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Introducción

e dice que en las reuniones periódicas del Banco Santander su presidente Emilio Botín (1934-2014) solía primero escuchar a sus ejecutivos hablar acerca de cada una de las actividades y encuentros que habían realizado, y al final siempre les preguntaba cuántas cuentas habían abierto para la institución. Debido a que casi siempre los encuentros superaban con creces a las contrataciones, terminaba diciéndoles su famosa frase: «Lo que no son cuentas, son cuentos». La primera parte del título del libro que tiene usted entre sus manos está inspirada en el tema de las cuentas y los cuentos, pero aplicado al indicador económico más conocido en el mundo: el producto interno bruto (pib). Se debe especificar que los cuentos aquí mencionados son para mayores de edad, por lo que tienen características distintas y un poco menos divertidas que las de los cuentos que se usan para los niños. Por lo mismo, se advierte que este libro contiene muchos cálculos o razones (cuentas), así como algunas narraciones falsas o de pura invención (cuentos), y está dirigido a mayores de 18 años. No tiene la intención de hacer la narrativa más divertida, pero sí de hacerla lo más inteligible posible para el lector promedio.

Usted encontrará las distintas formas en que el pib es calculado y presentado al público tratando de utilizar el menor número posible de tecnicismos. La mayoría de los medios de comunicación y las redes sociales se concentran en hablar del crecimiento, de la contracción o del estancamiento de la economía, y generalmente se olvidan de especificar lo que da origen a este proceso. El crecimiento o decrecimiento resulta de comparar el pib en el tiempo, descontando el efecto que los cambios de precios (inflación) tienen sobre la producción de bienes

y servicios. En el contexto de México, el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (coneval) consigna en su portal electrónico la siguiente frase: «Lo que se mide se puede mejorar». Este libro justifica la medición de la actividad económica como una forma de poder mejorar las decisiones y los ingresos de las personas.

El crecimiento económico es un hecho reciente de la historia de la humanidad que empezó con la Revolución Industrial en Gran Bretaña a finales del siglo xviii, y se expandió a Europa y Norteamérica en el siglo xix. De manera significativa, tuvo una mayor aceleración en la segunda mitad del siglo xx y se difundió a nivel mundial.

Al término de la Segunda Guerra Mundial, y con la aparición del Sistema de Cuentas Nacionales (scn) de la Organización de las Naciones Unidas (onu), de donde se deriva el pib, resurgió con fuerza el concepto de desarrollo que fue sinónimo de crecimiento económico como un fin para mejorar las condiciones de vida de las personas ubicadas en los países que estaban rezagados o habían perdido en los conflictos bélicos. Se actualizaron los modelos y la literatura basada en las ideas de los economistas de los siglos xviii y xix. Por este hecho, la teoría del crecimiento económico de dicha época se conoce con el nombre de «neoclásica» y viene a reemplazar el objetivo de progreso material imperante antes de la guerra. El nuevo fin era incrementar el pib por habitante en términos reales. Las universidades de diversas partes del mundo enseñaban un curso sobre teoría del crecimiento económico basado en el libro de William A. Lewis de 1955. Este gran economista caribeño ganaría, junto con T. W. Schultz, el Premio Nobel de Economía de 1979 por sus trabajos pioneros en el desarrollo económico con un especial énfasis en los países menos desarrollados.

Estos modelos de crecimiento tenían un alto contenido técnico y suponían que los países debían acumular nuevas inversiones y mano de obra para lograr tasas más altas que los países desarrollados. Tanto el progreso técnico como los incrementos en la población eran factores que se ubicaban fuera de los modelos, por lo que eran llamados exógenos. Fue así como Robert Solow, en 1957, calculaba el progreso tecnológico como un residuo, producto de la diferencia entre las tasas de crecimiento del pib y la de los factores de producción (trabajo y capital).

Hacia finales de la década de 1960 los modelos exógenos no producían los resultados esperados y eran vistos con un sesgo anglosajón, por lo que recibieron muchas críticas y se perdió el interés en el tema. Sus detractores decían que el pib no era suficiente para lograr el progreso, y el concepto de desarrollo se complementó con factores sociales como la educación y la salud (esperanza de vida), que sentaron las bases para el Índice de Desarrollo Humano (idh). Fue aquí donde el crecimiento económico dejó de ser informalmente considerado como un fin y se convirtió convencionalmente en un medio para lograr el bienestar o progreso de la humanidad.

En la segunda parte de la década de los ochenta las teorías de crecimiento volvieron a jugar un papel importante, ya que autores como Paul M. Romer (Nobel de Economía 2018) diseñaron nuevos modelos que incluían la tecnología y los incrementos en la población. Estos modelos conocidos como endógenos eran mucho más empíricos y prácticos. Explicaban que para lograr el crecimiento no sólo se requiere de más trabajo y más capital, sino de formas más eficientes de producir. La tecnología era considerada como un factor de producción adicional motivado por inversiones con fines de lucro. Se suponía que existía una competencia imperfecta entre las empresas, algunas de las cuales obtenían economías a escala. Es así como la investigación básica, el desarrollo experimental, la innovación y las patentes constituían la parte fundamental de las propuestas endógenas que reconocían las diferencias en las instituciones de cada uno de los países.

Hoy se combina la teoría del crecimiento económico endógeno con la economía del desarrollo con un enfoque más práctico o empírico. Estos ejercicios son multidisciplinarios y no consideran como dadas las instituciones de cada país. Un buen ejemplo de que el crecimiento económico se encuentra vigente es el hecho de que forma parte integral de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ods) de la Organización de las Naciones Unidas (onu), firmados por los 193 países miembros en 2015, que incluyen compromisos que se deben cumplir en el 2030.

Los ods, también conocidos como la Agenda 2030, contienen 17 objetivos, 169 metas y 241 indicadores, y representan la hoja de ruta

acordada para la próxima década. El objetivo número 8 es promover un crecimiento económico sostenido, inclusivo y sostenible para todos. La meta 8.1 propone mantener el crecimiento económico per cápita de conformidad con las circunstancias nacionales y, en particular, lograr un aumento del pib de al menos el siete por ciento anual en los países menos adelantados. El indicador correspondiente a la meta anterior es la tasa de crecimiento anual del pib real por habitante.

La buena noticia es que el pib y su crecimiento continúan siendo utilizados como indicadores clave en la agenda internacional de todos los países. La mala es que los países menos adelantados han crecido a una tasa mucho menor del siete por ciento en los primeros cinco años de vigencia de los ods. Parece ser que la convergencia planeada en la agenda no se concretará en 2030 debido fundamentalmente a que el financiamiento mundial no está alineado con los objetivos y a los efectos de la inesperada pandemia del covid-19.

El pib fue considerado como el «rey» de todos los indicadores para medir la actividad económica de un país hasta mediados de la década de los setenta, cuando se subrayaron sus inconvenientes, pues no considera los costos al medioambiente ni proporciona información de la distribución del ingreso, tampoco refleja el bienestar de las personas. Desde entonces, muchos investigadores han querido reemplazar el pib con otro indicador y han presentado una multitud de propuestas que no se han concretado y se han englobado en lo que se conoce como más allá del PIB. Otros estudiosos han propuesto complementar el pib con variables que puedan dar información de las cosas que no mide, por lo que son partidarios del PIB y más allá. La propuesta de este libro coincide con este último grupo, y propone un tablero de cuatro indicadores (T4) para el caso de México, con el objeto de complementar al pib con: (a) el Índice de Desarrollo Humano (idh), que cubre el tema de la desigualdad; (b) una medida de la riqueza, que contiene los factores de producción en un momento determinado del tiempo, y, finalmente, (c) la inclusión de una cuenta ecológica que muestre el agotamiento de los recursos naturales y la degradación ambiental.

Dado que este libro se centra en México, es importante mencionar que el presidente Andrés Manuel López Obrador considera que tanto

el pib como el crecimiento ya deberían entrar en desuso y propone lo que considera «nuevos» conceptos. En su conferencia matutina del 6 de mayo de 2020 propuso lo siguiente: «en vez de crecimiento, hablar de desarrollo; en vez de pib hablar de bienestar; en vez de lo material pensar en lo espiritual». Un par de semanas después adelantó que presentaría una propuesta de índice alternativo al pib para medir el crecimiento de México, y el 25 de mayo aclaró que estaba formando un equipo interdisciplinario para la definición de este nuevo parámetro, pero que no abandonaría las metas del Plan Nacional de Desarrollo 2019 - 2024, elaborado por él mismo, en donde propone una tasa de crecimiento económico promedio del 4% durante su sexenio. Unos días después reiteraba que no desaparecería el pib por decreto, pero que no aceptaba sus «sofismas». El lector podrá corroborar en este volumen que, independientemente de la opinión del presidente de México, la mayoría de las citas en los libros colocan al pib en la parte más alta, tanto en el país como en el mundo, a mucha distancia de los términos de bienestar y desarrollo. Por lo que se puede concluir que el pib estará con nosotros por mucho tiempo y llegó para quedarse.

Al finalizar la lectura de este volumen se espera que usted, a través de cuentas y cuentos, pueda llegar a entender lo que es el pib y sus cambios, tanto en el tiempo como en el espacio. Esto le ayudará a realizar una mejor lectura de las secciones de economía presentadas en los periódicos, las revistas y los medios electrónicos. Este libro se terminó de escribir el 31 de agosto de 2020, ocho meses después de que el nuevo coronavirus (SARS-Cov-2) brotara en China y se convirtiera en una pandemia asociada a la enfermedad covid-19 provocando una crisis de salud inédita que ha tenido como resultado que prácticamente en todo el mundo se suspendan temporalmente las actividades académicas, económicas y sociales. El Fondo Monetario Internacional (fmi) la ha denominado «el Gran Confinamiento», que tiene aparejada la disminución económica más grande desde la Gran Depresión de 1929. Debido al paso del tiempo y a la extrema incertidumbre provocada por este periodo, cuando usted lea este libro algunos datos proyectados habrán cambiado; sin embargo, las explicaciones y mensajes principales seguirán siendo válidos por muchos años.

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