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VOX / MIÉRCOLES, 22 DE MAYO DE 2013 El periódico de Puerto Rico
A paso de tortuga
El tema gay me cansa
ARTURO YÉPEZ
SANDRA D. RODRÍGUEZ COTTO, ANALISTA, RELACIONISTA, PERIODISTA
Me dirán homofóbica, traidora e insolidaria, pero la verdad que el asunto gay ya me cansa. Me hartó, a decir verdad. Me cansé del ‘overkill’ mediático de este asunto con tantos otros temas importantes que se obvian en la opinión pública.
VOX
Bajo ningún concepto esa opinión significa que esté en contra de los gays. Por el contrario, soy y siempre he sido aliada. Para que conste, soy una de las primeras periodistas en este País en abrir brecha escribiendo del tema gay y en usar las siglas LGBTT (gay, lésbico, bisexual, transexual y transgénero) hace casi 20 años, contra muchas adversidades en la misma prensa local que hoy se presenta como liberal, pero que era profundamente conservadora. Por tanta lucha que pasé, tuve el honor de recibir el primer premio ‘Solidaridad’ que la Iglesia Cristo Sanador y organizaciones gay otorgan a personas y entidades que aportan al entendimiento y la tolerancia. Sé de lo que estoy hablando. Conozco al liderato histórico y combativo, al igual que al joven y actual. Sé de los vejámenes, pero como pasa con todos los extremos, a algunos se le ha ido de las manos y ya mucha gente se cansó. Sé que muchos me criticarán por decir que el tema LGBTT ya hastía, viniendo de una persona como yo, que pertenezco a comunidades que históricamente han sido marginadas y vejadas como tantas otras. He sido discriminada por ser mujer, negra, gorda, divorciada, madre soltera, por vivir con personas con impedimentos, por ser bocona y no callarme, por ser puertorriqueña, irreverente, con greñas paradas, en fin, por muchas razones. Sé lo que es estar en una minoría porque lo vivo en carne propia. Sin embargo, me siento obligada a escribir del tema de la comunidad gay porque entiendo la importancia del proceso histórico que estamos viviendo. Eso, y porque cada día me convenzo más de que las actitudes y las sandeces de unos pocos miembros de la comunidad LGBTT, opacan la lucha digna y decente que llevan
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muchos por lograr una sociedad más justa y equitativa. La semana pasada, durante la marcha de apoyo para que se convirtiera en ley el proyecto que prohíbe el discrimen por orientación sexual, y con motivo del Día Internacional contra la Homofobia, dio lástima ver como algunos se comportaban. En varios letreros se insultó hasta Dios: “Tu Dios es un cabr..”, leía uno. Hubo gente que cogió el micrófono para insultar a otros y burlarse de los religiosos. Al que no estaba de acuerdo le espetaban eso de ‘homofóbico’ y otros epítetos. Después en las redes sociales vi miembros de la comunidad gay aplaudir eso con frases como: “hay gente que quiere hablar sucio y devolver un fragmento de la agresión de la que han sido objeto”, calificando a los que criticaron como “asimilistas” o “patos y patas de generaciones viejas”. ¿Qué es eso? Claro que por cada insulto que se dijo
en la marcha había cientos de otros que predicaban la equidad, el amor y el respeto. El problema es que por unos pocos, los demás se afectan. Lo importante es el diálogo verdadero y con respeto porque las distancias no son tan grandes como los extremos de ambos bandos pretenden hacer ver. Sé que no se logrará la equidad si el grupo oprimido se torna en opresor contra todo el que disienta u opine distinto. Creo firmemente también que la lucha por la igualdad tiene que darse más allá del mundo gay. Somos los heterosexuales los que tenemos que dar ese paso, como una vez hicieron los hombres por las mujeres o los blancos por los negros. El tema tiene que trascender el grupo afectado porque se trata de derechos humanos, no de privilegios para un sector. Los derechos humanos hay que defenderlos, pero sin ofender ni odiar. Que cada cual sea libre de amar a quien desee y de dar el respeto que exigen. Solo así serán respetados.
A favor del Proyecto 238 ROBERTO L. PRATS PALERM , ABOGADO
La semana pasada el Senado de Puerto Rico le tiró la raya al discrimen por razón de orientación sexual al aprobar el Proyecto del Senado 238. Con esa expresión, el País dio un paso en la dirección correcta; comenzó un largo proceso de desmantelar una larga época de odio y discrimen contra otros seres humanos por su decisión de mantener una relación con otro del mismo sexo. Esto no es un issue de gays vs. ‘straight’ o de malos vs. buenos, sino un issue de si debe permitirse en Puerto Rico una manifestación de discrimen sancionada así en la ley. Ahora le toca a la Cámara de Repre-
sentantes cerrar el círculo y terminar el trabajo comenzado. Si no está bien discriminar contra una persona por razón de su ideología religiosa, política, raza, color, género, razones étnicas o de nacionalidad, no comprendo porqué no deben existir las mismas salvaguardas legales para personas que deciden relacionarse con otras de su mismo género. La erradicación del discrimen en todas sus manifestaciones debe ser prioridad de todos y el Esta-
do no debe tener espacio en la alcoba de sus ciudadanos. Tampoco debe convertirse en un asunto moralista dirigido por algunos autoproclamados religiosos. Soy católico practicante y pienso que la función de la Iglesia es promover la tolerancia, no desincentivarla. Igual pienso de los demás dogmas religiosos; respetar el prójimo como a ti mismo. La religión no debe invocarse para justificar una actitud hostil y suspicaz para atribuirle elementos negativos a aquellos que han decidido manifestar su amor por otro
ser humano de su mismo género. Amor es amor, no importa de dónde venga. Al igual que la mayoría de los países progresistas han comenzado ese desmantelamiento discriminatorio, en Puerto Rico es cuestión de tiempo y no hay precepto que cambie esa dirección. Cuando termine el prejuicio que existe contra la comunidad gay seremos mejor País. La Cámara de Representantes decidirá si está a favor del lado de la historia o se aferra al principio retrógrado de la homofobia y falta de tolerancia a nuestro prójimo.