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LOCALES / LUNES, 17 DE DICIEMBRE DE 2012 El periódico de Puerto Rico
La clandestinidad como puerta de escape STEPHANIE GÓMEZ y YENNIFER ÁLVAREZ, EL VOCERO
Nota del Editor: Esta es la segunda entrega de una serie especial sobre las diversas actividades que se realizan en la Isla bajo el manto de la clandestinidad.
Fotos EL VOCERO / Archivo
El tráfico y uso de drogas ilegales, la corrupción y la prostitución son algunas de las actividades clandestinas más condenadas desde el punto de vista moral y jurídico en nuestra sociedad. Aunque las sanciones son muchas veces severas, no siempre las penas sirven como disuasivo. El asunto es complejo, requiere mayor estudio y por lo tanto, no supone soluciones fáciles, tal y como apuntó en la primera parte de esta serie especial, el sociólogo César Rey. Para el salubrista José Vargas Vidot, la desigualdad social es uno de los principales catalizadores para que las personas participen en actividades clandestinas. A falta de oportunidades de empleo y desarrollo, algunos recurren al trasiego de drogas y otros a utilizar su cuerpo como mercancía para garantizar un techo seguro y el sustento. Además, “la salud mental se ha desatendido crónicamente”, lo que provoca que se recurra a las drogas para “alterar las emociones y atender los problemas interpersonales”, según el galeno. “El uso de drogas es la contestación al estado de frustración que provoca la falta de oportunidades. Tenemos jóvenes que se cansan de llenar solicitudes de trabajo, y si se les ofrece algo, se trata de subempleos. Cuando analizas la vida detrás algunos criminales notorios, ahí está la desigualdad social”, apuntó el salubrista con dos décadas de experiencia en las calles, facilitando el acceso de servicios médicos a drogodependientes y trabajadoras sexuales. Vargas Vidot recordó que las personas con pocos recursos socioeconómicos no son los únicos que recurren al abuso de drogas debido a la maltrecha salud mental. “Gente que está automedicada y que logra que el compinche médico le de un medicamento psicoactivo, hasta los millonarios que son ‘crackeros’; nadie está exento”, destacó. La doble moral también existe cuando se habla del trabajo sexual, según los expertos entrevistados. Desde el
El sociólogo César Rey afirmó que la clandestinidad es un asunto complejo, por lo que no supone soluciones fáciles.
régimen español se reporta la prostitución en Puerto Rico, y su práctica se vincula con una marcada desigualdad socioeconómica que continua hasta el día de hoy. Investigaciones históricas identifican la servidumbre esclava y luego la doméstica como el mayor campo de reclutamiento de este negocio. El sicólogo clínico José Pando indicó que la criminalización de la prostitución promueve mayores problemas de seguridad y salud para la población. Tan temprano como en el siglo 19, surgió en San Juan la primera reglamentación de “las mujeres públicas” –como se les llamaba en aquella época– a través de impuestos, la portación de un carnet en donde se reportaba un récord médico al día, el establecimiento de las llamadas zonas rojas o de tolerancia, y exámenes vaginales semanales. Sin embargo, el sistema no fue efectivo debido a la doble moral que condenaba socialmente a las trabajadoras sexuales y pretendía exculpar de su responsabilidad a los hombres –principales transmisores de las enfermedades venéreas por sus relaciones extramaritales– tal y como evidencia la historiadora Nieve de los Ángeles Vázquez en su libro Meretrices: La prostitución en Puerto Rico de 1876 a 1917.
La prostitución en la Isla fue tipificada como delito tras la colonización estadounidense y sigue vigente hasta nuestros días, principalmente por consideraciones religiosas, lo que complica el acceso a los servicios de salud. El doctor Pando recordó que en ciudades como Amsterdam y el estado de Nevada, se delimitan zonas para ejercer el trabajo sexual en búsqueda de proveer un lugar seguro para ofrecer los servicios y promover programas salubristas para prevenir la propagación de enfermedades venéreas. Mientras se condena la prostitución en la Isla, el también terapista sexual reveló, a través de su experiencia clínica, que es común que mujeres –y en su mayoría hombres– utilicen servicios sexuales sin importar su estrato social o su estado civil. “Es una realidad encubierta. Hay varones inhibidos que inician su vida sexual pagando por servicios, y hay casados que acuden a comprar sexo porque no se atreven a pedirle a sus parejas ciertas prácticas sexuales”, sentenció Pando. De otro lado, la doble moral a la hora de hablar sobre corrupción también es tangible, según la directora de la Oficina de Ética Gubernamental, Zulma Rosario. En la Isla se censura al funcionario de alto nivel que se lucra gracias a su posición al malversar fondos públicos, pero no se percibe como corrupción conseguir trabajo en el gobierno por amiguismo y no por mérito, o llevarse para la casa los materiales de oficina. Rosario, quien confesó le cayeron ‘chinches’ cuando dijo que también ocurre corrupción entre los funcionarios de menor nivel, apuntó la falta de valores como causa principal. Por su parte, Vargas Vidot opinó que este tipo de conducta se origina como consecuencia del asistencialismo de la década del 60 y 70. “El asistencialismo institucionaliza la mentira, un estado de dependencia e implanta la ‘gansería’ como un elemento casi cultural y chistoso, y las personas son más livianas a la hora de romper las reglas y se justifican”, concluyó.