Revista Vía México - Edición 15 abril 2017

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EL QUE BUSCA, ENCUENTRA

BELLEZA

señorial

El templo de Santa Prisca es una de las joyas mejor guardadas del estado de Guerrero. Conoce las historias y leyendas que se entretejen en esta hermosa construcción. Por Aldo Jaén González Fotografías por José Pérez Torrealba

S

i algo caracteriza a Taxco hoy en día es –sin lugar a duda– el Templo de Santa Prisca, un bello edificio eclesiástico que se levanta con orgullo entre los techos de teja y paredes blancas que caracterizan a este Pueblo Mágico. Y así como todos los caminos llevan a Roma, todas las empedradas calles de la localidad guerrerense nos llevan a esta obra de arte que fue esculpida en cantera en el siglo XVIII y que es estandarte del barroco y churrigueresco en el estado. Fue mandada a construir por uno de los empresarios más prominentes de aquel entonces. Su nombre fue Joseph Gouaux de Laborde Sánchez, mejor conocido como José de la Borda, un catalán que arribó a la Nueva España para alcanzar el sueño de ser millonario y que lo logró tras hacerse de unas minas en Taxco y Zacatecas. La razón primordial para fungir como benefactor de esta imponente construcción fue que su hijo –Manuel Borda– decidió entregarse al servicio de Cristo y, con el afán de que tuviera un lugar donde oficiar el credo, este recinto serviría para que su vástago se convirtiera en una personalidad importante en la entidad. Además, solía decir “si Dios da a Borda, Borda da a Dios”, por ello se convirtió también en un importante patrocinador de la fe católica. La estructura con cúpulas, torres y pilares incluidos es obra de los arquitectos Diego Durán –de origen francés– y de Cayetano Sigüenza –llegado desde la Madre Patria–. En tanto, los nueve retablos excelentemente confeccionados en madera y recubiertos con hoja de oro son diseños de los hermanos De Balbás –Vicente y Luis–,

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