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Multiculturalismo, mayanización y futuro

W B’aqtun, O K’atun, T Tun Y Winäq, i Q’ij, q Q’anil, Q Mak Panq’än, Antigua Guatemala diciembre 2008

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Multiculturalismo y futuro en Guatemala

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Multiculturalismo y futuro en Guatemala

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Bastos Santiago. Comp.

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Multiculturalismo y futuro en Guatemala. Guatemala: FLACSO/OXFAM, 2008 280p.; 25.5 cm. ISBN: 978 - 99939 - 72 - 75 - 4 1. Multiculturalismo.-- 2. Pueblos indígenas.-- 3. Etnicidad.-4. Ladinos.-- 5. Identidad cultural.-- 6. Ciencias sociales.-7. Guatemala.-- 8. Ideologías étnicas.-- 9. Globalización.

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Se autoriza la reproducción total o parcial siempre y cuando se cite la

Diseño de portada: Editorial Junajpu sobre idea de Rosina Cazali. Pinturas originales: Serie Frijoles, Arturo Monroy Edición de los textos: Santiago Bastos Corrección de prueba: Santiago Bastos y Aura Cumes Diagramación: Editorial Junajpu

Las opiniones expresadas en este libro son responsabilidad única de cada uno/una de los/las autores/as. Esta publicación ha sido realizada gracias al apoyo de:

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CONTENIDO Introducción: multiculturalismo y futuro o en Guatemala Santiago Bastos

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Multiculturalidad y Pueblos Indígenas El discurso intercultural ante el paradigma de la diversidad: estructuraciones subyacentes y migraciones discursivas del multiculturalismo contemporáneo Gunther Dietz y Laura Selene Mateos Los derechos de los pueblos indígenas: desafíos y problemas Rodolfo Stavenhagen

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Multiculturalidad y futuro en Guatemala Entre la multiculturalización y las reivindicaciones identitarias: construyendo ciudadanía étnica y autoridad indígena en Guatemala. Rachel Sieder

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Multiculturalismo, mayanización y política pública Ramón González Ponciano

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Disciplinando al subalterno. Vínculos de violencia y de gobierno en Guatemala Edgar Esquit

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El multiculturalismo neoliberal y los Pueblos Indígenas en Guatemala. El futuro de Guatemala como sociedad multiétnica. Irma Alicia Velásquez

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El rol de las emociones en las identidades narrativas de los grupos e individuos en desplazamiento. Isabel Rodas

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Investigación social y Pueblos Indígenas Investigación social y Pueblos Indígenas ¿en dónde estamos, de dónde venimos y hacia dónde parece que vamos? Xochitl Leyva

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La antropología comprometida en transición. Charles Hale

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La presencia subalterna en la investigación social: reflexiones a partir de una experiencia de trabajo. Aura Cumes

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Anexo: Autores y autoras de este libro

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Investigación Social y Pueblos Indígenas: ¿en dónde estamos, de dónde venimos y hacia dónde parece que vamos? Xochitl Leyva Solano

1 Introducción En el volumen 1 de la serie titulada “Mayanización y vida cotidiana. La ideología multicultural en la sociedad guatemalteca,” Santiago Bastos y Aura Cumes nos explican los objetivos de la investigación colectiva que coordinaron. Nos dicen:

… nos propusimos… saber cómo diversos sectores de la sociedad guatemalteca están recibiendo, viviendo, dando sentido y recreando todo el discurso y la ideología multiculturales que se les presenta como alternativa para entender la diferencia étnica en la que viven y cómo se refleja en su identidad, relaciones y formas de entender la diferencia (Bastos y Cumes 2007: 21).

En ese mismo capítulo, los coordinadores nos explican el por qué de esta investigación y el cómo se llevó a cabo. Respecto al por qué nos dicen que todo empezó entre 2000 y 2002, ante una crisis el Movimiento Maya. Entonces algunos de los líderes mayas se preguntaron “¿cómo recuperar el contacto político con las bases?” Los antropólogos que venían trabajando con algunas organizaciones parte de ese movimiento, propusieron estudiar “¿cómo interpretaba la gente lo étnico? y ¿cómo interpretaba la acción que se estaba desarrollando desde ‘lo maya’?” (Cumes 2005: 16). De ahí sugieron los primeros libros y las primeras ideas que sustentaron el actual trabajo de investigación, sin embargo

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Bastos y Cumes nos aclaran que en aquel primer proyecto se tenía a los y las activistas mayas como los principales interlocutores, mientras que en el proyecto de “Mayanización y vida cotidiana” se apostó por la pluralidad de visiones y por el diálogo, en el sentido de integrar al estudio a los muchos y muy diversos actores e instituciones interesadas en la dimensión étnica y el cambio social así como en la lucha contra el racismo y la difusión del propio discurso multicultural. Ahora bien respecto al ¿cómo? los coordinadores afirman que el interés del proyecto “Mayanización y vida cotidiana” fue mostrar la complejidad de los procesos sociales, para ello, se buscó una comunicación continua y directa con los diversos actores sociales y políticos involucrados en la creación y reproducción de la ideología multicultural en Guatemala. Se partió de la elaboración de etnografías y se privilegió el ir compartiendo los avances de la investigación con todos aquellos interesados y participantes en la misma. Así se elaboraron diez y ocho etnografías y se llevaron a cabo nueve encuentros de discusión, quince talleres locales, cinco regionales y cinco nacionales. Metodología que, agregan Bastos y Cumes, permitió buscar “la creación de formas nuevas de relación entre investigación y acción política, rompiendo el aislamiento entre los dos ámbitos pero respetando la especificidad y riqueza de cada uno para asegurar resultados óptimos” (Bastos y Cumes 2007: 12, cursivas mías). Y es aquí donde quiero detenerme. Detenerme en uno de los asuntos que me parece central, y es el de la creación de formas nuevas de relación entre la investigación social-académica-científica y la acción política. A la forma que esta búsqueda tomó en el proyecto de “Mayanización y vida cotidiana” los coordinadores le llamaron “trabajo colaborativo” o “investigación colaborativa” en cuanto que diferentes actores sociales laboraron juntos para llevar acabo la investigación que buscó ser de utilidad para todos los involucrados y no sólo para la academia (sic).

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Colaborativo proviene del latín collaboraborare que según el diccionario de la lengua española significa: “trabajar con otra u otras personas en la realización de una obra.” Tomado de http://buscon.rae.es/draeI/ SrvltGUIBusUsual?TIPO_HTML=2&TIPO_BUS=3&LEMA=colaborar.

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Los coordinadores afirman que entre las premisas básicas y distintivas de su trabajo colaborativo estuvieron: 1) el de llevar a cabo desde el principio, una investigación con abierta y manifiesta “vocación política,” es decir, fue una investigación que “surgió y se desarrolló en un contexto político concreto que quiso colaborar a transformar” (Bastos y Cumes 2007: 47). 2) Se trató de una investigación que contó con un equipo diverso en experiencias profesionales, adscripciones étnicas y posiciones políticas e ideológicas. 3) Fue una investigación en la que se buscó promover el debate y el diálogo permanente entre activistas, académicos, miembros de instituciones de gobierno y de la cooperación internacional, con el objeto de fomentar en Guatemala lo que los coordinadores llamaron: “una cultura de diálogo.” La dimensión política manifiesta y asumida desde el principio de la investigación, del propio tema investigado y de todos los involucrados, conllevó, nos dicen los coordinadores, a la irrupción permanente de tensiones que se presentaron a lo largo de todo el proceso de producción y circulación del conocimiento. Tensiones que incluso los coordinadores nos comparten y nos permiten leer a detalle en el CD anexo que acompaña los cuatro libros productos de la investigación. Antes de cerrar esta Introducción cabe mencionar que el presente capítulo surge a raíz de la invitación que los coordinadores de la investigación me hicieron para participar en el Seminario Internacional “El futuro de Guatemala como sociedad multiétnica.” Ellos en especial me pidieron que reflexionara acerca de las cuestiones epistémicas de la relación investigación social-pueblos indígenas y que llevara a cabo una lectura externa y comparativa del citado proyecto de cara a otras investigaciones propias y ajenas. Para cumplir la misión decidí primero poner el proyecto de “Mayanización y vida cotidiana” en una perspectiva más amplia, para ello en la primera parte de este capítulo me detendré a pensar cuáles son las razones históricas, sistémicas, epistémicas y estructurales que generan tantas tensiones en la relación entre acción política e investigación social. En particular me referiré al debate que opone

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“neutralidad y objetividad” a conocimiento situado. En la segunda parte haré un breve recorrido histórico en torno a cómo y quiénes han discutido y enfrentado en la práctica el asunto de la utilidad y capacidad transformadora (y emancipadora) de las ciencias sociales. En la tercera parte leeré el proyecto de “Mayanización” de cara a las redes alternativas de producción de conocimiento y a la investigación descolonizada y activista. Y finalmente, en las conclusiones, trataré de señalar hacia dónde parece que vamos y qué retos colectivos parece que enfrentamos si continuamos empeñados en transformar y subertir las formas hegemónicas y más comunes de relación entre la investigación social y la acción política de los pueblos indígenas.

2 Capitalismo y geopolítica del conocimiento Uno podría preguntarse ¿por qué el intento de creación de nuevas formas de relación entre la investigación social y la acción política genera tantas tensiones, dudas y retos? Retos, dudas y tensiones que como dije antes, no son exclusivas del proyecto “Mayanización y vida cotidiana” sino que aparecen en todos aquellos proyectos de investigación que de una u otra forma comparten similares objetivos espistémicos y metodológicos. Varios autores nos han ya explicado las razones históricas, sistémicas, epistémicas y estructurales de esas tensiones (cfr. Mignolo 2001, 2002; Walsh 2002; Restrepo y Escobar 2004, Ribeiro y Escobar 2006; Wallerstein 2002, 2004ª, 2006b). En parte dichas razones nos remiten al paralelismo entre la historia del capitalismo y la constitución de una epistemología localizada en Occidente y la modernidad. Epistemología geohistórica y políticamente situada que apunta hacia una ordenación espacio-temporal del conocimiento (Mignolo 2001). Veamos.

2.1 “Neutralidad-objetividad” versus conocimiento situado Declarar de entrada una “vocación política” en nuestros proyectos de investigación nos enfrenta, por lo general, a fuertes críticas, ello no es casual sino tiene que ver con un viejo debate. A pesar de que la hegemonía del positivismo en las ciencias sociales parece estar muy

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lejos localizado en el siglo XIX, en muchos contextos sigue pesando mucho lo que Boaventura Souza Santos llama “la razón indolente” así como la idea de la necesaria total separación de la política y la ciencia para lograr neutralidad. Neutralidad entendida como la única garantía para alcanzar “objetividad científica” y para producir “verdadero” conocimiento científico. Dichas premisas de alguna forma continúan vigentes a pesar de que han sido fuertemente retadas por:

… teóricos críticos de la raza, feministas, teóricos postcoloniales, postmodernos, postmodernos de oposición así como por constructores del pensamiento crítico descolonial (Fanon 1963, Mignolo 2006 a y b, Quijano 2001, Maldonado-Torres 2006) y del análisis de los sistemamundo (Asad 1973, Gough 1968, Said 1978, Santos 2005, Wallerstein 2002, 2004 a y b, 2006b)… Otros autores más han mostrado que el mito de la objetividad ha servido para encubrir los efectos de nuestras representaciones (cfr. Price 2000, Wolf y Jorgeson 1970, Leyva y Speed 2008: 70).

El binomio neutralidad-objetividad científica ha sido severamente cuestionado dado que todos tenemos un posicionamiento social y ésto afecta inevitablemente nuestro análisis. De hecho:

…las feministas dejaron claro que nuestras representaciones son productos de nuestro propio posicionamiento social frente a quienes representamos (Haraway 1988, Hooks 1995, Minh-ha 1989, Moraga y Anzaldúa 2002)… La afirmación de que los conocimientos son y están situados (Haraway 1988) presupone pues que no existe una sola verdad ahí esperando a ser descubierta por el observador imparcial a la vez que supone que todo conocimiento es parcial y contingente. De hecho la existencia de una ‘única verdad’ conocible sobre culturas humanas diversas ha sido también abiertamente disputada (Berreman 1981, Santos 2005, Díaz Polanco 2006, en Leyva y Speed 2008: 71).

Pero entonces cabe preguntarse si las premisas del conocimiento situado están difundidas y aceptadas por un número importante de

Boaventura Souza Santos (2005) afirma que las ciencias sociales convencionales representan más bien los problemas epistémicos a los que nos enfrentamos y no la vía de solución en este momento de crisis del sistema mundo capitalista. En gran parte ello es debido a la “racionalidad indolente” sobre la que se construyeron las ciencias sociales; indolencia que se traduce en la ocultación, marginación y desperdicio de muchas experiencias creativas que se dan en nuestro mundo. Así es como Boaventura de Santos se autodefine (2005: 11).

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académicos ¿por qué siguen existiendo las tensiones en la relación entre investigación social y acción política? De hecho si seguimos el razonamiento de Immanuel Wallerstein (2002, 2004a, 2006b) podemos encontrar más explicaciones históricas y sistémicas que nos ayudan a entender los orígenes de dichas tensiones, pero antes de continuar valdría la pena afirmar que no nos estamos refiriendo a cualquier tensión sino a aquella surgida en la relación entre investigación académica y la acción política emanada desde las contrahegemonías, las subalternidades, los movimientos sociales, los movimientos políticos, anti-neoliberales, anti-capitalistas y anti-sistémicos. Es importane señalar ésto porque nos acota y precisa el campo y la naturaleza de las tensiones.

2.2 Orígenes históricos y sistémicos de las tensiones Para Wallerstein es lugar común señalar la vinculación entre el ascenso mundial capitalista y el desarrollo de la ciencia y la tecnología. En ese sentido se puede decir que la ciencia moderna es hija del capitalismo y siempre ha dependido de él. Con la revolución francesa de 1789 se dieron cambios importantes en el sistema mundo modeno capitalista, entre ellos, el establecimiento de una geocultura viable y durable, una de cuyas consecuencias fue la institucionalización de las llamadas ciencias sociales. Éstas tuvieron por misión “desarrollar un conocimiento sistemático y secular acerca de la realidad, con algún tipo de validación empírica” (Wallerstein 2006b: 97), en contraposición al obscurantismo clerical de la Edad Media y a la Filosofía que se clasificaba como “especulativa.” Wallerstein (2002, 2006b) en su estudio del sistema mundo moderno capitalista nos va mostrando cómo los poderosos han usado las ciencias sociales para justificar su dominio y mantener su poder. Nos habla, por ejemplo, del ascenso de las academias reales en el siglo XVII y XVIII y de la creación por Napoleón de las “Grandes Ecoles.” De cómo a finales del siglo XVIII y comienzos del XIX, se dio una estrecha relación entre las necesidades de conocimiento del Estado moderno y el resurgimiento de las universidades; convirtiéndose estas últimas en

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la principal sede institucional para la creación de conocimiento. Pero tampoco hay que olvidar que la institucionalización de las ciencias sociales tuvo lugar en el momento en que Europa confirmaba su dominio “civilizatorio” sobre el resto del mundo y Estados Unidos, después de la segunda guerra mundial, construía su imperio. En ese sentido colonialismo, imperialismo y estadocentrismo sin duda que han sostenido y dado dirección al desarrollo de las ciencias sociales. Estas han sido institucionalizadas sobre todo en universidades, centros de investigación universitarios y estatales (es decir, pertenecientes a los Estado-nación modernos). Un aspecto más que Wallerstein (2002: 169) refiere es la vinculación entre la ideología liberal (sobre todo se refiere a los liberales en el poder desde el siglo XIX) y la ciencia social. Esta vinculación dice Wallerstein ha sido posible porque liberales y ciencias sociales se basan en la misma premisa: “la certeza de la perfectibilidad humana con base en la capacidad de manipular las relaciones sociales, a condición de que ésto se hiciera en forma científica, es decir, racionalmente” (cursivas mías). Premisas que ambos incluyeron en la construcción de sus estructuras institucionales y sin las cuales, ninguno de los dos, hubiera podido existir. Podríamos decir en términos generales que muchos de los actores pertenecientes al campo de los movimientos sociales, antisistémicos, contrahegemónicos y subalternos que surgen en contraposición o en los márgenes del sistema, son quienes nos recuerdan enfáticamente la naturaleza sistémica de las ciencias sociales, en el sentido de haber contribuido y de aún contribuir a aceitar el sistema mundo moderno capitalista. Desde ahí se construyen conceptos como el de la “clase académica” o el de “sistema académico,” no de manera casual sino como crítica radical a las ciencias sociales, académicas y académicos institucionalizados, a quienes se concibe como parte de una élite que vive y produce antes que nada para la propia academia y está básicamente alejada de las necesidades y urgencias de la gente de a pie. Al respecto y en el marco del 2do Encuentro Nacional parte del proyecto “Mayanización…”, la comentarista invitada Irma Otzoy señaló que profesionistas que trabajan en el mundo del desarrollo

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humano consideran “a los y las académicas como personas que jamás aterrizan y no trabajan por la gente.” A lo cual agregó que a ellos mismos se les ve como “coadyuvantes de un sistema y de una ideología que apaña intereses mundiales del poder…” (Otzoy 2005: 5). La perspectiva sistémica de Wallerstein nos permite alcanzar una visión holística e histórica muy importante, a la cual vale agregar que hoy, a principios del siglo XXI, en los intersticios surgidos de la convergencia entre academias otras, activismos flexibles, movimientos indígenas y movimientos antisistémicos están surgiendo, nuevas relaciones que nos permiten afirmar que están en marcha nuevos procesos de producción de conocimiento, conocimiento que ya no puede ser etiquetado solo como activista o sólo como académico o sólo como producto de los movimientos sociales (Casas-Cortés, Osterweil y Powell 2007). En esos nuevos espacios se está produciendo conocimientos-otros y una reflexión epistémica colectiva sobre el propio proceso de producción de conocimiento con el fin de construir otro tipo de poder y de política (y por supuesto otro tipo de ciencias sociales). La reflexión epistémica que se está dando, cuenta con la amplia participación de estudiantes universitarios y de académicos comprometidos con las luchas sociales (sobre todo con las luchas indígenas, feministas y antineoliberales). Asunto que nos recuerda y nos obliga a señalar que han sido también de las universidades, de las academias y de las ciencias sociales de donde han emergido aguerridos activistas y emanado severas críticas contra el sistema mundo moderno capitalista, veáse el caso del propio Immanuel Wallerstein o de muchos de los pensadores críticos latinoamericanos, cuyos aportes intelectuales han sido claves para el desarrollo de nuestras luchas sociales, movimientos y redes políticas. Sin duda que academias, universidades, ciencias sociales e investigación social han servido al poder y a los poderosos, pero también parte de esos estudiantes universitarios, científicos sociales, académicos e investigadores sociales han contribuido grandemente al surgimiento de las ideas y las prácticas de oposición, contrahegemónicas y antisistémicas o como dijera Walter Mignolo (2001: 16-17):

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No sólo el capitalismo se expandió paulatinamente en todo el planeta, sino a medida que lo hacía, con el capital iban juntos formas de pensamiento tanto de análisis y justificación como de crítica, por ejemplo en los siglos XV y XVI el Cristianismo impuso formas de pensar y no sólo de creer… A partir de finales del siglo XVIII y durante el siglo XIX, las nuevas formas de imperialismo fueron acompañadas por la secularización, pero al mismo tiempo, por la complicidad entre evangelización y misión civilizatoria…

Es el mismo Walter Mignolo quien apunta que Immanuel Wallerstein nos muestra que las ciencias sociales fueron compañeras del imperio pero es también Wallerstein, agrega el propio Mignolo, quien sugiere que “su transformación las puede purgar de las culpas de nacimiento… asegurándose que sean críticas del imperio (hoy de la globalización) y que no estén a su servicio suministrando conocimiento de ‘como son las cosas’ sin preguntarse por el ‘qué y el por qué…’ (Mignolo 2001: 38). Al respecto argumenta Wallerstein (2004a) que es necesario impensar las ciencias sociales porque muchas de sus suposiciones le parecen que son “engañosas” y “constrictivas” y para colmo, están demasiado arraigadas en nuestra mentalidad. Y es desde ahí desde donde se puede pensar el sentido geopolítico y estratégico del proyecto de “Mayanización y vida cotidiana” a través de hacer un breve recorrido histórico que muestre quiénes otros se han preguntado y trabajado la relación entre investigación social y acción política.

3 Utilidad y práctica transformadora de las ciencias sociales Cuando los coordinadores de esta serie de libros nos dicen: “nuestra investigación… surgió y se desarrolló en un contexto político concreto que quiso colaborar a transformar,” nos viene a la mente Carlos Marx, Immanuel Wallerstein y un sinúmero de estudiosos y estudiosas sociales que desde el siglo XIX se han preguntado por el sentido de utilidad y la práctica transformadora y emancipadora de las ciencias sociales. A esa larga lista de autores y corrientes hay que, guardando las debidas diferencias y proporciones, agregar el mismo proyecto de

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“Mayanización y vida cotidiana.” Como decíamos podríamos empezar dicha lista:

… desde que Carlos Marx cuestionara el carácter exclusivamente reflexivo de la filosofía al señalar en la onceava tesis de Feurbach que los filósofos se han dedicado sólo a entender el mundo, y que de lo que se trata es de transformarlo. La interrogante ¿conocimiento para qué y para quienes? ha estado en el centro del debate de las ciencias sociales… En 1939 el sociólogo norteamericano Robert Lynd cuestionó en su clásico libro Knowledge for what? la inutilidad de unas ciencias sociales que construyen sus problemas de investigación en respuesta sólo a las preocupaciones teóricas que surgen del desarrollo de la disciplina… En medio de la guerra fría, Wright Mills se atrevió a señalar que `En el mundo de hoy no basta con ser académicos; uno debe de estar lo suficientemente preocupado por el mundo y tener la suficiente rabia para gritar. No basta con entender el mundo, uno debe de intentar cambiarlo’ (Mills 1956:84 citado en Hernández Castillo 2006: 1).

Para esas mismas fechas, mediados del siglo XX, el antillano Frantz Fanon (1968 [1952], 1965 [1959], 1963 [1961]) abrió un camino de práctica y reflexión descolonial al tratar las diferencias coloniales como punto de partida y al hacer visible lo que se había mantenido invisible o marginal. De esa manera Fanon, por ejemplo, obligó a mirar de manera profunda cómo funcionaban las categorías de la condenación (e.g negro, judío, musulmán, etcétera) en el sistema mundo moderno/ colonial (Maldonado-Torres 2006, Leyva y Speed 2008).

Ya en los (19)70 se dieron otras propuestas metodológicas para llevar acabo un trabajo riguroso a la vez que comprometido política y éticamente hablando. Entre ellas podríamos mencionar la metodología de educación popular del brasileño Paolo Freire (1970), misma que respondía en parte a los tempranos llamados de Frantz Fanon (1963 [1961]) de proveer a las poblaciones nativas de una educación anticolonial (Leyva y Speed 2008: 67).

Al mismo tiempo el antropólogo mexicano Rodolfo Stavenhagen (1971) expresaba en la 13va Conferencia Anual de la Sociedad de Antropología Aplicada su oposición a aquellos que abogaban por la existencia de una ciencia social “libre de valores” ya que para él era

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claro que “cierta orientación ideológica es inseparable” de nuestra práctica profesional. Desde entonces Stavenhagen (1971: 334) abogaba por el desarrollo de una “ciencia social crítica y comprometida” que no fuera neutral con respecto a los grandes problemas políticos e ideológicos que condicionaban el marco dentro del cual los científicos sociales ejercían su profesión.

Otra respuesta académica con compromiso político en beneficio de los grupos y las clases explotadas fue el trabajo del sociólogo colombiano Orlando Fals Borda (1986a y b, 1987) quien fue fundador de la metodología llamada Investigación Acción Participativa (IAP) con la que se propuso ir más allá de conocer las comunidades y sus necesidades y aspiró a transformar su realidad social. Para Fals Borda, como para Fanon y Freire, la educación popular es básica para fomentar cambios sociales desde abajo. Por ello es que Fals Borda, en un trabajo sobre las comunidades de la costa de Colombia, redactó dos versiones de los resultados, uno para un público académico y otro para los cuadros de educación popular. Este último texto tenía como fin contribuir al proceso de “concientización política” de dichas comunidades, pretendía fortalecer “la capacidad de los grupos populares, explotados social y económicamente… de tal manera que pudieran volverse protagonistas en el avance de sus propias sociedades y en defensa de sus intereses” (Fals Borda 1987: 330). Fals Borda propuso e introdujo reorientaciones que pretendían integrar conocimientos académicos y populares al punto de buscar crear una revolución científica (Leyva y Speed 2008: 68).

Desde los Estados Unidos, antropólogos estudiosos de América Latina también forjaron propuestas de compromiso con los pueblos con los cuales trabajaban. Una de las más conocidas es Cultural Survival (Sobrevivencia Cultural), organización fundada por el antropólogo de Harvard David Maybury-Lewis. Su objetivo era (es) “defender los derechos humanos y la autonomía cultural de los pueblos indígenas y de las minorías étnicas oprimidas” (Cultural Survival 2005). El modelo de Cultural Survival sigue vigente y aunque es relativamente minoritario tiene fuerte presencia dentro de la antropología norteamericana a pesar de que algunos lo han calificado de paternalista y le han criticado el centrarse principalmente en América del Sur (Leyva y Speed 2008: 69).

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Otras propuestas a favor de una antropología pro-liberación, se dieron a través de la llamada lucha política activa (Gordon 1991) y de una antropología militante, comprometida moral y políticamente (Scheper Hughes 1995). Dentro de la academia estadounidense también ha sido importante la metodología investigación acción participativa (llamado PAR por sus siglas en inglés Participatory Action Research). Aunque la PAR ha sido utilizada en varias disciplinas, dentro de la antropología y la sociología está especialmente asociada con el trabajo de Davyyd Greenwood y otros estudiosos de la universidad de Cornell (Greenwood y Levin 1998). En la versión estadounidense esta metodología tal vez tiene menos radicalidad, sin embargo, comparte con su par latinoamericana el rechazo a la investigacion tradicional extractiva y en su lugar promueve una investigacion con y para los sujetos locales. La PAR también se basa en modelos de educación popular freireana, en ellos, los investigadores y la comunidad conjuntamente identifican los problemas, toman las acciones necesarias, evalúan el proceso y reinician acciones. Lo importante para los seguidores de esta metodología es tener un proceso continuo de acción y reflexión (Leyva y Speed 2008: 69).

Aída Hernández (2006) en su ponencia presentada en la Conferencia Anual de la Asociación Americana de Antropología (AAA) comenta que aunque en mucho los debates en torno a la utilidad y el compromiso de la antropología se parecen y son hasta cierto punto cíclicos, no son todos lo mismo, por el contrario, se pueden detectar entre ellos diferencias importantes sobre todo en lo que se refiere a las conceptualizaciones del poder y en torno a la existencia de una “verdad histórica.” Respecto a este último punto Aída Hernández agrega que frente a los antropólogos marxistas que promovían la investigación-acción (en los años 70 y 80) hoy la investigación crítica dialógica practicada por varias feministas académicas parte de reconocer la parcialidad de nuestras perspectivas, la perspectiva de género culturalmente situada, la multiplicidad de posiciones del sujeto (con el que colaboramos) y las limitaciones con que cuentan nuestros propios conocimientos situados. Ello marca una distancia y una diferencia importante con aquellos practicantes de la investigación participativa en donde “el intelectual podía despertar la conciencia de los oprimidos” (Hernández Castillo

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2006: 9); acción que la autora califica como paternalista y etnocéntica sin dejar de reconocer los aportes que dichos investigadores nos legaron. Finalmente Aída Hernández (2006: 9) cierra diciendo que hoy la construcción de una investigación socialmente comprometida no puede ser reducida a “tomar partido con el pueblo y los marginados, en contra de los explotadores” mas bien, el reto que tenemos –dicees ¿cómo construir una agenda común de intereses que surja de una relación dialógica y crítica con los sujetos que colaboramos yendo más allá de las representaciones homogeneizadoras y armónicas de los subalternos? Respecto a esto último en el 7mo Encuentro Nacional del proyecto de “Mayanización…,” Aura Cumes, co-coordinadora del mismo, destacó que aunque los investigadores mayas miembros del proyecto tuvieron todos un posicionamiento político, éste no era homogéneo, por el contrario era sumamente diverso, producto de cada situación histórica y personal particular. El reto entonces fue lograr desde sus diferentes posicionalidades diálogos constructivos entre ellos (Cumes 2006).

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El proyecto “Mayanización”: geopolítica del conocimiento, redes alternativas e investigación colaborativa

Como ya hemos mencionado, el conocimiento no es abstracto y des-localizado por el contrario la producción del conocimiento está marcada geo-históricamente y además tiene un valor y un lugar de origen (Mignolo 2001). Desde esa perspectiva podemos decir y mostraremos en seguida, cómo y por qué el proyecto de “Mayanización y vida cotidiana” puede ser considerado como parte de las producciones que emanan de las redes alternativas ex-céntricas y de aquellas que buscan, a su modo, la descolonización de las ciencias sociales. Como vimos brevemente en el apartado II dicha búsqueda se ha dado bajo muchas formas y en diferentes tiempos y espacios pero en todos los casos (incluso en el proyecto de “Mayanización…”) la preocupación común ha sido ¿cómo construir unas ciencias sociales útiles para los propios sujetos? He ahí la coincidencia que resulta clave.

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4.1 El proyecto “Mayanización…”¿parte de las redes alternativas ex-céntricas? El trabajo interdisciplinario del equipo de “Mayanización” y su interés en involucrar en la investigación la mayor cantidad de actores sociales que reciben y recrean el discurso y la ideología multicultural, nos recuerda de cierta manera (reconociendo las debidas diferencias) el trabajo de Arturo Escobar y Dorothy Holland, profesores investigadores del departamento de antropología de la Universidad de Carolina del Norte (campus Chapel Hill). Escobar y Holland formaron en 2005 el Centro para la Integración de la Investigación y la Acción (CIRA). En dicho Centro, profesores y estudiantes de posgrado se reunieron con diferentes agentes locales de cambio comunitario con la finalidad de producir colaborativamente conocimiento así como para avanzar en la transformación de sus prácticas académicas institucionalizadas (Planning Conference Agenda 2005). Con la metodología colaborativa implementada en el CIRA se buscaba promover el cambio social positivo en beneficio primeramente de la sociedad civil de “The Triangle” (“El Triángulo”), es decir, del área geoeconómica formada por la población que habita Chapel Hill, Duke y Durham. Un planteamiento como el del CIRA se sostiene en postulados epistémicos como los desarrollados por la Red de Antropologías del Mundo (RAM) de la que el mismo Arturo Escobar es parte y miembro fundador (Restrepo y Escobar 2004, Ribeiro y Escobar 2006, Ribeiro 2006, Narozky 2005). Los miembros de la Red de Antropologías del Mundo señalan respecto a sus metas y objetivos:

… imaginamos la RAM como un entramado de discusión e intervención sobre las heterogeneidades de las antropologías mundialmente y las geopolíticas de conocimiento implicadas en su producción. La RAM se propone contribuir a transformar las actuales condiciones y circuitos de conversabilidad entre los antropólogos/as en el mundo reconociendo

El comité organizador de esta iniciativa además de contar con Arturo Escobar y Dorothy Holland incluía a otros profesores tales como James Peacock, Charles Price y Peter Redfield así como a las estudiantes de posgrado Gretchen Fox y Dana Powell. Eran profesores y estudiantes de antropología, geografía y estudios de la comunicación. Por “agentes de cambio comunitario” se refieren a activistas de base, líderes indígenas, miembros de micro-empresas sociales, de colectivos y de organismos no gubernamentales (Planning Conference Agenda 2005).

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la pluralidad de posiciones y las relaciones de poder que subyacen a las diversas locaciones. No es una celebración del multiculturalismo al interior de la antropología, no es el ‘descubrimiento’ de la diferencia al interior de la antropología. Antes bien, es la problematización de los mecanismos sobre los que se normalizan y naturalizan ciertas modalidades y tradiciones antropológicas desempoderando otras antropologías y antropologías de otro modo… (ver http://www.ramwan.net/html/home_e.htm)

De manera simplista alguien podría llegar a pensar que CIRA por localizarse en los Estados Unidos de Norteamérica es automáticamente parte de las redes académicas hegemónicas céntricas localizadas en mucho en Gran Bretaña, Francia o Estados Unidos, pero como muchos saben dentro de la propia academia norteamericana existen núcleos críticos de esa hegemonía (como CIRA) que se vuelven referentes obligados para los miembros de las redes de producción de conocimiento ex-céntricas en donde nos ubicamos muchos latinoamericanos y latinoamericanistas. Sin duda que el proyecto de “Mayanización y vida cotidiana” es parte de esas segundas redes, no tanto por localizarse en Guatemala sino sobre todo por plantearse contribuir a transformar las actuales condiciones y circuitos de conversabilidad entre los científicos sociales y con sus contrapartes a la vez que se reconoce de entrada la pluralidad de posiciones y las relaciones de poder que subyacen a las diversas locaciones de enunciación y de producción de conocimiento. Al respecto, en la Introducción los coordinadores de “Mayanización…” nos dejan claro que en Guatemala las investigaciones académicas no gozan de condiciones materiales para realizarse, por el contrario, nos dicen, en mucho dependen de los financiadores externos sobre todo de la cooperación internacional. Las condiciones materiales de producción de conocimiento académico en Guatemala sin duda contrasta grandemente con México

En el Seminario Internacional “El futuro de Guatemala como sociedad multiétnica” organizado por el proyecto “Mayanización…” y celebrado el 27 de febrero de 2008 en la ciudad de Antigua Guatemala, Gunther Dietz, uno de los ponentes invitados, señaló que debemos ser menos ingenuos en relación a nuestros Estados y a la propia cooperación internacional. Respecto a ésta última apuntó que tenemos que estar claros que se trata de un actor social central que trae consigo la ideología multicultural. Ideología que viene desde fuera, que no es autóctona, lo cual a él le genera cierta sospecha post-colonial.

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en donde a pesar del bajo presupuesto gubernamental destinado para la educación superior y la investigación (menos de la mitad del 1% del PIB), esta última ésta principalmente financiada por el propio Estado a través de diferentes instituciones y programas de gobierno. Pero a pesar de que en Guatemala no es así, sin duda que con tantos años de investigación antropológica, los guatemaltecos de a pie tienen muy clara la lógica institucional académica que los ha tratado por muchos años como mera “materia prima” u “objeto de estudio.” Al respecto los coordinadores de “Mayanización…” señalan el “descrédito de la antropología” en Guatemala al menos en el campo de los estudios sobre las luchas indígenas. Ese descrédito genera un rechazo y una crítica profunda que, como veremos en el apartado 3.3 nos remite a otras redes, a las redes de los intelectuales, líderes, movimientos y organizaciones indígenas que cuestionan de raíz nuestro quehacer y que ven nuestros avances como reales pero a la vez muy limitados (léase por ejemplo en el CD producto de esta investigación el comentario de Irma Alicia Velásquez Nimatuj 2006).

4.2 Relaciones de poder, relaciones interétnicas y cultura de diálogo Si seguimos a pie juntillas la propuesta de la RAM uno se podría preguntar ¿qué juegos de poder se dieron en la producción, circulación y consumo del conocimiento creado por el proyecto de “Mayanización…”? Sobre todo pensando que se trató de un equipo interdisciplinario y que en sí la existencia de las propias “disciplinas” nos evidencian parte del proceso de normalización e institucionalización de las ciencias sociales (cfr. Wallerstrein 2004a) ¿Hasta dónde pesó ello en el proyecto? Pero aún más ¿cuáles fueron las relaciones de poder dadas entre mayas, mestizos y extranjeros o entre géneros? En los materiales publicados tenemos reflexiones puntuales escritas en torno a estos asuntos pero quizá los debates más explícito en relación a la investigación y la perspectiva de género provienen de las ponentes invitadas a los Encuentros. Tal es el caso de la ponencia de Diana García (2006) presentada en el 8vo Encuentro Nacional quien señaló que aunque el proyecto no partió de los postulados de

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la teoría feminista si perfiló, entre otras, las categorías de género y la generacional como algunas de las “variables claves” a ser trabajadas en las etnografías. Pero a pesar de ello el proyecto no logró constituirse en garante del claro reconocimiento de las mujeres como ”sujetas activas, con capacidad historica de crear y recrear discursos e ideologias como estaba previsto” (Bastos y Cumes 2004: 3), de ahí que las categorías utilizadas fueron naturalizadas en términos masculinos permitiendo ello constatar “el enfoque androcéntrico con el cual todavía se sigue construyendo el conocimiento” (cfr. García 2006: 3). En cuanto a las relaciones de poder y étnicas dentro del proyecto, Aura Cumes destacó en el Seminario Internacional celebrado el 27 de febrero de 2008 lo importante que resulta que en Guatemala cada vez mas mayas y más mujeres arriben al campo de la investigación social; campo que ha estado tradicionalmente en manos de hombres blancos. Al mismo tiempo Cumes señaló cómo para mucha gente su papel de co-coordinadora fue muchas veces negado o irrelevante, ello era evidente al ver cómo muchos se dirigían al coordinador hombre blanco en vez de a ella mujer kaqchikel. Ello le parece –nos dijo- una muestra clara del racismo y del sexismo que aún impera en nuestras sociedades. Como todos sabemos las relaciones interculturales y las relaciones interétnicas muchas veces no son simples “encuentros entre culturas y/o etnias” sino verdaderos nichos para que florezcan los conflictos interétnicos que llevan consigo fuertes dosis de juegos de verdad y de poder. Todo ésto lo podríamos pensar a la luz de las propias cifras derivadas de la composición del proyecto, por ejemplo, 78% de los miembros del equipo eran investigadores no mayas frente a un 22% de investigadores mayas, 67% eran hombres frente a un 33% de mujeres investigadoras. Sin duda que estas cifras nos pueden ayudar a pensar en ciertas dinámicas internas que influyeron en la producción del conocimiento así como el hecho significativo de que 74% de los investigadores eran nacionales frente a sólo un 26% de investigadores extranjeros. No quiero aventurar interpretaciones simplistas sólo invitarles a pensar en estos aspectos claves para la producción del conocimiento en general y colaborativo en particular.

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Ahora bien, en varias partes de la Introducción, los coordinadores enfatizan que uno de sus principales objetivos fue contribuir a la construcción de una “cultura de diálogo” en donde participaran todas las voces posibles y todos los involucrados en el tema. Entendemos la relevancia del objetivo en el marco de la sociedad guatemalteca pos guerra y posfirma de los Acuerdos de Paz, es decir, en una sociedad presa de la violencia (estructural y coyuntural) y sometida a las lógicas económicas del sistema mundo moderno capitalista. Visto desde Chiapas y México, la sola posibilidad de plantearse tal objetivo, nos habla de que en Guatemala existe interés y condiciones mínimas para proponerse construir una cultura de diálogo y para obtener resultados como los alcanzados por el equipo: pienso en los 30 textos escritos, los 4 libros publicados, el CD, las 1,400 personas participante de una u otra forma en la investigación y en los 9 Encuentros de Discusión, los 15 Talleres Locales, los 5 Regionales y los 5 Nacionales (Bastos y Cumes 2007: 12). Ese espíritu de diálogo entre todos los actores me recuerda el Chiapas de 2003 cuando logramos juntarnos académicos, activistas, representantes de movimientos y organizaciones sociales y agentes de gobierno para discutir nuestros diferentes puntos de vista acerca del desarrollo del Sur de México y Centroamérica a la luz de lo que entonces nos ofrecía el Plan Puebla Panamá, el Tratado de Libre Comercio con Norteamérica y Canadá (TLC) y el ALCA (Villafuerte y Leyva 2006). Estábamos a mediados del gobierno de Vicente Fox y de Pablo Salazar Mendiguchía, en otras palabras a nivel federal y estatal por primera vez, después de 70 años no ganaba las elecciones el partido de Estado (el PRI); aún más, en el estado de Chiapas una alianza con un tinte opositor había logrado el triunfo electoral mientras que a nivel federal lo hacía el Partido Acción Nacional (PAN). En ese entonces, año de 2003, el gobernador de Chiapas enarbolaba la bandera de “la esperanza” y tenía el resplado de amplios sectores de la población a pesar de que en Chiapas aún se vivía bajo la polarización causada por la militarización y la paramilitarización del estado, por las hostilidades producidas en virtud de la suspensión del diálogo entre el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) y el Gobierno Federal, así como por las tensiones que dejó la aprobación, en 2001, de 192

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la polémica Ley de Derechos y Cultura Indígena. A pesar de todo ello pudimos realizar diálogos plurales que en este momento de la historia de Chiapas (primer semestre del 2008) serían imposibles de llevar a cabo dado que nos encontramos una vez más presos de la espiral de la violencia promovida por los gobiernos federal y estatal. Violencia que incluye desde leyes de criminalización a la protesta y a los activistas de los movimientos sociales hasta desalojos a comunidades zapatistas y no zapatistas, represión policiaca y militar y solapamiento de las fuerzas paramilitares. Sin contar la violencia generada por las redes del crimen organizado y del narcotráfico. Como ustedes comprenderán en este contexto no sólo resulta casi imposible dialogar sino que el propio quehacer de investigación académica se vuelve doblemente peligroso. Primero por las razones históricas y sistémicas que ya expliqué en el apartado I y segundo, por las condiciones mencionadas de violencia (coyuntural y estructural), de conflicto político-militar no resuelto y de diálogo de paz suspendido y pasmado.

4.3 Investigación extractiva, reclamos y derechos de los pueblos indígenas Considerando las razones históricas y las coyunturales, no resulta casual que en Chiapas a finales de 2007 y a principios de 2008, las Juntas de Buen Gobierno (JBG) zapatistas decidieran cerrar todo tipo de permiso para realizar investigaciones en su territorio. Como ustedes saben desde la creación de los municipios autónomos zapatistas (en 1994) una de las formas en que las comunidades zapatistas ejercen el control de su territorio y practican el auto-gobierno, ha sido a través de regular la entrada de estudiosos y estudiantes a las comunidades autónomas. Los municipios en resistencia deciden a través de sus autoridades autónomas quién puede investigar, qué se puede investigar y dónde se puede llevar a cabo la investigación. Ello nos remite sin duda a reclamos más de fondo que también existen en Guatemala y entre indígenas de otras latitudes, nos remite a los reclamos por los

A pesar de que los primeros acuerdos de paz entre el EZLN y el Gobierno Federal se firmaron en febrero de 1996 éstos no se han cumplido a cabalidad por las autoridades federales. Su incumplimiento ha llevado a un nuevo estancamiento del diálogo entre las partes. En 2003 las Juntas de Buen Gobierno fueron creadas por las comunidades zapatistas en resistencia como formas de gobierno regional autónomo y en resistencia anticapitalista.

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derechos indígenas, por la autonomía como libre determinación y a los derechos de propiedad intelectual de los pueblos indígenas. De hecho dichos reclamos están hoy fundamentados en las leyes internacionales sólo baste leer la sección 1 del Artículo 31 de la Declaración Universal de los Derechos de los Puelos Indígenas misma que afirma que:

Los pueblos indígenas tienen derecho a mantener, controlar, proteger y desarrollar su patrimonio cultural, sus conocimientos tradicionales, sus expresiones culturales tradicionales y las manifestaciones de sus ciencias, tecnologías y culturas, comprendidos los recursos humanos y genéticos, las semillas, las medicinas, el conocimiento de las propiedades de la fauna y la flora, las tradiciones orales, las literaturas, los diseños, los deportes y juegos tradicionales, y las artes visuales e interpretativas. También tienen derecho a mantener, controlar, proteger y desarrollar su propiedad intelectual de dicho patrimonio cultural, sus conocimientos tradicionales y sus expresiones culturales tradicionales (ONU 2007).

Creemos que las regulaciones zapatistas en torno a las investigaciones sociales llevadas a cabo en su territorio, tienen que ver no sólo con la deconfianza presente sino con el gran desprecio que existe en torno a las investigaciones sociales de corte extractivo, este desprecio/desconfianza no es nuevo sino que ahora se expresa abiertamente gracias a las condiciones sistémicas favorables que lo permiten. Condiciones nuevas que han surgido en mucho relacionadas con el empoderamiento alcanzado por las comunidades indígenas y sus organizaciones sobre todo desde los años (19)90s. Bengoa llama a este momento de la historia “La emergencia indígena en América Latina” y marca como referentes claves la movilización de 1990 de los pueblos y nacionalidades ecuatorianas y el levantamiento armado zapatista de 1994 (Bengoa 2000). El lector podría preguntarse a qué me refiero con investigaciones de corte extractivo, usaré las palabras del historiador y antropólogo Andrés Aubry, quien fue parte de La Otra Campaña, movimiento anticapitalista convocado y articulado en torno al EZLN. Aubry decía al referirse a ese tipo de investigación:

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En el campo, la peor tarjeta de presentación es la del antropólogo: se interna, a veces penetra, se va con datos e información (no siempre relevante) para escribir su tesis, y si le va bien su libro, regresa un rato para entregar puro papel si tiene un tanto de formalidad y desaparece para siempre sin dejar otra devolución a la comunidad que su literatura ilegible para campesinos. A las otras disciplinas de las ciencias social no les va mejor… (Aubry 2007: 2).

La desconfianza y la valoración negativa de la investigación en general y extractiva en particular, no es algo exclusivo de las comunidades zapatistas así lo podemos leer en las memorias del Encuentro Nacional celebrado en agosto de 2006 en el marco del propio proyecto “Mayanización…” donde un colega señaló que al ir a realizar investigación en la Región 6 de Guatemala, la gente local les preguntó “y vos ¿en qué nos va a beneficiar ese estudio que vas a hacer? ¿y eso qué nos trae de desarrollo o qué ondas?” (Anónimo 2006: 13). De hecho cuando trabajamos en el proyecto colectivo titulado “Gobernar (en) la diversidad: experiencias indígenas desde América Latina,”10 los co-investigadores intelectuales indígenas miembros de las organizaciones y movimientos contrapartes (ojo, no objetos, ojo, no informantes) de la investigación, se refirieron al mismo tema como un gran problema. Al respecto, el intelectual k’iche’ de Guatemala, Domingo Hernández Ixcoy, afirmó que era

necesario superar aquella vieja forma de escribir sobre los pueblos indígenas sin la participación de ellos… o bien reduciéndolos a mera fuente de testimonios, cuando hoy -agregó- los pueblos indígenas de Guatemala, tienen puntos de vista propios porque han estado inmersos en diferentes escenarios nacionales e internacionales … que obligan a superar la idea de que el académico… trae la verdad (Hernández Ixcoy 2005: 2-6).

10 El primer objetivo de dicho proyecto fue reflexionar acerca de los desafíos que enfrentaron comunidades, organizaciones y movimientos indígenas cuando se hicieron gobierno local o co-gobierno nacional. El segundo objetivo fue sistematizar en co-labor la forma en que dichas comunidades, organizaciones y movimientos indígenas hicieron frente a las políticas públicas de los Estados nacionales de América Latina. Políticas lanzadas para gobernar en contextos en donde la diversidad interpelaba la sociedad en su conjunto. Para ello trabajamos conjuntamente académicos no-indígenas, académicos indígenas e intelectuales indígenas miembros de diez organizaciones y movimientos de cinco países de América Latina (Chile, Ecuador, Nicaragua, Guatemala y México) (Leyva y Speed 2008).

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En el mismo sentido, el intelectual mapuche, Pablo Marimán, afirmó que las organizaciones y comunidades con las que trabaja y de las que es parte, tienen muchos prejuicios contra la academia y contra los winka (blancos) que la controlan, y de hecho el término:

estudio o investigación… se asocia con la extracción de información que nunca les llega o bien sirve para fines personales o académicos que no tienen mayor compromiso con la lucha mapuche (Marimán 2005: 2-3).

Gracias a que este debate se dio al inicio del proyecto “Gobernar” y a que todos los convocados coincidíamos en la necesidad de realizar juntos la investigación y de caminar hacia la descolonización de las prácticas académicas, se generó una especie de solidaridad orgánica sobre la cual se sustentaron las alianzas básicas (alineación básica le llama Charles Hale) que permitieron echar a andar lo que llamamos la investigación de co-labor (cfr. Leyva y Speed 2008). En el apartado 3.4 se reflexiona en torno a la naturaleza de la colaboración practicada en el poyecto de “Mayanización” de cara a la experiencia del proyecto “Gobernar (en) la diversidad.”

4.4. ¿Investigación colaborativa = investigación descolonizada? En la página 47 del volumen 1, Santiago Bastos y Aura Cumes (2007) afirman que la investigación colectiva que coordinaron “quiere ser una experiencia más en la búsqueda de lo que se ha llamado una investigación colaborativa.” De hecho en seguida citan como referente bibliográfico al proyecto “Gobernar (en) la diversidad” el cual terminaba casi al tiempo que empezaba el de “Mayanización...” En el primero tuvimos la fortuna de contar con la participación de Santiago Bastos, Domingo Hernández y Leopoldo Méndez como responsables del estudio en Guatemala (cfr. Bastos, Hernández y Méndez 2008). De ahí que las similitudes metodológicas y/o epistémicas entre ambos proyectos no sean fortuitas a pesar de que también existen importantes diferencias.

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En busca de las similitudes

Bastos y Cumes definen en el volumen 1 su investigación colaborativa como “una forma de trabajo en que la relación entre estudiosos y activistas sea útil para todos” (2007:47). Por su parte en el proyecto “Gobernar (en) la diversidad” se dieron diferentes definiciones de investigación colaborativa, por ejemplo, para las contrapartes mixes (de Oaxaca) “la investigación debe tener sentido para los pueblos, debe ponerse al servicio de las comunidades y de su gente… más si se trata de conocimientos útiles para defender y proteger la integridad comunitaria” (Aguilar y Velásquez 2005: 2-3). Para uno de los intelectuales tseltales parte del equipo, dicha investigación “debe servir para revalorar a las autoridades tradicionales” (Gómez 2005), para otro de los intelectuales tseltales, la investigación debe contribuir a dar a conocer lo que han aportado las organizaciones locales-regionales a la lucha continental de los pueblos indígenas (Vázquez 2005). Finalmente para la intelectual miskita Lestel Wilson y para YATAMA (partido y organización política de las regiones autónomas de la Costa Atlántica nicaragüense) la investigación colaborativa debería servir para que se conozca ampliamente la “verdadera historia” de la lucha autonómica (Wilson 2005: 2). Todas estas definiciones de investigación son diferentes pero coinciden en un punto: en que el conocimiento producto de la co-labor debe ser algo “útil” no sólo para la academia sino sobre todo para los pueblos indígenas o para cualquiera que funja como contraparte de la investigación. Este es el espíritu que guía proyectos como el de “Mayanización” y el de “Gobernabilidad,” pero cabe agregar que muchos investigadores no muestran ningún interés en este sentido de utilidad para todas las partes, creo yo que ello se debe a que sus contrapartes son muchas veces reducidas a mera materia prima que está ahí para ser interpretada e “iluminada por el experto.” Después de dos años de trabajo con intelectuales, organizaciones y movimientos indígenas contrapartes, llegamos en el proyecto “Gobernar (en) la diversidad” a definir la investigación colaborativa como:

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… aquella investigación que busca caminar hacia la descolonización de las ciencias sociales, aquella que parte de un conocimiento situado y que permite el trabajo conjunto entre académicos, líderes, organizaciones y movimientos indígenas con base en la construcción de una agenda compartida sostenida en principios de respeto mutuo, confianza, búsqueda del diálogo horizontal y la revaloración de los saberes indígenas. Una agenda donde las partes guarden su autonomía intelectual, en donde las tensiones producidas por la colaboración se reconozcan y se conviertan en espacio de reflexión que contribuya a crear las nuevas relaciones y un conocimiento más complejo y útil para las partes involucradas y para la sociedad en general. Una investigación de este tipo obliga a cambios radicales en las prácticas de los académicos y de sus contrapartes y, conduce inevitablemente, a pensar y avanzar en cambios estructurales y sistémicos en las instituciones académicas y en las sociedades que nos albergan (Leyva 2006: 1).

Cuando todo parecía que estaba dicho, las coordinadoras de la parte metodológica nos dimos cuenta que la definición que habíamos dado de investigación colaborativa, era hasta cierto punto, demasiado ambigua. Visto a la distancia, “colaborativo/a” nos parecía un adjetivo calificativo demasiado abierto ya que cualquier quehacer social científico es y ha sido, por naturaleza colaborativo, piénsese en cualquier tipo de antropología y ella siempre ha ido de la mano del Estado-nación, de los poderes imperiales, de los grupos de interés, de los partidos de Estado, etcétera. Aceptando que la colaboración puede asumir y ha asumido mil formas, optamos por hablar de investigación de co-labor para marcar nuestra especificidad y para darle al concepto un sentido más acotado que remarque de qué co-labor estamos hablando y que resalte nuestro vínculo con nuestros predecesores (Leyva y Speed 2008). Ahora bien el lector podría preguntarse ¿por qué insisto en poner el proyecto de “Mayanización y vida cotidiana” dentro del marco de las investigaciones que buscan la descolonización si sus propios coordinadores no usaron tal cual ese término o concepto? La respuesta es sencilla. En la Introducción y en la investigación, los coordinadores retoman muchos elementos que son centrales para varios autores que

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identificamos como parte de los debates acerca de la descolonización de la ciencias sociales y la descolonialidad del ser, del saber y del poder. En otras palabras, la investigación colaborativa practicada por el proyecto “Mayanización…” podría ser entendida como un tipo particular de investigación descolonizada en cuanto que parte del principio básico que afirma que “el investigador… es un actor social posicionado. Tiene género, cultura y perspectiva política propia, ocupa una posición determinada en las jerarquias raciales nacionales y transnacionales” (Hale 2004: 3). No cabe duda que los coordinadores del proyecto de “Mayanización…” tomaron esa premisa como punto de partida en su búsqueda del fortalecimiento de una cultura de diálogo entre actores diferentemente posicionados no sólo en torno a la etnicidad y a la ideología multicultural sino también en torno a cómo llevar a cabo la investigación, así en los textos transcritos de los Encuentros Nacionales podemos leer el debate entre quienes abogaron por distanciarse del sujeto de investigación (Sosa 2005) frente a los que argumentaron “que el investigador debe cuestionarse frente a lo que estudia cuáles son sus propias crisis y cómo está involucrado” (Falla 2005: 3). A pesar de ello, Diana García (2005) critica el que en los estudios de caso no se explicita desde qué posicionalidad está hablando el investigador. En busca de las diferencias

Pero a estas alturas alguien podría encontrar una diferencia muy importante entre los elementos descolonizadores que animan al proyecto “Mayanización” y la investigación descolonizada activista11 practicada en el proyecto “Gobernar:” mientras que el proyecto “Mayanización” trata de abrirse a todos los involucrados en la producción y re-elaboración de la ideología multicultural, la investigación descolonizada activista generalmente trata de centrarse, es decir, de enfocarse y de realizarse de 11 La investigación descolonizada activista es aquella que acepta la posibilidad de la coexistencia de la rigurosidad académica con el compromiso político para resolver un problema concreto. Los métodos activistas en la investigación llevan a los antropólogos a trabajar directamente con la gente con la que se identifican y alinean políticamente. Dichos antropólogos acompañan las luchas de los sujetos colectivos elegidos a la vez que desarrollan una agenda de investigación que surge de la experiencia de trabajo conjunto. Así la investigación activista trata de contribuir al cambio de las condiciones de opresión, marginación y discriminación en que viven dichos sujetos. Tomado de Hale 2001 y del sitio web http://www.utexas. edu/cola/depts/anthropology/content/programs/Hale.pdf

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la mano de “los grupos organizados en lucha,” quienes se convierten en las contrapares privilegiadas y con quienes se tiene una alineación básica. La diferencia epistémica y metodológica que se genera al seguir uno u otro camino es relevante y no podemos ignorarla pero a la vez, en el caso mencionado, se relativiza si recordamos que cuando surgieron las ideas primigenias que luego dieron origen al proyecto “Mayanización,” los coordinadores y algunos de sus investigadores trabajaban con organizaciones mayas, es decir, con “grupos organizados en lucha.”12 El proyecto de “Mayanización…” vuelve a acercarse a los principios rectores de las investigaciones descolonizadas cuando busca un diálogo de co-labor lo más horizontal, colectivo y democrático posible, mismo que incluye la co-definición del objetivo, la co-recopilación del material así como la co-interpretación y co-diseminación de los resultados (Hale 2004). Ello nos lleva a dos premisas más: el proceso de investigación al ser lo más colectivo, participativo y horizontal que se pueda, requiere de un proceso de diseminación de resultados igualmente planeado con productos definidos de antemano por las partes involucradas en la investigación. En esa lógica tiene igual importancia la investigación que la diseminación, pero por desgracia en nuestras instituciones académicas mexicanas esa lógica no rifa y vemos por doquier que sus departamentos editoriales son incapaces de editar nuestros productos de manera expedita y eficiente. Esto no es solo un detalle menor, nos habla claramente de la burocratización de los aparatos administrativos de nuestras instituciones (de nuestras academias) pero sobre todo de la lejanía que ellos tienen de las prioridades de la gente para quienes lo fundamental es “la devolución,” misma que en mucho, se materializa y se evalúa a partir de los productos finales alcanzados. En ese marco de reflexiones, el proyecto “Mayanización” sienta un predecente importante ya que en lugar de conformarse con la tardía publicación de un libro se preocupa por producir de manera 12 Al respecto Aura Cumes (2005: 16) afirmó en el 5to Encuentro Nacional celebrado el 17 de noviembre de 2005: “esta investigación surge de la crítica y autocrítica que las mismas organizaciones del movimiento maya se han hecho respecto a su vinculación con las personas de la vida cotidiana.”

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expedita tres más un “texto para el debate” que está escrito de tal manera que puede ser leído y entendido por todo público. El proyecto también ha publicado un CD que contiene la transcripción de las discusiones realizadas a lo largo de la investigación en los talleres y en los encuentros celebrados en las diferentes partes del país. Si nos tomamos en serio las premisas de la investigación descolonizada, este proceder no es para nada menor y no debiera ser reducido a un mero acto de “divulgación” que es la etiqueta burocrático-administrativa que le cuelgan nuestras instituciones. Sin duda el papel de los fondos de la cooperación internacional aquí ha sido clave y como bien apunta Gunther Dietz una reflexión profunda de ello dentro de las lógicas sistémicas y de lo que hay más allá y a pesar de dichas lógicas, no debiera quedar fuera.

4.5 Tensiones: ¿fuentes de reflexión epistémica en beneficio de mejores resultados? Ahora bien, Charles Hale (2004: 6) afirma que sin duda, son razones éticas las que nos llevan a escoger el camino de la investigación descolonizada [y colaborativa –agregaría-] “adicionalmente… [éstas] se justifica por el hecho de que tiene el potencial de rendir una mayor comprensión analítica y hasta novedosos acercamientos teóricos en relación al tema determinado.” Como bien aclara Hale, éstas son ideas de trabajo que pone sobre la mesa y que nos comparte para que de alguna manera todos vayamos aportando desde nuestras experiencias particulares. Yo misma me he preguntado de cara a la experiencia del proyecto “Gobernar (en) la diversidad” ¿si con la metodología de co-labor rendimos una mejor comprensión analítica? ¿logramos nuevos acercamientos teóricos? ¿transformamos en algo las relaciones de inequidad y de poder existentes en las relaciones investigador“investigado”? En nuestro caso podemos decir que de manera radical no, pero sí creemos que, humildemente contribuimos a trastocar las relaciones de poder e inequidad de las que fuimos parte. Ello, como han apuntado nuestras contrapartes indígenas, tuvo y tiene repercusiones menores y mayores en sus organizaciones políticas y movimientos y tuvo y tiene repercusiones en nuestras personas y espacios académicos; aunque debo confesar que en éstos últimos muy p q

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limitadas. Esas mismas preguntas las hago ahora a todos los colegas del proyecto “Mayanización y vida cotidiana” dado que ustedes también realizaron una investigación de corte colaborativo aunque no necesariamente activista. Bastos y Cumes en la pág. 45 de la Introducción, retoman otra de las propuestas que se hace desde cierto tipo de investigación descolonizada respecto a que el proceso mismo de la investigación es en sí ya parte de los resultados. Esto es un asunto que enfatiza Charles Hale pero no necesariamente otros autores en pro de la descolonización, por ejemplo véase a:

Luke Eric Lassiter (2005), quien argumenta que la acción participativa basada en los compromisos éticos entre etnógrafos y colaboradores se enfoca en ‘la co-construcción de textos’ y de esa manera la antropología hace su contribución más poderosa. Joanne Rappaport (en prensa) ha argumentado que la antropología comete un error grave al definir la etnografía como simplemente la elaboración de textos, eliminando el proceso fundamental de trabajo de campo de la definición. Según Rapaport este enfoque en el texto ha surgido como el dominante en la antropología estadounidense, precisamente para evitar pensar y hablar de las tensiones y contradicciones políticas que conlleva en sí mismos el proceso de investigación (Leyva y Speed 2008: 83).

Por su parte, Charles Hale crítica a aquellos investigadores quienes explícita o implícitamente refieren a la existencia de “un espacio puro de coincidencia nítida entre el investigador y el protagonista político” contraparte de la investigación descolonizada. Hale prefiere enfatizar las tensiones que surgen en la alineación básica porque –dice- “tienden a sentar una base más firme para proceder, porque las dificultades en sí pueden ser muy aleccionadoras” (Hale 2004). Hale como Fals Borda (2007) propone que en vez de ocultar, disimular o ignorar las contradicciones y tensiones que conlleva el proceso de investigación, los involucrados deberían exteriorizarlas, admitirlas y sistematizarlas. Hale (2004) incluso invita a que los involucrados en la investigación descolonizada analicen juntos dichas tensiones para así convertirlas en fuente de nuevos conocimientos compartidos y de nuevas relaciones sociales y de investigación.

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Hale al plantear el asunto de las tensiones deja de nuevo sobre la mesa otra idea de trabajo que nosotros mismos en el proyecto “Gobernar” retomamos. Ello nos dio la posibilidad de identificar y sistematizar las miles de tensiones que enfrentamos al interior del equipo de investigación así como hablar entre todos de ellas, en un sentido constructivo y como algo central que nos transformó y permitió valorar nuestra innovación o aporte, por más limitado que éste haya sido. De hecho, en el proyecto “Gobernar” las tensiones surgidas en el proceso de co-labor entre el académico-no indigena y el intelectual indígena, se expresaron de diferente manera y en diferentes niveles. Xochitl Leyva (2005) y el intelectual tseltal Juan Vázquez (2005), sistematizaron dichas tensiones e identificaron 5 tipos de ellas: las generadas por la diferencia de género (hombre-mujer); por la diferencia étnico-racial (indígena-mestiza/extranjero); por las diferencias de poder (iletrado-letrado/universitario); por las diferencias de status (líder indígena-académico) y por los matices político-ideológicos. Sin embargo, las formas particulares que adquirieron esos 5 tipos de tensiones variaron de acuerdo a la historia y al tipo de compromiso político de cada académico y de acuerdo al tipo de líder-organizaciónmovimiento indígena en cuestión. Esas cinco tensiones que identificamos en el proyecto “Gobernar” pueden ser vistas frente a las que identifica Hale (2004) y que incluyen a más de las señaladas (entre investigadores indígenas y no indígenas) las tensiones entre: 1) el investigador indígena y su propia comunidad de referencia que demanda todo su tiempo y esfuerzo 2) las generadas por la existencia de contradicciones internas en el propio “grupo organizado en lucha” 3) las tensiones surgidas de la distancia inevitable existente entre los investigadores y los protagonistas y 4) las surgidas por la brecha enorme que sabemos que existe entre los resultados producidos y el impacto político que éstos pudieran tener. De hecho en los registros electrónicos que continene el CD de los Encuentros Nacionales del proyecto podemos leer ponencias y participaciones que nos permiten re-pensar las tensiones surgidas de la distancia inevitable existente entre los investigadores y los protagonistas. Así una de las críticas más polémicas a 6 etnografías provino de Irma Alicia Velásquez, colega, mujer, profesionista, maya p e

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y “acompañante del movimiento maya.” Irma Alicia Velásquez (2006) a partir de la revisión de 6 trabajos etnográficos señaló la falta de posicionamiento de los investigadores cuando se acercaron al tema racial, enfatizó su carácter apolítico y lo hizo extensivo a todo el proyecto. Afirmaciones que despertaron un debate acalorado evidente en una serie de intervenciones a favor y en contra. Una de las etnógrafas cuestionadas, Manuela Camus (2006), replicó diciendo que con el comentario se sintió tratada como “objeto de estudio.” Camus invitó a ver la descolonización de nuestras mentes y de nuestros conocimientos como “un proceso” que implica el cuestionamiento interno sistemático a nosotros mismos, que conlleva necesariamente la no absolutización, el no creernos poseedores de “una verdad única” y desde ahí ver a los demás. Retomo parte de aquellos debates porque nos regresan al asunto que ya abordamos en páginas anteriores acerca de las tensiones entre academia y activismo, pero a estas alturas ya no estamos hablando de la neutralidad versus el conocimiento situado sino ahora más bien estamos refiriéndonos a las muy diferentes percepciones y formas que en la vida cotidiana y profesional puede tomar el trabajo colaborativo, el compromiso político del investigador socialmente comprometido.

5 Conclusiones: ¿hacia dónde parece que vamos? Como pudieron leer mi apuesta fue partir de señalar que existe una tensión histórica, estructural y sistémica entre la investigación social académica-científica y la acción política de los subalternos. Mostrar cómo se ha dado ésto a lo largo del tiempo me llevó a mirar el asunto desde un debate poco tomado en cuenta en nuestras aulas y proyectos, me refiero al relativo al capitalismo, las ciencias sociales y la geopolítica del conocimiento. Desde ahí mostré como las ciencias sociales son hijas sin duda del capitalismo pero también locus desde el cual se ha producido una ciencia social y políticamente comprometida. Los vaivenes de esa historia fue el marco en que quise ver el proyecto de “Mayanización y vida cotidiana” para no quedarnos sólo con una visión micro de éste sino para lograr apreciar cómo se articula con investigaciones colaborativas en busca de la descolonización de las

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ciencias sociales que lo mismo se pueden construir desde los Estados Unidos de Norteamérica (mencioné los departamentos de antropología de Chapel Hill en Carolina del Norte y el de Austin en Texas) hasta en otras partes de América Latina. Fue importante también argumentar cómo la investigación colaborativa que sostuvo el proyecto “Mayanización” es una forma particular de lo que se ha dado en llamar investigación descolonizada. Aunque aquí debo anotar que más bien a ésta última le deberíamos llamar “en búsqueda de la descolonización” pues el llamarla a secas “investigación descolonizada” es un tanto arrogante pues supone que ya logramos la descolonización y no sólo eso sino que nos genera muchas enemistades entre los propios colegas a quienes sólo les dejamos habitar el espacio del “error” o sea el de la investigación colonizada, colonialista o colonial. Pero más allá de eso lo que sin duda hay que resaltar es que tanto la investigación colaborativa como la en busca de la descolonización, dan importancia suprema a la pregunta epistémica, ética y política básica que todos deberíamos de tener como punto de partida cada vez que hacemos una investigación: ¿investigar para qué, para quién y cómo? Esto que suena tan sencillo y básico generalmente se olvida o peor, se deja a que lo resuelva la inercia histórica y la sistémica. Ahora bien por más que un número considerable de estudiosos/ as desde hace varias décadas intentamos poner como central el asunto epistémico en nuestras investigaciones, lo avanzado es puntual, por ejemplo, en el propio proyecto “Gobernar (en) la diversidad” en donde uno de los dos ejes era declarada y abiertamente el epistémico, los resutlados escritos estuvieron más que nada centrados en el debate empírico y teórico de las formas de gobierno indígenas (cfr. Leyva, Burguete y Speed 2008). Por su parte, en el proyecto“Mayanización…” los resultados son mucho más ricos en las etnografías y en los debates analíticos sobre ideología, discurso e identidad multicultural que, por ejemplo, sobre cómo se posicionaron los autores o cómo construyeron éstos sus textos. Estas ausencias no resultan menores en el actual momento de crisis en la que vivimos.

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Como mencioné, la crisis de las ciencias sociales es parte de la crisis del sistema mundo moderno capitalista. La primera puede ser claramente percibida en la invitación que nos hacen los miembros de la Red de Antropologías Mundiales a pluralizar, decentrar e historizar lo que usualmente aparece como una antropología singular y no problemática (Restrepo y Escobar 2004); en el llamado que nos hace la Comisión Gulbenkian e Immanuel Wallerstein (2006b) a abrir e impensar las ciencias sociales; en la crítica a la razón indolente de Boaventura Souza Santos (2005); en el llamado a tomarnos en serio el fin de la arrogancia académica que recientemente repitió Orlando Fals Borda (2007). También dicha crisis se trasluce en la crítica al pensamiento moderno/colonial que hacen los constructores de la opción descolonial (cfr. Mignolo 2001, 2002, 2006ª y b, 2008; Quijano 1996, 2001; Dussel 1992, 2005; Walsh, Schiwy y Castro-Gómez 2002; Lander 1993). Pero sobre todo, como ya lo mostré, sus síntomas críticos están repetida y fuertemente señalados por los activistas y organizaciones de los movimientos sociales, altermundistas, antisistémicos y anticapitalistas. Todo ello nos plantea nuevosviejos retos a aquellos que queremos seguir trabajando con grupos organizados en lucha y en particular con intelectuales, líderes/lideresas, comunidades, organizaciones y movimientos indígenas. Para cerrar este texto sólo voy a mencionar brevemente algunos puntos problemáticos en los que veo podríamos (deberíamos) seguir trabajando de manera comparativa y colaborativa. Ellos para nada contienen todos los retos que tenemos enfrente pero al menos nos podrían permitir seguir conversando y construyendo desde la práctica las vías concretas para la otra investigación, para las otras ciencias sociales, para las antropologías mundiales que incluso corren el riesgo de la propia desaparición de la antropología como disciplina al abrirse a las prácticas de muchos otros actores sociales (Restrepo y Escobar 2004). Primero que nada cabría preguntarnos hasta dónde hemos sido capaces de lograr una ecología de saberes,13 es decir, un trabajo en donde los saberes indígenas (tradicionalmente subalternizados, marginados o 13 El concepto de ecología de saberes acuñado por Boaventura Souza Santos (2005) parte del principio de incompletud de todos los saberes para argumentar la posibilidad de diálogos y disputas epistemológicas entre los diferentes saberes.

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invisibilizados) estén en diálogo de tu a tu constructivo (no destructivo) con los saberes de Occidente y la modernidad. Para nada estoy planteando la idea de saberes indígenas versus Occidente o fuera de Occidente, sólo quiero señalar que para cualquiera que no se quede en la superficie existe en los saberes y las prácticas indígenas una matriz, una raíz cultural no asentada en Occidente. Cómo estamos dando esos diálogos en nuestros trabajos (si es que los estamos dando) y cómo los propios investigadores indígenas en los suyos lo están haciendo y viviendo. Este no es un asunto de regocijo intelectual de gabinete, por el contrario, como bien apunta Boaventura Souza Santos (2005) no puede haber hoy por hoy justicia global sin justicia epistémica. El segundo punto tiene que ver con lo que hemos llamado el eje transversal del género. Éste generalmente se ve como algo accesorio, como algo que deben sólo integrar los/as estudiosos/as de género, muchas de ellas por cierto feministas. Así producimos nuestros textos sin tomar en cuenta dicho eje o sin tomarnos en serio esa dimensión de la posicionalidad, a pesar de que estamos siempre repitiendo que partimos de reconocer y trabajar desde una posicionalidad de raza, etnia, clase, género, etc. El tercer punto problemático tiene que ver con la pertinencia y la necesidad de la construcción de una teoría propia frente al eurocentrismo y la tendencia que existe de reproducir mecánicamente lo que viene de fuera, lo que viene de los países centrales y las academias hegemónicas. El cuarto problema tiene que ver con el hecho mismo de realizar un esfuerzo de descolonización, de investigación colaborativa, de la mano de la etnografía. No asumo a priori que éste no sea un camino válido sino sólo señalo la fuerte carga colonial que el trabajo etnográfico tiene en la historia de nuestra disciplina. Pero para nada ésto es universal o atemporal, las etnografías están siendo re-pensadas y construidas por algunos activistas de los movimientos altermundistas para sistematizar sus propias experiencias y presentar sus reflexiones. Aquí sólo quiero señalar que sería tiempo de detenernos a pensar colectiva y comparativamente en las implicaciones epistémicas, políticas y éticas que conlleva la construcción de etnografías en nuestros contextos

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actuales de conflictos político-militares no resueltos y en tiempos de posfirma de los Acuerdos de Paz. En fin, de lo que no me queda duda después de ver los resultado del proyecto “Mayanización y vida cotidiana” a la luz de nuestra y otras experiencias, es que existe un nicho privilegiado de creatividad epistémica en los cruces que se están dando en diferentes latitudes entre academias en busca de la descolonización, activismos flexibles y movimientos indígenas y feministas radicales.

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