuncia muda, por Lucía Panadero

64

Un cuadro revolucionario, por Elena Cantero Torres

68

Escondida, por Natalia Rodríguez Gallardo

72

Atemorizada, por Nerea Blanco

75

Un no rotundo, por Aitana Galán

78

Año 1610, por Alejandra Lambea

81

La mujer siempre fue culpable, por Lucía Lozano

84

El descampado, por Isabel Gijón Bodea

87

Pesadilla, por Lía Gutiérrez

90


En España, desde que comenzó el año, han sido asesinadas seis mujeres. En 2021, fueron cuarenta y cuatro las víctimas por violencia de género. Este proyecto recoge veintitres voces que dicen basta.

93


94


95


96


97


98


Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.