17 Ventanas abiertas: Paisajes donde crecimos

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Diseño portada | Eva Gil


EDITORIAL

Paisajes donde crecimos

L

le da nombre. Además del mayo del 68, antecedente de las generaciones globales.

os publicistas descubrieron hace tiempo que nada vende más que lo revival (rescatar modas, estilos de otras épocas). Recuperar objetos de nuestra infancia nos conecta con nuestro paisaje de formación, ese contexto histórico que puso las bases de nuestra personalidad, de nuestras creencias… los cimientos de nuestro ser actual.

Hay variaciones según el país. En España, para la generación x fue la muerte del dictador Franco y la transición democrática, mientras que Chile y Argentina iniciaron sus propias dictaduras. En Reino Unido fue el «invierno del descontento» y el endurecimiento de la política con Margaret Tatcher. Junto al lento deshielo de la Guerra Fría a nivel global.

Fue el filósofo español Ortega y Gasset el primero en hablar de la teoría de las generaciones como factor de cambio histórico. Las generaciones se suceden, cada una con su propia «sensibilidad vital» y experiencias comunes dadas por el contexto histórico, las nuevas generaciones desplazan a las viejas y eso lleva a los cambios de época.

Los millennials crecieron en una época de grandes cambios: la caída del muro de Berlín, la perestroika, en el este son las generaciones postsoviéticas, Chernovil..., las guerras se reducen, como la de las Malvinas, aunque con gran impacto para países como Argentina. La guerra del Golfo, en los 90, fue la primera experiencia bélica cercana para muchos europeos. Aunque fue el inicio de la digitalización lo que realmente empezó a cambiar hábitos y costumbres.

Se empezó a poner nombre a las generaciones a partir del siglo XX. Tenemos a la generación silenciosa (en España serían los niños de la posguerra, 1930-1948), la baby boom (1949-1968), la generación x (1969-1980), los millennials o generación y (1981-1993) y la generación z (1994-2010). Empiezan a hablar de la generación alfa, para los nacidos después de 2010. También podríamos hablar de la generación de la pandemia, un cambio tan brutal que quizá podamos hablar de una nueva época.

Para la generación z el paisaje estalló un 11 de septiembre con las Torres Gemelas, iniciando un proceso de invasiones sucesivas (Afganistán, Iraq) y amenazas in crescendo de terrorismo. Aunque su futuro parece más negro incluso que el de la anterior, se dice que es la generación más autodidacta y emprendedora, son nativos digitales, más críticos y más resolutivos. Van a dibujar el futuro de nuestro mundo global. Ojalá lo hagan con bondad. | Olga Pardo

Si la generación silenciosa venía de una época de conflictos bélicos, de pobreza y con la necesidad de buscar trabajo en otros países, los de la baby boom encontraron un mundo en relativa paz, el inicio de la abundancia, el consumismo... y una explosión demográfica que FOTO DEL MES

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PAISAJES DONDE CRECIMOS

PAISAJES DONDE CRECIMOS GENTE QUE INSPIRA

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RECOMENDACIONES TEMA LIBRE

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Ventanas abiertas n.17 · ene-feb 2022

www.linktr.ee/VentanasAbiertas

MAQUETACIÓN Y GRÁFICOS Eva Gil, Olga Pardo PORTADA Eva Gil CONTRAPORTADA Ilustración | Adriana Recio CORRECCIÓN TEXTOS Rosa Pardo Ayuso

VENTANAS ABIERTAS

VENTANITAS

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HUMANIZARTE

Consejo de redacción Amada Carrero Betina F. Mattio Ed Braidwood Eva Gil Donoso Mª Jesús Pérez Núñez Mikaela Soler Astorga Olga Pardo Ayuso Pilar Benito Ramajo Priscilla Zerega

17 NOTICIAS POSITIVAS 23

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FOTOGRAFÍA Ed Braidwood COLABORACIONES Amelia Sáez Ana R. Valle Carmen Santos Bonet Chema Lebrón Claudia Bursuk Craig Suart Cristina Fernández Daniela Luciana Radu Gustavo Olivera José Luis Cisneros Pedro Pozas Terrados

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ILUSTRACIÓN Fernando Martínez Sola Vivianne Tantra RECURSOS GRÁFICOS Freepick. Flaticon. Brusheezy Rawpixel. Macrovector.

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EDITA | Asociación Humanista Barrio del Pilar (incluida en La Comunidad para el Desarrollo Humano) ISSN: 2660-8618 C/ Ponferrada, 4. 28029 Madrid (España) ventanasabiertasmagazine ventanasabiertas.magazine@gmail.com

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Hogares en transito

(Londres, Reino Unido)

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Texto y foto | Ed Braidwood

FOTO DEL MES

In the UK, the average person can expect to live in eleven homes in their lifetime, three of those with their parents, before leaving home to set up for themselves. Given the average, it seems I have two more homes to go after my current home. It makes me wonder where they will be! For this edition of the magazine, with it’s focus on origins, here is a photo- montage of all the homes I have lived in up to now. Each has their own set of memories and experiences. Learning to ride a bicycle, learning to drive a car, owning my first car, leaving home for the first time, renting my first home, buying my first home, meeting my wife, bringing a first child home and bringing a second child home. That’s aside from all the birthdays, Christmases, New Years and other family gatherings that each house has had. If only houses could tell us about their past..., I think in the future they probably will. 3

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En el Reino Unido, la persona promedio puede esperar vivir en once hogares a lo largo de su vida, tres de ellos con sus padres, antes de dejar el hogar para establecerse por sí misma. Dado el promedio, parece que tengo dos casas más para ir después de mi casa actual. ¡Me hace preguntarme dónde estarán! Para esta edición de la revista, con su foco en los orígenes, aquí les dejo un fotomontaje de todas las casas en las que he vivido hasta ahora. Cada uno tiene su propio conjunto de recuerdos y experiencias. Aprender a andar en bicicleta, aprender a conducir un automóvil, ser dueño de mi primer automóvil, salir de casa por primera vez, alquilar mi primera casa, comprar mi primera casa, conocer a mi esposa, traer un primer hijo a casa y traer un segundo hijo a casa. Eso aparte de todos los cumpleaños, navidades, año nuevo y otras reuniones familiares que ha tenido cada casa. Si tan solo las casas pudieran contarnos sobre su pasado…, creo que en el futuro probablemente lo harán.


P ai s aj e s don de cr eci m os

E l diario de dinosaurios Se dice que eres fruto de la educación que recibiste de niño, y estoy segura que es una parte importante, pero también eres el resultado de tus vivencias personales, de tu estilo de vida, de las personas con las que te relaciones, de los libros que lees, la cultura que consumes, la música que escuchas, el lugar en el que vives, de la relación con tu familia… y, en realidad, de un sinfín de variables, porque el ser humano es dinámico y está en constante cambio, y todo nuestro entorno influye en nosotros. Por eso, cuando estudiábamos en los libros de historia las guerras, o en filosofía a los grandes pensadores, siempre tenías que estudiar el contexto histórico y social, para entender las circunstancias, las fases y el porqué.

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A nosotros nos pasa lo mismo, debemos hacer una revisión de nuestro ser, repasando diferentes momentos de nuestra vida, incluso de nuestras pertenecías y nuestro entorno, para darnos cuenta de cuánto nos han marcado, como han forjado nuestro carácter y encontrar así, la explicación de por qué somos como somos. Ese es tu paisaje de formación del que hablamos este mes. Y no es un tema baladí, la psicología conductual se basa un poco en estas ideas de que todos los comportamientos son el resultado de la experiencia, y supongo que así es, aunque también creo que es más complicado que eso, hay demasiadas variables a tener en cuenta, y no hace falta hacer un estudio de la psicología moderna para darnos cuenta de ello. O ¿no recuerdas cuando eras

niño y te decían: «Tienes que comerte todo lo que hay en el plato, porque nunca se sabe cuándo puede volver una hambruna»? ¿Crees que hubieras recibido ese comentario si tus familiares no hubieran pasado una guerra civil y posguerra, y no hubieran vivido esa hambruna de la que hablan? Probablemente no. Al igual que nosotros, por ejemplo, derivado de la pandemia actual no queramos dejar besos o abrazos a deber, porque nunca sabremos cuando pueden volvernos a privar de contacto humano de nuevo. Personalmente, recuerdo muchas cosas de mi infancia que creo que me marcaron y me han hecho ser o comportarme como lo hago hoy. Recuerdo, por ejemplo, como tenía un miedo atroz al agua tras haber sido arrastrada por una ola en la playa y, también, como mi madre me apunto a natación para vencer ese trauma y pasar así a convertirme en alguien que siente que el agua es su medio. O recuerdo también como, a pesar de las dificultades económicas, mis padres trataban de que no me faltara nada, pero también me inculcaron el valor del dinero y del esfuerzo; y, por eso, cuando echo la vista atrás me doy cuenta de que parte de mi vida se resume en «El diario de dinosaurios». Ese diario, que recibí una mañana de reyes, y que recuerdo que «los reyes» fueron a comprar en el ultimo momento, porque no había dinero suficiente para más regalos, y que envolvieron con sumo cuidado, con cariño más que con papel de regalo, y que no solo me encantó, sino que me ayudo a entender nuestra situación, y con el aprendí también a utilizar mi imaginación y creatividad, y empezar a usarlas como vía de escape, como catalizador de emociones, algo que tanto me ha ayudado a lo largo de todos estos años en los que me he convertido en adulta. Con ese diario aprendí muchas cosas de la vida, que aún hoy me sirven, aunque por desgracia ya no lo conserve, pero lo recuerdo como si lo estuviera tocando, y me permite revivir el pasado siempre que lo necesito, porque es un recuerdo feliz y cargado de significado para mí, sin duda es la imagen destacada de mi paisaje de formación. Cristina Fernandez (Madrid, España)

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Nacimi ento c a su al Por capricho de los astros nací en una aldea, de la España vaciada hoy, con abuelos campesinos, rodeada primos y de tíos. Con olores a leche recién ordeñada, a olores de huerta donde se mezclan las hortalizas con la hierbabuena y la menta. Donde florecen los olivos y se recoge a mano la aceituna, donde las matanzas olían a leña y familia. Donde el calostro formaba las meriendas en el pan con aceite y azúcar. Donde el botijo descansaba a la sombra de la higuera. Donde la abuela hacía los quesos empujando el requesón con las manos. Donde la mula giraba en el pozo para regar la huerta, mientras acariciábamos su lomo. Donde nacían los corderos y los ponías en tus brazos 1950’

como peluches futuros. Donde hacías collares con las margaritas de la pradera y te sentías princesa. con humildad y riqueza en el corazón. Dedicado a mis abuelos Carmen Santos Bonet (Madrid, España)

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Donde la vida corría en familia


Paisajes donde crecimos LAS VUELTAS DEL LP malas lenguas que sería como Susana Giménez, mientras a escondidas la tía, me daba media copita de licor de huevo Cussenier que tanto me agradaba.

, con os se modifican am it ab h e qu s según Los lugare és del tiempo, av tr a es on ci n sus usos y fu ances tecén según los av bi m ta y as od gar a una las m lato se puede lle re te és n E . os n y edunológic iones se criaro ac er n ge as L . Pero conclusión ente diferente. m al m is ab a er caron de man que nos sensibi or ct du n co ilo h distancias. la música es un ocas, acortando ép s la as d to liza en

Ahora que recuerdo, el tío abuelo Juan, que vivía en Córdoba, venía de paseo cada tanto y mientras escuchaba con fanatismo supremo a Ángel Vargas, me invitaba a la ritualista picadita prealmuerzo de salame y queso con Ferroquina (para ponerme fuerte). Por supuesto, sin que supiera mi madre. Estando en la casita, un día quede estática, congelada. La poca luz que entraba por la ventana banderola de hormigón, al llegar las siete de la tarde tornaba melancólico el ambiente. La penumbra me acariciaba la piel. Puse a sonar una larga duración de The Beatles en el Winco y recordé la noticia que informó la radio de abuela apostada religiosamente sobre la alacena de la cocina. Ese año, los escarabajos no tocarían más juntos. El marrón de la funda del aparato se transformaría en negro y la sintonía en blancas en reemplazo del verde pastel. Todo quedó sin color y lloré desconsoladamente mientras escuchaba Let It Be. Ellos no existirían más. ¿Qué hacer? Se acabó el juego. La escenografía no serviría para nada más. Las tapas del elepé parecían burlarse de la situación. La vida también…

Tenía siete años cuando la pieza de mi hermano era escenario de juegos domésticos. Me armaba la «casita» para jugar. Dos de las paredes del cuarto, estaban revestidas íntegramente con tapas de cartón de vinilos de la década del 70. Una de ellas, con la colección completa de The Beatles fue, con posterioridad, derribada por razones utilitarias. La otra, ofrecía jazz, folclore, tango y música clásica. Los Chamacos, Dvorak, Fiesta de percusión Dick Schoriy’s, José Larralde y Pipo Pescador son algunos de los títulos, regalo de la dueña de la única disquería de Villa Bosch. Esas imágenes fueron disparadores de soñadas historias que, como en las películas hollywoodenses vistas en los pocos canales del televisor blanco y negro, tienen final feliz. Por mi parte, quería ser bailarina del Teatro Colón o patinadora artística en su defecto.

Fue en marzo de 1974 que tocaron el timbre cuando yo estaba sola en casa. Me asomé por el pasillo del costado y, como en las películas, ellos saltaron por sobre la verja de metro y medio de altura. Seis hombres uniformados de negro y azul, con ametralladoras en mano preguntaron por mi tío. Con todo el desconcierto del mundo les dije que no estaba y uno de ellos

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Cierto día, después de alistar todo, cocinita en su sitio, ollitas en su lugar, juego de té de porcelana junto al reloj alcancía, Clarita, Rosablanca, La Mulata y Florita, la bebota de trapo formaban el escuadrón para comenzar el juego. Pasada la hora y media para acomodarlo todo y aburrida, no quise continuar. Salí al patio a dar vueltas acompasadas en rededor del limonero para romper con el hastío. Las telas sacadas a mi abuela modista daban seriedad al nuevo juego. No era un asunto cualquiera, era con vestuario y todo. Cantaba dirigiendo la voz hacia las nubes que desfilaban sobre mí. Cidd Charisse y Fred eran amigos secretos. Un caño de acero fue micrófono. La danza dio paso al canto. Ya el tango, con cuatro años de edad, había llegado a mí, cuando me subían a la mesa de la tía Felisa, para entonar «Uno». Decían las 6

1978


pateó violentamente la puerta de entrada del comedor. Me dijeron que vaya a buscar a mi mamá. Pegué la vuelta hacia el fondo paralizada del susto y sabiendo que ella se había ausentado para comprar pan, caminé con la estrategia de escapar por la salida trasera. Justo llegaba ella, alertada por los vecinos en que había llegado un comando de la policía federal. Ellos, ya dentro de casa, revolvieron toda la biblioteca con bibliografía comunista que había sido del abuelo Francisco, militante en la Unión Obrera Textil. Querían encontrar no se sabe qué evidencia de mi tío. Supimos después que su nombre figuraba en una carta que la amiga de su novia había enviado desde Chile, después de producido el golpe de estado de Pinochet.

Para el ´76 la casita se oscureció aún más. Ya no habría más muñecas ni mi música sonando. Otras melodías anunciarían marchas y estruendos sangrientos que harían desaparecer voces familiares de primos maternos, en medio de visitas al Liceo Militar de San Martín para festejar fechas patrias, invitadas especialmente por ser familiares directos de un «colimba» clase 55. Los elepés extrañarían definitivamente las lúdicas vivencias de encuentros con el arte. Todo fue reemplazado por estanterías con rígidas estructuras de hierro, para seguir archivando materia prima sobre sus estantes de madera. Había que organizarlo todo, una carpintería tendría allí su pañol. Años mas tarde, el 2 de abril del 82 me sorprendió sentada en el piso de alisado de cemento, clasificando clavos y tornillos, pero esta vez la Spica de mi abuela bajo de la alacena y me acompañó confusa, como yo, ante los hechos relatados. Malvinas y mis compañeros en el frente. Ese sí se vivió como un cuento de terror. Poco después, anidé mediante casorio en otros rincones. Tardé muchos años en poder disolver estructuras que limitan, censuraran y hacen de muchos personas obedientes con miedo a expresar lo que se sienten. Hoy un placard entra a la casita para dialogar con sus amigos de cartón treinta por treinta. Algunos ya despegados del muro por el paso del tiempo. Nuevas tecnologías. Un pen drive, un viejo CD rayado y una caja de casetes dentro de un estuche de cuerina, pueblan las repisas junto a sahumerios y palo santo, para que el hijo primogénito more y llene de sonidos electroacústicos el espacio. Un examen final de la carrera de artes electrónicas está pronto a llegar y hará del 7

Zapatillas de baile y boleadoras. Se estrenarán sillones donde los otros dos hijos oficiarán de espectadores, infaltables para el intercambio artístico. Una bandera wiphala será pintada como mural. Los sonidos de los sikuris desbordarán los parlantes de un equipo de sonido que está ahora sobre el valvular del nonno. El mate y las hojas de coca esperan a los amigos del norte. El viento se anuncia. La percusión penetra desde una batería armada frente a la pared de los elepés. La bailarina opina pintar todo de blanco para dar luz al ambiente. De repente, nos damos cuenta que eso no será posible, los cartones plastificados son testigos de un pasado. El ángel de la música surca esta vez un camino de colores, como aquellos de «Alta Tensión», y llega nuestra familia para recordarnos que ella nos une en el tiempo y espacio, más allá de toda circunstancia, evocando lo mejor y lo peor de esta sociedad que se ampara en el arte para poder ser más humana. Claudia Bursuk (Buenos Aires, Argentina)

la Escucha ra de no banda so istoria esta.lyh/LasVueltasdelLP .bit www

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Durante la requisa tuvieron la amabilidad de darme instrucciones en que me sentara y leyera un libro infantil. Tomaron a Dumbo, de mi colección de cuentos para leer y escuchar, de esos que adjuntaban simples de vinilo, sello Calesita, para que me entretuviera.

guitarrista un teórico completo. El mundo de los long play presenciará, en breve, un recambio de hijo. Será el turno de la bailarina contemporánea, integrante de una compañía folklórica del partido. Las guitarras hechas por «el Nene», como lo llaman al primo luthier de mi vieja, junto al bajo y el violín tendrán nuevas compañías. Se sumarán bombo, armónica y charango.


Paisajes donde crecimos Crecer sin prisas

«Serían unas cuatrocientas palabras para escribir algo sobre tu infancia», me dice la encantadora editora y redactora, Olga, cuando con una, es probable, podría definir tal etapa: MARAVILLOSA. Nací en un distrito obrero de un Madrid en proceso de crecimiento masivo tanto en construcciones como en población. Había, por aquel entonces, más niños en las calles que coches aparcados en las aceras; y mi barrio, un lugar donde los juegos nacían al amanecer y morían cuando las farolas estelares lucían con mayor intensidad, con obligatorios periodos de quietud que solo servían para avivar más la llama (dormitar, ir al colegio, alimentar o hacer recados que intentábamos realizar lo más rápido posible para no perder ni un segundo de juego). La calle era el escenario, el suelo el tablero y nosotros las piezas que se movían constantemente en él. Si hubiese habido alguna forma de ver desde el cielo a aquellos pequeños moviéndose en los descampados, seguro que nos hubiésemos parecido a las maravillosas y aleatorias formas de las bandadas de pájaros o de los cardúmenes de peces en el mar.

Unas cuatrocientas palabras para explicar un crecer, sin prisas, sin preocupaciones, con bocadillos de chorizo o mantequilla con azúcar, de coloradas costras en las rodillas, de peleas y paces en cuestión de milisegundos, que fue muriendo al inexorable paso del tiempo. Un tiempo que nos convirtió en seres adolescentes con aire de adultos sin rematar, con hábitos a veces ya no tan saludables, con más gomina en el pelo que claridad en el cerebro y las hormonas más alteradas que el tráfico de la ciudad. Sí, cada persona, en cada época, en cada barrio de cada ciudad de todo país, vivió y vive y vivirá la infancia. La suya. Y no será mejor ni peor…, pero raro sería que se la cambiara por la que yo tuve. Jose Luis Cisneros gaudiumwaka

(Madrid, España)

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Sin contar los juegos en los que solo utilizábamos los cuerpos (los escondites, el «churro, mediamanga, mangantera» –inicio, seguro de los dolores de la espalda que padezco hoy– o las batallas de caballo/caballero, entre otros tantos), fueron las chapas, cromos, peonzas, botellas, huesos, pelotas de todo tipo, cuerdas, ruedas, gomas, piedras, bolas, botellas, pinballs y otros artilugios hechos con maderas, palos, clavos, elásticas, pinzas de tender, etc., los que proporcionaban el atre-

zo a nuestro entretenimiento. ¡Caray! Si es que al ser tanta gente, lo que no se le ocurría a uno, se le ocurría a otro por lo que la creación y evolución de los juegos era constante y se utilizaba todo lo que había a nuestro alcance…, porque todo valía.

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Recuerdos de infancia Se acomodan los viajeros sobre asientos de madera. Maletas del mismo cuño, hatillos con fiambrera. El humo y la carbonilla se filtran por la ventana, mientras los ejes se mueven al sonar de la campana. Tabaco en hebra y petaca, papel de fumar y vino, se reparten entre todos a la mitad del camino. En días de crudo invierno, en el centro del vagón calienta el aire una estufa. Brasas de leña y carbón. Gentes que viven y sueñan entre mineral y espigas. Semblanza de atardeceres de una España adormecida. Viajes de infancia en los FEVE grabados en la memoria. Medina de Ríoseco,

Tomas J.

Sanchez

Suaves colinas, olivares, dehesas, arroyuelos, la presencia imponente del toro bravo, la noble belleza del caballo, campos de girasoles, de trigo y amapolas… y en el pueblo, la iglesia con su torre majestuosa, el colegio, la biblioteca repleta de libros de aventuras e historias fascinantes, el cine, la plaza del Ayuntamiento y un puñado de casas blancas esparcidas por las laderas de la sierra. Esos parajes configuran el escenario físico donde transcurrió mi infancia. Ahí se encuentran mis raíces. Mi mundo, entonces, se hallaba protegido, alimentado de juegos, estrictas normas de comportamiento, memorización de materias escolares, represión y grandes dosis de religión. Aquel fue el paisaje inmaterial que impregnó mi niñez de ideales ajenos y erróneas creencias. Más adelante, en la pubertad, despertó en mi interior el espíritu de la rebeldía; una creciente inconformidad y un inmenso deseo de luchar contra todo lo establecido e impuesto me fue definiendo y modeló mi carácter. Desde que comencé a pensar por mí misma, puse en tela de juicio todo lo que vestía mi realidad; tropecé con innumerables obstáculos difíciles de salvar y con múltiples vicisitudes, y es que no es fácil nadar contra corriente, en especial, si no se tiene claro el curso a seguir. Fue en mi juventud, cuando se intensificó y concretó la acción en contra de las circunstancias insatisfactorias que me rodeaban. Tras mis estudios, viví una fase de viajes y aventuras, sumida en la incesante búsqueda de mí misma, hasta que descubrí que uno no se encuentra a sí mismo en un lugar, sino en los propios adentros. En aquella época, fueron diversos mis entornos y, todos ellos, dejaron huella en mí. En la actualidad, es mi escenario completamente distinto al de mis orígenes, pero también en este he llegado a echar raíces. Podría decirse que soy el resultado de los diferentes paisajes que me han acompañado a través de mi existencia sumados a mi esencia, parte fundamental de mi propio ser, que siempre ha sido la misma, inalterable. Mas, quién sabe, tal vez, de haber crecido en otro ambiente, rodeada de otras circunstancias y en medio de otro entorno, habrían sido otros los matices de mi identidad.

(Madrid, España)

Ana R. Valle

(Limburg an der Lahn, Alemania)

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ferrocarril de La Robla.

Raíces e identidad


e Paisajes dond crecimos

Una mirada hacia atras en el camino Mirando el sendero que hemos dejado en nuestro caminar, han existido grandes pilares en mi juventud que me han llevado a ser lo que soy hoy en día, a tener lo valores por los que lucho en todo momento y por los que creo que han formado mi ser como persona.

La lectura de los libros de Julio Verne que devoraba con admiración y me llevaba a recorrer miles de aventuras, me llenaron de inquietud. Su lectura, para mí, era una ventana hacia el exterior que alimentaba mi alma juvenil de ansias de conocimiento, de viajar por un mundo desconocido, de conocer a piratas e islas misteriosas, de volar en globo o recorrer los mares en el submarino de Nemo. Me encerraba en mi habitación y las hojas pasaban sin conocer el tiempo. Ahora conservo todas sus obras como un tesoro. Se ha dicho que Verne escribía para los niños. Pero no, muchas editoriales adaptaron los libros reduciendo sus contenidos. Pero, en realidad, escribía para las almas inquietas, mayores o jóvenes, mostrando un mundo inquietante y a su vez mágico.

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Oro pilar que me formó en el amor a la naturaleza, a lo vivo, fue sin duda Félix Rodríguez de la Fuente a quien conocí en persona en un encuentro Scout en Almorox (Toledo). Él nos dio a conocer la importancia de la biodiversidad y de las especies que pueblan la Tierra. Nos ayudó a conectar con la naturaleza, amarla, quererla y caminar por ella disfrutando y respirando del aroma embriagador del bosque, del bello canto del lobo en las noches de luna o los cantos de las aves de mil colores que llenaban nuestros campos. Junto con él, Jean Cousteau, otro gran hombre que nos enseñó las maravillas del mar, el canto de las ballenas, el juego caprichoso de los delfines y el mundo submarino que Verne nos describía en sus 20.000 leguas de viaje submarino. Todo ello, se completó al apuntarme al Grupo Scout Luján 102 que teníamos los locales en la parroquia de Luján del Barrio del Pilar, en la calle Ponferrada. Un movimiento juvenil mundial llamado escultismo que fundó Baden Powell. Todos los sábados nos reuníamos, salíamos de acampada en contacto con la naturaleza, campamentos los veranos. Me enseñó el compañerismo, el trabajo en equipo, el conseguir objetivos, la empatía, amar la naturaleza y la responsabilidad. Entré en la llamada Tropa y después fui responsable de grupos enteros de jóvenes, donde todas las semanas nos veíamos, hablábamos de problemas sociales, se hacían campañas de ayuda ante cualquier emergencia. Nos distinguíamos con nuestras pañoletas, insignias en nuestras camisas de lograr los objetivos propuestos 10

y nuestras especialidades y con nuestro saludo. Fueron unos años inolvidables y que me formaron, ayudándome a mirar el camino con la cabeza alta y con esperanza por un mundo mejor. Ojalá que muchos jóvenes de hoy en día pudieran vivir lo que muchos de nosotros vivimos abriéndonos los ojos ante un mundo real y haciéndonos madurar a su debido tiempo. Hoy, los libros se han dejado a un lado, la tecnología y el móvil, en la mayoría de los niños y jóvenes, son el pilar ficticio de su particular mundo irreal. Impera la competitividad en los deportes a los que los padres les inscriben en lugar de la empatía, la colaboración y las sinergias. Tres palabras que se van perdiendo en la historia de los tiempos. Pedro Pozas pedropozasterrados (Tres Cantos, España)

102 @lujan


La l lega da a la Luna (196 9)

o an d Fern la z So e n i t Mar

Muy feliz...

Daniela L. Radu

2004

danielle_rdl

(Madrid, España)

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En la estancia inundada de ilusión, de fondo, el abeto más bonito que olía a monte, adornado con esferas de finos cristales brillantes, con unas luces, imitando cascabeles de colores, parpadeando vida, y envuelto con espumillón plateado, como agujas de hielo, y dorado, como llamas de fuego, ataviado con trozos de algodón imitando la nieve… preparado para los días divinos del año, para recibir los regalos merecidos… Yo, escuchaba cuentos en el tocadiscos… solazaba en flor, mi imaginación, estaba comiendo peladillas de almendras, y perfumaba el ambiente, abriendo mandarinas de dulce néctar, en pijamas de franela, sin prisa y sin sueño… sentada en la silla tapizada del salón, que solo entraba en ocasiones especiales, y todo olía a limpio, a nuevo, como en un cuento… En la ventana se veían los copos de nieve, admiraba cómo bailaban y brillaban sin cesar, llegando a posarse en el inmenso mantón blanco invernal, que era la diversión de las vacaciones navideñas… Salir con el trineo, bien abrigados y jugar: ¡haciendo bolas y muñecos de nieve...! Movía el brazo del tocadiscos, con su aguja, en la dirección que quería, para atrás, cuando entraba en bucle de emoción, era dueña del historiador, controlando mis sentidos de aprender… Qué tiempos aquellos, qué simple felicidad entraba en mí… Y lo vivía tan dulcemente, sin más... que. todavía, siento mi alma como goza del recuerdo…!


P ais ajes donde cr ecimos

Piedra, papel y tijera: en busca de nuestra infancia A comienzos de enero de este año, las redes sociales se hicieron eco de una noticia: la fábrica de útiles escolares Milán había retirado de su catálogo 2022 la tradicional goma de borrar «miga de pan» 430 en color verde.

Allí estamos, ansiosos ante tal acontecimiento. A veces no llegamos a la altura del mostrador. El empleado coloca cada objeto como en un ritual. Cada lápiz, cada cuaderno o carpeta será parte de nuestra vida ese año y ansiamos llegar a nuestra casa para armar nuestro equipo de supervivencia a la escuela. El día siguiente será para lucir el estuche nuevo, los lápices alineados y las novedades que nos harán llamar la atención –todos recordamos los ratones rotuladores de Pelikan-. Siempre está la niña que tiene todo lo más moderno y las más tradicionales. Las madres prefieren comprar las marcas de toda la vida. Allí estamos, dispuestos a comenzar un nuevo año. Uniforme nuevo, todo por estrenar y ese regocijo que solo se puede experimentar cuando abrimos la primera hoja del cuaderno y una hoja en blanco nos espera dispuesta a recibir la mejor letra. Una goma de borrar hará su trabajo, aunque a veces llegue a hacer un agujero. Ya lo solucionaremos. Su rastro queda en nuestro regazo o en el suelo. Siempre sigue allí. Los años pasan y de adultos volvemos a encontrarnos con ella. Una lágrima nos recorre la mejilla porque nuestra inicial o la del chico que nos gustaba, no se ha borrado. Ella seguirá allí hasta la próxima vez que nos apetezca sentir la suavidad de esa «miga de pan». Tiene la extraordinaria capacidad de hacernos volver a ese momento. Nada ha cambiado o todo es diferente. Sin embargo, esa emoción de reencontrarlos con un cuaderno o una carpeta llena de pegatinas nos asegura volver a ese lugar seguro, a ese olor a magdalena de Marcel Proust que está dentro de nosotros. Ese olor que nos llama desde la infancia y que podemos revivir cada vez que lo necesitemos.

Generaciones de niños en España y otros países, habían crecido con esta goma de borrar en sus portalápices y, los ahora adultos, lamentaban la triste noticia. Ante tal grito de guerra, la fábrica ha decidido seguir fabricándola. Ha publicado en sus redes sociales el siguiente texto: «La goma de borrar Milan 430 la seguimos fabricando en España desde 1918. Los estudios de mercado nos indican que este las prefiere mayoritariamente en color blanco o rosa, pero por descontado que si el mercado las pide en color verde, estaremos encantados de fabricarlas también en verde». Y a partir de esta noticia revisé mi estuche de lápices que siempre tengo a mano y lo comprobé. Allí estaba, orgullosa y todavía cubierta del papel film que la protegía de cualquier agresión. Los extremos se han ensuciado pero su corazón sigue impoluto. Es otra marca –Rio Läufer perfecta 520– pero está conmigo. Les propongo a todos los lectores un juego: revisen en su escritorio, caja de costura o en cualquier cajón y os aseguro que hallarán una goma de borrar.

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Esa textura nos traslada a un tiempo suspendido, con olor a galletas y chocolate. El primer día de colegio y la lista que la señorita nos dicta para que nuestra madre, por la tarde se agencie en la librería.

Betina F. Mattio bethmathius (St. Albans, Reino Unido)

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Otros tiempos

Gustavo Olivera

gustavoolivera2005 (Necochea, Argentina)

«Otros tiempos, muy distintos al actual, donde no había prisa e ir al cine era una auténtica fiesta» Soy de una generación que creció escuchando a los Beatles, como también a Bob Dylan y al grupo The Doors, sin olvidar a Aldous Huxley y su libro Las puertas de la percepción, que era como leer el evangelio. La gran expansión de la televisión es un fenómeno de la década del ‘60. En mi país, Argentina, la primera emisora fue Canal 7, después entró a llamarse ATC y hoy en día La TV Pública. Crecimos viendo a los tres chiflados, Bonanza, Simón Templar (El Santo) y tantas otras series, pero también un programa de ficción argentino como «Cosa Juzgada» que nos marcó por sus historias basadas en los más apasionantes casos policiales y judiciales, extraídas de los archivos de la Justicia argentina. En el ámbito cultural local se trata de una época de gran renovación con la presencia de algunas expresiones vanguardistas. Las letras, las artes plásticas, la música, el teatro y el cine tuvieron un gran auge. Tuvimos la dicha de ver las primeras películas de Bergman, en un cine de la ciudad de Buenos Aires como el Lorraine donde se podían ver, además, las películas de otros grandes realizadores como Godard, Truffaut, Rivette, Rohmer, Chabrol, Renoir, Bresson, Antonioni, Passolini, Fellini o Jacques Tati; además de disfrutar otras grandes películas que llegaban de otros países, como la búlgara Cuerno de Cabra o la checa El valle de las abejas, de Frantisek Vlacil.

Uno formaba parte de esa juventud inquieta, preocupada por los valores humanos y artísticos, así nos fuimos formando, gracias a que pudimos ver muy buen cine, tuvimos el acceso a buenos libros de grandes escritores en cuyas páginas nos esperaban algunas frases que brindaban sentido a nuestra existencia. Han pasado muchos años, y se me ocurre pensar que antes mi generación tenía que inventarse los juegos, había tiempo y ese tiempo nos permitía ser más creativos, jugábamos mucho al aire libre y no pasábamos tantas horas sentados en un sillón. Finalmente comparto algunas estrofas de la poesía de María Elena Walsh, donde algunos de mi generación se podrán sentir identificados «De mis tiempos»:

-María Elena Walsh

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Ventanas abiertas n.17 · ene-feb 2022

De mis tiempos En mis tiempos había tiempo Uno viajaba en libro a todas partes y visitaba diferentes ocios: No se había inventado el maleficio de la prisa, no. Tiempo sin ser castigo. Yo llegué a conocerlo: está enterrado en lo más vivo de mi corazón. Después vinieron los relojes.


paisajes donde que crecimos Las autopistas de la informaciÓn Allá por los años 90 escribí un artículo con un título parecido a este. Nos hallábamos en la puerta de salida de un mundo nuevo y desconocido: la llegada de internet suponía un drástico cambio de cómo íbamos a disponer y acceder a la información. Si bien nuestros padres habían considerado la prensa, la radio y, luego, la televisión como sus principales medios de comunicación… a partir de aquel momento, sabíamos que aquellos caminos se convertirían en enormes autopistas de información, repletas de datos y detalles, a nivel mundial. Podríamos contactar con personas de cualquier parte del mundo, enviar y recibir textos, imágenes y audios. Estaríamos todos interconectados, haciendo realidad los famosos presagios de Marshall McLuhan acerca de la «aldea global». Hasta entonces, en aquellos años universitarios, disponíamos de ordenadores que usábamos básicamente para almacenar archivos y datos. Todavía no teníamos teléfonos móviles ni redes sociales para contactar a amigos o empresas de cualquier lugar del planeta. El contacto debía

realizarse a través de correo postal o telefónico (teléfono fijo). Los primeros teléfonos móviles no tenían demasiada calidad y solo servían para comunicarte en el exterior de tu casa o trabajo. Más tarde, llegaría Internet a nuestros dispositivos, pero de un modo rudimentario. Recuerdo haber tenido el clásico teléfono Blackberry, con su mini teclado para escribir –a modo de pequeño ordenador– pero sin demasiada señal WiFi como para poder abrir los buscadores fácilmente. Y entonces llegó whastapp, la revolución de los mensajes entre usuarios. Recuerdo la excitación por poder enviar numerosos mensajes sin tener que pagar por cada uno de ellos, a amigos y familiares. Entonces, descubrimos las redes sociales: Facebook, Twitter, Instagram, Pinterest, Snapchat, YouTube… y muchas más… hasta llegar al actual Tik Tok. De repente, nuestra forma de comunicarnos cambió. Sin necesidad de cartas o llamadas telefónicas, ahora podríamos estar conectados con amigos y familiares, sin necesidad de verlos. ¡Bienvenidos al mundo virtual global! [Continúa en nuestro blog]| MIKA SOLER

Mikaela Soler (San Fernando, Cádiz, España)

Ventanas abiertas n.17 · ene-feb 2022

@original_magazine_uk

En los años 90, en Madrid por cada niño que nacía decían que plantaban un árbol. En este caso el árbol ya tenía unos cuantos años, pero le pusieron una placa con el nombre del niño y la fecha de nacimiento | Foto de David (1993)

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Eva Gil Donoso (Madrid, España) @evuelapluma


quizás

nos

Recuerdo perfectamente, de cuando era pequeña y aún teníamos un cuarto exclusivo para el ordenador porque no existían todavía los portátiles, lo mucho que me gustaba pasarme horas consultando la Enciclopedia Encarta. Era la época anterior a la llegada del internet a las casas y, aun no sabiendo todo lo que estaba por venir, me fascinaba ese mundo infinito que se abría ante mí tras la pantalla. Metía el CD del programa, introducía un término al azar en el buscador e iba saltando de página en página, absorbiendo toda aquella información. De vez en cuando encontraba alguna “gema”: artículos que no sólo tenían texto, sino también fotografías, listas de elementos y, los que eran la joya de la corona, aquellos con pequeños vídeos de menos de 15 segundos que me sabía de memoria de tanto reverlos, como el del artículo de las ballenas. Perdí la cuenta del número de veces que vi esa grabación que mostraba a los cetáceos emergiendo del mar, golpeando el agua con sus inmensas aletas, mientras sonaba una música emotiva de fondo. Años después las cosas habían cambiado un tanto. Ya desde el salón, pues ya teníamos un par de portátiles en casa, me viene otro recuerdo de la mañana entera que pasé con mi hermana descargando el videoclip que estaba de moda en ese momento, en una red social prácticamente recién nacida que se llamaba Youtube. Era el tiempo del internet lento no, lentísimo, del miedo a que alguien descolgase el teléfono y se quedasen a medias las fotos que llevabas descargando una hora y de conectarse para lo justo, porque se pagaba por el consumo de cada minuto. Pero era un gran avance con respecto a ver una y otra vez el vídeo rallado de las ballenas y el mundo seguía abriéndose para mí. Sin embargo, ahí no quedaba la cosa y lo mejor estaba por venir.

internet

jamás y cientos de redes sociales donde poder compartir nuestras vidas y conectar con otras personas con los mismos gustos y aficiones. La pantalla del ordenador -y después la del móvil y la de la tablet- ya no era únicamente una ventana que se abriera a los rincones de nuestro mundo que no alcanzábamos de otra forma, sino que se convirtió en una puerta a todo un mundo propio y nuevo en el que todos podíamos ser creadores, el mundo virtual. La cantante Lorde, nacida en 1996 -a caballo entre los milenials y la generación z-, dice en su canción A World Alone que «quizás nos crio internet» (maybe the Internet raised us) y no le falta razón, aunque no fuese la única cosa, pero sí fundamental. Desde hace un tiempo, son constantes las críticas por parte de gente más mayor hacia el exceso de uso de internet y de las redes sociales a las que se culpa de una buena parte de los “males” de estas nuevas generaciones. Y, si bien es cierto que pueden tener aspectos nocivos -los problemas con la imagen exterior, la continua comparación con las vidas del resto que tan sólo vemos idealizadas, el descenso en la capacidad de concentración o la necesidad de estímulos constantes-, también son muchas las cosas buenas que nos han traído: una mayor igualdad en el acceso a la información; una democratización en el ámbito del diseño, el arte o la creación, poniendo los recursos necesarios para llevarlos a cabo en manos de un mayor número de gente, más diversa; espacios abiertos de expresión y debate o la posibilidad de comunicarnos con personas con las que no podríamos hacerlo de otra manera por encontrarse lejos o por circunstancias como las que hemos vivido durante la pandemia. Como con casi todo, el problema no es tanto la herramienta en sí, sino cómo se usa y para poder hacerlo de forma adecuada es necesario cultivar nuestro criterio de manera que nos permita discernir lo bueno y lo malo, valorar los aspectos positivos, cuidarlos y protegerlos e intentar defendernos de los que nos impidan tener un internet de todos y para todos, diverso, abierto y respetuoso. Pero para que dicho criterio crezca también hace falta algo de tiempo y es importante recordar que este “nuevo mundo” no llega siquiera a los treinta años, aunque parezca que lleva con nosotros toda la vida. | Eva Gil

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El nacimiento de Youtube era una muestra más de la verdadera revolución que llegó con lo que se ha llamado la Web 2.0.; aquellos sitios que permitían no sólo consultar todo tipo de contenido, sino que se abrían a poder compartir información, subir fotos o vídeos y a crear y a colaborar de miles de maneras. Los usuarios pasábamos de meros consumidores a ser elementos activos en todo ello e internet se llenó de pronto de blogs donde poder hablar de las cosas que a cada uno le apasionaban, wikis con más entradas de las que la Enciclopedia Encarta podría haber soñado

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Gente que inspira La oportunidad de enseñar

A

ntes de trabajar en el IES Conde de Orgaz como profesora de Lengua y Literatura, había enseñado Geografía y Francés en el Instituto de Logroño en el que yo había estudiado. Me sentía feliz de volver a materias que me habían gustado en la carrera. Los profesores me veían aún como a una alumna, lo que permitió trabajar estrategias de aprendizaje paralelas a la enseñanza oficial. Escuchábamos canciones tradicionales francesas, fragmentos de novelas y hojeábamos revistas. En Geografía dibujábamos la silueta del país o región para insertar en colores los ríos, las montañas, las zonas climáticas y los cultivos; entre todos construíamos un mapa efímero de un fuerte impacto visual. A veces, paseábamos hasta el otro lado del río para ver el emplazamiento de la ciudad, el perfil de las iglesias, los meandros del río, o el cementerio al otro lado de la ciudad de los vivos. Hacíamos ejercicios escritos frecuentemente, pero evitaba los exámenes que me parecían un obstáculo en nuestra relación, un invadir su intimidad, aún en desarrollo.

Al llegar al instituto Conde de Orgaz, descubrí que muchas de las novelas y textos tenían su escenario en Madrid. Esto nos dio la posibilidad de hacer recorridos paralelos a las lecturas: el Madrid de La busca, de Misericordia, de Tiempo de silencio; el Madrid de los Austrias, el de las Letras, el espacio del Príncipe y de muchos otros lugares.

Aprender a ver no es un valor cuantitativo sino cualitativo. Supone darle la vuelta a tu forma de ser y es una tarea conjunta de profesor y alumno

Vivía nuestra relación como una oportunidad en su camino, porque tenía fe en que todo el mundo aspira al descubrimiento de lo que está más allá. Tenía la percepción de que lo que hacíamos era un eslabón en la cadena de nuestras vidas. No pensaba en el entonces sino en el adulto a quien la cultura le haría más fácil y llevadera su vida. No había tensiones ni conflictos; ellos admitían de buen grado lo que les proponía. La clase no recordaba lo cotidiano sino que intentaba ser una gota de irrealidad, que ellos, como yo, necesitábamos. En la clase, nunca me recuerdo sentada.

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uno pudo emanciparse de la vida del pueblo, vio que ese aprendizaje, adquirido sin una finalidad utilitaria, daba sus frutos. Todos tenían una capacidad suficiente para adaptarse a sus nuevas vidas. Habían aprendido a razonar, a observar la naturaleza en los paseos escolares, a actuar en el teatro que, por lo menos una vez al año, representaban para todo el pueblo.

¿Por qué tendría yo esa fe en el deseo de mejora de las personas? Tengo que remontarme a un estadio anterior: mi infancia y adolescencia en la escuela rural en la que mis padres eran maestros. Escuelas unitarias de chicos y chicas, en las que, necesariamente, teníamos que coincidir los pequeños con los mayores de dieciséis años. Mi madre explicaba de una manera ordenada, porque no había libros adecuados suficientes, las destrezas básicas para una vida futura: aprender a leer, a escribir, a dibujar, a hacer cálculos matemáticos sencillos, fundamentos de Geografía e Historia, a medir y valorar los terrenos, en el caso de los chicos o a confeccionar un ajuar del que se sintieran orgullosas, en el caso de las chicas; por la tarde, mientras cosían, una de las mayores leía en voz alta un libro. La palabra era, junto con el encerado, la cadena de transmisión y el foco de interés.

En las últimas horas de clase, cuando ya estaban cansados, les leía cuentos: García Márquez, Mercé Rodoreda, Edgar Alan Poe, Baroja o la Pardo Bazán.

Las correcciones, individuales, escritas en el ejercicio de cada uno, explicándoles su trayectoria, aciertos, errores y cómo corregirlos, estuvieron entre lo más gratificante de mi trabajo, lo mismo que la lectura de la trayectoria de cada uno, explicada en voz alta. Nadie estaba disconforme. Siempre pensaban que me equivocaba al valorarlos tan positivamente. Con frecuencia decían: – Profe, ¿ese soy yo? – ¡Sí! – Profe, ¿por qué tú no escribes? –¡Porque os lo he escrito todo a vosotros! Aprender a ver no es un valor cuantitativo sino cualitativo. Supone darle la vuelta a tu forma de ser y es una tarea conjunta de profesor y alumno. La colectividad ensancha y refuerza tu mundo del que disfrutarás cuando estés solo. Hoy reconozco que una parte de mí se la debo a esta experiencia vivida.

Amelia Saez Manero

(Madrid, España)

La escuela se adaptaba a las necesidades de los alumnos: había que dejar a las niñas, que salieran a echar la sal a la comida o a llevarla al campo. En invierno, se turnaban para traer leña para la salamandra con la que nos calentábamos. La escuela, declarada en ruinas antes de que llegaran mis padres, no reunía condiciones de luz ni de confortabilidad, pero no éramos conscientes de ello. Aunque no había ni siquiera radio, algo nos decía que, más allá, había un mundo que nos estaba destinado. Cuando cada 16

Instituto de S Conde d ecundaria e distrito Orgaz, H ortalez (M adrid a )


Foto: Mª Jesús Pérez

Paisajes donde crecimos

65 Madrid 19 Metro de

Cuba 2012. Como restos del pasado sobreviven estás viejas formas, donde el paisaje parec e que no ha sido transformado.

Calle Montera, Madrid 1969.

Recreación inmigrantes en La Boca, Buenos Aires. Cia. El Faro, obra teatral, 2016

Argentina, años 60

2020 s niñas, de Pelic ulas La los 90. en ambientada

Volver al inst ituto

E

n marzo de 2018, el IES Conde de Orgaz, en el madrileño distrito de Hortaleza, celebraba su 50 aniversario en un masivo encuentro con varias generaciones de alumnos y profesores. Fui con antiguas compañeras, recorriendo un espacio que fue nuestro durante cuatro intensos años, de los 14 a los 18 años, donde encontramos unos profesores muy diferentes a los del colegio, a los que podíamos tutear y que tenían formas muy diversas de enseñar, algunas muy novedosas para nosotros. Aprendimos latín (no es broma), a escuchar música clásica, filosofía (las historias sorprendentes de Martín o de Pintor), aprendimos inglés cantando a Supertramp y otros grupos de los 70 y los 80 con Beatriz (¡aquella The logical song!), la química experimentando con las probetas del laboratorio (no solo leyendo libros), física con los documentales de Cosmos de Carl Sagan, las historias de la Historia con Pilar Tobar… Un trocito de cada uno de ellos y ellas fue configurando nuestros modelos, como enseñantes y como personas.

Amelia Sáez Manero era una de las personas a las que esperaba encontrar aquel marzo de 2018. Y la encontré. La misma sonrisa afable, totalmente reconocible, solo el pelo más blanco. Mi profesora de Lengua de COU era especial por muchos motivos (además de enseñarme a diferenciar los estilos de escritura y a comprender, por fin, la estructura del lenguaje), alguien a quien deseaba agradecer por cómo nos cuidaba y cómo nos hacía sentir, tan cómodos, tan incluidos… 17

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Pero esos pasillos y esas aulas ya no nos pertenecían, varias décadas después, nuevas generaciones los han ido haciendo suyos. Nuevos profesores, nuevas asignaturas, nuevos planes siempre insuficientes, cambiantes para no cambiar nada. Siempre los educadores ponen más de lo que el sistema educativo ofrece. Un sistema educativo público incompleto, pero, a la vez, imprescindible. No sería quien soy sin haber pasado por esas aulas, sin esos «profes».

Incluir a Amelia Sáez en el proyecto de esta revista era un interés personal cuando la iniciamos con la pandemia, en mayo de 2020, contar con sus reflexiones y compartir este medio de comunicación con ella ha sido como completar un ciclo, devolver lo aprendido de los que nos preceden y agrade- Olga Pardo cer… sobre todo, agradecer.


Recomendaciones por Agencia DeLetras El islote de los desechos La novela surge gracias al testimonio de tres personas que sin conocerse entre sí hablaron con el autor en diferentes tiempos en Estados Unidos y narraron lo que vieron como militares durante la II Guerra Mundial: un estadounidense, un británico y una chilena que trabajó para una familia de judíos durante veinte años en Israel. Durante la II Guerra Mundial se cometieron una serie interminable de atrocidades contra la humanidad. Un relato verídico combinado con ficción para dar forma a la narrativa. Entre las páginas de la novela se encuentra la lucha por la supervivencia de una familia judía escondida en Berlín durante esa época, pero también se relata lo que se escondía en el islote de los desechos, un lugar donde los alemanes abandonaban a su suerte a las víctimas de los

Mariposas libres Marta se levanta un día y se siente extraña, está vacía y dolida, pero en esta ocasión tiene claro por primera vez hacia dónde derivar su vida. Escribe un whatsapp a su marido diciéndole que no volverá esa noche. Por primera vez, vive el punto de inflexión más importante que le obligará a retomar todo a lo que, hasta ese momento, había renunciado y le catapultará a experiencias viejas olvidadas y nuevas deseadas, peligrosas, reales; hípica, trenes, gente, música, la noche, el baile, el arte, el lujo, la gastronomía, el amor y el sexo que, finalmente, descubrirá que no eran lo mismo. Encontrará a alguien luminoso que

1951 Ginés Flores Ríos, a punto de cumplir 27 años, ha decidido poner en práctica el temerario plan que lleva madurando desde que el régimen franquista ejecutó a su madre, Adela, que fue condenada a la pena capital por asistir a una reunión de la Resistencia Comunista. Ginés también responsabiliza a la dictadura de las muertes de su padre, quien falleció como preso-esclavo en la construcción del Valle de los Caídos, y de su hermano, Abel, un maquis que fue tiroteado mortalmente por la Guardia Civil en las montañas de Asturias. El joven, caracterizado de mujer pistolera, emprende su particular venganza contra el régimen que ha sumido a España en la oscuridad. La hermana de Ginés, Maruja, invocando los derechos humanos y el amor que el joven siente por Beatriz, la hija del alcalde de Las Huertas, a la desesperada, tratará infruc-

abominables experimentos llevados a cabo por los científicos de Hitler. Un espía británico capturado es aislado ahí. Tiempo después se le unirán otros personajes que tratarán de mantenerse vivos hasta poder alcanzar su libertad. José Juan Sifuentes de la Vega / seudónimo: Víctor de la Vega (San Luis Potosí, México) Se trasladó a Estados Unidos donde comenzó a escribir cuentos y relatos cortos. Más tarde vivió en Chile, donde, en un pequeño pueblo al pie de la cordillera chilena, terminó de escribir la primera novela que publicaría con su nombre: Colonia Paraíso, en 2016. En 2021 publica su segunda novela: El islote de los desechos, con la editorial Angels Fortune Editions de Barcelona. Novela que le abre las puertas a Europa y al mundo entero, enmarcada en el periodo de la II Guerra Mundial, con historias reales, teniendo buena acogida entre los lectores.

será el catalizador de su cambio; de pupa a mariposa sin solución de continuidad. Será feliz al final, sin embargo, nada es indefinido, todo tiene un fin y lo importante no es el tiempo sino que lo vital es la experiencia y el camino... RJ. Simón (España) Nació en el Mediterráneo al inicio de los sesenta. En el colegio fundó un grupo de teatro, actuó, escribió y dirigió. Su padre se opuso a esta vocación y tuvo que elegir otra profesión: se hizo médico. Salió huyendo de la casa parental con la ayuda de su mejor amiga que terminó siendo su pareja y compañera. Enseguida llegaron dos hijos; un periodista y una actriz que han continuado la tradición familiar y les han llenado de orgullo y satisfacción…

tuosamente de detener los impulsos homicidas del joven vengador. Por su parte, Aníbal Landa, el detective de la Guardia Civil que ha resuelto varios casos de asesinato, intentará atrapar a la mujer pistolera que ha sembrado el terror en Las Huertas, ciudad imaginaria que simboliza a cualquier capital de provincias de la España de los años 50. El amor se cruzará en el camino detectivesco de Aníbal. Salvador Robles Miras (Águilas, Murcia) Periodista y pedagogo, colaborador habitual de EITB y Tele 7. Ha publicado 34 libros. Los últimos son: las novelas Noche clara, Sangre mala, Contra el cielo, La rebelión de los mendigos; el libro de cuentos y microcuentos Un encuentro interminable (con Mariaje López) y la obra de ensayo La pluma del colibrí. Diario del coronavirus. Ha recibido más de un centenar de galardones en concursos de cuentos, microcuentos y novela, entre otros: Wilkie Collins 2016 (novela), Francesc Candel, Valentín Palacio, Javier Tomeo, La Pluma del Guirre, José Rodríguez Dumont, Carmen Holgueras, Riopar, El Parnaso, Rosalía de Castro, etc.


RECOMENDACIONES

Los retos de hacerse adulto

Mientras, a través de la prensa, el mundo asistía conmocionado a la peor crisis económica de Islandia, originada por la usura, y la erupción del volcán Eyjarfjalljökull en 2010 dejaba pérdidas irrecuperables, una muchacha islandesa, Auđur Ava Ólafsdóttir, escribía una novela sobre la búsqueda de un camino en la vida, el crecimiento personal, la asunción de responsabilidades, la aceptación de ciertos límites y la esperanza. El protagonista, el joven Arnljótur, ha decidido renunciar a la universidad, a pesar de que ha sido un alumno bien dotado, para dedicarse a la jardinería. Quiere seguir la vocación de su madre que, por primera vez, creó un jardín en un terreno no apto para plantas: por la lava, lo montañoso del país, el viento, los meses sin luz, que desaconsejaban cualquier intento. Pero crecieron las flores y, entre todas, una rosa de ocho pétalos, sin espinas, la «rosa candida» que Armljótur quiere recuperar y divulgar. Su madre ha muerto hace poco, así que él recoge algunos esquejes para plantarlos en el jardín legendario al que se dirige. El ama el cuidado personal, tocar las plantas vivas, la tierra fértil, el olor a tierra mojada.

Ficha bibliográfica Rosa candida Auđur Ava Ólafsdóttir Alfaguara. 2021 280 páginas

Anna, con la que tuvo un niño. Fue una relación impensada y Anna ha asumido toda la responsabilidad. La vida ha fluido sin dramatismo ni sentimientos de culpa.

viaje iniciático.

Su p a dre y su her mano le acompañan en lo que va a ser un

La relación con los monjes se convierte en un proceso de aprendizaje, tanto del país como de la vida. Las conversaciones frecuentes en las que Arnljótur se siente interesado y comprendido, llenarán su tiempo casi tanto como el cuidado del jardín. El silencio, el lento paso del tiempo, el ritmo de la naturaleza, van marcando los días, a la vez que el jardín va recuperando su antiguo esplendor.

Su madre había construido un invernadero donde le transmitió sus experiencias; un refugio donde se unían en la profunda atracción por las flores. La cercanía física, la memoria de los gestos, los nombres de las distintas variedades, tejieron entre ellos una relación especial, de la misma manera que otras afinidades unían al padre con Jósef, el hermano menor.

Arnljótur ha decidido abandonar su casa para trabajar en un jardín legendario, situado en un país que no conoce y en el que tendrá que aprender hasta su intrincado dialecto. Los frailes del monasterio le esperan porque quieren salvar ese jardín que el régimen de estudio y de las oraciones, han condenado a su casi desaparición.

Es una novela abierta a los caminos, a lo desconocido, con decisión de afrontar la incertidumbre, los retos que plantea el hacerse adulto. La evolución es parte integrante de la vida, no hay un tope en la búsqueda de la felicidad: Armjótur experimenta la responsabilidad de ser padre además de hijo y hermano. La experiencia de la vida, ha dado sus frutos con vistas al futuro.

Para prepararla, buscan en el recetario de su madre alguna receta que les una a su recuerdo. Lo personal y cotidiano llega a convertirse en el homenaje a su madre y en el refuerzo de relación entre ellos tres. Es la última noche en el hogar familiar antes de partir hacia el jardín donde trabajará. El padre no hace ningún reproche, solo le parece que este es un trabajo de menor rango. Le da dinero y un regalo.

Amelia Saez

Arnljótur, al recoger en el invernadero los esquejes, revive el momento en que, justamente ahí, amó a

(Madrid, España)

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Ventanas abiertas n.16 · nov-dic 2021

De pronto, en una carta, Anna le pide si puede compartir el cuidado de la niña, mientras ella termina su tesina. Le dice que ella vendrá a su ciudad porque la niña, «además de ser adorable, es muy fuerte y obediente», capaz, a sus nueve meses, de hacer ese viaje tan complicado. Le advierte, además, que es parte de su responsabilidad. Así empieza Arnljótur a asimilar su nueva responsabilidad: la de ser padre de Flora Sol por un tiempo.

Al principio de la novela encontramos al padre octogenario y a los dos hijos, Arnljótur y su hermano gemelo, autista, preparando la cena de despedida.


TEMA LIBRE Madera y acrílico.

Izq. Serpiente. Arriba: León alado (acuarelas). @viviannetantra_art Concepción (Chile)

VIDEO | Chamanes y ancestros Chema Lebrón (Málaga) | El chamán de la tribu, miraba ensimismado las figuras que el fuego proyectaba en las paredes de la caverna. Decorada con pinturas de épicas cacerías y hazañas de los hombres del pasado. El crepitar de la hoguera empezó a formar figuras de un futuro incompresible para el chamán. Grandes maquinas moldeaban y destruían el planeta, los hombres olvidaban la herencia cultural de sus antepasados y se entregaban a una vorágine tecnológica que, a la postre, los deshumanizaría y extinguiría. En ese momento el chamán lanzo un grito y despertó, el fuego seguía crepitando, las pinturas seguían allí. ¿Todo había sido una pesadilla o quizá el adelanto de un infausto futuro? ¡Nuestros ancestros nos llaman! ¡Escucha su voz y DESPIERTA! El grito desgarrado de este chamán imaginario, pero no por ello, en un tiempo pasado y lejano, quizá no menos real. Nos transporta a una de aquellas grutas primigenias, aquellos abrigos mágicos,

en los que nuestros antepasados plasmaron con su arte, el mundo real y su mundo espiritual. Y no sería posible, que la magia del fuego con sus reflejos ondulantes, sobre esas pinturas, les pudo mostrar a nuestros asombrados ancestros, las cacerías épicas de su pasado y un futuro aterrador, de olvido del amor y el respeto hacia la madre tierra y los antepasados. Acompañemos a nuestro chamán en este viaje, intentemos recuperar el conocimiento perdido, el respeto a la tierra donde moramos, y las generaciones que nos precedieron.

Desde Antequera, Málaga, nos presentan el video: Chamanes y ancestros, un viaje artístico sobre la importancia de los solsticios entre nuestros ancestros. Escrito y narrado por Chema Lebrón. Música y video por Craig Stuart Garner.

Ventanas abiertas n.17 · ene-feb 2022

www.bit.ly/ChamanesYAncestros

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NOTICIAS POSITIVAS CHILE | Una gran minga para Castro El 9 de diciembre pasado un gran incendio asoló un barrio de la ciudad de Castro, en la isla de Chiloé (Chile).

Fotos

@desafiochile

Se realizó un Castrotón, los días 21 y 22 de diciembre donde participaron de manera gratuita, diferentes artistas para dar fuerza a esta difícil situación. «La minga fue un éxito. Se logró reunir los fondos para que los vecinos tengan sus viviendas definitivas en mayo, antes del crudo invierno, y se entregarán amuebladas», nos cuenta Claudio con mucha alegría.

Betina F. Mattio | Más de 500 personas fueron desplazadas y 140 viviendas consumidas en instantes. La respuesta de los chilotes y de otras regiones no se hizo esperar. Y en pocas horas se habían organizado para poder hacer llegar alimentos y material de emergencia. Se abrió una cuenta para recibir ayudas de particulares y una «gran minga» fue lo siguiente. Una señora se acercó con pan casero recién horneado, otros acercaban mantas. Si bien es verano, la falta de agua y temperaturas extremadamente altas junto al viento hacen que la situación sea más compleja este año con los incendios, han asegurado organismos forestales.

Además, se abrió una cuenta corriente para que particulares y empresas pudieran aportar lo que pudieran y se ha llegado al objetivo propuesto, aseguran las autoridades locales. No ha sido fácil pero los vecinos están unidos para levantarse nuevamente. Se han firmado acuerdos para ayudas por parte de diferentes industrias locales y como dicen allí: «de ésta, salimos juntos». Toda la isla, en estas semanas, está junto a Castro para que el próximo invierno los encuentre en su nuevo hogar.

Según explicaba Claudio Alvarado, líder del grupo Madera, a Ventanas abiertas, «una minga en la tradición chilota significa que todos van a la casa de un vecino a ayudarle. Una faena para hacer chicha, una tiradura de casa (tradición de la isla que es mover una casa entera) mingas de trabajo. En la tradición chilota está ese ejercicio de solidaridad».

www.ventanasabiertasmagazine.wordpress.com

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Ventanas abiertas n.17 · ene-feb 2022

¡Estrenamos blog!


Ventanitas - Sección infantil y familiar -

Me gusta Me gustan las rosas y las mariposas me gustan las compras, ir con mi abuela ¡cuando ella viene a buscarme a la escuela! Hoy viene muy sonriente enseñando sus dientes porque nos trajo unos juegos, Montando a caballito

Juegos tradicionales Hay juegos que se han ido perdiendo y solo quedan en la memoria de las abuelas.

a los que jugaban cuando eran pequeños nuestros abuelos. Poco a poco nos fue enseñando en qué consistían los juegos de antaño y ha sido una tarde muy feliz y diferente ¡¡en la que nos olvidamos por completo de nuestras tablets!! Pa rtida s d

Ma Jesús Pérez (Madrid, España)

Ventanas abiertas n.17 · ene-feb 2022

Juegos como las partidas de chapas, que hay que meter en una portería hecha con las manos, o el juego de los hilos, donde los dedos van formando figuras con los hilos mientras pasan de unas manos a otras...

unos juegos muy viejos

Jueg o de hil os

Fotos | Amada Carrero (Bº Begoña, Madrid)

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e cha pa s


HUMANIZARTE REFLEXIÓN | EL PAISAJE DE FORMACIÓN

S

entendiendo a esta como una disposición moral del pensamiento y la conducta.

on numerosos los factores que han actuado en nos ot ros p ara ir pro ducien do un comportamiento personal a lo largo del tiempo, una codificación en base a la cual damos respuestas y nos ajustamos al medio.

La «mirada externa» es la propia mirada, interpretada como si fuera la del otro, siempre es la mirada de uno; lo que pasa con este tipo de mirada es que al no reconocerla como propia se transforma en la «mirada del otro».

Frente a nuestro medio de formación actuábamos con modos característicos. De cara a los valores establecidos arremetíamos contra ellos, o los aceptábamos, o nos replegábamos sobre nosotros mismos. Así íbamos formando nuestras conductas en el mundo de relación, pero existían además reajustes continuos.

Las miradas, en general, se desprenden de creencias (de lo que creo en general y particularmente de las cosas). Como el paisaje de formación es una suma de creencias, lo que se puede modificar es la mirada que se tiene del propio paisaje.

Mirábamos ese mundo y mirábamos a otras personas mientras actuábamos. Parejamente, éramos «mirados» por otros que nos alentaban o nos reprobaban.

La verdadera actitud de nuestra vida actual, es la suma de creencias de nuestro paisaje de formación La propia mirada sobre el mundo y las «miradas ajenas» sobre uno mismo, actuaban pues como reajuste de conducta y gracias a todo esto se fue formando un comportamiento. Hoy ya contamos con un enorme sistema de códigos acuñados en nuestra etapa de formación.

Desde luego, existía una «mirada institucional» propia del sistema legal, también una «mirada propia de las convenciones y costumbres». También para algunos una mirada más compleja. Una mirada «externa», pero que nos escrutaba no solamente en nuestro comportamiento externo, sino en nuestras intenciones más profundas. Era la «mirada de Dios». Para otros era la «mirada de la propia conciencia»,

Nuestra conducta responde a él y se aplica a un mundo que, sin embargo, ha cambiado. Del libro Autoliberación, de Luis Alberto Ammann

VIDEO | Paisaje de formación. Aceleración histórica

proyectoshumanistas@yahoo.es

www.bit.ly/PaisajedeFormacion

www.humanistasbarriodelpilar.blogspot.com

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Ventanas abiertas n.17 · ene-feb 2022

Talleres por chat y presenciales sobre el paisaje de formación y otros temas de desarrollo personal.

INFÓRMATE


l e n e Y, próximo número

Una n ó i c a t i hab a propi


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