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Las raíces del futuro

Gabriela, hija de padre alemán y madre mexicana, es una chica abierta y jovial que, físicamente, goza de una exótica belleza; sus ojos, verdes e inmensos, contrastan de forma exquisita con el tono oscuro de su tez. Paola, de procedencia italiana y germánica, es un tanto ruda en sus maneras, pero se hace querer debido a la solidaridad, generosidad y empatía que la caracterizan. Alpi, descendiente de una familia turca, es un joven hermoso, bondadoso, introvertido e inteligente. Nils, por cuyas venas corre una mezcla de sangre sajona e ibérica, es el más sensato, maduro y pragmático del grupo. Por último, os presento a Tim, un individuo de pura raza aria que posee una gran capacidad de introspección.

Los chicos, a pesar de sus diferencias de origen, tienen mucho en común: nacieron en el mismo lugar y año, compartieron las vivencias de su más tierna infancia y se formaron como seres sociales en el mismo Kindergarten (jardín de infancia); asimismo, visitaron la misma escuela primaria y, más adelante, el mismo Instituto de Enseñanza Madia. Este año han comenzado juntos a cursar los estudios de Bachillerato, también en el mismo centro.

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Se conocen desde la temprana edad de tres años y, desde entonces hasta ahora, han disfrutado de la mutua compañía, compartido multitud de juegos y aficiones, vivido experiencias cruciales, descubierto el mundo y a sí mismos… En fin, han crecido y se han desarrollado juntos y los une una hermosa y profunda amistad.

Términos como «integración» e «inclusión» les son un poco ajenos. Dichos aspectos de la convivencia intercultural no son tema de debate o discusión para ellos, puesto que sus vidas en común han transcurrido siempre de manera armónica, gozando de sus afinidades y enriqueciéndose con sus diferencias.

Los jóvenes han echado nuevas raíces en un terreno universal, polícromo y variado, en el que, sin que sean olvidadas por completo las tradiciones, tienen absoluta prioridad las innovaciones. Su normalidad consiste en la aceptación de su diversidad de origen, mas, sobre todo, en la construcción de nuevos esquemas y valores que los unifican e identifican.

Esta generación está creando, sin esfuerzo, las raíces del futuro.

Gabriela, Paola, Alpi, Nils y Tim representan un ejemplo real de la transformación que se está llevando a cabo en nuestras sociedades actuales.

Ana R. Valle

Con El Todo

Es lunes y son las siete de la mañana. Me dirijo en metro a mi trabajo en el centro de Madrid. Miro, somnolienta, alrededor. Me viene a la cabeza, por la variedad de razas y lenguas que percibo, una imagen del metro de Londres de hace más de cuarenta años. Me entretengo intentando recordar cuándo empezó el cambio de esta sociedad uniforme, de piel blanca en su mayoría, heredera de quienes han puesto su pie, a lo largo de los siglos, en esta península: romanos, godos, árabes, judíos, lo que testimonia la diversidad de apellidos.

Repaso, mentalmente, los modos de adquisición del territorio, que estudié en Derecho Internacional Público, como la conquista, con la consecuente imposición, por la fuerza, de normas, usos y costumbres en el territorio conquistado.

Pienso, también, en lo ocurrido cuando quienes se desplazan, voluntaria o forzosamente por las circunstancias desfavorables del país en que nacieron, intentan imponer su acervo en el país que les ha acogido, sin intención para integrarse ni facilidades para ello, como en los banlieues de París.

E intento sentirme una con el todo que me rodea, conectando con lo que es común, y valorando la riqueza de las diferencias, de cuya suma somos producto, por un imparable proceso evolutivo de mestizaje.

Ser simbólico por naturaleza creador de culturas. Espiritualidad que transciende y atraviesa al universo. Suma de eternas luchas para vivir en un mundo mejor, aunque seamos diferentes.

Hablo en esta obra del ámbito privado, del público y del divino. La materia y la energía juntas para crear al humano, que piensa, que siente e imagina.