Viernes
Guatemala, viernes 13 de octubre de 2017
Las palabras son un vasto territorio habitado por voces que se hacen escuchar en diferentes idiomas.
noritarias y diglosia El mapa de los lenguajes también es un trazado en el que las diferencias del habla también expresan relaciones de poder entre individuos, comunidades y naciones.
y es comprendido por cerca de 10.5 millones de personas, adicionalmente quienes habitan territorios más o menos cercanos a la región autonómica de Cataluña. El gallego o galego es una lengua romance (derivada del latín vulgar), del subgrupo galaicoportugués, que dio origen a la lengua portuguesa, como bien lo afirma el gran poeta luso del siglo XVI, Lluis de Camoens, en su epopeya Os Luisíadas, hablada principalmente en la comunidad autonómica de Galicia. Se estima en 3 millones el universo de sus hablantes, aunque quienes lo escriben corresponderían a un tercio de esta cifra. Para los españoles castellano-hablantes no se hace muy difícil el entendimiento del gallego, por su cercanía con el portugués y con la lengua de Castilla, aunque sea más complicado acceder a sus formas escritas más refinadas. También se hablan diferentes variedades del gallego en las comarcas del Bierzo y en Sanabria. Tal como ocurre
en Cataluña, el gallego está definido como su idioma propio y tiene carácter oficial, junto al castellano (castelán), así establecido en el Estatuto de Autonomía de Galicia. No obstante, como suele ocurrir con muchos textos constitucionales, a menudo los hechos y situaciones de la vida social y cotidiana ponen en entredicho las mejores intenciones del legislador. Porque estimar en un nivel de igualdad de derechos, en un territorio acotado, a una lengua mayoritaria y universal, como el castellano, respecto del catalán o del vascuence o del gallego, resulta un claro despropósito. Sería como articular una carrera entre un potro de fina sangre y un pequeño caballo de tiro. Al respecto, las aspiraciones más avanzadas (o radicales) de los defensores de las lenguas vernáculas peninsulares, es inducir el empleo y utilización de estas lenguas en la enseñanza escolar, impartiendo todas las asignaturas en la lengua materna, para lograr así un cierto equi-
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librio lingüístico con el idioma más fuerte, en este caso, el castellano o español, propuesta que no ha sido aceptada por los poderes centrales ni autonómicos, en ninguno de los tres casos. Por lo tanto, los hablantes más jóvenes solo reciben la enseñanza de la lengua nacional como otra más de sus asignaturas, sin experimentar la necesidad real de hablarla en todos los ámbitos de la vida, donde es mayor el prestigio de la lengua de Cervantes. Quizá en Cataluña este fenómeno sea menos corrosivo, porque las capas medias de la sociedad catalana, su burguesía o hidalguía acomodada, nunca despreciaron el uso del catalán, como sí ocurriera, durante siglos, en Galicia, donde el uso masivo y constante del idioma propio quedaba circunscrito al pueblo campesino y marinero. El caso de Rosalía de Castro nos ilustra bien en este sentido. Ella, la principal figura del Rexurdimento, no hablaba la lengua gallega, porque en su casa de hidalgos nadie lo hacía; aquel idioma era el medio de comunicación de la servidumbre y del campesinado. Ahora bien, como poeta excelsa que ve donde otros no ven, Rosalía descubrió la riqueza del galego y fue capaz de hacerlo florecer, luego de cuatro siglos de oscurantismo, dando a luz, en 1865, Cantares Gallegos. Después de todo, el universo de las palabras es más grande que todos los Estados de la Tierra, y más amable, aun cuando no conviene olvidar el terrible aserto de Bertoldt Brecht: “La palabra es el peligro de los peligros para el hombre”. Cierto. Ahí están, pendiendo sobre nosotros, desde Caín y Abel, esas verbas: odio, muerte, guerra fratricida, a las que oponemos luz, poesía, libertad… La palabra es, asimismo, la más entrañable de todas las patrias, como lo afirmara, ha mucho, Wolfgang Goethe. * SurySur