El Vocero de Puerto Rico

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EL VOCERO / viernes, 11 de mayo de 2012

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Vota o Quédate Calla’o: Los jóvenes se dejan sentir Pablo E. Puello Díaz Egresado de la UMET Estudiante de medicina de 3er. año

xisten cosas en la vida que te marcan de manera positiva, eventos que te permiten crecer como ser humano y que, sobre todo, te enseñan una gran lección: Que nuestra voz, por más grandes o pequeños que seamos, siempre puede ser escuchada; siempre que tengamos buena voluntad y una causa correcta. ‘Vota o Quédate Calla’o 2008’ fue una de esas causas por las cuales muchos jóvenes se involucraron por primera vez en los asuntos socioeconómicos y políticos de nuestra amada Isla. Como participante en esta campaña, debo decir que esta fue una experiencia muy enriquecedora, la cual nos permitió observar, analizar y entender la dinámica en los temas de mayor importancia de nuestro País, y que día a día nos afectan de una forma u otra, como la educación, la salud o el desempleo. Dentro de la población juvenil, existe una gran mayoría que cree o se deja llevar por una filosofía que es un tanto peligrosa. En un ambiente en que al parecer la honestidad y la honradez se han convertido en una

rareza o en casi un lujo y donde es casi imposible para un joven tomar a uno de sus líderes como un ejemplo a seguir, es fácil entender por qué muchos jóvenes se mantienen al margen de la política y no participan en la toma de las decisiones que afectarán su futuro aca-

démico y profesional. Muchas veces podemos sentirnos ajenos a todas las decisiones políticas y pensar que no tenemos voz ni voto en los asuntos importantes del País en donde forjaremos nuestras vidas. Es por eso, que campañas como ‘Vota o Quédate Calla’o’ son de suma importancia ya que nos brindan la oportunidad de crecer como individuos en esta sociedad e incluso de descubrir de qué manera podemos aportar al desarrollo y mejoramiento de un futuro que, simplemente, nos pertenece. Nuevamente, en este año 2012, de manera práctica y con un enfoque innovador, el Sistema Universitario Ana G. Méndez (SUAGM) brindará una oportunidad única a la juventud puertorriqueña para dejarse sentir en las próximas elecciones generales. Esta será una oportunidad única para que los jóvenes podamos demostrar que somos parte vital del futuro de nuestro País y no una mera población cuyo único propósito es la diversión y el entretenimiento.

go varias experiencias, unas más desagradables que otras. Cuando fui a Venezuela, tierra a la que me une el amor, escuché a un vendedor callejero pregonar unas palabras que nadie gritaría en Puerto Rico. Se preguntan ¿cuáles son? Por respeto a los lectores más recatados voy a referirme a ellas con cuidado, y repito que lo hago por no herir sensibilidades y no por considerarlas ‘malas’ palabras. La primera es una palabra proveniente de la voz aborigen del Panamá chichab, que significa maíz. En Venezuela es una bebida refrescante hecha con arroz, leche y especias. En Puerto Rico se utiliza para referirse al acto sexual. La segunda es una torta típica hecha con maíz, parecida a las panquecas, que rellenan con queso de mano. Su nombre en nuestra isla hace referencia a la mujer homosexual. Imaginen mi asombro al escucharlas juntas y a viva voz. Mi curiosidad me llevó a preguntar para salir de dudas. Ejemplos como los anteriores nos llevan a pensar que el carácter bueno o malo de dichas palabras es relativo al momento y el lugar donde se usan. Por lo cual, debemos repensarnos el juicio que hacemos de algunas palabras a las que llamamos ‘malas’ cuando solo lo son para nosotros o nuestro entorno del habla. Por otra parte, tenemos una larga lista de palabras que son consideradas ofensivas en todo el mundo de

habla hispana. No podemos pretender lo contrario, dado que los referentes del léxico son tan amplios como nuestra realidad humana lo exige. De la larga lista de palabras polivalentes (que poseen múltiples significados) que tenemos en español, encontramos muchas que al cambiar su acepción tornan su carácter en ‘malo’. Tomemos como ejemplo el ofrecer galletas, todo dependerá del contexto y esto porque no es lo mismo ofrecer las masitas hechas con harina que bofetadas. Aquí pasaríamos de ofrecer un dulce a propinar un golpe. Entonces, ¿la palabra galleta es buena o mala? Imagino que piensan que la respuesta varía según las circunstancias. No me queda más que desear que ninguna de las palabras y ejemplos anteriores les hayan parecido ‘malas’, así como también espero que no las vean como ‘buenas’. Hay un dicho coloquial que dice: "Palabras son palabras y nada más". Tiendo a cuestionar esta expresión, sin embargo, reconozco que el valor de cada palabra está en el significado que sus hablantes le dan. Por lo cual, las palabras por ellas mismas no son, ni serán, buenas ni malas. En muchos casos su supuesta bondad y maldad es muy relativa. Llenemos este día de ‘buenas’ palabras, buenas intenciones y mejores deseos de darle a cada palabra su mejor uso en cada expresión o pensamiento.

EL VOCERO / Archivo / Dennis A. Jones

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Palabrotas Dra. Lorna Polo Alvarado Directora Departamento de Idiomas Universidad del Turabo

alabrota se define como palabra o conjunto de palabras de carácter ofensivo, indecente o grosero. En español tenemos una larga lista de palabrotas, también llamadas malas palabras. En realidad las palabras no son buenas, ni malas. Tenemos palabras ofensivas, malsonantes, soeces, vulgares, así como halagadoras, gratas y agradables, entro otros. Entonces, ¿por qué calificar como malas algunas palabras? Sancionamos o criticamos a aquel que expresa las llamadas palabrotas y no felicitamos a quienes ofrecen ‘buenas’ palabras. Actualmente en el ciberespacio hay una inmensa cantidad de páginas dedicadas a este tema; podrá encontrar desde listados de palabrotas, hasta diccionarios comparados de malas palabras. También encontrará diccionarios de buenas palabras. Recordemos que algunas palabras cambian de connotación en diferentes zonas del habla hispana, lo que podría llevar a convertir una palabra ‘buena’ o neutra en una ‘mala’ palabra. Muchos tenemos anécdotas de momentos en que ya fuera al hablar con un turista en nuestra isla o al salir de viaje tropezamos con palabras que para ellos o nosotros son ‘malas’. Por ejemplo, a cuántos les ha parecido extraño escuchar a un visitante llamar a los insectos o animales pequeños con la ‘mala’ palabra con la que nombramos en la Isla al órgano sexual masculino. Por mi parte, ten-

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