Pequeña imitación de las formas breves por Clara Parra
Poesía de Rosario Orrego por Felipe González
Poética de la geografía | 53
Juan Manuel Mancilla / Diario de Marrakech
Giorgio Mobili / El mito de la fuga
Luis Andrés Figueroa / Solo de Nueva York
Estrenos poéticos | 64
Daniela Catrileo / Naín Nómez / Sara Jordán / Marjorie Mardones / Felipe de los Ríos / Floro Sanfuentes / Ximena Figueroa
Panorama de libros | 80
Felipe Cussen / La oficina de la nada de Felipe Cussen
Fernanda Pavié / Anarcadia de Miguel Ángel Feria
Sergio Pizarro / El poema es una cosa que circula de Mateo Díaz
María Calle Bajo / Puerta al fuego. Poemas inconstitucionales de Alejandro Banda
Epílogo | 97
De T.S. Eliot a Selected Poems de Marianne Moore
De Nial Binns a Metales pesados de Yanko González
De Kurt Folch a Alrededor en el corazón de Enoc Muñoz
Autores | 106
Hacia un imposible consenso: muestra de poesía peruana reciente (2a parte)
Por Julio Isla
Si hiciéramos el cotejo de los poetas incluidos en las muestras recientes de poesía peruana, va a ser muy difícil encontrar una coincidencia suficientemente amplia de nombres que nos permita hablar de un elenco estable de poetas que sea incontestablemente representativo del estado actual de la poesía peruana. Aun aceptando que toda muestra o antología poética será por definición discutida por sus inclusiones o ausencias, el grado de dispersión y atomización de los agentes productores, consumidores o difusores de poesía en el Perú, y el enorme desbalance de poder mediático y de capital simbólico entre unos y otros, ha extremado la desconfianza entre los propios actores para que se considere a alguno de ellos una instancia con la legitimidad suficiente para sancionar, sin género de dudas, a quienes representan en la actualidad lo más valioso de la poesía peruana.
Lo interesante es que esta falta de consenso acerca de los poetas peruanos más representativos no es algo que parezca haber paralizado o lastrado la producción poética en el Perú. Todo lo contrario. Gracias a esta desconfianza hacia las instituciones y poderes establecidos, estos han perdido el aura de infalibilidad y su antigua capacidad para generar consenso, que era utilizada para ahondar más la centralización del poder y acentuar su divorcio con la diversidad de la producción poética nacional. Ahora sabemos que cierto consenso era logrado sobre la base de imposiciones e invisibilización. Tal vez mucha de la poesía que hemos incluido en esta pequeña muestra nunca hubiera visto la luz si tal consenso mantuviera aún su hegemonía sobre autores, lectores y críticos.
Sabemos que los consensos logrados mediante componendas sin arreglo a lo estrictamente literario son desbaratados por el inflexi-
ble paso del tiempo, pero ya no nos consuela esperar que la posteridad ponga las cosas en su lugar. Es hoy, no mañana, el mejor –acaso el único– momento para expresar libremente nuestra preferencia lectora y que esta sea contrastada con otras selecciones. Siempre será mejor un razonado e informado desacuerdo, que la falsa unanimidad lograda gracias al silenciamiento de las voces discrepantes. El panorama en el que se enmarca este imposible consenso es descrito con acierto por Mateo Díaz en la introducción a «Cuerpo dividido: muestra de poesía peruana contemporánea» (WD40 N°7, verano 2023-2024), en la que tampoco se considera a dicha división y dispersión como un factor de signo negativo. La presente muestra poética no pretende sustraerse al imperio de lo subjetivo ni se hace con más ni menos autoridad que la de cualquier otra. La falta de consenso absoluto no impide
Poesía peruana
que pueda darse uno parcial. Con la muestra de Mateo Díaz coincidimos en destacar la poesía de Gabriela Atencio, que no incluimos en la nuestra para que los lectores de WD40 tengan la oportunidad de conocer una obra poética más. Nuestra muestra incluye a seis poetas publicadas por el sello Alastor Editores, en cuyo catálogo hemos intentado reunir a las que nos parecen las voces más originales y personales de nuestro país. Al igual que la muestra de Mateo Díaz, la nuestra no espera mostrar un retrato generacional ni una poética común. Acaso lo único que podríamos señalar con menos nebulosidad sería que entre las poetas peruanas contemporáneas se encuentran las voces más poderosas de la poesía peruana actual. Aunque no anhelamos una anuencia total para nuestra muestra, esperamos, cuando menos, llamar la atención hacia seis obras poéticas que consideramos valiosas.
Poesía peruana
Virginia Benavides
Lima, 1976. Ha publicado los poemarios: Esxtrabismo, Sueños de un bonzo, aeiou, Ejercicios contra el Alzheimer y Viaje a los campos sin fónicos (escenas de un documental en fiebre). Tres selecciones de sus poemas se han publicado en Chile, Bolivia y Perú: Zurcido Invisible, Busco una manera de no estar y Sienda. Poemas suyos se han incluido en Incardinadas. Cartografía poética de mujeres del Perú (Santiago de Chile, 2023). Viaje a los campos sin fónicos… constituye una audaz exploración, en estado febril, de los confines del lenguaje en la forma de un viaje “documentado” por diversas especies de campos, desde el mítico suelo nutricio donde se enraízan los elementos que forman lo más profundo de nuestro ser, hasta el infinito espacio exterior (e interior) al que podemos migrar y expandirnos en nuevas formas si nos dejamos arrebatar por una fiebre que amplifica nuestra sensorialidad.
De Viaje a los campos sin fónicos
Un respiro tu azul, un viento que mezcla contento y ave en la danza de los pajonales. Los cautivos arrancando lajas en los umbrales y cantando waylillas para contentar a las mujeres que preparan la cena, encenizadas y con apenas tiempo para toser y decirse tú
Los campesinos beben etílico mientras entierran a su hermano acompañándose con la flauta. Vi a un niño pastor que dormía mientras una vaca lamía su rostro. Vi un sueño de viajes en su lengua de hierba. Pastoril recuerdo que calmará cuando me toque mi caos la melodía partida
Fermento amarillo en las ramas, caminos azules en relámpagos de mirada. La hoja de coca enseña a recorrer tu corazón como un bus en el precipicio de las trochas, sin freno y armónico para Despertar. La madre de todas las penas es una hoja niña que me amaba y se despedía amarilla deslizándose como un barquito por el río mental. El cosmos la recibía como a un héroe de guerra luego de batallar con el silencio atormentado. La hoja de coca adivinaba el abandono cada tarde y me nutría de espera. Travesía del corazón que se incendia: la hoja de coca leía un viaje marino. Desde entonces, hay una ahogada que en las noches emerge y vive soñando en mi cabeza de jugo de níspero
Poesía peruana
Voz del indecir. Escritura de piedras donde cada una es una pregunta que cae en charcos que saltamos. Vibran los elementos y las respuestas se restauran en cada migración de la semilla. Lenguaje que se acantona en una imaginería de extinción antes de sembrarse. Lenguaje se esconde de sí
Tejidos de luz, cúmulos de galaxias, redes neuronales dispuestas a expandir hasta tocar toda la infinita sed del primer sintiente, lector sonoro que nos sopló existir en las dimensiones de este viaje sin fónico
Afán por afiebrar el espacio, el cuerpo, la mente multiversal, afán por enfebrecer la vitalidad como un ave que reposa en el cable de alta tensión, observando los peligros del tráfico y la convivencia humana. Afán por estar en pie y con la lengua deshecha. Campo de refugiados que afásicos fomentamos definir fisicidad que nos fulnera existir en un sinfín de fintas de escritura para calmar estados de consciencia, foesía
fampo de foncentración fostenerse fen fí. Afán for fantener fel fitmo fe funa fonsciencia fue fe faltera fen fel fueño. Afán for finternarse fen funiversos fue fos fhabitan. fampo fe finternamiento fara fel fque fee fetrás fe feste furo fasi ferruido fon funa f fen fie fomo fe
(sin fónicos pensamientos que viajan hacia una colonia universal de resonancias que tejen su vibración en hilos multidimensionales, anhelantes de ser lenguaje)
Ethel Barja
Huanchar, 1988. Poeta, investigadora y docente radicada en Estados Unidos. Es autora de los libros de poemas Trofeo imaginado entre dientes (2011), Gravitaciones (2013), Insomnio vocal (2016), Travesía invertebrada. Seguido de Wandeo (2019), Hope is Tanning on the Nudist Beach (2022) y La muda (2023). Ha publicado el ensayo Poesía e insurrección: La Revolución cubana en el imaginario latinoamericano (Iberoamericana Vervuert, 2023). Libro a libro, con la constancia y seguridad de quien no acumula publicaciones para engrosar la biografía sino construye peldaño a peldaño una obra poética coherente, la poesía de Ethel Barja busca explorar nuevos caminos, afirmando sus fortalezas y afinando su capacidad de concentrar en pocos versos un gran caudal emotivo. Esta operación de síntesis la hace mediante diversos registros poéticos, pero siempre con una gran carga simbólica.
De Insomnio vocal fuga
A veces en el trasnochar de mi eje me agito, río, mastico deseos de encontrar la elasticidad que me ausente. Contra una pared y contra otra, los recorridos incansables tan sin puertas, con las llaves extraviadas en las bocas. Sobre los días irrisorios mis reflejos se detienen. Hurgo en las capas de la duración, recuesto la cabeza sobre la promesa de reposo, tenue caricia del estallido unánime. Recorro estas calles frenéticamente, su pozo abierto, letargo, lejanías. Las manos y los ojos extraviados y el oído que resiste como náufrago entregado al remolino, al necio ruido de piel agazapada.
Renuevo estas agujas en la costura imposible de borde rojizo, en el vocablo salado en la geografía del calor efímero, en los pasos reunidos en la línea del horizonte que van como marcas de angustia en el oído, como la huella de la voz que su lengua no roza, el insomnio de la ninfa vocal.
De Travesía invertebrada.
Seguido de Wandeo
Día 5
Brillaban los restos como recién cosechados, sonreían así al amanecer.
Los transeúntes repetían plegarias con o sin dios.
Indomable tumulto.
Desgañitados pasos en falso.
Abrí los brazos a los escombros, a su costra inacabada.
Día 7
Despertamos al mutismo de las cosas.
Sólo tú señalabas el camino.
Tu cuerpo era un nudo en la memoria, enlace de agonía y sargazos, un cruce de caminos del despojo y su corriente y el pulso dormido del pasado.
Día 8
Llueven estrellas rojas a pleno día, es hora. Última cosecha de frutos ágiles acaricio su centro, semilla clara que guardo en los dientes.
Riego tu espalda, tus pulmones fuertes. Animal mío de cada día no puedes venir conmigo.
Estarás bien, animal austero. Tus cascos agudos saben ir sobre la lumbre.
Día 27
A veces viajar es acariciar un avezado plumaje y la altura de su vuelo antes de tiempo. Desear geografías prohibidas, tocar líneas imaginarias dentro y fuera de la culpa; y de cuando en cuando ver un cuerpo niño en la orilla, en la bisagra perversa de la esperanza y el miedo.
Poesía peruana
Denisse Vega Farfán
De Fiesta
Colinas de cuerpos, cementerios de terracota
Entre ellos crecimos, elevamos nuestras [ciudades, nuestro deseo, nuestra forma de caminar hacia la muerte.
Cementerios de aire −¿como el de las [palabras?−, cementerios de papel brillante y voluntades de [helio.
¿Bailaron lo mejor que pudieron?
¿Bailamos lo mejor que podemos?
En cuanto más sencillo el paso; mayor el [margen de error.
Bailar mirando hacia abajo para no tropezar, a los costados para evitar ser derribado.
Moverse defensivamente: no bailar.
Bailar pisando al otro, apoyado en el otro, depositar el cansancio de los que no alcanzamos [a sospechar en nuestro bucle incalculable.
Bailar con sincronías que no podemos explicar −un ritmo antiguo para la supervivencia−.
Trujillo, 1986. Ha publicado Una morada tras los reinos (2008), El primer asombro (2014) y Fiesta (2021). Fiesta es un canto vital en que ningún ser es menospreciado, desde el humilde alacrán hasta la omnipresente isla Blanca. Lo más alto y lo más bajo son parte de esta Fiesta que, siguiendo el lema mahleriano de que una sinfonía debe abarcar el mundo, intenta integrar en un gran fresco musical todos los órdenes de la existencia.
Traer en estos giros a los desconocidos que heredamos y parimos a cada hora, que resistimos y violentamente apagamos. Ser un vacío engrasado entre ellos, un dial que capta toda su aluvial música.
Canción del alacrán (o desde la periferia)
Una llanura a plena luz desde los cielos, ideal para el festín de artrópodos y todo lo que se arrastra sin nombre.
Si descendemos un poco más: oleajes de arena rompiendo contra la afonía de nuestro entendimiento.
Pero se hace la noche y, de pronto, el erial es un campo de innumerables luces brillando con la resistencia de lo que lucha por no ser fulminado al amanecer.
Microcosmos palpitan bajo fortines de esteras y plástico.
*
Soy un alacrán e impero sobre la arena.
Aquí
donde el despellejado orfeón de la ciudad no me alcanza pero otros incendios me sitian.
Monarca del sol más temible sin derecho a los prismas del agua y de un frío tullidor capaz de confundirme con la rigidez de las [piedras que pugnan por mantener en pie las paredes de [esparto que encallan mi casa.
Fui arrojado a esta estepa donde ni los abrojos germinan.
Soy un veneno amenazante a la euforia de los mandos.
No debería haber sobrevivido a la siguiente [estación, pero aquí sigo, un alacrán fluoresciendo en la oscuridad.
*
Soy un alacrán y resplandezco en la noche.
Cuanto más tiznada mayor mi fluorescencia.
Por el desierto voy señalando mis dominios de polvo ante la reluciente vaciedad de los astros.
No hay destino.
Poesía peruana
Adonde mire es la misma frontera salina con la ilusión de un mensaje doblado en alguna alta nota del viento que me derriba con la misma furia con la que me levanta.
Ahí, en esa contradicción, danzo, hundo mi aguijón, fluye este veneno que es mi virtud y te paraliza.
* Cierto es que no estoy solo.
Innúmeros alacranes se dispersan por esta [planicie como por los resumideros del mundo.
Un mecanismo con el que confían hacernos invisibles.
Mas mírennos desde la cabina de un avión: ¡cómo embellecemos el mapa con nuestras [fúlgidas miserias!
Escuchen esta austera música que en lo precario ha aprendido a sonar, a hacer címbalos de lo que desechan las ciudades.
Temibles somos con nuestra hambre obscena que no nos preocupamos en disimular.
Y en vez de morir nos multiplicamos, estiramos las lindes de lo que se resiste a transformarse.
Porque elástica es la Tierra para sus criaturas y alrededor de la misma sed gravitamos.
Erika Aquino Ordinola
Piura, 1988. Ha publicado los libros de poemas Laberintos y transfiguraciones (2015) y Demolición de las aves (2023). Desde su título, Demolición de las aves asume que la materia sobre la que se poetiza es objeto de una violencia que oprime, subvierte y demuele el ser de criaturas hechas para volar. Dicha violencia es ejercida de manera material, como en el caso del feminicidio aludido en «La danza de una muchacha llamada EMA», como también simbólica, cuando se priva de voz y de la oportunidad de contar la historia desde su propia perspectiva, a figuras mito-poéticas como Ofelia, Ismene, Andrómaca, Yocasta o la propia Medusa, en el poema “Manifiesto melancólico de la guardiana del templo”. Para combatir esta violencia omnipresente, la poeta les da voz y las moviliza en un intento, tan intenso como desesperado, de que no sean borradas de la historia. [Los títulos de los poemas van al final de los mismos].
De Demolición de las aves
Remover los escombros con su olor a fuego derretido
Rasgar las cortinas con los dientes eso que resume la imposibilidad de apagar la vela y dormir
† Éxodo en un acto
D i s p e r s a s l a s s e r p i e n t e s ahuyentan los cuerpos que quiero amar Maldita y mitificada condenaste mis dos ojos Te sientes piedra porque te mira mi nostalgia y solo te toca el polvo difusa complexión del afuera
Si se mirara con amor
la piedra se haría leche y mis ojos te amamantarían
Si tu agua nutriera este reloj invadido por setas nos haríamos lodo y recibiríamos la semilla
¿Dónde estás habitante de Argólida que me arrebató el mito?
¿Te robaste mis dos muslos para herirme la tristeza como principio de mi ser?
¿No hizo ruido la sombra cuando hurtaste mis huellas profundas?
D e s h a b i t a d o m i c u e r p o huele a tropeles de amor desde la guarida
† Manifiesto melancólico de la guardiana del templo
Me gusta degollar pájaros a medianoche y enterrarlos entre papeles para enfrentar la tiranía de los sepulcros
Me gusta la lluvia pero no los paraguas que simplifican la opacidad de la tormenta como si fuéramos hongos y tuviéramos cabello
Me gusta pensar en el origen del polvo y la angustia de los cipreses para acompañarlos en su soledad
Me gusta figurar el dolor de las olas
supongo que duele golpearse contra las rocas y volver al principio de la medida diferida
Me aterra mirar las olas y la lluvia y los pájaros y quedar el ser en blanco con una angustia bochornosa entre los pantalones pegada a la piel sin posibilidad de derretirla sin que al hacerlo se queme también el cuerpo
Es ya primavera pero siguen remeciendo las secas hojas en los cristales
† Aquello que en octubre nos conmueve
Poesía peruana
Paola Dávalos
De ]de-lira[ hebra disonante
muerdo a la araña tejo
mi cuerpo libre: engulle escorpiones y luciérnagas
cesa el amor atraganta la seda, su deseo insostenible. Se arroja a una esquina junta cortezas frutos echa raíces vuelve a la caza
afronta convicciones al sol ceguera inaugural escucho colores alzando un puente de una [pared a otra
la garúa canta, se desliza sobre la tela y advierte horas de-cadencia; le tengo afecto a desangrar el dulzor de los dátiles, llenarme de arena, de -
Lima, 1991. En ]de-lira[ hebra disonante (2022), su primer libro de poemas, un lenguaje poético de ritmo y musicalidad muy marcados dan pie a una intensa expresión onírica, en la que se dan cita el dolor, la muerte y el sueño. El clima de monstruosidad que emerge de algunas páginas convive en tensión con una sensación de esperanza y de plenitud sensorial. Una sutil arquitectura musical estructura los segmentos del libro, configurando una suerte de ópera poética cuya ejecución queda en manos de los lectores.
jar que llame por encima del océano otra orilla, otro inicio.
Sima
Dentro de mi cuerpo hay otro rocoso de altos precipicios por debajo hay más aquí donde entraño feroz ausente mi sibila se deforma frente al cristal soy
enseño los colmillos y ella muerde quién es la bestia rehén de espejismos
invoco al aire, a las flores
poséanme de música y rocío déjenme respirar sus raíces, hojas pétalos deseo protegerlas del polvo las ensucia, agravian las plagas las quiero salvas, de colores [fuertes
muerte niña perpetua tú sabes soltar las rejas encarnizar no me basta el instinto ni las revelaciones míticas
devuélveme a la tierra que es [mi carne
Lúcy-da
Soy mujer calcinada en la desidia De mi rostro de ciclos mandibulares creo hendiduras y salto
de la boca abismal presa del vacío lo abraso
Cronos déjala caer arena co-fundida virar sus pies acabar su agonía
socava el aliento la ruina traje y piel desmorona sobre el claro de la tela déjala sin rastro herida o huella
Qué canto dulce y aguerrido ha tocado la única ventana donde veo al mundo: una plaza empedrada sostiene la fuente de agua
Y está ella custodia del alba lleva un vestido del mismo color del ave que posa en su hombro enaltecido, alza se alza
? -R-O-M-P-E-C-A-B-E-Z-A-S- ¿
Poesía peruana
de ardor azul concede flama gloria
¿podrá mirarme? quiébrame de una vez completa para que este gozo sea eterno
Reflejó su silueta en mis ojos los armó de luz crují por dentro
Arrepentida arranqué la huida y otra piel me cubrió
Escucha al anciano este lugar no tiene barca ni otra orilla solo derrumbes yerros y sequías toma la pluma escribe es tu don tu canto.
piezas deformes opuestas y a la medida. engranándose y sumándose a la dimensión plana de un cuerpo. forja cada parte, sella la unión de fracciones, células de carácter, fragmentos disonantes nacidos de la necedad del ocio. resuenan al encontrarse. ¿cómo es la memoria? mis manos sin ella construyen, desnudan sombras inventándome la infancia. solo tenía que vaciar la caja. aprisionadas por la incógnita del meñique, así de indefenso parecía el misterio. no es más que un dedo perteneciente a las jóvenes palmas del inmenso vacío y yo su pequeña artesana. el malestar de los días sale en arcadas desde mi garganta, flores profanas, regadas por los pasadizos y las calles. le arranco la carne al frío, el filo a las horas injustas. no sé cómo mirarme, estoy perdida, separada. por dentro está la bestia libre en su lengua. sujeta.
Hilsa Rodríguez
Trujillo, 1994. La inclusión de la palabra amor en el magnífico título de su primer libro de poemas El amor ha parido una luz terrible (2023) podría llevarnos a creer que se trata de poesía amorosa. Nada más alejado de la realidad. El amor es aquí una fuerza creadora multidimensional, cuya luz terrible acentúa las sombras y los claroscuros, y no teme iluminar los aspectos más sórdidos de la existencia. Se trata de un amor creador y redentor que no se dirige hacia un ser en particular, sino al vasto reino de lo viviente, que va desde el tangible reino animal hasta el inaprensible de los sueños. La poesía es parte esencial de este proceso de redención, que no siempre es posible sin conducirnos al mismo tiempo a la soledad y al silencio.
De El amor ha parido una luz terrible
Es terrible este refugio
De alguna manera es terrible este refugio
Soy un extraño que deambula con millones de perros llorando y se refugia en estas cuevas llenas de olvido
Estas eufóricas cabezas que vuelan juntas perpetradas en estas paredes negras y amarillas jamás dolerán como tú
Porque tú me has querido con el corazón hecho un laberinto
Me has querido con el salvajismo con que se extraña a los animales perdidos
¿Para qué esconderme aquí si el corazón ya no camina?
Te extraña y tu ausencia solo olerá la muerte de aquellos perros
De alguna manera es terrible este refugio
Te espero
aunque estos vestigios desaparezcan aunque tus labios se olviden de mi aliento
Deseo verte una vez más oliendo a todo este mundo pútrido
Te espero aunque cavidades subterráneas yazgan en mis manos y no pueda sostenernos
Me aferro a la idea de verte caminar por este [infierno perpetuando una nueva especie
Y cuando nos encontremos
seremos simplemente dos aves estrujándose el [alma
bajo este hórrido cielo
La poesía pertenece al reino animalia
La poesía inexorable bola de fuego
Meteorito / Pánico / Insensatez
Dueña de esta casa
Mujer observando a la vida con alta musicalidad con furia
desde este precipicio incierto que es la palabra desde este sueño partido en dos
Como tantas veces lo ha sido como tantas veces lo será
Desde el rostro negrísimo de mi padre diciendo no te quise no te quiero desde todo hedor repudiable del ser humano
Veneno / sustancia dolorosa que invade y succiona los huesos hasta [convertirlos en polvo porque el pasado no regresa
Anfetaminas denme anfetaminas y la tristeza se ha hecho carne
Desde esta posición el tiempo es un ave
Y la poesía
Costra negra
Lagartija
Inmune a mi lengua
Extremidad / Caverna
Fotografías rupestres
La nostalgia me habita
Se refugia en la precariedad y desolación de las [seis de la tarde
Desde aquí puedo observar mejor el trasegar de [los hombres
Las nubes transformarse en cíclopes en blanco [y negro
Veo retorcerse a los niños de felicidad aunque solo sea por segundos
Veo a los astros renegar de sus órbitas como si hoy fuese el fin del mundo vidrio podrido / translúcida forma de criticar la [pobreza de trasgredir la perfección
Sin embargo, ahora converso con mi madre sobre la próxima receta para la cena
Tal parece que es domingo
Fotografía grisácea / abatimiento / debilidad
El cuerpo se acostumbra a percibir la gratitud [de la angustia
Hubiera preferido observarte y ser el silencio y el caos que tú eres cada mañana
La noche es un pájaro azul. Antología de la última poesía española
Por José Antonio Llera
Donde hay literatura suele haber antologías, por lo que esta práctica ni mucho menos está circunscrita a la modernidad. Claudio Guillén las define como “una forma colectiva intratextual que supone la reescritura o reelaboración, por parte de un lector, de textos ya existentes mediante su inserción en conjuntos nuevos”, y añade que el antólogo es a la vez un crítico y un superlector, ya que califica, define y ordena un corpus. El antólogo, en efecto, mutila un sistema para crear otro, un libro de libros, donde la recepción se ve alterada en virtud de esa recontextualización.
Me interesa retomar la clasificación que lleva a cabo José Francisco Ruiz Casanova entre antologías programáticas y panorámicas porque evita muchas confusiones. Las primeras abanderan una determinada tendencia estética y son prescriptivas, mientras que las segundas son de carácter histórico y se proponen trazar un panorama, sin que ese mapa pretenda identificarse con el territorio. Añadiría una tercera categoría: la antología que se presenta como de inspiración histórica y, sin embargo, promociona una determinada poética. ***
Igualmente de tendencia, y como reacción al canon dominante, surgieron pronto selecciones como La prueba del nueve (1994), de Antonio Ortega; Feroces (1998), de Isla Correyero; o La
otra joven poesía española (2003), de Alejandro Krawietz y Fernando León. Se trataba de visibilizar estéticas neovanguardistas, silenciarias, provenientes del realismo sucio o estrictamente metafísicas. Más entrado el nuevo siglo apareció Once poetas críticos en la poesía española reciente (2007), preparada por Enrique Falcón, que reunía a poetas de la conciencia crítica, como hará Alberto García-Teresa en Disidentes. Antología de poetas críticos españoles (19902014). En 2008 vio la luz Deshabitados, firmada por Juan Carlos Abril, con el propósito de documentar la evolución hacia el fragmento de las propuestas figurativas.
Sin entrar en disquisiciones para las que no es este el lugar, sí diré que todas las citadas caminaban a la pata coja y se erigían en instrumentos de combate más o menos soterrado, agrupando a los afines y polarizando el campo literario. Una de las selecciones que no hizo sino reeditar los presupuestos experienciales fue Poesía ante la incertidumbre (2011), cuyo prólogo recaía en la falsa dicotomía comunicación realista (legibilidad) versus hermetismo vanguardista (ilegibilidad), encareciendo lo primero como lo propiamente literario, e ignorando –lo han dejado escrito Eduardo Milán y Antonio Méndez Rubio– que la poesía también comunica formas, no solo contenidos, y que se atreve incluso a materializar lo incomunicable e invisible en respuesta a los lenguajes estandarizados del poder y la propaganda. Pensar que lo
humano solo se halla en lo racional indica una noción muy estrecha de lo humano.
¿No hay entonces ejemplos de antologías panorámicas de la poesía reciente? ¿Es todo grupo o tendencia? Aunque pesa mucho en ellas el estilo realista, las coordinadas por Miguel Floriano y Antonio Rivero Machina –Nacer en otro tiempo (2016)– y la presentada por Juan Domingo Aguilar y Rosa Berbel –Piel fina (2016)–tratan de buscar un cierta compensación en el signo de las poéticas, sin lograrlo totalmente. No es de extrañar que exista una cierta prelación por el realismo si se tiene en cuenta que los mencionados antólogos son poetas que se decantan por esa línea en su obra. Mucho más equilibradas me parecen Tenían veinte años y estaban locos (2011), de Luna Miguel, que tiene su continuidad en La poesia posnoventista española en 15 voces (2014); e Identikit (2016), de Rafael-José Díaz, editadas solo en formato digital a través de la plataforma Issuu.com. Por encima de todas destacaría la realizada por Álvaro López Fernández, Raúl Molina Gil y Ángela Martínez Fernández para la revista digital Kamchatka en 2018.
entre otros). Soy consciente también de que hablar de “poesía actual” o “poesía última” entraña una presunción, una licencia que se toma el crítico, que va siempre con retraso con respecto a un objeto de estudio que crece en progresión geométrica y cambia a una velocidad vertiginosa. No hay antología de poesía última que no sea penúltima o antepenúltima cuando se edita.
La selección que planteo en estas páginas es de carácter plural y comprende a veintitrés poetas menores de cuarenta años cuyos libros aparecieron todos en este siglo (Mi primer bikini, de Elena Medel, se publica en 2002). Trata de mostrar diversas tendencias poéticas. Evito el marbete de “poesía joven” porque me parece que hay poesía escrita por jóvenes que nace avejentada y que, en cambio, hay poetas con más de sesenta años que rejuvenecen la poesía por su afán innovador e indagatorio (Francisco Ferrer Lerín, Ángel Cerviño, Pureza Canelo, Isla Correyero, Chantal Maillard, Francisco Layna, Olvido García Valdés, Luz Pichel, Pere Gimferrer, Antonio Gamoneda o Chus Pato,
Los nombres que aquí reúno pertenecen en su mayoría a lo que sociológicamente se conoce como generación milénial: nacidos a comienzos de los años ochenta, son nativos digitales y generalmente difunden sus creaciones a través de las redes sociales y las revistas electrónicas, pero todos han publicado libros impresos. Junto a esa generación, incluyo también algunas muestras de lo que se ha denominado generación zeta. Nacidos a partir de mediados de los años noventa, algunos como Rodrigo García Marina cuentan con una obra ya considerable para su edad, si bien estamos ante una lírica cuya configuración habrá de gestarse en los próximos años.
con algunas personas que alguna vez habían ejercido poder por sobre mí hacíamos las bayas, hacíamos los bueyes yo respiraba fuerte a su lado y así desaparecía el dominio y aparecía el sexo como una pradera amplia en la que por fin poder vivir
y no había vergüenza, como en el paraíso como en el paraíso, odio el poder me hace sentir en peligro pero no al paraíso sino a mí
“Hijos de la bonanza”, nos llamaban. Los que no conocieron ni la hambruna ni las agudas larvas de estridencia chillando en el oído por las bombas. Y cuando nuestras piernas, tan delgadas, caían y sangraban porque el parque era de un hormigón armado y frío, se quedaban callados, observando nuestro llanto con un gesto de sorna.
Debíamos vivir y dar las gracias por la ocre rozadura en la garganta que provocaba el aire al refugiarse. Agradecer las flechas de las nubes y que un fango lechoso a nuestros pies –en un último gesto agonizante–le mordiera las botas al progreso. ¿Y cómo agradecerles la alegría? La risa provocada por los hombres inocentes del mar
Yo me defiendo de la idea de un dios que te toca sin permiso, que te muerde y no te suelta. Yo me defiendo de un dios depravado y de la alta competición.
Yo me aparto porque cuando no lo hice tuve que consentir lo que no entendía.
Tengo mi propio escondite y mi propia forma de ser un mal hijo.
María Salgado
cuando se encaminaban hacia el río dispuestos a bañarse entre excrementos. También estaba el tedio de tener que explicarles a los niños palabras como pueblo indio, oso pardo, ballena azul o lince ibérico. Pero esto eran minucias, sacrificios en nada comparables al sufrido por aquellos que ahora nos decían hijos de nuestra sangre, tan severos. Aunque, a veces, es cierto, no fue fácil, simplemente intentamos ir viviendo. Haciendo caso omiso a los escrúpulos, al vacío que moraba en nosotros, hijos de la bonanza; los hijos de los hijos de la ira, herederos de todos los despojos.
Ben Clark
Yo me defiendo de ese dios que me quiere solo para sí, para inventar juegos que no existen y que no tienen razón de ser.
Yo me defiendo de un dios que dice que con mi cuerpo es imposible vencer.
Pablo Fidalgo
Ella esconde un corazón lóbrego, como la lobreguez de un bosque. No solo melancólico sino de espesura sombría.
Adentrarse allí es enfrentarse con el miedo; adentrarse en ese bosque frondoso es ir en busca de lo que ella dice que es la vida. Es hablar del futuro, con todo lo que tiene de juego y de impostura; con todo lo que tiene de sacar los cuchillos sobre la mesa para afilarlos y limpiarlos.
Viven animales allí. Algunos son asustadizos, otros, territoriales y, unos pocos, amistosos
y curiosos. Luego están los pájaros que solo miran y son de ojos.
Tengo el corazón caliente, dice. Estamos en un teatro, esperando a que comience la obra.
Entiendes que hay cosas que ella siempre pensará que solo le han pasado a ella cuando lo cierto es que os han pasado a los dos. Tiene el corazón anegado.
Yo pertenezco a una raza de mujeres con el corazón biodegradable. Cuando una de nosotras muere exhiben su cadáver en los parques públicos, los niños se acercan para curiosear en su garganta de hojalata, se celebran festines con moscas y gusanos, me cae mal porque me hizo sonreír a mí, que soy tan triste.
A los treinta días exactos de su muerte el cuerpo de esta extraordinaria raza se autodestruye, y a las puertas de vuestras casas llaman los restos del alma de las mujeres sobrenaturales, chocan contra vuestras paredes, sus empastes y sus uñas agujerean vuestras ventanas hasta que sangran nuestras aortas clavadas en la tierra, igual que las raíces. Al morir nos abren el estómago, examinan con los dedos su interior, rebuscan entre las vísceras el mapa del tesoro, sacan sus dedos negros de todos los poemas que se nos han quedado dentro con los años.
Un espectáculo.
Ceniza entre unas manos a la espera de viento, trenza de lluvia que todo lo arranca. No basta, no hay espera ni búsqueda. No hay qué para paliar la deuda: ¿y me abrazas pidiendo perdón,
Elena Medel
con las manos repletas de azar, de nieve? Parpadean mis curvas de fuego. Prende el hombre más próximo. Y sus manos de azar. Su nieve.
Lucía Boscà
Carlos Bueno Vera
Poesía española
La orilla es una línea un tanto confusa o el vértice de un pájaro.
La luz que cae de la farola me recuerda a un ahorcado.
Sigue lloviendo en el amplio salón.
Una niña se rompió todos sus huesos al mirar por la ventana.
Incluso vacía, una botella sigue siendo una botella.
Según Rimbaud toda luna es atroz y todo sol amargo.
Alguien dice que empezará una guerra con palos y piedras.
Lo que hay después de la lluvia es incertidumbre.
Un poeta escribió que morir es dar un paso al frente.
Por la mañana abandono mi sexo.
Al atardecer vuelvo cuando me desnudo para entrar en la ducha.
Mi madre siempre dice que tengo los hombros [de mi padre. Con el vaho en el espejo el contorno es más [ancho, más generoso.
Dibujo una línea recta con los dedos, con la [mano la deshago.
Al pastor alemán que tú recuerdas, trotando [por tu infancia, lo atropelló un tractor cuando creciste.
Se nos cayeron luego los vencejos, como guantes raídos, de las tardes azules, tardes de manos llenas, cielo bajo.
Miro cómo mi abuela, los ojos muy abiertos, fervorosa, está exprimiendo un zumo en la cocina; miro temblar sus manos, debajo de esas manos miro girar el sol, aroma antiguo, sangre pura del tiempo más redondo, corazón de naranja que aún nos ciega.
Juan Bello
En los ojos guardo la tristeza de las muñecas que jugaron a ser hijas y que mis padres acabaron regalando.
El agua fría me trae a mi cuerpo, escondo el pene entre las piernas.
Mamá, ¿a quién me parezco?
Ángelo Néstore
No queremos morirnos, no queremos…
La miro y habla sola en la cocina, mientras exprime un zumo como quien reza [un salmo, apura la inocencia y el candor, bebe memoria.
Miro temblar sus manos. Y el almendruco [estéril, la tapia; blanco sucio para trepar de sed, amarga adolescencia, fruta viva.
Son cosas que brillaron antes de que te fueras.
Martha Asunción Alonso
Poesía española
ESTOY AQUÍ. En frente se encuentra el resto del mundo.
El viento del norte sutura tu verbo a esta casa. Instala nuestro miedo en la raíz.
Le pone nombre a aquello que por largo tiempo creímos amar.
Piensa en el instante en que supimos que este muro caerá. Abre la puerta, deja pasar a los perros: que coman de la mesa.
Para que huela la tierra a carnaval o a barricada de una vez. Para que huela a algo que se deshace y se compone constantemente.
No detengas la mirada en la belleza del incendio.
Abre una fisura.
Rompe el círculo.
Escapa
He pasado por la muerte y la muerte era dieu prados verdes por detrás del cortinaje suave cortinaje suave y prados pelusa blanca deslizándose sobre las hierbas me he iluminado mientras iba a quedar con mis [amigas
ahora beberemos y reiremos y yo sentiré la muerte un poco por el costado una mujer debe morir un poco un hilillo de sangre que sale desperdiciada es un regalo qué hermoso cuando escuché su voz y ya no extrañé a mi amado porque mi amado estaba en mí en el prado de la muerte las mujeres
Gonzalo Hermo
a mi lado se ríen y yo estoy lejos en la muerte la muerte y yo nos hemos hecho amigas yo me río también con la boca de mi pecho que es una membrana suave capas de color rosado por donde pasa la voz echa contra ti la muerte, me dice es una manta muy gruesa mi amor bajo esa manta ha venido y hace magia no hay ojo que valga ni oído apenas un gramo de tacto de una manera sutil todo lo que sé me toca
Ángela Segovia
Poesía española
Lulú, desnúdate, cierra y abre tus laudables pecíolos tus explícitos labios, Hélpide.
Intento no dejar de saber cómo reconocer qué es el amor, y cuándo, y cómo. Ahora, sentada a horcajadas en un mero poyo agramatical,
te arrancara el lacito del wonderbrá, te arrancara; con el cinturón jugué a apiñar tus trabas subalternas. “Déjame ir!”, dijiste. “Vale”, dije. “No me dejes ir!”, dijiste. Lulú, entre los bastidores donde nos desvestimos, te he arrancado el lacito del wonderbrá, de cruces y amplias hojas de hierba suturados.
Ciérrate de par en par porque no hay nadie mirando; luego quizás quizás quizás ábrete de 5 en 5, de 6 en 6, de pronto.
No atardece, no llueve, no hay nadie atardeciendo ni lloviendo ni mirando tus hojas cual obleas consagradas, ábrete! Y partiendo el costillar frito, colindante de los Andes, y partiendo el pan de incienso, de oro, de astillitas, ven, vente, trágate el último yelmo de mi cuerpo.
Porque este es mi cuerpo, etc. Demasiado dulce?
Somos seres sagrados, y ridículos,
signos de admiración desencajados, saltar o desatarse o confiar.
No el peso de los dioses, el esfuerzo de levantar humanamente catedrales con sus problemas de iluminación, o la cabeza de entender el cuerpo o el cuerpo de intentar cruzar el mundo.
Y solo nos explica la caricia que un recortable le produce a otro,
o fabricar la boca de dos máscaras –un solo golpe, perforaciones que son besos, o un abrazo total bajo las plataneras, nada nada, entendemos con mentes verticales esta misión tan repulsiva y noble, inventar un idioma para titubear, andar sobre los mares, cojeando.
David Leo García
Berta García Faet
Poesía española
lluvia un inmenso cansancio de nada las voces y el silencio como un colchón invisible rodeándome la cabeza pesadas monedas sobre mis párpados quién me roba las palabras antes de llegar a conocerlas quién me roba de mí misma dijiste que me libren de mí y fue pero me dejaron a solas con este cuerpo y con estos ojos quemados a veces miro en el espejo y me pregunto de quién es este pájaro de tersura herida de dónde ese extraño desajuste entre mis facciones por qué estos huesos dañados a veces creo que solo soy los dedos del hombre repasando la frente los pómulos la nariz solo tengo piel en las manos de los otros
Su Xiaoxiao
Amar era una dualidad, o un cuerpo celeste de múltiples caras; los múltiplos de un prisma octogonal. En el entendimiento de lo plural, se asume la fractura, el momento en que el habla cesa y continúa, cesa y continúa. ¿Quién dijo que el amor no podía suceder, y que de hecho no sucediera ahí? Las imprecisiones de lo lingüístico anunciaban el amor como se anuncia un fenómeno atmosférico. Primero, los pequeños signos en animales, plantas; los signos del cielo. Segundo, las marcas en la propia presencia; erizamiento del vello en la nuca, resquebrajamiento de la piel, dolor de huesos. El amor se anunciaba también así, y se desbordaban las pupilas, y se fracturaba algo a la altura del estómago; amar era una tarea imposible, era una tarea multiplicada, insectos iridiscentes en la noche, los cuerpos que se iluminan en total oscuridad y que, de algún modo, te pertenecen por esa particularidad en los ojos que los empequeñece o agranda pero que los arrastra hasta donde te sitúas, en el centro de un sonido terrible que no cesa y continúa.
Ruth Llana
Insepultos brazos, insepultos cuellos, insepultas manos, insepulta sepultura: dedos, tórax, ojos, pelvis. El reflejo de un cáliz o una copa o un vaso sobre la madera el reflejo. Vengo a decirte, padre, nuestra muerte. Acaricia su matriz nuestro recuerdo en el telar. Reconóceme nicho de mí mismo. Esta, mi cavidad, tuya. En el fondo, si hay un fondo: monedas, tierra mojada, tallos de frutos de semillas de piedra, sí, hay un fondo. Cava cavidad: cabré. Un hilo tensará tus palabras, de tus sienes, un hilo te hará decirme y qué es mi nombre sino tu nombrar mis sienes tus palabras. ¿Este rostro? Te niego, padre, la configuración de este rostro. En las aves de rapiña verás mis dientes, vaho verás, algo de este aliento que padece separación. Y vino temblor.
Enrique Morales
Poesía española
Cuando follaban, él solo podía pensar en una lenta Virgen del Románico.
¿Qué nos ha hecho la Posmodernidad?
¿Te miró con lujuria van der Weyden?
Un campesino salta sobre la subvencionada barriga de su hija mientras alguien recita los primeros versos del soneto XVIII de Shakespeare.
¿Es una voz en off o está La Fuerza aguardando entre las ruinas?
Lo real ya no es ni la mitad de lo que era, de acuerdo con algún filósofo francés.
¿Cómo leer ahora Marianela?
¿Cómo leer ahora Rojo y negro?
Un negro pasa con un pan al hombro y todo el mundo piensa que es un rifle y es bastante probable que lo sea.
¿Se puede mencionar la epistemología sin que un pájaro caiga en el cemento?
Xaime Martínez
APRENDÍ a hacer fardos pequeñitos primero cabían en mi mano de pájaro asustado más grandes después cada vez más grandes necesaria una espalda instruida para cargarlos amontonarlos junto al zahurdón
fardos de paja primero más grandes después cada vez más grandes de ramas de avellano nogal castaño trenzando el bosque entero con mis dedos donde iban a beber las heridas como peces rojísimos nacidos en los pernales allí donde nacieron también las heridas de mi abuela brazos y piernas escondidos tras las mieses unidos ahora por el desgarro y la piel herida unidos ahora por la sombra cerrada de la misma sierra
Juan Ángel Asensio
El padre fabrica su propia muerte. Se afana en la figura. Cuida la forma de los dedos. Los signos del desfallecimiento. Estoy pensando qué me enseñó mi padre. Estoy recordando: no quise aprender nada.
Lo que no quería decir es: tendré siempre diecisiete años. El padre construye los órganos del hijo a su semejanza. Se confía a la piedad. El padre se construye dentro del hijo. En madera. Luego arde.
Ismael Ramos
Poesía española
hay 70 personas en 10 km a la redonda que querrían tener una cita conmigo sentarse al otro lado de la mesa [asomarse a este vacío que me habita deslizo el dedo y repaso estos 70 hombres con padres madres y aspiraciones toda una vida detrás de una foto y siento que la tristeza ya no es tan bella que esta fragilidad esta palidez esta vulnerabilidad que me cercan ya no son siquiera el poema no sé qué contestar cuando preguntan mi rol en la cama solo quiero que sus brazos contengan mi figura que el vacío que me habita dentro devuelva el eco a alguien si ninguno de estos setenta hombres pensará en mí en la soledad del insomnio si ninguno cogerá aviones de su país al mío si a ninguno le importa realmente mi rol en la cama por qué no voy a ser sincero contestar da igual no importa yo solo quiero tener a alguien de la manera que tienen los que tienen algo
Carlos Catena
OJALÁ naciéramos sin párpados, para no sufrir jamás ese instante de sombra. Ojalá el mundo fuera todo blancura y no volvieran a dolerme los cuchillos de cristal. Existe cierta ceguera en esta cualidad de ver, por eso envidio a los animales enterrados: ser solo en la noche, ignorar el paso del tiempo, huir del nombre absurdo que siempre acompaña a las cosas.
Javier Fajarnés
me cubre un perro negro y aprieto puñados de moras para que un zumo turbio llene de sangre el algodón que me desnuda las piernas el ángel siempre anuncia la suciedad pura del verbo y exclama suavemente hunde la mejilla en el limo celebra la mano en la nuca grita todo el cielo sobre la tierra solo los lirios tronchados inician el lenguaje la familia nuestro deber es perpetuar esta violencia
Laura Rodríguez Díaz
¡Por qué no admitirlo en un poema tan político! La carne no es débil, al contrario: reincidimos en el golpe, la rotura de sus pliegues, una búsqueda eterna de placer por las estrellas: Perseo, Virgo, Hércules; no tenemos suficientes nombres para un universo que se expande, si el infinito fuera humano sería pregunta el hombre se acaba aquí donde comienza el diálogo admite estas manos posadas sobre el brezo ellas quieren ser luz a través ahora que lees libros y lees sobre nuestra herencia quizá podamos pensar en un futuro decidir sobre la duda, no escribir la frontera.
Rodrigo García Marina
Palabras en torno a una muestra del Norte Grande
Por Daniel Rojas Pachas
Preparar esta muestra de cinco poéticas nortinas ha sido un desafío y una grata invitación. Un ejercicio de revisita a múltiples voces generacionales y territoriales, que llega en un punto vital en que sostengo una marcada distancia con Chile. Esta muestra armada desde Bélgica, reafirma la insularidad de nuestro país y en específico del universo nortino. A la vez, esta curaduría releva una especial conexión con la lengua, debido al país trilingüe que habito, donde predomina el neerlandés y francés y en menor medida el alemán. El español parece tener poco que decir en estas latitudes y la poesía, gracias a este llamado de la revista WD40 se torna un grato retorno a los terrenos y límites de nuestra lengua y las pulsiones poéticas de un Norte chileno desafiante.
La voz de Jaime Ceballos se nutre de la pampa, la inmensidad del paisaje, pero también del dolor cotidiano, los remanentes que dejaron las oscuras páginas de la historia nacional reciente: el extrañamiento, la gesta de los que no salieron, el insilio y la pena de ser extranjero en las fronteras del propio país. En esa medida es una poética de la duda, la soledad, el disenso y la crítica al
modelo social y discursivo. Descreer del lenguaje, abismarlo nos indica el poeta.
La escritura de Vicente Rivera trabaja la transposición de la minería devastadora, los metales pesados en el agua y la sangre, las zonas de sacrificio y los relaves y edifica una reflexión bella y estetizada, más allá del llamado de atención al impacto ecológico y social. Los textos de Rivera no son panfletarios, sino imágenes poderosas y estremecedoras, cargadas de sonoridad y polisemia. Una mirada cruda al futuro nacional y constituyen una lectura que desafía la representación folclórica y de postal del norte.
Soledad Fariña es una voz que construye su propio territorio. En su poesía convive lo urbano y lo místico. Cantos que parecen invocaciones, protecciones contra el mal de ojo, recetas de amigas, conversaciones rescatadas al paso, secreteo y murmullos. Se puede palpar la respiración, el miedo y el éxtasis. Es una poesía que como un pararrayos capta muchas locuacidades y verbalizaciones y en la cual confluye el norte, el mundo andino, lo cosmopolita y lo íntimo en una tensión constante.
En la poesía de Zuleta Vásquez se congrega lo bíblico con lo abyecto. Vertederos humanos, festines de carne y cuerpos arrojados a un matadero, el espacio de la escritura abigarrado y sitiado por múltiples alegorías del dolor. Es una poética que se aparta del tratamiento referencial del norte. Es una escritura territorial desvinculada del mero documento o gesta inmediata. Se soporta en la sinestesia, imágenes y la construcción de una atmósfera de asfixia que bien podría ser una lectura de los cordones marginales, las tomas pero no de Antofagasta, sino de América y de todas las migraciones y diásporas vistas desde la íntima pulsión de un yo que canta el sufrimiento como un Dios castigador. Los poemas de Galvarino Santibáñez interrogan los caminos de la ley: jueces, copistas y glosadores. Nos presenta un mundo de perseguidos, entregados al sacrificio y un panteón de
moralistas y verdugos en que la letra cae como una guillotina. Es una poesía de la memoria, pero sobre todo del olvido y la distancia. Atestiguamos mundos que perecen y entendemos han sido condenados al olvido, mientras que otros confabulan y traman nuevos mecanismos para medrar ante el poder o dejarse explotar. Tras el proceso de intervención, finalmente los cuerpos caen entregados a la trivialidad de la hiperconexión y el borramiento. Poemas como “El otro método” exponen el cambio de un estado de vigilancia y tortura a uno de control y endeudamiento. Es una poesía que dialoga con un Chile y un Norte que pervive a la distancia, en los momentos y amigos más queridos, pues la desmemoria nos borra a todos y sobre todo a los alejados del concierto metropolitano de la escena poética nacional, que citando mal a Gauguin, se gesta en detrimento de la propia poesía.
Poesía del Norte Grande
Sergio Pizarro
De Yo tenía un País
Tríptico
1
La primavera se nos fue de un golpe y nosotros perdimos el respiro
–Ahora en mi país–el norte se abraza con el sur en el centro mismo de la pena
2
Me contó que venía de otra parte de muy lejos me dijo que venía que lo obligaron a marcharse que no quería
Que su país es tan angosto que no caben los anchos pensamientos
3
No sé qué duele más si estar adentro o estar afuera
No sé si pedir auxilio o pedir exilio
Jaime Ceballos
Iquique, 1959. Poeta y profesor. Ha publicado los siguientes libros de poesía: De tanto ver morir (Ediciones Campvs, Universidad Arturo Prat, Iquique, 1997), Yo tenía un país (Ediciones Campvs, Universidad Arturo Prat, Iquique, 2003 y reeditado el 2023), Cruces de la memoria (antología poética, Ediciones Campvs, Universidad Arturo Prat, Iquique, 2011) y Rarezas del tiempo y de la luz (Editorial Navaja, Iquique, 2019). Ha participado como asistente y panelista en diversas ferias del libro y encuentros culturales y literarios. Ha sido jurado en diversos concursos y dirigido talleres literarios para jóvenes y adultos. El año 2004 recibió la Orden al Mérito Docente y Cultural “Gabriela Mistral”, en el Grado de Caballero, distinción otorgada por el Ministerio de Educación.
A veces:
“Quisiera ser extranjero para irme a mi tierra”.
Secuela
Nació con la frente hundida
Porque hace años a su padre le patearon los espermios.
De Rarezas del tiempo y de la luz
Po/ética
Se viven tiempos difíciles
Es menester escribir contra el lenguaje
Porque las palabras ya no dicen nada es necesario reventarlas contra el piso y hacerlas hablar desde el abismo.
Ceballejo
Aquí estamos, mi maestro y yo bebiendo esta copa de silencio
Negrísimos los dos, casi indios
Preguntándonos, cómo fue que se nos vino el sufrimiento
La duda acuciante y dolorosa
Él ahí, acodado en su mutismo
Descansando su barbilla en la palma de su mano, formalísimo
Yo acá, sin verbo y sin arrimo humanamente siendo, apenas
Como un quejido que respira
No hay días jueves ni aguaceros
Pero hay golpes tan fuertes, que abren el cuerpo en dos mitades
Yo no sé…
Poesía del Norte Grande
Astros (poema inédito)
1
En este cuarto ha caído una estrella
A veces brilla lento casi pensativa
No sabe de dónde es ni de qué cielo la arrojaron
Yo la miro en silencio
Su cabellera me recuerda el mundo mío
Quién no fue alguna vez un astro doliente una luciérnaga llena de preguntas
Hay cuartos tan grandes y vacíos que caben estrellas enmudecidas
2
De qué alturas somos De qué agujeros
Por qué nuestra pequeña grandeza siempre cae en el vacío
Por qué el oscuro barro se recuece ante el sol, tempranamente
Ningún polvo alcanza para tanto Apenas nos regala la chispa original el jadeo de la primera algarabía
Y bajo la noche inmemorial abrimos los ojos a la muerte para acabar ebrios de embeleso.
Poesía del Norte Grande
De Relave: material particulado
Prospección del tono XI
Maquinas de prospección y sondaje Jeringas de acero penetrando la tierra triturando el suelo marino desiertos llanuras Mientras hombrecitos-astronautas se aplican incansables en la faena extractiva del crudo fósiles diluidos en fango historia líquida combustible mecánica de fluidos entre los engranajes de un reloj que indica el futuro es ahora la catástrofe todos los días:
Vicente Rivera Plaza
Flamenco, Copiapó 1986. Profesor de filosofía y escritor. Miembro de la Sociedad de Escritores de Copiapó en la que ha impulsado diversos proyectos colectivos, entre ellos, la publicación de la revista De-cierto lugar. Becado por la Fundación Neruda participa de su taller en La Sebastiana el año 2010 y es seleccionado para integrar el taller latinoamericano de poetas jóvenes el año 2012. Ha publicado los libros de poesía El ojo del lagarto (Editorial Cinosargo, 2015), Relave: material particulado (Editorial Tierra Culta, 2021) y la plaquette De todos los bosques, el huiro (Editorial Amor y Rabia, 2023). Miembro fundador de la escena “Literror” junto al periodista y escritor David Ortiz y colaborador de la revista virtual Concreto Azul en Valparaíso. Actualmente participa del taller “El chañar”, a cargo del poeta Gabriel Ocaranza, e imparte el taller de literatura “Mano alzada”, en Copiapó.
Estudio de impacto II
¿Cuánto pesa el polvo en suspensión atravesado por la luz antes de cubrir de manto pálido la transparente superficie del cielo azul celeste o el reflejo del sol en el fondo de las cosas?
¿Cuál es la medida el valor de una partícula dispersa en el aire disuelta en el mar en la sangre?
Poesía del Norte Grande
Bodegón a tajo abierto XIV
Torre de alta tensión cables torre de alta tensión cables torre de alta tensión cables así sucesivamente cobre en el paisaje de un país bosquejado por la línea gráfica frágil estadística calculada per cápita en la bolsa de metales que cada cierto tiempo se eleva y cada cierto tiempo cae
Así sucesivamente torres de alta tensión forman el corral electrificado de un territorio cuyos límites productivos reproducen la copia feliz de Babel:
De De todos los bosques, el huiro
Sentarse
Sentado sobre la raíz de un viejo árbol caído a orilla de la luz donde se forma un claro escucha la ruta del viento entre el follaje del bosque los frutos que caen estrellándose con el suelo hojas semillas y brotes pájaros e insectos dibujan con sus patas sobre la tierra húmeda la vida elemental y salvaje apacible después de todo.
Naufragio
Entre tormentas de pececillos translúcidos y relampagueantes coreografías de otros tantos cardúmenes he visto navegar a las medusas.
Poseen la cadencia y la calma de una divinidad sin tiempo antes de su propio alumbramiento sol naciente sumergido en el líquido amniótico de una eternidad abisal
¿Han contemplado sus cadáveres transparentes reverberando en la orilla? lágrimas de mar las llamaba cuando niño.
Parecen los fragmentos de un Dios que se estrelló contra la arena y salpicó diez mil pedazos de médula espinal almacenados por el vaivén de la marea que no tiene principio ni fin.
De Caballero Solo
En la soledad de su cuarto escribió el autor este poema
Profetizan, blasfeman, gerundean estos tenaces niños en palabras, alquimistas del verbo, abracadabras, antipoetas celestes que babean.
Héroes son, falsarios, moralistas y jueces de pedir fusilamientos y ediciones para sí y monumentos en que adorar su don de artilleristas.
Vampiros de hipérboles sangrantes, realistas de manual alcoholizado, ven león donde hay gato agonizante y miel donde el vinagre se acumula. Hélos allí, jaurescos, iletrados, vana legión de doctos entre mulas.
Galvarino Santibáñez Bribbo
Mejillones, 1959. Ha publicado Sol del laberinto (1980), Caballero Solo (1992), Líneas de fuga (2011) y Por si alguien viene (2019). Reside en Suecia desde 1982.
Apremios ilegítimos
a Guillermo Vergara
Hacia las bibliotecas del Reino se desplazan los fotocopiadores con sus bolsitas de nylon. En ellas portan la cifra de los Sacrificados –la Letra, mas no el Espíritu y bajo un haz de fuego y luz los atan y acuestan. El tormento dura unos escasos segundos hasta que, hacia un costado de la hoguera de metales negros, cae la Letra como desde una guillotina.
De Por si alguien viene
Finale
En julio, el verano, enarcado de cielo a cielo, quiere arder en sí mismo
Pero antes de esta desbordante inmolación el verano procede a desnudarse lentamente
como en un último día de luna de miel y se despoja de sus nubes, una a una hasta quedar en azul
Y hacia el atardecer nos invita a su última fiesta en un horizonte que enrojece
Como si de su luz quemada naciera un vino que al morirse dejara en la tarde una sola estela de deseos despiadados.
Cantiga a Aristóteles España, in memoriam
I
Un ojo-foco de la noche me espía por la ventana
y me ve escribiendo a estas altas horas
El otro método
del Norte Grande
Me acuerdo de los amigos Y del silencio que nos une más allá o más acá de los puentes bombardeados
Busco un acomodo pero choco contra el mismo saco papero del insomnio
Contra las sombras de un territorio lejano y baldío que los perros callejeros ocupan para dormir
II
El vino está en llamas delante del amigo
Centellea en la copa prometeica
Las llamaradas son sus ojos su lengua su dominio
El fuego está en vilo delante de la ausencia del amigo.
Recuerdo haber escrito un párrafo sobre el Fin de los Tiempos. No olvido que le hablaba entonces a un interlocutor presente pero invisible. Arropados por la Vida, mis dos hijos dormían. Yo, sin embargo, era el arrojado que discurría sobre la decadencia social y el decaimiento personal, en un fragmento que hoy me vuelve a la memoria, y en el que yo imaginaba que por fin la sociedad había permitido la eutanasia y que ella misma había dispuesto inmensos galpones convertidos definitivamente en mataderos colectivos. Allí íbamos quienes renunciábamos al diario vivir y preferíamos el sueño eterno otorgado por una inyección letal y estatal gratuita. Ahora sé que también hay un método distinto en espera de ser aplicado a los jóvenes. Estos, a diferencia de nosotros los adultos, se entregarán voluntariamente a una prisión barrial previamente concertada. En ésta se le encomendará una celda para incomunicados, con ducha y guater, y un orificio en la puerta de acero para el deslizamiento del tarro de comida. Este sistema será conocido como Confinamiento Celular, pues los mozalbetes allí recluidos vivirán esposados a su teléfono móvil hasta morir de la única manera posible: lentamente y de aburrimiento.
De Albricia
Viajo en mi lengua
Soledad Fariña
Antofagasta, 1943. Estudió Ciencias Políticas y Administrativas en la Universidad de Chile; Filosofía y Humanidades en la Universidad de Estocolmo, Suecia; Ciencias de la Religión y Cultura Árabe en la Universidad de Chile y es Magíster en Literatura por la Universidad de Chile. Ha publicado, entre otros, los libros de poesía El primer libro (1985), Albricia (1988), En amarillo oscuro (1994), Narciso y los árboles (1999), La vocal de la tierra (1999), Donde comienza el aire (2006), Todo está vivo y es inmundo (2010), Ahora, mientras danzamos (2012), Yllu (2015), 1985 (2016), El Primer libro y otros poemas (2016) y Pide la lengua, antología (2017). Ha impartido clases de literatura y literatura infantil en la Universidad de Chile y dirigido talleres de poesía en diversas escuelas en Santiago y regiones de Chile. Cursos de Escritura Creativa en las Universidades Diego Portales, Finis Terrae y Universidad Mayor. En 2006 recibió la beca de la Fundación J.S. Guggenheim, en 2007 fue nominada al Premio Altazor y en 2018 recibió el Premio por Trayectoria de la Fundación Neruda.
de arena pantanosa
dos vocales O E
Viajo y rozan los bordes mi arenilla dormida
Adentro más adentro de la cavidad sonora tus vocales las mías en el ronco gemido
Me aferro a mis moluscos Penetro las papilas
Adentro más adentro llego hasta el estertor al eco de otra lengua La camino recorro la nostalgia la cerco
Pero a la piel no llegan claros los envíos
Qué sintaxis Qué paisajes que mis ojos no vieron Quieren brotar desde esas aguas y tu lengua mi lengua
Se desfleca esta lengua
Bailan sus hilachas
como guías aéreas
Abandonan la escena más allá de los labios (sus guardianes los dientes)
Sinuosa se desliza hasta el pecho auscultando latidos desde una superficie (insiste un instante e los latidos)
Perpleja vuelve a entrar a escena enrollando sus guías Acogen los labios en su prisión el hueco de esta lengua
muda quedamos
(el humus cenagoso no se cuaja en palabra)
De Narciso y los árboles
Qué hacer con ellos
Cae ahora el oscuro y pavor siente el chasquido de los dedos
titubeando en el aire Qué hacer con ellos en el follaje oscuro con este lazo rojo
titubeando en el aire
¿Te acuerdas?
Sueño deambulando blanca y calva por la calle con un lazo rojo atado al cuello para que no me [ojeen no me hagan mal de ojo me puse esa falda negra y larga que arrastra [suciedades de la calle esa negra ¿te acuerdas?
llevo horas deambulando con mi lazo atado al [cuello para que no me ojeen
despierto desnuda la mano en la garganta: el talismán
alguien lo arrancó de mi cuello con fuerza lo arranqué de mi cuello
Azul
Sueño escondida en el follaje de tus cejas cerca del ojo ver lo que ves azul
ver todo azul como tu ojo pero detrás del parpadeo el gallo lanza su picotazo feroz se aquieta el parpadeo en una linfa blanca escudriño busco como en el fondo de una taza de té algún augurio algo
Zuleta Vásquez
Antofagasta, 1979. Escritora de poesía y cuento. Ha desarrollado, además, un trabajo plástico y de adaptación musical en su obra poética. En el año 2020 publica 101-201 (Ediciones Hurañas) y en el 2021 le sigue 301-401. El año 2023 es incluida en la antología poética El Faro. Poetas de norte a sur. Voz poética de la mujer en Chile 1980-2022.
97
Creo que Dios
Se puso a escribir en mi cara, tomó los cinceles
Y borracho, se puso a escribir en mi cara.
Todopoderoso de los hormigueros, niño con lupa en los ojos y cercenador ignorante del dolor ajeno –deja en paz a tus pobres hormigas–
Hacedor de las carreteras del infierno, cicatrices que escribiste en mi cara con maldad bendita, con infinito amor samaritano ¿qué necesidad de sentirte Dios?
Dios escribió en mi cara y dejó sus clavos en mis manos.
438
No almaceno nombres.
La idea me castra, y edifica descontrolado mi falta de memoria.
Aseguro sutilmente por estos días, cucharadas de esquizofrenia disueltas al cráneo que me esconde.
–No sé, si estoy feliz–
me vine zurcido a la cuna, entre el algodón danzante y la tierra de las uñas.
Fértil en su tierra de perros muertos por el patio, agitando un ala, convertirme en pájaro y asomarme al borde de la ventana.
En esta enorme visión de mí mismo, con la infectada inocencia de mi yo pequeño, sin darme cuenta que mis pasos se hicieron ancianos, que no escribo y enfermo, ya estoy habitando un nicho,
que ya me llamo como me llamo, y solo falta enterrar mi cadáver.
Sólo faltan las invitaciones al velorio y las peticiones que este muerto tiene.
El tipo de flor y color que no quiero, claveles y rojos, sin olvidar que mi cadáver y yo, no queremos celofanes.
Agradeceríamos la lectura de un escrito con orden de enumeración, como pago por existir y asistir a la triste marcha de esta existencia con número.
Y los que quedaron vetados por haberme matado.
Tengo muchos asesinos, uno por cada capa de tierra dónde me buscarán los gusanos.
–A ellos mi desprecio y la ira de los cajones–
493
Esta letra tiene miedo, avergonzada se escapa por las esporas y cobarde, no enfrenta su paradigma de vanidad y sepultura.
No es buena letra, es un perejil de carne que carece de estudio y consecuencia entendible.
Es una semilla que abre su quejido, que eclosiona a la luz
del Norte Grande
su sinuosa existencia y reclama de baratijas el mundo.
Una destructiva langosta que invade de colmillos afuera del vientre quemando la cosecha.
La casta poética, poetas de mala dentadura, trituradores de mi lenguaje, hemorragias por las encías y sangrante palabra en sus lecturas en un abanico de carne con errores de libro tirado en la basura
–No recojan basura que leo poesía–
No la recojan que necesito de esos gusanos para escribir.
Un cuarto de la miseria acostumbrada y unos gramos de llanto tendidos a la soga haciéndose al grafito negro de los buses.
–No la recojan!–que también como basura.
Tengo hambre, cuarenta y cuatro años de hambre, de espera a las afueras de las cocinerías,
dormida dentro de mi hambre en los invernaderos de la letra.
Un perro esperando en la vitrina, saboreando olores de esa fragua entre el difunto olor del lenguaje de estos escritos.
Circo dantesco de mi hambre, escucho voces, y el perro saliva más de su hambre.