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Crónica- Adoptando a Dana/Helga

Adoptando a Dana/Helga

Valentina Hayashi Chávez

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“¿Quién decidió que la misión de Dana en esta vida era simplemente ser pie de monta de perros con pedigree en un criadero? ”

Abrimos la puerta y sus patitas viejas dieron los primeros pasos por la casa; se sintió una gran expectativa en el ambiente. ¿Qué pasaría?, ¿le gustaría su nuevo hogar?, ¿podría convivir con un lechón/perro, un gato que se cree bebé y una gata que pide amor las 24 horas del día? Ninguno en la familia sabíamos qué iba a pasar, pero estábamos seguros que íbamos a esforzarnos por que lo que pasara fuera algo positivo para Dana, que de ahora en adelante se llamaría Helga, aunque no creo que le importara el cambio de nombre, ni siquiera creo que sepa cómo se llama. Dana es una gran danés de 10 años, tiene unas patas kilométricas, una cara más grande que la mía, una mancha blanca en forma de corazón en el pecho y unos ojos verdes que transmiten mucho sufrimiento. Ella nació para una misión, como todas las personas y animales que vienen a este mundo, pero ¿quién decidió que la misión de Dana en esta vida era simplemente ser pie de monta de perros con pedigree en un criadero? Los cachorros serían vendidos a precios exorbitantes, solo porque según ellos eran de sangre más pura que los otros, los criollos. Esta perra estuvo 6 años teniendo innumerables partos cada vez que podía, una tras otra, generándoles felicidad a familias las cuales estarían encantadas de presumir cuánto gastaron en un perro de raza, el cual cuando creciera mucho y les fuera aburrido y estorboso simplemente lo echarían a la calle. En algún punto de su vida, la gran danés de ojos tristes dejó de funcionar, y por funcionar me refiero a que ya no tenía la misión que estas personas decidieron que tendría toda su vida. Dana ya no podía tener cachorros. Eran días y noches en la calle, acostumbrada a comer 3 veces al día, esta perra no sabia cómo moverse. Dana no estaba educada para sobrevivir en las banquetas. No sabía buscar comida por cuenta propia. El criadero que había sido su hogar y las personas que habían sido su familia la echaron simplemente porque dejó de servir, como cualquier otra máquina que usaran día a día. Después de meses de deambular por las calles, comien-

do de la basura y con un miedo que, por lógica, un ser de su tamaño no debería tener, Dana vio venir una mano, esta mano sería su salvación; o eso creía. La metieron en una jaula dentro de un coche. Este empezó a moverse. Escuchaba ladridos y olía a otros perros. Llegaron a su destino y este lugar era el antirrábico. Pensemos lo que es un antirrábico. Es un lugar lamentable, muy insalubre, el cual lo único que hace es ocultar a los perros callejeros. Nosotros pensamos que no hay porque ya no los vemos en la calle, sin embargo estos lugares están llenos de mascotas que mágicamente desaparecieron de nuestra vista.

El nuevo destino de Dana no pintaba nada bien ya que en los antirrábicos, después de varios días, los perros que no fueron encontrados por sus dueños o rescatados son puestos a dormir, o mejor dicho los sacrifican. Precisamente eso iba a sucederle a esta gran danés, después de una vida de ser usada como máquina su destino era morir por la decisión de personas que consideraban que era un estorbo. Pero el destino de Dana no logró cumplirse, ya que la asociación “Cambia un Destino” lo evitó. Rebeca Sánchez, cansada de la situación de estos animales, fue al antirrábico y rescató a cada uno de ellos; entre estos a Dana. Llegó a un lugar donde los perros corrían libremente, comían 3 veces al día y sorprendentemente eran amados no por lo que hacían sino por lo que eran. Después de dos semanas de vivir tranquila conviviendo con otros perros y recuperando el peso que perdió en las calles Dana salió a pasear, todo parecía habitual hasta que al llegar a la calle Tonalá, donde se encuentra la veterinaria de “Cambia un Destino”, vio a una familia esperando por ella; junto a Dana venía Rita, una cruza de pitbull y criollo; era lógico que cualquiera en su sano juicio escogería a la pitbull la cual era activa, cabía en muchos lados y especialmente era joven, tan solo 3 años. La historia era la obvia, Dana se quedaría en su ahora casa y Rita viviría una nueva vida. 10 manos se abalanzaron contra Dana. Siempre quisimos un perro grande y cuando nos dijeron que tenían a una gran danés en adopción no lo pensamos dos veces. Cuando llegó no pudimos de la emoción, todos nos fuimos contra ella, la abrazamos, le dimos besos, era hermosa. Nos explicaron que era una perra muy tranquila y que por lo tanto no tendría problemas en convivir con gatos, eso era lo único que nos preocupaba pero ya con eso fuera estábamos cien por ciento seguros de que queríamos a Dana como mascota.

Como requisito para la adopción, teníamos que estar la familia entera junta en la veterinaria, lo cual demuestra el compromiso y el acuerdo de que todos los integrantes quieren un perro nuevo, luego es la entrevista la cual es aproximadamente de 30 preguntas acerca de nuestro interés y los cuidados que le daremos a este perro. Después de la entrevista es la hora de conocer a la perra y si después de conocerla te convence entonces se agenda una cita para entregarla a la casa en intercambio de una donación para seguir ayudando a perros. El sábado llegó y mi papá llevaba desde la madrugada armando la casa de Helga, asi se llamaría ahora, ya teníamos todo preparado para la llegada de nuestro nuevo integrante. Ese día fue el primero de la vejez de Helga, cuando sintió lo que es un abrazo, una caricia, un bonche de besos, una cama caliente y muchas otras cosas que no llevan ninguna intención más que darle la bienvenida a una verdadera familia.