una entrevista Perfil: El Premi Nacional de Circ otorgado por la Generalitat se añade a los muchos que ha obtenido esta completa artista de trayectoria tan dilatada como brillante e irrepetible. Descubrimos que la clave de su éxito en todas las especialidades circenses que ha cultivado se encuentra en la rigurosa y exigente formación que su padre, Charlie Rivel, dio a sus hijos Paulina, Juanito, Charlie Jr. y Valentino Andreu.
Paulina Schumann: cómo se hace un artista por Jordi Jané
padre, que nos enseñó circo con la misma severidad con la que le educó su padre Pere Andreu, el fundador de la dinastía Andreu-Rivels. Ya desde muy pequeños los cuatro hermanos tocábamos el piano, el clarinete, el saxo, la percusión, la guitarra, el violín, la concertina... Y lo que te decía de la severidad y la disciplina: aunque estuviéramos enfermos teníamos que entrenar que sí que no cada mañana: acrobacia, alambre, trapecio, equilibrios... ¡Con él no valían excusas! ¡Y en seguida se le escapaba la mano! J.J.: ¿Todas las familias de circo eran tan rígidas enseñando el oficio? P.S.: ¡Era lo de “la letra cono sangre entra”! Por ejemplo, a nosotros papá nos hacía ensayar la rueda flic-flac a lo largo de un estrecho pasillo de sillas, en el comedor de casa o donde fuera. ¡Y nos daba cada coscorrón, si nos desviábamos y tocábamos alguna silla! Era bueno, pero inflexible. Mamá era un poco más comprensiva. Nos enseñaba ballet clásico y siempre discutía con mi padre porque él me forzaba mucho físicamente, y ella le replicaba que una chica musculosa pierde feminidad. J.J.: Los Andreu sois cinco generaciones de circo que lo habéis aprendido todo en casa.
P. Schumann el pasado noviembre en el Festival de Pallassos de Cornellà. Foto: Manel Sala.
Jordi Jané: Los cuatro hermanos sois de lugares distintos. Paulina Schumann: Sí, yo nací en Barcelona mientras mis padres y mis tíos actuaban en el Teatre Novetats. Juanito, el segundo, nació una noche a bordo del barco Jorge Juan: los Andreu-Rivels regresábamos de actuar en Mallorca e íbamos a Valencia a cumplir unos contratos. Charlie nació en plena actuación de la familia en el Olympia de Londres, y el pequeño, Valentino, nació en Bruselas. J.J.: La familia Andreu-Rivels ha sido una de las más viajeras del siglo XX. Vuestra infancia debió ser bastante diferente de la de los otros niños. ¿Cómo la recuerdas? P.S.: Nuestros padres nos dieron una infancia fascinante, muy feliz. Íbamos de circo en circo, de ciudad en ciudad, de país en país. Todo era nuevo cada día, porque cada día veíamos gente diferente y paisajes diferentes y escuchábamos lenguas diferentes. Los cuatro hermanos viajábamos con dos baúles llenos de juguetes: trenes eléctricos, muñecas, disfraces... ¡de todo! Cuando hacíamos temporada en una ciudad íbamos a la escuela, pero aún así teníamos profesores particulares para no quedarnos atrás en los estudios. Pero de todos los maestros, el que más nos apuraba era mi
P.S.: En aquellos tiempos, un artista de circo tenía que saber hacer cuantos más números mejor, porque con cinco o seis de familia ya se podía llenar el programa sin contar con nadie de fuera. Es lo mismo que hacía todo el mundo que se ganaba la vida con el circo, lo mismo que habían hecho mis abuelos y mis padres. Teníamos que despabilar, porque los tiempos eran mucho más difíciles que ahora. J.J.: Pero hoy los artistas de dinastía circense no tendrán un aprendizaje tan... digamos inhumano. P.S.: Quizá no. ¡El caso es que nosotros aprendíamos! ¡Ya lo creo que aprendíamos! (Se ríe.) Los tiempos han cambiado, ahora todo es muy diferente. J.J.: Con tu marido, el caballista Albert Schumann, tuvisteis dos hijos. ¿Cómo les enseñasteis circo? P.S.: Benny nació en 1944 y Jacques en el 47. Con ellos no seguimos el mismo sistema, les fuimos enseñando poco a poco, de forma suave. En primer lugar porque la mentalidad del norte de Europa era diferente de la de aquí. En segundo lugar porque como los Schumann tenían dos circos estables, uno en Copenhague y otro en Estocolmo, económicamente Albert y yo no teníamos la presión que habían tenido mis padres, que habían tenido que empezar desde cero y necesitaban que sus hijos trabajaran. Benny y Jacques también debutaron muy pequeños, pero seguían los estudios regulares igual que los demás niños de Copenhague. Y en tercer lugar, porque tanto Albert como yo queríamos que fueran ellos mismos quienes
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