Sombra roja Sexto número

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“Y dijo Dios: no es bueno que el hombre esté solo”


A l i c i a L. R4e t a m o z a


A

bda no era una mujer hermosa. Era más bien baja, extremadamente delgada y lucía frágil tanto en su salud como en su complexión. Así se miraba cuando conoció al que

se convertiría en su esposo. Se encontraron frente a frente mientras los presentaban en un evento de caridad donde Abda se había encargado por completo del servicio de comida. Y sí, al principio miró hacia abajo a la pobre niña (así lo pensó él, una niña) que apenas sonreía hasta que Abda suspiró de cansancio y decidió soltarse el peinado alto. Abda se peinaba siempre, y no muchas personas la habían visto con el cabello suelto. Su madre siempre le decía que debía peinarse, que su cabello debía estar escrupulosamente arreglado en su nuca. Lo primero que Abda hacía en las mañanas era atar su cabello. Su padre siempre le decía que las señoritas debían cuidar su cabello como debían cuidar su atuendo, sus zapatos, su piel y todo en general. Y, aunque Abda no tenía un gran respeto por esa regla, nada nunca debía ir fuera de lugar.

Había una razón para dicha regla familiar. Abda dejó caer su cabello que se desenvolvió hacia sus caderas, rebotó en el suelo y siguió desenrollándose un par de metros alrededor de Abda. Era hipnotizante. Jamás se ha visto cabello así, brillante, ligero, apenas ondulado, prístino. Era un marrón que en algunos lugares podía ser oscuro y suave como el chocolate y en otros podía ser casi rubio, de manera que la luz rebotaba de maneras impredecibles creando un arcoíris otoñal. Entonces él le ofreció a

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Abda ayudarle a recoger después de

Abda estaba feliz de haber im-

la fiesta si ella aceptaba cenar con

presionado a un hombre tan rápido, y

él cuando terminaran. Dos meses

se imaginó como en las historias de

después, Abda estaría casándose con

la televisión. Era la primera en casar-

ese mismo hombre.

se entre sus hermanos y primos, aunque no era la mayor. Toda la familia

Aunque tiempo después el

estuvo tan involucrada en el evento

esposo de Abda confesaría que su

que fue posible organizar una de las

primera cita fue la más aburrida de

fiestas más grandes que ellos mis-

todas las citas que había tenido, no

mos hubieran visto. Después, Abda

tardó una semana en presentarse

partió hacia una de las ciudades cer-

ante su familia y pedir su mano. Para

canas para vivir junto con su esposo,

defenderse, decía haberse pasado

que no vivía dentro del mismo pueblo.

toda una tarde a Abda por el comedor vacío después de la fiesta observando

En su nuevo hogar, Abda co-

nada más que su cabello arrastrándo-

menzó a tener pequeñas jaquecas de

se por todo el lugar. Era impresionan-

estrés. Se sentía un poco abrumada

te que hubiesen dejado ese trabajo

frente a la novedad que resultaba

a una sola chica, que de cualquier

ser su vida, y la velocidad con la que

manera logró terminarlo bastante

cambiaba.

rápido. También creía impresionante que por más que ese cabello trapeara

- Querida, - le dijo un día - de-

todo el lugar, no terminó ni un poqui-

berías comenzar a dejar tu cabello

to sucio. Quizá hasta terminó más

suelto. Tenerlo siempre sobre tu ca-

brillante. Lo comprobó durante la cita,

beza es, con toda seguridad, la razón

mirando fijamente al cabello de Abda

de tus dolores de cabeza. Y, ¿sabes?

reaccionando a las luces de los autos

me encantaría que lo dejaras así

que pasaban por la calle.

siempre porque te hace ver hermosa.

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Cuando limpiaba su hogar, no aspirar su cabello era todo un reto. Además, su esposo o alguna otra perFue entonces que Abda co-

sona que estuviera cerca se enredaba

menzó a recibir instrucciones de

o tropezaba con su larga cabellera. De

su marido, para ayudarla a ser una

todas maneras, su esposo insistía en

buena esposa. Servir la comida a la

que dejara su cabello suelto.

hora que a él le gustaba, vestir los pequeños vestidos que le compraba,

Abda comprendió eventualmen-

y limitarse a sonreír en lugar de decir

te que tener que atender su cabello

algo aburrido. En realidad, Abda sí

cada cuatro horas era inútil, así que

comenzó a tener menos dolores de

comenzó a peinarlo a escondidas de

cabeza. Salía todos los días al merca-

su esposo. Gracias a ello, ahora le so-

do con su cabello arrastrando por el

braba tiempo cuando iba al mercado.

suelo, causando admiración con todo

Ahora tenía tiempo para ir a las clases

el barrio. Comenzaba a tener algunos

de tejido que siempre quiso tomar.

amigos con los tenderos del mercado,

En realidad, tenía bastante tiempo

con las vecinas y las no tan vecinas

porque su esposo solía tomarse casi

con quienes intercambiaba recetas de

todo el día en el trabajo. Abda decidió

cocina. Abda cocinaba perfectamente

aprender a pintar, algo que siempre

desde pequeña.

le pareció interesante pero que en su familia era considerado trivial e inútil.

Lo que le molestaba a Abda

Entonces Abda pintó grandes paisa-

era tener que peinar su cabello des-

jes en las paredes de algunos cuar-

pués de terminar una actividad, de lo

tos de su casa. Su esposo no se dio

contrario se volvía una selva de lianas

cuenta hasta que Abda pintó un árbol

que pertenecen a todos los árboles.

gigante en la puerta de entrada de la

Eso le quitaba mucho tiempo.

casa. Ese día su esposo llegó temprano, para encontrarse principalmente con la pierna de su mujer habiéndose amarrado el faldón a la cintura (para

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no manchársela de pintura) y con su cabello completamente enredado en su nuca.

Abda se sentía terrible. Lloró durante horas e imploró perdón a su esposo. Se dio cuenta de que todo el

Abda jamás había visto a su

tiempo libre que había tenido la había

esposo enojado. Se sintió reprendida

convertido en alguien que no tomaba

cuando su marido le llamó mentirosa,

en cuenta a los demás y había dejado

habiéndole escondido todo ese tipo

de ayudar al prójimo, que era lo que

de cosas. Abda creyó haberle men-

hacía cuando vivía con sus padres.

cionado un poco sobre todo, pero él

Lloró tanto que su marido se compa-

siempre le decía que prefería que ha-

deció de ella, y la llevó a la cama don-

blase menos. Estaba confundida. Su

de peinó su cabello durante toda la

esposo le soltó el cabello y el faldón,

noche. Le juró a su marido que jamás

terminando para decir que segura-

volvería a recoger su cabello, jura-

mente sus padres no la habían criado

mento que sellaron con besos hasta

para levantarse la falda en la puerta

el amanecer. Cuando despertó, Abda

de su casa. Lo cual era totalmente

sentía la piel rota por las lágrimas

verdad. Abda recordó que su madre

y un tenue dolor de cabeza, que no

siempre se aseguraba de que su ropa

había sentido en mucho tiempo. Se

nunca estuviera demasiado pequeña

levantó para despedirse de su esposo

y corta, y su padre se desvivía para

quien le ordenó que pintara toda la

recordarle a ella y a sus hermanas

casa de regreso a su color original.

que no debían jugar sobre el árbol con sus vestidos puestos.

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Le tomó dos jornadas. Cuando terminó estaba exhausta. Tardó

Finalmente, su cabello se atoró

mucho en darse cuenta que su ca-

en el desagüe del baño mientras se

bello se había pintado en el proceso,

bañaba. Abda intentó zafarse pero le

estaba acostumbrada a tenerlo fuera

fue imposible. Estaba atrapada y duró

del área de trabajo. No pudo sacar

horas gritando para que alguien la

la pintura en la ducha, así que in-

ayudara. Nadie la escuchó. Se esfor-

tentó con un poco de solvente. Éste

zó hasta el gabinete del baño donde

sólo rompió su cabello, y lo volvió un

alcanzó la navaja de afeitar de su

desastre. Abda terminó de arruinar su

esposo, con ella trozó el mechón de

cabello limpiando todo lo que había

cabello que después pudo sacar con

ensuciado en su tarea de restauración

facilidad.

de interiores. Ahora era imposible de peinar, y comenzaba a atrapar peque-

Jamás en su vida se había

ñas pelusas del suelo. Trató durante

cortado el cabello. Abda sintió remor-

horas deshacer todos los pequeños

dimientos, primero por algo que había

nudos y marañas pero era tanto ca-

tenido toda su vida y que era tan fácil

bello que fue una tarea imposible. Se

de romper. Luego, por lo que diría su

sentía miserable, y lloraba a ratos. Se

esposo. Un oscuro sentimiento le em-

sentía horrible cuando salía a com-

pezó a trepar desde los pies hasta el

prar lo que necesitaba para la comida

pecho. ¿Su marido comprendería que

y siempre se avergonzaba cuando

había sido un accidente? Pero antes

se encontraba conocidos en la calle.

de lograr pensar con más claridad,

Esperaba todas las noches el ánimo

cortó todas las puntas de su cabello,

de su marido que sólo se limitaba a

de manera que quedaran del mismo

acariciar su cabello levemente antes

tamaño y escondieran el mechón.

de irse a dormir.

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Sintió que había sido la decisión correcta. Sin embargo, el cabello no parecía haber quedado en un solo nivel, así que Abda volvió a cortar. Hizo pequeños cortes aquí y allá, pequeños arreglos. Jamás se había cortado su cabello, o el de sus hermanos, entonces no podía tener experiencia con

poco de sueño. Le dijo a su esposa

ello. Empezaron a regarse cabellitos

que se iría a la cama temprano, apagó

por todo el suelo del baño.

las luces de su habitación y se durmió casi inmediatamente. Abda tomó

Cuando su esposo llegó a casa,

sus precauciones, limpió los platos y

encontró un hogar oscuro. Al pare-

la cocina antes de intentar entrar en

cer, Abda había cerrado todas las

la recámara. Después abrió la puerta

cortinas y apagado todas las luces.

muy despacio y decidió no molestar-

Adentro era una gran sombra, rota

se en buscar la pijama. Sin embargo,

por el aviso de Abda de que la comi-

su marido había saciado un poco el

da estaba servida en la mesa. Él se

sueño y la sintió meterse en la cama.

adelantó, se sentó frente a su plato

Estiró sus manos hacia su mujer y la

en su lugar del comedor y empezó a

acarició para sentir un suave tem-

cenar. Poco después, Abda se acercó

blor en ella. Eso lo animó a proseguir,

detrás de su marido, quitó su plato

aunque Abda intentaba mantenerse lo

reemplazándolo por el postre, besó

más alejada posible.

su cuello y regresó a la cocina, todo con gran velocidad. Su esposo, más sorprendido por el grandioso pastelillo que estaba frente a él, le dedicó un par de palabras de elogio antes de llenarse la boca de pan envinado. El hombre sentía felicidad por estar más que satisfecho y comenzó a sentir un

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Lo que tenemos por seguro es que nadie puede ser engañado por mucho tiempo. La discusión se escuchó en las casas vecinas y los bomberos fueron llamados antes de que fueran requeridos. Forzaron las puertas con la ayuda del marido para

Sí, las historias sobre Abda se

ver algo que nadie ha podido olvidar

fueron acallando hasta que nadie más

aún.

volvió a preguntar por ella. Su marido siguió trabajando y su familia siguió Abda estaba en el cuarto de

viviendo en el pueblo vecino. Nadie

baño, acostada sobre una cama de

sabe qué sucedió con Abda, nadie la

cabellos recortados salpicados de un

ha vuelto a ver, pero pocos han olvi-

poco de sangre. Abda temblaba de

dado la increíble belleza de su cabe-

frío con su pequeño peinado diminu-

llo, que colgaba de una mujercita tan

to, arriba de su cuello, un corte que

peculiar.

parecía adecuarse bien a la forma de su cara, de su cuerpo, de sus manos y de su alma. Los médicos que llegaron después le recomendaron tratamientos y descanso pero el marido sentía que no encontraba a Abda entre tanta piel y tan poco pelo.

Nombre bíblioco. Signicica servicio, servidumbre, o trabajo. Se refiere a aquel que sirve.

*

The feminine noun

means labor or service;

The feminine noun

means service or the perfomance of household servants;

The feminine noun

means servitude; bondage;

http://www.abarim-publications.com/Meaning/Abda.html#.UsddMfTuKck

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L a u r a I s a b 12 ella MartĂ­n


D

ebe ser el tipo más feo que pude encontrar en la ciudad. Este mes muero de aburrimiento, y tener colgado a este hombre en mi salón debió haber sido lo mejor

de mi día. No lo es. Es sólo que su cara me recuerda… tengo un grueso bastón de madera oscura con el que golpeo su cintura. Debo admitir que maneja el dolor de manera impresionante. No es tan ruidoso, suelta golpes que realmente me hacen sentir su dolor como debiera ser. Eso me gusta. Golpeo sus hombros y algo truena. Entre mi bastón y sus huesos… qué importa.

En realidad, el hombre tiene algo de músculo. Sí, algunas mujeres se veían bastante atraídas hacia él. Lo observé varias noches porque siempre acude al mismo bar, ese donde tienen el mejor whisky. Le hablaba a las pobres muchachitas, después las convencía… las llevaba afuera… las acompañaba a casa entre callejones oscuros… lo más probable es que él ya tuviera algunas drogas que mejoraran el efecto del alcohol. Lo vi en varias de las casas de las chicas, las pobres idiotas no tuvieron cómo defenderse. Aquel que no puede manejar su alcohol, que no lo beba.

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Atiné el bastón en su pecho, y el sonido más divertido salió de su

Los hombres son así. Prime-

boca. Es como un juego golpear cerca

ro aman y lloran con su madre pero

de las cuerdas vocales de alguien.

después se alejan de ella para amar y llorar con cualquier otra mujer. Y lue-

El último día intentó acercarse a

go los idiotas, como el espécimen que

mí, por cuarta vez, insultante siempre.

tenía en mi poder, terminan así: tras

Una ya no puede beber en paz, así

cualquier mujer, diciéndoles lo hermo-

que decidí que era suficiente, ya no

sas que se verían entre las sábanas

más. Entonces acepté su bebida, y fue

de su cama y luego huyen para decir

tan fácil fingir que era el hombre más

a las espaldas de la decencia que las

sensual del universo. El idiota nunca

mujeres son las más grandes hijas de

sabe cuándo le mienten. Llegamos

la puta del diablo. Claro que las inde-

a casa y le ofrecí una copa más (no

centes somos nosotras, que abrimos

desperdicié, usé el vino barato de la

las piernas cuando tenemos ganas

cocina). Cayó después de eso.

y repartimos placer como pago, que nos ponemos el vestido más diminu-

Sí, al principio dijo que a él no

to que encontramos para gustarnos

le gustaban ese tipo de cosas con

en el precioso Mayo y que a veces

su risa de idiota pero luego se la

no nos molesta un beso nocturno,

pasó preguntándome qué era lo que

un albur y un apretón de nalgas, e

yo quería. Ya saben, entre golpes.

incluso tener un hijo sin su padre (ah,

Aguantó un par de horas, después si-

esos hijos naturales que sin embargo

guió la etapa en la que rogó y suplicó

no brotan de la tierra… ugh, bebés).

por su vida. Le podría haber explicado

Nuestro crimen más común es creer

mis razones pero tenía mejores cosas

que podemos darnos el lujo de que-

qué hacer con mi boca, como tararear

rer y disfrutar, pero la justicia se ha

o beber. Sí, fue divertido hasta que me

hecho hoy en mis manos.

cansé. Lo dejé a que se le secaran las lágrimas de niño.

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El bastón cae de nuevo en la espalda baja del animal humanoide que se sostiene de mi techo. Gruñe un

Cuando despierto, todo está

poco y es adorable. Uno puede gol-

claro: es inútil matarlo, tendría que

pear lo suficiente hasta que la perso-

llevar su cuerpo pesado a esconder.

na comprende que nada detendrá la

No, sólo prevenir a este humano de

furia. Seguramente él sabe de lo que

esparcir sus cromosomas de idiota.

hablo. Le recuerdo que seguramente

Sólo necesito un cuchillo grueso y

habrá golpeado hasta a la puta de su

filoso.

madre. Cuando quiere reaccionar, el bastón ruge contra su cabeza. Son

No es difícil regresarlo a la calle:

los golpes más dolorosos (para mí,

lo llevo al bar más cercano (si la gente

porque lo siento en la muñeca). Una

nos observa, le grito a mi novio que es

y otra vez contra su cabeza. Este tipo

la última vez que bebe) y lo tiro cerca

de bastones son ideales: generalmen-

(claro que previamente lo he cubierto

te causan gran dolor pero rara vez

de alcohol).

rompen la piel, excepto en la cabeza. Así que debo tener cuidado. Proba-

Sí, claro que sale en todos los

blemente rompí uno o dos dientes,

periódicos, un maniaco, un asal-

quizá varios huesos… pero la sangre

to, robo, secuestro y la golpiza. He

se contiene en grandes moretones en

logrado hacer más daño del que creí,

la espalda, en los brazos, en las pier-

me merezco una felicitación. Creo que

nas, en el pecho… Es como un lienzo

le rompí algo de la cabeza, úps. No,

que he mejorado con pintura porque

en realidad era para que no recordara

el prístino lienzo de piel era, original-

mi dirección pero creo que las cosas

mente, un asco. Con perdón de su

salieron mejor.

madre (y sin él). Al menos ahora puedo beber en Sí, fue divertido durante un rato

paz. Iré ahora por un vodka.

pero me aburro fácilmente. También estoy cansada y prefiero dormir un rato.

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C r i s t i n16 a Gaona


T

engo mucha sed y hace mucho calor. Es la 1:15 de la tarde. El sol da de lleno en la plaza. Es una calurosa tarde de abril y yo apesto. Huelo mal porque el ayuntamiento había decidi-

do dejar de suministrar agua a ciertas colonias para regular el consumo. En mi colonia llevábamos tres días sin agua. Tres días sin lavar la ropa, los trastes y el cuerpo. Lo peor es la sed; no tengo dinero para comprar garrafones, por eso hiervo el agua, pero ahora no hay. Apesto, el sol me arde en los brazos y en la cara. Y tengo sed.

Sólo me quedan diez pesos en la bolsa: cinco para ir a casa de una amiga a bañarme y cinco para regresar a la mía. El camión no pasa. Apesto, de verdad apesto. Me paro bajo la sombra que proyecta el campanario de la iglesia sobre la entrada de la farmacia. Tengo comezón en todas las partes de mi cuerpo donde hay cabello: la cabeza, las axilas y ahí abajo. El camión quizás esté retrasado. La encargada de la farmacia se asoma por la puerta, me ve, ve la bolsa de plástico en la que llevo un cambio de ropa, y se mete. Una pareja joven pasa cerca de mí. La muchacha es delgada y tiene el cabello largo y rizado. El muchacho también es delgado y usa esos lentes que se pusieron de moda. Él le toma fotos. Ella posaba como una modelo profesional en las puertas del templo. La encargada se vuelve a asomar. Me mira con asco y se mete de nuevo.

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Recobro la conciencia. No quiero abrir los ojos pero escucho voces. Sigo con sed. Ojalá sea el hospital. Sé que apesto, lo sé bien.

No, no lo es. Ahí me abrían dado agua. Me armo de valor y abro los

Pasa un camión. No es el mío.

ojos. Hay más policías. Uno dice que

Comienzo a ver extraño, como luceci-

ya despertó la borracha. Creen que

tas. Me duele la cabeza y tengo mu-

iba borracha. Me preguntan que hacía

cha sed. Quiero llorar. La encargada

ahí. Les cuento lo del agua, lo de mi

de la farmacia rocía un aromatizante

amiga, lo del camión, lo de la sed, lo

en la puerta de la farmacia. Me hace

del dolor de cabeza y ofrezco la bolsa

toser. Creo que huelo peor de lo que

con ropa como evidencia. Alguien

yo misma puedo percibir. Otro camión

la toma, la abre, la mira con desdén

que no es el mío pasa de nuevo. Me

y me la regresa. Pido agua. Me la

siento en el piso. Estoy cansada, con

niegan. Es mi castigo por ir borracha,

dolor de cabeza, tengo mucha sed, el

dicen. Pienso en mis sobrinos y en mi

camión no pasa y yo huelo muy mal.

hermana. Llegarán a mi casa y no me

Un policía se acerca. Me dice que

verán. Quiero irme, pero me dicen que

me vaya porque incomodo a la de la

debo pasar la noche ahí. Me sientan

farmacia y a la gente que pasa por la

en una silla frente a un escritorio. Me

calle. Que si no me voy… no entiendo.

piden mis datos y me hacen muchas

Me duele la cabeza. Le digo que repita

preguntas que según yo no tienen

lo que dijo. Que si no me voy me

nada que ver con lo que pasó. Me

llevará a la jefatura. Intento pararme

preguntan de mi casa, con quien vivo,

porque el policía me da miedo.

por mis papás, si estoy casada. Luego

Veo muchas luces y luego todo está oscuro.

me preguntan que porque mi hermana es madre soltera y que si alguien vive conmigo en la casa que rento. No tengo novio ni nadie salvo a mi hermana y mis sobrinos. Me dejan en la silla, y una mujer policía escribe. Exijo mi

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derecho a hacer una llamada, pero me dicen que no hay teléfonos disponibles. Después de un rato, me mandan a una celda.

Entramos a la caseta.

Ya es de noche.

Hay un escritorio en la entrada, un tablero con notas y números y una

Me dan un pan y agua. No es

puerta. Detrás de la puerta hay una

suficiente, pero se niegan a darme

recamara con cama, un buró, un frigo-

otro vaso. Me duermo. Me despiertan.

bar y un baño con regadera. Me dan la

Me ponen esposas, me tapan la ca-

bolsa con ropa y me obligan a bañar-

beza y me conducen por pasillos. Me

me. Quiero negarme pero me acuerdo

suben a una patrulla. Nadie me dice a

del arma. Los tres me miran mientras

donde vamos. Después de un rato me

beben. Mientras me visto, uno de

destapan la cabeza. Vamos tres poli-

ellos pregunta que para que me dejan

cías y yo; uno es gordo, otro güero y el

vestir si al rato me van a encuerar.

tercero moreno. Los tres beben. Que

Otro contesta que así es más diverti-

si no quiero cerveza. Bebo porque

do. Tengo mucho miedo. Comienzo a

tengo sed. Me dicen pinche borrachi-

llorar, me pongo de rodillas y suplico.

ta. El policía que va conmigo en los

Ríen. El güero me agarra de la muñe-

asientos traseros se burla de cómo

ca, me levanta y me dice que llore lo

huelo. Los dos de enfrente ríen. Esta-

que quiera porque ahí nadie me va a

mos en un cerro, pero no sé en cual

oír. Pero que cuidadito y se me ocu-

ni que tan lejos de la ciudad estamos.

rra cualquier pendejada o me dan un

Llegamos a una caseta en medio de

plomazo.

la nada. Me bajan esposada. El más gordo me conduce con dificultad ha-

Sigo llorando.

cia la puerta. Tengo miedo e intento correr. Me agarra por el cabello. Me dice que me tranquilice, me enseña su arma y me amenaza con ella.

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Me avientan en la cama. Comienzan a desnudarse. Grito lo más que puedo. El moreno dice que me falta alcohol. Sacan una botella. Me obligan a beber. Les digo que no, que tengo sed. Me dan una bofetada.

El gordo se pone sobre mí.

Bebo. Me arde la garganta. Tengo

Quiero apartarle la cara, pero mi

sed. Suplico por agua. Me dicen que

mano extendida no le atina. Me besa

con eso se me va a quitar. Entre los

el cuello. Alguien me desabrocha el

tres me tumban. El gordo me suje-

pantalón y me lo baja con todo y cal-

ta la cabeza y el moreno me aprieta

zones. El gordo se aparta y me quitan

las mejillas para que abra la boca.

la blusa. Me tapo con mis manos lo

El güero vacía la botella en mi boca.

mejor que puedo. Ellos ríen en cámara

Bebo, me arde mucho pero tengo que

lenta. Giro la cabeza en busca de la

beber. El moreno me suelta la boca

puerta. El güero está ahí parado. Me

y el gordo me sacude la cabeza. Me

meten algo, pero no sé que es. Grito.

aturdo. Me arde la garganta y tengo

Ríen. Entre más grito más ríen. Sollo-

mucha sed. El güero pone música.

zo y cierro los ojos. Me levantan y me

Tengo ganas de vomitar. Toso y me

sientan encima de uno de ellos. Otro

dan arcadas. Corro al baño y todos

más me abre las piernas y el tercero

se apartan. El moreno dice que para

la boca. Me avientan en la cama y

ser una borracha no aguanto nada el

siento algo caliente encima.

tequila. Vomito. Me lavan la boca con jabón. Vomito de nuevo. Me vuelven a lavar. Estoy mareada. Me levantan y me llevan a la cama. Intento protestar, pero las palabras salen lentas y pastosas. Veo todo en cámara lenta.

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Lloro hasta quedarme dormida.


El sol me arde y tengo comezón en todos los lugares donde no me cubre la ropa; los brazos, el cuello, la cara y la cabeza. Termino. El policía Despierto vestida y esposada

me avienta la botella de agua. Tiene

a la cama. Hay un vaso con agua y

un chorrito de agua que bebo deprisa.

un plato con frijoles fríos frente a mí.

Acentúa mi sed. Él ríe. Intento golpear

Como. Intento liberarme pero no pue-

al moreno con la pala pero es muy

do. Lloro. Entra el moreno. Me apunta

pesada. Esquiva el golpe, me arreba-

con la pistola. Me asusto y contengo

ta la pala y me pega con ella. Caigo

el aire. Se ríe, guarda el arma y me

al suelo. Lloro. Siento el lodo en mis

desata. No intento correr porque ya sé

mejillas. Lloro mucho. Le pregunto

que tiene una pistola. Me da una pala

por qué, le pregunto qué fue lo que

enorme que apenas puedo sostener y

hice. Le digo que no estaba borracha,

me obliga a caminar. Andamos mu-

que no ha habido agua y él lo sabe.

cho tiempo. De nuevo tengo sed. El

Que me desmayé porque tengo sed.

saca una botella con agua. Le pido.

Le suplico que me suelte, le prometo

Me la niega y bebe. Me obliga a cavar.

que no le diré a nadie lo que ha pa-

Sé lo que estoy haciendo, pero no me

sado pero que me deje volver con mi

atrevo a protestar. Tengo la esperanza

familia. Le digo por favor, por favor,

de librarla. El sol me pica en la cabe-

por favor, por favor mil veces. Me da

za, la nuca y los brazos. Tengo tierra

una patada y me obliga a levantarme.

en la boca.

Me dice que camine de espaldas a él. Camino llorando. Espero el disparo.

Tengo sed, mucha sed.

Espero un dolor punzante en la cabeza o en la espalda. Sigo llorando. Ríe. Me da la pala y volvemos a la caseta. Me desnuda. No puedo parar de llorar. Lloro mientras él hace lo que quiere. No me doy cuenta de cuando termina.

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Sigo llorando.

Está oscuro.

Me despiertan. Me obligan a

Siento las piedras encajarse en

bañarme. Bebo el agua de la rega-

mis pies y las espinas rasguñarme

dera porque tengo mucha sed. Bebo

las piernas. Escucho el silbido de una

mucho pero la sed está ahí, cons-

bala cerca de mi cabeza.

tante. Esta vez no me dan ropa. Me llevan a la cama. Los tres están my

Vienen detrás.

ebrios y huelen demasiado a alcohol. Me muerden, me golpean, me pelliz-

Corro lo más que puedo. Me

can. Deseo estar borracha porque así

escondo detrás de un arbusto. La

al menos siento menos. Veo gotas

patrulla pasa frente a mí, pero no me

de sangre en la cama. Es mi sangre.

ven. Respiro con fuerza. Intento ca-

Terminan como ayer. Me levantan y

llarme pero no puedo.

me sacan desnuda de la caseta. Me paran frente a la patrulla.

Tengo la boca seca, tengo mucha sed.

El güero conduce mientras el Sollozo. Veo las luces regresar.

moreno me apunta con la pistola desde el asiento del copiloto. Me

Me levanto y vuelvo a correr. Estoy

gritan que camine. Camino. Hace

agitada,

calor y siento una sed persistente. Me da vergüenza caminar así y las pie-

Siento la boca aún más seca.

dras me lastiman las plantas de los

Paso saliva, me da tos pero no paro

pies. Escucho un ruido a lo lejos y me

de correr.

detengo. Me empujan con la defensa del coche y me exigen que no pare o

Mi pie pisa un borde, el borde

me pasan encima. Camino mientras

del barranco. No puedo recuperar el

pienso como escapar. Llegamos al

equilibrio. Siento que caigo.

hoyo. Se bajan de la patrulla. Corro y escucho un disparo.

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Me golpeo el costado derecho y siento un dolor punzante dentro de mĂ­. Siento mi cuerpo rodar sobre las piedras. Mi pierna izquierda golpea una roca. Escucho el crujir de mi hueso y un dolor intenso. Sigo rodando. Intento sujetarme, pero no encuentro nada. Una piedra me hace dar un tumbo y caer sobre mi costado derecho de nuevo. El dolor agudo se intensifica. Me cuesta respirar. Me golpeo la cabeza. Me aturdo. Tengo frio. Me detengo. Estoy boca arriba. Miro hacia arriba, a la punta del barranco. Tengo frio y no respiro. Bebo sangre. Siento angustia. Me resigno. Veo un par de luces a lo lejos. Cierro los ojos.

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Ivรกn Mata

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Cuando volví la vista hacia ti, miré cómo la gota morfina y cera invadían la carretera sobre otra, atropellando caminaba la muerte siempre haciendo a un lado los castillos que construimos, y las estrellas brillantes salpicaban tus lágrimas con rocíos sangre. Un perro nos observaba, las ratas preparaban la mesa con la escoria, una caja china servía como sanatorio, y las luciérnagas capturaban éxtasis. Tu rostro era el mismo, no había arrugas en tu frente, ni sudabas, pero aquellos ojos perdición felina universo de ombligos y cursilerías, tenían un abismo, como aquél en el que caía cuando peleábamos, y yo callé; ahora soy temeroso al reclamo. Arrancaste tus cabellos, tus uñas aún cobijaban carne y caspa, se introducían rápidamente en tu piel regresando al cuerpo que les dio litera. Son serpientes inmortales. Empero, siempre drogado, siempre feliz, siempre perdido, las horas del esquizofrénico alteraban mis manos: querían coger tu cabeza, apretar tu cuello, darle cortinas a tus ventanas, embellecer tu arte con mi náusea; ya no puedo controlar mi embrujo. Respiré, fuiste lo que deseaba. ¡Vives! Lloré cuando desfallecías. Dinero y puentes, maricas y sexo, todo detrás del limonero. Necesito un verdadero retrato. Mi salvación. El que lleva cuerpos en la boca. Imaginación de un loco. Me miro al espejo y te veo, aún sigue llorando mi brazo, la liga cuelga péndulo de mi reloj maléfico.

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E n o c h G26 r a n a S.


Un mundo en mi mente me dice que empiece, pero me pregunto, ¿empezar a qué? El mundo se mueve a mi alrededor, ya no puedo parar, un pensamiento me lleva a otro, pero no puedo parar. La noche llega, un mundo desconocido está por comenzar, el cielo se torna rojo, yo corro sin parar, no llevo rumbo alguno, solo se que no puedo parar. Subo por aquella colina, mi pulso empieza a cambiar, tal vez alguien me persigue por detrás, mis piernas no cesan de andar, pienso que voy a estallar. Una mente hecha para pensar, un cerebro para destacar, y una brújula para guiar. He llegado al fin del precipicio, pero mi intuición me deja volar, mi mente va a estallar, camino sin parar, sin rumbo en donde habitar.

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Una mujer a lo lejas esta, ella siempre me acompañara, camino sin pensar, mi cabeza va a estallar, camino sin rumbo fijo. Al final de un camino algo me espera ya, ¿una esperanza, quizá?, una sensación de escapar hacia el más haya, no me deja en paz. Voy llegando de una viaje, de tanto pensar y reflexionar, aterrizar en la realidad, la que mata, hiere y lastima mundos internos. Estoy listo ya para empezar a triunfar, ya no hay vuelta hacia atrás, a ellos les molesta mi pensar, mi actuar, eso ya no importa más, solo no quiero parar de andar, seguir con esta realidad, así por fin terminar. Un mundo maravilloso me espera ya, es tiempo de cambiar, tomar un rumbo y no ausentarme mas.

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Bien o mal, eso ellos lo decidirán, solo a ellos les afectara, un mundo nuevo está por comenzar. Todo comienza a brillar en esta sociedad, que fue destruida tiempo atrás, cosas buenas surgirán, tu y yo lo vamos a lograr, no te dejare jamás, aunque muchas veces me hagas estallar. Llegando alto como imaginamos, siendo líderes de nuestro propio rebaño, sin esperar más, el camino de la derecha debemos tomar, tardaremos un poco más, pero seremos los únicos en triunfar. Removiendo las espinas que dejo el viaje, saltamos en la realidad, ya no debes de parar los demás te pueden alcanzar, tu y yo juntos hasta el final.

29


30


Megan

31


I s m32 ael


P

rimero mi papá intentó envenenarlo o cogerlo con trampas, confieso que aunque su suerte me conmovía hasta las lágrimas, albergaba una maliciosa añoranza por que dichos

proyectos tuviesen éxito, así podría curiosearlo a mi antojo, aunque lo prefería muerto, temía que vivo en una jaula me daría demasiada cosa. Sí, yo era hipócrita y un niño muy consentido, pero no sé qué es lo que realmente fingía; mi enternecimiento o mi apoyo a los planes para la eliminación de tal anomalía, creo que ambos sentimientos eran muy sinceros. Comenzó comiéndose por las noches el maíz que dejaban las gallinas, hallábamos sus huellitas leves y sin dedos por la mañana, su característico olor en el aire y también a veces, sus cacas. Los perros le tenían terror, cuando llegaban a acorralarlo en algún rincón o sobre un árbol les hacía un ruido como si tronaran muchos cuetes y entonces él los correteaba. Llegamos a verle fugazmente algunas veces en las noches entre los árboles, por su silueta creíamos que era una lechuza o una bruja convertida en lechuza. No se le veían los ojos, esperábamos que reflejaran la luz de las linternas tal como lo harían los de un gato, pero luego mirándolo de día vimos que no tenía, al menos no en la cabeza. Como lo seguíamos y lo alumbrábamos con las linternas, debió suponer que nos interesábamos en él y que sería bienvenido, a partir de allí todo fue un desbocado ascenso de su atrevimiento y su bonachonería.

Poco después había dejado de ser tan solo huevero y se había aficionado irremediablemente a los pollitos, creímos que seguirían las gallinas pero dio muestras de un inesperado refinamiento y comenzó a robar en la cocina, aparte del desorden que dejaba entre platos sucios y aquella manías de meter una piedra dentro de cada vaso o taza y de dejar las frutas, el queso y el pan como

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erizos clavándoles palillos de dientes,

de un reloj, al ser una prenda tan aje-

cuando no hubo palillos empezó a

na a nuestro sencillo gusto y también

traer sus propias ramitas; su mayor

a nuestra época, es claro que ya había

y más excelente obra fue un nopal

llegado con ella. Cuando entraba en la

completo con maceta y todo, hecho

casa su olor se concentraba, si afuera

de panes, mangos, peras y aguacates

ya parecía fuerte, dentro dominaba el

todo cuidadosamente sostenido con

ambiente por completo y duraba bien

alambres que sacó destrozando los

harto para disiparse. Andaba con un

rayos de mi bicicleta y con cientos de

paso lento y acompasado, el gracio-

pedacitos de ramas clavadas hacien-

so muelleo de sus piernas flacas y el

do la función de espinas. También le

bamboleo de aquella cabeza emplu-

gustaba la ropa, mi madre tenía que

mada me hacía irremediablemente

vigilar permanentemente el tendede-

imaginar una alegre y monótona me-

ro y hubo de echar lave a los roperos

lodía de acordeón, era tan cínico que

porque hacía un verdadero desastre,

al verse sorprendido ni se alarmaba y

pero jamás se llevó nada, quizá por-

corría solo cuando se volvía estricta-

que no halló algo de su agrado y de-

mente necesario para huir, acelerando

jaba aquéllos regueros como protesta

simplemente su paso de modo que la

de su gusto ofendido. Como fuese él

melodía tomaba un ritmo vertiginoso,

llevaba un chaleco de brocado mora-

con poderosas e intermitentes notas

do sobre gris oscuro de cuyo bolsillo

cuando se agachaba o saltaba para

derecho bajaba y volvía a subir una

esquivar los proyectiles que volaban

cadenilla de plata, con toda seguridad

hacia su integridad.

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En la noche le gustaba arras-

veces horas…interrumpidas por dos o

trar muebles, mostraba predilección

tres rapidísimos y poderosos suspiros

por ejemplo a usar muebles pesados

y luego más maldito silencio en oca-

como la estufa, el refrigerador o el

siones segundos, a veces hasta ama-

piano y llegarlos hasta las puertas de

necer, quizá lo único bueno era que

los cuartos, de modo que al despertar

donde él estaba no había mosquitos,

nos hallábamos encerrados llegando

su olor debía asquearles. Estoy segu-

en las ocasiones más memorables a

ro de que por mucho su mayor sutile-

montar unos encima de otros, sacaba

za y el colmo de su maldito humor por

los libros de los estantes y hacia to-

las noches, era acercar un pequeño

rres con ellos y mil diabluras más. Se

radio portátil que se había adjudicado

metía debajo de las camas y entonces

junto a la cabeza de su víctima mien-

era muy difícil dormir, al olor te acos-

tras dormía, entonces lo encendía y

tumbras, luego de un rato lo olvidas,

lo dejaba en ninguna estación, donde

pero su respiración era completa-

solo se escuchara estática, el famoso

mente arrítmica; podía durar un rato

“ruido blanco”, eso nos hacía soñar

respirando como una persona dormi-

las cosas más disparatadas; desde

da, para luego hacerlo frenéticamente,

insignificancias absurdas hasta las

como si se ahogara, luego detenerse

más funestas pesadillas, y a veces

y durar muchos minutos en silencio, a

amanecer meados como bebés.

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Por cuestiones de salud tuve que dejar de beber en esas fechas, Pero la paciencia se nos acaba-

algo que no he mencionado es que Mi

ba, le dio por golpear a los caballos, a

Compadrito era muy afecto al alco-

las reses y a los puercos con su cola,

hol, está demás decir que ya estaba

era como un látigo, hasta los hacía

resignado a compartir mi cerveza con

sangrar y le tenían mucho miedo, ya

él, se puede decir que se llegó todo a

no podía darles de comer agusto ni

un punto donde solamente borracho

pasar por los corrales ante la avalan-

lo aguantaba, lo que es él nunca supe

cha de quejas y maldiciones que me

si se emborrachaba pero sin duda be-

lanzaban. Un día mi esposa me contó

ber lo hacía sentirse mejor. Al menos

enfurecida que al bañarse percibía el

tenía la decencia de devolver las bo-

olor de “Tu Compadrito” (así se refería

tellas vacías para que pudiese com-

a él sarcásticamente para fastidiarme

prar más, a excepción claro de las de

y quejarse de mi tibieza ante la situa-

caguama, cuando alguna de esas caía

ción, en realidad perdido el encanto

en su poder se meaba en ella hasta

del noviazgo ya nunca nos quisimos,

que la llenaba, se subía al techo de la

confieso que me complacía mucho

casa y amenazaba con dejarla caer

verla sufrir con las maldades de “Mi

a quienes entraban o salían aunque

Compadrito”) y escuchaba ruiditos, mi

jamás lo hizo sobre alguien, la dejaba

madre y mis hermanas se sumaron a

caer al vacío, pero asegurándose de

la queja, y de hecho pronto todos lo

que al menos alguien contemplase el

hicimos, hasta el bisabuelo, solo que

espectáculo. Como no tenía rostro no

siendo naturalmente más descui-

se puede decir que tanta malditura le

dados nosotros los hombres no nos

causara risa, pero por aquella forma

habíamos dado cuenta de ello.

de saltar y agitar esas cosillas que tenía por brazos era fácil juzgar que se divertía mucho.

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Como decía, dejé de comprar cerveza, y milagrosamente como a los

A veces cuando llego de la

tres días desapareció, así, por increí-

escuela o cuando mi mamá me grita

ble que parezca, aunque no sin antes

que entre de jugar en la calle temo

poner la casa de cabeza, rebuscando

encontrarlo de vuelta, o cuando des-

en cada rincón vaciando hasta la úl-

pierto espero que este bajo la cama,

tima gota de cuantas botellas encon-

lo que más recuerdo es su olor, ese

tró, incluidas las del cloro y el veneno

olorcillo, era…….. ¿Sabes cómo huele

del que tanto se burló. Me queda claro

el hocico de un perrito?, de un cacho-

que no conocía el alcohol, al parecer

rrito, cuando todavía no come y solo

lo probó por primera vez un día cuan-

toma leche de su mamá, cuando te

do robó por casualidad una botella de

lamen la cara es muy evidente, es un

tequila, así que agarró el vicio aquí. Al

olor muy específico que solo tienen

fin se había ido, días después cuando

de bebés. Como así era el olor de Mi

hice mi primera comunión pudimos

Compadrito.

tener una fiesta en santa paz.

37


L u i s R e y N a38m b o A r c o s


S

VII1 í, había una confesión en ese libro. Era el profundo aburrimiento que experimentaba en aquellos años y que después de ella ha vuelto a mí como un perro fiel vuel-

ve a su dueño. Pasaba mis días dormido y sonámbulo, sin motivaciones, sin razones para sustraerme de mi sopor. Los años de inquietud habían pasado y yo seguía varado en donde mismo, sin ser mejor ni pero que cuando empecé a buscar un refugio al desconcierto y a la duda que me trajeron hasta este punto.. ¡Cuánta razón tenía Camus! ¡Cuánta razón y cuánto error también! Después de todo, sólo hay una razón válida para el suicidio, y aquel que llega a tocarla, está demasiado lejos de tomarla en cuenta. Un hombre aburrido no tiene ni ambiciones, ni temores… para él, todo en la vida simplemente carece de valor alguno y esto incide directamente en su postura respecto al suicidio y al absurdo. La indiferencia hacia el segundo, se convierte en desinterés por el primero.

1

El siguiente documento ha sido extraído de los artículos personales de Alan Darius e in-

cluido en las Obras completas tomo tercero bajo el título de declaración. Fue encontrada en su celda el día 30 de septiembre del año 20**, en la institución mental Colinas de la armonía para criminales dementes, a las afueras de Durenko, Brathan.

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Todo era conocido, y descolorido. Todo era demasiado circular, demasiado predecible… aprender y

Por tanto, y tras mucho medi-

desaprender lo aprendido para des-

tar la utilidad de una defensa a esta

pués de tiempo volver a la tierra de

altura (o cualquier otra) de mi juicio y

que habías salido tan ignorante como

confinamiento, escribo esta, mi decla-

al principio. Pero yo jamás desee mi

ración, para todo aquel interesado en

muerte.

la verdad.

Me daba igual seguir viviendo2.

Yo, Alan Heinrich Darius, hijo de Mauro Antonius Darius y Elina Drack,

Entonces, sí, había una confe-

carecía de cualquier motivo “lógico”

sión en ese texto, y no era el homici-

o “ilógico” para desear la muerte de

dio de Adelaida Draycott. Sin embargo

mi esposa, Adelaida Reeva Draycott,

debo ser sincero conmigo mismo y

y ciertamente, los celos no fueron por

reconocer que la inquietud ha vuelto.

mí considerados en ningún momento,

Porque la amaba, y eso significa que

“una razón suficientemente buena

la existencia tenía valor de nuevo,

para hacerlo.”

aunque sólo fuera por contenerla a ella en el tiempo.

2

En el drama Clarimonda el autor pone en boca de la protagonista estas palabras: “El

suicida es un pobre infeliz liquidado por un espejismo. Cree que la muerte pondrá fin al sufrimiento que le aqueja, sin darse cuenta que sufre porque todavía ama la vida que le atormenta. Idiotas. Un hombre sabio no mata. La vida es una asesina mil veces más apta que cualquiera de nosotros.” La psicocrítica todavía discute los motivos reales tras el interés del autor por el homicidio y el suicidio, y hasta donde influyó su contradictoria espiritualidad en ello (a pesar de su aparente nihilismo, Darius era un devoto de la iglesia católica ortodoxa oriental, irónicamente, la religión tradicional brathana).

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Yo quería a Adelaida conmigo, y conmigo estaba. Lo que hiciera cuan-

Aún así, ¡heme aquí! Encerrado

do no la estaba viendo era asunto

en una caja aguardando a que me

suyo, y sólo suyo.

mate el hambre, la asfixia o el hastío como si no pudiera hacerlo también

Jamás me quedó duda que éra-

en el bosque de Be’Lier. No ser con-

mos distintos. Nunca ignoré que su

denado a muerte sólo porque no se

amor tendía a disiparse como el calor

pudo comprobar que fuera un asesino

del fuego, ni que como tal, era en mí,

es… Por un momento pensé en decir

su centro, donde con mayor fuerza ar-

que es indignante. Y sí, lo es, ¡lo es!,

día. Adelaida fue lo primero en mucho

¡es indignante! Porque, todo puede

tiempo capaz de despertar mi interés,

parecer insignificante, pero sé que

mis sentimientos y sentidos. ¿Por qué

hubo algo trascendente en mi exis-

acabaría yo con eso? Su infidelidad

tencia y no dejaré que una parva de

misma estaba tan llena de misterios

famélicos carroñeros se hinchen de

que lo más… inquietante al final fue

ella a costa mía.

descubrir que terminó con demasiada exactitud respecto a mis propias pre-

Ninguno de ellos tuvo la sufi-

dicciones. Matarla hubiera sido una

ciente materia gris para poderle un

tontería aún mayor que el suicidio,

corcho al agujero inmundo al que le

pues implicaría que yo, alguien sin

dicen boca, ¡¿y yo debo aceptar su

más ancla a este mundo que Adelaida

estupidez con total ascetismo y dejar

misma, me privara de ella para seguir

que la corriente del Ganges me siga

después durmiendo el mismo sueño

arrastrando al hades?!

absurdo que me mantuvo cautivo en Be’Lier luna a luna a la espera de la muerte o un recuerdo.

¡No! ¡Me niego a ello! Ninguno de ellos merece una sola palabra mía, pero me niego a seguir callado.

Ridículo.

41


El hombre… ¡Oh, el hombre! Raza de estultos que se pavonean maquillados con la escoria de la creación como si realmente hubieran logrado enseñorearse del cosmos, sin darse cuenta que son el botón de autodestrucción que Dios puso a la tierra para cuando se hartara de ella.

Ninguno la amaba. No la amaba el orangután que se masturbaba con sus fotografías, él la codiciaba; no la

¡Cómo puede juzgarme una raza

amaba la chiquilla que recortaba sus

que se mata por la podredumbre de

fotografías para pegarlas en la pared

animales muertos hace mil milenios!

de su cuarto, la envidiaba y deseaba

Aquellos que idolatran piedras, ma-

afanosamente poder convertirse en

dera vieja, ¡un puñado hediondo de

ella; no la amaban los fotógrafos ni

espagueti! ¿tienen alguna autoridad

los manejadores ni el séquito de ma-

para decir que yo estoy loco? A no

quillistas y costureros homosexuales

ser porque ellos mismos se acaba-

que se enriquecían a costa suya igno-

rán muy pronto, bien valdría la pena

rando que no ocupaba a ninguno de

aniquilarles para hacer un poquito de

ellos para ser una mujer maravillosa,

silencio en el universo.

hermosa… ¡excepcional!

Ni siquiera ellos matan por

Pero yo lo hice. Por encima de

celos. Son animales, sienten la ame-

toda la mierda que trataba de enfan-

naza y el instinto les ordena sacar las

garle los zapatos, yo la amé y la sigo

garras y lanzarse contra ella, pero no

amando.

entienden que esta vez el enemigo no tiene carne que rasgar ni huesos que quebrar. ¿No les parece lo más risible del mundo? ¡Están tan ciegos que destruyen justo lo que intentan conservar!

42

Y ella me amó.


VIII Ser humano… si ser un ser

— Es un misántropo —. Le dijo

humano significa consumirse el alma

el psiquiatra con aire de quien a dado

lentamente en la antorcha que lla-

con la respuesta a un gran enigma.

mamos carne; si significa acumular

— Si la misantropía puede ser una

montañas de piedras que en la oscu-

enfermedad psíquica, Alan Darius

ridad no brillan; si significa preferir,

está enfermo de ella. Es muy curioso

un banquero a un padre, una ramera a

que el riesgo haya pasado desaper-

una compañera, una niñera a un Dios,

cibido tanto tiempo, creo que por el

para después renegar de todos ellos

aislamiento.

(se les consiga o no); si significa ser pasto de las llamas y ganado de gu-

— ¿O sea que ya le confesó que lastimó a Adelaida?

sanos, entonces Adelaida y yo jamás

— Bueno… no pero…

fuimos humanos.

— Entonces no tiene razón para decir que Alan es peligroso. ¡Cabrón!

Son indignos de mi odio. Pero ella les amó. Inmerecidamente les amó a todos sin excepción y por eso mismo jamás pude sentir celos: su amor fue siempre demasiado grande para que pudiera abarcarlo yo solo.

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Mischa seguía limpiándole la baba mientras la blusa blanca que llevaba le apretaba los suntuosos melones que le dieron en lugar de tetas como regalo de décimo tercer cum-

Linda sacó otro cigarrillo y lo

pleaños. De pronto tenía unas ganas

encendió sin protesta alguna. Fuma-

incontenibles de cogerse a su mujer.

ba como locomotora desde hace seis

¿Es que era tan difícil conseguir un

días y desde hace seis días le miraba

poquito de calma para que uno pueda

de hito en hito preguntándose qué ha-

hacer el amor con su esposa como

cía él ahí después de todo el mal que

Dios manda? La baba casi blanca ya

había traído. No necesitaba palabras

le empezaba a escurrir por la quijada

para saber que de no ser por Mischa

y una holeada de asco le golpeo el

ya le hubiera corrido y sin embargo no

estómago como una bala de cañón.

podía evitar desearla tanto como a su esposa.

¡Pobre imbécil!, pensó y supo que ya no podría seguir mucho tiem-

Su mirada la invitaba a acom-

po más en el hospital. La idea de un

pañarlo hasta la cama más próxima y

montón de maniacos semilobotomi-

la de Linda le respondía vete al diablo.

zados rodeando a su maravillosa y suculenta esposa le daba más miedo del que podría admitir.

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Esa es la cara que todos conocen de Be’Lier. La que aparece en los libros de geografía, la que hizo que la antigua ciudad quedara desierta y apenas unos fotógrafos se atrevan a contemplar el mayor complejo arquitectónico de todos los tiempos. Nadie habla de cómo los caminos se vuelNo siempre había sido así.

ven poco a poco de un color rosado

Ahora no parecía cierto pero seis

y delirante a la luz de la luna, ni de

años antes habían copulado como

cómo los arces blancos se transfor-

conejos cuando se quedaron varados

man poco a poco en pálidos duraznos

en la cabaña de Alan en el invierno. Se

en flor que colorean el sinuoso invier-

suponía que irían de vacaciones a no

no.

se acordaba dónde, pero Alan olvidó su laptop en su madriguera de Be’Lier

Empezó a nevar antes de tiempo

y las únicas personas que sabían

y no les dio tiempo más que de avisar

dónde guardaba Darius su computa-

que tendrían que pasar la navidad

dora eran Linda y Alan mismo. Fran-

en aquel bosque de duraznos lunas

camente no quería pasar dos horas

como espejos.

en silencio con ese enajenado, así que condujo con la única mujer que

No podía recordar cuantas

nunca había parecido interesada en él

veces lo hicieron esa semana antes

a través de bosques de arces, pálidos

que la carretera fuera nuevamente

como fantasmas viejos.

transitable, pero recordaba que Linda no podía dormir sin despertar primero a todo ser vivo en ese bosque y que él de pronto entendía por qué Alan Darius amaba tanto su jardín de duraznos y arces blancos.

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—Pero creo que se siente cómodo aquí.

Más silencio. Él no tenía deseo alguno de visitarlo mañana, ni ningún

—¡Cómodo! —gritó Mischa en

otro día. De pronto sentía un odio tan

aquel instante, extrayéndolo de su re-

intenso por su amigo que tuvo miedo

cuerdo — ¡Cómodo! ¡Sólo mírelo, mal-

de asesinarlo. El muy desgraciado lo

dito bastardo, está drogado hasta los

tenía todo, el respeto, el cerebro, la

pelos! ¿cómo puede estar cómodo? Si

chica… y el bosque. El maldito bosque

es un misántropo tiene motivos para

que todo mundo temía en Durenko

odiarnos. Linda va y le arranca de su

y que él había descubierto como un

casa, Alec se acostó con su esposa y

tesoro para el invierno. Se preguntó

luego usted, perro asqueroso, le quita

cuántas veces había tomado a Ade-

el consuelo de estar en paz con sus

laida en esa cabaña mientras el vien-

recuerdos — un silencio sórdido sopló

to se adornaba con las rosadas flores

en la celda del paciente 129G. Linda

de diez mil duraznos blancos. Se

apenas podía dar crédito a lo que oía.

preguntó cuántas veces escuchó que

¡Mischa estaba enterada de todo! —

le decía “te quiero”, cuántas sonrisas

Cómodo. — repitió para sí misma, tal

le negó por dárselas a Alan Darius y

vez esperando que sólo ella y Darius

cuántas veces pensó ese maldito que

se hubieran dado cuenta de que ella

tenía algún derecho de apropiárselo

se sabía cornuda. — Cómodo…

todo y negarle un probadita aunque

—Mischa…

sólo eso fuera. ¡Ese bosque no podía

—Déjalo así, Alec. ¿Qué va a

pertenecerle a un único hombre como

pasar con él, doctor? ¿podemos venir

tampoco debía serlo esa mujer!

mañana a verle? ¿Estará dopado de nuevo?

Ahora les habían perdido… todos…

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—No. Me aseguraré de que no sea medicado mañana. Después de todo, el tratamiento es un fracaso. Trataré algo más hozado y… —¡Sólo…! Sólo déjelo estar, ¿quiere? Es un buen sujeto, nunca antes hizo mal a nadie y estoy segura

—Hombre bueno o no van a

que no lo hará de nuevo. ¡Demonios!

enjuiciarlo. Recomendaré que le inter-

Ni siquiera estoy segura que lo haya

nen en el hospital psiquiátrico Colinas

hecho, es un buen hombre. — un su-

de la armonía. Tampoco creo que sea

surro, un suspiro, una lágrima furtiva

un peligro y tal vez, con un tratamien-

escapando por la curva de su mejilla.

to adecuado, pueda salir algún día si

— un buen hombre, a pesar de todo.

alguno de ustedes se hace cargo… —¡Claro! Claro, no lo dude. —

De pronto se sintió culpable.

Mischa le limpio otra vez la baba.

Quince días después de aquel incen-

Lloraba mientras sonreía — Lo que

dio se sentía de pronto culpable de

sea por nuestro hermanito.

todo, de haber seducido a Linda, de romperle el corazón todos los días a Mischa, de haberse acostado con la

Lo que sea por nuestro hermanito.

esposa del único hombre mórbidamente solitario de este mundo… pero

Lo que sea por nuestro hermanito.

sobretodo, se sentía culpable por el incendio de aquel bosque de duraznos y arces blancos en cuyo fuego se

No podía soportar más, no más, ¡no más!

consumieron tantas noches de amor, tantos recuerdos buenos y tantas historias que ya nadie iba a poder contar. Se sintió culpable por Alan Darius.

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Jamás experimentó un deseo tan apremiante de correr rumbo a cualquier lado. Si acaso cada paso fuera capaz de superar los incalculables saltos de la culpa detrás suyo,

¡Mierda! ¡Pedirían a Dios que

tal vez podría pensar en una forma

reformulara las leyes de la naturale-

de salvar su vida y no sólo golpearse

za para poder matarlo tantas veces

el pecho ante la inminente muerte

como él a ella!

de Alan Darius. Él tenía la culpa ¡Por Dios! él había matado a Adelaida

Uno, dos, tres… uno tras otro

Draycott, la había matado cada vez

cada paso lejos del cuarto de Alan

que se acostaban juntos e ignoraba

Darius era un sueño muerto, la espe-

sus súplicas por terminar de una vez

ranza idiota de olvidar que Adelaida le

con todo esto y ahora mataría tam-

pidió incontables veces que acabaran

bién a Alan Darius. Adelaida era una

su aventura y él siempre contesta-

figura pública, la amaba el mundo

ba “no te preocupes, no va a pasar

entero, ¡era un tesoro nacional…! ¿Y a

nada.”

su asesino sólo le condenarían a un psiquiátrico? ¡Diablos, no! harían un escándalo de esto y pedirían que se le aplicara todo el rigor de la ley.

48


¿Habría gritado? ¿Habría llorado? ¿Habría pedido piedad, perdón? Seguro que sí, seguro que lloró y gritó

IX

y rogó piedad, misericordia y Alan Darius sólo siguió avanzando con el cuchillo de caza aferrado a su mano

Supuso que todo aquel que se

como si las únicas criaturas con ra-

enfrenta a una verdad tan abrumado-

ciocinio fueran el duro acero y su filo

ra como esta experimenta el mismo

helado. Alan puso un pie delante igual

breve instante de desconexión total

que él ahora y luego movió el de atrás

del mundo. El dolor es tanto que uno

y cada paso le acercó más a este mo-

simplemente no lo puede procesar de

mento y a este punto del camino por

golpe y a la mente no le queda más

el que trata de escapar, un pie adelan-

que colapsar por al menos un se-

te y otro atrás.

gundo, un segundo en que el cuerpo presa del abandono reacciona más

El filo en lo alto, la oscuridad de

por memoria muscular que por deseo

la cabaña devorada lentamente por

real. Lastimeramente, suele ser que

las llamas y el chirrido del caucho al

de ese segundo dependa todo el resto

derrapar entre gritos opacados por el

de una vida.

metal que cruje bajo su propio peso y velocidad.

—¡Mischa! ¡Mi amor, puedo explicarlo!

Ni siquiera se dio cuenta de cuándo llegó a la calle principal.

49


La carretera estaba empapada. Lo curioso fue que ella sólo se

Había uno o dos guijarros sueltos

quedó parada en la puerta, pregun-

que hacían trastabillar el paso de la

tándose por qué todos los hombres

motocicleta y la escasa luz del día

dicen exactamente lo mismo. ¿Qué

no ayudaba mucho a manejar. Lo

había que explicar? La sangre fluye

demás son embustes de abogados,

con mayor velocidad a través de los

se obligó a pensar para sacarse de

vasos sanguíneos, la piel se vuelve

la cabeza la mirada desesperada de

una nube de tormenta que explota al

Adelaida mientras trataba de ocultar

primer contacto y de pronto el cerebro

su vergüenza debajo de las sábanas

es víctima de relámpagos tan violen-

blancas y el pánico casi histérico de

tos que por un instante, apenas más

sus gritos al rogarle que guardara el

largo que el que marcará la vida de

secreto. Después de todo eso hacen

la desdichada esposa, se muere de

las mejores amigas, ¿no? Comparten

placer. Eso es todo, no hay nada más,

todo, incluyendo al marido y el se-

ni amor, ni debilidad ni sentimiento

creto de dicha traición al loco que se

de soledad… El adulterio es un relám-

volvió rico planeando cómo asesinar

pago que cae sobre tres personas y

a otros humanos sin dejar rastro:

las consume tan velozmente que no sientes el dolor hasta que el fuego ya

Código de comportamiento

se apagó. Un relámpago y ya. Rápido,

femenino, capítulo 16, subsección C:

doloroso, y que siempre deja rastro.

Si tu marido va a acostarse con una mujer mejor que sea con tu maldita mejor amiga, al menos así la verga en cuestión queda en confianza.

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La carretera estaba empapada en todo lugar. Trastabillaba pero

Lo gritó de pronto, se lo confesó

seguía avanzando, rogando a Dios un

al viento y al camino, a la lluvia que

poco de piedad y una muerte pronta

lloraba con ella un mismo desconsue-

para su hija, Mischa Korback, un rin-

lo.

concito de oscuridad para olvidar. Y aún esto era mentira. Alec ni Puedo explicarlo.

siquiera dormía con Adelaida, sólo se la cogía. No era suya la boca que

La explicación era sencilla. Alec

besaba a la mañana siguiente de

Korback era una mentira, una manza-

esconder semen tras la cortina de

na envenenada disfrazada de príncipe

sus labios ni su cama la que tendía

encantador matándola lentamente a

mientras cantaban las alondras entre

lo largo de los años. Alan tenía razón.

la bruma de Be’Lier. No, ni siquiera te-

Lo único real en los cuentos de hadas

nía las pelotas suficientes para ser un

son las brujas, las maldiciones y los

hombre entero y tomarla para sí como

cuartos prohibidos donde tu esposo

un varón cabal ha de hacer desde un

esconde los cadáveres de su pasado,

principio cuando apetece a una mujer.

presente y su futuro. “…y vivieron fe-

La escondía como un adolescente

lices para siempre” es un eufemismo

oculta a una amante de los ojos de su

que viene a decir, murieron jóvenes,

madre y la ensuciaba con su vergüen-

enloquecidos y asfixiados con sus

za y deshonor.

fantasías y sueños rotos. —¡Me llamo Mischa Korback y —¡Me llamo Mischa Korback y mi esposo duerme con mi mejor

mi esposo va a asesinar a mi mejor amigo!

Amiga!

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Era inevitable. Alan no sabe lo que significa sufrir, ¿cómo esperaba que soportara una traición así? Cam-

¿Qué historia contarían ahora

bio… ¡Todo! Todo por estar con ella.

de haberlo hecho? ¿Alan… sentiría ese

Su soledad por la insulsa compañía

secreto odio por todos nosotros que

de los alumnos de la facultad de lite-

le ha hecho tan famoso en el mundo

ratura, su tranquilidad por el bullicio

entero? ¿Cuántos de los títulos habría

de la carretera de regreso a casa… su

cambiado por noches de pocker y

alma por la de ella y ella la empeñaba

viernes de cine con su chica, Mischa

por un orgasmo y la certeza de aque-

Du Pre?

llo estaba mal pero no lo podía evitar. ¡Cómo se arrepentía de su vida —¡Me llamo Mischa Korback

entera! Se había pinchado un dedo y

y mi esposo…! …y mi esposo no me

ahora todo su reino era presa de la

ama.

misma pesadilla obscena reproducida una y otra vez. Sin embargo esto ya no tenía

importancia. No importaba nada de

—¡No se lo digas a Alan! ¡Mis-

nada porque Alec Korback no era más

cha, por todos los santos no se lo

que alguien con quien compartir la

digas a Alan!

cama. ¿Por qué había tardado tanto en darse cuenta? Debió de hacerlo a

Y por más que pensara en

los trece años, cuando Alan todavía

ello, la carretera se acabaría algún

no era Alan Darius, doctor en historia,

día y Darius estaría al final de ella.

mitología y estética y todavía jugaba

Solo, enajenado, enamorado y medio

a las escondidillas y reía y se mastur-

olvidado, esperando por Adelaida y

baba y quería estar con las personas

preguntándose si debía salir o no a

por más que ellas lo miraran con

buscarla.

recelo y temor.

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X Su nombre era Mischa Korback

Tuvo la impresión de que ja-

y era culpable de enloquecer a su pe-

más en su vida había estado en aquel

queño hermanito, culpable de empu-

lugar, que cada fin de semana de los

jarlo a buscar su compañía y culpable

últimos siete años había dado a parar

de su misantropía por no pensar más

a la cabaña equivocada y no al dimi-

en su futuro juntos; siendo pues res-

nuto rincón del bosque en que estaba

ponsable de todo esto, tenía el deber

ahora. Casi esperaba que la casa

cuando menos de ir a su cabaña y

supiera a jengibre. Pequeña, de dos

decirle que Adelaida y Alec fornicaban

aguas, apenas más grande que un

juntos desde hace al menos mes y

cuarto de hotel más o menos fino; la

medio.

chimenea sobresalía como un sombrerito de copa puesto al revés en una

La motocicleta ya no trastabi-

cabeza peinada de librito y las venta-

lló. Llovía más fuerte y el piso estaba

nas a ambos lados de la puerta verde

más mojado pero la máquina se mo-

estilo hobbiton, miraban como un par

vió a paso firme a través del pavimen-

de ojos a través de unas gafas cua-

to y los cristales rotos.

dradas. Cada paso suyo hacía cantar a las piedras del camino, escoltada

La carretera se acababa y Alan Darius la esperaba.

por las hileras de flores blancas y amarillas y los duraznos que empezaban a despertar.

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Mischa tomó el pomo de la puerta y lo abrió con ruido suficiente para llamar al dueño de la casa. El silencio fue su respuesta. Tal vez estaba dormido, se le ocurrió. Nunca

—Alan, ¿puedo entrar?

fue el tipo de hombre que se desvela, pero una vez que Adelaida entró en

Sin respuesta una vez más.

su cama lunas negras crecieron a la sombra de sus ojos.

Mischa se aventuró a abrir la puerta de la alcoba y la sorprendió

Volvió a pensar en ella, apretan-

el aroma, dulce y fresco de un par de

do las sábanas de la cama entre sus

ramos floreciendo a ambos lados de

delicados dedos y apretando también

la cama. Más aún, la presencia de

los párpados, soñando que su ce-

una pantalla de televisión a la vista

guera se contagiaría a cualquiera en

de quienes descansaran en la cama…

posición de descubrir su traición.

no: Para la que descansaba en esa cama. ¿Qué significaba un televisor

La había violado. Aunque ella

de pantalla plana para Alan? ¿Cómo

misma se lo hubiese pedido Alec la

soportar la voz de mil desconocidos

había violado.

hablando en desconcierto con sus caras atontadas mientras Adelaida,

Una pequeña pared separaba la

acurrucada entre las sábanas, sueña

sala de estar de la cocina. Al fondo,

con yacer en brazos del galán de las

oculta en sacro secreto, una única ha-

diez con treinta?

bitación recogida con pulcritud, sosteniendo sobre sus hombros un diminuto desván formado por las aguas del techo adormecido. No le costaba imaginar el escritorio y su montón de libros apilados sin orden fijo.

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—¡Alan! ¡Alan Darius, ¿estás aquí?!


Cada paso que daba en aquella

No fue el desorden lo que se

tierra le sabía a sacrilegio. La cama

quedó grabado tras sus párpados, ni

de un matrimonio es tabernáculo que

los libros deshojados; no fue la cobija

sólo dos pares de ojos pueden ver, y

de polvo sobre el escritorio ni las

su iconoclastia no pasaría desaper-

telarañas en el ventanal, ni siquiera el

cibida por los dioses. El cielo bramó

ruido que hacían los ratones al pasar

sobre sus cabellos y el Dios del tem-

sobre los manuscritos volcados.

plo descendió desde la penumbra tras las nubes.

—Alan… Alan, ¿cuánto tiempo llevas escribiendo?

—¿Mischa? ¡Mischa! Qué grata

—No lo sé, ¿un par de días?

sorpresa, ¡Sube, sube! Quiero ense-

—Alan…

ñarte algo. Fue su cara y su mirada; su Algo en el alma de Mischa

espalda encorvada alargando todavía

tembló y calló de su lugar. Un súbito

más sus brazos consumidos por la

fulgor cuyo fuego se siente hasta que

hambruna y la desesperación.

se ha apagado… —Alan Darius, dime qué día es —¡Alan, por el amor de Dios,

hoy.

¿qué te pasó?!

—No sé, ¿miércoles?

—¿Pasarme? ¡Nada me ha pasa-

—Miércoles qué.

do! Perdón si me veo muy desaliñado, duermo poco últimamente. ¡Sube!

—Miércoles… Miércoles algo, miércoles seis, creo.

Juzga tú si ha valido el desvelo.

—¡Alan, es domingo 24! —¿En serió?

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Mischa tropezó y fue a parar so-

—Lo sabes, ¿no es cierto? —

bre un montón de libros empolvados.

Alan ni siquiera hizo caso a su pre-

Ahí estaba Alan Darius, hundido en

gunta. — Que Adelaida y Alec duer-

la oscuridad de su pensamiento tras

men juntos.

un rostro trastornado por el amor y la locura.

—Ellos no duermen juntos. A tu marido le hace falta coraje para afrontar la noche solo, pero Adelaida

—¡Con qué premura se arrastra

es mala compañía cuando piensa

el tiempo! Adi — jamás la llamaba por

en otra persona. — así brotaban las

su diminutivo y eso la asustó mucho

palabras una después de la otra como

más todavía — sube dos o tres veces

si comentara el pronóstico del cli-

al día a ver si ocupo algo. Ha sido

ma. Sus manos inquietas buscaban

muy amable conmigo, sé que no es

el borrador a paso bravo. — Le hace

fácil para ella, pero tengo algo grande,

falta coraje — repitió para sí mismo.

algo en verdad grande entre manos.

— Puede montar una tigresa y escalar

—Alan, ven, por favor, te prepararé algo de cenar.

hasta la punta del Everest, pero no pasar una sola noche en cama sin

—¡No! — gritó y el aire se volvió rancio y caluroso a pesar de la bruma y el otoño. Era monstruoso. El dragón de la torre al ver como se aproxima el caballero blanco. — No. Esto es

alguien más que le espante los malos sueños. —Tú sabías y no me dijiste nada… —Tú también lo sabías, Mischa.

grande, es en verdad maravilloso. — y

Lo sabes desde hace dieciséis años

se frotaba las manos, una con la otra,

y desde hace siete vienes cada fin de

como si se tratara de una rata — Ma-

semana a desahogarte de tus males

ravilloso. Más de lo que Adelaida ha

conmigo como si yo fuera tu maldito

leído jamás.

diario. — un resoplido de aire ardiente hizo silbar las ventanas de la casa

¡Por favor, Mischa, por favor, no

— No pongas esa cara de injuriada

se lo vayas a decir a Alan! ¡No se lo

conmigo, Mischa Korback, yo no soy

digas a Alan!

tu marido.

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—Pero… ¿cómo has podido dejarla? —¿Cómo he podido dejarla? ¡¿Cómo podría frenarla?! ¡¿Qué quieres que haga, mujer?! ¿Qué me le-

Nació un profundo silencio de la

vante de la mesa con un arma y vaya

explosión causada por las manos de

hasta tu casa? Vamos, sabes que no

Mischa Korback. Dicen que lo primero

tengo poder alguno sobre ninguno

que se escuchó después de caer la

de los dos. Ella misma no tiene poder

bomba de Hiroshima, fue un solemne

sobre sí. Es como todas las mujeres,

silencio en homenaje a los muertos.

todas y cada una. Adictas al fruto de

Ella lo abofeteó y él ni se inmutó. Era

la ciencia del bien y el mal.

la reacción que esperaba.

—¡Maldito idiota! —Idiota… — paladeó la palabra

—Bien. Ya te desahogaste. Aho-

y resultó deliciosa porque iluminó su

ra vete y déjame solo. Tengo mucho

cara caída en la desgracia. Alzó la

que escribir y Adelaida no debe tardar.

vista y el brillo de sus ojos muertos le

No quiero escucharla gritar, me des-

hizo un hoyo hasta el fondo del alma.

concentra.

— Sí, fui un idiota. Un idiota al pensar que podía confiar en ustedes cuatro,

Acto seguido, tomó el lápiz en

pero son iguales al resto de los parias

sus dedos y sin la menor expresión

que infestaban el hospital. ¡Linda,

volvió a trabajar. Mischa le miró escri-

Mischa, Alec y Adelaida! Iguales todos

bir por un buen rato, jamás pudo decir

y yo los confundí con mis hermanos

cuánto exactamente; después, cuan-

y fui incapaz de darme cuenta con no

do empezó a sentir frío bajó por la

pertenezco a ustedes. Soy un idiota

trampilla sin voluntad de mirar atrás.

por ello y por ello mismo es de esperarse que cuando mire una coladera no sea capaz de distinguir una cucaracha de la otra.

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Miró una última vez la alcoba en que dormían. Una ligera capa de polvo empezaba a asentarse sobre los muebles y la puerta rechinaba al abrir Pronto la motocicleta volvía al ruedo. En el camino seguía lloviendo, vidrios fríos de filosos cantos que se hundían en la carne y el pensamiento. Cucarachas en el hospital. Sin poder evitarlo, Mischa Korback rompió a llorar. La motocicleta volvió a trastabillar y esta vez no la pudo enderezar.

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Jessica Romero

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Dar agradecimientos dignos a todas las personas que se los merecen sería escribir un libro en si mismo. El tiempo que tardamos es mucho, pero mucho ha sido lo que todos hemos trabajado en esta revista. Agradecemos por tanto a aquellos cuyo trabajo directo levanta esta torre cada vez más alto. A los autores, Isabel, Alicia, Cristina, Iván, Jessica, Juan Antonio, Luis, Megan, Monserrath y a todos aquellos que escriben y escribieron y escribirán en esta revista, a nuestros invitados y esos jóvenes que han depositado su confianza en nosotros. A Dulcinea por el gran trabajo de diseño y a Ana por su gran dirección en el departamento de corrección. A nuestros amigos de las Jornadas de Lectura, que nos permiten presentar esta revista en lugares a los que no esperábamos llegar pero sobretodo, gracias, mil gracias a ti, amigo lector que nos regalas tu tiempo para compartir con nosotros los ensueños de nuestra imaginación. ¡Largos días y noches placenteras!


DIRECTOR GENERAL Luis Rey Nambo Arcos

REDACCIÓN Alicia López Retamoza Cristina Gaona Laura Isabella Martín Iván Ramírez Mata Enoch Grana S. Ismael Luis Rey Nambo Arcos

ARTES VISUALES Megan Muñoz Jessica Romero

CORRECCIÓN Y EDICIÓN Ana Luisa Mata Huerta

DISEÑO GRÁFICO Dulcinea Peña

Sombra Roja. Número 6, Mayo 2014. Esta es una publicación digital redactada en Guanajuato, Gto. Derechos reservados. Se prohíbe la reproducción parcial o total de esta publicación. Los textos son responsabilidad de los autores. Las imágenes tomadas de diversas fuentes de internet se utilizan únicamente con fines ilustrativos.


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