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ENFERMÓ LA SALUD: EMPEORÓ LA ECONOMÍA

ENFERMÓ LA SALUD: EMPEORÓ LA ECONOMÍA

Una lección importante que nos impone una crisis, como la pandemia desatada por el

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SARS-CoV2 que es un nuevo coronavirus identificado como la causa de la enfermedad por coronavirus del 2019 (COVID-19) que comenzó en Wuhan, China, a fines de 2019 y que se ha diseminado por todo el mundo es que, tenemos que reaprender a prevenir y que, así como en el país se hacen esfuerzos para prepararnos ante situaciones extremas como inundaciones, sismos, etc., es absolutamente necesario forjar mecanismos de convivencia

diferentes, ese será el componente que pondrá la población, pero, corresponde al Estado sincerar un sistema de salud que sea único e integral, es decir que atienda por igual a todos los peruanos, que ponga el servicio de salud en niveles óptimos, con recursos humanos suficientes y bien remunerados, equipamiento full, laboratorios de I+D+i con tecnología de punta y medicinas igualmente necesarias, es posible y no se debe escatimar presupuesto alguno.

Cambiar nuestro sistema de creencias o paradigmas es fundamental para producir cambios verdaderos y duraderos en nuestras vidas, no más SIS ni EsSalud, un sistema único, los aspectos de recaudación de uno y otro se manejan, luego se integran, pero la atención convertida en única debe ser de primera, en todo sentido.

Lo que se propone es simple y tiene sentido común, un país que asegura prestaciones de salud sin diferencias para su población en las condiciones planteadas solamente muestra

sensibilidad humana, con potencia para encarar cualquier epidemia y prevenir el cuidado

de la salud y la vida.

…empeoró la economía

Que la economía también se enferma, es un hecho, pues casi todas las actividades humanas

están relacionadas al tema económico y sobre todo aquellas que tienen que ver con la salud y vida de las personas. Hay que tener en claro que, cuando la salud de las personas se deteriora, también lo hace su economía, personal y familiar, mientras más fuerte es la dolencia, más fuerte es el deterioro económico, es el aferrarse a la vida y empiezas a tocar

los ahorros o el patrimonio familiar, que, asimismo, representa un ahorro en forma de activo, luego de extinguir el ahorro la decisión pasa por generar deuda o dejar de lado pagar impuestos y conseguir liquidez.

El contexto que relatamos escenifica el aspecto de la microeconomía, que es la economía del consumidor, de las empresas, de los hogares y fácilmente podemos darnos cuenta de lo endeble que resulta enfrentar, desde este escenario, una amenaza tan grande como una epidemia como el COVID-19, que aplasta toda expectativa de los hogares ya que mientras menos tengas, más fácil serás aplastado. Es aquí donde urge la intervención del Estado, como de alguna forma lo vienen haciendo los estados, obligados por su propia responsabilidad constitutiva; para ello recurren a mirar aspectos de la economía del país, su macroeconomía, renta nacional, empleo, inversiones, importaciones y exportaciones, que no es otra cosa que la acumulación de microeconomías y si lo más débil se afecta, también lo hará aquello que agrupa esas debilidades.

Enfrentar situaciones donde ocurren un conjunto de alteraciones que se producen como respuesta a determinados fenómenos como los que nos aquejan en tiempos de pandemia requiere medidas que permitan aliviar el impacto que aquellas producen. Pero ¿qué pasa si los recursos son escasos o inexistentes? Pues, hay que apelar a medidas ingeniosas que permitan atender con solvencia lo necesario para las personas, para las empresas, para el

país.

¿Dónde poner el paraguas?, la respuesta es obvia, cubriendo a las personas, son las

personas las que deben ser priorizadas, sin ellas no hay empresas ni nación, ni estado.

Ejercicios llevados a cabo por gobiernos frente a crisis económicas, independientemente de cómo se generan, nos muestran planes que hay que tener en consideración, cuando los ahorros se van agotando o no hay bolsillo de donde sacar, hay que aplicar medidas de estímulo, contención y recuperación, por ejemplo ante la crisis económica y la recesión que arrastraba EEUU en el año 2009, el presidente Obama, por consejo de sus asesores económicos consideró oportuno aumentar las compras del Estado para estimular la

economía, el presidente y sus asesores propusieron un considerable programa de estímulo para aumentar la demanda agregada. El programa propuesto costaría a la Administración Federal alrededor de 800.000 millones de dólares, es decir, alrededor de un 5 por ciento del PIB anual, contenía algunas reducciones de impuestos y un aumento de las transferencias, pero la mayor parte consistía en un incremento de las compras de bienes y servicios por parte del Estado. (Heather Long, 2016). Los defensores del plan sostenían que era mejor aumentar el gasto que reducir los impuestos, ya que, según la teoría keynesiana clásica, el multiplicador de las compras del Estado es mayor que el multiplicador de los impuestos. el multiplicador de las compras del Estado es 1,57, mientras que el de los impuestos es 0,99

solamente. Sostenían que el incremento del gasto público en carreteras, escuelas y demás infraestructuras era la mejor medida para aumentar la demanda agregada y crear empleo, antes de reducir impuestos. El tema pasa por la asignación que se entregue como estímulo de la economía, si es muy pequeña, el impacto será pequeño y no generará el número de empleos suficientes frente al desempleo producido por la crisis. La recuperación

económica puede parecer lenta, pero es preferible.

Imponer impuestos, a quienes gozan de una envidiable posición económica, producto de la acumulación de riqueza, es factible, en tanto operan tales recursos en el país que les ha brindado ene posibilidades de enriquecimiento, y sin entrar en particularidades las fortunas que se conocen son caracterizadas en cuasi monopolios o situaciones de envidiable privilegio, ahí cadenas de negocios que el Estado y gobiernos corruptos pusieron en bandeja de plata y con demanda obligada, tipo aportantes AFP.

En ese contexto, el gobierno necesita recursos, hacer caja para manejar la crisis, echar mano de lo que tiene, ahorros; imponer, de considerarlo, un impuesto legítimo a las fortunas tras facultades que le otorgue el Congreso de la República, y endeudarse a largo plazo, en condiciones de bajo interés, es propicio, para conseguir esos recursos. Aquí está el coctel para responder a la pandemia COVID -19. Ese plan debe contener además una recomposición de operadores, que respondan con eficiencia para lograr los objetivos nacionales, con efectivo control y drasticidad contra la corrupción.

Es necesario para un país como el nuestro, que aún clama por ver realizadas sus obras programadas, sumar aspectos que consideren un real reconversión del rol del estado, ese estado que penosamente piensa que desarrollar industrias y empresas productoras de bienes y servicios es ir contra el sector privado, cuando de lo que se trata es de competir y ofrecer mejores condiciones para la población generando además empleo digno, implantar un serio programa de investigación y desarrollo de lo investigado, potenciar fuertemente el sistema estatal único y universal de salud y asumir que se debe dotar de mayores recursos a la educación con uso intensivo de TICs y potenciar la agricultura desde una visión expansiva y protectora de la frontera agrícola rural. Nueva visión para nuevos resultados.

Llueve sobre mojado

¿En qué medida la pandemia está afectando a nuestro país, Perú?, ahí hay que enfocar también nuestra atención, señalando que, estamos a favor de la salud, sin duda, pero también destacamos que, no se puede descuidar la economía, ni la macro, que acumula la

bondad de precios altos en nuestros commodities y formula ahorro fiscal; ni la micro que es la que importa más, porque es la economía de los que compran y hoy no tiene dinero,

producto de diversos factores, como la informalidad que fue obligada “por pandemia” a dejar de trabajar el día a día; la micro, pequeña y mediana empresa que no tiene para pagar

salarios e involuntariamente generó desempleo, y la otra que se beneficia de “suspensión perfecta” para generar mayor desempleo o la precarización de los salarios (reduciéndolos) con el pretexto pandémico y la falta de imaginación del Estado.

Paradójicamente, se enfermó la salud y contagió la economía, sobre todo la economía de

los hogares, y de paso la planificación fue materia mirada al “tun tun”, a ver que sale. Acaso no se sabía que la informalidad en el país ronda entre 70% a 75%, y si eso es así, entonces tenemos que siete de cada diez peruanos que producen economía para sus hogares lleva ya más de 24 meses sin dinero para vivir.

Desempleo es mortalidad, si no hay alimentos la gente se enferma, se debilita y es presa fácil para cualquier enfermedad, más aún cuando nuestro sistema de salud, abandonado por

todos los gobiernos, hoy se ha “concentrado” en atender casos coronavirus y ha dejado en abandono a la población que requiere atención primaria de la salud, prevención de males pre existentes y desde ahí, cambiar las etiquetas de causa de muertes, esa que hace que toda estadística sea espuria y eso lamentablemente, deja un manto de duda en los resultados y en las proyecciones, que no sirven para hacer políticas públicas.

El gobierno debe corregir la estrategia “bono” por asignaciones tipo ticket de descuento a sectores menos favorecidos, esto por una sencilla razón: la información que procura saber si un jefe de familia es seleccionado para recibir el famoso bono, se basa en la data que fuera levantada en el Censo de Población y Vivienda de 2017, y está plagada de errores y no considera algo fundamental, la movilidad de personas y familias, natalidad y mortalidad, está desactualizada. Ahí está la fallida estrategia.

Tres meses, cinco meses, 24 meses se pueden subsidiar, cada mes, sin mayor problema para un país que dice tener recursos, y puede de diversa forma conseguir esos recursos, multiplicar la entrega asignaciones diferenciadas y hacerlo efectivo mediante mecanismos de entrega digitales, es factible, si se privilegia el apoyo a empresas que han desempleado a muchísimos peruanos y reducido sus remuneraciones, por eso, con mayor razón debe mirarse a donde debe mirarse, al pueblo, así parezca populista, y que bueno que sea populismo al servicio del pueblo, cuando más lo necesita.

Hay una tensa calma que esperamos no se convierta en desborde popular, para ello los gobernantes deben llamar a las inteligencias del país, que las hay, dar un golpe de timón y enderezar las estrategias, priorizar lo necesario y dar mensajes de atención y seguridad, siembra de conciencia y esperanza en un gobierno que no abandona a su pueblo, para recuperar la libertad que nos ha quitado esta pandemia.

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