Edición 10 de Agosto 2012

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VOX / VIERNES, 10 DE AGOSTO DE 2012 El periódico de Puerto Rico

AP / Archivo

VOX Ironía olímpica MARIO RAMOS MÉNDEZ, HISTORIADOR

como pasó con Javier Culson, se desarrollan campañas “En ocasiones, publicitarias por un evento que dura menos de 50 segundos “ La participación olímpica de Puerto Rico comenzó en 1948, precisamente en Londres. Fue la primera vez en doce años que se celebraban unos Juegos Olímpicos; los últimos se celebraron en 1936 en Berlín. La Segunda Guerra Mundial había impedido la celebración de los mismos. En estos juegos, el boxeador Juan Evangelista Venegas ganó medalla de bronce en boxeo. En la ceremonia de apertura la delegación puertorriqueña desfiló con una bandera blanca con el sello de Puerto Rico. Lo mismo ocurriría en 1952 en Helsinki; desfilarían con la bandera blanca con el sello de Puerto Rico, pero luego, en los actos de clausura, con la bandera monoestrellada. A mitad de los juegos, por la adopción de la Constitución del Estado Libre Asociado de Puerto Rico, se dio dicho cambio. Pasaron 28 años hasta que en los Juegos Olímpicos de 1976, en Montreal, el boxeador Orlando Maldonado también ganó medalla de bronce. En las Olimpiadas de 1984 en Los Ángeles, Puerto Rico obtuvo dos medallas, siendo una de estas de plata, única vez en la historia, ganada por el boxeador Luis Ortiz; y la otra de bronce, también en boxeo, ganada por Arístides González. En los Juegos Olímpicos de 1992 y 1996, en Barcelona y Atlanta, también Puerto Rico obtuvo una sola medalla (en cada evento), siendo ambas de bronce y en boxeo: Aníbal Acevedo y Daniel Santos, respectivamente. A principios de la década de los 80, por dinero que el gobernador Carlos Romero Barceló le consiguiera al Comité Olímpico de Puerto Rico, que en esos

años presidía Germán Rieckehoff Sampayo –alrededor de $1,200,000–, se pudo iniciar la compra de terrenos y la construcción, posteriormente, de lo que hoy es el Albergue Olímpico. A iniciativa del mismo Rieckehoff, estas instalaciones llevarían el nombre de Carlos Romero Barceló, pues fue la persona que consiguió en sus inicios, la cantidad de dinero necesaria para este sueño deportivo. Sin embargo, la mezquindad del virus político e ideológico que siempre ha permeado en el deporte puertorriqueño, impidió que Rieckehoff Sampayo realizara el gesto de agradecimiento. El movimiento olímpico en Puerto Rico se ha usado como elemento político y comercial. Durante estos juegos hemos visto cómo el contenido político e ideológico se manifiesta en las acciones de algunos líderes y periodistas deportivos, y hasta la osadía descarada de un Arzobispo de San Juan –sin credibilidad alguna– que viajó miles de millas para oficiar una misa hipócrita a unos atletas, cuando nunca ha celebrado misa alguna en un lugar de alto desempleo o incidencia criminal en Puerto Rico. Por otro lado, el elemento comercial no estuvo ausente. Ver a un banco y dos periódicos pautar una cantidad extraordinaria de anuncios –cuyo gasto debe ascender a miles o quizás millones de dólares– para adelantar una causa que todavía no sabemos cuál es, y que ese dinero no fuera destinado a unos propósitos y programas de ayuda de sectores necesitados, sean desempleados o indigentes, dice mucho de la sinceridad de estos sectores sobre las prioridades que se deben tener en nuestro país.

Desgraciadamente, el Comité Olímpico de Puerto Rico se traga una cantidad considerable de fondos públicos. Estos fondos pudieran ser destinados a programas de desarrollo social, incluso dentro del mismo sistema público de enseñanza, para desarrollar el deporte en las escuelas. Sin embargo, lo que se recibe a cambio son menos que victorias pírricas y el costo por cada una de estas –solo siete medallas en toda nuestra historia de participación en Juegos Olímpicos– es extremadamente oneroso. En ocasiones, como pasó con Javier Culson, se desarrollan campañas publicitarias por un evento que dura menos de 50 segundos, como es la carrera de los 400 metros con obstáculos; pero no se desarrollan esas mismas campañas agresivas para la erradicación de la pobreza, el desempleo, la criminalidad, la drogadicción, la deserción escolar y, por supuesto, hasta el colonialismo, que son males que llevan décadas y hasta siglos en nuestra historia. Las prioridades en Puerto Rico están trastocadas. Nadie celebra cuando le ganamos una pulgada de espacio al crimen, aunque nos quejamos de este mal endémico. Igual sucede con el desempleo y la deserción escolar. Las victorias nunca son celebradas. La crítica viene de los mismos sectores con agendas propias, que utilizan los símbolos del pueblo para mercadear sus propios intereses y productos. Se trata, tristemente, de una estrategia inmoral creando falsas expectativas de felicidad en un pueblo, para el éxito económico de sus propias empresas. Es la ironía olímpica.

marioramosmendez@yahoo.com


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