ZINEBI 58 - Brochure / Catalogo

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JAIME CHÁVARRI

LAS COSAS DEL (MAL) QUERER Jaime Chávarri y El desencanto

La filmografía de Jaime Chávarri se distingue por la variedad más que por la cohesión. Hablamos de una quincena de largometrajes que vieron la luz a salto de mata durante casi cuatro décadas, donde se tocan, con desigual insistencia, entusiasmo y afinación, muy diferentes palos: desde filmes personales sin asidero genérico claro, que aspiran a cierta autoría (Chávarri ha dicho que Los viajes escolares, de 1974, y El río de oro, de 1986, son sus únicas películas “como autor entre comillas”), hasta el cine de género más fácilmente reconocible, en el que despuntan sobre todo adaptaciones literarias, musicales, comedias y melodramas, en medio de los que salta la liebre de un documental e incluso de una película pornográfica. La fisonomía desigual y cambiante del cine de Chávarri se explica porque sus películas, salvo contadas excepciones, surgen fruto de la iniciativa ajena (léase un productor que, convencido de la solvencia del cineasta, le hace un encargo). De ahí que buscando directrices y balizas donde no las hay, cierta crítica haya discernido en su obra etapas o capas geológicas en función del productor de turno que pone en marcha sus películas: tras un periodo inicial sumergido en la producción independiente, tenemos en primer lugar el segmento Querejeta, que comprende un documental (El desencanto, 1976), y dos ficciones escritas al alimón por Chávarri y el productor guipuzcoano (A un dios desconocido, 1977, y Dedicatoria, 1980); a esta etapa le sigue la correspondiente al productor Alfredo Matas, que apadrinó dos de sus adaptaciones literarias (Bearn o La sala de muñecas, 1982, y Las bicicletas son para el verano, 1983), además de uno de sus proyectos más personales (El río de oro, 1985) y una comedia (Tierno verano de lujurias y azoteas, 1993); una tercera etapa la constituye la realizada junto al productor Luis Sanz, sendos musicales coescritos entre este último y el realizador: Las cosas del querer (1989) y su secuela homónima de 1995.

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La inanidad de la búsqueda de un hilo de Ariadna en esta filmografía, que fragua en función de los encargos, queda patente en el caso de El desencanto, filme disparejo e inclasificable no solo en la producción de

Chávarri, que el tiempo y el acuerdo unánime de la crítica han convertido en la joya de la corona de su estimable producción cinematográfica. En el origen está la propuesta de Elías Querejeta a un grupo directores de realizar una serie de cortometrajes que marcara distancias respecto a lo que venía haciéndose en aquella España de los estertores de Franco, convocatoria a la que solo responde nuestro realizador con la rompedora sugerencia de acometer un documental sobre un manicomio. Cuando el empeño naufraga por la falta de permisos, Chávarri propone realizar una semblanza de la familia de Leopoldo Panero, poeta institucional franquista fallecido en 1962, idea que resulta a cada paso más prometedora y estimulante, impulsada sobre todo por la abrumadora cinegenia que sus deudos exhiben ante la cámara, de manera que el proyecto cobra una nueva dimensión y las trazas de un largometraje posible. Rodada entre el verano de 1974 y el invierno de 1975, es decir en rigurosa contemporaneidad con la agonía y muerte del dictador, la película fue estrenada, tras un concienzudo proceso de montaje, en septiembre de 1976, convertida de improviso en una elocuente radiografía de aquel trance histórico. Resuelta fundamentalmente a base de entrevistas, la fascinación que ejerce El desencanto se debe en gran parte a su dramatis personae, esa suerte de cuarteto tras la muerte que forman Felicidad Blanc, la viuda del poeta-patriarca fallecido, y sus tres vástagos, los estrambóticos letraheridos Juan Luis, Leopoldo María y Michi Panero. Haciendo gala de su respectivo verbo y de su singularísima manera de estar en el mundo, estas cuatro inimitables figuras desgranan frente a la cámara el desgarro individual y colectivo que atraviesa a esta familia de tan ejemplar apariencia, hasta componer un psicodrama edípico fuera del alcance del más versado de los guionistas. Comoquiera que sea, el mérito y la valía de este asteroide fílmico no residen solo en el tema (la turbia intrahistoria de los Panero) y en la actuación del cast (su impagable performance), aspectos que tratándose de un documental venían dados en buena medida por la realidad, sino en el sofisticado trabajo que el cineasta emprende


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