“Y dijo Dios: no es bueno que el hombre esté solo”
A l i c i a L. R4e t a m o z a
A
bda no era una mujer hermosa. Era más bien baja, extremadamente delgada y lucía frágil tanto en su salud como en su complexión. Así se miraba cuando conoció al que
se convertiría en su esposo. Se encontraron frente a frente mientras los presentaban en un evento de caridad donde Abda se había encargado por completo del servicio de comida. Y sí, al principio miró hacia abajo a la pobre niña (así lo pensó él, una niña) que apenas sonreía hasta que Abda suspiró de cansancio y decidió soltarse el peinado alto. Abda se peinaba siempre, y no muchas personas la habían visto con el cabello suelto. Su madre siempre le decía que debía peinarse, que su cabello debía estar escrupulosamente arreglado en su nuca. Lo primero que Abda hacía en las mañanas era atar su cabello. Su padre siempre le decía que las señoritas debían cuidar su cabello como debían cuidar su atuendo, sus zapatos, su piel y todo en general. Y, aunque Abda no tenía un gran respeto por esa regla, nada nunca debía ir fuera de lugar.
Había una razón para dicha regla familiar. Abda dejó caer su cabello que se desenvolvió hacia sus caderas, rebotó en el suelo y siguió desenrollándose un par de metros alrededor de Abda. Era hipnotizante. Jamás se ha visto cabello así, brillante, ligero, apenas ondulado, prístino. Era un marrón que en algunos lugares podía ser oscuro y suave como el chocolate y en otros podía ser casi rubio, de manera que la luz rebotaba de maneras impredecibles creando un arcoíris otoñal. Entonces él le ofreció a
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Abda ayudarle a recoger después de
Abda estaba feliz de haber im-
la fiesta si ella aceptaba cenar con
presionado a un hombre tan rápido, y
él cuando terminaran. Dos meses
se imaginó como en las historias de
después, Abda estaría casándose con
la televisión. Era la primera en casar-
ese mismo hombre.
se entre sus hermanos y primos, aunque no era la mayor. Toda la familia
Aunque tiempo después el
estuvo tan involucrada en el evento
esposo de Abda confesaría que su
que fue posible organizar una de las
primera cita fue la más aburrida de
fiestas más grandes que ellos mis-
todas las citas que había tenido, no
mos hubieran visto. Después, Abda
tardó una semana en presentarse
partió hacia una de las ciudades cer-
ante su familia y pedir su mano. Para
canas para vivir junto con su esposo,
defenderse, decía haberse pasado
que no vivía dentro del mismo pueblo.
toda una tarde a Abda por el comedor vacío después de la fiesta observando
En su nuevo hogar, Abda co-
nada más que su cabello arrastrándo-
menzó a tener pequeñas jaquecas de
se por todo el lugar. Era impresionan-
estrés. Se sentía un poco abrumada
te que hubiesen dejado ese trabajo
frente a la novedad que resultaba
a una sola chica, que de cualquier
ser su vida, y la velocidad con la que
manera logró terminarlo bastante
cambiaba.
rápido. También creía impresionante que por más que ese cabello trapeara
- Querida, - le dijo un día - de-
todo el lugar, no terminó ni un poqui-
berías comenzar a dejar tu cabello
to sucio. Quizá hasta terminó más
suelto. Tenerlo siempre sobre tu ca-
brillante. Lo comprobó durante la cita,
beza es, con toda seguridad, la razón
mirando fijamente al cabello de Abda
de tus dolores de cabeza. Y, ¿sabes?
reaccionando a las luces de los autos
me encantaría que lo dejaras así
que pasaban por la calle.
siempre porque te hace ver hermosa.
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Cuando limpiaba su hogar, no aspirar su cabello era todo un reto. Además, su esposo o alguna otra perFue entonces que Abda co-
sona que estuviera cerca se enredaba
menzó a recibir instrucciones de
o tropezaba con su larga cabellera. De
su marido, para ayudarla a ser una
todas maneras, su esposo insistía en
buena esposa. Servir la comida a la
que dejara su cabello suelto.
hora que a él le gustaba, vestir los pequeños vestidos que le compraba,
Abda comprendió eventualmen-
y limitarse a sonreír en lugar de decir
te que tener que atender su cabello
algo aburrido. En realidad, Abda sí
cada cuatro horas era inútil, así que
comenzó a tener menos dolores de
comenzó a peinarlo a escondidas de
cabeza. Salía todos los días al merca-
su esposo. Gracias a ello, ahora le so-
do con su cabello arrastrando por el
braba tiempo cuando iba al mercado.
suelo, causando admiración con todo
Ahora tenía tiempo para ir a las clases
el barrio. Comenzaba a tener algunos
de tejido que siempre quiso tomar.
amigos con los tenderos del mercado,
En realidad, tenía bastante tiempo
con las vecinas y las no tan vecinas
porque su esposo solía tomarse casi
con quienes intercambiaba recetas de
todo el día en el trabajo. Abda decidió
cocina. Abda cocinaba perfectamente
aprender a pintar, algo que siempre
desde pequeña.
le pareció interesante pero que en su familia era considerado trivial e inútil.
Lo que le molestaba a Abda
Entonces Abda pintó grandes paisa-
era tener que peinar su cabello des-
jes en las paredes de algunos cuar-
pués de terminar una actividad, de lo
tos de su casa. Su esposo no se dio
contrario se volvía una selva de lianas
cuenta hasta que Abda pintó un árbol
que pertenecen a todos los árboles.
gigante en la puerta de entrada de la
Eso le quitaba mucho tiempo.
casa. Ese día su esposo llegó temprano, para encontrarse principalmente con la pierna de su mujer habiéndose amarrado el faldón a la cintura (para
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no manchársela de pintura) y con su cabello completamente enredado en su nuca.
Abda se sentía terrible. Lloró durante horas e imploró perdón a su esposo. Se dio cuenta de que todo el
Abda jamás había visto a su
tiempo libre que había tenido la había
esposo enojado. Se sintió reprendida
convertido en alguien que no tomaba
cuando su marido le llamó mentirosa,
en cuenta a los demás y había dejado
habiéndole escondido todo ese tipo
de ayudar al prójimo, que era lo que
de cosas. Abda creyó haberle men-
hacía cuando vivía con sus padres.
cionado un poco sobre todo, pero él
Lloró tanto que su marido se compa-
siempre le decía que prefería que ha-
deció de ella, y la llevó a la cama don-
blase menos. Estaba confundida. Su
de peinó su cabello durante toda la
esposo le soltó el cabello y el faldón,
noche. Le juró a su marido que jamás
terminando para decir que segura-
volvería a recoger su cabello, jura-
mente sus padres no la habían criado
mento que sellaron con besos hasta
para levantarse la falda en la puerta
el amanecer. Cuando despertó, Abda
de su casa. Lo cual era totalmente
sentía la piel rota por las lágrimas
verdad. Abda recordó que su madre
y un tenue dolor de cabeza, que no
siempre se aseguraba de que su ropa
había sentido en mucho tiempo. Se
nunca estuviera demasiado pequeña
levantó para despedirse de su esposo
y corta, y su padre se desvivía para
quien le ordenó que pintara toda la
recordarle a ella y a sus hermanas
casa de regreso a su color original.
que no debían jugar sobre el árbol con sus vestidos puestos.
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Le tomó dos jornadas. Cuando terminó estaba exhausta. Tardó
Finalmente, su cabello se atoró
mucho en darse cuenta que su ca-
en el desagüe del baño mientras se
bello se había pintado en el proceso,
bañaba. Abda intentó zafarse pero le
estaba acostumbrada a tenerlo fuera
fue imposible. Estaba atrapada y duró
del área de trabajo. No pudo sacar
horas gritando para que alguien la
la pintura en la ducha, así que in-
ayudara. Nadie la escuchó. Se esfor-
tentó con un poco de solvente. Éste
zó hasta el gabinete del baño donde
sólo rompió su cabello, y lo volvió un
alcanzó la navaja de afeitar de su
desastre. Abda terminó de arruinar su
esposo, con ella trozó el mechón de
cabello limpiando todo lo que había
cabello que después pudo sacar con
ensuciado en su tarea de restauración
facilidad.
de interiores. Ahora era imposible de peinar, y comenzaba a atrapar peque-
Jamás en su vida se había
ñas pelusas del suelo. Trató durante
cortado el cabello. Abda sintió remor-
horas deshacer todos los pequeños
dimientos, primero por algo que había
nudos y marañas pero era tanto ca-
tenido toda su vida y que era tan fácil
bello que fue una tarea imposible. Se
de romper. Luego, por lo que diría su
sentía miserable, y lloraba a ratos. Se
esposo. Un oscuro sentimiento le em-
sentía horrible cuando salía a com-
pezó a trepar desde los pies hasta el
prar lo que necesitaba para la comida
pecho. ¿Su marido comprendería que
y siempre se avergonzaba cuando
había sido un accidente? Pero antes
se encontraba conocidos en la calle.
de lograr pensar con más claridad,
Esperaba todas las noches el ánimo
cortó todas las puntas de su cabello,
de su marido que sólo se limitaba a
de manera que quedaran del mismo
acariciar su cabello levemente antes
tamaño y escondieran el mechón.
de irse a dormir.
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Sintió que había sido la decisión correcta. Sin embargo, el cabello no parecía haber quedado en un solo nivel, así que Abda volvió a cortar. Hizo pequeños cortes aquí y allá, pequeños arreglos. Jamás se había cortado su cabello, o el de sus hermanos, entonces no podía tener experiencia con
poco de sueño. Le dijo a su esposa
ello. Empezaron a regarse cabellitos
que se iría a la cama temprano, apagó
por todo el suelo del baño.
las luces de su habitación y se durmió casi inmediatamente. Abda tomó
Cuando su esposo llegó a casa,
sus precauciones, limpió los platos y
encontró un hogar oscuro. Al pare-
la cocina antes de intentar entrar en
cer, Abda había cerrado todas las
la recámara. Después abrió la puerta
cortinas y apagado todas las luces.
muy despacio y decidió no molestar-
Adentro era una gran sombra, rota
se en buscar la pijama. Sin embargo,
por el aviso de Abda de que la comi-
su marido había saciado un poco el
da estaba servida en la mesa. Él se
sueño y la sintió meterse en la cama.
adelantó, se sentó frente a su plato
Estiró sus manos hacia su mujer y la
en su lugar del comedor y empezó a
acarició para sentir un suave tem-
cenar. Poco después, Abda se acercó
blor en ella. Eso lo animó a proseguir,
detrás de su marido, quitó su plato
aunque Abda intentaba mantenerse lo
reemplazándolo por el postre, besó
más alejada posible.
su cuello y regresó a la cocina, todo con gran velocidad. Su esposo, más sorprendido por el grandioso pastelillo que estaba frente a él, le dedicó un par de palabras de elogio antes de llenarse la boca de pan envinado. El hombre sentía felicidad por estar más que satisfecho y comenzó a sentir un
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Lo que tenemos por seguro es que nadie puede ser engañado por mucho tiempo. La discusión se escuchó en las casas vecinas y los bomberos fueron llamados antes de que fueran requeridos. Forzaron las puertas con la ayuda del marido para
Sí, las historias sobre Abda se
ver algo que nadie ha podido olvidar
fueron acallando hasta que nadie más
aún.
volvió a preguntar por ella. Su marido siguió trabajando y su familia siguió Abda estaba en el cuarto de
viviendo en el pueblo vecino. Nadie
baño, acostada sobre una cama de
sabe qué sucedió con Abda, nadie la
cabellos recortados salpicados de un
ha vuelto a ver, pero pocos han olvi-
poco de sangre. Abda temblaba de
dado la increíble belleza de su cabe-
frío con su pequeño peinado diminu-
llo, que colgaba de una mujercita tan
to, arriba de su cuello, un corte que
peculiar.
parecía adecuarse bien a la forma de su cara, de su cuerpo, de sus manos y de su alma. Los médicos que llegaron después le recomendaron tratamientos y descanso pero el marido sentía que no encontraba a Abda entre tanta piel y tan poco pelo.
Nombre bíblioco. Signicica servicio, servidumbre, o trabajo. Se refiere a aquel que sirve.
*
The feminine noun
means labor or service;
The feminine noun
means service or the perfomance of household servants;
The feminine noun
means servitude; bondage;
http://www.abarim-publications.com/Meaning/Abda.html#.UsddMfTuKck
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L a u r a I s a b 12 ella MartĂn
D
ebe ser el tipo más feo que pude encontrar en la ciudad. Este mes muero de aburrimiento, y tener colgado a este hombre en mi salón debió haber sido lo mejor
de mi día. No lo es. Es sólo que su cara me recuerda… tengo un grueso bastón de madera oscura con el que golpeo su cintura. Debo admitir que maneja el dolor de manera impresionante. No es tan ruidoso, suelta golpes que realmente me hacen sentir su dolor como debiera ser. Eso me gusta. Golpeo sus hombros y algo truena. Entre mi bastón y sus huesos… qué importa.
En realidad, el hombre tiene algo de músculo. Sí, algunas mujeres se veían bastante atraídas hacia él. Lo observé varias noches porque siempre acude al mismo bar, ese donde tienen el mejor whisky. Le hablaba a las pobres muchachitas, después las convencía… las llevaba afuera… las acompañaba a casa entre callejones oscuros… lo más probable es que él ya tuviera algunas drogas que mejoraran el efecto del alcohol. Lo vi en varias de las casas de las chicas, las pobres idiotas no tuvieron cómo defenderse. Aquel que no puede manejar su alcohol, que no lo beba.
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Atiné el bastón en su pecho, y el sonido más divertido salió de su
Los hombres son así. Prime-
boca. Es como un juego golpear cerca
ro aman y lloran con su madre pero
de las cuerdas vocales de alguien.
después se alejan de ella para amar y llorar con cualquier otra mujer. Y lue-
El último día intentó acercarse a
go los idiotas, como el espécimen que
mí, por cuarta vez, insultante siempre.
tenía en mi poder, terminan así: tras
Una ya no puede beber en paz, así
cualquier mujer, diciéndoles lo hermo-
que decidí que era suficiente, ya no
sas que se verían entre las sábanas
más. Entonces acepté su bebida, y fue
de su cama y luego huyen para decir
tan fácil fingir que era el hombre más
a las espaldas de la decencia que las
sensual del universo. El idiota nunca
mujeres son las más grandes hijas de
sabe cuándo le mienten. Llegamos
la puta del diablo. Claro que las inde-
a casa y le ofrecí una copa más (no
centes somos nosotras, que abrimos
desperdicié, usé el vino barato de la
las piernas cuando tenemos ganas
cocina). Cayó después de eso.
y repartimos placer como pago, que nos ponemos el vestido más diminu-
Sí, al principio dijo que a él no
to que encontramos para gustarnos
le gustaban ese tipo de cosas con
en el precioso Mayo y que a veces
su risa de idiota pero luego se la
no nos molesta un beso nocturno,
pasó preguntándome qué era lo que
un albur y un apretón de nalgas, e
yo quería. Ya saben, entre golpes.
incluso tener un hijo sin su padre (ah,
Aguantó un par de horas, después si-
esos hijos naturales que sin embargo
guió la etapa en la que rogó y suplicó
no brotan de la tierra… ugh, bebés).
por su vida. Le podría haber explicado
Nuestro crimen más común es creer
mis razones pero tenía mejores cosas
que podemos darnos el lujo de que-
qué hacer con mi boca, como tararear
rer y disfrutar, pero la justicia se ha
o beber. Sí, fue divertido hasta que me
hecho hoy en mis manos.
cansé. Lo dejé a que se le secaran las lágrimas de niño.
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El bastón cae de nuevo en la espalda baja del animal humanoide que se sostiene de mi techo. Gruñe un
Cuando despierto, todo está
poco y es adorable. Uno puede gol-
claro: es inútil matarlo, tendría que
pear lo suficiente hasta que la perso-
llevar su cuerpo pesado a esconder.
na comprende que nada detendrá la
No, sólo prevenir a este humano de
furia. Seguramente él sabe de lo que
esparcir sus cromosomas de idiota.
hablo. Le recuerdo que seguramente
Sólo necesito un cuchillo grueso y
habrá golpeado hasta a la puta de su
filoso.
madre. Cuando quiere reaccionar, el bastón ruge contra su cabeza. Son
No es difícil regresarlo a la calle:
los golpes más dolorosos (para mí,
lo llevo al bar más cercano (si la gente
porque lo siento en la muñeca). Una
nos observa, le grito a mi novio que es
y otra vez contra su cabeza. Este tipo
la última vez que bebe) y lo tiro cerca
de bastones son ideales: generalmen-
(claro que previamente lo he cubierto
te causan gran dolor pero rara vez
de alcohol).
rompen la piel, excepto en la cabeza. Así que debo tener cuidado. Proba-
Sí, claro que sale en todos los
blemente rompí uno o dos dientes,
periódicos, un maniaco, un asal-
quizá varios huesos… pero la sangre
to, robo, secuestro y la golpiza. He
se contiene en grandes moretones en
logrado hacer más daño del que creí,
la espalda, en los brazos, en las pier-
me merezco una felicitación. Creo que
nas, en el pecho… Es como un lienzo
le rompí algo de la cabeza, úps. No,
que he mejorado con pintura porque
en realidad era para que no recordara
el prístino lienzo de piel era, original-
mi dirección pero creo que las cosas
mente, un asco. Con perdón de su
salieron mejor.
madre (y sin él). Al menos ahora puedo beber en Sí, fue divertido durante un rato
paz. Iré ahora por un vodka.
pero me aburro fácilmente. También estoy cansada y prefiero dormir un rato.
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C r i s t i n16 a Gaona
T
engo mucha sed y hace mucho calor. Es la 1:15 de la tarde. El sol da de lleno en la plaza. Es una calurosa tarde de abril y yo apesto. Huelo mal porque el ayuntamiento había decidi-
do dejar de suministrar agua a ciertas colonias para regular el consumo. En mi colonia llevábamos tres días sin agua. Tres días sin lavar la ropa, los trastes y el cuerpo. Lo peor es la sed; no tengo dinero para comprar garrafones, por eso hiervo el agua, pero ahora no hay. Apesto, el sol me arde en los brazos y en la cara. Y tengo sed.
Sólo me quedan diez pesos en la bolsa: cinco para ir a casa de una amiga a bañarme y cinco para regresar a la mía. El camión no pasa. Apesto, de verdad apesto. Me paro bajo la sombra que proyecta el campanario de la iglesia sobre la entrada de la farmacia. Tengo comezón en todas las partes de mi cuerpo donde hay cabello: la cabeza, las axilas y ahí abajo. El camión quizás esté retrasado. La encargada de la farmacia se asoma por la puerta, me ve, ve la bolsa de plástico en la que llevo un cambio de ropa, y se mete. Una pareja joven pasa cerca de mí. La muchacha es delgada y tiene el cabello largo y rizado. El muchacho también es delgado y usa esos lentes que se pusieron de moda. Él le toma fotos. Ella posaba como una modelo profesional en las puertas del templo. La encargada se vuelve a asomar. Me mira con asco y se mete de nuevo.
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Recobro la conciencia. No quiero abrir los ojos pero escucho voces. Sigo con sed. Ojalá sea el hospital. Sé que apesto, lo sé bien.
No, no lo es. Ahí me abrían dado agua. Me armo de valor y abro los
Pasa un camión. No es el mío.
ojos. Hay más policías. Uno dice que
Comienzo a ver extraño, como luceci-
ya despertó la borracha. Creen que
tas. Me duele la cabeza y tengo mu-
iba borracha. Me preguntan que hacía
cha sed. Quiero llorar. La encargada
ahí. Les cuento lo del agua, lo de mi
de la farmacia rocía un aromatizante
amiga, lo del camión, lo de la sed, lo
en la puerta de la farmacia. Me hace
del dolor de cabeza y ofrezco la bolsa
toser. Creo que huelo peor de lo que
con ropa como evidencia. Alguien
yo misma puedo percibir. Otro camión
la toma, la abre, la mira con desdén
que no es el mío pasa de nuevo. Me
y me la regresa. Pido agua. Me la
siento en el piso. Estoy cansada, con
niegan. Es mi castigo por ir borracha,
dolor de cabeza, tengo mucha sed, el
dicen. Pienso en mis sobrinos y en mi
camión no pasa y yo huelo muy mal.
hermana. Llegarán a mi casa y no me
Un policía se acerca. Me dice que
verán. Quiero irme, pero me dicen que
me vaya porque incomodo a la de la
debo pasar la noche ahí. Me sientan
farmacia y a la gente que pasa por la
en una silla frente a un escritorio. Me
calle. Que si no me voy… no entiendo.
piden mis datos y me hacen muchas
Me duele la cabeza. Le digo que repita
preguntas que según yo no tienen
lo que dijo. Que si no me voy me
nada que ver con lo que pasó. Me
llevará a la jefatura. Intento pararme
preguntan de mi casa, con quien vivo,
porque el policía me da miedo.
por mis papás, si estoy casada. Luego
Veo muchas luces y luego todo está oscuro.
me preguntan que porque mi hermana es madre soltera y que si alguien vive conmigo en la casa que rento. No tengo novio ni nadie salvo a mi hermana y mis sobrinos. Me dejan en la silla, y una mujer policía escribe. Exijo mi
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derecho a hacer una llamada, pero me dicen que no hay teléfonos disponibles. Después de un rato, me mandan a una celda.
Entramos a la caseta.
Ya es de noche.
Hay un escritorio en la entrada, un tablero con notas y números y una
Me dan un pan y agua. No es
puerta. Detrás de la puerta hay una
suficiente, pero se niegan a darme
recamara con cama, un buró, un frigo-
otro vaso. Me duermo. Me despiertan.
bar y un baño con regadera. Me dan la
Me ponen esposas, me tapan la ca-
bolsa con ropa y me obligan a bañar-
beza y me conducen por pasillos. Me
me. Quiero negarme pero me acuerdo
suben a una patrulla. Nadie me dice a
del arma. Los tres me miran mientras
donde vamos. Después de un rato me
beben. Mientras me visto, uno de
destapan la cabeza. Vamos tres poli-
ellos pregunta que para que me dejan
cías y yo; uno es gordo, otro güero y el
vestir si al rato me van a encuerar.
tercero moreno. Los tres beben. Que
Otro contesta que así es más diverti-
si no quiero cerveza. Bebo porque
do. Tengo mucho miedo. Comienzo a
tengo sed. Me dicen pinche borrachi-
llorar, me pongo de rodillas y suplico.
ta. El policía que va conmigo en los
Ríen. El güero me agarra de la muñe-
asientos traseros se burla de cómo
ca, me levanta y me dice que llore lo
huelo. Los dos de enfrente ríen. Esta-
que quiera porque ahí nadie me va a
mos en un cerro, pero no sé en cual
oír. Pero que cuidadito y se me ocu-
ni que tan lejos de la ciudad estamos.
rra cualquier pendejada o me dan un
Llegamos a una caseta en medio de
plomazo.
la nada. Me bajan esposada. El más gordo me conduce con dificultad ha-
Sigo llorando.
cia la puerta. Tengo miedo e intento correr. Me agarra por el cabello. Me dice que me tranquilice, me enseña su arma y me amenaza con ella.
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Me avientan en la cama. Comienzan a desnudarse. Grito lo más que puedo. El moreno dice que me falta alcohol. Sacan una botella. Me obligan a beber. Les digo que no, que tengo sed. Me dan una bofetada.
El gordo se pone sobre mí.
Bebo. Me arde la garganta. Tengo
Quiero apartarle la cara, pero mi
sed. Suplico por agua. Me dicen que
mano extendida no le atina. Me besa
con eso se me va a quitar. Entre los
el cuello. Alguien me desabrocha el
tres me tumban. El gordo me suje-
pantalón y me lo baja con todo y cal-
ta la cabeza y el moreno me aprieta
zones. El gordo se aparta y me quitan
las mejillas para que abra la boca.
la blusa. Me tapo con mis manos lo
El güero vacía la botella en mi boca.
mejor que puedo. Ellos ríen en cámara
Bebo, me arde mucho pero tengo que
lenta. Giro la cabeza en busca de la
beber. El moreno me suelta la boca
puerta. El güero está ahí parado. Me
y el gordo me sacude la cabeza. Me
meten algo, pero no sé que es. Grito.
aturdo. Me arde la garganta y tengo
Ríen. Entre más grito más ríen. Sollo-
mucha sed. El güero pone música.
zo y cierro los ojos. Me levantan y me
Tengo ganas de vomitar. Toso y me
sientan encima de uno de ellos. Otro
dan arcadas. Corro al baño y todos
más me abre las piernas y el tercero
se apartan. El moreno dice que para
la boca. Me avientan en la cama y
ser una borracha no aguanto nada el
siento algo caliente encima.
tequila. Vomito. Me lavan la boca con jabón. Vomito de nuevo. Me vuelven a lavar. Estoy mareada. Me levantan y me llevan a la cama. Intento protestar, pero las palabras salen lentas y pastosas. Veo todo en cámara lenta.
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Lloro hasta quedarme dormida.
El sol me arde y tengo comezón en todos los lugares donde no me cubre la ropa; los brazos, el cuello, la cara y la cabeza. Termino. El policía Despierto vestida y esposada
me avienta la botella de agua. Tiene
a la cama. Hay un vaso con agua y
un chorrito de agua que bebo deprisa.
un plato con frijoles fríos frente a mí.
Acentúa mi sed. Él ríe. Intento golpear
Como. Intento liberarme pero no pue-
al moreno con la pala pero es muy
do. Lloro. Entra el moreno. Me apunta
pesada. Esquiva el golpe, me arreba-
con la pistola. Me asusto y contengo
ta la pala y me pega con ella. Caigo
el aire. Se ríe, guarda el arma y me
al suelo. Lloro. Siento el lodo en mis
desata. No intento correr porque ya sé
mejillas. Lloro mucho. Le pregunto
que tiene una pistola. Me da una pala
por qué, le pregunto qué fue lo que
enorme que apenas puedo sostener y
hice. Le digo que no estaba borracha,
me obliga a caminar. Andamos mu-
que no ha habido agua y él lo sabe.
cho tiempo. De nuevo tengo sed. El
Que me desmayé porque tengo sed.
saca una botella con agua. Le pido.
Le suplico que me suelte, le prometo
Me la niega y bebe. Me obliga a cavar.
que no le diré a nadie lo que ha pa-
Sé lo que estoy haciendo, pero no me
sado pero que me deje volver con mi
atrevo a protestar. Tengo la esperanza
familia. Le digo por favor, por favor,
de librarla. El sol me pica en la cabe-
por favor, por favor mil veces. Me da
za, la nuca y los brazos. Tengo tierra
una patada y me obliga a levantarme.
en la boca.
Me dice que camine de espaldas a él. Camino llorando. Espero el disparo.
Tengo sed, mucha sed.
Espero un dolor punzante en la cabeza o en la espalda. Sigo llorando. Ríe. Me da la pala y volvemos a la caseta. Me desnuda. No puedo parar de llorar. Lloro mientras él hace lo que quiere. No me doy cuenta de cuando termina.
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Sigo llorando.
Está oscuro.
Me despiertan. Me obligan a
Siento las piedras encajarse en
bañarme. Bebo el agua de la rega-
mis pies y las espinas rasguñarme
dera porque tengo mucha sed. Bebo
las piernas. Escucho el silbido de una
mucho pero la sed está ahí, cons-
bala cerca de mi cabeza.
tante. Esta vez no me dan ropa. Me llevan a la cama. Los tres están my
Vienen detrás.
ebrios y huelen demasiado a alcohol. Me muerden, me golpean, me pelliz-
Corro lo más que puedo. Me
can. Deseo estar borracha porque así
escondo detrás de un arbusto. La
al menos siento menos. Veo gotas
patrulla pasa frente a mí, pero no me
de sangre en la cama. Es mi sangre.
ven. Respiro con fuerza. Intento ca-
Terminan como ayer. Me levantan y
llarme pero no puedo.
me sacan desnuda de la caseta. Me paran frente a la patrulla.
Tengo la boca seca, tengo mucha sed.
El güero conduce mientras el Sollozo. Veo las luces regresar.
moreno me apunta con la pistola desde el asiento del copiloto. Me
Me levanto y vuelvo a correr. Estoy
gritan que camine. Camino. Hace
agitada,
calor y siento una sed persistente. Me da vergüenza caminar así y las pie-
Siento la boca aún más seca.
dras me lastiman las plantas de los
Paso saliva, me da tos pero no paro
pies. Escucho un ruido a lo lejos y me
de correr.
detengo. Me empujan con la defensa del coche y me exigen que no pare o
Mi pie pisa un borde, el borde
me pasan encima. Camino mientras
del barranco. No puedo recuperar el
pienso como escapar. Llegamos al
equilibrio. Siento que caigo.
hoyo. Se bajan de la patrulla. Corro y escucho un disparo.
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Me golpeo el costado derecho y siento un dolor punzante dentro de mĂ. Siento mi cuerpo rodar sobre las piedras. Mi pierna izquierda golpea una roca. Escucho el crujir de mi hueso y un dolor intenso. Sigo rodando. Intento sujetarme, pero no encuentro nada. Una piedra me hace dar un tumbo y caer sobre mi costado derecho de nuevo. El dolor agudo se intensifica. Me cuesta respirar. Me golpeo la cabeza. Me aturdo. Tengo frio. Me detengo. Estoy boca arriba. Miro hacia arriba, a la punta del barranco. Tengo frio y no respiro. Bebo sangre. Siento angustia. Me resigno. Veo un par de luces a lo lejos. Cierro los ojos.
23
Ivรกn Mata
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Cuando volví la vista hacia ti, miré cómo la gota morfina y cera invadían la carretera sobre otra, atropellando caminaba la muerte siempre haciendo a un lado los castillos que construimos, y las estrellas brillantes salpicaban tus lágrimas con rocíos sangre. Un perro nos observaba, las ratas preparaban la mesa con la escoria, una caja china servía como sanatorio, y las luciérnagas capturaban éxtasis. Tu rostro era el mismo, no había arrugas en tu frente, ni sudabas, pero aquellos ojos perdición felina universo de ombligos y cursilerías, tenían un abismo, como aquél en el que caía cuando peleábamos, y yo callé; ahora soy temeroso al reclamo. Arrancaste tus cabellos, tus uñas aún cobijaban carne y caspa, se introducían rápidamente en tu piel regresando al cuerpo que les dio litera. Son serpientes inmortales. Empero, siempre drogado, siempre feliz, siempre perdido, las horas del esquizofrénico alteraban mis manos: querían coger tu cabeza, apretar tu cuello, darle cortinas a tus ventanas, embellecer tu arte con mi náusea; ya no puedo controlar mi embrujo. Respiré, fuiste lo que deseaba. ¡Vives! Lloré cuando desfallecías. Dinero y puentes, maricas y sexo, todo detrás del limonero. Necesito un verdadero retrato. Mi salvación. El que lleva cuerpos en la boca. Imaginación de un loco. Me miro al espejo y te veo, aún sigue llorando mi brazo, la liga cuelga péndulo de mi reloj maléfico.
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E n o c h G26 r a n a S.
Un mundo en mi mente me dice que empiece, pero me pregunto, ¿empezar a qué? El mundo se mueve a mi alrededor, ya no puedo parar, un pensamiento me lleva a otro, pero no puedo parar. La noche llega, un mundo desconocido está por comenzar, el cielo se torna rojo, yo corro sin parar, no llevo rumbo alguno, solo se que no puedo parar. Subo por aquella colina, mi pulso empieza a cambiar, tal vez alguien me persigue por detrás, mis piernas no cesan de andar, pienso que voy a estallar. Una mente hecha para pensar, un cerebro para destacar, y una brújula para guiar. He llegado al fin del precipicio, pero mi intuición me deja volar, mi mente va a estallar, camino sin parar, sin rumbo en donde habitar.
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Una mujer a lo lejas esta, ella siempre me acompañara, camino sin pensar, mi cabeza va a estallar, camino sin rumbo fijo. Al final de un camino algo me espera ya, ¿una esperanza, quizá?, una sensación de escapar hacia el más haya, no me deja en paz. Voy llegando de una viaje, de tanto pensar y reflexionar, aterrizar en la realidad, la que mata, hiere y lastima mundos internos. Estoy listo ya para empezar a triunfar, ya no hay vuelta hacia atrás, a ellos les molesta mi pensar, mi actuar, eso ya no importa más, solo no quiero parar de andar, seguir con esta realidad, así por fin terminar. Un mundo maravilloso me espera ya, es tiempo de cambiar, tomar un rumbo y no ausentarme mas.
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Bien o mal, eso ellos lo decidirán, solo a ellos les afectara, un mundo nuevo está por comenzar. Todo comienza a brillar en esta sociedad, que fue destruida tiempo atrás, cosas buenas surgirán, tu y yo lo vamos a lograr, no te dejare jamás, aunque muchas veces me hagas estallar. Llegando alto como imaginamos, siendo líderes de nuestro propio rebaño, sin esperar más, el camino de la derecha debemos tomar, tardaremos un poco más, pero seremos los únicos en triunfar. Removiendo las espinas que dejo el viaje, saltamos en la realidad, ya no debes de parar los demás te pueden alcanzar, tu y yo juntos hasta el final.
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30
Megan
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I s m32 ael
P
rimero mi papá intentó envenenarlo o cogerlo con trampas, confieso que aunque su suerte me conmovía hasta las lágrimas, albergaba una maliciosa añoranza por que dichos
proyectos tuviesen éxito, así podría curiosearlo a mi antojo, aunque lo prefería muerto, temía que vivo en una jaula me daría demasiada cosa. Sí, yo era hipócrita y un niño muy consentido, pero no sé qué es lo que realmente fingía; mi enternecimiento o mi apoyo a los planes para la eliminación de tal anomalía, creo que ambos sentimientos eran muy sinceros. Comenzó comiéndose por las noches el maíz que dejaban las gallinas, hallábamos sus huellitas leves y sin dedos por la mañana, su característico olor en el aire y también a veces, sus cacas. Los perros le tenían terror, cuando llegaban a acorralarlo en algún rincón o sobre un árbol les hacía un ruido como si tronaran muchos cuetes y entonces él los correteaba. Llegamos a verle fugazmente algunas veces en las noches entre los árboles, por su silueta creíamos que era una lechuza o una bruja convertida en lechuza. No se le veían los ojos, esperábamos que reflejaran la luz de las linternas tal como lo harían los de un gato, pero luego mirándolo de día vimos que no tenía, al menos no en la cabeza. Como lo seguíamos y lo alumbrábamos con las linternas, debió suponer que nos interesábamos en él y que sería bienvenido, a partir de allí todo fue un desbocado ascenso de su atrevimiento y su bonachonería.
Poco después había dejado de ser tan solo huevero y se había aficionado irremediablemente a los pollitos, creímos que seguirían las gallinas pero dio muestras de un inesperado refinamiento y comenzó a robar en la cocina, aparte del desorden que dejaba entre platos sucios y aquella manías de meter una piedra dentro de cada vaso o taza y de dejar las frutas, el queso y el pan como
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erizos clavándoles palillos de dientes,
de un reloj, al ser una prenda tan aje-
cuando no hubo palillos empezó a
na a nuestro sencillo gusto y también
traer sus propias ramitas; su mayor
a nuestra época, es claro que ya había
y más excelente obra fue un nopal
llegado con ella. Cuando entraba en la
completo con maceta y todo, hecho
casa su olor se concentraba, si afuera
de panes, mangos, peras y aguacates
ya parecía fuerte, dentro dominaba el
todo cuidadosamente sostenido con
ambiente por completo y duraba bien
alambres que sacó destrozando los
harto para disiparse. Andaba con un
rayos de mi bicicleta y con cientos de
paso lento y acompasado, el gracio-
pedacitos de ramas clavadas hacien-
so muelleo de sus piernas flacas y el
do la función de espinas. También le
bamboleo de aquella cabeza emplu-
gustaba la ropa, mi madre tenía que
mada me hacía irremediablemente
vigilar permanentemente el tendede-
imaginar una alegre y monótona me-
ro y hubo de echar lave a los roperos
lodía de acordeón, era tan cínico que
porque hacía un verdadero desastre,
al verse sorprendido ni se alarmaba y
pero jamás se llevó nada, quizá por-
corría solo cuando se volvía estricta-
que no halló algo de su agrado y de-
mente necesario para huir, acelerando
jaba aquéllos regueros como protesta
simplemente su paso de modo que la
de su gusto ofendido. Como fuese él
melodía tomaba un ritmo vertiginoso,
llevaba un chaleco de brocado mora-
con poderosas e intermitentes notas
do sobre gris oscuro de cuyo bolsillo
cuando se agachaba o saltaba para
derecho bajaba y volvía a subir una
esquivar los proyectiles que volaban
cadenilla de plata, con toda seguridad
hacia su integridad.
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En la noche le gustaba arras-
veces horas…interrumpidas por dos o
trar muebles, mostraba predilección
tres rapidísimos y poderosos suspiros
por ejemplo a usar muebles pesados
y luego más maldito silencio en oca-
como la estufa, el refrigerador o el
siones segundos, a veces hasta ama-
piano y llegarlos hasta las puertas de
necer, quizá lo único bueno era que
los cuartos, de modo que al despertar
donde él estaba no había mosquitos,
nos hallábamos encerrados llegando
su olor debía asquearles. Estoy segu-
en las ocasiones más memorables a
ro de que por mucho su mayor sutile-
montar unos encima de otros, sacaba
za y el colmo de su maldito humor por
los libros de los estantes y hacia to-
las noches, era acercar un pequeño
rres con ellos y mil diabluras más. Se
radio portátil que se había adjudicado
metía debajo de las camas y entonces
junto a la cabeza de su víctima mien-
era muy difícil dormir, al olor te acos-
tras dormía, entonces lo encendía y
tumbras, luego de un rato lo olvidas,
lo dejaba en ninguna estación, donde
pero su respiración era completa-
solo se escuchara estática, el famoso
mente arrítmica; podía durar un rato
“ruido blanco”, eso nos hacía soñar
respirando como una persona dormi-
las cosas más disparatadas; desde
da, para luego hacerlo frenéticamente,
insignificancias absurdas hasta las
como si se ahogara, luego detenerse
más funestas pesadillas, y a veces
y durar muchos minutos en silencio, a
amanecer meados como bebés.
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Por cuestiones de salud tuve que dejar de beber en esas fechas, Pero la paciencia se nos acaba-
algo que no he mencionado es que Mi
ba, le dio por golpear a los caballos, a
Compadrito era muy afecto al alco-
las reses y a los puercos con su cola,
hol, está demás decir que ya estaba
era como un látigo, hasta los hacía
resignado a compartir mi cerveza con
sangrar y le tenían mucho miedo, ya
él, se puede decir que se llegó todo a
no podía darles de comer agusto ni
un punto donde solamente borracho
pasar por los corrales ante la avalan-
lo aguantaba, lo que es él nunca supe
cha de quejas y maldiciones que me
si se emborrachaba pero sin duda be-
lanzaban. Un día mi esposa me contó
ber lo hacía sentirse mejor. Al menos
enfurecida que al bañarse percibía el
tenía la decencia de devolver las bo-
olor de “Tu Compadrito” (así se refería
tellas vacías para que pudiese com-
a él sarcásticamente para fastidiarme
prar más, a excepción claro de las de
y quejarse de mi tibieza ante la situa-
caguama, cuando alguna de esas caía
ción, en realidad perdido el encanto
en su poder se meaba en ella hasta
del noviazgo ya nunca nos quisimos,
que la llenaba, se subía al techo de la
confieso que me complacía mucho
casa y amenazaba con dejarla caer
verla sufrir con las maldades de “Mi
a quienes entraban o salían aunque
Compadrito”) y escuchaba ruiditos, mi
jamás lo hizo sobre alguien, la dejaba
madre y mis hermanas se sumaron a
caer al vacío, pero asegurándose de
la queja, y de hecho pronto todos lo
que al menos alguien contemplase el
hicimos, hasta el bisabuelo, solo que
espectáculo. Como no tenía rostro no
siendo naturalmente más descui-
se puede decir que tanta malditura le
dados nosotros los hombres no nos
causara risa, pero por aquella forma
habíamos dado cuenta de ello.
de saltar y agitar esas cosillas que tenía por brazos era fácil juzgar que se divertía mucho.
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Como decía, dejé de comprar cerveza, y milagrosamente como a los
A veces cuando llego de la
tres días desapareció, así, por increí-
escuela o cuando mi mamá me grita
ble que parezca, aunque no sin antes
que entre de jugar en la calle temo
poner la casa de cabeza, rebuscando
encontrarlo de vuelta, o cuando des-
en cada rincón vaciando hasta la úl-
pierto espero que este bajo la cama,
tima gota de cuantas botellas encon-
lo que más recuerdo es su olor, ese
tró, incluidas las del cloro y el veneno
olorcillo, era…….. ¿Sabes cómo huele
del que tanto se burló. Me queda claro
el hocico de un perrito?, de un cacho-
que no conocía el alcohol, al parecer
rrito, cuando todavía no come y solo
lo probó por primera vez un día cuan-
toma leche de su mamá, cuando te
do robó por casualidad una botella de
lamen la cara es muy evidente, es un
tequila, así que agarró el vicio aquí. Al
olor muy específico que solo tienen
fin se había ido, días después cuando
de bebés. Como así era el olor de Mi
hice mi primera comunión pudimos
Compadrito.
tener una fiesta en santa paz.
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L u i s R e y N a38m b o A r c o s
S
VII1 í, había una confesión en ese libro. Era el profundo aburrimiento que experimentaba en aquellos años y que después de ella ha vuelto a mí como un perro fiel vuel-
ve a su dueño. Pasaba mis días dormido y sonámbulo, sin motivaciones, sin razones para sustraerme de mi sopor. Los años de inquietud habían pasado y yo seguía varado en donde mismo, sin ser mejor ni pero que cuando empecé a buscar un refugio al desconcierto y a la duda que me trajeron hasta este punto.. ¡Cuánta razón tenía Camus! ¡Cuánta razón y cuánto error también! Después de todo, sólo hay una razón válida para el suicidio, y aquel que llega a tocarla, está demasiado lejos de tomarla en cuenta. Un hombre aburrido no tiene ni ambiciones, ni temores… para él, todo en la vida simplemente carece de valor alguno y esto incide directamente en su postura respecto al suicidio y al absurdo. La indiferencia hacia el segundo, se convierte en desinterés por el primero.
1
El siguiente documento ha sido extraído de los artículos personales de Alan Darius e in-
cluido en las Obras completas tomo tercero bajo el título de declaración. Fue encontrada en su celda el día 30 de septiembre del año 20**, en la institución mental Colinas de la armonía para criminales dementes, a las afueras de Durenko, Brathan.
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Todo era conocido, y descolorido. Todo era demasiado circular, demasiado predecible… aprender y
Por tanto, y tras mucho medi-
desaprender lo aprendido para des-
tar la utilidad de una defensa a esta
pués de tiempo volver a la tierra de
altura (o cualquier otra) de mi juicio y
que habías salido tan ignorante como
confinamiento, escribo esta, mi decla-
al principio. Pero yo jamás desee mi
ración, para todo aquel interesado en
muerte.
la verdad.
Me daba igual seguir viviendo2.
Yo, Alan Heinrich Darius, hijo de Mauro Antonius Darius y Elina Drack,
Entonces, sí, había una confe-
carecía de cualquier motivo “lógico”
sión en ese texto, y no era el homici-
o “ilógico” para desear la muerte de
dio de Adelaida Draycott. Sin embargo
mi esposa, Adelaida Reeva Draycott,
debo ser sincero conmigo mismo y
y ciertamente, los celos no fueron por
reconocer que la inquietud ha vuelto.
mí considerados en ningún momento,
Porque la amaba, y eso significa que
“una razón suficientemente buena
la existencia tenía valor de nuevo,
para hacerlo.”
aunque sólo fuera por contenerla a ella en el tiempo.
2
En el drama Clarimonda el autor pone en boca de la protagonista estas palabras: “El
suicida es un pobre infeliz liquidado por un espejismo. Cree que la muerte pondrá fin al sufrimiento que le aqueja, sin darse cuenta que sufre porque todavía ama la vida que le atormenta. Idiotas. Un hombre sabio no mata. La vida es una asesina mil veces más apta que cualquiera de nosotros.” La psicocrítica todavía discute los motivos reales tras el interés del autor por el homicidio y el suicidio, y hasta donde influyó su contradictoria espiritualidad en ello (a pesar de su aparente nihilismo, Darius era un devoto de la iglesia católica ortodoxa oriental, irónicamente, la religión tradicional brathana).
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Yo quería a Adelaida conmigo, y conmigo estaba. Lo que hiciera cuan-
Aún así, ¡heme aquí! Encerrado
do no la estaba viendo era asunto
en una caja aguardando a que me
suyo, y sólo suyo.
mate el hambre, la asfixia o el hastío como si no pudiera hacerlo también
Jamás me quedó duda que éra-
en el bosque de Be’Lier. No ser con-
mos distintos. Nunca ignoré que su
denado a muerte sólo porque no se
amor tendía a disiparse como el calor
pudo comprobar que fuera un asesino
del fuego, ni que como tal, era en mí,
es… Por un momento pensé en decir
su centro, donde con mayor fuerza ar-
que es indignante. Y sí, lo es, ¡lo es!,
día. Adelaida fue lo primero en mucho
¡es indignante! Porque, todo puede
tiempo capaz de despertar mi interés,
parecer insignificante, pero sé que
mis sentimientos y sentidos. ¿Por qué
hubo algo trascendente en mi exis-
acabaría yo con eso? Su infidelidad
tencia y no dejaré que una parva de
misma estaba tan llena de misterios
famélicos carroñeros se hinchen de
que lo más… inquietante al final fue
ella a costa mía.
descubrir que terminó con demasiada exactitud respecto a mis propias pre-
Ninguno de ellos tuvo la sufi-
dicciones. Matarla hubiera sido una
ciente materia gris para poderle un
tontería aún mayor que el suicidio,
corcho al agujero inmundo al que le
pues implicaría que yo, alguien sin
dicen boca, ¡¿y yo debo aceptar su
más ancla a este mundo que Adelaida
estupidez con total ascetismo y dejar
misma, me privara de ella para seguir
que la corriente del Ganges me siga
después durmiendo el mismo sueño
arrastrando al hades?!
absurdo que me mantuvo cautivo en Be’Lier luna a luna a la espera de la muerte o un recuerdo.
¡No! ¡Me niego a ello! Ninguno de ellos merece una sola palabra mía, pero me niego a seguir callado.
Ridículo.
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El hombre… ¡Oh, el hombre! Raza de estultos que se pavonean maquillados con la escoria de la creación como si realmente hubieran logrado enseñorearse del cosmos, sin darse cuenta que son el botón de autodestrucción que Dios puso a la tierra para cuando se hartara de ella.
Ninguno la amaba. No la amaba el orangután que se masturbaba con sus fotografías, él la codiciaba; no la
¡Cómo puede juzgarme una raza
amaba la chiquilla que recortaba sus
que se mata por la podredumbre de
fotografías para pegarlas en la pared
animales muertos hace mil milenios!
de su cuarto, la envidiaba y deseaba
Aquellos que idolatran piedras, ma-
afanosamente poder convertirse en
dera vieja, ¡un puñado hediondo de
ella; no la amaban los fotógrafos ni
espagueti! ¿tienen alguna autoridad
los manejadores ni el séquito de ma-
para decir que yo estoy loco? A no
quillistas y costureros homosexuales
ser porque ellos mismos se acaba-
que se enriquecían a costa suya igno-
rán muy pronto, bien valdría la pena
rando que no ocupaba a ninguno de
aniquilarles para hacer un poquito de
ellos para ser una mujer maravillosa,
silencio en el universo.
hermosa… ¡excepcional!
Ni siquiera ellos matan por
Pero yo lo hice. Por encima de
celos. Son animales, sienten la ame-
toda la mierda que trataba de enfan-
naza y el instinto les ordena sacar las
garle los zapatos, yo la amé y la sigo
garras y lanzarse contra ella, pero no
amando.
entienden que esta vez el enemigo no tiene carne que rasgar ni huesos que quebrar. ¿No les parece lo más risible del mundo? ¡Están tan ciegos que destruyen justo lo que intentan conservar!
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Y ella me amó.
VIII Ser humano… si ser un ser
— Es un misántropo —. Le dijo
humano significa consumirse el alma
el psiquiatra con aire de quien a dado
lentamente en la antorcha que lla-
con la respuesta a un gran enigma.
mamos carne; si significa acumular
— Si la misantropía puede ser una
montañas de piedras que en la oscu-
enfermedad psíquica, Alan Darius
ridad no brillan; si significa preferir,
está enfermo de ella. Es muy curioso
un banquero a un padre, una ramera a
que el riesgo haya pasado desaper-
una compañera, una niñera a un Dios,
cibido tanto tiempo, creo que por el
para después renegar de todos ellos
aislamiento.
(se les consiga o no); si significa ser pasto de las llamas y ganado de gu-
— ¿O sea que ya le confesó que lastimó a Adelaida?
sanos, entonces Adelaida y yo jamás
— Bueno… no pero…
fuimos humanos.
— Entonces no tiene razón para decir que Alan es peligroso. ¡Cabrón!
Son indignos de mi odio. Pero ella les amó. Inmerecidamente les amó a todos sin excepción y por eso mismo jamás pude sentir celos: su amor fue siempre demasiado grande para que pudiera abarcarlo yo solo.
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Mischa seguía limpiándole la baba mientras la blusa blanca que llevaba le apretaba los suntuosos melones que le dieron en lugar de tetas como regalo de décimo tercer cum-
Linda sacó otro cigarrillo y lo
pleaños. De pronto tenía unas ganas
encendió sin protesta alguna. Fuma-
incontenibles de cogerse a su mujer.
ba como locomotora desde hace seis
¿Es que era tan difícil conseguir un
días y desde hace seis días le miraba
poquito de calma para que uno pueda
de hito en hito preguntándose qué ha-
hacer el amor con su esposa como
cía él ahí después de todo el mal que
Dios manda? La baba casi blanca ya
había traído. No necesitaba palabras
le empezaba a escurrir por la quijada
para saber que de no ser por Mischa
y una holeada de asco le golpeo el
ya le hubiera corrido y sin embargo no
estómago como una bala de cañón.
podía evitar desearla tanto como a su esposa.
¡Pobre imbécil!, pensó y supo que ya no podría seguir mucho tiem-
Su mirada la invitaba a acom-
po más en el hospital. La idea de un
pañarlo hasta la cama más próxima y
montón de maniacos semilobotomi-
la de Linda le respondía vete al diablo.
zados rodeando a su maravillosa y suculenta esposa le daba más miedo del que podría admitir.
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Esa es la cara que todos conocen de Be’Lier. La que aparece en los libros de geografía, la que hizo que la antigua ciudad quedara desierta y apenas unos fotógrafos se atrevan a contemplar el mayor complejo arquitectónico de todos los tiempos. Nadie habla de cómo los caminos se vuelNo siempre había sido así.
ven poco a poco de un color rosado
Ahora no parecía cierto pero seis
y delirante a la luz de la luna, ni de
años antes habían copulado como
cómo los arces blancos se transfor-
conejos cuando se quedaron varados
man poco a poco en pálidos duraznos
en la cabaña de Alan en el invierno. Se
en flor que colorean el sinuoso invier-
suponía que irían de vacaciones a no
no.
se acordaba dónde, pero Alan olvidó su laptop en su madriguera de Be’Lier
Empezó a nevar antes de tiempo
y las únicas personas que sabían
y no les dio tiempo más que de avisar
dónde guardaba Darius su computa-
que tendrían que pasar la navidad
dora eran Linda y Alan mismo. Fran-
en aquel bosque de duraznos lunas
camente no quería pasar dos horas
como espejos.
en silencio con ese enajenado, así que condujo con la única mujer que
No podía recordar cuantas
nunca había parecido interesada en él
veces lo hicieron esa semana antes
a través de bosques de arces, pálidos
que la carretera fuera nuevamente
como fantasmas viejos.
transitable, pero recordaba que Linda no podía dormir sin despertar primero a todo ser vivo en ese bosque y que él de pronto entendía por qué Alan Darius amaba tanto su jardín de duraznos y arces blancos.
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—Pero creo que se siente cómodo aquí.
Más silencio. Él no tenía deseo alguno de visitarlo mañana, ni ningún
—¡Cómodo! —gritó Mischa en
otro día. De pronto sentía un odio tan
aquel instante, extrayéndolo de su re-
intenso por su amigo que tuvo miedo
cuerdo — ¡Cómodo! ¡Sólo mírelo, mal-
de asesinarlo. El muy desgraciado lo
dito bastardo, está drogado hasta los
tenía todo, el respeto, el cerebro, la
pelos! ¿cómo puede estar cómodo? Si
chica… y el bosque. El maldito bosque
es un misántropo tiene motivos para
que todo mundo temía en Durenko
odiarnos. Linda va y le arranca de su
y que él había descubierto como un
casa, Alec se acostó con su esposa y
tesoro para el invierno. Se preguntó
luego usted, perro asqueroso, le quita
cuántas veces había tomado a Ade-
el consuelo de estar en paz con sus
laida en esa cabaña mientras el vien-
recuerdos — un silencio sórdido sopló
to se adornaba con las rosadas flores
en la celda del paciente 129G. Linda
de diez mil duraznos blancos. Se
apenas podía dar crédito a lo que oía.
preguntó cuántas veces escuchó que
¡Mischa estaba enterada de todo! —
le decía “te quiero”, cuántas sonrisas
Cómodo. — repitió para sí misma, tal
le negó por dárselas a Alan Darius y
vez esperando que sólo ella y Darius
cuántas veces pensó ese maldito que
se hubieran dado cuenta de que ella
tenía algún derecho de apropiárselo
se sabía cornuda. — Cómodo…
todo y negarle un probadita aunque
—Mischa…
sólo eso fuera. ¡Ese bosque no podía
—Déjalo así, Alec. ¿Qué va a
pertenecerle a un único hombre como
pasar con él, doctor? ¿podemos venir
tampoco debía serlo esa mujer!
mañana a verle? ¿Estará dopado de nuevo?
Ahora les habían perdido… todos…
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—No. Me aseguraré de que no sea medicado mañana. Después de todo, el tratamiento es un fracaso. Trataré algo más hozado y… —¡Sólo…! Sólo déjelo estar, ¿quiere? Es un buen sujeto, nunca antes hizo mal a nadie y estoy segura
—Hombre bueno o no van a
que no lo hará de nuevo. ¡Demonios!
enjuiciarlo. Recomendaré que le inter-
Ni siquiera estoy segura que lo haya
nen en el hospital psiquiátrico Colinas
hecho, es un buen hombre. — un su-
de la armonía. Tampoco creo que sea
surro, un suspiro, una lágrima furtiva
un peligro y tal vez, con un tratamien-
escapando por la curva de su mejilla.
to adecuado, pueda salir algún día si
— un buen hombre, a pesar de todo.
alguno de ustedes se hace cargo… —¡Claro! Claro, no lo dude. —
De pronto se sintió culpable.
Mischa le limpio otra vez la baba.
Quince días después de aquel incen-
Lloraba mientras sonreía — Lo que
dio se sentía de pronto culpable de
sea por nuestro hermanito.
todo, de haber seducido a Linda, de romperle el corazón todos los días a Mischa, de haberse acostado con la
Lo que sea por nuestro hermanito.
esposa del único hombre mórbidamente solitario de este mundo… pero
Lo que sea por nuestro hermanito.
sobretodo, se sentía culpable por el incendio de aquel bosque de duraznos y arces blancos en cuyo fuego se
No podía soportar más, no más, ¡no más!
consumieron tantas noches de amor, tantos recuerdos buenos y tantas historias que ya nadie iba a poder contar. Se sintió culpable por Alan Darius.
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Jamás experimentó un deseo tan apremiante de correr rumbo a cualquier lado. Si acaso cada paso fuera capaz de superar los incalculables saltos de la culpa detrás suyo,
¡Mierda! ¡Pedirían a Dios que
tal vez podría pensar en una forma
reformulara las leyes de la naturale-
de salvar su vida y no sólo golpearse
za para poder matarlo tantas veces
el pecho ante la inminente muerte
como él a ella!
de Alan Darius. Él tenía la culpa ¡Por Dios! él había matado a Adelaida
Uno, dos, tres… uno tras otro
Draycott, la había matado cada vez
cada paso lejos del cuarto de Alan
que se acostaban juntos e ignoraba
Darius era un sueño muerto, la espe-
sus súplicas por terminar de una vez
ranza idiota de olvidar que Adelaida le
con todo esto y ahora mataría tam-
pidió incontables veces que acabaran
bién a Alan Darius. Adelaida era una
su aventura y él siempre contesta-
figura pública, la amaba el mundo
ba “no te preocupes, no va a pasar
entero, ¡era un tesoro nacional…! ¿Y a
nada.”
su asesino sólo le condenarían a un psiquiátrico? ¡Diablos, no! harían un escándalo de esto y pedirían que se le aplicara todo el rigor de la ley.
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¿Habría gritado? ¿Habría llorado? ¿Habría pedido piedad, perdón? Seguro que sí, seguro que lloró y gritó
IX
y rogó piedad, misericordia y Alan Darius sólo siguió avanzando con el cuchillo de caza aferrado a su mano
Supuso que todo aquel que se
como si las únicas criaturas con ra-
enfrenta a una verdad tan abrumado-
ciocinio fueran el duro acero y su filo
ra como esta experimenta el mismo
helado. Alan puso un pie delante igual
breve instante de desconexión total
que él ahora y luego movió el de atrás
del mundo. El dolor es tanto que uno
y cada paso le acercó más a este mo-
simplemente no lo puede procesar de
mento y a este punto del camino por
golpe y a la mente no le queda más
el que trata de escapar, un pie adelan-
que colapsar por al menos un se-
te y otro atrás.
gundo, un segundo en que el cuerpo presa del abandono reacciona más
El filo en lo alto, la oscuridad de
por memoria muscular que por deseo
la cabaña devorada lentamente por
real. Lastimeramente, suele ser que
las llamas y el chirrido del caucho al
de ese segundo dependa todo el resto
derrapar entre gritos opacados por el
de una vida.
metal que cruje bajo su propio peso y velocidad.
—¡Mischa! ¡Mi amor, puedo explicarlo!
Ni siquiera se dio cuenta de cuándo llegó a la calle principal.
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La carretera estaba empapada. Lo curioso fue que ella sólo se
Había uno o dos guijarros sueltos
quedó parada en la puerta, pregun-
que hacían trastabillar el paso de la
tándose por qué todos los hombres
motocicleta y la escasa luz del día
dicen exactamente lo mismo. ¿Qué
no ayudaba mucho a manejar. Lo
había que explicar? La sangre fluye
demás son embustes de abogados,
con mayor velocidad a través de los
se obligó a pensar para sacarse de
vasos sanguíneos, la piel se vuelve
la cabeza la mirada desesperada de
una nube de tormenta que explota al
Adelaida mientras trataba de ocultar
primer contacto y de pronto el cerebro
su vergüenza debajo de las sábanas
es víctima de relámpagos tan violen-
blancas y el pánico casi histérico de
tos que por un instante, apenas más
sus gritos al rogarle que guardara el
largo que el que marcará la vida de
secreto. Después de todo eso hacen
la desdichada esposa, se muere de
las mejores amigas, ¿no? Comparten
placer. Eso es todo, no hay nada más,
todo, incluyendo al marido y el se-
ni amor, ni debilidad ni sentimiento
creto de dicha traición al loco que se
de soledad… El adulterio es un relám-
volvió rico planeando cómo asesinar
pago que cae sobre tres personas y
a otros humanos sin dejar rastro:
las consume tan velozmente que no sientes el dolor hasta que el fuego ya
Código de comportamiento
se apagó. Un relámpago y ya. Rápido,
femenino, capítulo 16, subsección C:
doloroso, y que siempre deja rastro.
Si tu marido va a acostarse con una mujer mejor que sea con tu maldita mejor amiga, al menos así la verga en cuestión queda en confianza.
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La carretera estaba empapada en todo lugar. Trastabillaba pero
Lo gritó de pronto, se lo confesó
seguía avanzando, rogando a Dios un
al viento y al camino, a la lluvia que
poco de piedad y una muerte pronta
lloraba con ella un mismo desconsue-
para su hija, Mischa Korback, un rin-
lo.
concito de oscuridad para olvidar. Y aún esto era mentira. Alec ni Puedo explicarlo.
siquiera dormía con Adelaida, sólo se la cogía. No era suya la boca que
La explicación era sencilla. Alec
besaba a la mañana siguiente de
Korback era una mentira, una manza-
esconder semen tras la cortina de
na envenenada disfrazada de príncipe
sus labios ni su cama la que tendía
encantador matándola lentamente a
mientras cantaban las alondras entre
lo largo de los años. Alan tenía razón.
la bruma de Be’Lier. No, ni siquiera te-
Lo único real en los cuentos de hadas
nía las pelotas suficientes para ser un
son las brujas, las maldiciones y los
hombre entero y tomarla para sí como
cuartos prohibidos donde tu esposo
un varón cabal ha de hacer desde un
esconde los cadáveres de su pasado,
principio cuando apetece a una mujer.
presente y su futuro. “…y vivieron fe-
La escondía como un adolescente
lices para siempre” es un eufemismo
oculta a una amante de los ojos de su
que viene a decir, murieron jóvenes,
madre y la ensuciaba con su vergüen-
enloquecidos y asfixiados con sus
za y deshonor.
fantasías y sueños rotos. —¡Me llamo Mischa Korback y —¡Me llamo Mischa Korback y mi esposo duerme con mi mejor
mi esposo va a asesinar a mi mejor amigo!
Amiga!
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Era inevitable. Alan no sabe lo que significa sufrir, ¿cómo esperaba que soportara una traición así? Cam-
¿Qué historia contarían ahora
bio… ¡Todo! Todo por estar con ella.
de haberlo hecho? ¿Alan… sentiría ese
Su soledad por la insulsa compañía
secreto odio por todos nosotros que
de los alumnos de la facultad de lite-
le ha hecho tan famoso en el mundo
ratura, su tranquilidad por el bullicio
entero? ¿Cuántos de los títulos habría
de la carretera de regreso a casa… su
cambiado por noches de pocker y
alma por la de ella y ella la empeñaba
viernes de cine con su chica, Mischa
por un orgasmo y la certeza de aque-
Du Pre?
llo estaba mal pero no lo podía evitar. ¡Cómo se arrepentía de su vida —¡Me llamo Mischa Korback
entera! Se había pinchado un dedo y
y mi esposo…! …y mi esposo no me
ahora todo su reino era presa de la
ama.
misma pesadilla obscena reproducida una y otra vez. Sin embargo esto ya no tenía
importancia. No importaba nada de
—¡No se lo digas a Alan! ¡Mis-
nada porque Alec Korback no era más
cha, por todos los santos no se lo
que alguien con quien compartir la
digas a Alan!
cama. ¿Por qué había tardado tanto en darse cuenta? Debió de hacerlo a
Y por más que pensara en
los trece años, cuando Alan todavía
ello, la carretera se acabaría algún
no era Alan Darius, doctor en historia,
día y Darius estaría al final de ella.
mitología y estética y todavía jugaba
Solo, enajenado, enamorado y medio
a las escondidillas y reía y se mastur-
olvidado, esperando por Adelaida y
baba y quería estar con las personas
preguntándose si debía salir o no a
por más que ellas lo miraran con
buscarla.
recelo y temor.
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X Su nombre era Mischa Korback
Tuvo la impresión de que ja-
y era culpable de enloquecer a su pe-
más en su vida había estado en aquel
queño hermanito, culpable de empu-
lugar, que cada fin de semana de los
jarlo a buscar su compañía y culpable
últimos siete años había dado a parar
de su misantropía por no pensar más
a la cabaña equivocada y no al dimi-
en su futuro juntos; siendo pues res-
nuto rincón del bosque en que estaba
ponsable de todo esto, tenía el deber
ahora. Casi esperaba que la casa
cuando menos de ir a su cabaña y
supiera a jengibre. Pequeña, de dos
decirle que Adelaida y Alec fornicaban
aguas, apenas más grande que un
juntos desde hace al menos mes y
cuarto de hotel más o menos fino; la
medio.
chimenea sobresalía como un sombrerito de copa puesto al revés en una
La motocicleta ya no trastabi-
cabeza peinada de librito y las venta-
lló. Llovía más fuerte y el piso estaba
nas a ambos lados de la puerta verde
más mojado pero la máquina se mo-
estilo hobbiton, miraban como un par
vió a paso firme a través del pavimen-
de ojos a través de unas gafas cua-
to y los cristales rotos.
dradas. Cada paso suyo hacía cantar a las piedras del camino, escoltada
La carretera se acababa y Alan Darius la esperaba.
por las hileras de flores blancas y amarillas y los duraznos que empezaban a despertar.
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Mischa tomó el pomo de la puerta y lo abrió con ruido suficiente para llamar al dueño de la casa. El silencio fue su respuesta. Tal vez estaba dormido, se le ocurrió. Nunca
—Alan, ¿puedo entrar?
fue el tipo de hombre que se desvela, pero una vez que Adelaida entró en
Sin respuesta una vez más.
su cama lunas negras crecieron a la sombra de sus ojos.
Mischa se aventuró a abrir la puerta de la alcoba y la sorprendió
Volvió a pensar en ella, apretan-
el aroma, dulce y fresco de un par de
do las sábanas de la cama entre sus
ramos floreciendo a ambos lados de
delicados dedos y apretando también
la cama. Más aún, la presencia de
los párpados, soñando que su ce-
una pantalla de televisión a la vista
guera se contagiaría a cualquiera en
de quienes descansaran en la cama…
posición de descubrir su traición.
no: Para la que descansaba en esa cama. ¿Qué significaba un televisor
La había violado. Aunque ella
de pantalla plana para Alan? ¿Cómo
misma se lo hubiese pedido Alec la
soportar la voz de mil desconocidos
había violado.
hablando en desconcierto con sus caras atontadas mientras Adelaida,
Una pequeña pared separaba la
acurrucada entre las sábanas, sueña
sala de estar de la cocina. Al fondo,
con yacer en brazos del galán de las
oculta en sacro secreto, una única ha-
diez con treinta?
bitación recogida con pulcritud, sosteniendo sobre sus hombros un diminuto desván formado por las aguas del techo adormecido. No le costaba imaginar el escritorio y su montón de libros apilados sin orden fijo.
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—¡Alan! ¡Alan Darius, ¿estás aquí?!
Cada paso que daba en aquella
No fue el desorden lo que se
tierra le sabía a sacrilegio. La cama
quedó grabado tras sus párpados, ni
de un matrimonio es tabernáculo que
los libros deshojados; no fue la cobija
sólo dos pares de ojos pueden ver, y
de polvo sobre el escritorio ni las
su iconoclastia no pasaría desaper-
telarañas en el ventanal, ni siquiera el
cibida por los dioses. El cielo bramó
ruido que hacían los ratones al pasar
sobre sus cabellos y el Dios del tem-
sobre los manuscritos volcados.
plo descendió desde la penumbra tras las nubes.
—Alan… Alan, ¿cuánto tiempo llevas escribiendo?
—¿Mischa? ¡Mischa! Qué grata
—No lo sé, ¿un par de días?
sorpresa, ¡Sube, sube! Quiero ense-
—Alan…
ñarte algo. Fue su cara y su mirada; su Algo en el alma de Mischa
espalda encorvada alargando todavía
tembló y calló de su lugar. Un súbito
más sus brazos consumidos por la
fulgor cuyo fuego se siente hasta que
hambruna y la desesperación.
se ha apagado… —Alan Darius, dime qué día es —¡Alan, por el amor de Dios,
hoy.
¿qué te pasó?!
—No sé, ¿miércoles?
—¿Pasarme? ¡Nada me ha pasa-
—Miércoles qué.
do! Perdón si me veo muy desaliñado, duermo poco últimamente. ¡Sube!
—Miércoles… Miércoles algo, miércoles seis, creo.
Juzga tú si ha valido el desvelo.
—¡Alan, es domingo 24! —¿En serió?
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Mischa tropezó y fue a parar so-
—Lo sabes, ¿no es cierto? —
bre un montón de libros empolvados.
Alan ni siquiera hizo caso a su pre-
Ahí estaba Alan Darius, hundido en
gunta. — Que Adelaida y Alec duer-
la oscuridad de su pensamiento tras
men juntos.
un rostro trastornado por el amor y la locura.
—Ellos no duermen juntos. A tu marido le hace falta coraje para afrontar la noche solo, pero Adelaida
—¡Con qué premura se arrastra
es mala compañía cuando piensa
el tiempo! Adi — jamás la llamaba por
en otra persona. — así brotaban las
su diminutivo y eso la asustó mucho
palabras una después de la otra como
más todavía — sube dos o tres veces
si comentara el pronóstico del cli-
al día a ver si ocupo algo. Ha sido
ma. Sus manos inquietas buscaban
muy amable conmigo, sé que no es
el borrador a paso bravo. — Le hace
fácil para ella, pero tengo algo grande,
falta coraje — repitió para sí mismo.
algo en verdad grande entre manos.
— Puede montar una tigresa y escalar
—Alan, ven, por favor, te prepararé algo de cenar.
hasta la punta del Everest, pero no pasar una sola noche en cama sin
—¡No! — gritó y el aire se volvió rancio y caluroso a pesar de la bruma y el otoño. Era monstruoso. El dragón de la torre al ver como se aproxima el caballero blanco. — No. Esto es
alguien más que le espante los malos sueños. —Tú sabías y no me dijiste nada… —Tú también lo sabías, Mischa.
grande, es en verdad maravilloso. — y
Lo sabes desde hace dieciséis años
se frotaba las manos, una con la otra,
y desde hace siete vienes cada fin de
como si se tratara de una rata — Ma-
semana a desahogarte de tus males
ravilloso. Más de lo que Adelaida ha
conmigo como si yo fuera tu maldito
leído jamás.
diario. — un resoplido de aire ardiente hizo silbar las ventanas de la casa
¡Por favor, Mischa, por favor, no
— No pongas esa cara de injuriada
se lo vayas a decir a Alan! ¡No se lo
conmigo, Mischa Korback, yo no soy
digas a Alan!
tu marido.
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—Pero… ¿cómo has podido dejarla? —¿Cómo he podido dejarla? ¡¿Cómo podría frenarla?! ¡¿Qué quieres que haga, mujer?! ¿Qué me le-
Nació un profundo silencio de la
vante de la mesa con un arma y vaya
explosión causada por las manos de
hasta tu casa? Vamos, sabes que no
Mischa Korback. Dicen que lo primero
tengo poder alguno sobre ninguno
que se escuchó después de caer la
de los dos. Ella misma no tiene poder
bomba de Hiroshima, fue un solemne
sobre sí. Es como todas las mujeres,
silencio en homenaje a los muertos.
todas y cada una. Adictas al fruto de
Ella lo abofeteó y él ni se inmutó. Era
la ciencia del bien y el mal.
la reacción que esperaba.
—¡Maldito idiota! —Idiota… — paladeó la palabra
—Bien. Ya te desahogaste. Aho-
y resultó deliciosa porque iluminó su
ra vete y déjame solo. Tengo mucho
cara caída en la desgracia. Alzó la
que escribir y Adelaida no debe tardar.
vista y el brillo de sus ojos muertos le
No quiero escucharla gritar, me des-
hizo un hoyo hasta el fondo del alma.
concentra.
— Sí, fui un idiota. Un idiota al pensar que podía confiar en ustedes cuatro,
Acto seguido, tomó el lápiz en
pero son iguales al resto de los parias
sus dedos y sin la menor expresión
que infestaban el hospital. ¡Linda,
volvió a trabajar. Mischa le miró escri-
Mischa, Alec y Adelaida! Iguales todos
bir por un buen rato, jamás pudo decir
y yo los confundí con mis hermanos
cuánto exactamente; después, cuan-
y fui incapaz de darme cuenta con no
do empezó a sentir frío bajó por la
pertenezco a ustedes. Soy un idiota
trampilla sin voluntad de mirar atrás.
por ello y por ello mismo es de esperarse que cuando mire una coladera no sea capaz de distinguir una cucaracha de la otra.
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Miró una última vez la alcoba en que dormían. Una ligera capa de polvo empezaba a asentarse sobre los muebles y la puerta rechinaba al abrir Pronto la motocicleta volvía al ruedo. En el camino seguía lloviendo, vidrios fríos de filosos cantos que se hundían en la carne y el pensamiento. Cucarachas en el hospital. Sin poder evitarlo, Mischa Korback rompió a llorar. La motocicleta volvió a trastabillar y esta vez no la pudo enderezar.
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Jessica Romero
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Dar agradecimientos dignos a todas las personas que se los merecen sería escribir un libro en si mismo. El tiempo que tardamos es mucho, pero mucho ha sido lo que todos hemos trabajado en esta revista. Agradecemos por tanto a aquellos cuyo trabajo directo levanta esta torre cada vez más alto. A los autores, Isabel, Alicia, Cristina, Iván, Jessica, Juan Antonio, Luis, Megan, Monserrath y a todos aquellos que escriben y escribieron y escribirán en esta revista, a nuestros invitados y esos jóvenes que han depositado su confianza en nosotros. A Dulcinea por el gran trabajo de diseño y a Ana por su gran dirección en el departamento de corrección. A nuestros amigos de las Jornadas de Lectura, que nos permiten presentar esta revista en lugares a los que no esperábamos llegar pero sobretodo, gracias, mil gracias a ti, amigo lector que nos regalas tu tiempo para compartir con nosotros los ensueños de nuestra imaginación. ¡Largos días y noches placenteras!
DIRECTOR GENERAL Luis Rey Nambo Arcos
REDACCIÓN Alicia López Retamoza Cristina Gaona Laura Isabella Martín Iván Ramírez Mata Enoch Grana S. Ismael Luis Rey Nambo Arcos
ARTES VISUALES Megan Muñoz Jessica Romero
CORRECCIÓN Y EDICIÓN Ana Luisa Mata Huerta
DISEÑO GRÁFICO Dulcinea Peña
Sombra Roja. Número 6, Mayo 2014. Esta es una publicación digital redactada en Guanajuato, Gto. Derechos reservados. Se prohíbe la reproducción parcial o total de esta publicación. Los textos son responsabilidad de los autores. Las imágenes tomadas de diversas fuentes de internet se utilizan únicamente con fines ilustrativos.