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El oso ruso Nadie mejor que Vladimir Putin simboliza al oso ruso: brutal, astuto, salvaje. En Rusia ha aplastado a sus rivales y a quienes han revelado sus “pecadillos”. A nivel mundial busca restaurar el lustre perdido de la Unión Soviética engullendo a países vecinos, sin Patricia Estupiñán / pestupinan@vistazo.com pedir disculpas.
Montaje: Daniel Valverde
E
n las estepas de Siberia habita el oso pardo. El gigantesco mamífero que puede llegar a medir hasta tres metros y pesar unas 1.500 libras es admirado y temido. “Los rusos estarán ligados por siempre a este símbolo. Es grande, brutal, astuto, salvaje, majestuoso y feroz. Se identifican con él. Les causa miedo, pero al mismo tiempo quieren emularlo”, (Tom Barton, corresponsal del Russia Today). Vladimir Putin en el poder desde el año 2000, en que ganó la presidencia por primera vez, no es la excepción. Se ha convertido en ese símbolo nacional, aplastando con su fuerza bruta a los rivales políticos, a los empresarios que no concuerdan con su visión, a los periodistas que denuncian sus “pecadillos” y a los disidentes. Mientras tanto, internacionalmente está buscando restaurar el lustre perdido de la Unión Soviética, engullendo áreas de países vecinos que alguna vez fueron parte del imperio comunista, y lo ha hecho sin pedir disculpas, ante la sorpresa e ineficacia de Occidente. Confirma así las
caricaturas de la prensa inglesa que desde el siglo XIX, han pintado al oso ruso como grande, brutal y torpe en sus acciones políticas. La más reciente es la explosión de un avión civil, con 298 personas, por parte de rebeldes aupados por Moscú, en una zona en disputa en Ucrania.
El hombre sin rostro
Hasta 1991, año en que se disuelve la Unión Soviética, la vida de Vladimir Putin era la de un burócrata común, que trabajaba en la KGB, el equivalente de la CIA norteamericana. Había nacido en Leningrado, hoy San Petersburgo, en 1952. El hijo de un marino y una obrera, perdió a dos hermanos de pequeño y creció como único vástago en la familia. Nunca se incorporó al partido comunista siendo niño ni joven por su carácter pendenciero y su costumbre de resolver las cosas a golpes, un típico “bully” en el lenguaje actual. En la universidad, donde se graduó en Ciencias Internacionales finalmente ingresó al partido y después a la KGB. Ahí pasó 16 años. Visión compartida. Las principales revistas del mundo han analizado el apetito político voraz del líder ruso Vladimir Putin.
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