El Matrimonio -sawari- en el pueblo kichwa de Otavalo y Cotacachi

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El matrimonio

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en el pueblo kichwa de Otavalo y Cotacachi Nhora Benítez, Miguel Posso, Raúl C. Cevallos, José Gurría, Ivan Bedón

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El matrimonio

–sawari–

en el pueblo kichwa de Otavalo y Cotacahi



El matrimonio

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en el pueblo kichwa de Otavalo y Cotacahi Nhora Benítez Bastidas Miguel Posso, Raúl C. Cevallos José Luis Gurría, Ivan Bedón Con fotografias de Alberto Lima, John Bautista, Jonathan Terreros y Javier Narváez


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Sumario

07 / Presentación del Rector de la UTN 13 / Prólogo 17 / Introducción de los autores 26 / CAPÍTULO I: Enamoramiento y Noviazgo – Kuyana Riksirina 40 / CAPÍTULO II: Rumor provocado – Shimi kachay 46 / CAPÍTULO III: Anuncio verbal – Shimishitachi o entrada – Yaykuy 56 / CAPÍTULO IV: Pedido de la mano – Makita mañay. 86 / CAPÍTULO V: Prueba matrimonial (convivencia) – Sirviñakuy 92 / CAPÍTULO VI: Comité organizador del sawari – sawari tantanakuy pushakkuna 132 / CAPÍTULO VII: Elección de los padrinos – Achik tayta akllana. 142 / CAPÍTULO VIII: Matrimonio simbólico – Sawarichina. 156 / CAPÍTULO IX: Matrimonio civil – Civil puncha (civiliana). 162 / CAPÍTULO X: Matrimonio católico y evangélico – Católico vangelyopash sawari 192 / CAPÍTULO XI: Fiesta de recepción en la casa del novio – Kari wasipi kallari raymi

204 / CAPÍTULO XII: Acostar a los novios – Sirichichina o Noche para dormir – Puñuy tuta 212 / CAPÍTULO XIII: Levantar a los novios – Hatarichy/hatarichina. 222 / CAPÍTULO XIV: El nacimiento – Wackarik pacha. 230 / CAPÍTULO XV: Halando y hurtando a la novia – Halimay – Novia shuway 234 / CAPÍTULO XVI: Lavado de la cara – Ñawi mayllay. 252 / CAPÍTULO XVII: Fiesta de recepción en la casa de la novia – Warmi wasipi katik raymi. 262 / CAPÍTULO XVIII: Fiesta de recepción en la casa de los padrinos – Achik tayta rikuy 268 / CAPÍTULO XIX: Traslado de la novia a la casa del novio – Halima aysay 274 / CAPÍTULO XX: Colectas de dinero – Tuminkuna. 280 / CAPÍTULO XXI: Sueños y supersticiones en la vida matrimonial kichwa – Sawari kichwa kawsaypi, muskuykunapi iñiñapish 294 / Bibliografía 299 / Créditos


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> Pareja de jovenes indĂ­genas enamorados. Foto: Juan Carlos Morales


Presentación PhD. Marcelo Cevallos

Rector de la Universidad Técnica del Norte

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A UNIVERSIDAD TÉCNICA DEL NORte con este libro evidencia y reconoce el matrimonio kichwa, como un conjunto de costumbres, tradiciones y prácticas religiosas, únicas y diversas en el marco de la cosmovisión intercultural en los cantones de Otavalo y Cotacachi, donde los investigadores realizan un recorrido exhaustivo por los veinte diferentes ritos que realizan los futuros esposos, familiares y comunidad, que va desde el "Enamoramiento y Noviazgo - Kuyana Riksirina", hasta los "Sueños y supersticiones en la vida matrimonial kichwa Sawari kichwa kawsaypi, muskuykunapi iñiñapish", desgranados a lo largo de 21 capítulos apasionantes. En las comunidades y pueblos kichwas de Otavalo y Cotacachi, el tejido social y cultural también se ha visto afectado por las costumbres exógenas (mestizas), ya que la permeabilidad ha llevado a la perdida de algunas costumbres y ritos, por lo que el libro difunde, narra y analiza de manera etnográfica desde la época 7


prehispánica las diferentes prácticas, e invita a la reivindicación, asimilación y preservación de estos rituales y costumbres para la construcción de una comunidad responsable e intercultural. Este libro también invita a los actores y sectores públicos vinculados a la interculturalidad a fortalecer y difundir las prácticas, costumbres y rituales del pueblo kichwa, siendo indispensable trabajar en el reconocimiento como parte del patrimonio intangible del país, para lograr su preservación y vigencia futura. Con esta obra, la Editorial Universidad Técnica del Norte sigue aportando en el reconocimiento y revalorización de las prácticas y saberes interculturales en procura del cumplimiento de la misión institucional de nuestra Universidad, por lo que felicito a los profesores – investigadores que generaron este libro, dirigidos por la Dra. Nhora Benítez, lo que marca un horizonte de respeto y reconocimiento de la interculturalidad y sus múltiples alternativas de integración y territorialidad. •

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> Salida de la iglesia matriz de Cotacachi, en la boda de Flor Santillana y Lenin Morocho. Foto: Nhora Be9 nĂ­tez.


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> Pareja indĂ­gena. Foto: Javier Mauricio NarvĂĄez Ponce.

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MĂĄscaras > Ritual de delaAya labranza Huma yensiembra Cotacachi. (comiendo el kukapi), en la boda de Lenin Morocho y Flor Santillana. Foto: Nhora BenĂ­tez.


Prólogo Mgs. José Echeverría-Almeida

Antropólogo y Arqueólogo Instituto de Altos Estudios. Universidad Técnica del Norte

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L MATRIMONIO O SAWARI EN EL PUEBLO kichwa de Otavalo y Cotacachi es un tema que siempre me fascinó y que personalmente esperaba que algún día iba a tener tiempo para escribirlo. Desde pequeño, como dicen mis amigos otavaleños, “desde cuando eras indio chiquito”, bueno sigo siendo chiquito, siempre me persiguió el tema en algunas de sus manifestaciones. Siendo escolar iba a los pogyos, a los ojos de agua, por paseo o cuando escaseaba o cortaban el suministro del agua entubada: solía observar cómo los indígenas jóvenes, muchachones, enamoraban a las mujeres de su misma etnia, mientras éstas lavaban la ropa en los surtidores naturales del líquido vital. El joven lanzaba piedritas a la mujer para llamar la atención. No pocas veces, antes de saber su significado, estuve tentado de intervenir pensando que era una grosería o falta de respeto. Más raro fue para mí observar “el robo” de la pachallina o de la umawatarina como preámbulo de la etapa de enamoramiento. Cuando fui todo un profesional, serio y con familia, tuve que aceptar ser padrino de matrimonio de algunas parejas de Kichwas Otavaleños y participar en todo el proceso, desde la aceptación del mediano hasta los baños rituales y ortigadas y lógicamente la degustación de la gastronomía andina tradicional: cuyes, gallinas, papas, mote, champús, pan de boda, chicha de maíz, y según los casos, las bebidas modernas: cerveza, trago, champan, wiski de toda marca y procedencia. 13


Ahora que los famosos educadores y antropólogos de la Universidad Técnica del Norte, Nora Magdalena Benítez Bastidas, Miguel Ángel Posso Yépez, Raúl Clemente Cevallos Calapi, José Luis Gurría Gascón y Nelson Iván Bedón Suárez se adelantaron en la investigación y publicación del tema, me queda el consuelo y el orgullo de redactar estas líneas, para felicitar a los colegas, quienes poseen sobrados méritos académicos ganados a través de desbordar sabiduría antropológica, ganada en el trabajo de campo y en la lectura analítica de la bibliografía especializada. Es un libro que hacía falta y que era urgente difundirlo. El matrimonio indígena del pueblo kichwa que habita en los cantones de Otavalo y Cotacachi es tratado en todo su proceso, en forma tan pormenorizada, tan minuciosa, que ni los sueños premonitorios y supersticiones vinculados a la vida conyugal se han escapado. El libro consta de 21 capítulos, versan sobre: el enamoramiento, el rumor provocado, el anuncio verbal, pedido de mano, prueba matrimonial o convivencia, el comité organizador del matrimonio tradicional o sawarikuna, la elección de padrinos o Achik tayta ayllana, el matrimonio simbólico, sawarichina o palabray, el matrimonio católico y evangélico, fiesta de recepción en la casa del novio, levantar a los novios, el nacimiento o parto simbólico, halando y hurtando a la novia, lavado de la cara, recepción en la casa de la novia, fiesta de recepción en la casa de los padrinos, traslado de la novia a la casa del novio, colectas de dinero, sueños y supersticiones en la vida conyugal. Los capítulos se suceden como una película, desde el tratamiento de los aportes de los primeros antropólogos hasta los últimos. Los autores respaldan su investigación en varios estudiosos de fama, como John Collier y Aníbal Buitrón (1971), en cuya época, el matrimonio indígena de la etnia Otavalo, todavía seguía la tradición. Diez años después, Ruth Moya (1981), quien realiza una breve interpretación de algunos elementos y símbolos implícitos en los ritos matrimoniales, subraya que existe un sincretismo cultural, resultado de la imposición de la religión y de los patrones culturales exógenos del grupo dominante. Ceciel Kockelmans (1989) estudia el fandango interpretado con arpa, utilizado en los ritos nupciales, bautizos y velorios. Pazmiño (2013)

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interpreta el lenguaje comunicativo verbal y no verbal del matrimonio kichwa. Silvia Aguilar (2014) analiza la economía solidaria dentro del matrimonio kichwa andino-Caso Peguche, afirma que los otavaleños, no han olvidado sus raíces, ni los principios básicos de la cosmovisión andina, pero también han adoptado nuevas ideas sobre el universo. Males (2014) también estudió del fandango, señala que algunos ritos tradicionales ya no se encuentran vigentes. Guaña (2016) señala que se van imponiendo las costumbres mestizas. Benítez (2017) explica las variaciones en los matrimonios kichwas. Cevallos, Posso, Naranjo, Bedón y Soria (2017) realizan una síntesis del ritual del matrimonio en la ciudad de Cotacachi (Benítez et al., 2018: Introducción). A nivel metodológico, los autores enfatizan que desarrollaron un trabajo etnográfico que permitió obtener la información pertinente. Por cada etapa o rito, se analiza su significado, se describen y explican los elementos y símbolos sincretizados y aculturizados, se revela la importancia del parentesco sanguíneo y ficticio, se exponen los principios y valores de la cosmovisión andina, se establece la interrelación entre lo urbano y lo rural, se registran las similitudes y particularidades identificadas en cada cantón, así como se reconoce la continuidad o discontinuidad de las actividades y/o prácticas rituales. Enriquecen el texto los testimonios de algunos portadores de los saberes tradicionales vinculados a este acontecimiento vital. Se hizo el seguimiento de ocho procesos matrimoniales kichwas, así como, la aplicación de 70 entrevistas a los actores sociales y portadores de los saberes tradicionales seleccionados en 14 comunidades indígenas kichwas de los cantones Otavalo y Cotacachi. Fue de gran ayuda el archivo fotográfico de algunos informantes, principalmente el aporte del fotógrafo kichwa Alberto Lima, oriundo de Cotacachi (Benítez, et al. 2018: Introducción). En temas antropológicos, hay mucho por investigar y no todo está dicho. Sin embargo, “El matrimonio o sawari en el pueblo kichwa de Otavalo y Cotacachi” se constituye en un referente importante y obligado, para continuar con la investigación, para fortalecer la identidad kichwa de la Sierra Norte y para ofrecer alternativas de desarrollo local vía el turismo comunitario. ¡Felicidades colegas por este nuevo aporte antropológico! •

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> Joven indĂ­gena otavaleĂąa. Foto: John Bautista


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> Matrimonio religioso de Blanca Vinueza y Ramiro Perugachi en Cotacachi. Foto: Alberto Lima.


Introducción de los autores

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AS DISTINTAS COMUNIDADES KICHWAS QUE habitan en los cantones de la provincia de Imbabura, tienen aspectos y componentes culturales en común, pero también presentan saberes y rasgos culturales diferenciados, que los identifican y los hacen únicos y diversos. Ellos, a través de los siglos han vivido de acuerdo a la filosofía y principios de la cosmovisión andina, aunque también, se han adaptado a los hechos y acontecimientos históricos hostiles, a permanentes procesos de interculturalidad y, más recientemente, a la globalización tecnológica, económica, sociopolítica y del conocimiento, lo que ha supuesto una acelerada e inevitable aculturación y transculturación de sus formas de vida tradicionales (Benítez, Hernández, Gurría, & Cisneros, 2016). Esta dinámica aculturizadora ha ido modelando secularmente la vida cotidiana del pueblo kichwa Otavalo1 y, más aún, en el área urbana. Para Lema (2001), Pupiales y Verdugo (2017), la identidad de los indígenas kichwas está impregnada de diferentes momentos históricos, de intercambios culturales forzados o espontáneos (migración), de elementos complejos y heterogéneos, que se van construyendo en el devenir de la historia de una cultura y, que al mismo tiempo, le brindan un cierto carácter de unidad y continuidad. Asimismo, esta fuerte interacción cultural, hace que la delimitación de lo indígena y su filosofía andina, se vuelva

1. La población indígena de Imbabura que se auto identifica como parte del pueblo kichwa Otavalo por sus afinidades históricas, lingüísticas y culturales, habita en ciertos espacios geográficos de Cotacachi, Otavalo, Antonio Ante e Ibarra, en donde coexisten con afrodescendientes, mestizos, blancos y otros pueblos kichwas (Karanki y Natabuela). Es a partir de 1998, cuando el movimiento indígena ecuatoriano alcanza el reconocimiento a sus derechos fundamentales, mediante la creación del Consejo de Desarrollo de las Nacionalidades y Pueblos del Ecuador (CODENPE), cuyo organismo es el responsable de la legalización y registro de estatutos de los pueblos, nacionalidades y comunidades indígenas, como respuesta a la Ley orgánica de las instituciones públicas de pueblos indígenas del Ecuador, promulgada en el 2007.

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paradójica. Y, es que, el verdadero significado de las tradiciones milenarias se pierde en el tiempo, quedando únicamente representaciones y vivencias en el nivel simbólico o imaginado. La discriminación sistemática sufrida por la población indígena ha desencadenado un complejo de pertenencia e infravaloración, sobre todo en las nuevas generaciones, conduciéndoles al blanqueamiento étnico y cultural. En consecuencia, también les ha llevado a ocultar o a renunciar de manera especial a su ascendencia y herencia patrimonial inmaterial (Benítez, et al., 2016). Es decir, a aquello que está relacionado con las tradiciones y expresiones orales, las artes del espectáculo, los usos sociales, rituales actos festivos, los conocimientos y usos relacionados con la naturaleza y el universo, así como las técnicas artesanales. Así también, la cosmovisión andina vinculada al ciclo vital (matrimonio, nacimiento y muerte), como patrimonio vivo y dinámico del pueblo kichwa Otavalo, ha sido poco estudiada a través del Sistema de Educación Intercultural Bilingüe y las ciencias sociales. En el primer caso, este sistema no ha logrado desarrollar escenarios que garanticen la salvaguarda de los saberes ancestrales y locales en un contexto intercultural. En relación al segundo caso, Lema (2001: 5) afirma que “los teóricos de las corrientes positivistas, funcionalistas, estructuralistas y marxistas se han ocupado más de lo macro, que de lo micro”. Ella, al igual que De Carvalho y Flórez (2014) concluyen que el conocimiento tradicional o andino ha sido excluido y desestimado sistemáticamente por la ciencia, por ser considerado arcaico, mágico y mítico. Ante esta realidad, Rivadeneira (2014: 9) considera que “los saberes ancestrales y locales deben ser entendidos y reconocidos desde una visión integral donde la cultura está interrelacionada con la naturaleza”. Por consiguiente, deberían convertirse en el medio esencial para la resolución de problemas globales y locales. Verdaderamente, es a partir de las constituciones de 1998 y de 2008, cuando se ha alcanzado un reconocimiento a las reivindicaciones de unos derechos básicos que les corresponden a las nacionalidades y pueblos indígenas del Ecuador. Pues, ambas constituciones intentan su empoderamiento y la generalizada implantación de la cosmovisión andina y del desarrollo sostenible en los sucesivos Planes Nacionales del Buen Vivir (Benítez, et al., 2016). Concretamente, desde el 2006 empiezan a fortalecerse las estructuras, capacidades y competencias organizacionales estatales con la finalidad de recuperar el legado prehispánico y el patrimonio cultural material e inmaterial de las culturas vivas

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del Ecuador, a través del Ministerio de Cultura y Patrimonio, así como del Instituto Nacional de Patrimonio Cultural del Ecuador. Desde luego, este proceso ha sido lento y no se han conseguido visibilizar cambios positivos y significativos, ya que los esfuerzos han estado más concentrados en las reformas de la legislación y la administración de los recursos. Antes de presentar los importantes, aunque pocos avances científicos relacionados con el matrimonio o sawari del pueblo kichwa Otavalo y que emergen desde la década de los 70, es necesario manifestar que este acontecimiento vital es un hecho social, en cuyas prácticas se modula el conjunto de aspectos sociales, económicos, políticos, culturales, que propician una figura social, en donde confluyen mecanismos de las culturas contrapuestas, como son, la cristiana y la andina. Al igual, que durante el proceso ritual del matrimonio kichwa, también convergen intereses de tipo familiar y económico, cuyo dispositivo actúa bajo la figura de la economía moral, dando lugar a una trama de significaciones debido a la indiscutible dinámica intracultural y a los intensos procesos interculturales, que son propios de las culturas que viven bajo el simbolismo religioso. De manera que, en cada uno de los ritos, confluyen acciones, creencias, personajes, objetos, lenguajes verbales y no verbales, con sus evidentes variaciones, dependiendo del contexto geográfico, económico y sociocultural. Una de las primeras investigaciones etnográficas corresponde a Parsons (1945) quien describe los modos de vida de los indígenas andinos de Peguche en un periodo comprendido entre 1874 y 1941, con especial énfasis en el matrimonio. Tiempo después aparecen Collier y Buitrón (1971), quienes describen las costumbres que predominaban en la primera mitad del siglo XX, y de manera especial develan el fiel cumplimiento de los principios de la cosmovisión andina vinculados al matrimonio kichwa, que hasta ese entonces era exclusivamente de carácter endógeno. Una década después, Moya (1981) realiza una breve interpretación de algunos elementos y símbolos implícitos en los ritos matrimoniales, subrayando su fuerte y evidente sincretismo cultural, como resultado de la imposición de la religión y de los patrones culturales exógenos del grupo dominante. En un campo más específico se encuentra a Kockelmans (1989), quien relata en pocas líneas, la forma en que los kichwas otavaleños del siglo pasado bailaban el fandango durante los ritos nupciales, bautizos y velatorios. Aunque, para el investigador, este género tradicional interpretado en arpa, no tenía ninguna relación

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con el fandango español.1 Años después, Pazmiño (2013) realiza una importante contribución sobre la interpretación del lenguaje comunicativo verbal y no verbal del matrimonio kichwa, quien además, afirma que las celebraciones matrimoniales se constituyen en el escenario propicio para la transmisión de los saberes tradicionales locales. Desde un campo afín, también se encuentra a Aguilar (2014), quien analiza la economía solidaria dentro del matrimonio kichwa andino y afirma que los otavaleños, no han olvidado sus raíces, ni los principios básicos de la cosmovisión andina, aun cuando, también han adoptado nuevas ideas sobre el universo. Así mismo, Males (2014) profundiza sobre el proceso ritual del matrimonio que predominó en las comunidades kichwas otavaleñas de Quinchuquí y Peguche del siglo pasado, con especial énfasis en el estudio del fandango, haciendo notar que algunos de los ritos ya no se encuentran vigentes en las poblaciones actuales. De manera que esta obra (libro), se convierte en una valiosa contribución científica para que las actuales y futuras generaciones kichwas aprovechen esta herencia patrimonial intangible en importantes proyectos de revitalización cultural local. Por su parte, Guaña (2016), en calidad de gestor cultural, también logra una aproximación a la simbiosis socio-cultural ancestral del matrimonio indígena en Otavalo, concluyendo que las costumbres exógenas (mestizas) están cobrando mayor valor que los principios, la ritualidad y el simbolismo andino de raigambre ancestral, lo que amenaza con la pérdida del verdadero significado del matrimonio kichwa. Otro de los aportes corresponde a Benítez (2017), quien devela no solo las grandes similitudes, sino también las diferencias respecto a la celebración matrimonial entre los distintos pueblos kichwas de Imbabura (Otavalo, Karanki y Natabuela). Además, resalta que mientras algunos de estos rituales se mantienen únicamente en la memoria individual y colectiva de los habitantes, otros se encuentran en proceso de extinción, debido a la influencia de los múltiples factores externos y por la voluntad de sus propios actores, por lo que recomienda la realización de un estudio profundo e integral. Y más recientemente, se encuentra el aporte realizado por Cevallos, Posso, Naranjo, Bedón y Soria (2017), quienes realizan una síntesis del ritual del matrimonio en Cotacachi. 1. “Danza cortesana que fue importada a casi toda Sur-América durante la Conquista” (Kockelmans, 1989, pág. 132).

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En definitiva, estas contribuciones científicas se han constituido en la línea base, a partir de la cual, se desarrolló un trabajo etnográfico que permitió describir y explicar el proceso ritual del matrimonio de manera integral, resaltando aquellos aspectos, elementos y simbolismos que se encuentran plenamente arraigados y que aportan un indiscutible valor a la identidad kichwa. Es decir, por cada etapa o rito, se analiza su significado, se describen y explican los elementos y símbolos sincretizados y aculturizados, se revela la importancia del parentesco sanguíneo y ficticio, se exponen los principios y valores de la cosmovisión andina, se establece la interrelación entre lo urbano y lo rural, se registran las similitudes y particularidades identificadas en cada cantón, así como se reconoce la continuidad o discontinuidad de las actividades y/o prácticas rituales. De manera especial, se visibilizan los testimonios de algunos portadores de los saberes tradicionales vinculados a este acontecimiento vital. Conviene subrayar que esta investigación ha sido financiada por la Universidad Técnica del Norte, como resultado de la convocatoria del Centro Universitario de Investigación, Ciencia y Tecnología 2017, cuyo trabajo se enmarca en la línea de investigación denominada “Desarrollo social y del comportamiento humano”. Por su carácter sociocultural, se privilegió el uso del método etnográfico, mismo que favoreció el seguimiento de ocho procesos matrimoniales kichwas, así como, la aplicación de 70 entrevistas a los actores sociales y portadores de los saberes tradicionales, seleccionados en 14 comunidades indígenas kichwas de los cantones Otavalo y Cotacachi. Al igual, que se obtuvo y analizó un importante archivo fotográfico de algunos informantes, resaltado el aporte del fotógrafo kichwa Alberto Lima, oriundo de Cotacachi. En general, esta investigación ha permitido constatar que cuatro de cada diez matrimonios del área de estudio, seguiría cumpliendo un proceso ritual integrado por etapas y actividades totalmente sincretizadas y parcialmente aculturizadas, más aún, si sus actores son de tradición católica, que de la protestante. Aunque, el conjunto de actividades y/o protocolos tradicionales que implican cada uno de las fases, son más comunes en las zonas rurales, que, en las urbanas, ya que, en este último caso, han ido perdiendo valor a lo largo de los años, como resultado de los inevitables procesos globalizadores y aculturizadores. Es necesario notar que ciertos ritos tienen una denominación diferente entre los cantones que integran el área de estudio, aunque cumplen el mismo propósito. Otros, simplemente no forman

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parte de la tradición de ciertas poblaciones y, están aquellos, que sólo se mantienen en la memoria de algunos taytas y mamas kichwas. Además, este trabajo, también ha permitido reconocer y registrar más similitudes que diferencias en cuanto al conjunto de actividades y protocolos que se realizan en cada rito, destacando, que no se identifica un protocolo establecido o normado en el territorio estudiado, es más bien espontáneo. No obstante, el legado ritual del matrimonio kichwa se encuentra amenazado con su extinción en las siguientes dos décadas, debido, no solo al desconocimiento del valor y simbolismo, sino también a la voluntad de sus propios actores. Si bien es cierto, que las alianzas matrimoniales de carácter tradicional, cada vez son más escasas, también es verdad, que éstas si contribuyen a la revitalización de los principios de la cosmovisión andina, ya que fomentan la solidaridad, la paridad de género, la unidad en la diversidad y fundamentalmente los lazos de reciprocidad entre la familia nuclear y ampliada. De hecho, la mayoría de los indígenas kichwas, no conciben su desarrollo en el aislamiento o en el individualismo, sino que ellos forman parte de una entidad a la que representan y se sienten representados, como es la organización comunitaria, que se constituye a partir de los lazos de parentesco, territorialidad, lenguaje y cultura. En la presente investigación también se enfatiza sobre los roles que desarrollan los distintos portadores de los saberes tradicionales vinculados al matrimonio kichwa, quienes han aprendido de sus padres y/o abuelos, a través de la observación y práctica constante. Sin embargo, algunos de estos personajes han ido perdiendo valor través del tiempo, otros, han asimilado nuevas funciones y, hay quienes son más versátiles, tanto que, en la actualidad cumplen entre dos y cuatro roles; es decir, su accionar depende de la necesidad de sus congéneres. Este libro se encuentra organizado en 21 capítulos; es decir, una etapa ritual del matrimonio o sawari del pueblo kichwa Otavalo, por cada uno de ellos, a excepción del último capítulo, que recoge los sueños premonitorios y supersticiones vinculados a la vida conyugal. En general, cada fase reúne un conjunto de actividades rituales que están cargadas de profundas significaciones y espiritualidad. A continuación, los nombres de cada uno de los capítulos: Enamoramiento - kuyana y noviazgo – riksirina; rumor provocado - shimi kachay; anuncio verbal - shimishitachi o entrada – yaykuy; pedido de la mano – makita mañay; prueba matrimonial – sirviñakuy; comité organizador

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> Cortejo matrimonial bailando en círculo, una vez que ha concluido el lavado de la cara. Foto: Alberto Lima.

del sawari; elección de los padrinos - achik tayta akllana; matrimonio simbólico – sawarichina;matrimonio civil – civil puncha (civiliana); matrimonio católico y evangélico – católico vangelyo pash sawari; fiesta de recepción en casa del novio – kari wasipi kallari raymi; acostar a los novios – sirichichina o noche para dormir – puñuy tuta; levantar a los novios - hatarichy/hatarichina; el nacimiento – wackarik pacha; halando y hurtando a la novia - halimay –novia shuway; lavado de la cara - ñawi mayllay; fiesta de recepción en casa de la novia – warmi wasipi katik raymi; fiesta de recepción en casa de los padrinos - achik tayta rikuy; traslado de la novia a la casa del novio - halima aysay; colectas de dinero – tuminkuna; sueños y supersticiones en la vida matrimonial kichwa – sawari kichwa kawsaypi, muskuykunapi iñiñapish. •

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I. Enamoramiento Kuyan Noviazgo Riksiriy pacha 26


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> Joven indĂ­gena otavaleĂąa. Foto: John Bautista


> Salma, joven indĂ­gena otavaleĂąa. Foto: John Bautista


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L MATRIMONIO O SAWARI DEL PUEBLO KIchwa Otavalo, refleja el sincretismo de las antiguas concepciones prehispánicas con las prácticas católicas y evangélicas. Este complejo proceso ritual constituye un conjunto de valores y rasgos distintivos espirituales, materiales y afectivos que emergen de las identidades culturales que las expresan. Esta ceremonia permite la presentación de los recién casados ante la sociedad indígena, para que sean reconocidos como miembros legítimos, por tanto, sujetos a derechos y obligaciones. De allí que, este acontecimiento, no solo reafirma la cohesión social entre la familia nuclear y ampliada, sino que también, se convierte en el escenario propicio para la reproducción y continuidad cultural. Es decir, que las obligaciones, los códigos y las lealtades se transmiten a través de lo sagrado, las bromas, el placer y la diversión, como se verá en cada uno de los capítulos. Sin duda, el proceso ritual tiene como propósito que el grupo social se perpetúe, siempre y cuando se respeten y cumplan las normas de convivencia social. En este primer capítulo, se trata sobre las prácticas que han dado lugar al enamoramiento y al noviazgo en los pueblos indígenas andinos, desde la época prehispánica y que varias de ellas, aún se encuentran vigentes, sobre todo en el pueblo kichwa Otavalo de Imbabura. La etapa del enamoramiento se establece como una relación íntima, privada, no social ni liminal. Al respecto. D´Altroy (citado en Pazmiño, 2013), basado en fuentes etnohistóricas de Bernabé Cobo y Felipe Guamán Poma de Ayala, publica que el matrimonio en el incario representaba un ritual de paso a la edad adulta. En cuyos tiempos, se establecían distintos acuer-

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dos y ceremonias, que dependían de la diversidad cultural y de las evidentes formas y modos de vida, como resultado de la expansión del incario. De la Riva (1966), Cárdenas (2014) y Benítez (2017) reconocen al menos cinco formas que han propiciado los enlaces matrimoniales entre la población indígena, en los tiempos prehispánicos. La primera de ellas, se desarrollaba en la época del incario en ciertas épocas especiales, en donde se convocaba a hombres y mujeres en edad de casarse, quienes se formaban en dos filas, una en frente de otra, para que el hombre elija a su compañera de vida, asegurando de esta manera las uniones endógenas. Una responsabilidad ineludible para el varón una vez que se desposaba, es que estaba obligado a cumplir con las mitas o tareas (ganaderas, agrícolas, obrajeras y mineras) para el Estado. Por esta razón, las autoridades estatales propiciaban los enlaces matrimoniales en ciertas fechas especiales del año, una vez que consideraban que las y los jóvenes estaban preparados para hacerlo. Para ello, el incario convocaba a hombres y mujeres en edad de casarse, quienes, en una ceremonia formal se formaban en dos filas, una de hombres y otra de mujeres, una en frente de otra, para que el hombre, según su criterio, elija a su compañera de vida. La segunda, se refiere al pacto realizado entre los progenitores de la clase noble, que perpetuaba el sistema a través del matrimonio de sus hijos. Al respecto, Valcarcel (citado en Cárdenas, 2014: s.p) refiriéndose a la edad de los novios en la sociedad incaica dice: «La edad para contraer matrimonio no era igual en todas las clases sociales. Entre el campesino o jatunruna [hatun runa] la costumbre la fijaba en la edad juvenil. Pero tratándose de las familias jóvenes, las bodas se llevaban a cabo desde niño, con la finalidad de precaver y garantizar la pureza de sus linajes aristocráticos. Estos matrimonios lo concertaban sus padres; como los casaban entre los cinco y nueve años, después del rito, cada uno se iba a la casa de sus respectivos padres hasta esperar la edad conveniente para la relación marital». Evidentemente, entre los nobles no se propiciaba la etapa del cortejo o del enamoramiento, ya que las uniones de las parejas estaban arregladas y convenidas por sus progenitores o por otras personas interesadas en perpetuar este sistema. De seguro que, en varias ocasiones, en especial cuando los contrayentes eran muy jóvenes o niños, estos no entendían la nueva etapa de la vida, al igual que los derechos y obligaciones que contraían o estaban im-

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plícitos en la unión conyugal. Según D´Altroy (citado en Pazmiño, 2013), una tercera modalidad, que se practicaba desde la época prehispánica hasta la década de los 80 correspondía a los arreglos que hacían los jóvenes pretendientes con los padres de las mujeres pretendidas. En cuyos tiempos, el joven se granjeaba la voluntad de su futura suegra, mediante la entrega de hojas de coca. Para que en adelante, el Estado se responsabilice de la legalización de estas sociedades conyugales. La cuarta modalidad, concierne a los arreglos matrimoniales que realizaban los padres de una pareja, cuando sus hijos todavía eran unos niños, no solo, para mantener los lazos de parentesco sanguíneo y ficticio, sino, para garantizar el acceso a los recursos naturales, económicos y culturales, incluso de otros ayllus. De hecho, esta práctica, ha estado vigente hasta finales del siglo XX. Y, es que, los jóvenes indígenas siempre han respetado la palabra y decisión de sus padres, como norma consuetudinaria. En la sociedad incaica, una de las razones por las que los progenitores decidían el casamiento de sus hijos, mediante la unión conyugal, el varón casado podía acceder o recibir un lote de tierra por parte del Estado para la práctica agraria. En tanto que, si se encontraba en un estado civil de soltero, tenía que seguir habitando en la casa de sus padres. Una quinta modalidad en tiempos precolombinos, corresponde a la libertad que tenía el hombre para elegir a su futura esposa, lo que podía incluir la etapa del cortejo, aunque era muy poco común. En general, la mayoría de las alianzas matrimoniales eran el resultado de los acuerdos entre los padres de los contrayentes. Posteriormente, y como resultado de nuevas conquistas y colonizaciones, la población fue asimilando otras estrategias conyugales orientadas a la consolidación de los sistemas económicos, políticos y culturales (Aguilar, 2014). Desde luego, casi siempre se privilegiaban las relaciones endógenas; es decir, entre miembros de una misma comunidad, independientemente de las formas que conducían a la formalización de la sociedad conyugal. Aunque, hasta hace pocos años, gran parte de las parejas seguían aceptando los matrimonios acordados o convenidos, por las razones antes descritas. Para confirmar lo expuesto, se cita a Montalvo (2018), oriunda de la comunidad de La Esperanza de la parroquia de San Roque (Antonio Ante), quien testimonia que el casamiento en la época de sus abuelos otavaleños, no siempre se realizaba por decisión de

> Pareja de jovenes indígenas enamorados. Foto: Juan Carlos Morales

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la pareja, sino que era un acuerdo entre los padres de los jóvenes, aún en contra de la voluntad de sus hijos. En general, este pacto se basaba en la conveniencia económica de las partes, para lograr el reconocimiento social y para mantener los lazos de parentesco. Lo expresado reafirma el hecho de que no todas las parejas experimentaban la etapa del enamoramiento, previa a la formalización de la sociedad conyugal. De hecho, en aquellos tiempos, las jóvenes parejas tenían la convicción, que el incumplimiento de los acuerdos que realizaban sus padres, implicaba un castigo divino. Aunque, en los últimos años, estas creencias ya no tienen la misma fuerza que en el pasado, cada vez son más los matrimonios que se consagran, porque hubo una fase de enamoramiento y, por lo tanto, la decisión de casarse corresponde exclusivamente a los novios. Así mismo, hasta hace pocos años, en el territorio kichwa del pueblo Otavalo, el alcalde2 como autoridad comunitaria y, posteriormente, el presidente del Cabildo, no aceptaban plenamente la formalización de los matrimonios exógenos. Por lo que, algunas parejas prefirieron salir de su frontera étnica, para formar parte de las llamadas ciudades satélites, que se localizan en las proximidades de la ciudad de Quito, como: Llano Chico, Llano Grande, Pifo, etc., en donde, la mayoría de hombres y mujeres desarrollan actividades agropecuarias y de comercio. Yaun cuando, se encuentren relativamente distantes del lugar de origen, ellos no pierden el vínculo con sus tradiciones identitarias, lo que ocasiona, que regresen una y otra vez, con motivo de las festividades locales, como: Inti Raymi, Pawkar Raymi, Día de los Difuntos, etc., ante las cuales, no escatiman tiempo ni recursos económicos para compartir con sus congéneres. Históricamente, los indígenas kichwas del pueblo Otavalo, han estimado que la edad adecuada para que una mujer contraiga matrimonio, es cuando tiene su primer período menstrual; esto es, entre los 13 y 15 años. Por considerar, que a esta edad, la adolescente o kuytsa estaría simbólicamente preparada, física y mentalmente, para convertirse en esposa (Lima, 2018). De ahí que, ella iniciará el rol de mujer adulta, que de alguna manera se contrapone con su acciones, pensamientos y actitudes de niña en muchos de los casos. De todas maneras, es necesario entender que, en las comunidades indígenas de Imbabura, el rol de una niña, corresponde al de una mujer adulta, ya que bajo su responsabilidad estará no > La belleza de las mujeres kichwas de Cotacachi. Foto: Alberto Lima.

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2. Autoridad indígena, que tenía una jerarquía simbólica superior al Presidente del Cabildo.


> La belleza de las mujeres kichwas de Cotacachi. Foto: Alberto Lima.

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solo el cuidado de sus hermanos menores, que de paso casi siempre son varios, sino también las tareas cotidianas del hogar; es decir, la cocina, la recolección de leña, la limpieza de la vivienda, el lavado de ropa, etc., cuyas actividades, casi siempre las realiza en compañía y bajo la supervisión de su madre. Esta convivencia entre madre e hija, hace que definitivamente se cree un vínculo afectivo y de confianza muy fuerte entre las dos mujeres, el mismo que perdura por toda la vida; lo que no siempre suele ocurrir con el padre. Para entender el contexto de la fase de enamoramiento entre los jóvenes kichwas del pueblo Otavalo, es necesario analizarlo desde su cultura y visión cósmica. Para los hombres kichwas, la mujer más robusta y de caderas anchas es la que más llena sus expectativas. Pues, estas características físicas son consideradas la más idóneas desde el punto de vista de la fortaleza y la fertilidad, cuyos atributos garantizarían un matrimonio feliz y una vida futura exitosa. Una de las maneras más utilizadas por los hombres para poner a prueba la fortaleza y valor de una mujer, es propinándole un golpe un tanto fuerte en el hombro o a veces en algún otro lugar del cuerpo. Claro está, que si ella no demuestra ningún gesto de dolor, entonces, es una señal de aceptación y de buen augurio, lo que dará alas al joven pretendiente para seguir en el cortejo y en la fase de enamoramiento. Otro de los aspectos que motivan el interés de conquista por parte de los hombres kichwas de los cantones de Otavalo, Ibarra y Antonio Ante, es cuando, observan que la mujer de la zona rural trabaja incansablemente en el cuidado de los animales (ovejas, cerdos, gallinas y reses) y, además, mantiene limpias las herramientas que utiliza en su faena diaria, como: paliendra3, kutik4, tipina5, hoz6, manta blanca7, telar, entre otras. En el área urbana, el hombre también prefiere a una mujer que demuestre habilidades para el trabajo, ya sea, en la producción o en la comercialización textil y artesanal, así como en otros ámbitos del sector laboral.

> Tareas que realizan los jóvenes kichwas de Cotacachi. Foto: Aberto Lima.

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3. Pala de mano, elaborada en madera y ocasionalmente con una punta de metal. Ha sido utilizada a lo largo de los siglos por las mujeres de los pueblos andinos para la siembra. 4. Azadón pequeño de madera y metal, generalmente utilizado por niños y mujeres indígenas. 5. Pequeño objeto de madera o de hueso (animal), con la forma de un punzón, muy utilizado en la cosecha del maíz por parte de las mujeres kichwas. 6. Herramienta agrícola (segadera) hecha de hierro en aleación con cobre, destinada al corte de cualquier clase de gramínea. 7. Es una sábana de color blanco, que la mujer se coloca en la espalda y por debajo de un brazo, fuertemente atada, para la cosecha de maíz, canguil, choclo o morocho.


En la zona rural, también es común que la mujer kichwa a la edad de los 13 años, no solo haya aprendido de su madre el trabajo en el campo, sino también a elaborar el orden y la limpieza en la casa. De ahí que, el hombre se siente atraído, cuando percibe que la mujer conoce sobre la importancia de mantener algunos bocadillos en la casa, como: el tostado, los chochos, la panela, el pan, etc., que son muy necesarios, cuando una pareja ya tiene hijos. Además, él estará seguro que consiguió a una mujer warmilla8, cuando observa que ella mantiene ordenados y limpios los utensilios de cocina, como: la mama cuchara9, las ollas, el tiesto, el pondo, así como otros utensilios y aparatos modernos. Así mismo, el varón indígena del sector rural, se siente atraído cuando una mujer se alimenta con gusto, rapidez y utilizando el dedo índice para limpiar el plato, asumiendo que es y será [buena mujercita] ideal para esposa. Por otra parte, si el hombre observa que la mujer come tostado con la mano y al final lame toda su palma, también es buen augurio, para el gusto del hombre kichwa. Las mujeres kichwas manifiestan que se siente atraídas por un hombre, no necesariamente por sus rasgos físicos, sin decir que estos no influyen, pero prefieren que él demuestre habilidades para el trabajo, ya sea como: artesano, agricultor, comerciante, leñador, etc., de esta manera, asegurarán un matrimonio social y económicamente estable en la comunidad. Es por ello que, en el sector rural, la mujer se siente más cautivada, cuando observa que su pretendiente mantiene algunos animales (yunta, caballos, vacas, ovejas, cerdos, etc.), así como las herramientas (arados, yugos, palas, azadones, palancones, hoces, cabestros, sogas, telares, etc.) necesarias para el trabajo cotidiano, perfectamente ordenadas y limpias en el corredor o en algún lugar visible de la casa. Es que, en la zona rural, estos recursos representan un patrimonio material y económico de una persona y/o familia, lo que atribuye un cierto estatus social en la comunidad. Es importante recalcar que, tanto el hombre, como la mujer de las zonas rurales, entre los 13 y 15 años de edad, ya disponen de algunos semovientes (yunta, cerdos, ovejas, vacas, caballos, aves etc.) y herramientas destinadas a la labranza de la tierra y a los textiles. Esta es una de las razones que motiva al hombre la búsqueda de su esposa. 8. Una mujer con grandes cualidades humanas y habilidades para el cumplimiento de las tareas domésticas y de labranza. 9. Es una cuchara grande de madera, más conocida como wikcha, que todavía se sigue utilizando para mezclar y servir la chicha, el mote y la colada.

> Tareas que realiza la joven mujer kichwa o kuytsa de Cotacachi. Foto: Alberto Lima.

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En el sector rural, los lugares más comunes, en donde se producen los primeros coqueteos entre hombres y mujeres kichwas, son: en los terrenos, en las fuentes de agua, durante las celebraciones familiares y las fiestas locales. Ypara los indígenas urbanos, se encuentran, los lugares de trabajo, mercados, ferias, festividades, discotecas, centros de estudio, etc., en donde interactúan y se enamoran, aunque no siempre implique que van a contraer matrimonio con la primera pareja y en el menor tiempo posible, tal y como ocurría en el pasado. Uno de los ritos más utilizados por el hombre kichwa a través de los tiempos, para comprometer a una mujer en matrimonio, ha sido a través del “robo de la pachallina10”, aunque, en la actualidad, este ritual, casi ha desaparecido por completo. Al parecer, se realizaría de manera esporádica, únicamente en las comunidades de Topo, Turuku y Santa Bárbara del cantón Cotacachi. Lo que significa que en poco tiempo, sólo estará en la memoria de algunos habitantes kichwas. La mujer adolescente o kuytsa del sector rural, casi siempre ha utilizado la colorida pachallina para coquetear y enamorar a un hombre kichwa de forma sutil y hasta tímida. De hecho, cuando ella quiere provocar al hombre, se cubre parcialmente la cara, dejando ver a su admirador a una distancia prudencial, solo los ojos y parte de su frente. De tal manera que esta actitud aparente de timidez provoca en el wampra (joven), una serie de sentimientos y sensaciones propios de una pareja que quiere iniciar una relación. En el pasado de los kichwas del pueblo Otavalo, como parte del preludio ante el inminente “robo de la pachallina”, el hombre casi siempre analizaba el momento propicio para lanzar algunas semillas secas, piedrecillas o terrones a la mujer, mientras ella se encontraba lavando la lana o la ropa; pastoreando sus ovejas, chivos, cerdos o ganado mayor; acarreando agua desde el río hasta su casa o cumpliendo con alguna tarea agrícola. Lo expresado es confirmado por Anrango (2018) de la comunidad de Turuku y por De la Torre (2018) de la comunidad de La Esperanza de San Roque, quienes, también afirman que los momentos propicios para los enamoramientos eran durante las peregrinaciones a los santuarios religiosos. Ante esta situación, la mujer comprendía que el hombre estaba interesado emocionalmente en ella, aun cuando él no dijera nada, pues su lenguaje no verbal era muy evidente. Por lo tanto, en > Tareas que realiza la joven mujer kichwa o kuytsa de Cotacachi. Foto: Alberto Lima.

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10. Parte de la indumentaria femenina indígena, consiste en una manta tejida en forma rectangular confeccionada en lana, con la cual las mujeres cubren las espaldas (Peñaherrera & Costales, 1982).


Tareas que realiza la joven mujer kichwa o kuytsa de Cotacachi. Foto: Alberto Lima.

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cuanto ella advertía su presencia, intentaba mostrarse más atractiva y sonriente que de costumbre, hasta que el pretendiente decidía forcejear intensamente con ella, para quitarle su pachallina, como muestra de su interés y afecto. Desde luego, el cortejo y consecuente robo de la pachallina y/o umawatarina11 en las comunidades kichwas no siempre resultaba fácil para el hombre, en algunos casos, no solo sufría el rechazo de la kuytsa, sino también de las personas que estaban cerca de ella. Males (2014: 51) refiriéndose al matrimonio tradicional que realizaban tiempo atrás los habitantes de las comunidades de Peguche y Quinchuquí del cantón Otavalo, relata: «Los karis tenían la oportunidad de conocer a las warmis, cuando ellas iban a la ciudad a comprar tinta para la lana o salían de sus casas a deshierbar, traer leña para su hogar o en los momentos que debían ir a lavar la lana y traer agua de las vertientes o ríos. Mas, estas salidas, autorizadas por los padres, siempre iban en compañía de sus hermanos. Era en estas ocasiones que grupos de wampras rondaban y estaban pendientes de las chicas que, en determinados casos, arriesgándose, trataban de llamar la atención o iniciar una conversación ellas. Algunas warmis, mientras realizaban su labor, se percataban de la presencia de ellos, trataban de esquivar una comunicación o un acercamiento, para ellos, tomaban en sus manos una piedra o un palo en señal de advertencia ante un posible acercamiento». Esta realidad también ha sido narrada por algunos informantes, principalmente de las zonas rurales de Otavalo, quienes argumentan que, en el pasado, las jóvenes mujeres casi siempre se preparaban con palos, piedras y/o terrones, en cuando advertían la presencia del pretendiente para evitar su acercamiento. A decir de Males, justo en ese momento, ellas decían “Piwanpash nimata mana munanichu, ruta ri, paktara rumiwan kuyman” o “Yo no quiero nada con nadie, así que vete antes que te lance esta piedra”. Claro está, la valentía del hombre por arrebatar la pachallina, podía más que las amenazas y los golpes propinados por la kuytsa. De manera que se provocaba un intenso forcejeo o lucha, que generalmente desencadenaba en una “revolcada” de la pareja en el suelo, en ese intento casi fallido, que hacía la mujer por recuperar su prenda y salir corriendo hasta la casa de sus padres. En opinión de algunas mujeres entrevistadas, esta actitud de> Tareas que realiza la joven mujer kichwa de Cotacachi. Foto: Alberto Lima.

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11. Tela rectangular de color negro, que siguen utilizando algunas mujeres kichwas de la zona rural sobre su cabeza, a manera de un turbante, para protegerse del sol y del frío


fensiva y desafiante obedecía al temor que sentían las jóvenes por la violencia física, sexual, laboral y psicológica que acontecía en la vida matrimonial, que casi siempre era la realidad de sus madres. No obstante, el hombre kichwa, no declinaba al primer rechazo, más bien se volvía más estratégico para lograr un acercamiento y consecuente aceptación de la kuytsa. Hace algunas décadas, el rechazo definitivo por parte de la kuytsa, era considerado como una de las situaciones más graves y de mayor vergüenza que le podía ocurrir a un hombre indígena. Sin embargo, los informantes kichwas expresan que esta situación no era muy común, ya que la mayoría de pretendientes se tomaban el tiempo necesario para cortejar a la mujer y asegurar su aceptación. Así pues, en el pasado como en el presente, el robo de la pachallina y/o umawatarina, simbolizaría la aceptación y/o negación del sacramento del matrimonio por parte de la mujer, aunque no se dijera nada, simplemente se definía por las acciones del momento (Vinueza, 2018). Por ello, aunque la mujer hubiere recuperado la prenda, luego la devolvería al hombre como muestra de aceptación, caso contrario, ni siquiera intentaría recuperarla. De modo que, cuando el hombre aparecía en su casa con una pachallina en las manos, los padres asumían que tienen que empezar con el proceso para formalizar el compromiso matrimonial. Desde luego, esta decisión de casarse casi siempre con la primera joven y en el menor tiempo posible, era una cuestión más del pasado, que del presente. Al respecto del robo de la pachallina, Reinoso (2018), oriunda de la comunidad de Tocagón, se permite relatar la experiencia de sus padres, y dice: «…mis papás escogieron a mi marido (…) mi mamá se casó con papá, porque él le quitó el pañuelo de la cabeza y como mamita no se enojó, entonces él fue a pedir su mano…» Desde luego, durante la etapa del enamoramiento y noviazgo, el rito del “robo de la pachallina” no fue el único, también era común el envío de cartas o misivas por parte del pretendiente para conquistar y pedir la mano de la joven pretendida, sobre todo en las comunidades de Peguche y Quinchuquí de Otavalo (Males, 2014). Los mestizos eran quienes redactaban las cartas, generalmente en castellano, debido al alto porcentaje de jóvenes indígenas analfabetos, o porque simplemente, aun cuando, sabían leer y escribir, posiblemente, no tenían las destrezas suficientes para redactar de una manera elocuente y convincente. El mismo investigador recoge que los responsables de la en-

> Tareas que realiza la joven mujer kichwa de Cotacachi. Foto: Alberto Lima.

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> Pareja de jovenes indígenas otavaleños. Foto: Javier Mauricio Narváez Ponce.

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trega de la misiva eran los llamados “ángeles” o “mensajeros”. Estos personajes no solo cumplían con la entrega del documento, sino también se encargaban de resaltar verbalmente las cualidades del pretendiente ante los padres de la kuytsa. Desde luego, esta carta no siempre aseguraba que los padres de la joven acepten el contenido y/o propuesta realizada por el pretendiente. Por lo que, si no la devolvían o destruían en frente del mensajero, el joven sentía la necesidad de enviar más de una carta. Otra forma utilizada en el pasado para lograr que una mujer acepte contraer matrimonio en la sociedad kichwa, sobre todo del cantón Otavalo, aunque no muy apropiada a decir de los informantes era el llamado “encierro”. Según Pazmiño (2013), esta práctica socialmente avalada habría estado vigente hasta hace una década, pues, consistía en el rapto de la mujer o en el engaño que se tramaba para convencerla que se desplace hasta un lugar determinado (casa de algún familiar del hombre), en donde era encerrada por al menos tres días con el pretendiente. Este encierro tenía como propósito lograr que ella acepte al hombre como esposo. Al parecer, él decía “de aquí no sale sin que se case conmigo”. Aunque, esta forma de complot y presión nunca fue aceptado por la mujer, ya que no siempre existía química o atracción entre sí. Además, con el solo hecho de haber sido secuestrada o encerrada, la mujer estaba obligada a contraer matrimonio según las normas consuetudinarias de la comunidad. Ypor lo dicho de algunos informantes, este rito trastocaba o causaba la ruptura del proceso regular o normal del matrimonio kichwa. En la actualidad, en la mayoría de los hogares, tanto del área rural, como urbana, se observa una mayor flexibilidad por parte de los padres de familia, respecto a las decisiones y al uso del tiempo libre de sus hijos. En general, los jóvenes, ya no se casan con su primera pretendida, ni tampoco en la edad de la adolescencia. Ellos prefieren conocer las parejas que sean necesarias, hasta encontrar al compañero o compañera ideal para contraer matrimonio. Anrango (2018) y De la Torre (2018) consideran que en los tiempos actuales, los jóvenes kichwas se enamoran en lugares y/o escenarios en donde se interrelacionan de manera frecuente; tales como: centros educativos, lugares de trabajo, discotecas, mercados, fiestas populares, acontecimientos familiares, entre otros. Y, también, a través de las redes sociales, ya que es evidente el uso intensivo y extensivo de las tecnologías de la información y comunicación, entre ellos.


De hecho, en los tiempos actuales, los hombres y mujeres kichwas, no solo dependen de las actividades agrarias, sino que prefieren asegurar su formación académica para ser más competitivos ante sus emprendimientos y oportunidades laborales, ya sea a nivel local, nacional o internacional. Asimismo, los intensos procesos migratorios de las últimas décadas, sobre todo de aquellos indígenas kichwas que habitan en el cantón Otavalo, si bien han significado una interrupción y/o discontinuidad abrupta de sus relaciones significantes con su cultura y pensamiento, para muchos, esta dinámica, también ha generado importantes beneficios relacionados con la economía y autorrealización de los indígenas kichwas. •

> Jóvenes kichwas posando frente a la iglesia matriz de Cotacachi. Foto: Alberto Lima.

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II. Rumor provocado Shimi kachay

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> Joven indĂ­gena otavaleĂąa. Foto: John Bautista


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> Yarina, joven indĂ­gena otavaleĂąa. Foto: John Bautista


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NA VEZ QUE LA MUJER KICHWA ACEPTA la propuesta de matrimonio realizada por su pretendiente, ya sea mediante el “robo de la pachallina” o a través de la petición verbal. A continuación, se desarrolla una etapa interesante y muy comentada, no solo por los propios familiares de la pareja, sino también por los vecinos y demás miembros de la comunidad, cuya práctica se conoce como shimi kachay, traducida al español como la divulgación sobre la existencia de una nueva relación en la comunidad. A criterio de (Lima, 2018), oriundo de la comunidad de Turuku, este rumor se extiende rápidamente por toda la comunidad e incluso llega hasta las comunidades más cercanas. A decir del mismo informante, en el pasado, una de las frases que escuchaban los padres de la novia era “kikimpak ushushika chaypi shuk wamprawanmi asikurkami pampapi allpapi”, que se traduciría al español como “tu hija estuvo revoloteándose y riéndose en el llano”. De hecho, en la mayoría de las ocasiones, esta noticia era recibida por los padres, mucho antes que su propia hija hiciera algún comentario o anuncio al respecto. Sin duda esta novedad provocaba mucha preocupación, pero también expectativa, ya que los progenitores asumían, que dentro de algunas horas o días, la familia del novio realizaría la primera visita a su casa con el propósito de iniciar el proceso ritual del matrimonio, según la tradición kichwa. En la actualidad, si bien, el “robo de la pachallina” ya no es muy común, el rumor si se extiende rápidamente, cuando las personas más allegadas conocen que la novia ha aceptado la propuesta de matrimonio realizada por su pareja, conforme ocurre en

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la sociedad mestiza. Hay que resaltar que el hombre kichwa, no siempre se casa con su primera pareja y tampoco a los pocos días de cortejarla y enamorarla, tal y como ocurría en la época de sus abuelos. Y del mismo modo, la disolución de las fronteras culturales y la intensificación de los procesos migratorios, han ocasionado, que cada vez más, las familias kichwas acepten las relaciones exógenas; es decir que deciden contraer matrimonio con personas externas a la comunidad y también al país. En cualquier caso, los padres del novio, tras conocer que su hijo se ha comprometido en matrimonio, no sólo deciden aceptar su decisión, sino que inician con los preparativos que conlleva el proceso ritual, según la tradición de sus abuelos. De modo que, al poco tiempo de esta noticia, ellos planifican su primera visita a la casa de los padres de la novia, para dialogar sobre la propuesta matrimonial realizada por su hijo. Las familias kichwas denominan a esta etapa como shimishitachi, que tienen como propósito acordar y/o pactar el matrimonio entre sus hijos. Para Vinueza (2018), gran parte de las familias que habitan en el territorio kichwa de Imbabura, antes de celebración de la ceremonia eclesiástica, suelen cumplir con al menos dos etapas bien definidas; tales como: el aviso verbal y el pedido de la mano, que se describen y explican en los siguientes capítulos. •

> Joven indígena. Foto: Juan Carlos Morales.

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> Jóvenes kichwas del cantón Otavalo. Foto: Nhora Benítez.

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III Anuncio verbal Shimishitachi o Entrada Yaykuy 48


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> Joven indĂ­gena otavaleĂąa. Foto: John Bautista


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> Anahí, joven indígena otavaleña. Foto: John Bautista


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N ÉPOCAS PASADAS, LOS PADRES DEL NOvio realizaban el primer diálogo (shimishitachi) o primera entrada (yaykuy) a la casa de la novia en compañía de una pequeña comitiva, para anunciar y/o informar sobre la relación de noviazgo que habían iniciado sus hijos. Para el efecto, gestionaban y comprometían el servicio de intermediación de un tayta ancande [alcalde]12, mediante la entrega de un mediano de comida. Este líder era nombrado por ser considerado una de las personas más respetables y con gran influencia sobre los demás pobladores. Y, entre sus funciones, se encontraba la intervención en los procesos matrimoniales de su comunidad. Los padres del novio casi siempre iniciaban el diálogo con el tayta alcalde, expresando frases como: “sucididumikanchikka, kay wamprami ñukanchiktami llakita apamushka, chaymata, tayta alkaldita maskamuhunchikka”, o, “tayta alcalde estamos acontecidos, porque este muchacho nos trae congoja, tristezas y problemas a la familia, se ha conseguido una mujer…”. Evidentemente, los padres proyectaban una aparente actitud de preocupación y de ansiedad, más que de complacencia, ya que el proceso que iniciaban no siempre prosperaba de forma favorable, debido al rechazo absoluto por parte de los padres de la joven. Recapitulando, en el pasado, el primer diálogo o primera entrada a la casa de la novia, se cumplía una vez que el pretendiente 12. Autoridad comunitaria elegida por los miembros de la comunidad, debido a sus principios, valores y capacidad de trabajo. En el pasado, este personaje estaba presente como líder, intermediario o invitado de los distintos acontecimientos vitales de la comunidad. Más, sin embargo, en la actualidad, este portador de los saberes tradicionales ha quedado relegado a un segundo plano.

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consideraba que era correspondido por la mujer. Entre las distintas formas que conducían a la formalización de la unión conyugal se encuentran: el acuerdo convenido entre los padres de los dos jóvenes; el robo de la pachallina y/o umawatarina; mediante el encierro o secuestro de la joven; a través del envío de al menos tres cartas, aunque esta última práctica es más reciente. En cualquier caso, Males (2014: 62) refiriéndose a la forma en que se realizaba la primera entrada en las comunidades de Quinchuquí y Peguche tiempo atrás, relata: «Los familiares y allegados acudían en compañía del kari, cargando presentes sobre sus cabezas o espaldas, como kamarinas o medianos, tragos, plátanos, costra tanta, gallinas y kuyes a las primera visita y diálogo a la casa de la novia. Casualmente, flauteros encabezaban al grupo de ayllus, seguido del alcalde o ángel y tras de ellos, el novio con su familia». A decir del mismo investigador, durante esta primera entrada, los padres de la novia no siempre abrían la puerta de su casa de forma inmediata para recibir a la comitiva que pretendía hablar con ellos, aún a pesar de la insistencia. Tanto así, que a veces, los acompañantes del novio decidían permanecer en el exterior de la vivienda hasta muy tarde e incluso hasta el día siguiente, procurando dialogar con los desconfiados padres de la kuitsa, para conseguir la aprobación sobre el noviazgo y consecuente propuesta matrimonial. Desde luego, mientras esperaban en medio del viento y el frío andino, ellos escuchaban la música tradicional interpretada por hábiles comuneros. Al mismo tiempo, bebían la ancestral chicha de maíz o el aguardiente de caña, pero de forma moderada, para no impresionar negativamente a los dueños de casa. En cuanto los padres de la novia abrían la puerta, ya sea esa misma noche o al día siguiente, el tayta alcalde procedía a saludar y explicar el motivo de su presencia. Según la experiencia del entrevistado Lima (2018) de 65 años de edad y oriundo de la comunidad de Turuku (Cotacachi), los intermediarios expresaban palabras; tales como: “Ñukanchik huambrakuna shina purinahun nipanmari, ña tantachina kanchik, ña kimichina kanchik ishkantikunata ¡Alabado! ñukanchik hatun Apunchikman pushana kanchik” o, “Los huambras están andando, así que hay juntarles ¡Alabado sea! Debemos llevarles hasta donde nuestro Padre eterno, Dios”. Después de la intervención del intermediario, los pretextos por parte de los padres de la novia eran muy comunes, pues, ellos

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decían: “La María está guagua todavía, recién 14 años tiene”, o también “¡Yo no quiero saber nada, no queremos nada, de qué van a vivir, wampra vago, en qué va trabajar!”. Evidentemente, la aceptación estaba condicionada, no solo a los principios, valores y habilidades que poseía el joven para el trabajo, sino también a los intereses que conlleven el prestigio social. De ahí que durante el primero o más intentos, el novio tenía que entregar una dote mayor y el intermediario se esforzaba por resaltar las cualidades y habilidades que poseía el joven hasta convencer a los padres de la kuitsa. Mientras el aludido permanecía cabizbajo y en silencio, resistiendo el regaño de sus futuros suegros, quienes dudaban que estaba preparado para cumplir con las obligaciones que implica un matrimonio. En las tres últimas décadas, los indígenas kichwas, no siempre han mantenido el protocolo riguroso de esta primera entrada, tal y como lo hacían sus abuelos. Pues en la actualidad, la mayoría de los pretendientes cumplen con esta etapa en compañía exclusivamente de sus padres, a lo mejor un tayta ñawpador, los padrinos de bautizo y en ocasiones también acuden solos. Pero nunca llegan con las manos vacías; es decir, entregan una pequeña dote (frutas, gaseosas, aves, cuyes, pan, medianos de comida, etc.), que tendría que ir mejorando, en el caso que deban cumplir con más de una entrada, debido a la resistencia de los padres de la novia, aunque ya no es muy común. El gasto promedio de esta primera entrada es de 200 dólares. Durante esta primera visita, los padres del novio siempre se dirigen a los padres de pretendida con gran respeto y consideración, utilizando los términos tayta o mama para saludar e informar acerca del noviazgo de sus hijos y de las intenciones de propiciar el matrimonio. Para ello, y según entrevista a Lima (2018), los padres del novio expresan frases como: “Nuestros hijos ya están andando y no queremos que estén simplemente andando así sin casarse, sino que ya se casen, por eso, hemos venido hablar con ustedes en su casita”. Por su parte, Anrango (2018) testimonia que en Turuku (Cotacachi), el padre del novio expresaría palabras como estas: «Ya nuestros hijos han estado andando algún tiempito largo, mi hijo también me dice que ya quiere casarse lo que falta es que ustedes estén de acuerdo y den su bendición” los padres de la novia expresan que “Claro si ya algún tiempo largo están andando ya ellos también son mayores de edad, si eso quieren los dos ya pensaron bien, entonces que se casen no más”. Como se observa en los relatos, los padres del pretendiente

> Lenin Morocho (centro) relata la forma en que realizó el primer diálogo con los padres de su esposa Flor Santillana (izquierda). Foto: Nhora Benítez.

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se expresan como si lo acontecido fuese una tragedia familiar. Sin embargo, cuando consiguen la aceptación de sus consuegros, inmediatamente su actitud se transforma en un estado de gozo y alegría. Y, en la mayoría de casos, se ha constatado que la joven mujer no está presente, ella sale únicamente cuando sus padres han aceptado la petición de matrimonio. Sin lugar a dudas, este rito se constituye en una alineación que gravita en una tertulia entre las dos familias en la casa de los padres de la joven, para acordar y establecer la normativa comunitaria y familiar que regirá la vida y la relación única de los novios, así como la aproximación entre ambas familias. Generalmente, esta práctica tiene lugar en horas de la noche por considerarse exclusiva y desconfiada. Y en algunos casos, esta actividad se realiza pasada la media noche, con la franca intensión de sorprender a los padres de la novia. Este primer diálogo tiene varias acepciones reglamentarias y, por ser consuetudinaria, curiosamente es mucho más trascendente. Pues, su ejecución demanda de estrategias simbólicas, cuyo objetivo es preparar el escenario para establecer todos los mecanismos presentes, mediatos e inmediatos que han de regir durante toda la vida de la pareja. En cada zona, no sorprende que la acepción reglamentaria para dialogar como proceso previo o preliminar al pedido oficial de la mano y consecuente matrimonio. Al respecto, Zambrano (2018) de 51 años de edad y en calidad de administrador y guía del museo Otavalango, dice: «Según los recursos que tenga la familia no va a entregar no más a la hija así porque sí. Hasta un año pide plazo, durante ese año debe ir cada mes a dejar el mediano. Si se da el caso de que la kuitsa está embarazada ahí no más se realiza rápido rápido. Caso contrario se hace esperar medio año o dependiendo de los meses que diga tiene que ir llevando poquito poquito, pero siempre aumentando la cantidad. Es decir, si esta vez comencé solo con un amarradito, para el otro mes ya voy llevando una lavacarita y para el siguiente en dos lavacaras; así se va aumentando. El último mediano que vamos a regalar hatun yaykuy (mediano grande) es el último de ahí ya no se regala. Ahí es bastante, se puede ir llevando hasta un ganado”. Eso es según la familia y el tiempo que pida el padre de la chica; por lo general esto se realiza a propósito para hacerse rogar y seguir comiendo. Si el papá del chico quiere, debe cumplir con lo que el papá de la chica pida, ahí es lo que comienza el gasto. En medio de la entrevista, la esposa del informante anterior, se permite relatar con gran complacencia su propia experiencia, y

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dice: «Cuando el papá de René [su esposo] venía a conversar con mi papá, era el “shimi shitachi”, un conversatorio solo entre padres, no iba a ser la primera vez porque mi padre no consentía que yo me case porque no podía dejar mi trabajo, no podía deshacerme de mi familia, entonces mi papá insistía que no me case. Mientras tanto, mi suegro venía cada quince días, trayendo gallina, papitas, haciendo un pequeño medianito, siempre le daba a mi mamá y a mi papá y la chichita también». De hecho, aunque este rito se haya ido modificando a lo largo de la vida de los cantones de Otavalo, Cotacachi y Antonio Ante (parroquia de San Roque), también es cierto, que algunas familias de la zona rural intentan mantenerlo, por constituirse en uno de los legados de sus antepasados. Continuado con este ritual, los entrevistados relatan que en cuanto los acompañantes del novio escuchan que los padres de la novia han aceptado la petición empiezan a murmurar palabras como: “Ñami ari nirka, ñami ari nirka, ñami ari nirka” o, “Ya aceptaron, ya aceptaron, ya aceptaron”. Enseguida se hace presente la novia, que hasta ese momento permanecía oculta, aunque, muy pendiente de la conversación y decisión de sus padres. Y, en aquel instante, el novio realiza la siguiente promesa a sus futuros suegros: “yo le voy a cuidar a su hija, voy a trabajar y no le va a faltar nada de lo que tuvo aquí en su casa”. Acto seguido, se escuchan voces que dicen “sirvan la comida y la bebida” en medio de evidente regocijo, más aún, si esta etapa ha sido larga y compleja. Y, en ese mismo momento, la banda de músicos que permanecía en el patio de la casa entonando notas al ritmo de las noticias y cantando solo los estribillos, también accede al interior de la vivienda, siempre que sea posible, sino se mantiene en el exterior. Pero esta vez, interpretando canciones más animadas y con sus letras completas. Luego, llega el momento en el que los padres de la pareja les conceden su bendición. Para ello, los novios se colocan de rodillas en el suelo y reciben los primeros consejos de sus familiares directos. Por su parte, la pareja asiente con la cabeza como muestra de aceptación y besan las manos de sus mayores. Desde ese instante, la novia se dirigirá a su suegra siempre como “mamita o mama” y a su suegro como “taiticu o tayta”, y lo mismo hará su novio. Y, más adelante, los familiares del novio sellarán este compromiso con la gran entrada (hatun yaykuy) o el pedido del mano definitivo (maki mañay). Cabe resaltar que, para algunos informantes de Cotacachi,

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este primer diálogo también es conocido como palabreo o palabray, como es el caso de Anrango (2018), quien manifiesta que: «El palabreo es importante para no llevar en vano el “gran banquete”. En este palabreo, el padrino es una figura importante, generalmente este padrino es el del bautizo. El padrino de bautizo y los padres del novio van y conversan con la familia de la novia, y se ponen de acuerdo para llevar a cabo el matrimonio. El palabreo es más un acuerdo o pacto, para que al momento de llevar todo el mediano no sea rechazado. Es un compromiso de que si va ha haber la aceptación. Por lo general, el novio no acompaña en esta parte del palabreo, porque debe ser como una “sorpresa” para los padres de la novia. Pues, ellos deben entender que su hija ya está en un noviazgo…» Pero, para la mayoría de informantes, sobre todo de Otavalo, el palabray o palabrachina se constituye en el “ritual de la palabra”, considerado desde siempre, como una forma de matrimonio simbólico tanto o más importante que el civil y el religioso. Pues, aunque este ritual en la actualidad sería practicado por uno de cada veinte matrimonios, todavía se sigue desarrollando momentos antes de la ceremonia civil, siendo el tayta alcalde o el tayta rezador (conocimientos de catequesis) quien consagra esta unión, también ante Dios y la madre tierra. Este rito se caracteriza en el capítulo VIII del presente libro. Para cerrar este capítulo, se relata la experiencia de una joven pareja kichwa, que inició su noviazgo a principios del 2016 y su matrimonio eclesiástico tuvo lugar el 4 de marzo de 2018. La mayor parte de su relación la habrían mantenido a la distancia, a través de las redes sociales. Y, es que ella siendo oriunda de Quinchuquí (Otavalo), gran parte del tiempo habita en Bogotá (Colombia) por su trabajo como comerciante, y el habiendo nacido en la comunidad de La Calera (Cotacachi), de manera frecuente viaja a Rusia (Sochi) para promover su música. Según el testimonio de Morocho (2018), él habría realizado un primer acercamiento con los padres de su novia a principios del 2018 sin compañía y con la presencia de su novia. Recuerda que se limitó a exponer sus sentimientos de afecto y consideración hacia la hija de ellos, al igual que su realidad laboral y económica. Por su parte, los padres de la joven, no solamente le habrían realizado preguntas a él, sino también a su hija, sobre todo, para confirmar si estaban seguros de la gran responsabilidad que estaban por asumir. Para ello, el padre de la novia se habría referido a las complejidades que conlleva un matrimonio, de forma muy sutil

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y reflexiva. Al parecer, las respuestas de la pareja fueron tan convincentes, que obtuvieron la aceptación y bendición de los padres de forma inmediata. A los pocos días, el novio realizaría una segunda visita a la casa de sus futuros suegros, pero esta vez, en compañía de sus padres y familiares más cercanos, para cumplir oficialmente con el ritual de la primera entrada yaykuy, también conocido como “anuncio verbal” o Shimishitachi. Para esta ocasión, los padres del novio llevaron un mediano no muy grande, que consistía en cuatro gallinas, cuatro cuyes, papas cocinadas, algunas gaseosas, pan y whisky. Durante este encuentro, el padre del novio después de saludar con respeto y consideración a sus futuros consuegros, procedería a realizar la petición formal de matrimonio, explicando, no sólo los valores y principios que posee su familia, sino también la situación económica de ellos, que sería media baja. Y, enseguida, en medio de sentimientos encontrados (alegría y melancolía), todos los familiares habrían expresado valiosos consejos a la pareja para su vida matrimonial. Enseguida, los familiares del novio entregarían y compartirían los alimentos, como sellando el compromiso. De acuerdo al relato de la novia de apellido Santillana (2018) durante esta reunión, los familiares les brindaron comida diferente a la del resto, para evitar la mala suerte a lo largo de su vida matrimonial. Y al final de la reunión, los asistentes procederían a planificar algunas actividades para ser cumplidas en los siguientes días. Resulta fundamental resaltar que tiempo atrás, la mayoría de las parejas de novios del sector rural, casi nunca organizaban el casamiento para los primeros meses del año, sino a partir de junio; es decir, cuando iniciaban las cosechas, sólo así garantizaban suficientes y variados alimentos. Lo expuesto a lo largo de este capítulo, permite concluir que, en la actualidad, no todas las familias mantienen el proceso ritual del matrimonio de forma rigurosa; tal y como se desarrollaba años atrás. En algunos casos, la familia del novio coordina directamente la petición de la mano o maki mañay, previa la aceptación de su novia, prescindiendo de las etapas previas a este ritual, como puede ser el shimishitachi (anuncio verbal), también conocido como tinkuy rimay (primer diálogo), yaykuy (primera entrada) o palabray. Pero este último, entendido como una forma de asegurar el compromiso matrimonial, más no, como una tercera forma de matrimonio, característico del cantón Otavalo. •

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IV. Pedido de mano Makita maĂąay

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> Joven indĂ­gena otavaleĂąa. Foto: John Bautista


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> Joven indĂ­gena otavaleĂąa. Foto: John Bautista


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L PEDIDO DE LA MANO O MAKITA MAÑAY, al igual que el yanapak13, la minka14 y el randi randi15 se constituyen en la expresión de la reciprocidad entre los indígenas, particularmente de la zona andina. Por tanto, su traducción del kichwa al español sería, maki= mano y mañay = prestar o conceder. Aunque, la población kichwa también le reconoce como la gran entrada o hatun yaykuy, incluso como conversatorio o rimanakuy. Por ello, se entiende que, en el momento en que los padres de la novia aceptan la petición de matrimonio realizada por parte del novio, inmediatamente recibirán una dote o “karay yaykuy”, también conocido como “gasto yaykuy”, por parte del novio, apoyado por su familia nuclear16 y extendida17. Para Pazmiño (2013), el ritual del pedido de la mano o maki mañay, también es conocido como “rimak-yaykuy”. Por su parte, Males (2014), también lo reconoce como “cena-yaykuy”, ya se siempre se realiza en la noche y se ofrece abundante comida 13. En la red de relaciones ampliadas de las comunidades se reconocen a los yanapak o ayudantes, que generalmente eran lo ahijados (Benítez N. , 2017) 14. Es el trabajo colectivo generado de forma voluntaria y gratuita para conseguir un beneficio comunitario. En general, consiste en la organización de cuadrillas que realizan actividades específicas orientadas a la construcción de viviendas y obras de infraestructura con fines comunitarios (mantenimiento de acequias, construcción y mejora de caminos, entre otros). 15. Hacer algo que beneficie a las dos partes, “dando y dando”. 16. Familia nuclear: “grupo de parientes conformado por los progenitores, usualmente padre y madre y sus hijos” (Apaza & Moreno, 2008, pág. 7). 17. En el sistema de las familias extendidas priman patrones de convivencia compartidas en al menos tres generaciones, quienes comparten experiencias de vida, sobre todo alrededor del trabajo, cuyas estructuras productivas están basadas en la reciprocidad y el apoyo mutuo (Apaza & Moreno, 2008).

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> José Joaquín de la Torre, José Luis Quilumbango, José Cachimuel, Rosalina Matango, Tránsito Ruíz. Ellos son amigos y familiares de la comunidad de Cotama (Otavalo). Foto: Nhora Benítez. > Los flauteros de Cotama, Alfonso Cabascango y Juan Muñoz interpretando canciones tradicionales junto a Josefina Cabascango. Foto: Nhora Benítez.

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y bebida, tanto en la casa del novio, como en la casa de la novia. Como se ha dicho anteriormente, los padres de la novia, no siempre aceptan la petición de matrimonio durante el primer diálogo o la primera entrada. Por lo que el novio persistirá hasta que logre su objetivo y, en cada visita, siempre mejorará la dote. Sin embargo, en cuanto recibe la aprobación de sus futuros suegros, entonces empieza a organizar el ritual del pedido de la mano o maki mañay, que para el efecto acudirá acompañado tanto de su familia nuclear como extendida, más aún si habitan en las zonas rurales, en donde se encuentra más arraigado. Hay que considerar, que los puntos a consensuar en dicho ritual, sin duda, se constituyen en la ratificación de la relación de noviazgo de los jóvenes, el plazo para la ceremonia del matrimonio civil y religioso. Además, aquello que es trascendente en la conformación del nuevo núcleo familiar y extendido, es el tipo de relación o el trato que debe persistir entre ambas familias, así como la periodicidad de la visita del novio a la novia hasta la fecha en que se consagre su unión conyugal. Y de manera especial, durante este ritual, los distintos actos rituales confluyen con la música tradicional a ritmo de fandango indígena, que tendrían profundas raíces ibéricas, incluyendo otros ritmos tradicionales kichwas que son interpretados por las orquestas indígenas. En tiempos pasados, el pedido de la mano se realizaba el día jueves, mientras que el matrimonio civil se cumplía en la mañana del día viernes y, durante la tarde o la noche del mismo día, se cumplía con el matrimonio simbólico, más conocido como: sawarichina, palabrachina o rosariar (Zambrano, 2018). Aunque, este rito se cumpliría escasamente en el cantón Otavalo, ya que en Cotacachi, no es conocido. Asimismo, la ceremonia eclesiástica se efectuaba el día sábado y, en adelante, se cumplía con varios días de festejo, conocido como sawari raymi. La entrevistada Díaz (2018) de 54 años de edad y oriunda de la parroquia Dr. Miguel Egas Cabezas de Otavalo, relata su experiencia y la de su hija, en relación a la forma en la que sus novios realizaron el pedido de la mano o maki mañay, tiempo atrás. Pues, recuerdan que inicialmente recibieron la visita del “tayta alcalde” y el “angelito”, quienes les habrían comunicado el día y la hora en que serían visitadas por sus pretendientes y familias extendidas. En la actualidad, el proceso ritual del matrimonio kichwa ya no se cumple de manera continua y durante un corto periodo, como era común en épocas pasadas. De hecho, el matrimonio civil


puede desarrollarse después de varios días, semanas e incluso meses de haber cumplido con el ritual del pedido de la mano. Del mismo modo, el matrimonio eclesiástico puede realizarse tiempo después de la ceremonia civil, en cuyo periodo, varias parejas ya han convivido. Pues, la mayoría de las parejas siguen realizando el pedido de la mano (makita mañay) o la gran entrada (hatun yaykuy) los días viernes. Para ello, la familia del novio gastaría entre 500 y 3.000 dólares americanos, aunque, depende de la voluntad y posición económica de las familias. En los casos observados, se ha constatado que la mayoría de los novios inician con los preparativos del pedido de la mano, al menos dos semanas antes de la fecha prevista. Para ello, los padres habrán ahorrado lo necesario para cubrir los gastos de la comida, la música y la dote para los padres de la novia. Es común la compra de una gran variedad de frutas frescas, pan, gaseosas, cervezas, quintales de papas, gallinas, gallos, cuyes, etc. Y, en todo momento, la familia nuclear del novio recibe el apoyo de vecinos, amigos y otros familiares. Para este gran acontecimiento, tanto los novios, como los demás familiares visten con el traje característico del pueblo kichwa de los cantones de Otavalo, Cotacachi y Antonio Ante (San Roque). El mismo tiene más similitudes que diferencias, debido al contexto histórico, geográfico, económico y cultural. Aunque, en el último lustro, se ha podido constatar que algunos jóvenes prefieren utilizar prendas occidentales y de acuerdo a la tendencia de la moda. La música es parte esencial de este ritual. Por ello, los familiares del novio pueden contratar un grupo de música tradicional, un maestro arpista o maestros flauteros. En cualquier caso, ellos interpretan canciones acordes al ritual. A continuación, se presentan algunos testimonios y experiencias sobre el pedido de la mano o maki mañay, que se han registrado, tanto en Cotacachi, como en Otavalo, desde febrero hasta junio de 2018. Una vez que llega el día previsto (viernes o sábado) y, antes de visitar la casa de los padres de la novia, la familia nuclear del pretendiente concentra a los demás familiares, amigos y vecinos en su casa, alrededor de los 19h:00. En este punto de encuentro, el tayta y la mama servicios –esposos– son los primeros en saludar y recibir a los invitados, ofreciéndoles inmediatamente un delicioso caldo de pollo o de res, siempre acompañado de la tradicional chicha o cerveza. De manera simultánea, el público escucha un gran repertorio de canciones tradicionales por parte de los músi-

>.Manuela Gualacata (madre de crianza de Doña Luzmila Zambrano) de la comunidad de Caluquí. > Mujeres kichwas apoyando en la cocina y en el servicio durante el pedido del mano realizado por Sairy Zambrano en junio del 2018 (Otavalo). Foto: Nhora Benítez.

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Mamá Dolores Tocagón y la niña Sisa Caiza de la comunidad Tocagón colaborando en la distribución de la comida. Foto: Nhora Benítez.

> Grupo Kurituparik Muenalakuna de Cotama interpretando las canciones tradicionales. Foto: Nhora Benítez.

> Byron Fuérez(i), Néstor Quinchuquí (c) y Oswaldo Moreta (d) están colgando los gallos en un palo (rama de gallos). Foto: Nhora Benítez.

> Luzmila Cabascango (i), Yuriy Zambrano(d) y demás familiares del novio están organizando los medianos de frutas para entregar como “dote” en la casa de la novia. Foto: Nhora Benítez.


cos contratados. Así mismo, en el área de la cocina, los alimentos son preparados en al menos tres grandes ollas de aluminio, cada una de ellas son colocadas sobre una tullpa18. En este importante lugar se encuentran entre dos y tres cocineras principales, con sus respectivas ayudantes, casi siempre son madres e hijas. En algunas ocasiones son familiares del novio, en otros casos son mujeres voluntarias o también contratadas. Cada una ellas tienen funciones específicas que cumplir y, su trabajo, es coordinado por el tayta y la mama servicios (esposos), quienes también llevan a uno o más hijos (kutik servicios) para que apoyen en la distribución de la comida a todos los invitados. Entre tanto, la ayuda de los familiares y amigos no faltan para la preparación de la dote que será entregada en la casa de la novia, horas después. En general, esta dote se organiza con los productos comprados por la familia del novio, pero también con los regalos entregados por las personas que acompañarán a la oficialización del matrimonio. Esta realidad se ha constatado durante los preparativos que realizó Sairy Zambrano y su familia nuclear en junio de 2018. En este caso, mientras unos preparaban las canastas de frutas, pan y gaseosas, otros organizaban las canastas de los medianos que llevaban pollo, cuy, papas y mote. Del mismo modo, otros colaboradores también alistaban tres ramas con animales colgados vivos desde sus extremidades (patas), dos de 12 gallos y una de 12 cuyes, con el propósito de augurar felicidad a la pareja, durante todo el año. Ahora, la dote preparada por la familia de Sairy Zambrano en junio de 2018, así como la organizada por la familia de Lenin Morocho en febrero de 2018, estaban conformadas por algunos medianos (kamaris) de alimentos cocinados, 12 lavacaras de frutas frescas, 20 cubetas de huevos, 12 cartones de pan, 12 quintales de papas, 12 jabas de cerveza, una buena cantidad de chicha, dos ramas de 12 gallos cada una y otra de 12 cuyes. Y, en la mayoría de casos, los novios destinan un obsequio exclusivo para su novia. El mismo puede estar integrado por un mediano especial (papas, cuy y gallina), una canasta adornada y repleta con las mejores frutas, un conejo blanco adornado con un lazo de color rojo y un ramo de rosas. Es importante destacar que las cantidades de los productos antes mencionadas, no se aplican para todos los casos. En algunos 18. Es un fogón formado en el suelo con tres piedras de río, donde se asientan los calderos para cocinar los alimentos con leña.

> Néstor Quinchuquí (i), Oswaldo Moreta (c) y Oscar Cachiguango (d) están colgando los cuyes en un palo (rama de cuyes). Foto: Nhora Benítez. > Ramas de gallos y cuyes. Foto: Nhora Benítez.

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> Doña Luzmila Zambrano realiza la última trenza a su hijo Sairy. Y, le dice: “Ahora que ya no te podré hacer trencitas, como cuando te mandaba al jardín, pórtate bien, no hagas llorar a tu esposa, yo siempre te estaré apoyando y cuidando. Te quiero mi Sairito”. Foto: Nhora Benítez. > El novio y su madre están agradeciendo la presencia de familiares, amigos y vecinos, antes de dirigirse a la casa de la novia. Foto: Nhora Benítez.

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de ellos pueden ser menores y en otros mayores, todo dependerá de la tradición familiar y, sobre todo, de la disponibilidad económica. En ciertas comunidades, la familia del novio puede entregar hasta un toro o wakra, como parte de la dote. Entonces, en el caso del novio Sairy Zambrano, una vez que la dote estaba lista y había sido colocada dentro y sobre los vehículos para su transportación hasta la casa de los padres de la novia, llegó el momento de agradecer a todos los presentes. Para ello, el novio y sus padres se acercaron a cada persona, a quienes les expresaron sentidas y sencillas palabras de bienvenida y agradecimiento en su lengua materna. Seguidamente, en uno de los espacios (salón) de la antigua fábrica San Pedro de Otavalo, actual Museo Viviente Otavalango, los anfitriones reiteraron su agradecimiento a todos los presentes e invitaron a bailar, liderados por el tayta servicio. Todos formaron un gran círculo, en cuyo centro se encontraba el grupo musical Kurituparik Muenalakuna de Cotama, interpretando alegres canciones tradicionales. Junto a ellos, se había encendido el fuego (fogata), no solo para abrigar el ambiente, sino también, por ser considerado uno de los elementos purificadores, de acuerdo a la cosmovisión andina. Durante este corto tiempo (20 minutos), la gente expresaba e irradiaba gran alegría y energía, emitiendo gritos y silbidos, que animaban y daban valor al novio, quien estaba a punto de oficializar su matrimonio. Luego, a la señal del tayta servicio y de los padres del novio, todos salieron bailando de este salón, para continuar unos 10 minutos más en el patio de este importante recinto histórico de la ciudad de Otavalo, que fue creado en el 2011 para preservar la tradición kichwa de pueblo Otavalo. El séquito que acompañaba a Sairy Zambrano (Otavalo) estaba integrado por 230 personas entre familiares, amigos y vecinos. Sin embargo, en la mayoría de los casos, se ha observado entre 60 y 150 acompañantes. De acuerdo a los testimonios, el número de acompañantes, casi siempre será mayor en las zonas rurales, en donde suelen integrarse gran parte de sus habitantes. Es así que, aquellas personas que tienen vehículo contribuyen llevando la dote para la novia. Mientras que la mayoría de las personas son transportadas en un bus contratado por la familia del novio. En los dos casos que se están relatando, las comitivas volvieron a concentrarse, al menos cuatro cuadras antes de la casa de novia. Desde este lugar, el novio, sus padres, hermanos (as), abuelos (as), tíos(as) y primos(as), en conjunto con el tayta servicio y el grupo musical avanzaban bailando delante de sus acompañantes


> Familiares y amigos del novio están cargando la dote en los vehículos para dirigirse a la casa de la novia. Foto: Nhora Benítez.

> Jorge Garcito y Luis Ramos ingresando con quintales de papas (dote) hasta el lugar de la recepción. Foto: Nhora Benítez.

> El grupo Kurituparik Muenalakuna de Cotama interpretando canciones tradicionales relacionadas con el pedido de la mano, antes de salir rumbo a la casa de la novia. Foto: Nhora Benítez.

> El grupo de música Kurituparik Muenalakuna de Cotama sale al patio para continuar con el baile por unos minutos más, antes de dirigirse a la casa de la novia. Foto: Nhora Benítez.

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> Al frente del cortejo se observan a: Luzmila Cabascango, Luzmila Zambrano, Lucía Zambrano, Rosalina Maldonado, Sairy Zambrano y René Zambrano Cachimuel. Foto: Nhora Benítez. > El novio y sus familiares continúan bailando en dirección a la casa de la novia. Foto: Nhora Benítez. > El tayta servicio dirigiendo a los familiares, antes de ingresar a la casa de la novia. Foto: Nhora Benítez.

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y formando círculos durante cinco minutos, que son realizados, únicamente al inicio y al final del trayecto. Desde ese momento, el novio lleva un conejo y un ramo de rosas, que serán entregados más adelante a su novia. Ahora bien, cuando el séquito de personas se encuentra a 50 metros de la casa de los padres de la novia, inmediatamente algunas de ellas descargan la dote de los vehículos y ayudan a cargarla hasta el lugar previsto. Las mujeres llevan los medianos, las canastas de frutas y los cartones de pan sobre sus cabezas o en sus brazos. En tanto que, los hombres cargan los quintales de papas, las jabas de cerveza, jabas de gaseosas, la chicha y las ramas de los gallos y cuyes. Todo ello, en medio de un marco musical muy alegre, que anuncia la llegada del novio, tanto que, los vecinos se encuentran muy expectantes del acontecimiento. Generalmente, los grupos musicales, en cuanto se aproximan a la casa de la novia, casi siempre interpretan los siguientes temas, el primero está dirigido a la novia y el segundo a los padres de ella, así:


Yaykuy (I) Kichwa

Español

Perdonawanki taytiku, mamita, cashnakullami shamuni

papito, mamita, por favor perdónenme que venga solo con esto

Cunan punllami shamunchij Yayitu

En este día venimos papacito

Cunan punllami shamunchij Yayitu

En este día venimos papacito

Can mandashcata pajtachishun nishpa//

Lo que tú has ordenado para alcanzar, se dice

tucuicunapaj ñaupajpi Yayitu

delante de todos papacito

ari nishcata ricuchishun ninchij tucuicunapaj

la aceptación hagamos ver, decimos

Tucuicunapaj ñaupajpi Yayitu

delante de todos papacito

Can mandashcata pajtachishun nishpa

Lo que tú has ordenado para alcanzar, se dice

Can mandashcata pajtachishun nishpa

Lo que tú has ordenado para alcanzar, se dice

//Ñuca Yayalla pagui nicunimi ñuca cusata canmi cuhuashcangui//

Mi papacito gracias digo, tú me has dado a mi marido

//Huajcha cajpipish cazuhuashamari cuyashamari huañuna punllacama//

Aunque en la adversidad, te he de hacer caso, te he de querer hasta cuando me muera

//Ñuca Yayalla pagui nicunimi cai huarmitaca canmi cuhuashcangui//

Mi papacito gracias digo, tú me has dado a mi mujer

//Huajcha cajpipish, charijlla cajpipish huañungacama cuidashallamari//

Aunque en la adversidad, aunque en la abundancia, te he de cuidar hasta cuando me muera

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Yaykuy (II) Kichwa

Español

Kunan tuta shamusha nirkanki Tayta mamaman willashpa shuyanki Kunan tuta shamusha nirkanki Tayta mamaman willashpa shuyanki Tayta servicio ñawpakpi shamusha Ayllukunapash flautashpa katini Tayta servicio ñawpakpi shamusha Ayllukunapash flautashpa katini ¡Churaynomas, churaynomas! ¡Tukuy shunkuwan! Kunan tuta shamusha nirkanki Tayta mamaman willashpa shuyanki Kunan tuta shamusha nirkanki Tayta mamaman willashpa shuyanki Tayta servicio ñawpakpi shamusha Ayllukunapash flautashpa katini Tayta servicio ñawpakpi shamusha Ayllukunapash flautashpa katini ¡Churaynomas, churaynomas! ¡Tukuy shunkuwan!

Dije que vendría esta noche Y que me esperes junto a tus padres Dije que vendría esta noche Y que me esperes junto a tus padres Llegaré con el servidor al frente Y con familiares entonando flautas Llegaré con el servidor al frente Y con familiares entonando flautas ¡Pon energía, pon energía ¡Con todo el corazón! Dije que vendría esta noche Y que me esperes junto a tus padres Dije que vendría esta noche Y que me esperes junto a tus padres Llegaré con el servidor al frente Y con familiares entonando flautas Llegaré con el servidor al frente Y con familiares entonando flautas ¡Pon no más, pon nomas! ¡dale no más, dale no más!

Esta última canción evidencia y releva el rol del tayta servicio durante el pedido de la mano en el cantón Otavalo, quien se convierte en la figura principal o en el líder de este ritual. No así, en el caso de Cotacachi, en donde el tayta servicio se limita únicamente a repartir la comida durante la recepción. Y, aquellos que lideran los rituales y caminan delante de todos, son los ñawpadores, quienes son tanto o más importantes que los padrinos. Entonces, una vez en la casa de la novia, los primeros en ingresar al patio o al lugar dispuesto para el ritual, casi siempre son los padres del novio y el tayta servicio, quienes deben identificar a los padres de la novia en medio de la oscuridad y de sus familiares. Aunque, en algunas comunidades de la parroquia Miguel Egas Cabezas de Otavalo, únicamente se oculta el padre de la novia, para ser buscado por el padre del novio. En cualquier caso, mientras se produce esta búsqueda, todos se mantienen en silencio. Pero, luego de reconocerse y saludar con profundo respeto, se encienden las luces y el regocijo.

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En ese mismo momento, el tayta servicio y los padres del novio reiteran la petición de matrimonio, resaltando el amor devocional que siente su hijo por la joven. A la vez, el tayta servicio ofrece la tradicional chicha a los anfitriones, para brindar por la felicidad de la pareja. Entre tanto, la madre del novio entrega a su consuegra una lavacara de huevos o una gallina; mientras que el padre del novio, casi siempre obsequia una botella de licor. Desde luego, todo dependerá de la tradición familiar, religiosa y comunitaria. Seguidamente, el tayta servicio lidera la entrega de la dote a la familia nuclear de la novia, cuyos obsequios son colocados de forma ordenada frente a los anfitriones, ya sea en el patio, garaje o calle. En general, estos presentes son ingresados y entregados por los familiares del novio en el siguiente orden: galones de chicha; medianos de comida; canastas de frutas; cartones de pan; quintales de papas; jabas de cervezas y gaseosas y finalmente las ramas de gallos y cuyes. Una vez que concluye la entrega de la dote, el tayta servicio hace la señal para que el novio ingrese y se dirija hasta el lugar en donde se encuentra la familia nuclear de la novia, quien hasta ese momento se encontraba expectante y bailando con sus familiares. Para el caso, el novio accede al interior de la carpa, llevando consigo un conejo blanco y un ramo de rosas que entregará a su novia más adelante. Pero antes, el novio saluda con sus suegros, a Don César Lima le dice: “Bendición papá, disculpará nomás, con esti-

> Familiares y amigos del novio cargando la dote hasta la casa de la novia. Foto: Nhora Benítez. > El cortejo para “el pedido de la mano” se concentró frente al Consejo de la Judicatura de Otavalo, a pocas cuadras de la casa de la novia. Foto: Nhora Benítez. > Lenin Zambrano (hermano del novio) y Samir Zambrano (primo) bailando, silbando y animando a todos los acompañantes a lo largo del trayecto. En el extremo se observan a Rosa Maldonado, Blanca Maldonado y Marcelino Zambrano. Foto: Nhora Benítez.

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> Los padres y abuelos de la novia sentados en la parte superior central (área directiva), acompañados por algunos familiares y amigos. Todos a la expectativa del ingreso de los familiares del novio, mientras se mantienen en absoluto silencio y en medio de la obscuridad. Foto: Nhora Benítez.

> El tayta servicio César Fueres Simba y su ayudante Laura Burga lideran el ingreso de la comitiva, hasta el lugar en donde se encuentran los familiares de la novia. Foto: Nhora Benítez.

> Don César Fuérez (tayta servicio) liderando la entrega de la dote a los padres de la novia. Foto: Nhora Benítez.

> Marcelino Zambrano acompañando a su sobrino Sairy hasta el lugar en donde se encuentran los padres de la novia. Foto: Nhora Benítez.


to he venido a verle a su hijita” y a Doña Anita Conejo le expresa: “Bendición mamá, ustedes pasan a ser parte de mi familia, Dios les pague por recibirme”. A la vez, el novio reitera la petición de matrimonio, prometiendo que amará, respetará y protegerá para siempre a su futura esposa. Y sin lugar a dudas, este acto ritual se convierte en uno de los momentos más conmovedores de este encuentro entre las dos familias, ya que provoca el sentido sollozo, principalmente de las madres de los novios. En este instante y en medio de sentimientos encontrados, el novio solicita la autorización a sus suegros para buscar a su novia al interior de la casa. El joven camina con emoción y a paso rápido por algunos de los ambientes de la vivienda, hasta que encuentra a su prometida que se mantenía oculta, como es la tradición en el territorio kichwa del pueblo Otavalo. En ese momento, el novio abraza y besa a su pareja con profunda dulzura, prometiéndole respeto y amor para siempre. Al mismo tiempo, le entrega el conejo y el ramo de rosas, como símbolo de su compromiso. Todo ello sucede en medio de la presión, la alegría y la picardía de los familiares que acompañan al novio. A los pocos minutos, los novios se integran a la mesa directiva en medio de los aplausos y la simpatía de todos los presentes. Desde luego, dependiendo de la tradición familiar, el protocolo puede variar. En la mayoría de los casos, después de la intervención de los novios, se escucha a los padres de la novia, quienes saludan y agradecen la presencia de las dos familias (novia y novio), dirigiéndose de manera especial a sus consuegros, a quienes agradecen por la dote recibida, así como ratifican su respeto y complacencia por los nuevos lazos familiares que se inician. Enseguida intervienen los padres del novio, reiterando su saludo y satisfacción por el compromiso establecido entre sus hijos. Al final, también se ha constatado que suelen intervenir más familiares, ya sea para expresar oraciones y plegarias según la tradición religiosa que tengan o, simplemente, para augurar bienestar a la flamante pareja Los actos rituales realizados durante el pedido de la mano o makita mañay en el cantón Cotacachi, son bastante similares a los relatados en el caso del cantón Otavalo, con excepción de la entrega del conejo y las flores por parte del novio a la novia. A continuación se presenta parte de la información recopilada por Fuérez (2016) respecto a las palabras expresadas por el padre de la novia Yuri Guandinango de la comunidad de Santa Bárbara (Cotacachi), durante el pedido de mano realizado por Rolando Inga de la misma comunidad, el 02 de agosto de 2014. Y dice:

> Esteban Cachiguango (primero), Andrés Arellano (segundo) y José Ramírez (tercero) ingresando con jabas de cerveza (dote) hasta el lugar de la recepción. Foto: Nhora Benítez. > Familiares y amigos del novio ingresando con medianos de frutas y cartones de pan (dote) hasta el lugar de la recepción. Foto: Nhora Benítez.

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> Sairy Zambrano dirigiéndose al padre de la novia, Don César Lima (padre de crianza). Foto: Nhora Benítez. > Sairy Zambrano recibe la autorización de sus consuegros para buscar a su novia al interior de la casa. Foto: Nhora Benítez.

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«Sean bienvenidos a este humilde hogar, agradecemos a todos los familiares, Dios les pague. Asimismo, quiero presentar a mi familia, aquí está el hermano de mi esposa, está mi hermana, también está la hermana de mi esposa, está también mi hermano, también están mis sobrinas, están conmigo mis ahijadas, ellos son mi familia. Agradezco de nuevo, ahora quiero decir en frente de todos, según la vida que les toque se respeten. Que mi hija encamine la vida de la mejor manera. Les he dicho que ahora no son para separarse en cualquier momento. Esta nueva vida es como cargar juntos una cruz. No solo es pasar bien un rato con un hombre. Les digo a todos que mi hija podrá equivocarse, no es perfecta. En pretexto de que está estudiando, la hemos dejado independientemente. No hemos estado diciendo lo que debe o no debe hacer. No hemos enseñado a cocinar, ni a lavar, ni a nada hemos exigido. Hemos querido que se dedique al estudio. Por estas razones, yo como padre, pido disculpas a todos. Que en el futuro si hay equivocaciones, las digamos de frente. Y no hablemos a sus espaldas, porque eso puede dañar sus vidas. He dicho a mi hija que, si un día hay peleas con su esposo, que los dos soluciones y sigan adelante. Que, por un problema pequeño, la solución no sea separarse. Esto les digo en frente de todos ustedes. Hasta aquí he sido su padre.


Desde ahora ya ven quien se convierte en padre. Todos sabes que ahora la responsabilidad está en los dos. Para el novio y la novia, hasta aquí hemos sido sus padres. A partir de ahora debemos dejar a ellos. De mi parte hago la entrega a él como padre responsable del nuevo hogar. Te entrego al amado, en bendición recibe a esta hermosa pareja. Esto es para vivir luchando cada día. No es para un rato nomás. A pretexto de nuevas leyes no abusemos a nuestra pareja. Así entrego en frente de todos. Ustedes se han educado más que nosotros. Nosotros, aun así, seguimos luchando y viviendo juntos. Asimismo, deseamos que sigan juntos. Somos felices cuando son felices. De lo contrario, todos aquí presentes estaremos preocupados. Por eso ahora han venido todos juntos. Y, de mi parte entrego a mi hija, pidiendo a Dios ante ustedes. Dios bendice a esta pareja que se pone en tu camino. Decidieron juntarse para ser felices. Gracias Dios por darles un hermoso encuentro. Te encargo a ti Dios. De cualquier adversidad protégelos y pastoréalos. Te entrego a ambos para que se correspondan. Perdónalos y corrígelos por cualquier error en la vida. Dales una buena vida, dejo en tus manos y pido de tus labios la sabiduría…» Fuérez también traduce al idioma español la intervención realizada por el novio Rolando Inga de la comunidad de San Bárbara de Cotacachi, después de haber recibido las bendiciones y consejos de sus familiares más cercanos, el 02 de agosto de 2014. Y dice: «Por algo que uno puede ver, pero lo más lindo es cuando uno puede sentir y en este día yo me siento sumamente tranquilo y dichoso, me siento alegre, me siento bienaventurado, y, esto, no es solo porque puedo estar aquí con todos ustedes, sino porque siento la presencia de Dios, siento la presencia de algo más que es todo esto que se llama amor. Yo les agradezco a todos los que nos están acompañando, y como dije instantes atrás, sea familia o no familia. Hace un momento les decía, aquí no importa lo que yo diga, sino lo que los dos creamos. Si Usted cree que en mí puede encontrar un hombre para estar toda la vida, yo creo en Usted, porque mi corazón me lo dice. Yo siento que vamos a ser una gran familia, siento que vamos a estar, quizás no cien por ciento felices con una sonrisa, pero siempre dando lo mejor de nosotros hacia nuestros hijos, dando el mejor ejemplo que podamos a nuestra familia. Y, en este caso, yo vengo acá como respuesta de mi madre…» Del mismo modo, se presentan las palabras expresadas por la novia Yuri Guandinango, quién realizó dos intervenciones. La primera en kichwa (traducida al español por Segundo Fuérez) di-

> Chicha, medianos de comida (dos cuyes, dos gallinas y abundante mote con papas). Foto: Nhora Benítez.

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rigida a las personas kichwahablantes. La segunda para sus amigos y compañeros mestizos. Tal y como se registra a continuación:

> Sairy Zambrano en el momento en que encuentra a su prometida Elizabeth Espinosa. Ella recibe un conejo, un ramo de flores y un dulce beso de su novio. Foto: Nhora Benítez.

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Para kichwahablantes «Agradezco a todos aquí presentes, a mi familia y a mi nueva familia, a mis amigos y a todos, muchas gracias. Es muy especial para mi [novia solloza], que hayan venido a compartir conmigo, me alegra mucho. Como dijo Rolando, estamos juntos en este camino. Estamos aquí porque nos hemos querido, nos hemos amado. Esperamos que compartan sus consejos, sus experiencias de vida. Agradezco a todos, a mis nuevos padres. Tal vez no cocino bien, me equivoqué, pero daré lo mejor de mí. Con el consejo de ustedes, con el de todos los familiares. Por eso les agradezco [aplausos]».


Para no kichwahablantes: «Bueno, yo sé que no todos entendemos kichwa, si les quiero agradecer a todos por estar aquí presentes, a mi nueva familia, a mis padres, a mis tíos, a mis amigos que han visto el caminar de varios procesos, y qué bonito que estén aquí, porque son ustedes los que han caminado junto a mí, la presencia de ustedes me hace muy feliz, y bueno no es solamente una presencia, también me gustaría que sean la parte, el consejo que nos puedan dar, porque sé que es un nuevo caminar. Nosotros no sabemos ni como es, pero en el proceso podemos encontrar un montón de consejos que nos darán ustedes, y son su ayuda vamos a hacer lo mejor…» Después de las intervenciones, los familiares directos de la pareja proceden a aconsejar y a bendecir a la pareja de izquierda

> Sairy Zambrano Zambrano y Elizabeth Espinosa Conejo agradeciendo la presencia de sus familiares, amigos y vecinos. Foto: Nhora Benítez.

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> Palabras de bienvenida y agradecimiento expresadas por la madre de la novia (Doña Anita Conejo). Foto: Nhora Benítez. > Don César Lima (padre de crianza) bendiciendo a su hija Elizabeth Espinosa. Foto: Nhora Benítez.

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> Los padres del novio entregan un kukapi especial a la novia, que consiste en la mezcla de fréjol, habas y melloco. Foto: Nhora Benítez. > Don César Lima bendiciendo a su yerno Sairy Zambrano. Foto: Nhora Benítez.


a derecha. Para ello, los novios se colocan de rodillas en el suelo y sobre una gran estera, con las manos juntas en posición de oración y siempre mirando a los ojos de cada uno de sus familiares. Aunque, también se ha constatado que otros novios acercan el oído a la boca de sus mayores, manteniéndose cabizbajos y siempre asintiendo con la cabeza. Cada novio se demora entre dos y cuatro minutos por familiar, haciendo de estos momentos, verdaderos recuerdos y enseñanzas para la vida. Durante este ritual, los familiares expresan frases como: “la pareja es unión hasta la muerte”; “vivan bien y felices”; “no hagan quedar mal a la familia”; “tengan respeto entre ustedes”; “ahora serán uno solo”; “el matrimonio es un compromiso para toda la vida”, “tienen que quererse, respetarse y cuidarse uno al otro”; “van a venir muchos problemas que se deben afrontar con sabiduría”, entre otros. De manera especial, la madre dice a su hija: “hasta aquí he sido tu madre, ahora te dejo en manos de tu amado”, “Dios bendícela”. Asimismo, el novio escucha de su suegro el siguiente consejo: “coman o no coman, estén siempre juntos…estando soltero estabas solo, ahora estarás junto a tu esposa”; “siempre saluda a tus padres”, etc. A continuación, algunas imágenes de los instantes en que Sairy Zambrano y Elizabeth Espinosa recibían la bendición de sus familiares. Después de las bendiciones, los familiares de la novia ofrecen la comida tradicional, que consiste en una colada de maíz con papas, mote y carne de res. Y, siempre acompañada de la chicha de jora, más conocida como la bebida sagrada de los andes. Una vez que concluye la comida, algunos familiares de la novia proceden a entregar una pequeña porción de pan y plátanos a cada asistente, de los propios alimentos que fueron obsequiados por los padres del novio, constituyéndose en una forma de invitación a la ceremonia religiosa y posteriores rituales. Esto significa, que aquellas personas que recibieron esta porción de alimentos, deberán devolver el doble, el triple o, al menos, la misma cantidad, según el principio de la reciprocidad andina. Tras la entrega de la porción de los alimentos a los invitados, que asegura su presencia en los eventos posteriores, tanto los novios como sus padres invitan a los familiares, amigos y vecinos para que bailen y disfruten de esta gran fiesta de compromiso matrimonial hasta la madrugada. Para ello, la banda de músicos interpreta un gran repertorio de música tradicional correspondiente al pueblo kichwa, Y, casi siempre, al ritmo de fandango, sanjuanito, saltashpa, capishka y /o cachullapi.

> Anita Conejo bendiciendo a su hija Elizabeth Espinosa. Foto: Nhora Benítez. > René Zambrano bendiciendo a su hijo Sairy. Foto: Nhora Benítez.

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Al día siguiente, los novios y sus padres empiezan a planificar las fechas para el cumplimiento de las actividades y rituales posteriores, en el marco del matrimonio tradicional kichwa. Por tanto, ellos preverán la entregan de la boda (carta de compromiso) o budata kushka19 , tanto para la búsqueda de los padrinos, como para asegurar la presencia de los distintos personajes o miembros que integrarán el comité organizador (tayta alcalde, ñawpador, tayta y mama servicios, roperos, estanqueros, músicos, cocineras, etc.) del matrimonio tradicional. Aunque, en los últimos años, estos > Los novios en el momento de la comida. Foto: Nhora Benítez.

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19. Es la porción del mediano que representa cual carta o tarjeta de invitación para el matrimonio eclesiástico.


personajes tradicionales han ido perdiendo valor, sobre todo en el área, en donde son reemplazados por los familiares de los novios. Por otra parte, también es importante destacar que, después del pedido de la mano, algunas parejas deciden convivir entre seis meses y tres años, antes de celebrar el matrimonio religioso, debido a los grandes gastos que implica el festejo de acuerdo a la tradición indígena. Pero también, esta convivencia se la realizaría como una forma de prueba matrimonial por parte del hombre, para asegurarse que se encuentra unido a una mujer trabajadora y buena madre. Por lo que es común que, durante la ceremonia religiosa, también se efectúe el bautizo de los hijos que hubieren procreado hasta ese entonces. •

> Los músicos en el momento de la comida. Foto: Nhora Benítez.

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V. Prueba matrimonial (convivencia) Sirviñakuy 83

> Joven indígena otavaleña. Foto: John Bautista


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> Joven indĂ­gena otavaleĂąa. Foto: John Bautista


L

A CONVIVENCIA O EL AMAÑAMIENTO EN los pueblos andinos antes del matrimonio civil y religioso, no es solo una cuestión moderna, sino también ancestral, ya que se remonta a la época prehispánica. Así lo confirman Pazmiño (2013) y Hurtado (s.f), quienes además concuerdan que en el Ecuador, esta práctica ha sido más conocida como sirviñakuy, en el Perú como servinacuy o rimayucuy y en Bolivia como sirvinacu o tantanacu. En cualquier caso, éste término combina un prefijo castellano y un sufijo kichwa; es decir, [sirvi] que proviene del verbo servir y nakuy que denota reciprocidad. Por lo tanto, para Pazmiño (2013), este periodo marital que precede al rito católico, es claramente una prueba matrimonial que ha pervivido en el territorio kichwa de Imbabura, desde la conquista incaica. Por su parte, Fayanas (2017, parr.5) refiriéndose a la prueba matrimonial que mantenía la civilización incaica, dice: «En el mundo inca existía el matrimonio “servinacuy”, que era el matrimonio a prueba. La pareja convivía durante un tiempo y si este era positivo confirmaban la unión. En este periodo se practicaba el sexo sin ninguna cortapisa e incluso se podía tener hijos. Si el servinacuy acababa con ruptura, estos hijos eran aceptados y se iban con su madre de regreso a su hogar matern». Al parecer, las ventajas que se atribuían al servinakuy en el Cuzco eran diversas; entre ellas permitía valorar la compatibilidad sexual de la pareja; los padres del varón vigilaban cuidadosamente la introducción de una joven a una casta desconocida; creaba una nueva relación de parentesco; facilitaba la transición de la adolescencia a la madurez. Y por último, permitía reunir el dinero necesario para la celebración de la boda (Vega, 2002). 85


Tras la conquista y colonización española, esta forma de convivencia no habría agradado a la Iglesia y tampoco al Estado español. Por tanto, la descalificaron y prohibieron, considerándola una forma de concubinato y pecado que merecía castigo divino (Echeandía & González, 2014). Aun así, esta práctica ha superado las barreras del tiempo y ha cobrado sentido dentro de las tramas sociales, económicas y normativas de los pueblos andinos, al menos, es lo que se ha constatado en el pueblo kichwa Otavalo. De ahí que, si el pedido de la mano o “makita mañay” se realiza en junio, entonces, la convivencia prematrimonial en la casa del novio, podría durar algunos meses o años, hasta la ceremonia católica. Durante este tiempo, tanto el hombre como la mujer demuestran sus habilidades para el trabajo cotidiano, que son vigiladas y aprobadas por sus respectivos consuegros. Si el hombre vive en la zona rural, entonces demostrará que trabaja la tierra; carda y tiñe la lana; elabora prendas de lana, teje ponchos, sacos, bufandas y chalinas; amarra la yunta, etc. Mientras que la mujer muele la chuchuka20, el morocho o el trigo; prepara la comida y bebida tradicional; lava la ropa y la lana; cose y borda las blusas, etc. Y si viven en la ciudad, usualmente, deberán tener conocimientos y habilidades para la producción y comercialización artesanal. De acuerdo a Lima (2018), en la zona rural, durante esta etapa de convivencia, la primera comida que prepara la novia a sus suegros consiste en un delicioso sambo (calabaza) de dulce o de sal, cocinado con harina de maíz (punkichitu21), al igual que prepara el tradicional ají de piedra y el tostado yanga22. Entonces, si la primera comida es de buen sabor, la nuera llegará a ser considerada wawalla [guagualla] o hijita. Y en adelante, la novia llamará a su suegra como mama María y a su suegro como taita Manuel, siempre con respeto y cariño. Actualmente, la convivencia en el territorio kichwa es usual, aunque, la mayoría de parejas lo haría hasta reunir el dinero suficiente para el festejo matrimonial o sawari puncha, más que, por la necesidad de asegurarse si encontraron o no a la persona adecuada, como era en el pasado. Es importante aclarar, que no todas las parejas kichwas optan por la convivencia, varias de ellas prefieren un matrimonio sencillo, aunque tengan que prescindir de algunos de los rituales, familiares y amigos, antes que vivir sin 20. Variedad de maíz, es cosido cuando ha dejado de ser tierno e ingresa en el proceso de maduración. Posteriormente es disecado en el sol, hasta que alcance consistencia. Su preparación, consiste en ser triturado de forma manual en metates entre la mama rumi y la wawa rumi 21. /Punkichitu/ [pungichidu]: la palabra entre corchetes se refiere a la pronunciación o fonética (sonido kichwa), se traduce como harina tostada con amor. 22. Es el maíz tostado en tiesto, sin aceite o grasa, más conocido como “tostado seco o flaco”.

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la bendición de Dios. Y, por otra parte, el sirviñakuy entendido como el preludio al matrimonio cristiano, no siempre es autorizado por los padres de la novia, por ser considerado un pecado. De hecho, el entrevistado Guaján (2018) de Cotacachi manifiesta que antes del matrimonio eclesiástico, él y su pareja convivieron aproximadamente ocho años. Esta realidad se debería a los insuficientes recursos económicos que poseían al inicio de su relación. Y que eran necesarios para solventar los gastos que conlleva el matrimonio indígena tradicional. A continuación, se presenta la letra de la canción “Sirviñaco” o “Sirviñakuy”, considerada como una de las creaciones artísticas populares más representativas de la zona andina en relación a la prueba matrimonial. En Chile, esta canción es interpretada por el grupo “Inti Illimani” y en el Perú, por la cantante Killary. “Sirviñaco” (Letra: Jaime Dávalos / Música: Eduardo Falú) «Yo thei dicho nos casimos/ vos diciendo que tal vez; sería bueno que probimos/m›a ver eso qué tal es. Te propongo sirvinaco/si tus tatas dan lugar p›a l›alzada del tabaco/vámonos a trabajar. T›hei comprarollita nueva/en la feria ‹e Sumalao, es cuestión de hacer la prueba/de vivirnos amañaos. Y si tus tatas se enteran/ya tendrán consolación, que todas las cosas tienen/con el tiempo la ocasión. Y si Dios nos da un changuito/a mí no me ha de faltar voluntad pa andar juntitos/ni valor p›a trabajar. Te propongo como seña/pa› saber si me querís cuando vas a juntar leña/sílbame como perdiz» La letra de esta canción está escrita en un castellano que imita de forma bastante verosímil la variante regional hablada en el noroeste argentino. De hecho, Civallero (2011: 2) , dice: «La mención del pueblo Sumalao hace suponer que la acción transcurre en la provincia de Catamarca, siendo allí la cosecha del tabaco una de las actividades agrícolas que, junto a la caña de azúcar, da trabajo a los habitantes de comunidades campesinas». Lo expuesto hace suponer que el sirviñakuy ha prevalecido en el territorio andino de forma secular y siempre dentro de una sociedad patriarcal. De tal forma, que ha privilegiado las uniones conyugales con mujeres que demuestran ser buenas esposas, madres y trabajadoras. Y, en su conjunto, cada uno de los elementos que conforman la unidad familiar andina, tienen y cumplen un rol trascendente y por lo tanto vital para la existencia del núcleo familiar extendido e indígena. •

> Los novios Daniel Guaján y Viviana Sánchez convivieron durante ocho años, antes de su matrimonio. En la foto, firmando el acta de su matrimonio religioso. Foto: Nhora Benítez.

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VI. Comité organizador del sawari Sawari tantanakuy pushakkuna

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> Joven indígena otavaleña. Foto: John Bautista


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> Joven indĂ­gena otavaleĂąa. Foto: John Bautista


E

N EL TERRITORIO KICHWA, ES COMÚN QUE aquellas parejas que no han convivido previamente, empiecen a organizar su matrimonio civil y eclesiástico a los pocos días de haber cumplido con el ritual del pedido de la mano o makita mañay. Del mismo modo, las parejas que testimonian la convivencia premarital, una vez que han ahorrado los recursos económicos necesarios para la celebración de su matrimonio, también empiezan con la planificación de los ritos y/o ceremonias que implica la tradición kichwa. En cualquier caso, los novios se reúnen con sus padres y familiares más cercanos para decidir los nombres de las personas que les acompañarán en calidad de padrinos y para empezar con la búsqueda de los personajes o miembros que integrarán el comité organizador del matrimonio tradicional o sawarikuna. Tiempo atrás, la mayoría de las parejas preveía la presencia y asistencia de: un tayta alcalde, una pareja de ñawpadores, una pareja de servicios (tayta y mama), una pareja de roperos, uno o más estanqueros, un grupo de música y/o un maestro arpista, etc. Sin embargo, en la actualidad, los novios prescinden de algunos de estos personajes, debido, no solo a la influencia mestiza, sino también, por desconocimiento y por voluntad propia. De ahí que, cada vez, más parejas indígenas y dependiendo de su tradición religiosa, siguen incorporando al proceso matrimonial, a: organizadores de eventos (amigos, familiares o empresas), una corte de honor, una pareja de niños pajes, fotógrafos, coreógrafos, grupos de música (no siempre tradicionales), etc. Del mis-

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mo modo, algunas familias prefieren contratar un salón de eventos por un solo día, que será utilizado para la recepción de los invitados, después del matrimonio religioso. Con lo cual, se excluyen algunos de los rituales y prácticas tradicionales o, simplemente, ya no se realizan. Evidentemente, a lo largo de los últimos años, tanto los personajes, como los saberes y prácticas tradicionales vinculadas al matrimonio se han ido perdiendo, sobre todo en el área urbana. En tanto que, en las zonas rurales, es común que buena parte de las parejas kichwas sigan revitalizando este gran legado ritual. Aunque no siempre encuentran a todos los personajes que conozcan y contribuyan a la organización de todo el proceso ritual. Entre ellos: el tayta alcalde, el angelito, roperos, maestros arpistas, etc. Pero, también es cierto que, otros personajes como los ñawpadores y servicios (tayta y mama) han cobrado gran valor e, incluso, han asumido las funciones que anteriormente eran desarrolladas exclusivamente por el tayta alcalde. En las páginas siguientes, se describen las funciones de los personajes (portadores de los saberes tradicionales) que integran el comité organizador de un matrimonio tradicional kichwa. Al igual que se exponen algunos testimonios de quienes han desempeñado o siguen desempeñando estos roles profundamente sincretizados. Tayta Alcalde Tradicionalmente, los pobladores kichwas de los cantones de Otavalo, Cotacachi y Antonio Ante (San Roque) de Imbabura, han reconocido al “Tayta Alcalde”, como una de las autoridades espirituales más importantes de sus comunidades. Este nombramiento simbólico se otorgaría a aquellas personas que han realizado aportes significativos por el bienestar de los comuneros. Para Pazmiño (2013: 121), el tayta alcalde, “no tiene ningún parecido con la autoridad civil o cantonal legal constituida”. No obstante, algunas comunidades del cantón Cotacachi, han reconocido y valorado a este personaje como una autoridad superior al presidente del Cabildo, aunque ya no se encuentra vigente. Las funciones de un tayta alcalde, no solo han estado orientadas a la intermediación y a la consagración ritual de las uniones matrimoniales, sino también a las demás celebraciones y/o ritos vinculados al ciclo vital de los comuneros. Además, siempre ha sido el protagonista principal en la resolución de los problemas

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relacionados con la tenencia de la tierra, el agua y la aplicación de la justicia indígena. Sin embargo, a través del tiempo su quehacer ha ido perdiendo importancia en algunas comunidades, por lo que esta figura se encuentra en proceso de extinción. Hace más de tres décadas, los padres del novio gestionaban de forma obligatoria el acompañamiento del tayta alcalde” para todo el proceso matrimonial; es decir, desde el aviso verbal o shimishitachi, hasta el último día de fiesta. Por tanto, este personaje se convertía en el principal coordinador del matrimonio, según la tradición kichwa. De ahí que el control del tiempo y las actividades, así como de la imposición de las sanciones estaban a cargo de él. Los familiares no siempre pagaban con dinero el trabajo desarrollado por este personaje; a veces, lo hacían con uno o más medianos de comida y bebida. A decir de los entrevistados (Lima, 2018), Chico (2018) y Cajas (2018), las funciones específicas de un tayta alcalde tiempo atrás, eran las siguientes: 1. Intermediación en la realización del aviso verbal o shimishitachi. 2. Cuidado de los alimentos y bebidas durante las diferentes ceremonias o rituales. 3. Intermediación en la realización del pedido del mano o maki mañay. 4. Consagración del matrimonio simbólico, más conocido como palabray (pasar el rosario), cuyo ritual se desarrollaba de manera paralela al matrimonio civil y religioso. Aunque, esta ceremonia también era cumplida por un tayta rezador (conocimientos de catequesis). 5. Realización del ritual de iniciación o sirichina. 6. Evitar el escape de los novios durante la primera noche. 7. Cumplimiento del ritual denominado hatarichina. 8. Impedir el robo de la novia en el trayecto que conducía hasta el lugar en donde se cumplía con el lavado de la cara o ñawi mayllay. 9. Celebración del ñawi mayllay. 10. Mantener la paz y armonía a lo largo de la celebración del matrimonio. 11. Imposición de sanciones. 12. Mediación en la resolución de conflictos. En la actualidad, algunas de estas funciones también han sido asumidas por el Tayta servicio en el cantón Otavalo y por los ñawpadores en Cotacachi, ya que en el territorio kichwa, cada vez

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existen menos personas que se desempeñen como taytas alcaldes (autoridades simbólicas). Es más, en el caso de Cotacachi, los ñawpadores, a veces solicitan la asistencia de vecinos o familiares como taytas alcaldes para que asistan en dos rituales matrimoniales (levantar a los novios y lavado de la cara), aunque no siempre tienen experiencia. A continuación, los testimonios de algunas personas que se han desempeñado como taytas alcaldes del pueblo kichwa de Otavalo y Cotacachi. Alfonso Quilumbaquí Vinueza

> Alfonso Quilumbaquí Vinueza

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Agricultor y albañil de 56 años de edad, oriundo de la comunidad de Santa Bárbara (Cotacachi) y padre de cinco hijos (Ernesto, César, Blanca, José y Saywa Quilumbaquí Muenala). Desde muy joven, aprendió sobre las funciones que compete a un tayta alcalde, especialmente, cuando acompañaba a su padre en las diferentes celebraciones familiares de la comunidad. De ahí que, en las dos últimas décadas, su familiares, amigos y vecinos han solicitado sus servicios como tayta alcalde, convirtiéndose en uno de los principales portadores de los saberes tradicionales del cantón Cotacachi. Alfonso comenta que hasta la presente fecha, no ha negado sus servicios como tayta alcalde a ningún familiar, amigo o vecino. En el momento que acepta esta gran responsabilidad, los solicitantes le entregan una canasta o taza repleta de pan y plátanos, como símbolo de compromiso y gratitud anticipada. Asimismo, durante la fiesta, los padrinos también le entregan un mediano de pollo, cuy y papas, como expresión de agradecimiento por el trabajo realizado. El entrevistado resalta que, en cuanto acepta el cargo como tayta alcalde, inmediatamente busca a un segundo alcalde, quien a su vez escoge a un tercer alcalde y en algunas ocasiones, éste elige a un cuarto alcalde. Evidentemente, los demás alcaldes se convierten en sus ayudantes, sobre todo, si se trata del lavado de la cara o ñawi mayllay. Todos ellos, vigilan en todo momento para que nadie incomode o robe a la novia, sobre todo, en el trayecto que les conduce hasta la vertiente o lugar que se ha dispuesto para el lavado de la cara o ñawi mayllay. Alfonso recuerda que, en la época de sus abuelos, los taytas alcaldes vestían con el atuendo tradicional y característico de cada comunidad. En general, el hombre utilizaba pantalón y


camisa de color blanco, un par de alpargatas negras, un poncho azul de doble faz, cuyo traje se complementaba con un sombrero de color blanco o negro. No obstante, en la actualidad, él viste con ropa mestiza, aduciendo que es mucho más cómoda. De hecho, dice, “el poncho es incómodo al momento de cuidar a los novios”. El tayta alcalde también declara que las costumbres indígenas se encuentran en riesgo de pérdida, debido a la gran influencia mestiza y a la globalización tecnológica. Tal es el caso, que ninguno de sus hijos se ha interesado por los conocimientos y las prácticas que él realiza en los matrimonios tradicionales. Marcelo Peña Tocagón Agricultor, tayta alcalde y ñawpador de 68 años de edad, oriundo de la comunidad de Tocagón (Otavalo), casado con Doña María Tocagón Espinoza, con quien procreó siete hijos. Don Marcelo se ha desempeñado como el tayta principal o el líder de la comunidad por al menos 40 años, en cuyo tiempo, se ha ganado el respeto, admiración y consideración de toda su gente. Por tanto, desde sus 20 años, no solo ha contribuido a la solución de los problemas más emergentes de su sector, sino también, ha asistido como mediador durante el pedido de la mano, previa la petición de los padres del novio. Desde luego, con el tiempo, la figura del tayta alcalde se ha ido perdiendo, debido a la aparición de los cabildos, quienes han asumido la gestión local, incluyendo las festividades locales. Aunque sus dirigentes no se han involucrado en el desarrollo de las celebraciones y acontecimientos familiares, tal como lo hacían los tayta alcaldes, tiempo atrás. Por tal motivo, en la actualidad, Marcelo es requerido como ñawpador, más que como tayta alcalde; es decir, como coordinador del proceso ritual del matrimonio indígena. De ahí que, sus funciones inician con el shimishitachi (aviso verbal) y, posteriormente, con el pedido de la mano o maki mañay. Durante este ritual, habla con los padres de la novia, hasta que acepten el pedido de matrimonio. Luego, ofrece consejos a los novios, quienes permanecen de rodillas y con las manos juntas en posición de oración. De forma simultánea, también coloca en el cuello de cada prometido, un rosario elaborado con wallkas y casi siempre de color coral. En adelante, tayta Marcelo asume la planificación de las demás actividades rituales en el marco de la tradición indígena.

> Marcelo Peña Tocagón.

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Para ello, siempre cuenta con personas que gozan de su confianza, quienes integran parte del comité organizador. En todo caso, su involucramiento dependerá de los intereses y expectativas de las familias que han solicitado sus servicios. Y, al igual que la mayoría de los portadores de los saberes tradicionales, él también viste su traje tradicional de forma impecable y con gran orgullo. Del mismo modo, sus servicios son retribuidos con medianos y a veces también con dinero, aunque sus gastos y esfuerzos son mayores. Don Marcelo siente cierta nostalgia por la pérdida del legado cultural de sus antepasados y, considera que las nuevas generaciones, no se sienten interesadas por continuar con las tradiciones del pueblo Otavalo. Luis Humberto Cajas Pillajo Agricultor, tejedor y comerciante de 62 años de edad, oriundo de la parroquia San Juan de Ilumán (Otavalo) y padre de seis hijos (Elvia, Laura, Luis, William, Olga y Fausto Cajas Lema). Don Luis aprendió esta práctica tradicional de su abuelos paterno y materno, quienes también se habrían desempeñado como taytas alcaldes. Aunque, apenas hace cuatro años, la comunidad le habría encargado la prestación de los servicios como Tayta Alcalde, debido a sus evidentes principios, valores, capacidad de trabajo y gran responsabilidad en la crianza de sus hijos. Don Luis cumple principalmente el rol de intermediario durante la ceremonia del maki mañay. Para ello, en todas las ocasiones viste de forma impecable, utilizando un poncho de color azul, un sombrero negro, una camisa y pantalón de color blanco. También manifiesta que, en algunas ocasiones, sus servicios son pagados con medianos y en otras, únicamente recibe el agradecimiento de los novios y familiares directos. Por lo que expresa “Me siento cansado, pero conforme, porque ayudo a las personas para que se casen bien”. El entrevistado considera que la mayoría de las parejas actuales están olvidando los rituales de los abuelos, ya que se están casando como los mestizos y en algunos casos, prefieren la convivencia, sin obtener la bendición de Dios y de los familiares. > Luis Humberto Cajas Pillajo

Galo Aníbal Muenala Gramal

> Galo Aníbal Muenala Gramal, a la izquierda.

Habitante de la comunidad de Cotama (Otavalo), de 53 años

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de edad, aprendió sobre las funciones que cumple un tayta alcalde, al observar a los portadores de los saberes tradicionales durante el sawarikuna. Por ello, desde hace una década, sus actividades cotidianas, también las complementa con la función de tayta alcalde. Don Galo se desempeña como intermediario en el ritual del maki mañay. Para ello, utiliza un sombrero negro; poncho azul marino; alpargatas, pantalón y camisa de color blanco. Asimismo, él comenta que sus servicios son retribuidos con comida y bebida por parte de los familiares de los novios y padrinos. El entrevistado explica que, en las dos últimas décadas se han suprimido tanto los rituales andinos y católicos, como el número de días para el festejo de la unión conyugal, sobre todo en las zonas urbanas. Este hecho se debería a la influencia mestiza y a los altos costos que demanda el matrimonio, según la tradición indígena. Mario Segundo Díaz Tuntaquimba Médico ancestral de 64 años de edad, vive en el barrio Imbaquí de la parroquia San Juan de Ilumán (Otavalo), casado con Doña Rosa Elena Terán Cabascango, con quien procreó ocho hijos (Luis Alfonso, Roberto Carlos, María Belén, María Elizabeth, Mónica Elizabeth, Mario Alberto, Henry Gustavo y María Viviana). Don Mario se desempeña como tayta alcalde de su comunidad, desde hace 35 años. A lo largo de estos años, los comuneros han solicitado sus servicios para la realización del lavado de la cara o ñawi mayllay. Para ello, casi siempre ha contado con el apoyo de tres o cuatro ayudantes, con quienes corta y prepara los carrizos o sukus, que son utilizados para brindar el puro o aguardiente a las parejas, después del ritual. Durante este ritual, Don Mario viste con una camisa y un pantalón de color blanco, poncho azul, sombrero negro o azul y alpargatas negras o blancas. Él dice que a cambio de su trabajo, no solicita dinero, sino que recibe el agradecimiento y una porción de alimentos. Al igual que los demás portadores de los saberes tradicionales kichwas, él también se siente complacido por continuar practicando las tradiciones de sus abuelos. No obstante, considera que las mismas se han ido perdiendo, sobre todo en las dos últimas décadas. Al parecer, ya no existe el mismo rigor que antes en el

> Mario Segundo Díaz Tuntaquimba

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desarrollo de este ritual. Pues, en la actualidad, la mayoría de las parejas utilizan una lavacara, más no una fuente natural de agua (río, riachuelo, cascada, vertiente, etc.). Por otra parte, en algunas comunidades, no recuerdan o no conocen el orden o el protocolo tradicional que se debe seguir en este ritual. Y de forma categórica, Don Mario afirma que las nuevas generaciones deben ser más responsables con la salvaguardia de su legado cultural. Ñawpadores

> Los ñawpadores Pedro Guandinango y Etelvina Vinueza (esposos) liderando el cortejo que se dirige a la iglesia matriz de Cotacachi, para la celebración del matrimonio MoralesArotingo. Foto: Alberto Lima. > Los ñawpadores Luis Morán y María Guillermina García liderando el cortejo matrimonial de los novios Apauki Flores y Cristina Morán. Foto: Alberto Lima.

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Los ñawpadores son una pareja de esposos que caminan adelante del cortejo matrimonial, controlando el conjunto de actividades que implica cada rito. Por ello, son reconocidos como los coordinadores principales del proceso matrimonial kichwa, previa la petición de los padrinos o de los padres de los novios. Ellos son elegidos por constituirse en ciudadanos respetables, ejemplares y, en algunos casos, también por su buena posición económica. En general, los ñawpadores experimentados planifican minuciosamente y de forma conjunta (familiares directos de los novios) todas las actividades que se cumplirán durante los días de fiesta y en función del presupuesto disponible. Pues se convierten en los asesores de los novios, padrinos y padres, aunque, en algunas comunidades del cantón Otavalo, este rol también es cumplido por el tayta servicio. Además, su participación, no sólo requiere el sacrificio de tiempo, sino también de dinero, ya que asumen la contratación de un maestro arpista para dos días de fiesta, estimado en 250 dólares; obsequian un traje nuevo para cada novio, gastando un promedio de 650 dólares; entregan medianos de comida a los taytas alcaldes (cuatro) que participarán durante el hatarichina y el ñawi mayllay, valorados en 120 dólares; al igual que entregan medianos de comida o canastas de frutas a la pareja de roperos que se responsabilizarán de la ropa de los novios, estimados en 60 dólares, y compran todos los elementos (pétalos de rosas, esencias, rosarios, lavacara, etc.) para la realización del lavado de la cara o ñawi mayllay, con un egreso de 20 dólares. En promedio, estos personajes gastan 1.100 dólares americanos, un poco menos que los padrinos. Por otra parte, estos personajes, siempre están dispuestos a ofrecer sus consejos para que la pareja goce una vida matrimonial estable. De hecho, ellos tienen un protagonismo similar al que poseían los taytas alcaldes (autoridades simbólicas comunitarias)


en el pasado del pueblo kichwa de Otavalo, Cotacachi y Antonio Ante (San Roque). Y en los últimos años, han demostrado una gran versatilidad para adaptarse a las tendencias modernas y a las exigencias las familias beneficiarias, aunque, ello implique la pérdida progresiva de la tradición kichwa. La mayoría de ñawpadores testimonian que únicamente se limitan a aceptar, la coordinación de los compromisos matrimoniales de algunos familiares y ahijados, debido a los altos gastos que demanda esta función tradicional. De hecho, una buena parte de los matrimonios urbanos y rurales, ya no consiguen la participación de estos personajes, por lo que prefieren designar a algún familiar o amigo como coordinador principal de la boda. En adelante, los testimonios de algunos ñawpadores del pueblo kichwa de Otavalo y Cotacachi. Ilario Gualacata Conserje de la Unidad Educativa José Pedro Maldonado Duque, de 62 años de edad, habitante de la comunidad de Tocagón (Otavalo) y padre tres hijas (Teresa, Luz María y Diana Zaily). Aprendió sobre las funciones que realiza un ñawpador desde su niñez, sobre todo, cuando observaba al único tayta ñawpador de la comunidad, quien coordinaba la mayoría de los matrimonios de su familia por voluntad de su abuela. Pero, él empezó a ejercer como tal, desde los 25 años de edad. No obstante, habría abandonado esta función hace pocos años, debido a situaciones familiares. Don Ilario manifiesta que los padres de los novios de Tocagón, casi siempre le solicitaban que lidere la petición de la mano o maki mañay, aunque en el pasado, esta función era exclusiva del tayta alcalde y en el presente, también la realiza un tayta servicio. Es decir, hay funciones rituales que se fusionan porque la circunstancia eventualmente así lo demanda. Sin embargo, el entrevistado aceptaba dicha solicitud con gran agrado. Durante este ritual, él recuerda que expresaba las siguientes palabras: “Este señor me está mandando para pedir la mano de tu hija para que se casen”. Asímismo, explica que la petición de la mano no es una tarea fácil, ya que los padres de la novia no siempre aceptan la unión matrimonial durante la primera visita. De ahí que, en algunos casos, los familiares del novio deciden insistir y/o “rogar”, una y otra vez, hasta que la respuesta sea favorable. A decir de Don Ilario, en ciertas ocasiones, estas peticiones se extendían durante

> Ilario Gualacata

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todo un año y en cada visita, siempre tenían que mejorar el gasto. En sus inicios como ñawpador, Don Ilario recuerda que, una vez que aceptaba la responsabilidad como coordinador de la boda, los padres del novio le entregaban un mediano como símbolo de agradecimiento y compromiso. Del mismo modo, al concluir con sus obligaciones, tanto los padres, como los padrinos de los novios reiteraban su agradecimiento a través de la entrega de alimentos, principalmente de frutas y pan, en el marco de la reciprocidad andina. Después un tiempo, además de recibir los medianos, también cobraba 50 dólares por tres días de trabajo, al parecer, siempre menos que algunos de sus compañeros, quienes cobraban 100 dólares. A decir de Don Ilario, algunas parejas todavía se casan a través de tres ceremonias; es decir, el matrimonio simbólico o sawarichina, el civil y el eclesiástico. Y, en relación a la primera ceremonia, dice: «Ahí, el ñawpador debe llevar flores de romero y claveles que son puestas sobre una mesita en forma de cruz. Encima también se pone una bandeja o plato con los anillos y los relicarios. Luego se enciende dos velas y se aconseja como es de vivir para que nunca se aparten. Ellos deben permanecer unidos hasta la muerte…» Por otra parte, también concuerda con los demás entrevistados, al afirmar que las tradiciones de su pueblo han ido perdiendo valor, sobre todo en las áreas urbanas. Sin embargo, él siempre ha sentido gran complacencia cumpliendo las funciones como ñawpador. Más aún, en tiempos pasados, cuando las personas valoraban y respetaban su trabajo. Desde hace seis años, Don Ilario abandonó esta tradición, debido, no solo a la desvalorización de su trabajo por parte de las personas, sino también por las afecciones causadas a su salud. En este último caso, relata que casi todos los fines de semana tenía que trasnochar consumiendo aguardiente y chicha, lo que provocaba dificultades en sus actividades cotidianas. Luis Alfonso Oyagata Burga > Los ñawpadores Renán Estrada y Nelly Flores liderando el cortejo matrimonial de los novios Ramiro Perugachi de la comunidad de Tunibamba y Blanca Vinueza de la comunidad de Topo Grande. Matrimonio celebrado el 28 de abril de 2018. Foto: Alberto Lima.

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Dirigente y jornalero de 53 años de edad, nacido en la comunidad de Quinchuquí (Otavalo), casado con Doña Rosa Elena Burga Perugachi, con quien procreó nueve hijos (Darwin, Franklin, Jenny, Verónica, Blanca, Sisa, Inti, Luis y Tupack Oyagata Aguilar). Desde que era un niño, acompañaba a su padre (ñawpador) en las distintas celebraciones matrimoniales, para cuidar de sus perte-


nencias, quien a su vez, también había aprendido de su padre. Por esta razón, desde hace tres años, Don Luis Alfonso se ha dedicado a cumplir las funciones como tayta ñawpador, principalmente, por pedido de su padre. De esta manera, él está garantizando la continuidad de esta tradición, que ha sido heredada de sus abuelos. Don Luis manifiesta que, una vez que ha aceptado la prestación de sus servicios como ñawpador o coordinador de una unión conyugal, enseguida se pone a las órdenes de los padrinos y de los padres de los novios para planificar las diferentes actividades en el marco de la tradición indígena. Es así que, a lo largo de las diferentes ceremonias, él viste con su mejor atuendo tradicional y por supuesto, siempre lleva su cabello perfectamente peinado y trenzado. A cambio de su trabajo, el tayta ñawpador recibe los medianos y, de manera especial, aquello que no se compra ni se vende, pero es aquello que simbólicamente se pondera mediante la profunda e irremplazable gratitud de las familias involucradas. De este modo, a través de sus servicios, estaría cumpliendo con los principios de la solidaridad y la reciprocidad, de acuerdo a la cosmovisión andina. Evidentemente, el entrevistado atesora las enseñanzas y recuerdos que le legaron sus antecesores (padre y abuelo). De ahí que, expresa su total compromiso para inculcar esta tradición, al menos, a uno de sus hijos. Pedro Alfonso Tituaña Vásquez Habitante de San Juan de Ilumán (Otavalo), de 50 años de edad, padre de tres hijos. Él aprendió las funciones de un ñawpador, tanto de su abuelo, como de su padre, mientras les acompañaba a las celebraciones matrimoniales, en calidad de ayudante. Por ello, no ha dudado en aceptar dicha petición a la edad de 47 años, sobre todo, por salvaguardar esta práctica tradicional de su familia. Don Pedro relata que, durante los matrimonios indígenas de su comunidad y parroquia, él siempre asume la planificación y ejecución de las diferentes actividades en conjunto con los novios y sus familiares directos. Además, se convierte en el principal asesor de los padrinos, a lo largo de todo el proceso matrimonial. Para ello, viste de forma impecable, con camisa, pantalón y alpargatas de color blanco, sombrero beige y poncho de color azul

> Luis Alfonso Oyagata Burga

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> El ñawpador Jorge Arotingo caminando junto a los padrinos de los novios Karina Perugachi y Daniel Conejo (Peguche-Otavalo). Matrimonio celebrado el 23 de septiembre de 2017. Foto: Alberto Lima.

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doblado sobre los hombros. Asimismo, insiste que su imagen se complementa con una “trenza bien hecha”, que simboliza la identidad de su pueblo. El entrevistado asegura que no solicita ningún valor monetario a cambio de sus servicios como ñawpador, sino que recibe “la voluntad de los novios”, expresada comúnmente en la entrega de alimentos y bebidas (mediano). Sin embargo, se encuentra profundamente preocupado por la evidente pérdida de las tradiciones de los taitas y mamas por parte de las nuevas generaciones. Por ello, recomienda que tanto los padres, como los abuelos relaten y enseñen a los jóvenes acerca de las tradiciones identitarias del pueblo kichwa Otavalo.


María Etelvina Vinueza Vinueza Ama de casa, emprendedora turística, agricultora y ñawpadora, oriunda de la comunidad Santa Bárbara (Cotacachi), de 48 años de edad, casada con Don José Pedro Guandinango (ñawpador), con quien procreó cinco hijos (Yuri, Alicia, Paccha, Pedro y Sayani Guandinango Vinueza). Ella y su esposo son ñawpadores desde hace 12 años. Durante la celebración matrimonial, esta pareja cumple con varias funciones; entre ellas: contratan a un maestro arpista; solicitan los servicios de una pareja de roperos; gestionan el apoyo de cuatro alcaldes para el hataricihina y ñawi llay; invitan a un tayta rezador; bendicen la ropa que utilizarán los novios; acompañan a la pareja hasta la iglesia; aconsejan a los novios, antes, durante y después de la ceremonia eclesiástica; designan a algunos familiares y amigos para que arrojen arroz, pétalos de rosas o monedas a la pareja; coordinan el baile entre los novios e invitados, desde la iglesia hasta la casa del novio; dirigen el ritual del lavado de la cara o ñawi mayllay, etc. Para cumplir con esta obligación, Doña Etelvina y su esposo utilizan la vestimenta tradicional. Comúnmente, ella lleva una larga camisa bordada a mano; dos anacos, el interno de color blanco y el externo de color blanco; un rebozo negro; un pañuelo de color rosa fuerte; un par de alpargatas negras: manillas de coral y wallkas doradas. Mientras que su esposo viste con camisa, pantalón y alpargatas de color blanco, un poncho negro, un pañuelo rosado atado en el pecho y un sombrero negro. Los ñawpadores testimonian que sus servicios no son pagados con dinero, sino con alimentos; cuya dinámica social, es propia de los pueblos andinos, donde se recrean el sistema de dones, que postulan tanto Mauss como Durkheim; cuando enfatizan los niveles de reciprocidad: dar, devolver y recibir. De hecho, una vez que ellos aceptan esta gran responsabilidad, inmediatamente, los padres de los novios entregan el tradicional “mediano”. Del mismo modo, reciben dos “medianos” adicionales durante los días de fiesta; es decir, tanto en la casa del novio, como en la casa de la novia. Pero, esta vez, los ñawpadores comparten los alimentos con los invitados. Ellos manifiestan que esta actividad es muy compleja, ya que consume tiempo, esfuerzo y dinero. Sin embargo, consideran que, mientras sus familiares y amigos sigan requiriendo su asistencia como ñawpadores, ellos continuarán cumpliendo con el legado de

> María Etelvina Vinueza

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sus antecesores. Evidentemente, se han ganado la confianza, respeto y aprecio de los miembros de su comunidad. Julio César Lema Anguaya Nacido en Calpaquí Bajo (Otavalo), de 50 años de edad y padre de dos hijos. Aprendió a ser un ñawpador por las enseñanzas y exigencias de su abuelo y aunque no le agradaba en un inicio, considera que este trabajo le ha provocado grandes satisfacciones a lo largo de las dos últimas décadas. En la actualidad, Don Julio César coordina principalmente los tipos de platos tradicionales que se ofrecerán durante los distintos días de fiesta, al igual que los lugares propicios para cada uno de los ritos y el baile. Para el efecto, siempre viste con el atuendo tradicional de su pueblo, resaltando que siempre lleva su mejor poncho. De igual modo, el entrevistado aduce que esta función la realiza exclusivamente para sus familiares y amigos, quienes retribuyen sus servicios, mediante la entrega de alimentos y en pocas ocasiones con dinero. Con una franca sonrisa, dice: “ya me siento un poco cansado de realizar lo mismo y lo mismo, pero es satisfactorio cuando salen bien las cosas y le agradecen a uno por la ayuda que se les da”. A la vez, afirma que los rituales matrimoniales ya no se cumplen con el mismo rigor que hace algunos años. Según su experiencia, las parejas kichwas prefieren un proceso matrimonial, de acuerdo a la tradición mestiza, por lo que expresa “ahora, ya no es lo mismo”. Y hasta el momento, ninguno de sus hijos ha decidido continuar con la tradición de su padre. Aunque, prefiere que ellos elijan su propio destino y que no sean obligados, como hicieron con él. Mariano Maldonado Arellano

> Julio César Lema Anguaya

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Artesano kichwahablante de 67 años de edad, oriundo de la comunidad de Cotama (Otavalo), casado con Doña Rosa Elena Quinchuqui, con quien procreó siete hijos (Segundo, Patricio, Juan, Martina, Magdalena, Edison y Yolanda). Él se ha desempeñado como tayta ñawpador de su comunidad, desde hace 37 años. Durante la celebración de la unión conyugal, Don Mariano viste con su atuendo tradicional, que consiste en su infaltable poncho, pantalones, camisas y alpargatas de color blanco; indu-


dablemente con el infaltable sombrero, cuyo objeto prendario, es el mayor referente de su identidad indígena. Además, por su trascendencia integral y responsabilidad se convierte en “la mano derecha” de los padrinos de los novios. Por tanto, controla rigurosamente el cumplimiento de todas las actividades planificadas, garantizando la mejor experiencia a las familias que han confiado en sus servicios. Así mismo, en retribución por su trabajo, el tayta ñawpador recibe una gran canasta o tathsa de papas con cuy. Aunque, considera que el matrimonio kichwa ha ido perdiendo su verdadero valor, no sólo por la influencia mestiza, sino también por los altos costos que conlleva la realización de un matrimonio tradicional. María Mercedes Viñachi Artesana y comerciante de 54 años de edad, oriunda de Peguche (Otavalo), casada con Don Francisco Tuntaquimba, con quien procreó seis hijos (Gina, Martha, Elena, Carlos, Inti y Kuri). Aprendió a ser una ñawpadora o coordinadora de los matrimonios tradicionales de su parroquia, por enseñanza e influencia de sus padres. En cada acontecimiento matrimonial, ella se convierte en la principal asesora de los novios y padrinos, procurando cumplir siempre con los rituales heredados por sus padres y abuelos. A la vez, Doña María aconseja a las parejas que vivan y mantengan una relación fortalecida en valores y apegada a las costumbres indígenas. Ella reconoce que, en los últimos años, la mayoría de los matrimonios celebrados en su comunidad y parroquia, han asimilado patrones culturales ajenos a su cultura. Pues, afirma que la aculturización se produciría, no solo como efecto de la emigración, sino también de la inmigración. Y, dice: “Por más que viajemos y conozcamos otras culturas y costumbres, no debemos olvidarnos de nuestras raíces y cada día fortalecerlas más”. Maribel Males Tabango Ama de casa, oriunda de la comunidad de Peguche, de 34 años de edad, casada con Don Luis Alfonso Lema Díaz, con quien procreó tres hijos (Amaury, Nina Samy Lema Males). Desde hace nueve años se viene desempeñando como ñawpadora de su co-

> Mariano Maldonado Arellano > María Mercedes Viñachi

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munidad, ya que goza del respeto y confianza de sus familiares, amigos y vecinos. Doña Maribel manifiesta que su función principal se concentra en el desarrollo del lavado de la cara o ñawi mayllay. Este rito estaría estructurado en cinco partes: saludo a todos los presentes, agradecimiento por la invitación, ofrecimiento de algunos consejos a la pareja para su vida conyugal, explicación del orden en el que se producirá el baño (lavado) y motivación a los presentes para que aconsejen a las parejas que participen en el ritual. Desde luego, todo ello se cumple en medio de risas y la infaltable picardía de quienes acompañan en el círculo del ritual. Para el desarrollo de esta función, ella siempre viste con el atuendo tradicional de forma impecable y con gran orgullo. Además, afirma que, aunque no recibe dinero por su trabajo, se siente muy complacida por mantener vivas las tradiciones de su pueblo. De ahí que, uno de sus compromisos de vida será enseñar estas prácticas identitarias a sus hijos. Tayta y Mama Servicio

> Maribel Males Tabango > Enrique Quilumbaquí, Miguel Cushcagua y Antonio Bonilla desempeñándose como taytas servicios en una celebración matrimonial de la comunidad de Santa Bárbara-Cotacachi (2016). Foto: Alberto Lima.

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En el cantón Cotacachi, el tayta y la mama servicio son una pareja de esposos que sirven y distribuyen la comida tradicional a todos los invitados durante el desarrollo del matrimonio tradicional o sawarikuna (Alta, 2018). Pero, en los cantones de Otavalo y Antonio Ante (parroquia de San Roque), estos personajes, no solamente distribuyen la comida, sino que lideran el pedido de la mano o maki mañay realizado por los familiares del novio, al igual que son las personas visibles en los ritos posteriores al matrimonio eclesiástico (Zambrano L. , 2018). Es decir, su protagonismo sería semejante al de los ñawpadores en algunas comunidades de Otavalo y sobre todo de Cotacachi. El personal de servicio se involucra desde el pedido de la mano hasta el último día de fiesta y siempre con la ayuda de sus hijos, sobrinos o amigos. Todos ellos, desde la víspera de cualquier ceremonia, se encargan del montaje de las mesas y sillas para no menos de 200 personas, ya sea bajo carpas (ambientes abiertos) o en espacios cerrados. Al final del festejo, también asumen el desmontaje y la limpieza del lugar, cuya tarea se atenúa ostensiblemente porque actúan todos los miembros del núcleo familiar extendido Del mismo modo, organizan los utensilios requeridos para el servicio, aunque en la actualidad prefieren aquellos de material


desechable. También, son los encargados de recibir todos los alimentos cocidos y no cocidos que llevan los familiares, amigos y vecinos para compartir entre sí. En los últimos años, este servicio no solo se retribuye con alimentos, sino también con dinero, que fluctúa entre 30 y 55 dólares diarios. A continuación, se exponen los testimonios de algunos taytas y mamas servicios pertenecientes al pueblo kichwa de Otavalo y Cotacachi. Humberto Trávez Cabascango Tejedor y comerciante de 48 años de edad, oriundo de la comunidad La Joya de Otavalo, casado con Doña Luz María Chiza, con quien procreó seis hijos (Edwin, Andrea, Jaya, Pakarina, Stalin y Ñusta Cabascango Chiza). Desde muy joven ha colaborado sirviendo la comida durante las fiestas de sus familiares, amigos y vecinos. Sin embargo, la gente ha empezado a solicitar su asistencia como tayta servicio, desde hace 12 años, aproximadamente. Para el primer día de fiesta, Don Humberto viste con su atuendo tradicional y cumple con distintas actividades; entre ellas: recibe a los invitados que llegan a la iglesia para la ceremonia religiosa; prevé el número de carpas y sillas para la recepción; garantiza la existencia de chicha en coordinación con las responsables de la cocina; controla que la comida se encuentre lista a la hora prevista; ofrece la chicha a los invitados, antes y después de servir la comida; recibe los regalos; distribuye las jabas de gaseosas y cerveza entre los invitados; sirve el pastel; recoge la jabas vacías y las reemplaza por llenas; prepara las flores; entremezcla los granos llevados por los invitados como kukabi (muyukuna chakrushpa) etc. Para el segundo y tercer día de fiesta, el tayta servicio viste con prendas occidentales, ya que le resultan más cómodas para seguir cumpliendo con actividades similares a aquellas de la primera jornada. Desde luego, si el festejo de los siguientes días continúa en el mismo lugar, entonces, Don Humberto será el primero en llegar para despertar a las cocineras, quienes prepararán el caldo de gallina para los invitados que han trasnochado y para aquellos que se integren a lo largo de la mañana. El entrevistado asegura que las funciones que realiza como tayta servicio le causa verdadero regocijo, ya que puede ayudar a familiares, amigos y vecinos en las etapas trascendentales de sus vidas. Adicionalmente, coincide con los demás entrevistados, al

> Humberto Trávez Cabascango

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afirmar que las costumbres mestizas se superponen rápidamente a las indígenas. Por supuesto, Don Humberto espera que alguno de sus hijos continúe con esta práctica tradicional del pueblo kichwa. Susana Peña Tocagón

> Susana Peña Tocagón

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Comerciante y mama servicio de 40 años, nacida en la comunidad de Tocagón (Otavalo), casada con Don José Criollo Tocagón, con quien procreó cuatro hijos (Blanca Isolina, José Jerson, Liseth Yarina y Yahir Stalin). Relata que, durante el bautizo de sus hijos, ella recibió la ayuda de algunas mujeres en calidad de mamas servicios. Por esta razón, tiempo después, ella decidió devolver el servicio a sus familiares y vecinos, cuando la requerían. Con el tiempo ganó no solo experticia, sino el reconocimiento de los miembros de su comunidad. Durante los días de fiesta, Doña Susana apoya a las cocineras; reparte la comida a los invitados; distribuye el pastel; coordina el tipo de música con la orquesta; prepara los elementos para el ritual del lavado de la cara o ñawi mayllay y resuelve cualquier dificultad que se presente durante el festejo. Para el cumplimiento de las actividades antes mencionadas, la mama servicio viste con el atuendo tradicional y además, lleva un delantal de color blanco para proteger su anaco. Los familiares directos de los novios agradecen su servicio mediante la entrega de un mediano, pero también le pagan 40 dólares por tres días de trabajo. Por su experiencia, la entrevistada afirma que las costumbres gastronómicas indígenas durante las celebraciones matrimoniales han ido cambiando considerablemente, debido a la influencia mestiza, sobre todo en las áreas urbanas. Es claro que, en las áreas urbanas, el personal de servicio ha perdido valor y protagonismo, por lo que es común que la comida sea repartida por los mismos familiares o simplemente se limitan a contratar el servicio de alimentación en un centro de eventos sociales por un solo día. Por otra parte, la mama servicio recuerda que tiempo atrás, los invitados obsequiaban medianos de comida a los novios, misma que era compartida entre todos. Actualmente, los invitados, no solo obsequian comida, sino también objetos materiales, tal como lo hacen los mestizos. Doña Susana espera que su primera hija continúe con la tradición de servicio en las diferentes celebraciones de la comunidad, principalmente en los matrimonios. Pues hasta ahora, estaría


demostrando gran interés por aprender sobre esta forma de servicio tradicional. Juliana Montalvo Agricultora y ama de casa de 62 años de edad, oriunda de la comunidad de Turuku (Cotacachi), casada con Don Segundo Bonilla, con quien procreó siete hijos (Luis Fernando Montalvo, Julio César, María Clemencia, Laura, Ana Lucía, Edison Javier y Luis David Bonilla Montalvo). Ella aprendió sobre las funciones de una mama servicio a través de la observación, en especial, cuando acompañaba a su esposo a los diferentes matrimonios y funerales, ya que él siempre se ha desempeñado como músico arpista. Así, a lo largo del último quinquenio, la gente de su comunidad, ha solicitado sus servicios como mama servicio. Para cumplir con este encargo, Doña María viste con su atuendo cotidiano y siempre demuestra buena actitud para atender a los invitados durante las comidas. Por otra parte, ella no siempre recibe dinero por sus arduas jornadas de trabajo, sino, alimentos cocidos y no cocidos, que son entregados en dos momentos. El primer momento se produce cuando Doña María acepta el encargo, pues, generalmente recibe una canasta repleta de frutas por parte de los familiares directos del novio o de la novia; el segundo momento, se presenta cuando concluye con sus obligaciones como mama servicio, en el cual, recibe parte de los alimentos que han sobrado de la fiesta. La entrevistada asegura que se siente muy orgullosa cumpliendo las funciones como mama servicio, ya que se constituye en uno de los grandes legados de sus padres y abuelos. A decir de ella, en la actualidad, el tipo de comida ha variado considerablemente en relación a aquella del pasado, tanto en los productos, como en sus formas de preparación. Tiempo atrás, los matrimonios solían desarrollarse en la época de cosechas, para garantizar cantidad y diversidad de productos. Del mismo modo, las familias de los novios solían criar una cantidad suficiente de animales menores para compartir con todos los invitados al matrimonio. De ahí que, después de la ceremonia religiosa en la casa del novio se brindaba la mazamorra (colada a base de maíz, habas o cebada) con cuy, que era servida en platos de barro y cucharas de madera. Desde luego, no podía faltar la tradicional chicha de jora que se guardaba en una malta de barro y se brindaba en un pilche23 (recipiente). Actualmente, el plato principal consiste en una

> Juana Montalvo

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importante porción de hornado o chuletas de cerdo con papas y ensalada. A la vez, consumen la chicha, pero sobre todo una gran variedad de gaseosas. La comida y bebida es servida en tarrinas, platos y vasos desechables, con excepción de las personas que se encuentran en la mesa directiva, quienes reciben platos de cerámica o de loza. Doña María teme que las tradiciones indígenas se extingan en poco tiempo. Por ello, recomienda que se impulsen actividades orientadas al rescate de los ritos vinculados al ciclo vital de manera urgente, empezando por el hogar; es decir, garantizando la transmisión oral de padres a hijos. Roperos

> Los roperos Pedro Masaquiza y Rosa Picuasi, junto a la ñawpadora María Etelvina Vinueza, vistiendo a la novia Nancy Arotingo para la ceremonia eclesiástica, celebrada el 05 de enero del 2013. Foto: Alberto Lima.

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La pareja de roperos (esposos) siempre son elegidos por los coordinadores o ñawpadores del proceso matrimonial o sawarikuna. Aunque, al igual que otros portadores de los saberes tradicionales, ellos también han ido perdiendo importancia en la mayoría de comunidades kichwas, por lo que su función también es asumida por los propios familiares. Tiempo atrás, los roperos se responsabilizaban del alquiler de la vestimenta tradicional de matrimonio, tanto para los novios, como para los padrinos (Vinueza, 2018). A saber, en el cantón Otavalo, el novio y el padrino vestían de forma similar; es decir, camisa, pantalón (calzón amplio) y alpargatas de color blanco, un sombrero de color ocre, beige o negro, además de un poncho o makana de origen azuayo con delicadas figuras precolombinas de color blanco, sobre fondo azul marino, o viceversa. Del mismo modo, la mujer y madrina también utilizaban un traje con características propias de la provincia del Azuay; es decir; una blusa bordada -lienzo- de color blanco, una falda con pliegues y adornada con flores en la parte inferior, un chal con flecos de color blanco-bordado con flores de vistosos colores - que llevaban anudado a la altura de su pecho. A la vez, complementaban su traje con un sombrero de color negro, alpargatas azules, collares o wallkas de mullos dorados, manillas o maki watanakuna doradas o de coral, anillos de plata, largos pendientes que se colocaban alrededor de la oreja y descendían hasta la altura de los hombros. Además, llevaban un rosario de color rojo, del que suspendía un 23. Recipiente cóncavo de forma circular y elaborado a partir de una pequeña calabaza, que ha sido utilizado ampliamente por los pueblos andinos para beber la tradicional chicha de jora.


crucifijo ubicado en medio de la figura del sol, como evidencia de un indiscutible sincretismo. Cabe resaltar que en el cantón Cotacachi, los roperos también alquilaban un atuendo similar para los novios y padrinos. El hombre utilizaba pantalón, camisa y alpargatas de color blanco, poncho azul de cuello tipo camisa, un pañuelo de color rosa fuerte y un sombrero negro. Por su parte, la mujer vestía con dos anacos (blanco y azul, o blanco y negro), una blusa de lienzo larga y bordada, dos rebozos (beige y azul), un pañuelo de color rosa fuerte, una pachallina de color rosa fuerte, alpargatas negras o azules, un sombrero negro y siempre ataviada de manillas, wallkas, pendientes y un rosario. De ahí que, los roperos asumían el cuidado y devolución de las prendas alquiladas, en cuanto concluía el proceso matrimonial. Según Pazmiño (2013), con el pasar del tiempo, los novios

> José Pedro Guandinango y María Etelvina Vinueza cumpliendo la función de roperos en el matrimonio de Karina Perugachi y Daniel Conejo (Peguche-Otavalo). La fotografía registra el momento en el que se dirigen a la casa del novio para realizar el ritual del hatarichina (levantar a los novios), el 24 de septiembre de 2017. Foto: Alberto Lima.

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> Los roperos José Guaján y Laura Vinueza (izquierda), junto a los ñawpadores Renán Estrada y Nelly Flores, sacerdote, novios (Ramiro Perugachi y Blanca Vinueza) y padrinos (Patricio Viteri y Pilar Estévez), después de la ceremonia religiosa realizada en la iglesia matriz de Cotacachi, el 28 de abril de 2017. Foto: Alberto Lima.

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ya no estaban de acuerdo con el alquiler de la ropa, ante lo cual expresaban: “rupa illakchu, ajeno ropataka churakusha”, o “como si no tuviese ropa, me voy a estar poniendo ropa ajena”. En consecuencia, este cambio de actitud, no sólo cambiaba las normas tradicionales de los roperos, sino que obligaba a los padrinos y a los ñawpadores la entrega trajes nuevos para la pareja. En la actualidad, la vestimenta descrita en los párrafos anteriores se mantiene sobre todo en el cantón Cotacachi, pero se ha ido perdiendo en el cantón Otavalo. Los pocos roperos que existen en el territorio kichwa son los responsables de cargar y cuidar los trajes de los novios, antes de dirigirse a la iglesia para el cumplimiento de la ceremonia eclesiástica y durante los rituales del sirichina (acostar a los novios), hatarichina (levantar a los novios) y ñawi mayllay (lavado de la cara). Además de asistir a los padrinos en el atavío de los novios y, ocasionalmente, también obsequian alguna prenda de vestir.


En adelante, el testimonio de Doña María Luzmila Lema Lema de Otavalo, quien se ha prestado sus servicios como ropera durante varias celebraciones matrimoniales de su parroquia. María Luzmila Lema Lema Comerciante de artesanías y ama de casa de 50 años de edad, nacida en el sector del Tahuantinsuyo de la parroquia Miguel Egas Cabezas (Otavalo), casada con Don Humberto Terán, con quien procreó 11 hijos (Miguel, Estela, Jenny, Liseth, Elsa, Alonso, Daniel, Wanky, Kenay, Jostin y Norayma Terán Lema). Doña María relata que aprendió sobre las funciones que cumplen los “roperos”, cada vez que asistía a la celebración de los matrimonios tradicionales de su parroquia. Sin embargo, se ha desempeñado como tal, desde hace seis años. Sus actividades consisten en cargar y cuidar los trajes que utilizarán los novios, durante y después de la ceremonia eclesiástica. También apoya a la madrina en el momento de vestir y desvestir a la novia, dependiendo del tipo de ritual. La entrevistada comenta que, en cuanto acepta que cumplirá con las funciones de ropera, los interesados le entregan un mediano de comida y una jaba de gaseosas, como símbolo del compromiso anticipado. Asimismo, al concluir con el servicio, y dependiendo de la voluntad de las personas, casi siempre recibe 30 dólares americanos y comida que ha sobrado de la fiesta. Para estos acontecimientos, ella viste como lo hacía su abuela, con el traje tradicional de su pueblo. Además, recuerda que tiempo atrás, en los matrimonios predominaba la música interpretada en arpa, así como, la comida preparada con alimentos cosechados por ellos mismos. Aunque estas prácticas han ido cambiando por influencia de otros patrones culturales. Doña María recibe la ayuda de sus hijos cuando desarrolla la función de ropera en su parroquia y afirma que estas tareas se aprenden observando, por lo que espera que sus hijos continúen con esta tradición. Estanquero(a) Hasta hace poco tiempo el padrino o el ñawpador24 incorpo24. Refonetización verbal del castellano, cuya terminación del infinitivo es [dor]. El uso correcto de este lexema kichwa es: ñawpak, que significa, el que va adelante.

> María Luzmila Lema

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raban a un estanquero al comité organizador del matrimonio indígena. En la actualidad, los novios designan a ciertos familiares y/o amigos para que distribuyan la bebida a todos los asistentes, mientras dure la fiesta. En cualquier caso, el o los estanqueros son los encargados de recibir, organizar y distribuir las bebidas alcohólicas y no alcohólicas que han comprado los novios o que han obsequiado los padrinos, familiares, amigos y vecinos. Quilumbaquí (2018) menciona que los estanqueros no deben consumir chicha o aguardiente durante la prestación de sus servicios, aunque rara vez logran mantienen sobrios, debido a la presión de los invitados. La chicha o aswa elaborada en base de maíz, casi siempre es la primera bebida que ofrecen los anfitriones durante el festejo matrimonial o sawaripuncha. Esta bebida ancestral de origen preincaico y de gran valor nutricional posee un profundo significado cultural por estar vinculada a todos los acontecimientos vitales de los pueblos indígenas andinos. Sin embargo, a través del tiempo, también se han incorporado otras bebidas alcohólicas; tales como: aguardiente (caña de azúcar), cerveza, ron, whisky, vino, etc. Por tanto, es muy común que, en cada celebración se consuma una gran variedad de bebidas alcohólicas. Cocineras

> Estanqueros de la comunidad de Perafán-Imantag–Cotacachi en el año 2000. Foto: Alberto Lima.

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La totalidad de las personas que planifican y cocinan los alimentos para los diferentes días de fiesta son de género femenino. Ellas se han convertido en las portadoras de los saberes culinarios de sus comunidades, desde muy temprana edad. Puesto que siempre han apoyado a sus abuelas, madres, tías y/o vecinas en la preparación de los platos tradicionales para las diferentes celebraciones familiares vinculadas al ciclo vital. Hasta hace pocos años, los servicios brindados por las cocineras se retribuían con alimentos y bebidas que sobraban al finalizar la celebración matrimonial. Actualmente, algunas de ellas cobran un diario entre 25 y 45 dólares, dependiendo del número de invitados. Las portadoras de los saberes culinarios manifiestan que durante la celebración matrimonial, algunas familias kichwas solicitan la preparación de platos tradicionales y característicos de sus comunidades, siendo los más comunes: el champús25 ; el uchu caldo26 ; el uchu api27; papas con cuy y la tradicional chicha de maíz. Aunque, otras familias prefieren el caldo de pollo o de gallina; la


colada con carne (res o cuy); el ornado, la chuleta de cerdo con mote y papas, fritada, helado de paila, cerveza, wiski, vino, etc. Es más, en algunos matrimonios urbanos se ha constatado que el menú consiste en una gran diversidad de opciones, como clara influencia de la población mestiza. Por ello, es común que se ofrezca una entrada, sopa, plato principal y postre, sobre todo cuando se ha contratado un centro de eventos sociales.

25. Es una bebida tradicional que requiere dos etapas para su preparación. La primera es el acedo, que consiste en triturar el maíz en un molino de mano, cuyo producto se coloca en una olla (malta/pondo) de barro y se cubre con agua tibia, para luego limpiar la pluma que flota en el agua y fermentar durante ocho días. La segunda es la cocción a fuego lento por dos horas en una paila de bronce, meciendo con una cuchara de madera hasta que rebaje la medida de cuatro dedos. Finalmente, esta colada se guarda en un pondo o recipiente limpio y seco, a la cual se agrega el mote y las hojas de naranja agria y cedrón, para ser consumido como bebida fría (Taya, 2018). 26. Es una sopa de papa con carne. 27. Sopa de maíz con mote

> Mujeres kichwas apoyando en la cocina y en el servicio durante el pedido del mano realizado por Sairy Zambrano en junio del 2018 en Otavalo. Foto: Nhora Benítez.

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De hecho, Taya (2018), como agente portadora de los saberes culinarios del cantón Cotacachi, expresa que: «A lo largo del tiempo, las familias indígenas han ido perdiendo sus costumbres (…), antes se preparaba la chicha y hoy en día esta bebida ha sido reemplazada por las colas [gaseosas]. De la misma manera, el uchu api, ha sido cambiado por el caldo de pollo, y desde hace 20 años, el ornado se ha convertido en el plato fuerte de la mayoría de las fiestas indígenas, como el matrimonio…» De todas maneras, en los matrimonios tradicionales que se desarrollan en las zonas urbanas y rurales, es muy común observar entre cuatro y ocho cocineras, cada una de ellas con un rol específico en la cocina. Por tanto, mientras una o dos mujeres pelan los pollos, las gallinas, las papas y algunos vegetales, otras preparan el caldo de gallina y la mazamorra. La mayoría de cocineras consideran que los matrimonios indígenas celebrados en sus comunidades y parroquias, ya no son como en la época de sus padres y abuelos. Pues, actualmente ya no se realizan todos los rituales, ni con el mismo rigor que antes. Asimismo, ellas aseguran que difícilmente sus hijas continuarán con esta práctica tradicional, por constituirse en un trabajo sacrificado. Por tanto, prefieren que cumplan sus propios sueños y anhelos, aunque implique la pérdida progresiva de esta práctica tradicional. En adelante, los testimonios de tres mujeres portadoras de los saberes culinarios en los matrimonios tradicionales de Otavalo y Cotacachi. Luz María Taya Cabezas

> Luz María Taya > Rosa Espinoza oriunda de la Comunidad Mojanda-Mirador y Susana Velásquez de la comunidad de Minas Chupa (San José de Quichinche) están sirviendo los platos para que sean repartidos a los invitados por parte el tayta servicio y su ayudante de la comida. Foto: Nhora Benítez.

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Costurera y ama de casa de 43 años de edad, habitante de la comunidad de Alambuela (Cotacachi), casada con Don José Manuel Morales, con quien procreó cuatro hijos (Byron, Jeniffer, Nicole y Emily Morales Taya). Desde que era una niña, aprendió y demostró gran devoción por la cocina tradicional de su pueblo, debido a la influencia de su madre. Por ello, antes de que nazca su primer hijo, los familiares, amigos y vecinos, ya solicitaban sus servicios culinarios para bautizos, fiestas comunitarias, primeras comuniones, confirmaciones, matrimonios y funerales. Ella dice: “es cuestión de cocinar los mismos alimentos de la casa, solo que en grandes cantidades”. Para cumplir con esta obligación, ella utiliza la vestimenta tradicional de su pueblo, aunque no lleva prendas nuevas o en


excelente estado, por temor a dañarlas. No obstante, una vez que ha cumplido con su obligación, también se incorpora a la fiesta y para ello viste elegantemente, con sus mejores camisas y anacos. Cabe decir que durante los días de fiesta, Doña Luz María ha demostrado gran capacidad de trabajo en equipo con las demás cocineras, personal de servicio y estanqueros, ganándose el respeto, agradecimiento y consideración de todos ellos. Asegura que, para resolver los conflictos y las situaciones inesperadas en la cocina, se requiere de templanza, empatía y concentración. Doña Luz María afirma que no recibe ninguna retribución económica por los servicios prestados como cocinera. Sin embargo, la totalidad de beneficiarios le expresan su agradecimiento de forma verbal. A la vez, los padres de los novios le entregan parte de la comida que ha sobrado de la fiesta y, en otros casos, le conceden algunos regalos que llevaron los invitados; tales como: cubetas de huevos, paquetes de gaseosas, arrobas de arroz o azúcar, etc. La entrevistada atestigua que este uno de los trabajos más agotadores que existe durante las celebraciones familiares. Aun así, ella se siente muy complacida por ayudar a las personas en los momentos más importantes y trascendentales de sus vidas. Por otra parte, Doña Luz María, al igual que los demás entrevistados de su cantón, asegura que a lo largo del tiempo, también se han ido perdiendo los conocimientos y prácticas culinarias tradicionales. Esto se debería, no solo a la influencia mestiza, sino también, al gasto excesivo que ocasiona un matrimonio tradicional y al debilitamiento de la trasmisión oral intergeneracional. Así, en la actualidad, la chicha ha sido reemplazada por las gaseosas y la mazamorra por el caldo de pollo y por el ornado. Así mismo, ella confirma que en las zonas rurales y dependiendo de la economía de las familias, la fiesta puede extenderse hasta cuatro días. No así en las zonas urbanas, en donde es común que las familias no sobrepasen un día de festejo, incidiendo en la pérdida progresiva de los ritos andinos. En cuanto a su legado, Doña Luz María aduce que únicamente su primer hijo habría demostrado interés por las prácticas culinarias tradicionales, por lo que encuentra estudiando la carrera de Gastronomía en la Universidad Técnica del Norte. Aunque todavía no ha colaborado en un matrimonio indígena. > Narcisa Emilia Burga Males

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Narcisa Emilia Burga Males Propietaria de una tienda de abastos y ama de casa de 28 años de edad, oriunda de la comunidad de Calpaquí (Otavalo), casada con Diego Armando Castañeda, con quien procreó dos hijas (Dalia Abigail y Eimy Damaris Castañeda Burga). Desde que era una niña, siempre apoyaba a su madre en la cocina del hogar. Más tarde, durante la celebración de su matrimonio, ella recibió la ayuda de algunas cocineras (vecinas y familiares) en los preparativos de la comida tradicional. De ahí que decidió aprender sobre la cocina tradicional indígena, con el propósito de prestar sus servicios en los diferentes festejos que se desarrollan en su localidad y lugares cercanos. Es así que en los últimos años, no solo ha devuelto los favores recibidos, sino que también ha ganado la confianza de las familias que se han beneficiado con sus saberes. Relata que una vez que acepta esta gran responsabilidad, inmediatamente planifica el tipo de menú con los interesados en función del número de invitados a la fiesta. Y, además, acompaña a los padres, padrinos y/o mama servicio para comprar todos los productos requeridos. En ciertas ocasiones, Doña Narcisa inicia con los preparativos culinarios, por lo menos tres días antes de la ceremonia eclesiástica y con la ayuda de las demás cocineras, quienes preparan la colada morada y el champús; hornean el pan; pelan las papas, etc. El propósito es tener todo listo para el primer día de fiesta, cuya jornada comienza desde muy temprano. Cuando llega el día, las cocineras preparan los platos planificados; tales como: la colada de haba con una presa de cuy; arroz con pollo, mote y ensalada, a veces hornado y siempre acompañados con la tradicional chicha o bebida de maíz. Para la prestación de este servicio, viste con su atuendo tradicional, resaltando el uso de un delantal y un pañuelo (cabeza) de color blanco o azul como prendas accesorias, ya que dice “muchas veces toca cocinar con leña y ahí se ensucia”. Así mismo, las personas que solicitaron sus servicios como cocinera, le retribuyen con medianos, cubetas de huevos, jabas de gaseosas y algunos obsequios que han llevado los invitados. En otras ocasiones, también recibiría dinero, pero, sobre todo, el agradecimiento verbal por parte de los novios y sus familiares más cercanos. > Maruja Campos

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Maruja Yolanda Campos López Ama de casa y agente gastronómica tradicional de 53 años de edad, oriunda de la comunidad La Joya de Otavalo. Doña Yolanda, al igual que los demás portadores de los saberes tradicionales, también aprendió a cocinar por influencia de su madre y ayudando a otras mujeres en los eventos sociales de la comunidad. A lo largo de la última década, los habitantes de La Joya han solicitado sus servicios como cocinera, principalmente para el sawari raymi. Durante estos días, ella viste con su atuendo tradicional y un delantal. Una vez que concluye la fiesta, los padres de los novios retribuyen su trabajo con dinero y, a veces, con la entrega de algunos obsequios que han llevado los invitados. En definitiva, Doña Yolanda se siente complacida de seguir colaborando con sus semejantes. Maestros arpistas La música para los indígenas imbabureños constituye el medio sagrado y esencial, a través del cual, solicitan permiso a los apus o espíritus para ingresar a un sitio de energía (cascada, vertiente, tola) o a una ceremonia. Los entrevistados indican que las canciones permiten la conexión entre las personas y la esencia de la pachamama o madre tierra Los instrumentos musicales andinos son los sonidos de la madre tierra, como el murmullo del agua, el silbido del viento, la fuerza de las caídas y saltos de agua, el sonido del bosque, la voz del fuego, los cuales conectan al hombre con la naturaleza (Cachiguango & Pontón, 2010). De hecho, los primeros instrumentos musicales del hombre de América consistían en silbatos monotonales y bitonales que asemejaban los sonidos del medio natural, elaborados en madera, piedra y metales (Podestá, 2007). En la actualidad, los músicos del territorio kichwa dominan uno o más instrumentos musicales de viento, percusión y/o cuerdas, cuyas habilidades han sido desarrolladas generalmente a través de la autoformación. Pues, todos los grupos kichwas interpretan canciones tradicionales vinculadas al ciclo agrario y vital. A decir de Cachiguango y Pontón (2010), en el pueblo kichwa se reconocen tres géneros de la música ritual; tales como: el taki sami, que abarca temas solemnes y dulces para los velorios o melodías interpretadas en función de cada juego mortuorio. El sawari taki,

> Arpista Alejandro Terán

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con melodías exclusivas para el matrimonio. El raymi o zapateado28, con temas que se bailan con gran fuerza y energía (zapateando), principalmente durante la fiesta del Inti Raymi (solsticio de junio). En cuanto a la música matrimonial kichwa (sawari taki), se ha constatado que los grupos contratados interpretan un variado repertorio de canciones o melodías acordes a cada rito y siempre a ritmo de Fandango y San Juanito. Que, como resultado del profundo sincretismo europeo y andino, los músicos kichwas ejecutan las notas musicales andinas a través de flautas, quenas, violines, guitarras, tambores, etc. Aunque, cada vez, utilizan menos el instrumento musical más antiguo del mundo, como es el arpa de origen europeo, que ha formado parte esencial de la vida del pueblo kichwa Otavalo, desde la época colonial. Al respecto, Kockelmans (1989: 130) dice: «Según la tradición en un matrimonio, la música debe ser de arpa. En tal caso el arpero toca junto con su compañero el golpeador (que lleva el compás con la caja de resonancia del arpa), sanjuanitos y fandangos. Si es posible el arpero es acompañado por una guitarra, un violín, un bandolín, un rondador y/o un bombo. Al final de la noche los padrinos encierran a los novios en un cuarto. Entre tanto la fiesta sigue. A la mañana siguiente despiertan a los novios y se baila de nuevo. El almuerzo será en la casa de la novia». De hecho, en la actualidad, apenas tres de cada diez matrimonios contratarían a los maestros arpistas para interpretar algunas canciones tradicionales durante la celebración matrimonial. Y ocasionalmente, este instrumento sería utilizado para marcar el ritmo del violín en los bautizos, velorios de los niños y matrimonios indígenas. Los maestros arpistas más destacados del cantón Otavalo son: Mariano Cachimuel (tayta Chavo) y Alejandro Terán (Algodón Mocho). En tanto que, en el cantón Cotacachi, se reconocen a Lenin Alvear, Emilio Guandinango, Rafael Ramos y Luis Bonilla. Todos ellos mantienen la sabiduría para interpretar la música tradicional andina en el arpa. Pues, estos músicos imbabureños sostienen que los sutiles sonidos del arpa atraen a los espíritus buenos y, además, impregnan paz y armonía en el ambiente de cada ritual. Los temas de las canciones que interpretan con mayor frecuencia son: gasto yaykuy, ñawi mayllay, tantanahushun, sumak warmi, > Arpista Mariano Cachimuel.

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28. Zapatear es sinónimo de trabajar, cuando se zapatea se dice tullashpa tullashpa tullashpa, que significa pisoneando a la tierra, pisoneando a la deidad.


chuchaki, fandango tarukay, sanja washaman, compadres, etc. Aunque, los maestros arpistas, cada vez son menos, porque las familias kichwas prefieren contratar a las orquestas y a los grupos de música tradicional y moderna. En adelante, los testimonios de tres maestros arpistas que siguen revitalizando la música tradicional en los matrimonios indígenas de Otavalo y Cotacachi. Luis Alejandro Terán Lema Músico y tejedor de 86 años de edad, oriundo del Barrio Central de la parroquia Miguel Egas Cabezas, más conocido como “Tayta algodón” o “Algodón mocho” por su cabello corto y de color blanco. Junto a su esposa María Juana Lema y a sus cuatro hijos (Marcelo, Blanca, Mirian y Hernán Terán Lema), ha trabajado incansablemente en la producción y comercialización de los tejidos. Desde que era un niño, ya interpretaba música religiosa con una guitarra, debido a la influencia de las madres misioneras. En un principio, por la necesidad de cumplir con los diferentes sacramentos y rituales de la iglesia católica, pero luego, por contribuir a la catequesis de los niños de su parroquia. Sin embargo, la débil economía de su familia le obligó a emigrar a Colombia, cuando tenía 16 años, en cuyo país se dedicó a la confección y comercialización textil. Tras un año en Colombia, no solo empezó a vestirse como mestizo, sino también se cortó la trenza, argumentando que no había quién le ayude con el peinado. Años más tarde, Don Luis regresa a Peguche, en donde decide recuperar la vestimenta tradicional por pedido de su madre, pero, nunca más su cabello largo y trenzado. Asimismo, cumpliendo con el orden de la vida, contrae matrimonio a sus 27 años de edad con Doña María Juana Lema, ya fallecida. Cabe resaltar que, Don Luis empezó a interpretar canciones tradicionales en el arpa, a sus 45 años de edad. De hecho, consiguió su primer instrumento de la antigua Orquesta Los Dandis de Cotacachi y, en adelante, con disciplina, constancia y capacidad creativa, logró convertirse en uno de los maestros arpistas más importantes del pueblo kichwa Otavalo. Actualmente, sigue interpretando su música en fiestas locales y celebraciones familiares, con un arpa comprada en Colombia, hace pocos años. Durante sus presentaciones, el maestro arpista viste impeca-

> Luis Alejandro Terán

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blemente el atuendo tradicional y característico del pueblo Otavalo, resaltando su poncho azul y sombrero de color negro y ala corta. El entrevistado relata que, en la mayoría de las ocasiones, son los padrinos o los ñawpadores del matrimonio quienes contratan sus servicios a un costo de 250 dólares diarios y casi siempre, desde las 08:00 hasta las 16:00. Don Luis considera que los rituales andinos se encuentran en riesgo de extinción, sobre todo en las áreas urbanas, debido a la influencia de la sociedad occidental. Por tanto, recomienda que taytas y mamas transmitan su sabiduría a los hijos y nietos, con la finalidad de salvaguardar la identidad cultural del pueblo kichwa. A continuación, la letra de dos canciones interpretadas por Alejandro Terán durante las celebraciones matrimoniales: Chuchaki Letra en kichwa

Letra en español

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Kunan pullami ultimu, kaya punllaka illanmi familia (bis) Ultimuguta tushupay, ultimuguta muyushpa llukshipay (bis) Uyajunguitachari kunan punllami ultimu, paktara kayara kutin llukamujunguiman (voz) Tayta maestritu amara ripanguichuyari, asuaguka tiapangrami (voz) Kunan punllaka chuchaki llaki llakicha chishasha kunanga (bis) Chuspigullaka muyurka, buda apita yarishpa chishasha (bis) Tayta serviciu,nachu puchugullapash tiapan (voz) Kuyurishpa kuyurishpa (voz) Diusulpaguilla achiku, diusulpaguilla serviciu taytiku (bis) Imaguta juchakpipash perdunaguangui wasiyu kunanga (bis) Kunan pullami ultimu, kaya punllaka illanmi familia (bis) Ultimuguta tushupay, ultimuguta muyushpa llukshipay (bis)

Este día es el último, familia mañana ya no habrá nada (bis) Bailen el ultimito, bailen una vuelta más y salgan por favor(bis) Escucharás este es el último día, cuidado mañana vuelvas gateando otra vez (voz) Señor maestro aún no se vaya por favor, todavía tenemos chicha (voz) Este día que estoy chuchaqui pasaré muy triste toda la tarde (bis) La mosquita volaba, mientras recuerdo la coladita de maíz (bis) Señor servicio, quizás sobró alguito (voz) Moviéndose, moviéndose (voz) Gracias padrinos, gracias señor servicio (bis) Dueños de la casa si cometí algún error disculparme (bis) Este día es el último, familia mañana ya no habrá nada (bis) Bailen el ultimito, bailen una vuelta más y salgan por favor(bis)

Fandango Tarukay Letra en kichwa

Letra en español

Achitayta, achimama shayaripay kunanga (bis) Familiagu rikujukta ukllarishpa tigrapay Familiagu rikujukta ukllapashun kunanga Kumurishpa, alsachispa, tupachispa trigrapay (bis) Llamachaki, tawnachaki takas takas trigrapay (bis) Achimama, chakigupash millucushna rosadugu Achimama, talongupash millucushna rosadu

Padrino, madrina ahora de pie (bis) La familia nos ve demos la vuelta abrazados La familia nos ve sigamos abrazados Inclinándose, alzándose, tocándose vuélvete por favor Pie de llama, pie de palo takas takas dense la vuelta Madrina, sus pies son rosados como el melloco Madrina, sus talones son rosados como el melloco

29. La letra de la canción es una transcripción fonética, en donde se respeta la estructura lingüística de la variante, por lo que no se considera una escritura ortográfica normalizada.

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Mariano Cachimuel Quinchiguango Músico, artesano y agricultor de 61 años de edad, oriundo de la comunidad de Carabuela (Otavalo), más conocido como “tayta chavo”, casado con Doña María Carmelina Guaján, con quien procreó seis hijos (María, Carmelina, Sarita, César, Ángel y Orlando Cachimuel Guaján). Durante su niñez, tayta Mariano vivió al cuidado de su tío, debido a la deficiente situación económica de sus padres. Por ello, tuvo que trabajar como tejedor desde los nueve años de edad en Peguche. Relata que mientras trabajaba, solía escuchar música peruana interpretada con arpa, desde la vivienda de un vecino. Al parecer, los sonidos reproducidos por este instrumento musical se le grabaron en su memoria, tanto que decidió comprar su primera arpa a un músico de Ilumán (Otavalo). En aquel tiempo, no tenía suficiente dinero para adquirirla, por lo que pactó la entrega de algunas gallinas como parte de pago, hasta completar un millón de sucres30 o 40 dólares. Entonces, cuando tenía 13 años de edad, empezó a practicar e interpretar canciones tradicionales con el arpa por cuenta propia y sin ayuda alguna. Aunque, en un inicio, solo lo hacía de oído, más que por conocimiento técnico. No obstante, a los 16 años ya había perfeccionado su técnica, tanto que sus servicios eran solicitados en las ciudades de Guayaquil y Lima. Luego, formó parte del grupo Ñanta Mañachi de Peguche por 14 años, con quienes tuvo la oportunidad viajar a Alemania, Francia, Suiza, Estados Unidos, México, entre otras naciones, consagrándose como el maestro arpista kichwa más importante del Ecuador. Tayta Mariano manifiesta que siempre ha tenido que complementar la actividad musical con el tejido de los sacos de lana. De ahí que aprendió a manejar algunas máquinas automáticas, pero, también recuerda, que perdió numerosas oportunidades por ser analfabeto. Y, aunque vivió en Europa por 10 años, jamás olvidó la música tradicional de su pueblo. En la actualidad, el maestro sigue interpretando un gran repertorio de fandangos y san juanitos, tanto en las festividades tradicionales, como en las celebraciones familiares vinculadas al ciclo vital (matrimonios, bautizos, velorios, etc.). En lo se refiere a 30. El sucre fue la moneda que circuló en el Ecuador por 116 años; es decir, desde el 22 de marzo de 1884, hasta el 09 de enero del 2000. La tasa de cambio adoptada fue de 25.000 sucres por dólar.

> Mariano Cachimuel Quinchiguango

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los matrimonios, afirma que los sutiles sonidos de este instrumento bendicen a la nueva pareja y aseguran la unión conyugal para siempre. La mayoría de sus canciones han sido recopiladas de sus antepasados kichwas. Por ello, no sólo ha rescatado la memoria musical de sus antecesores, sino que continúa revitalizando el idioma y la vestimenta kichwa entre los suyos. José Emilio Guandinango

> José Emilio Guandinango

Músico, agricultor y jornalero de 59 años de edad, oriundo de la comunidad de San Pedro (Otavalo), casado con Doña María Esther Guandinango, con quien procreó tres hijos (Ángel Miguel, German Patricio y Olga Yolanda). Don Emilio se interesó por el arpa a los 20 años de edad, mientras observaba y escuchaba a los hermanos Quilca, quienes se presentaban durante los matrimonios y velorios de su comunidad. Sin embargo, no inició su carrera musical interpretando el arpa, sino la flauta. En este proceso, él y algunos amigos conformaron el grupo musical “Cóndor Paccha”, que estuvo vigente durante tres años. Por aquel tiempo, el concejal Luis Alberto Anrango Bonilla (fundador de la Unión de Organizaciones Campesinas Indígenas de Cotacachi) les prestó un arpa de propiedad del Ilustre Municipio de Cotacachi, cuyo instrumento fue comprado en Píllaro. Aunque, permaneció guardado por el lapso de un año, ya que ninguno de los integrantes del grupo conocía la técnica para su interpretación. Pero, cierto día, Don Emilio propuso practicar al menos una hora diaria y por casi dos años, hasta que logró dominar el arpa. Tras la desintegración del grupo musical, Don Emilio resolvió acompañar al arpista cotacacheño Elías Imbaquingo durante tres años en sus distintas presentaciones, como “animador y golpeador del arpa”, con quien recorrió las diferentes comunidades kichwas, alcanzando gran admiración y reconocimiento por su gran talento. Más tarde, compró la vieja arpa de su maestro a 60 dólares, para continuar con este importante legado, ya que Don Elías dejó de trabajar por su avanzada edad. Y por varios años, los padrinos y/o los ñawpadores retribuyeron su trabajo con medianos de comida, hasta que decidió cobrar 250 dólares por dos días de presentación, al igual que los demás maestros arpistas. El maestro recuerda con gran añoranza los tiempos pasados, recalcando que tenía contratos frecuentes y sobre todo, el respeto


de las familias beneficiarias. Sin embargo, en los últimos años, el trabajo ha sido esporádico, ya que las personas preferirían contratar los servicios de una orquesta, una disco móvil o un grupo de música tradicional. Y concluye esta entrevista, asegurando que las nuevas generaciones ya no tienen interés por aprender a entonar las canciones tradicionales a través del arpa. Fotógrafo kichwa Luis Alberto Lima Cushcagua En este libro se ha considerado al fotógrafo Luis Alberto Lima Cushcagua como parte de los portadores de los saberes tradicionales del pueblo kichwa de Cotacachi, pues ha entregado una parte de su vida al registro fotográfico de los acontecimientos y rituales su pueblo. Agricultor y fotógrafo de 72 años de edad, oriundo de la comunidad de Turuku (Cotacachi), más conocido como “ foto mashi”, debido a su pasión por la fotografía cultural, desde 1970. A los 25 años contrajo matrimonio con Virginia María Guaján Perugachi, con quien procreó siete hijos (Luis Orlando, Jairo Alberto, César Rodrigo, Toa Marina, Ernesto Rumiñahui, Gladys Virginia y Tupak Kuri). Alberto Lima relata que, por influencia de las Madres Lauritas de su cantón, formó parte del grupo de danza “Los Yumbos” de Cotacachi, con quienes participó en un concurso de danza tradicional a nivel nacional, resultando ganadores. Este triunfo les permitió representar al país en la ciudad de Medellín, en 1974. En 1979, fue elegido como presidente del cabildo kichwa de Santa Bárbara. Y desde 1980, es uno de los miembros fundadores de la Unión de Organizaciones Campesinas e Indígenas de Cotacachi, al igual que fue el creador y coordinador del primer campeonato de fútbol de esta misma organización. En 1980 también fue designado como alfabetizador de adultos por parte de la Dirección Provincial de Educación de Imbabura. Dos años después, es elegido como promotor zonal de alfabetización kichwa para los cantones de Cotacachi y Antonio Ante. De manera especial, alfabetizó en la comunidad de Chilcapamba, en el marco del Programa Nacional Jaime Roldós Aguilera. En 1983, es elegido presidente de la Unión de Organizaciones Campesinas e Indígenas de Cotacachi UNORCAC, logrando importantes avances respecto al fortalecimiento organizacional. En 1984, también es electo como segundo concejal del cantón

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> Alberto Lima con su esposa.

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Cotacachi; y en 1990, es nombrado como miembro activo de la comisión deportiva de la Federación Indígena Campesina Provincial de Imbabura FICAPI. Más tarde, en 1997, es elegido como presidente del cabildo de la comunidad de Turuku (Cotacachi). En 1997, la directiva de la UNORCAC rinde homenaje a Alberto Lima por cumplir 20 años como dirigente deportivo de dicha organización. En el 2010, la misma UNORCAC conducida por Rumiñahui Anrango, realiza otro reconocimiento por ser el precursor del campeonato intercultural de fútbol de Cotacachi. Al igual que es reconocido por ser el miembro fundador del equipo de fútbol “Ayllus” del cantón. Y recientemente, el 08 de julio del 2018, la UNORCAC rinde un nuevo homenaje por ser el propulsor del campeonato intercultural de fútbol del cantón Cotacachi. A finales de julio, el Gobierno Autónomo Descentralizado de Cotacachi, también le otorga una placa de reconocimiento por constituirse en el fundador del campeonato de fútbol de la UNORCAC y por su valiosa gestión como exdirigente de la misma organización. También, el Club Deportivo “Los Ayllus” de la comunidad de Santa Bárbara, hace extensivo una vez más su reconocimiento al gestor del deporte cantonal. Como se señaló en la introducción, otra de las grandes facetas de Alberto es su pasión por la fotografía cultural. De ahí que, también es reconocido como uno de los personajes indígenas que posee uno de los mayores registros fotográficos relacionados con las manifestaciones culturales e identitarias del cantón Cotacachi. El “foto mashi” conserva una gran cantidad de rollos, como producto de la fotografía análoga que realizó durante varios años. Más adelante y conforme a las tendencias tecnológicas globales, hace gala de su habilidad y destreza con la fotografía digital. En el baúl de los recuerdos, se evidencian 13 cámaras que registraron la memoria de la cotidianidad y la ritualidad cotacacheña. En cuanto al matrimonio tradicional kichwa de Cotacachi, Alberto ha registrado imágenes de los diferentes ritos andinos y católicos, particularmente de aquellas familias que habitan en las zonas rurales del cantón Cotacachi. Su importante trabajo, ha permitido constatar que una parte de las tradiciones kichwas han ido perdiendo valor en el tiempo debido a los intensos procesos migratorios e interculturales, a la disolución de las fronteras culturales, al sistema educativo que no garantiza la revitalización de las tradiciones indígenas kichwas y por la voluntad de sus propios actores. En suma, Alberto Lima se hace acreedor del aprecio, la con-


fianza y al reconocimiento de todos quienes se han relacionado con él, debido a su gran calidad humana, a su extraordinaria capacidad como gestor deportivo y a su excelente servicio como fotógrafo cultural. •

> Cámaras Luis Alberto Lima. Foto: Nhora Benítez.

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VII. Elecciรณn de los padrinos Achik tayta akllana

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> Joven indĂ­gena otavaleĂąa. Foto: John Bautista


> Joven kichwa otavaleĂąa. Foto: John Bautista.

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E

L PADRINAZGO Y EL COMPADRAZGO ES un sistema generador de relaciones extradomésticas, que promueve la cooperación, la producción y la ayuda mutua entre los indígenas de todos los estratos de la sociedad andina. A decir de Gascón (2005: 193), esta forma de parentesco ritual o ficticio se caracteriza “por su adaptabilidad, tanto a los distintos contextos económicos, políticos y socio-culturales como a los diversos intereses de los sujetos que lo practican”. Sobre todo elimina las tensiones interétnicas mediante la interrelación y complementariedad económica social (Montes del Castillo, 1989). Hace 66 años, Foster citado en Mendoza (2010:2), ya publicaba que el compadrazgo en Hispanoamérica se constituía en una forma de parentesco que actuaba como una fuerza integradora, permitiendo “la cohesión de las comunidades al formalizar ciertas relaciones interpersonales, conductas recíprocas en patrones de costumbres, para que el individuo alcance un grado de seguridad económica y espiritual”. Asimismo, afirmaba que, de ser abolida esta relación de parentesco, entonces las comunidades experimentarían un choque de máximas proporciones y su recuperación ofrecería un gran reto cultural. En el Ecuador, tanto el parentesco consanguíneo, como el ritual se constituyen en una forma de institución económica, política y sociocultural con plena vigencia entre las comunidades indígenas de la zona andina (Ehrenreich, 1996). De hecho, los pueblos kichwas de Imbabura evidencian una organización comunitaria generada a partir de los lazos de parentesco, territorialidad, lenguaje y cultura (Naranjo, 1989). Ellos, no fomentan su desarrollo 131


> Los padrinos Virginia Alta Perugachi y Ariruma Kowii junto a sus ahijados/novios (centro) Cristina Morán y Apauki Flores en la mesa directiva. Foto: Alberto Lima.

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en el aislamiento o en el individualismo, sino que forman parte de una entidad a la que representan y se sienten representados. En el pasado del pueblo kichwa Otavalo, los miembros de la misma comunidad solicitaban el padrinazgo a aquellas personas que estaban concentrando riqueza, con el propósito de equilibrar las economías de todos sus miembros, pero sin generar malestar y contrariedad entre sí (Benítez, 2017). Para ello, los comuneros encargaban el patrocinio de las fiestas o solicitaban su apadrinamiento para alguno de los sacramentos católicos (bautismo, primera comunión, confirmación, matrimonio, etc.). Y ocasionalmente, también apoyaban económicamente a los niños huérfanos, ya sea en el sistema educativo regular o para el aprendizaje de oficios artesanales. Choque (1992: 54) refiriéndose a las obligaciones de los padrinos de hace más de tres décadas publicó: «Los padrinos son


considerados como segundos padres y los ahijados como hijos alternativos y éstos a su vez consideran en la misma forma a los hijos del padrino, al presentarse problemas con los ahijados los padres recurren a los padrinos, a la muerte de los progenitores son los padrinos quienes asumen con propiedad el papel de tales, lo mismo sucede a la ausencia de los hijos con los ahijados. Padrinos y ahijados entran en un activo intercambio de dones y servicios». Evidentemente, en el pasado de los pueblos andinos, el vínculo del parentesco ritual (padrinos y ahijados) implicaba el cumplimiento ineludible de las obligaciones asumidas, debido, al valor de la palabra empeñada. Aunque, el resultado no era el mismo cuando se trataba de padrinos mestizos. Así lo confirman Wolf citado en Choque (1992 y Anrango (2018), quienes aducen que la relación entre padrinos mestizos y ahijados indígenas, casi siempre ha sido de tipo asimétrica. Es más, esta alianza se produ-

> Los padrinos de matrimonio también se desempeñan como padrinos de bautizo, cuando la pareja tiene hijos, cuyo sacramento se realiza luego de la consagración conyugal. En la fotografía se observa a los padrinos Pilar Estévez y Patricio Viteri junto a los novios Blanca Vinueza y Ramiro Perugachi. Foto: Alberto Lima.

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cía con el objeto de aprovechar la mano de obra de sus ahijados en actividades agrarias y domésticas, utilizando como señuelo la educación. Para Sánchez, Chiriboga, Ramón y Guerrero (1984), al igual que para algunos entrevistados, la institución del compadrazgo ha sufrido profundas transformaciones a lo largo de los tiempos y de los procesos socioeconómicos y políticos por los que han atravesado los grupos andinos. Por su parte, Anrango (2018) considera que estos vínculos basados en las obligaciones por consanguinidad, afinidad y/o ritualidad estarían perdiendo importancia a nivel de los espacios urbanos no populares. Al parecer, el parentesco ritual que ampliaba y diversificaba las redes familiares en la comunidad y en otras cercanas en épocas pasadas, no sólo se encontraría en proceso de pérdida, sino también en descrédito. Pues, gran parte de los informantes coinciden que el compadrazgo en las sociedades matrimoniales al igual que en los demás acontecimientos vitales, se habría convertido para algunas familias indígenas, únicamente en la oportunidad o estrategia orientada a la obtención de beneficios económicos y vínculos políticos y económicos dentro de la sociedad indígena y mestiza. Sin duda, esta actitud aunada a los procesos globalizadores y aculturizadores siguen causando la pérdida progresiva de la espiritualidad, los valores y principios de la cosmovisión andina en el pueblo kichwa que habita en los cantones de Otavalo y Cotacachi. Independientemente de la realidad expuesta, la mayoría de las parejas kichwas testimonian que sus padrinos o achik tayta maskay, han sido elegidos por ser personas ejemplares en sus barrios o comunidades. En general, las parejas esperan que los padrinos cumplan un rol comparable al de sus padres, pero este anhelo no siempre ocurre, más aún si se trata de padrinos mestizos, en donde el nivel de compromiso es menor e incluso inexistente. En el territorio del pueblo kichwa Otavalo, las parejas buscan a los padrinos de matrimonio de manera consensuada con sus padres, en una etapa posterior al pedido de la mano o makita mañay. Para ello, es usual que los novios y sus familiares lleven medianos de comidas, canastas de frutas, jabas de cerveza o de gaseosas, cubetas de huevos, etc. En algunos casos, la comitiva tiene que regresar a “rogar” a los padrinos con más obsequios, hasta que acepten o se rehúsen definitivamente. Y, es que el nivel de compromiso es grande, tanto que varios entrevistados consideran que el éxito o el fracaso de la nueva pareja depende de los padrinos de matrimonio. 134


Las personas indígenas que en algún momento de sus vidas han sido elegidas como madrinas o padrinos, manifiestan que no han podido rehusarse a este pedido, por considerar que estarían ofendiendo y/o faltando al legado de sus abuelos. Por ello, en ciertas ocasiones, han preferido aceptar este encargo bajo algunas condiciones; entre ellas, establecen el límite económico para la entrega de los obsequios a la pareja; acuerdan sus responsabilidades durante la celebración matrimonial y algunos renuncian al patrocinio del tercer día de fiesta, que era común en el pasado. A decir de los matrimonios entrevistados, sería más habitual el rechazo a la petición de padrinazgo por parte de las personas mestizas, que de las indígenas. Aun cuando, los interesados insistan en llevar medianos para trasladar el cargo o “cargo pasay31”, llegando a gastar un promedio 400 dólares por cada visita. Morocho (2018), oriundo de la comunidad la Calera, relata que por voluntad de sus padres visitaron al matrimonio mestizo Santacruz-Cerpa de Cotacachi para solicitar su apadrinamiento. En la primera visita, ellos llevaron dos cubetas de huevos y dos jabas de gaseosas, pero no recibieron una respuesta definitiva, ya que no se encontraba el esposo en casa. De ahí que, tuvieron que regresar días después, pero esta vez, su petición fue aceptada, bajo la condición de obsequiar únicamente la vestimenta a los novios, ya que su situación económica no les permitía un gasto mayor. Evidentemente, esta condición fue plenamente comprendida y aceptada por parte de los familiares de la pareja. Enseguida, los padres de los novios habrían entregado algunos medianos a los padrinos, como símbolo de compromiso y agradecimiento. En cuanto una pareja de esposos ha aceptado el apadrinamiento de los jóvenes novios, inmediatamente asumen responsabilidades, no solo por el tiempo que transcurre la fiesta, sino para toda la vida, ya sea en circunstancias adversas o favorables. Claro está, que el nivel de compromiso que se mantiene en la actualidad, no sería similar al de épocas pasadas. Para Lomas (2018), quien se ha desempeñado como padrino por varias ocasiones, este cargo y/o responsabilidad demandaría un gasto de entre 3.000 y 4.000 dólares americanos, sin incluir los gastos de la fiesta, que en ese caso podría ascender hasta los 7.000 dólares americanos. En la mayoría de las celebraciones matrimoniales, se ha observado que los padrinos entregan algunos obsequios a sus ahija-

31. Es el traslado o encargo de la responsabilidad a otro miembro de la comunidad, que reúne ciertos atributos de liderazgo y responsabilidad (Kowii, 2005).

> Los novios Karina Perugachi y Daniel Conejo (centro) y sus padrinos María Morales y Enrique Vaca (junto a los novios) visten de manera similar para la ceremonia religiosa y ritos posteriores. Foto: Alberto Lima.

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> Los padrinos Enrique Vaca y María Morales entregan los obsequios públicamente a los novios Karina Perugachi y Daniel Conejo (Peguche-Otavalo), después del ritual del lavado de la cara o ñawi mayllay desarrollado el segundo día de fiesta. Foto: Alberto Lima.

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dos después de haber realizado el lavado de la cara; es decir, en el segundo día de fiesta. Aunque también pueden entregarse en algún momento del tercer día de celebración (tukurik puncha), en el caso que los padrinos hubieren patrocinado los gastos de esta jornada. En general, los ahijados pueden beneficiarse del contrato de una banda de música tradicional o de una orquesta por un día; de la entrega de un traje nuevo para cada novio; también de uno o más electrodomésticos o muebles y casi siempre de algunos utensilios de cocina. En algunas comunidades kichwas es común que los padrinos vistan con trajes similares a aquellos de los novios, sobre todo, para la ceremonia religiosa y para el lavado de la cara. Los segundos padres están presentes en los diferentes ritos que dirigen los ñawpadores (pareja de esposos); es decir, desde las actividades previas a la ceremonia eclesiástica, hasta el último día de fiesta.


Cabe resaltar que los padrinos en cada rito reciben un tratamiento especial y distinguido por parte de los ñawpadores (coordinadores del proceso matrimonial), familiares, amigos y vecinos de los novios. De modo que se privilegia su ubicación en la mesa directiva, se enfatiza el agradecimiento en los diferentes discursos, son los primeros en recibir los medianos por parte de los padres de los novios como símbolo de compromiso y agradecimiento. Y en la mayoría de casos observados, ellos son los primeros en bendecir y ofrecer consejos a la pareja. De igual modo, los padrinos casi siempre serán invitados a las celebraciones que desarrolle la pareja a lo largo de su vida matrimonial, dependiendo del grado de confianza, los padrinos contribuirán a la solución de problemas de sus ahijados, sobre todo en el campo espiritual y rara vez en el aspecto material (económico). •

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VIII. Matrimonio simbólico Sawarichina

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> Joven indígena otavaleña. Foto: John Bautista


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> Ceremonia de matrimonio simbĂłlico, en el Ă rbol del Lechero, en Otavalo. Foto: Jonathan Terreros.


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STA CEREMONIA HA SIDO RECONOCIDA por los kichwas que habitan en el cantón Otavalo como un matrimonio simbólico que se desarrolla de forma paralela al civil y al religioso, también conocida como: sawarichina, palabrachina, palabriana, palabray, sawariy rimay o rosariar. Es un ritual dirigido por un tayta alcalde o un tayta matrimonio (rezador) de la comunidad, quien compromete a la pareja mediante la palabra; es decir, consagrando la unión conyugal, a través de rezos y consejos. En el pasado, este ritual sincretizado llegó a ser considerado tanto o más importante que la misma ceremonia eclesiástica. En el pasado de la vida de Otavalo, esta ceremonia se realizaba el día viernes, ya sea antes o después de la celebración del matrimonio civil (Pazmiño, 2013). Algunos abuelos otavaleños recuerdan, que ocasionalmente, el tayta alcalde bendecía la unión conyugal, el mismo día en que el novio y sus familiares entregaban la dote o el gasto para el pedido de la mano de la novia; es decir al final de este ritual. Sin embargo, en la actualidad, han existido casos, en los cuales, el matrimonio simbólico se ha realizado incluso después de la ceremonia eclesiástica. Cabe indicar que, para Kockelmans (1989), al igual que para la mayoría de los informantes kichwas del cantón Otavalo, el ritual del palabray o palabrachina, si es considerado una forma de casamiento simbólico, cuya ceremonia se realiza ante la presencia de familiares y mediante el uso de símbolos andinos y católicos. Aunque para otros, este se constituiría en un diálogo desarrollado entre los padres de los novios previo al pedido de la mano, con el propósito de pactar o acordar el matrimonio de sus hijos.

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> Altar del sawarichina representado en el Museo Otavalango que se localiza en el Barrio San Juan (Antigua Fábrica San Pedro de Otavalo). Foto: Nhora Benítez.

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En la actualidad, apenas uno de cada veinte matrimonios indígenas desarrollaría esta ceremonia simbólica, utilizando la vestimenta tradicional que incluye algunas prendas de origen azuayo. Que para el caso del hombre, es un poncho de color blanco con delicadas figuras precolombinas de color azul marino y para la mujer, generalmente un chal blanco con figuras florales bordadas a mano. Aunque, hace más de dos décadas, ellas también utilizaban una follera (falda) tejida en lana de oveja de color negro; es decir, una prenda completamente distinta al tradicional anaco otavaleño. En adelante, se describe la forma en que se realizaba esta ceremonia simbólica hasta hace pocos años y se lo hace en base a las experiencias relatadas por algunos abuelos kichwas del cantón Otavalo. Ellos recuerdan que los padres del novio gestionaban y comprometían la presencia de un tayta rezador mediante la entrega de uno o más medianos, para que consagre la unión conyugal ante Dios y la madre tierra (pachamama). Desde luego, este personaje, no sólo poseía amplios conocimientos sobre catequesis, sino también, gozaba de la confianza y respeto de los demás comuneros. El ritual se desarrollaba en la casa de los padres de la novia, ya sea antes o después del matrimonio civil. Para ello, los anfitriones adecuaban una mesa con un mantel de color blanco en el corredor de la casa, destinada para el altar de la ceremonia. Por su parte, el tayta rezador colocaba sobre dicha mesa una buena cantidad de pétalos rojos y blancos, un cuenco o recipiente con los anillos, así como una cruz católica de carrizo adornada con claveles rojos y un rosario en cada extremo. Mientras tanto, los familiares de la novia planificaban las actividades para los siguientes días, en medio de expresiones picarescas y gran complacencia. Para esta ceremonia, todas las personas vestían con el traje tradicional de sus comunidades, como si fuese un uniforme, aún sin la incorporación de las prendas sintéticas y modernas que se observan en la actualidad. El protocolo era riguroso, el tayta alcalde se ubicaba en uno de los extremos de la mesa, junto a él se encontraba la pareja de novios (uno en frente de otro), mientras que a su derecha estaban los padres del novio y a su izquierda aquellos de la novia, seguido por los demás familiares, amigos y vecinos. Por lo general, al inicio de la ceremonia, el rezador pedía a los hombres que se retiren el sombrero, antes de ofrecer las oraciones y plegarias a Dios por el bienestar de la pareja en su futura vida


matrimonial. Luego, el maestro realizaba algunas peguntas a la pareja para confirmar si ellos estaban seguros y preparados para afrontar las responsabilidades y obligaciones que trae consigo el matrimonio. Al respeto, la pareja siempre asentía con la cabeza y mirando al suelo, como muestra de decisión ante el inminente compromiso. Enseguida, en medio de bendiciones y consejos, el rezador procedía a colocar un rosario de mullos grandes y de color rojo o coral en el cuello de cada uno de los novios. Al mismo tiempo, ponía un anillo en la mano izquierda de la novia (palma), quien, a su vez lo colocaba en el dedo anular izquierdo de su novio y viceversa. Así, llegaba el momento de preguntar a cada uno si aceptaban casarse con el otro. y de manera simultánea, colocaba pétalos de rosas sobre las cabezas de los novios, como sellando simbólicamente la unión conyugal, en medio de un ambiente de gran solemnidad y respeto. En aquel momento, el tayta rezador o tayta matrimonio decía a todos “Esto no es juego, no es burla, estos niños ya están casados hasta la tumba. Ahora, ellos son la cabeza de su propia familia. El novio debe tomar cuidado de su esposa y darle a ella un hogar bueno, ella debe obedecer a su marido” (Zambrano, 2018). Finalmente, el maestro de esta ceremonia solicitaba a los novios y demás familiares que besen la cruz católica, como símbolo del sello de la unión matrimonial, mientras acompañaba con oraciones y bendecía con agua bendita. En la segunda parte de este ritual, el novio y el tayta matrimonio sacaban la mesa al patio de la casa para dejar suficiente espacio en el corredor, en cuyo lugar, los padrinos y algunos miembros de la familia nuclear bendecían y aconsejaban a los novios, quienes permanecían de rodillas y con las manos juntas en posición de oración por al menos 30 minutos. Entre los consejos expresados se registran: “vivan con alegría”; “no se enojen”; “respeten al marido y a la mujer”; “van a tener problemas, pero tienen que superarlos”, etc. Una vez que concluía la parte formal de la ceremonia, tanto los padres de la novia como del novio compartían los alimentos con todos los presentes. En general, las familias otavaleñas acostumbraban a consumir mazamorra (colada de maíz) con una presa de gallina o de cuy, mote y la tradicional chicha de jora32, consi32. La chicha de Jora es una bebida fermentada a partir de la materia azucarada contenida en el mosto de malta de maíz (De Florio, 1995).

> Madre de crianza de la novia Elizabeth Espinosa, Amalia Lima (niña), Elizabeth Espinosa (novia) Conejo, Anita Conejo, César Lima, Matilde de la Torre(abuela) y mama servicio de la familia de la novia. Foto familia Zambrano-Zambrano.

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> Padres, abuelos y tíos de los novios aconsejando y bendiciendo a los novios, en los momentos previos a la realización del matrimonio simbólico o sawarichina. Foto familia Zambrano-Zambrano.

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derada la bebida sagrada de los pueblos andinos. Desde luego, no podían faltar otros alimentos andinos cocidos, como: chocho, fréjol, maíz tostado, arveja, choclo, melloco y papa, que eran llevados por los familiares, amigos y vecinos. Estos alimentos eran mezclados por el tayta y la mama servicio sobre un gran mantel blanco, quienes procedían a entregar pequeñas porciones a todas las personas después de la comida, entendiéndose como la carta de invitación al matrimonio religioso. Si este ritual se efectuaba entre la tarde y noche, entonces después de la comida, todos disfrutaban de la tradicional chicha o aguardiente, así como bailaban al ritmo de la música tradicional, al menos, hasta la media noche. Zambrano (2018), oriundo del cantón Otavalo, relata la forma en que se desarrolló su matrimonio simbólico o sawarichina en la mañana del 29 de junio de 2018, a pocas horas de celebrarse el matrimonio civil. Este ritual tuvo lugar en el recinto de la antigua fábrica San Pedro de Otavalo, actual museo Otavalango.


El entrevistado manifiesta que para el desarrollo de las distintas actividades que implica el casamiento simbólico, sus padres gestionaron con suficiente antelación, la asistencia de algunas personas para que cumplan con las funciones de servicios33 y cocineras. En calidad de servicios estuvieron Luzmila Cabascango, Laura Burga y César Fueres y, como cocineras, Rosa Peña y Manuelita Guacalata (madre de crianza). Todos ellos al igual que algunos de los familiares directos brindaron su ayuda a tiempo completo desde la víspera, considerando que tenían que preparar y servir la comida, al menos a 250 personas, al siguiente día; es decir, una vez que concluyera el matrimonio simbólico (sawarichina) y civil. El día de la ceremonia del sawarichina, las actividades iniciaron desde muy temprano, tanto el novio como sus familiares vistieron con sus mejores galas tradicionales. La madre del novio se permitió peinar y trenzar el cabello de su hijo Sairy por última vez, ya que en adelante, este gesto de profundo amor será cumplido por su esposa. De manera simultánea y en medio de sentimientos encontrados, la madre también aprovecha para aconsejar a su hijo para que sea un buen esposo, así como le reitera una vez más su apoyo incondicional. Sin duda, este acto se convierte en uno de los momentos más emotivos del día, entre madre e hijo. A continuación, el novio y sus familiares directos empiezan a recibir a todos los invitados, quienes llegan con obsequios (alimentos cocidos y no cocidos) para compartir después del matrimonio civil que estaba programado para el medio día; después del casamiento simbólico y los familiares, amigos y vecinos de los novios accedieron al salón que fue adecuado por el personal de servicio (mama y el tayta servicio) y por algunos familiares del novio. En el área central del salón se encontraba un altar que consistía en una mesa de madera cubierta con un mantel de color blanco, sobre la misma estaban dos velas del mismo color, un recipiente con los anillos y un par de rosarios, agua bendita y una gran cantidad de pétalos de rosas de color rojo y blanco. Bajo la mesa se encontraba una estera34 adornada con un corazón de pétalos de rosas de color rojo. En este mismo ambiente, también 33. Los servicios (mama y tayta) desarrollan varias funciones; entre ellas: limpieza y adecuación de los lugares para los rituales, supervisión de la cocina, recibimiento de familiares y de obsequios, distribución de comida y bebida; así como, organizan los medianos para entregar a los padrinos y consuegros. 34. Es una especie de tapete tejido con totora, cuya planta o junco acuático puede alcanzar hasta cuatro metros de altura por encima del agua.

> Luzmila Zambrano trenzando el cabello de su hijo Sairy, a pocos minutos de la celebración del sawarichina o palabrachina. Foto familia Zambrano-Zambrano.

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> Ceremonia de matrimonio simbólico, en el Árbol del Lechero, en Otavalo. Foto: Jonathan Terreros.

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se había dispuesto de una mesa para las ofrendas (velas y flores), 300 sillas para los invitados y una mesa principal para los novios, padres y abuelos. Para esta ceremonia, los novios, además de su traje tradicional, también utilizaron las prendas y accesorios distintivos del matrimonio kichwa del cantón Otavalo, que fueron muy comunes tiempo atrás, aunque, en la actualidad, se encuentran en proceso de extinción, debido a los múltiples factores aculturizadores. Para el caso, el novio utilizó un poncho blanco con figuras precolombinas de color azul y la novia lució un chal blanco bordado con motivos florales multicolores, al igual que una umawatarina de color negro sobre su cabeza. Y, como accesorios, los novios llevaban rosarios de color coral y dorado. En los momentos previos al casamiento simbólico, los novios recibieron los consejos y las bendiciones de sus familiares más cercanos (padres, abuelos y tíos), mientras se mantenían de ro-


> Diversos momentos de una ceremonia de matrimonio simbĂłlico, en el Ă rbol del Lechero, en Otavalo. Fotos: Jonathan Terreros.

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> Diversos momentos de una ceremonia de matrimonio simbólico, en el Árbol del Lechero, en Otavalo. Fotos: Jonathan Terreros.

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dillas y con una profunda actitud de respeto hacia sus mayores. Algunas de las expresiones que escuchó el novio durante este acto ritual son: “lo que nosotros queremos es que tu vivas bien, ya que te casaste con esa persona es porque la quieres y esperamos que en el futuro no tengas ningún inconveniente”; “ en el futuro siempre te estaremos apoyando como padres, cualquier problema no tienes que quedarte callado”; “ahora que ya tienes este compromiso, tienes que levantarte temprano, breve, breve, hacer las cosas, ahora ya no eres solo, a donde quiera que vayas tienes que ir con tu esposa”; “ahora, esto del matrimonio no es una burla, no es una broma, es para toda la vida, es lo que nos enseñaron nuestros padres, no dejamos a nuestros esposos o esposas, en cualquier dificultad, tenemos que ser valientes para salir de cualquier problema que tengamos”; “como varón no tienes que estar emborrachándote”;


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> El tayta alcalde y los novios al inicio de la ceremonia del sawarichina. Foto familia Zambrano-Zambrano. > Elizabeth trenzando el cabello a su novio Sairy. Foto familia ZambranoZambrano.

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“ahora tu suegra ya es una madre para ti, breve breve levantándote temprano tienes que apoyar a tu suegra, tienes que ser respetuoso, como nosotros te hemos enseñado” En tanto que la novia escuchó los siguientes consejos: “tienes que levantarte temprano, no dormir hasta de día”; “ no puedes estar solo con tus amigas”; “ tienes que ayudar a tu suegra”; “debes andar con tu marido y resolver las cosas entre los dos, siempre tienen que andar los dos”; “cuando tengas problemas, no debes quedarte callada, para poder ayudarte”; “hijita, ahora ya te vas y me dejas sola, pero siempre recuerda que yo soy tu madre y siempre te estaremos apoyando”. Ante estas expresiones, los novios solo escuchan y dicen: gracias mamita, pay mamita, pay papito y, en ocasiones también lloran con sus familiares. Tras ls consejos y las bendiciones, el tayta alcalde Gregorio Ramírez, oriundo de la comunidad de Monserrat, inició con la ceremonia del matrimonio simbólico de acuerdo a la tradición de sus abuelos kichwas. Para ello, solicitó a los novios que se acerquen al altar, quienes se ubicaron uno en frente del otro. Luego, saludó con todos los presentes y expresó sentidas palabras de agradecimiento por la confianza depositada en él para el cumplimiento de este acto ritual que demoró aproximadamente una hora. Durante la ceremonia, el oficiante rezó en varios momentos, siempre sosteniendo un rosario en sus manos y exhortando a los novios y familiares a vivir en comunión con Dios. Al mismo tiempo, recordó a la pareja sobre los roles y obligaciones que asumirán en su nueva etapa de vida. Y, de manera especial, insistió en la necesidad de cumplir y/o practicar los principios y valores humanos con la familia y los miembros de la comunidad. Así mismo, el tayta alcalde pidió a la novia que peine y haga la primera trenza a su pareja, recalcando que en adelante los dos son “una sola carne”, que deben cuidarse y respetarse entre sí. Para ello, Sairy que hasta ese entonces mantenía su cabello suelto, se colocó de rodillas frente al altar, mientras Elizabeth cumplió amorosamente con la petición, ante la mirada y expectativa de todos sus familiares, amigos y vecinos. En la parte final de la ceremonia, el tayta alcalde realizó el intercambio de anillos entre los novios, así como solicitó a la novia que coloque un rosario en el cuello del novio y viceversa, mientras él seguía reiterando oraciones y plegarias a Dios por el bienestar de la joven pareja. Para la consagración de la unión conyugal, el maestro echó pétalos de rosas sobre las cabezas de los novios y expresó la frase “quedan unidos ante Dios y ante la pachamama”,


> El sacerdote de la parroquia de San Juan de Otavalo, bendiciendo a los nuevos esposos, después de la celebración del sawarichina. Foto familia Zambrano-Zambrano.

> Un abrazo emotivo entre los novios al final del sawarichina. Foto familia Zambrano-Zambrano.

> El matrimonio Zambrano-Espinosa, antes de dirigirse al Registro Civil de Otavalo para cumplir con la ceremonia civil o “civiliana”. Foto familia Zambrano-Zambrano.

provocando un abrazo sublime entre los nuevos esposos. A la vez que Don Gregorio solicitó a un miembro de la familia que pusiera pétalos de rosas sobre las cabezas de cada una de las personas que asistieron a la ceremonia, como símbolo de unión y compromiso familiar. En este caso particular, una vez que concluyó la ceremonia del sawarichina, la pareja también recibió la bendición del sacerdote de la parroquia de San Juan del cantón Otavalo, quien manifestó las siguientes palabras “qué bueno, que ustedes no hayan olvidado sus tradiciones y valga la oportunidad para bendecirles en nombre de Dios…”. Y, a los pocos instantes, el cortejo del sawarichina se dirigió al Registro Civil de Otavalo para la celebración del matrimonio civil. •

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IX. Matrimonio civil Civil puncha (Civiliana) 152


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> Joven indĂ­gena otavaleĂąa. Foto: John Bautista


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> Samia, joven indĂ­gena otavaleĂąa. Foto: John Bautista


L

A MAYORÍA DE LAS PAREJAS KICHWAS PREfieren contraer matrimonio civil los días viernes, al igual que lo hacían sus antecesores. Por lo tanto, posterior al pedido de la mano, a la búsqueda de los padrinos para el matrimonio eclesiástico y al casamiento simbólico o sawarichina. Aunque, como se ha visto, esta última ceremonia se realiza de forma esporádica, de manera que en poco tiempo sólo se mantendrá en la memoria de algunos abuelos kichwas. Al igual que en el pasado, para el cumplimiento de la ceremonia civil (civiliana35), no sólo acompañan los testigos requeridos por el Registro Civil del Ecuador, sino también los familiares más cercanos y ocasionalmente la pareja de esposos que aceptaron el padrinazgo para la ceremonia religiosa. Es preciso indicar que, tiempo atrás, los padrinos solían cumplir con el sacramento de la confesión el día viernes, ya sea antes o después de la ceremonia civil, siempre como actividad previa al matrimonio eclesiástico (sábado), ya que el proceso matrimonial se desarrollaba de forma seguida o continua (varios días). Los requisitos para la celebración del matrimonio civil en el Ecuador son: • USD $ 50.00 matrimonio en el registro civil (incluye dos cédulas de los contrayentes) • USD $ 250.00 matrimonio fuera de sede del registro civil 35. Según la academia de las lenguas indígenas del Ecuador, se aceptan las refonetizaciones del léxico español hacia las lenguas indígenas, por cuanto, no se han creado algunos neologismos (palabras nuevas).

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> Sairy Zambrano y Elizabeth Espinosa casados por lo civil. Foto familia Zambrano-Zambrano. > Los novios Liliana Arias y Diego Sánchez acompañados de los testigos Marcelo Cisneros y Celia Arias, durante la celebración de su matrimonio civil. Foto: Tamia Flores, Yolanda Conejo y Priscila Guaján.

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(incluye dos cédulas de los contrayentes) • Cédula de Ciudadanía de los contrayentes (original y copia legible) •Certificado de Votación de los contrayentes (original y copia legible) • La presencia de dos testigos hábiles, quienes deben presentar cédula de ciudadanía o identificación y certificado de votación (original y copia legible). Nota: Pudiendo a petición de parte haber otros testigos • Si los contrayentes tienen hijos menores de edad en común presentar Partida de Nacimiento • Si tienen hijos menores de edad bajo su patria potestad, deben presentar Curaduría Especial Protocolizada • Si estuviere administrando bienes de los menores de edad que se encuentran bajo su patria potestad presentar Inventario Solemne de Bienes, trámite que debe ser practicado ante un Juez de lo Civil • En caso de no ejercer la patria potestad del menor presentar una Declaración Juramentada de no tener la patria potestad, cuyo trámite se realiza en una Notaría. Los otavaleños Sairy Zambrano y Elizabeth Espinosa realizaron su matrimonio civil el 29 de junio de 2018, a los pocos minutos de celebrar su matrimonio simbólico o sawarichina en las instalaciones de la antigua fábrica San Pedro de Otavalo. La pareja acudió al Registro Civil de la ciudad en compañía de sus testigos y algunos de sus familiares, mientras que los demás decidieron aguardar el retorno de la pareja en el lugar en donde se realizó el sawarichina para la correspondiente comida y celebración. Hasta hace pocos años, una vez que concluía la ceremonia del matrimonio civil, los recién casados acudían con sus familiares a una cantina o a un estanco de la localidad para compartir los kukawis36 y la aswa37 que habían llevado todos. Según Aguilar (2014), en algunas comunidades kichwas, los padrinos tenían la costumbre de encerrar a la pareja en un cuarto, más conocido como “el reservado”, en donde eran embriagados en medio de risas y expresiones picarescas. Mientras que los familiares permanecían bailando y bebiendo hasta la media noche, ya que a la mañana siguiente (sábado) tenían que asistir a la celebración del matrimonio eclesiástico en la iglesia de la localidad. 36. Fiambre o colación llevada por la gente para compartir entre todos. 37. Chicha o bebida fermentada a base de algunas variedades de maíz.


Continuando con el relato del proceso ritual de Sairy Zambrano y Elizabeth Espinosa, cabe decir que una vez que concluyó la ceremonia civil, los novios y sus familiares retornaron a las instalaciones de la antigua fábrica San Pedro, en donde aguardaban los demás invitados para continuar con la celebración. En este lugar, los padres del novio agradecieron la presencia y apoyo de todos, al igual que realizaron el brindis por la felicidad de los nuevos esposos. A los pocos minutos, los servicios (mama y tayta servicio) distribuyeron la comida tradicional a los invitados y durante el resto de la tarde y noche, todos disfrutaron de la interpretación musical realizada por la orquesta de Agualongo. •

> Los novios Liliana Arias y Diego Sánchez firmando el acta matrimonial. Foto: Tamia Flores, Yolanda Conejo y Priscila Guaján. > Elizabeth Espinosa, Sairy Zambrano, César Lima y Anita Conejo en los momentos previos al brindis. Foto familia Zambrano-Zambrano.

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X. Matrimonio Católico y Evangélico Católico/Vangelyopash sawari 158


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> Joven indĂ­gena otavaleĂąa. Foto: John Bautista


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> Karen, joven indĂ­gena otavaleĂąa. Foto: John Bautista


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ARA LAS PAREJAS KICHWAS CATÓLICAS O cristianas protestantes de los cantones Otavalo, Cotacachi y Antonio Ante (parroquia de San Roque), el matrimonio religioso se constituye en una etapa trascendente e imprescindible, aun si se realiza días, meses o años después de la ceremonia civil. Pues, los informantes aducen que el tiempo de convivencia previa, estaría condicionado a la necesidad de reunir los recursos económicos para solventar los gastos que demanda la celebración, más que por asegurarse si coincidieron o no con su alma gemela. Al parecer, una pareja comprometida requiere ahorrar entre 3.000 y 9.000 dólares para la celebración de su unión conyugal. En adelante se precisa algunas particularidades, tanto del matrimonio de tradición evangélica protestante, como del católico. Para ello, es pertinente y oportuno señalar que en las cuatro últimas décadas se han incrementado las ceremonias conyugales con base en el protestantismo evangélico entre los kichwas autoidentificados como parte del pueblo Otavalo. De hecho, Lema (2017) afirma que la provincia de Imbabura ha llegado a posicionarse como la cuarta provincia del país con la mayor población de indígenas evangélicos (14 iglesias cristianas evangélicas). Esto sería el resultado de la llegada permanente de este tipo de sectas misioneras al país. Que según Guamán (2010), su incursión formal ocurrió después de la Revolución Liberal de 1895. Sin embargo, de acuerdo al testimonio del 89% de los informantes católicos, su presencia habría incidido en la pérdida algunas tradiciones identitarias, sobre todo, de aquel proceso ritual que ha caracterizado históricamente al matrimonio del pueblo kichwa Otavalo.

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> La pelada de las gallinas y de las papas empieza desde la víspera. Foto: Alberto Lima. > Cruz formada con pétalos de rosas, utilizada para el ritual purificador. Foto: Alberto Lima.

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Cabe resaltar que la ceremonia matrimonial evangélica es dirigida por un Pastor, quien demora aproximadamente dos horas para cumplir con el conjunto ceremonial litúrgico, en tanto que la católica es celebrada por un sacerdote y transcurre en aproximadamente una hora (Lima, 2018). De igual modo, en el matrimonio católico, el consumo de bebidas alcohólicas está socialmente aceptado, durante los dos o tres días de festejo. No así en el evangélico, en donde celebran con bebidas no alcohólicas y no sobrepasa un día. Sin embargo, la vestimenta y la alimentación es similar en las dos formas de matrimonio. En los dos casos, se propicia la integración y compromiso familiar, aunque, la presencia de los elementos y símbolos sincretizados, así como la práctica de los principios andinos son más visibles en la población indígena de tradición católica. En la actualidad, muy pocos matrimonios celebran entre dos y tres días, a partir de la ceremonia eclesiástica, en relación a los seis o más días que festejaban los abuelos kichwas. Desde siempre, los gastos del primer día de fiesta han sido asumidos por los padres del novio, cuya jornada, también se conoce kallari puncha. Los gastos del segundo día se han adjudicado los padres de la novia o kulla puncha. En tanto que el tercer día, es patrocinado por los padrinos de la boda o tukurik puncha o cierre de la fiesta. En el pasado, las parejas católicas iniciaban obligatoriamente los preparativos para la ceremonia religiosa y consecuentes rituales, una vez que los padres de la novia aceptaban la petición de matrimonio realizada por el pretendiente y sus familiares; es decir, al día siguiente de haber cumplido con la gran entrada o “hatun yaykuy, ya que el matrimonio religioso se cumplía durante el sábado de la misma semana. Igual ocurría con los matrimonios arreglados por conveniencia de los padres. En la actualidad, la planificación del matrimonio religioso inicia uno o dos meses antes de su celebración y, generalmente, muy distante de la fecha en que se cumplió con el pedido de la mano. Esta etapa consiste en la búsqueda de los padrinos, en la solicitud de ayuda a los portadores de los saberes tradicionales (taytas alcaldes, ñawpadores, roperos, taytas y mamas servicios, cocineras, estanqueros y músicos) para cumplir con el proceso ritual del matrimonio, al igual de las personas que integrarán la corte de honor y de los niños pajes, la celebración del matrimonio civil, la gestión del lugar y hora para la ceremonia, la compra de los alimentos e implementos necesarios para la atención a los invitados; alquiler de carpas, mesas y sillas, etc. En la víspera o en el preludio al matrimonio eclesiástico, la


pareja de ñawpadores (esposos) coordina para que las cocineras, el personal de servicio (tayta y/o mama servicio) y el estanquero tengan todo listo para la celebración matrimonial o sawari puncha. En la actualidad, la coordinación también es designada a uno o más miembros de la familia de los novios e, incluso, se ha constatado que algunas familias del área urbana prefieren contratar un centro de eventos sociales por un solo día. El día de la ceremonia católica, los novios empiezan con los preparativos desde muy temprano y siempre con la asistencia de las personas que eligieron en los días anteriores. Durante esta jornada se observa que las familias mantienen un cierto orden o protocolo que se cumple, antes, durante y después de la ceremonia religiosa, aunque no tan riguroso como el de sus abuelos. Además, estas actividades o prácticas varían según el contexto geográfico, económico y cultural. En adelante, se detalla la forma y/o el protocolo que se mantiene en cada uno de los ritos que configuran la

> Ritual de limpia a los novios y padrinos. Foto: Alberto Lima. > Los novios y sus padrinos después del baño ritual en el río Yanayacu. Foto: Alberto Lima.

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> En el cantón Cotacacahi, los ñawpadores (Luis Morán y María Guillermina Simba) y los roperos (Luis Sánchez y Rosa Juanmayor) visten a la novia Cristina Morán para su matrimonio eclesiástico. Foto: Alberto Lima. > José Pedro Guandinango y Etelvina Vinueza preparando el altar para bendecir la ropa que utilizarán los novios y los padrinos durante la ceremonia religiosa. Foto: Alberto Lima.

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ceremonia eclesiástica en el pueblo kichwa de los cantones Otavalo, Cotacachi y Antonio Ante (parroquia de San Roque). El primer rito que se encuentra en proceso de extinción corresponde al baño purificador que realizan los ñawpadores a los novios, padrinos y padres, en una fuente o vertiente sagrada de la comunidad o parroquia, a las 24h:00 del día viernes; es decir; en la víspera al matrimonio eclesiástico. Luego del baño, el ñawpador realiza otro acto ritual junto al río, que consiste en atraer a los espíritus buenos a través de la emisión de sonidos con el tradicional “churo” o caracol, el uso del fuego, humo y otros elementos purificadores. Para ello, los novios se ubican en frente de una cruz cristiana, que ha sido previamente elaborada con pétalos de rosas y sobre el suelo. Finalmente, todos se reúnen junto al fuego para abrigarse y beber una taza de agua de canela caliente. El segundo rito que se realiza en las horas previas a la ceremonia religiosa es la bendición de la ropa de los novios, padrinos y padres por parte del tayta ñawpador. Para el efecto, los roperos colocan sobre una estera en el suelo, no solo las prendas obsequiadas a los novios por parte de los padrinos o por los ñawpadores (no siempre), sino también, aquellas que vestirán los padrinos y los padres durante el rito religioso. Es una actividad, en la cual participan los familiares más cercanos a los novios y algunos miembros del comité organizador del matrimonio tradicional y demora aproximadamente 15 minutos. En general, el tayta ñawpador bendice las prendas y accesorios a través de oraciones, plegarias, agua bendita y en medio de las sutiles notas del arpa. Un tercer rito, que es más común en Cotacachi que en Otavalo, corresponde al atavío de los novios, padrinos y ñawpadores con los trajes bendecidos por el tayta ñawpador, actividad que se realiza en una habitación, sala o corredor. Para el caso, la madrina viste a la novia con la asistencia de la mama ñawpadora y la mama ropera, en tanto que, el padrino engalana al novio con la orientación del tayta ñawpador y el tayta ropero. Esta diligencia se realiza en la presencia de los familiares más cercanos, quienes se mantienen expectantes y bebiendo la tradicional chicha. Al igual que en el rito anterior, aquí también se escuchan las notas musicales del arpa a ritmo de fandango. En el cantón Otavalo, no todas las parejas son vestidas por sus padrinos o ñawpadores, como es común en Cotacachi. En su ausencia, las novias son asistidas por sus madres, tías, hermanas o amigas y, los novios, por sus padres, hermanos o amigos. Como se verá en adelante, los trajes matrimoniales utilizados por los novios


> Los ñawpadores Pedro Guandinango y Etelvina Vinueza realizan el baño de purificación a los novios y padrinos. Foto: Alberto Lima.

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> El tayta ñawpador Pedro Guandinango bendiciendo la ropa de los novios y padrinos. Foto: Alberto Lima. > El tayta ropero Pedro Masaquiza colocando el pañuelo distintivo del matrimonio tradicional al tayta ñawpador José Pedro Guandinango. Foto: Alberto Lima.

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cotacacheños son diferentes a los otavaleños. Para la ceremonia religiosa al igual que para los ritos posteriores, la mayoría de las parejas kichwas de los cantones Otavalo, Cotacachi y Antonio Ante (parroquia de San Roque) visten con el atuendo tradicional, más aún, si habitan en las zonas rurales. Aunque no siempre en las zonas urbanas, en donde se ha constatado, que cada vez más mujeres siguen incorporando prendas de estilo occidental como es el vestido o realizando ligeras modificaciones a sus trajes. La calidad y costo de la indumentaria depende de la voluntad y las posibilidades económicas de los padrinos y en otros casos, de los propios novios. Sin lugar a dudas, la vestimenta actual varía en relación a aquella que poseían sus antepasados, ya sea en la materia prima, en los diseños o en los colores. Décadas atrás, los novios del cantón Otavalo, además de utilizar el traje tradicional de sus comunidades, también lucían ciertas prendas y accesorios que eran exclusivos de las celebraciones matrimoniales. Aunque en la actualidad, apenas tres de cada veinte parejas estarían utilizando estas prendas, ya que solo estarían disponibles para alquiler. En general, el hombre vestía con camisa, pantalón y alpargatas de color blanco; un collar de mullos de color coral, adornado con una especie de monedas y un sol andino como colgante; un sombrero de color negro, canela, blanco o beige, un poncho a cuadros de doble faz, de color gris o azul, sobre el cual, llevaban otro poncho de color blanco con figuras precolombinas de color azul. En tanto que la mujer, lucía una larga blusa bordada; dos fajas con figuras precolombinas; un sombrero de color beige; un par de alpargatas negras y llamativos accesorios (wallkas38,rinrinas39 y maki-watanas40) de color coral y dorado, como prendas distintivas del matrimonio, ellas llevaban un chal blanco con bordados multicolores y de largos flecos, al igual que dos faldas o folleras tejidas en lana de oveja y levemente plisadas de color negro (mayoría), que eran muy comunes a las utilizadas por otros pueblos kichwas de la zona andina, como aquellos que habitan en la provincia del Azuay. De acuerdo a los testimonios, en el pasado, los roperos41 eran los responsables del alquiler de las prendas distintivas del matrimonio tradicional en el cantón Otavalo, quienes siempre lo 38. Collares elaborados a manos con mullos grandes de color coral. 39. Aretes o pendientes elaborados a mano. 40.. Manillas o pulseras elaboradas a mano con finos mullos de color coral o dorado. 41. Personajes encargados de alquilar y cargar la ropa de los novios, según el rito que debían realizar.


hacían bajo la supervisión de la pareja de ñawpadores. Sin embargo, con el tiempo, los padrinos y/o ñawpadores empezaron a obsequiar prendas nuevas, ya que algunas parejas se rehusaban a seguir vistiendo con las prendas alquiladas. Esto provocó, que los novios no siempre reciban las prendas y accesorios característicos del matrimonio tradicional, sino que los obsequios se compraban de acuerdo a las tendencias de moda kichwa, provocando su pérdida paulatina. De todas maneras, en la actualidad, las pocas parejas de novios y padrinos que deciden utilizar las prendas distintivas del matrimonio, casi siempre las exhiben sobre su atuendo tradicional, a veces para la ceremonia religiosa (día uno) y el lavado de la cara (día dos) y, en ocasiones, únicamente para este último ritual. De hecho, el hombre utiliza el poncho blanco con figuras precolombinas de color azul y la mujer, únicamente el chal de color blanco, más no la falda o follera, ya que se encuentra extinta entre las mujeres kichwas otavaleñas En el caso de los kichwas que habitan en el cantón Otavalo, los trajes tradicionales que reciben los novios por parte de sus padrinos y/o ñawpadores son similares al cotidiano. Desde luego, las prendas actuales varían significativamente en relación a aquellas que se utilizaban en décadas pasadas. En general, ha cambiado el tipo de materias primas, los colores e incluso los diseños. Sin embargo, se mantienen las características identitarias del pueblo kichwa Otavalo, según su contexto geográfico, económico y social. En general, para la ceremonia religiosa, las novias ostentan una blusa larga finamente bordada a mano (no siempre) con adornos y/o apliques de cristal y piedras semipreciosas. Sobre esta prenda, ellas utilizan dos anacos con sus respectivas fajas de color blanco impoluto y en ocasiones, acondicionan una pequeña cola, similar al vestido de novia occidental. Además, en su día, las novias lucen variados y costosos accesorios, como son: un velo mestizo; un par de alagartas blancas con diseños modernos; finas wallkas, pendientes y manillas de color dorado o coral. Sin duda, la calidad de las prendas dependerá de la economía de los padrinos, ñawpadores y de la misma pareja. Asimismo, para esta ceremonia, las novias kichwas prefieren llevar su cabello recogido y envuelto con una delicada cinta multicolor (tejida). Como se ha dicho, en la zona urbana se está marcando la tendencia al uso de trajes occidentales; es decir, algunas novias prefieren utilizar vestidos blancos estilizados o de corte princesa. En la actualidad, el traje que utilizan los varones del pue-

> La mama ñawpadora Etelvina Vinueza poniendo el sombrero a la madrina Aida Cando en compañía de la novia Nancy Arotingo y la mama ropera Rosa Picuasi. Foto: Alberto Lima. > En Cotacacahi, la ñawpadora Etelvina Vinueza vistiendo a la novia Nancy Arotingo con la asistencia de mama ropera Rosa Picuasi (izquierda). Foto: Alberto Lima.

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> El tayta ñawpador Pedro Guandinango colocando el pañuelo fucsia al padrino. Foto: Alberto Lima. > La ñawpadora Etelvina Vinueza vistiendo a la madrina. Foto: Alberto Lima.

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blo kichwa del cantón Otavalo para la ceremonia religiosa y ritos posteriores es similar al cotidiano, aunque no aplica para todos. Ellos llevan camisa, pantalón y alpargatas de color blanco; un sombrero de color blanco o negro; un poncho azul doblado sobre los hombros (no siempre) y un pequeño ramo de flores sintéticas que exhibe sobre el lado izquierdo del poncho. Como se ha dicho, algunos de ellos, todavía lucen el poncho blanco con figuras precolombinas de color azul sobre la vestimenta antes mencionada. En el cantón Cotacachi, los novios, padrinos y ñawpadores visten con un traje similar, aunque con ligeras diferencias en relación a los novios. En general, la mujer utiliza una blusa de color blanco, escotada y bordada a la altura del pecho y espalda. Sobre esta prenda, levan dos anacos, uno de color blanco (interno) y otro negro (externo), sujetados con dos fajas, cuyo origen se remonta a la época precolombina. La primera faja es amplia, extensa y de color rojo, más conocida como mama chumbi y útil para sujetar el anaco de color blanco. La segunda faja o wawa chumbi presenta variados diseños y vistosos colores, ideal para sostener el anaco superior. Sobre la blusa, las novias ostentan entre dos y tres capas rectangulares o pachallinas, la primera de color wamintsi (fucsia, rosa fuerte), la segunda de color beige y la tercera de color azul celeste, aunque dependerá de la tradición familiar y comunitaria. Además, ellas calzan alpargatas de color negro, azul o blanco, dependiendo del color del anaco superior. Entre los accesorios observados en las comunidades de Cotacachi, se encuentran: los collares o wallkas; manillas o maki watanas; aretes de gran longitud que giran alrededor de las orejas (en extinción); un rosario de color blanco (no siempre) y un collar de monedas antiguas, entre otras. Según los informantes, este último accesorio atraería la buena suerte a la pareja en su futura vida conyugal. En los últimos años, se ha hecho común que la novia lleve un ramo de flores sintéticas o naturales en sus manos. Los novios y padrinos cotacacheños visten de manera similar a los otavaleños, aunque, en este caso, la prenda distintiva del matrimonio es el pañuelo de color wamintsi (fucsia, rosa fuerte), que llevan detrás de la espalda y anudado a la altura del pecho. Desde luego, el color y el diseño del poncho, como del sombrero puede variar, según el contexto geográfico, económico y social. Pero, lo que no ha variado entre los varones kichwas de Otavalo, y Cotacachi, es su cabello trenzado, sobre todo en aquellos mayores de 35 años. Para la ceremonia religiosa, los familiares también prefieren


vestir con sus mejores galas tradicionales, aun cuando, los trajes han sufrido algunas modificaciones como resultado de las dinámicas endoculturales y de los intensos procesos interculturales, ya sea, en cuanto a materia prima, diseños, colores y simbolismos. De hecho, Caldas citado en Pazmiño (2013: 44) refiriéndose a la vestimenta que utilizaban los hombres y las mujeres kichwas del cantón Otavalo, a principios del siglo XIX, publica: «…la mujer indígena Otavalo usaba una manta de lana café obscura a manera de túnica sostenida sobre los hombros con los “tupus” o prendedores de cobre o plata, las fajas o wawa chumpi eran comúnmente de color morado, rojo, verde; mientras que el hombre usaba un sombrero de fieltro duro, grande, pesado, blanco o café canela que era un distintivo de las personas mayores. Esta forma de vestir ha ido evolucionando con el pasar del tiempo y la introducción del mercado; pese a la introducción de productos importados en el mercado, la vestimenta principalmente de la mujer Otavalo se ha ido perfeccionando nuevos diseños y estética sin perder el origen». La vestimenta descrita está completamente extinta en el cantón Otavalo y se puede apreciar únicamente como muestra etnográfica del Museo Viviente Otavalango (antigua fábrica San Pedro de Otavalo). Según Lima (2018), los indígenas kichwas de aquellos tiempos no utilizaban calzado, pues su uso se remontaría a 1935, por influencia de la sociedad mestiza. Un siglo y medio más tarde, Buitrón (1974: 130) publicaba que la vestimenta de Otavalo había cambiado un poco en relación a aquella que utilizaban los abuelos kichwas, así: «En las parcialidades más aisladas las mujeres todavía usan una manta de lana café obscura a manera de túnica sostenida sobre los hombros con los «tupus» o prendedores de cobre o plata. En las demás parcialidades esta manta ya ha desaparecido y en su lugar usan las mujeres la camisa con el pecho y las mangas bordadas con hilos multicolores. Entre los hombres lo único que ha cambiado en considerable porcentaje es el sombrero. El sombrero de paño suave, pequeño, liviano, de colores obscuros usados por los no-indios ha reemplazado casi por completo entres los jóvenes indios al sombrero de fieltro duro, grande, pesado, blanco o café canela que todavía es el distintivo de casi todos los indios de edad avanzada…... entre los indios que han alcanzado una mejor situación económica hay un deseo de mejorar la calidad de sus prendas de vestir prefiriendo las· manufacturas extrañas a las suyas propias. Así, por ejemplo, las mujeres prefieren los paños importados para sus anacos (faldas) y rebozos (chales) y los hombres prefieren

> La mama ñawpadora Etelvina Vinueza poniendo el sombrero a la madrina Aida Cando en compañía de la novia Nancy Arotingo y la mama ropera Rosa Picuasi. Foto: Alberto Lima. > En Otavalo, Marco Lomas Nieto (ñawpador), José Lechón Potosí (padrino), Rodrigo Potosí Morales (novio), Ana Andrango Potosí (novia), Carmen Cañamar Andrango (madrina), Carmen León Nieto (ñawpadora). En la fotografía, los novios y sus padrinos visten con trajes similares. Foto familia Lomas León.

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> Antiguo traje de novia del cantón Otavalo. Muestra del Museo Otavalango. Foto: Nhora Benítez. > Tipo de accesorios utilizados por las novias del Otavalo, décadas atrás. Muestra del Museo Otavalango. Foto: Nhora Benítez.

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los ponchos tejidos en una fábrica de Quito a los tejidos en· sus propios telares». En la actualidad, las mujeres que acompañan a los novios visten con una blusa (bata) de color blanco que llega hasta media pantorrilla o hasta los tobillos, con bordados de flores multicolores a la altura del pecho y la espalda. La misma está adornada, tanto en el escote, como en las mangas, con encajes de diferente tamaño, de acuerdo a las características de la comunidad e incluso las tendencias de la moda kichwa. Además, el diseño de esta prenda no solo realza la femineidad de la mujer kichwa, sino que sus bordados también comunican la identidad kichwa a través de los elementos de la naturaleza (flores, plantas, paisajes, animales, etc.), los dioses tutelares (sol, luna), la cruz de la chakana y una infinidad de figuras precolombinas que han sido rescatadas a partir de las figuras observadas en la alfarería y orfebrería de la zona Benítez (2017). Sobre la blusa se colocan dos anacos (telas rectangulares) de paño, algodón o casimir, casi siempre decorados con finos diseños florales en el filo inferior. Las combinaciones de colores de estas prendas son muy variadas en la actualidad (azul con blanco, café con beige, verde con blanco, negro con gris). Los anacos se sujetan con dos fajas, la de abajo es la mama chumbi (faja de la mujer), de color rojo, de 12 cm de ancho por 1,60 metros de largo y, la de encima es la wawa chumbi (faja pequeña), de variados diseños y vistosos colores y con una dimensión de cinco centímetros de ancho por tres metros de largo. En general, la mujer suele utilizar en su espalda, una pachallina y/o manta rectangular, que existe en variados y llamativos colores, siendo la beige, la preferida para los eventos matrimoniales. El precio de un traje femenino en el mercado, costaría entre 400 y 980 dólares, dependiendo del tipo de telas, diseños y calidad. Parte fundamental de la imagen de las mujeres que asisten a un evento matrimonial es su peinado tradicional, que es similar al de la novia. Ellas lucen su cabello largo, peinado a manera de una coleta (guango) y envuelto con una akcha chumbi o faja tejida de entre 2 y 3 cm, que simbolizaría la fuerza, el poder y la belleza femenina kichwa. Los hombres otavaleños que acompañan a los novios, también visten con un traje similar al del novio, sobre todo si son mayores de 35 años. Ellos llevan camisa, pantalón y alpargatas de color blanco, un sombrero de color negro o blanco y su clásico poncho azul. Un traje nuevo podría costar entre 300 y 450 dólares americanos en el mercado; esto es, un poco menos que el traje femenino.


> Antiguo traje que lucían los novios del cantón Otavalo. Muestra del Museo Otavalango. Foto: Nhora Benítez.

> Traje del hombre otavaleño de principios del siglo XIX. Muestra del museo Otavalango. Foto: Nhora Benítez.

> Tipo de accesorios utilizados por los novios otavaleños, décadas atrás. Muestra del Museo Otavalango. Foto: Nhora Benítez.

> Traje de la mujer otavaleña de principios del siglo XIX. Muestra del museo Otavalango. Foto: Nhora Benítez.

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> Los novios Fabián Morales y Nancy Arotingo (derecha) acompañados de su padrinos y ropero, en el momento que salían de su casa para dirigirse a la iglesia matriz de Cotacachi. Foto: Alberto Lima. > El cortejo matrimonial dirigiéndose a la iglesia matriz de Cotacachi en compañía de la banda musical de la comunidad “La Calera” de Cotacachi. Foto: Alberto Lima.

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La vestimenta que utilizan los familiares de los novios del cantón Cotacachi durante la ceremonia eclesiástica (católica o protestante evangélica) es muy similar a la descrita en el caso del novio y la novia, con excepción del número de rebosos, el uso del pañuelo fucsia y los accesorios (collar, rosario, pendientes largos, ramos naturales y/o artificiales, etc.). El cuarto rito corresponde al momento en el que los novios reciben los consejos y las bendiciones de sus padrinos, ñawpadores y familiares más cercanos, más aún si son católicos. Para el efecto, la pareja se arrodilla sobre esteras o mantas dispuestas para el ritual, a la vez juntan sus manos como símbolo de respecto y humildad a sus mayores y a Dios. Durante esta práctica, algunos novios mantienen la posición corporal cabizbajo y no mantienen contacto con la mirada de sus mayores, mientras que otros si lo hacen. En cualquier caso, los jóvenes comprometidos escuchan atentamente los valiosos consejos, que les recuerda una y otra vez, los roles y obligaciones que tendrán en su nueva etapa de vida, pero también, es el momento ideal para reafirmar los sentimientos de consideración y el amor filial. Por ello, este es un ritual muy emotivo, en el que confluyen, tanto los sentimientos de tristeza y de nostalgia, así como los de felicidad y complacencia. El quinto rito se produce entre las 09:00 y 10:00, AM. Cuando los padres del novio brindan la comida, a manera de un desayuno sostenido, tanto a la pareja como a los miembros del comité organizador, así como a los familiares que han estado presentes desde muy temprano. Generalmente, esta comida consiste en un caldo de gallina criolla o en una colada de maíz con una presa de cuy o de res, siempre acompañado de la tradicional chicha. Y, es que, las calorías y los nutrientes de estos alimentos son necesarios para aquellos cortejos matrimoniales que se desplazan caminando y bailando hasta la iglesia de la localidad. El sexto rito corresponde al desplazamiento que realiza el cortejo matrimonial hasta la iglesia elegida para la celebración del matrimonio eclesiástico y lo hace caminando y bailando enérgicamente. Es común que los novios, padrinos, ñawpadores y roperos empiecen a bailar formando círculos en el patio de la casa del novio o de la novia, al menos 15 minutos antes de dirigirse al templo católico. Generalmente, ellos bailan al ritmo de Fandango y San Juanito, cuyas notas son generadas por el arpa o por una banda de música tradicional. A lo largo del trayecto, los integrantes del cortejo beben chicha o aguardiente, así como, caminan y bailan con gran regocijo y expresando repetidamente ¡Que vivan los novios!,


¡Que vivan los novios!, ¡Que vivan los novios! De manera que generan gran expectativa, tanto a los espectadores indígenas, como a los mestizos, y cuando se encuentran cerca de su destino, ellos vuelven a formar círculos, como una forma de anunciar su llegada a los familiares que se mantienen expectantes en el exterior de la iglesia. Cabe resaltar que no todos los cortejos matrimoniales llegan bailando a las iglesias de sus localidades. Pues, algunas familias kichwas han asimilado las costumbres occidentales, de ahí que, cada novio se viste en su propia casa con la ayuda de algún familiar cercano, para luego desplazarse a la iglesia en compañía de sus padrinos o padres y dependiendo de la distancia, es usual que se dirijan en un vehículo. Así como es común que el novio se adelante a la iglesia y se mantenga expectante de la llegada de su prometida en compañía de sus familiares; y en cuanto advierten su presencia, entonces el novio se dirige al frente del altar, para aguardar el ingreso de su novia, que casi siempre entra acompañada de su padre; es decir, muy semejante a la tradición que se mantiene en la sociedad mestiza. El séptimo rito corresponde a la ceremonia religiosa (católica) que reúne un conjunto de actividades que se cumplen de manera sistemática y a lo largo de 45 minutos, en los cantones de Otavalo, Cotacachi y Antonio Ante. Para el efecto, se ha observado que 24 jóvenes (12 mujeres y 12 hombres) indígenas de entre 14 y 18 años reciben al cortejo matrimonial, ya sea que haya llegado bailando o en vehículo. Ellos se ubican antes y después del dintel de la puerta de la iglesia, o cerca del altar, tanto al ingreso, como a la salida de la iglesia. Las adolescentes o kuytsakuna ostentan un traje tradicional con bordados y fajas de similares diseños y colores. En tanto que los hombres adolescentes y niños pajes visten con camisa, pantalón y alpargatas de color blanco, aunque no llevan sombrero y su cabello no siempre está largo y trenzado. La ceremonia eclesiástica demora aproximadamente 45 minutos y está estructurada en 19 pasos, si bien, se evidencian algunas particularidades (protocolo de ingreso, tipos de personajes, elementos utilizados, etc.) entre las comunidades estudiadas, en general es muy semejante al culto mestizo, sobre todo en el cantón Otavalo y Antonio Ante (San Roque). A continuación, el detalle de cada una de las etapas que conlleva el casamiento de una pareja kichwa por la iglesia:

> El cortejo matrimonial llega a la iglesia matriz de Cotacachi, liderado por los ñawpadores José Pedro Guandinango y María Etelvina Vinueza. Foto: Alberto Lima. > Jóvenes que integraron la corte de honor del matrimonio Flores-Santillana. Foto: Nhora Benítez.

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1. Entrada de los pajes En los tres cantones estudiados se ha observado que uno o dos niños pajes lideran el ingreso del cortejo matrimonial a la iglesia, quienes, en algunos casos, son los hijos de los contrayentes. Los niños llevan un cojín con un par de alianzas, que simbolizan amor, pertenencia y unión imperecedera entre los esposos. Y, el intercambio de estos anillos, se produce, una vez que la pareja realiza sus promesas y recibe la bendición del sacerdote 2. Entrada de los novios En el cantón Cotacachi, es común que la pareja camine detrás de los pajes, aunque no es una regla general, ya que también se ha observado, que la novia ingresa en compañía de sus padres o padrinos, mientras que el novio aguarda frente al altar. Al igual que, el novio puede ingresar con su madre y la novia con su padre. De hecho, el orden y la forma en que ingresan los novios, depende de las políticas de la iglesia y/o de la tradición familiar. 3. Entrada de los ñawpadores y roperos (no siempre) En algunas de las ceremonias católicas celebradas en el territorio estudiado, se ha constatado que detrás de los novios casi siempre caminan los ñawpadores o coordinadores (pareja de esposos) del matrimonio, quienes tendrían un rango superior al de los padrinos. Aunque, en otros casos, los padrinos son quienes caminan delante de los ñawpadores. Los roperos, casi siempre se encuentran junto o detrás de los ñawpadores. En realidad, no existe un protocolo plenamente definido, ya que depende de las políticas de la iglesia, al igual que de la tradición familiar y/o comunitaria.

> Los niños pajes caminan delante de sus padres Fabián Morales y Nancy Arotingo (novios) en la iglesia matriz de Cotacachi. Foto: Alberto Lima. > En la ceremonia religiosa del matrimonio Morales-Arontingo, los ñawpadores Pedro José Guandinango y Etelvina Vinueza (esposos) caminan hacia el altar detrás de los novios. Aunque, los roperos, se encuentran detrás de los padrinos. Foto: Alberto Lima.

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4. Entrada de los padrinos En el cantón Cotacachi, los padrinos ingresan detrás de los ñawpadores, aunque, no se aplica para todos los casos. La novia se sienta en una silla dispuesta al lado izquierdo y el novio a su derecha, junto a ellos los padrinos y los ñawpadores, quienes visten de manera similar a los novios, a menos que sean mestizos, aun así, lucen un pañuelo fucsia detrás de la espalda y anudado a la altura del pecho. Aunque, en el caso de Otavalo, no siempre se observa la presencia de los ñawpadores, así como, es usual que los padrinos y el novio aguarden a la novia cerca del altar. 5. Entrada de los padres En el territorio del pueblo kichwa Otavalo, no existe un pro-


tocolo riguroso respecto al orden en el que ingresan los padres de los novios. En Cotacachi, se ha observado que, en algunas ceremonias, los padres de los novios ingresan detrás de los padrinos, en otras, el novio ingresa acompañado de su madre, la novia de su padre e, incluso, la novia camina escoltada de sus padres. En Otavalo y Antonio Ante (San Roque), casi se ha generalizado el ingreso del novio con su madre y de la novia con su padre, tal y como se acostumbra en la sociedad mestiza. En los tres cantones, los padres de los novios ocupan los asientos de la primera fila del extremo derecho de la iglesia. 6. Entrada de los invitados En la mayoría de las ceremonias observadas en el cantón Cotacachi, el público ingresa después de los padres de los novios. Pero en el cantón Otavalo y Antonio Ante (San Roque), primero ingresa el público a la iglesia para recibir de pie al novio y luego a la novia. 7. Saludo y bienvenida del sacerdote La ceremonia eclesiástica inicia con los novios y familiares de pie y con un marco musical acorde al acontecimiento, en cuyo momento, el sacerdote saluda y expresa la bienvenida a todos los presentes. Así como congratula a los novios por cumplir con el sagrado sacramento del matrimonio, en donde exhorta a la reflexión y a la unidad familiar. Luego, menciona los nombres completos de la pareja para presentarlos ante la iglesia, e invita a participar con fe de este acto religioso. Tómese en cuenta que todo este proceso, está articulado desde la propia cosmovisión católica, lo que hace sospechar que, se imponen los protocolos de la iglesia católica. 8. Liturgia de la palabra (lectura y salmo) Durante la liturgia de la palabra pueden hacerse tres lecturas, que hablen explícitamente del matrimonio y que expresen la importancia y la dignidad de este sacramento en el misterio de la salvación. La primera lectura es obtenida del libro del Génesis, cuyo título es “Hombre y mujer los creó”. La segunda lectura corresponde a la carta del apóstol San Pablo de los Efesios, titulada “Éste es un gran misterio y yo lo refiero a Cristo y a la Iglesia”. Y, la tercera lectura, es del santo Evangelio según san Mateo, denominada “Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre”.

> Vestimenta utilizada por los novios Anita Cachiguango y Luis Maldonado en el día de su matrimonio eclesiástico, que se celebró en Otavalo, el 22 de mayo de 2016. Foto: Nhora Benítez. > En la fotografía se observa la vestimenta distintiva del matrimonio kichwa, tanto del cantón Otavalo, como del cantón Cotacachi. Los novios Karina Perugachi y Daniel Conejo (centro) y sus padrinos María Morales y Enrique Vaca (junto a los novios) visten de forma similar. Foto: Alberto Lima.

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9. Homilía (significado de las lecturas escogidas) Una vez que concluye la lectura pertinente al acto del matrimonio, el sacerdote ofrece la homilía, que se refiere al conjunto de reflexiones a partir del texto sagrado. En general, el celebrante habla del matrimonio cristiano, del amor conyugal, de la gracia del sacramento y, sobre todo, de las obligaciones de los cónyuges. Al finalizar la homilía, el sacerdote deja unos instantes de silencio para la meditación. 10. Sacramento del matrimonio (consentimiento) Durante la ceremonia, el sacerdote relaciona cada lectura con el matrimonio y el amor de pareja, así como realiza algunas preguntas a los contrayentes antes del consentimiento, con el propósito de consolidar el respeto, la honestidad, la confianza y la lealtad. Luego, hay un espacio para los cánticos y oraciones. 11. Intercambio de anillos Posterior al consentimiento expresado por los contrayentes, el sacerdote bendice y entrega los anillos a la pareja como señal de amor y fidelidad. Inmediatamente, cada uno de ellos pone el anillo en el dedo anular de su pareja y dice “recibe esta alianza, en señal de mi amor y fidelidad a ti, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”.

> Los novios Fabián Morales y Nancy Arotingo intercambian los anillos. Foto: Alberto Lima. > En Cotacachi, la ñawpadora Guillermina García con la ayuda de la madrina Virginia Alta Perugachi, colocan el reboso y el rosario sobre las cabezas de los novios Apauki Flores y Cristina Morán, el 11 de agosto de 2018. Foto: Alberto Lima.

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12. Recibimiento del reboso y el lazo matrimonial por parte de los padrinos (no siempre) Los indígenas kichwas no evaden los requisitos y protocolos establecidos por la iglesia católica para el cumplimiento de la ceremonia nupcial, sino más bien, los aceptan y practican, aunque, también han incluido signos no litúrgicos con la ayuda de los mismos catequistas (Yépez, 2015). De ahí que, tras el intercambio de los anillos, algunas parejas kichwas suelen recibir el reboso42 y el rosario por parte de sus ñawpadores, siendo más común en el cantón Cotacachi, que en los cantones de Otavalo y Antonio Ante. El reboso puede ser de color fucsia, azul o turquesa y su uso se debería a la gran similitud que tiene con el manto de la virgen. Sin duda, tanto el reboso, así como el rosario simbolizan la unidad y la indisolubilidad del matrimonio. Y, generalmente, los novios reciben de sus padrinos el reboso y el rosario, ya sea de pie, sentados

42. Manta utilizada por las mujeres para cubrir su dorso.


> El Sacerdote Manuel Figueroa consagrando la unión conyugal de Sayri Zambrano y Elizabeth Espinoza. Foto: Nhora Benitez.

o arrodillados en el reclinatorio, mientras son bendecidos por el sacerdote. 13. Ofertorio (consagración del pan y el vino; oraciones y peticiones para el bienestar de la pareja) Después de una amplia solemnidad de invocaciones, se pronuncia el credo y se ofrenda el pan, el vino y el agua, al igual que se hacen algunas aclamaciones a Dios, mientras todos se ponen de pie para la eucaristía.

> Los padres del novio bendiciendo a los flamantes esposos en la parte final de la ceremonia. Foto: Nhora Benitez. > Los ñawpadores colocan el reboso azul y un rosario de color coral sobre las cabezas de Fabián Morales y Nancy Arotingo. Foto: Alberto Lima. > Sairy Zambrano y Elizabeth Espinoza firmando el acta del matrimonio eclesiástico. Foto: Nhora Benitez.

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14. Liturgia eucarística Una vez realizada la presentación de los dones, el sacerdote invita a la asamblea a orar para que la Eucaristía que se va a celebrar sea agradable a Dios y sigue una oración sobre las ofrendas, pidiendo que se transformen en el Cuerpo y en la Sangre del Señor. Al igual que solicita que todos recen el padrenuestro. 15. Rito de la paz Consiste en la celebración del rito de la paz y la unidad, en cuyo momento, algunos se estrechan las manos y otros se abrazan, Sin duda, es un ritual de gran sacralidad, que prepara a los fieles para recibir la sagrada Comunión, en la cual queda sellada y acrecentada. 16. Comunión Los oficiantes realizan las lecturas del Cordero y proceden a realizar la Comunión, en la que participan algunos presentes del cuerpo y sangre de Cristo. 17. Firma del acta matrimonial En esta fase, el sacerdote procede a legalizar el acta matrimonial a través de las firmas de los novios y los padrinos. 18. Bendición final Al final de la ceremonia, el sacerdote bendice a la pareja y, en ocasiones, pide al esposo que bese a su esposa. Luego, ofrece una última plegaria por la felicidad de la pareja y se despide de todos, expresando la frase “pueden ir en paz”. E inmediatamente, los invitados felicitan a los nuevos esposos, así como participan de las fotografías familiares. Y, en el caso que la pareja kichwa tenga uno o más hijos, entonces aprovechan para bautizarlos, usualmente con los mismos padrinos del matrimonio.

> En Cotacachi, la novia Blanca Vinueza (comunidad Topo Grande) firmando el acta de su matrimonio religioso, el 28 de abril de 2018. Foto: Alberto Lima. > En Cotacachi, el sacerdote bautizando a la hija de Daniel Guaján y María Viviana Sánchez. Foto: Nhora Benítez.

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19. Bautizo de los hijos de la pareja Este rito católico no aplica para todos los casos, únicamente para aquellas parejas que ya han sido padres de uno o más hijos, cuya ceremonia se cumple al final de la misa nupcial y, casi siempre, con los mismos padrinos de matrimonio. A decir de la mayoría de los entrevistados, estos dos acontecimientos se fusionan, no solo por aprovechar la presencia de los familiares, amigos y vecinos, sino también para evitar gastos posteriores.


20. Cortejo de salida Una vez que ha concluido la ceremonia religiosa, el público invitado es el primero en salir, seguido por los pajes, la corte de honor (no siempre), los padres, los padrinos y finalmente los novios. 21. Arrojar el arroz y los pétalos de rosas Una vez que los recién casados salen de la iglesia, desde el dintel de la puerta, un buen número de invitados echan un puñado de arroz y otro de pétalos de rosas sobre sus cabezas, haciendo de este acto un momento memorable para la pareja. Que según los entrevistados, el arroz simboliza la descendencia, la prosperidad y la abundancia, así como los pétalos están asociados a la purificación de la unión conyugal. En el cantón Cotacachi, tras el arroz y los pétalos de rosas, los desposados y sus familiares bailan algunos sanjuanitos y/o fagos frente a la iglesia, entre 15 y 30 minutos, cuyos ritmos son interpretados por un grupo de música tradicional o por un tayta arpista.

> Sairy Zambrano y Elizabeth Espinoza en la parte final de la ceremonia. Foto: Nhora Benitez. > Sairy Zambrano y Elizabeth Espinoza en la parte final de la ceremonia. Foto: Nhora Benitez.

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> En Cotacachi, los novios Luis Ramiro Perugachi y Blanca Vinueza, reciben el arroz y los pétalos de rosas por parte de sus familiares. Foto: Alberto Lima. > En Cotacachi, los novios Flor Santillana y Lenin Flores reciben el arroz y los pétalos de rosas por parte de sus familiares. Foto: Nhora Benítez.

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Para ello es común que pareja baile dentro de un círculo formado por los músicos y sus familiares, quienes bailan, silban y expresan palabras cargadas de mucha energía para los recién casados. Además, durante este acto ritual, la novia también baila con su padre, padrino o consuegro, así como el novio baila con su madre, madrina o consuegra. Y de esta manera, se da inicio a la celebración de la unión conyugal, que puede durar hasta tres días. Luego, los recién casados y algunos de sus familiares se dirigen caminando y bailando hasta la casa del novio y generalmente liderados por una pareja de ñawpadores. Desde luego, esta forma de desplazamiento se realiza, siempre y cuando, la casa de los anfitriones se encuentre cerca de la iglesia, caso contrario, lo hacen


en transportes colectivos y en vehículos personales. En el primer caso, el cortejo baila formando círculos, no solo en el exterior de la iglesia, sino también en dos o tres esquinas que se encuentran tanto al inicio, como al final del trayecto, cuya tradición es más común en el cantón Cotacachi, que en los cantones de Otavalo y Antonio Ante (San Roque). Como se ha dicho, en la actualidad, el 80% de las parejas festejan durante dos días, el primero en la casa del novio y el segundo en la casa de la novia, aunque, en ciertos casos, también ocurre a la inversa, e incluso, los dos días de fiesta se realizan en un solo lugar por consenso de las dos familias involucradas. Y cada vez más, los padrinos se excusan de asumir el tercer día de fiesta, debido a los gastos y responsabilidades que demanda, por lo que prefieren entregar sus obsequios durante el segundo día de fiesta en la casa de la novia. Ceremonia nupcial evangélica En las cuatro últimas décadas se han incrementado las celebraciones nupciales evangélicas en el territorio del pueblo kichwa Otavalo, cuyas ceremonias suelen ser muy espirituales y emotivas. En su totalidad son oficiadas por un pastor o ministro, quien bendice la unión conyugal, instruyendo a los novios mediante lecturas bíblicas que apuntan a seguir los mandamientos y deberes según los Evangelios, lo que se desarrolla entre dos y tres horas. Para la ceremonia nupcial evangélica, las parejas deben cumplir con tres requisitos básicos. El primero consiste en el desarrollo de un programa de conserjería prematrimonial, impartido por un pastor, cuyas charlas tratan temáticas sobre el amor a la pareja, la comunicación, la educación de los hijos, las finanzas, la relación sexual, etc. El segundo exige la presentación de una cédula de identidad para completar el libro de registro y el acta matrimonial. El tercero, compromete a los novios en la búsqueda de sus padrinos con estado civil casados, ya que así estarían en capacidad para aconsejarlos y guiarlos en base a su experiencia, a los principios y valores evangélicos. Según los testimonios recogidos, la iglesia evangélica no solicitaría dinero por el servicio religioso, ni tampoco ofrendas en medio de la ceremonia, a menos que sea voluntad de los novios o de sus familiares. Entre los rituales más comunes se encuentran: la bendición de los anillos; la iluminación de las velas junto a los padrinos; la imposición de las manos sobre las cabezas de los

La novia Liliana Arias peinándose a dos horas de su matrimonio religioso (iglesia evangélica) que se realizó el 15 de julio de 2018. Foto: Tamia Flores, Yolanda Conejo y Priscila Guaján. > Cecilia Arias ataviando a su hermana para el matrimonio religioso, según la tradición evangélica. Foto: Tamia Flores, Yolanda Conejo y Priscila Guaján.

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> Liliana Arias luciendo su traje de novia, minutos antes de recibir los consejos y bendiciones de su madrina, quien le acompañó a la iglesia evangélica. Foto: Tamia Flores, Yolanda Conejo y Priscila Guaján. > En Cotacachi, los novios Fabián Morales y Nancy Arotingo y sus familiares caminan y bailan por la vía que conduce hacia la comunidad de Tunibamba (casa del novio). Foto: Alberto Lima.

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novios por parte de los padrinos y el pastor, entre otros. Generalmente, los varones (novios) evangélicos visten con el atuendo tradicional característico de su comunidad y/o barrio, aunque no siempre las novias, quienes prefieren lucir vestidos occidentales de color blanco. Por su parte, casi la totalidad de los familiares indígenas visten con sus mejores galas tradicionales, en donde las mujeres otavaleñas destacan por su pachallina de color beige. Durante la ceremonia evangélica, es común que los novios se expresen mutuamente promesas de amor y elijan los temas o melodías musicales para la entrada y salida de la iglesia. Así como, la pareja tiene la libertad de elegir a un familiar para que lea un versículo con frases cristianas de amor o entone una canción. En los siguientes párrafos, se presenta la forma en que se desarrolló la ceremonia nupcial evangélica de los otavaleños Liliana Arias y Diego Sánchez, que tuvo lugar el 15 de julio del 2018; esto es, a los dos días del matrimonio civil. Este día, las actividades iniciaron desde las primeras horas de la mañana, ya que la ceremonia estaba prevista para las 08h00. En esta ocasión, la novia vistió con un traje blanco de estilo occidental y con la ayuda de su hermana mayor. Luego, la contrayente recibió los consejos y bendición de su madrina, quien le acompañó hasta la iglesia en un vehículo. En tanto que el novio llegó al templo en compañía de su padrino. En los momentos previos al inicio de la ceremonia, tanto los novios, como los integrantes (jóvenes indígenas) de la corte de honor se confesaron con el pastor o ministro de la iglesia. Tras este sacramento, los jóvenes formaron una calle de honor para recibir al cortejo matrimonial, mientras sostenían una biblia y dos flores en sus manos. Los primeros en ingresar al templo fueron los niños pajes, seguidos por la dama y caballero de amor; el novio con sus padrinos; los padres del novio y finalmente la novia acompañada de sus padres. Cabe resaltar que, mientras la novia se dirigía al altar, el pastor aprovechó para resaltar las características del traje y a su diseñadora. El pastor Cecilio de la Torre inició la ceremonia expresando palabras de bienvenida, seguidas por oraciones y lecturas bíblicas, propiciando la alabanza y adoración a Dios a cada instante. De manera especial, relevó los roles y obligaciones que los contrayentes deben cumplir en su vida conyugal. Luego, los novios expresaron sus votos matrimoniales, intercambiaron los anillos y recibieron la imposición de las manos de sus padrinos y el pastor. Todo ello, en medio de la interpretación musical cristiana efectua-


da por un grupo de mujeres pertenecientes a la iglesia. En la parte final de la ceremonia, el oficiante presentó a los nuevos esposos ante la iglesia, así como, el novio agradeció a todos los presentes e hizo extensiva la invitación para que todos asistan a su casa, en donde esperaba un gran banquete para la celebración de la unión conyugal. Una vez que concluyó la ceremonia nupcial, todos se desplazaron a la casa del novio para degustar de la comida tradicional, tanto de aquella preparada por los anfitriones, como de la entregada por los familiares que llegan a la recepción, misma que suele ser mezclada por el personal de servicio, antes de ser compartida con todos los asistentes. De hecho, en algunos casos se ha observado que esta comida es servida antes que aquella preparada por la familia anfitriona. En la siguiente fotografía se observa a la mama servicio Josefina León y a la hermana de la novia Cecilia Arias sirviendo los alimentos que fueron entregados por los asistentes. •

> En Cotacachi, los novios Blanca Vinueza y Luis Ramiro Perugachi bailan junto a sus familiares y amigos frente a la iglesia matriz, antes de dirigirse a la casa del novio para continuar con el primer día de celebración. Foto: Alberto Lima.

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XI. Fiesta de recepción en la casa del novio Kari wasipi kallari raymi

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> Joven indígena otavaleña. Foto: John Bautista


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> Hayet, joven indĂ­gena otavaleĂąa. Foto: John Bautista


E

N CUANTO CONCLUYE LA CEREMONIA eclesiástica, todos se dirigen a la casa del novio, casi siempre de la misma manera en que llegaron a la iglesia; es decir, caminando, bailando y expresando palabras de bienestar a los novios. Otros contratan entre uno y tres buses para trasladar a los invitados y a los músicos hasta el lugar indicado. A través de esta investigación, también se ha constatado que algunas familias consensuan la realización de toda la fiesta en un solo lugar, ya sea en la casa del novio o de la novia, aunque es poco común. Asimismo, en la zona urbana, a lo largo de los últimos cinco años, se han incrementado los contratos de centros de eventos para la celebración de la unión matrimonial por un solo día. En cualquier caso, durante este primer día de fiesta asisten entre 250 y 500 personas, lo que representaría un gasto de entre 1.000 y 3.000 dólares americanos. Es importante destacar que, en la actualidad, la celebración matrimonial se desarrolla entre dos y tres días como máximo, debido a los altos costos, en comparación con los seis u ocho días que se desarrollaban hace más de tres décadas. En el caso de los matrimonios evangélicos, la celebración no excede más de un día, en cuya jornada se ofrece únicamente comida tradicional (varía de acuerdo a la comunidad) y no se brinda con licor. En general, los preparativos inician varios días antes de la celebración del matrimonio eclesiástico, casi siempre con la asistencia de una pareja de servicios (mama y tayta servicio) y otros familiares cercanos. Para ello, los anfitriones adecúan el patio de la casa o un segmento de la calle frontal o lateral como sitio para la

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> El grupo de música tradicional “Kayapas” de la comunidad La Calera del cantón Cotacachi, acompañando al cortejo matrimonial hasta de la pareja Daniel Guaján y María Viviana Sánchez. Foto: Nhora Benítez.

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recepción, en cuyo interior colocan grandes carpas de color blanco y realizan el montaje de mesas y sillas en relación al número de invitados, que no será menor a las 200 personas. Del mismo modo alquilan ollas y pailas de gran tamaño, así como prefieren comprar platos, tazas, cucharas y vasos de material desechable. Cuando apenas faltan dos días antes de la ceremonia religiosa, los anfitriones reciben la asistencia de la mama servicio y la cocinera principal para la compra de verduras, legumbres, frutas, papas, gallinas criollas, hornado o cuyes, debido a su vasta experiencia en la preparación de la comida tradicional y en la atención a grupos grandes de invitados. En todos los casos observados, las cocineras empiezan a pelar las gallinas y las papas desde la víspera (día anterior al evento principal), para garantizar que la comida y la bebida se encuentre preparadas, para cuando lleguen los novios y todos sus invitados desde la iglesia; es decir, alrededor de las 13h30 del día siguiente. Recapitulando, los recién casados acostumbran a caminar y bailar junto a la comitiva matrimonial y algunos de sus familiares, desde la iglesia hasta la casa del novio o de la novia (pocos casos), casi siempre liderados por una pareja de ñawpadores, siendo más común en el cantón de Cotacachi que en los cantones de Otavalo y Antonio Ante (parroquia de San Roque). A lo largo del trayecto el maestro arpista conjuntamente o la banda músicos interpretan música al ritmo de saltashpa y san juanito, quienes permanecen hasta la hora que concluye el almuerzo, ya que en adelante son relevados por una orquesta de música popular y/o moderna. En cualquier caso, los maestros arpistas cobran entre 180 y 250 dólares diarios, mientras que los grupos de música andina entre 200 y 900 dólares. Es este último caso, dependerá del número de horas contratadas, del número de integrantes y de la trascendencia (fama) del grupo. En el cantón Cotacachi, los grupos o conjuntos de música andina más contratados para las celebraciones matrimoniales son: Humazapas de la comunidad de Turuku y Kayapas de la comunidad de la Calera. En tanto que en los cantones de Otavalo y Antonio Ante (San Roque), los informantes reconocen a los grupos: Shamunchik, Mayas, Caminantes del Ecuador, Samy, Kurituparik Muenalakuna de Cotama, Otavalo y Punto, etc. Aunque, cada vez son menos las presentaciones de los maestros arpistas durante las celebraciones nupciales, los entrevistados reconocen el gran valor de los otavaleños, Mariano Cachimuel (tayta Chavo) y Alejandro Terán (Algodón Mocho). Al igual que los cotacacheños Lenin Al-


> La mama servicio Josefina Lema y la hermana de la novia Cecilia Armas sirviendo la comida a los invitados. Foto: Tamia Flores, Yolanda Conejo y Priscila Guaján. Foto: Nhora Benítez.

> Los ñawpadores José Pedro Guandinango y Etelvina Vinueza y los novios Fabián Morales y Nancy Arotingo solicitando la bendición de los padres del novio (anfitriones). Foto: Alberto Lima.

> Los ñawpadores José Pedro Guandinango y Etelvina Vinueza y los novios Fabián Morales y Nancy Arotingo solicitando la bendición de los padres del novio (anfitriones). Foto: Alberto Lima.

> La novia María Viviana Sánchez recibiendo los obsequios de sus familiares. Foto: Nhora Benítez.

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> Los familiares de los novios Apauki Flores y Cristina Morán, sostienen el toldo de color blanco durante el baile a ritmo de fandango. Foto: Alberto Lima. > Apauki Flores y Cristina Morán bailando el tradicional fandango debajo del toldo. Foto: Alberto Lima.

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vear, Rafael Ramos, José Guandinango, Luis Bonilla, entre otros. Al llegar a la casa de los padres del novio, tanto los ñawpadores, como los recién casados y sus padrinos acostumbran a saludar y solicitar la bendición de sus anfitriones. A los pocos instantes, la pareja se coloca de rodillas sobre una estera o una manta para recibir los consejos y las bendiciones de sus padrinos, ñawpadores, padres y abuelos, quienes recalcan sobre los roles y obligaciones que han asumido tras el matrimonio. Pero a la vez, les hacen saber que siempre contarán con su apoyo incondicional. Acto seguido, los ñawpadores y los anfitriones orientan a los novios, padrinos, consuegros, roperos, músicos y demás invitados para que ocupen el lugar que les corresponde en el área dispuesta para la fiesta. Es notorio que los invitados nunca llegan con las manos vacías a este primer día de festejo, pues, cada familia entrega más de un obsequio, principalmente alimentos cocidos y no cocidos, que son recibidos por los ñawpadores, el personal de servicio (taytas y/o mamas servicio), los mismos novios o algún familiar cercano. Se observa que los anfitriones reciben: arrobas de arroz y azúcar; bolsas y paquetes de fideo; quintales de papas; cubetas de huevos; canastas de mote, arveja y fréjol; grandes cestos de frutas; bolsas y bandejas de pan; gallinas y cuyes vivos o preparados (cocinados); abundantes paquetes de gaseosas, al igual que cerveza, aguardiente y chicha. En algunos casos, también reciben dinero, utensilios de cocina, cobijas, edredones e incluso muebles o algún pequeño electrodoméstico. En todo caso, depende de la economía, del vínculo familiar y de la voluntad de los invitados. De esta manera, las familias kichwas dan fiel cumplimiento a los principios de la reciprocidad y solidaridad andina. En este primer día de festejo nupcial, es común la realización del brindis antes de la comida y la repartición de un pedazo de pastel de boda a manera de postre. Para ello, una vez que está integrada la mesa directiva, el brindis es realizado generalmente por el padre del novio (anfitrión), quien inicia agradeciendo la presencia y el apoyo de todos, de manera especial, se dirige a los padrinos de boda, a sus consuegros y a los miembros del comité organizador (ñawpadores, roperos, estanqueros, cocineras, servicios, etc.). A la vez, augura felicidad a los recién casados y reitera el apoyo incondicional de la familia. En algunos casos, también se ha observado que el brindis es realizado por el padrino, un tío o algún hermano de los novios. Tras el brindis, los novios también agradecen a todos los presentes, resaltando que mantendrán vivas las tradiciones, valores y enseñanzas de sus padres y abuelos.


Posterior al brindis, los anfitriones hacen una señal al personal de servicio (mama, tayta y katik43 servicio) para que sirvan y distribuyan la comida a todos los invitados, quienes lo hacen en cadena; es decir, pasando los platos de mano en mano. Aunque, también es común que antes de la comida, los padres del novio entreguen los medianos de comida a los principales miembros del cortejo matrimonial. En la actualidad, la mayoría de los anfitriones sirven tres platos de comida. El primero puede ser, un yawarlokro elaborado con menudo de borrego, también un caldo de gallina de campo con mote o una mazamorra (uchuhaku44) con gallina, res o cuy. El segundo plato contiene una gran porción de arroz o mote, acompañado con papas, hornado de cerdo y encurtido. Y, el tercero, consiste en el postre, que generalmente es una rebanada del pastel de bodas. El tipo de comida varía en cada caso, no sólo dependiendo de la tradición local, sino también de la economía de las familias 43. Ayudante del tayta y mama servicio. 44. Colada elaborada en base a la mezcla de harina de maíz, cebada y haba. 45. Tres o cuatro tipos de granos cocinados que llevan los invitados para compartir durante el sawari puncha.

> Los novios bailando a ritmo de fandango en compañía de sus padrinos, padres, ñawpadores y roperos. Foto: Alberto Lima. > Las parejas de la comitiva matrimonial golpeando el dorso de su mano derecha sobre la palma izquierda. Foto: Alberto Lima. > En el momento del brindis por la felicidad de los novios Apauki Flores y Cristina Morán, el día 11 de agosto de 2018. Foto: Alberto Lima.

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> > El personal de servicio distribuyendo grandes porciones de comida mezclada a todos los invitados, durante la celebración de los matrimonios. Fotos Jonathan Terreros y familia Lomas León.

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involucradas. Si bien, en la actualidad son comunes los tres platos de comida, también se ha constatado que algunos anfitriones ofrecen uno solo, pero abundante, sobre todo en las zonas rurales, quienes aprovechan la gran variedad de granos andinos. Cabe resaltar que, mientras los invitados se deleitan con la comida brindada por sus anfitriones, el personal de servicio procede a mezclar todos los alimentos cocidos (papas, habas, fréjol, choclo, arroz, mote, etc.) o el kukapi45 para distribuir a los invitados en porciones, quienes pueden consumir en el mismo lugar o llevar a casa para compartir con los demás miembros de su hogar. En algunos casos, también se acostumbra a distribuir la comida mezclada antes del banquete preparado por los anfitriones. En cualquier caso, lo importante es que los kichwas dan fiel cumplimiento a los principios de la reciprocidad y solidaridad andina. Aunque, cada vez más, son las parejas kichwas que prefieren contratar un centro de eventos sociales para la celebración de su unión conyugal, en donde, no siempre se ofrecen platos tradicionales y posiblemente se prescinde de algunos rituales o prácticas pos matrimoniales. Las actividades posteriores a la comida varían de acuerdo al contexto geográfico, económico y cultural. De hecho, no existe un protocolo establecido, es más bien espontáneo. En algunos casos, las familias bailan el tradicional fandango, en este primer día de fiesta, aunque la mayoría lo realiza durante el segundo día de fiesta (casa de la novia) y tras el lavado de la cara o ñawi mayllay; es decir, entre las 12:30 y 14:00. También, hay quienes bailan fandango los dos o tres días de festejo, ya sea antes o después del almuerzo. Al igual que existen familias kichwas que han reemplazado este baile tradicional, por el vals matrimonial u otros ritmos occidentales. Durante décadas, el baile a ritmo de fandango no solo ha estado presente en las celebraciones matrimoniales, sino también en los velorios de los niños (wawa wañuy), interpretado principalmente por un maestro arpista. Pero con el tiempo, también se han ido incorporando otros instrumentos musicales, tanto de viento, como de percusión. Entre ellos, la mandolina, el violín, el bombo, la flauta traversa de carrizo. En general, los entrevistados kichwas coinciden que el fandango es el apogeo del matrimonio o sawari. Para Aguilar (2014), este baile simboliza el encuentro entre la energía masculina y femenina, en donde interviene toda la familia, siendo el distintivo principal de este danza, el toldo o tuldupay de color blanco, que representaría el útero de la madre naturaleza.


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> Los ñawpadores Luzmila Morán y Jorge Arotingo recibiendo los medianos de comida de parte de los familiares del novio Daniel Conejo. Foto: Alberto Lima. > El tayta ñawpador Pedro Guandinango bailando con su ahijada Nancy Arotingo, antes de cumplir con el ritual de “hacer acostar a los novios” o sirichina. Foto: Alberto Lima.

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Por tanto, no solo se practicaría por estar asociado con la fecundidad, sino también porque permitiría la purificación de la pareja. En el territorio kichwa, el baile a ritmo de fandango es más conocido como chimba puray, aunque, la forma en que se realiza varía dependiendo del contexto geográfico, económico y social. Sin embargo, en la mayoría de las celebraciones matrimoniales, se ha observado los siguientes cuatro momentos. En el primero, los recién casados empiezan a bailar debajo de un toldo (sábana) de color blanco, que se encuentra sostenido por cuatro o más familiares. Este toldo se retira conforme van ingresando las parejas del comité organizador al baile. En el segundo momento, se observa un total de 12 personas (seis mujeres y seis hombres), siendo las parejas principales, el padrino y la novia, así como, la madrina y el novio, quienes bailan en forma circular, girando, tanto a la izquierda, como a la derecha. En el tercer momento, todos los integrantes se juntan en el centro y a los pocos segundos regresan a su posición inicial, una y otra vez. En el cuarto momento, las parejas se organizan en dos filas, una en frente de otra (hombre y mujer), avanzando hacia el centro y regresando a su posición inicial, a veces intercambiando su lugar, pero siempre golpeando el dorso de la mano derecha sobre la palma de la mano izquierda y al ritmo de la música. Este es el momento propicio para algunos anfitriones que prefieren entregar los medianos de comida (una gran porción de mote y papas, dos pollos y dos cuyes) a los padrinos, consuegros, ñawpadores y roperos después de la comida y, casi siempre, por medio de la mama o el tayta servicio, como muestra de reciprocidad por la ayuda recibida y por los nuevos lazos familiares que se han establecido. Cabe destacar que además de las canastas de comida, algunas familias también entregan una lavacara de variadas y frescas frutas. Una vez que ha concluido la comida, incluyendo el brindis y la entrega de los medianos, los padres del novio invitan a disfrutar de la fiesta. A partir de este momento, es común que una orquesta o una banda de música mix acompañe y motive el baile y el consumo de bebidas alcohólicas (chicha, aguardiente, cerveza, ron o wiski) y no alcohólicas (gaseosas, refrescos o agua). En general, los anfitriones entregan a algunos familiares, amigos y/o vecinos, una jaba de cerveza o una botella de licor para que compartan con los demás invitados, cuyo encargo, casi siempre tiene como resultado la embriaguez. A lo largo de la tarde y noche, las bandas, orquestas o conjun-


tos musicales interpretan un amplio repertorio de música popular, priorizando los fandangos y san juanitos, cuyos ritmos tradicionales, no solo transmiten alegría, sino que promueven la unión familiar y comunitaria. Además, los mismos músicos asumen la animación de la fiesta, tanto en lengua kichwa como es español, según sea el caso. Pero hay quienes prefieren contratar una disco móvil, ya que es más económica y también incluye animación. Alrededor de las 19h:00, las personas responsables del servicio distribuyen dos platos de comida a los invitados, el primero consiste en un caldo de gallina con mote y papa y, el segundo, en un plato de hornado con mote, papa y encurtido. Antes de continuar con el baile, los novios reiteran su agradecimiento a todos los presentes y, abandonan el lugar de la fiesta en compañía de los ñawpadores, roperos, padrinos y algunos músicos, para cumplir con el primer ritual de iniciación, denominado “hacer acostar a los novios” o sirichina, que tiene lugar en una habitación de la casa de los padres del novio o de algún familiar, como se explica en el siguiente capítulo. •

> El padre del novio (Raúl Flores) entregando los medianos de comida y de frutas a los padrinos de matrimonio, el 11 de agosto de 2018. Foto: Alberto Lima.

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XII. Acostar a los novios Sirichina o Noche para dormir Puñuy tuta 197

> Joven indígena otavaleña. Foto: John Bautista


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> Melisa, joven indĂ­gena otavaleĂąa. Foto: John Bautista


H

ACE MÁS DE TRES DÉCADAS, LAS PAREjas kichwas cumplían con un ritual de iniciación durante su primera noche de bodas, denominado “hacer acostar a los novios” o sirichina, aunque para algunas comunidades de Cotacachi, este rito también toma el nombre de “noche para dormir” o puñuy tuta. De acuerdo a los testimonios, en la actualidad, apenas una de cada veinte parejas realizaría este ritual de acuerdo a la tradición kichwa, sobre todo en el sector rural del cantón Cotacachi. Pazmiño (2013), Aguilar (2014) y Males (2014) han estudiado la forma en que se desarrollaba este ritual de iniciación en el pasado de algunas comunidades del cantón Otavalo, cuya práctica no difiere mucho de lo que se realiza actualmente en algunos sectores rurales del cantón Cotacachi, ya que en Otavalo y Antonio Ante (San Roque), este rito ya no estaría vigente. Hasta hace pocos años, el ritual del sirichina se desarrollaba en una pequeña casa o “choza”, a manera de una talanquera, más conocida como wasirichik. La misma era construida por los familiares del novio en un lugar preferencial de la chakra y en una etapa previa a la realización del matrimonio eclesiástico. Su estructura se levantaba con palos de chaguarquero46, lechero o eucalipto, sostenidos con fibra de agave o penco, más conocida como chilpe. Las paredes estaban hechas con sarapanga47 o paja de páramo (paredes) y el piso con carrizo o pequeñas tablas de eucalipto. Para la pareja, esta construcción vernácula se constituía en 46. Es el agave americano o el penco azul que crece en los filos de los caminos de la serranía ecuatoriana, utilizado para delimitar la propiedad privada y para diversos tipos de construcciones. 47. Hojas de maíz cultivado.

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> La comitiva del sirichina preparando la ropa que vestirán los novios durante su primera noche de bodas. Foto: Alberto Lima.

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un espacio doméstico cargado de simbolismos. Pues, no sólo estaba destinado al cuidado de sus hijos, mientras labraban la tierra, sino también, era utilizada como bodega o para guarecerse del sol o de la lluvia, e incluso como un puesto de vigilia para el cuidado de las sementeras. En la actualidad, este tipo de construcciones ya no se encuentran vigentes para el cumplimiento del ritual durante la primera noche de bodas. Sin embargo, en algunas comunidades indígenas del cantón Cotacachi, esta práctica todavía se realiza en una habitación elegida por la pareja de ñawpadores, que suele ser la propia casa de los padres del novio o de algún vecino. Generalmente, aquellas parejas que han planificado el desarrollo del sirichina durante su primera noche de bodas, suelen abandonar la fiesta después de la cena, para dirigirse hasta una habitación de la misma casa o de otra cercana. Para ello, van acompañados por los ñawpadores, alcaldes (no siempre), roperos, padrinos, músicos (instrumentos de viento y de cuerdas) y en ocasiones, también por sus padres. En tanto que, algunos invitados continúan con el festejo y otros se retiran a sus hogares un poco más temprano, para retornar a la mañana siguiente a cumplir con el ritual de “levantar a los novios” o hatarichina. La habitación elegida para el ritual de iniciación (sirichina) es aseada, purificada y adornada con suficiente antelación por parte de la mama servicio o por algunos familiares de la pareja. Para su limpieza, los responsables utilizan una escoba de ortiga, romero, laurel y marco, cuyas plantas son propias del mundo binario andino, en donde se combina y se confronta el bien y el mal. Para el ñawpador Guandinango (2018), la purificación del espacio elegido se realiza con agua bendita y oraciones, ya que permitiría el alejamiento de los malos espíritus. En ciertas comunidades, el marco de la puerta también es arreglado con una sábana o un arco de carrizo que exhibe claveles o rosas de color rojo y blanco. Para este ritual de iniciación (sirichina), los distintos personajes que acompañan a los novios hasta la habitación, no siempre ingresan con los pies descalzos, como era la costumbre en el pasado, en cuyos tiempos, este acto denotaba respeto y conexión con la madre tierra. Claro está, que el uso de las alpargatas (calzado) por parte de población kichwa es relativamente temprano, pues, se remontaría a la década de los 30 del siglo pasado, según los testimonios de algunos abuelos indígenas. En la habitación, el ñawpador reza y aconseja a la pareja que está sentada al filo de la cama y en frente de los demás miembros de la comitiva. Luego, bendice la ropa con la que dormirán los


> Los ñawpadores Pedro Guandinango y Etelvina Vinueza, rezando junto a los novios, padrinos y roperos durante el “sirichina”. Foto: Alberto Lima. > El tayta ñawpador Pedro Guandinango colocando una faja roja en forma de cruz sobre la cobija que abriga a Fabián Morales y Nancy Arotingo. Foto: Alberto Lima.

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> Mientras los novios se visten con la ropa para dormir, el tayta ropero dobla y guarda los trajes que utilizaron durante la ceremonia religiosa. Foto: Alberto Lima.

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novios y que fue cargada por una pareja (matrimonio) de roperos. Los padrinos ayudan a los novios a retirarse las prendas que utilizaron durante este primer día de fiesta, mismas que son dobladas y guardadas por los roperos. Sin duda, la realización del sirichina se constituye en un momento de gran sacralidad, en donde confluyen las bendiciones y la infaltable picardía y alegría kichwa entre los distintos miembros de la comitiva matrimonial, quienes, por una parte, aconsejan a los novios para que tengan un buen desempeño sexual durante su primera noche de bodas, pero, por otra parte, prohíben cualquier movimiento, como regla y condición básica de este ritual de iniciación. Porque su incumplimiento traería consigo la imposición de ciertas penitencias a la mañana siguiente. Por lo expuesto, en algunas comunidades del cantón Cotacachi, los ñawpadores, además de bendecir a la pareja con un rosario48, esporádicamente también acostumbran a colocar uno o más objetos sobre la cobija o cubrecama, con la finalidad de constatar al día siguiente, si cambiaron su posición original. De ser así, la comitiva impone una o más penitencias, tanto a los recién casados, como a sus padrinos, que consisten en la realización de actividades domésticas para las mujeres y en tareas de labranza para los hombres, aunque éstas fueron más comunes en el pasado. Entre los objetos que se colocan sobre el cubrecama se encuentran: una faja en forma de cruz (la más común); un par de ramas de ortiga o espinos; una cuchara de madera con la cabeza cóncava hacia arriba; una cruz formada con 12 granos de maíz, 12 granos de morocho y harina de maíz; ladrillos; bloques o sambos (calabazas) a los costados de la cama. Enseguida, la comitiva abandona la habitación en medio de risas, bromas y gran complicidad, aunque, ya no colocan un candado en la puerta de la habitación, como ocurría hasta hace pocos años. En aquellos tiempos, el o los alcaldes no solo aseguraban la puerta, sino que permanecían haciendo guardia toda la noche, para evitar que los novios se escapen, caso contrario, ellos estaban obligados a pagar una penitencia. Asimismo, los familiares, amigos y vecinos aguardaban en el exterior de la vivienda hasta el día siguiente, siempre bailando, cantando, bromeando y riendo. Lo que no siempre ocurre en la actualidad, ya que la mayoría de los familiares prefieren retirarse a sus hogares máximo a las 24:00, para retornar al día siguiente a cumplir con el ritual de “levantar a los novios”, o hatarichina. 48. Dispositivo religioso que se usa para ahuyentar a los malos espíritus según la cosmovisión occidental.


Las parejas entrevistadas aducen que durante esta primera noche de bodas es muy probable que no ocurra el contacto corporal. En principio, debido a la presión que sienten los novios por la presencia de los familiares en el exterior. Y, por otra parte, aunque irónicamente, el comité del ritual expresa consejos para un buen desempeño sexual del novio y de la novia durante su primera noche, a la vez, reiteran que el incumplimiento de las reglas o condiciones básicas del ritual, traería consigo la imposición de penitencias al día siguiente. •

> El tayta ñawpador Pedro Guandinango realizando las oraciones finales, antes de retirarse de la habitación. Foto: Alberto Lima.

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XIII. Levantar a los novios Hatarichy / Hatarichina 204

> Joven indĂ­gena otavaleĂąa. Foto: John Bautista


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> Samia, joven indĂ­gena otavaleĂąa. Foto: John Bautista


A

LA MAÑANA DEL SEGUNDO DÍA DE CElebración conyugal, el comité organizador del matrimonio desarrolla el ritual complementario del sirichina, que consiste en “levantar a los novios”, más conocido como hatarichy o hatarichina. Desde luego, en la actualidad, este rito sería practicado ocasionalmente en el sector rural de cantón Cotacachi y únicamente por los kichwas católicos. Para ello, desde muy temprano, el comité del ritual y un buen número de familiares se reúnen en la casa del novio, siempre y cuando, la pareja hubiere pasado su primera noche de bodas en la casa de algún familiar o vecino. Caso contrario, ellos se congregan en la casa de la novia o de algún familiar que se localice cerca del lugar en el que dejaron a los novios la noche anterior. Este encuentro previo es organizado por los ñawpadores, con el propósito de bendecir los distintos elementos (pétalos de rosas, agua, sal, esencias, etc.) que se utilizarán durante el lavado de la cara o ñawi mayllay; cuyo rito se cumple posterior al hatarichina. La bendición de los elementos se constituye en un momento de gran sacralidad, pues, el tayta ñawapador u otra persona con conocimientos sobre catequesis, es quien dirige esta ceremonia en compañía de los miembros del comité organizador y algunos familiares de los recién casados. En general, durante este acto ritual, no pueden faltar la sagrada chicha de maíz y la música tradicional interpretada principalmente con arpa. Tras las oraciones y la bendición de la ropa, el cortejo matrimonial se desplaza caminando, bebiendo y bailando al compás del grupo musical (guitarras, bombos, flautas, bandolines y violines), hasta la casa en donde se 207


> Pedro Guandinango (rezador) bendiciendo los elementos para el ñawi mayllay de la pareja Karina Perugachi y Daniel Conejo (Peguche).Foto: Alberto Lima.

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encuentran los recién casados y lo hacen en una sola dirección, ya sea de norte a sur o de este a oeste. Al frente del cortejo, casi siempre se observa al tayta alcalde y a sus tres ayudantes, quienes portan banderas de color azul y blanco, al igual que sukus o carrizos llenos de aguardiente. Sin embargo, los líderes son los ñawpadores; es decir aquellos que caminan adelante del grupo y en el centro de los alcaldes y casi siempre llevan en sus manos dos o más cruces adornadas con ramas de romero, ortiga y claveles de color rojo y blanco. Sin olvidar que, los ñawpadores, no solo asumen la organización de los ritos posteriores a la ceremonia religiosa, sino también los gastos de los mismos. Por su parte, los roperos cargan la ropa que utilizarán los novios durante el segundo día de fiesta. Y los demás acompañantes, llevan suficiente comida, así como bebidas alcohólicas y no alcohólicas que serán compartidas con el resto de invitados. A poca distancia de la vivienda en la que se encuentran los novios, el cortejo empieza a detenerse por algunos minutos en cada esquina, para compartir la chicha49, el aguardiente u otra bebida, así como para bailar (círculos) y transmitir su gran alegría por los recién casados, provocando gran curiosidad y asombro en todos los vecinos y transeúntes. Al aproximarse al patio de la casa, algunos integrantes del cortejo expresan frases picarescas a los novios, que advierten que están a punto de ingresar a la habitación. Pues a decir de Buitrón citado en Pazmiño (2013: 43), las personas decían “aquí venimos, cuidado con estar besando a tu novia, no le abraces, ya tuviste toda la noche para eso”. Al igual que en tiempos pasados, al espacio íntimo de los novios, accede únicamente la comisión que acostó a la pareja (sirichina) la noche anterior, mientras los demás invitados se mantienen bailando en el patio o en la calle, hasta que se integren los novios, para dirigirse a cumplir con el ritual del lavado de la cara o ñawi mayllay. Hasta hace pocos años, sólo el tayta alcalde estaba autorizado para abrir la puerta de la habitación, así como para desarrollar el ritual del hatarichina. En tanto que, en la actualidad, aun cuando se encuentre uno o más alcaldes, los nawpadores son los únicos responsables de este ritual. Como norma consuetudinaria, la comitiva matrimonial ingresa saludando a los recién casados, quienes regresan el saludo con mucho respeto y humildad. Algunas parejas se mantienen inmóviles debido a las condiciones impuestas la noche anterior 49 Bebida tradicional fermentada a base de maíz.


> El conjunto música acompañando al cortejo que se dirige a “levantar a los novios” Daniel Conejo y Karina Perugachi, para realizar el “lavado de la cara” o ñawi mayllay, el día 24 de septiembre de 2017 en Peguche. Foto: Alberto Lima.

> Al frente del cortejo se observan a dos alcaldes que portan los sukus o carrizos llenos de aguardiente, seguidos por otros alcaldes que llevan las banderas de color blanco y azul y en el centro se observa al tayta ñawpador en compañía de los padrinos y roperos. Foto: Alberto Lima.

> El tayta ñawpador Jorge Arotingo Cushcagua, liderando el cortejo que se dirige a levantar a los novios, Daniel Conejo y Karina Perugachi, para realizar el “lavado de la cara” o ñawi mayllay, el 24 de septiembre de 2017 en Peguche. Foto: Alberto Lima.

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> En la comunidad de Tunibamba (Cotacachi), los alcaldes están preparando los sukus o carrizos con aguardiente para brindar el aguardiente a los esposos Morales/Arotingo. Foto: Alberto Lima. > El grupo de música interpretando temas tradicionales, mientras la comitiva matrimonial levanta a los novios Daniel Conejo y Karina Perugachi (24 de septiembre de 2017). Foto: Alberto Lima.

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por la misma comisión, al menos hasta recibir la bendición de los ñawpadores y la de sus padrinos. En el pasado, tras el saludo, los miembros de la comitiva matrimonial procedían a verificar la posición de los objetos que dejaron la noche anterior sobre el cubrecama de los novios y, si no se encontraban en su lugar, entonces imponían una o más penitencias a los novios y a sus padrinos. En general, ellos bebían una taza de agua con sal o dos litros de aguardiente, siendo necesario complementar con alguna actividad doméstica o de labranza. De hecho, era muy común que el hombre camine con un arado de madera sobre sus hombros hasta una fuente de agua natural, mientras que su mujer cargaba el “kukapi” o representaba la siembra. Aunque en la actualidad, algunas parejas representan la labranza y la siembra, ya sea minutos antes o después del lavado de la cara. En general, las plegarias invocadas al Dios cristiano son realizadas por el tayta ñawpador, quien utiliza un rosario y una cruz de carrizo, adornada con ortiga y claves de color rojo y blanco, cuyos elementos sincretizados también son utilizados en el rito del lavado de la cara, que se realiza tras el hatarichina. Posterior a la bendición, los ñawpadores brindan agua de canela con pan a los novios, en tanto que los alcaldes les ofrecen aguardiente que es ingerido través de unos largos carrizos, más conocidos como sukus50. A los pocos minutos, los padrinos atavían a los novios con la asistencia de los roperos. En algunos casos, la pareja prefiere utilizar la vestimenta del día anterior (matrimonio eclesiástico), pero, en otros casos, pueden vestir con prendas nuevas y características de su comunidad, ya sean aquellas obsequiadas por sus padrinos, por los ñawpadores o compradas por ellos mismos. Aunque en Otavalo, algunas parejas alquilan ciertas prendas que ya no se encuentran fácilmente en el mercado, como es el caso del poncho de color azul con figuras precolombinas de color blanco para el hombre y el chal blanco con bordados multicolores y flecos largos para la mujer. En Cotacachi, los novios, padrinos y ñawpadores visten de forma similar para la realización del ritual del lavado de la cara o ñawi mayllay, tal como lo hicieron el día anterior para la ceremonia eclesiástica, lo que no siempre ocurre en el caso de quienes habitan en los cantones de Otavalo y Antonio Ante (parroquia de 50. En la presente investigación se ha utilizado de forma indistinta, algunos sustantivos propios del kichwa, prescindiendo del morfema pluralizador kichwa_kuna; y se ha agregado el pluralizador del español_s.


> En Cotacachi, los familiares de los esposos Fabián Morales y Nancy Arotingo aguardan la salida de los novios de la habitación (hatarichina), mientras disfrutan del agua de canela con pan. Foto: Alberto Lima.

> En la comunidad de Tunibamba (Cotacachi), la comitiva matrimonial en los instantes en que levantaban a los novios Fabián Morales y Nancy Arotingo. Foto: Alberto Lima.

> En Cotacachi, los ñawpadores y roperos están vistiendo a los recién casados Nancy Arotingo y Fabián Morales. Foto: Alberto Lima.

> En Otavalo, la comitiva matrimonial sale de la habitación de la casa del novio (Daniel Conejo) para dirigirse a la casa de novia (Karina Perugachi), en cuyo lugar se desarrollará el ritual del lavado de la cara o ñawi mayllay. Foto: Alberto Lima.

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> Los novios Fabián Morales y Nancy Arotingo salen de la casa en la que pasaron su primera noche de bodas para dirigirse a cumplir con el ritual del lavado de la cara o ñawi mayllay en compañía de la comitiva matrimonial y de sus familiares. Foto: Alberto Lima.

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San Roque). Claro está, mientras se desarrolla el hatarichina, algunos familiares bailan al ritmo de la música interpretada por un maestro arpista o por una banda de músicos de la localidad. En tanto que otros se mantienen expectantes de la salida de los novios, para acompañarlos hasta una fuente de agua (cascada, vertiente o lago) o algún sitio (patio, garaje o calle) de la casa de la novia para la realización del ritual del lavado de la cara o ñawi mayllay. Una vez que salen de la habitación para cumplir con el ñawi mayllay, la mama servicio o los ayudantes del alcalde principal proceden a limpiar la habitación, con las mismas plantas que purificaron el día anterior para el sirichina (acostar a los novios). A decir de algunos abuelos kichwas, en el pasado de su pueblo, parte de limpieza, también implicaba la incineración de la estera


y de las cobijas que utilizaron los novios durante su primera noche de bodas, ya que así eliminarían las energías negativas y atraerían la buena suerte para la pareja. Este rito se realizaba en el exterior de la casa y en presencia de los familiares, vecinos y amigos de los flamantes esposos. En algunas comunidades del cantón Cotacachi, los familiares echan pétalos de rosas sobre las cabezas de los novios y de quienes integran la comitiva del hatarichina, al momento que salen de la casa del novio o de algún familiar. Al igual que en los ritos anteriores, tanto los ñawpadores como los alcaldes lideran el cortejo que se dirige caminando hasta la casa de la novia para desarrollar el lavado de la cara o ñawi mayllay. En tanto que, los alcaldes principales llevan los sukus repletos de aguardiente para brindar a las parejas después del lavado de la cara. •

> En la comunidad de Tunibamba, el tayta ñawpador y dos alcaldes principales lideran el cortejo matrimonial hasta el lugar dispuesto para el lavado de la cara de Fabián Morales y Nancy Arotingo. Foto: Alberto Lima.

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XIV. El nacimiento Wackarik pacha 215

> Joven indĂ­gena otavaleĂąa. Foto: John Bautista


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> Karen, joven indĂ­gena otavaleĂąa. Foto: John Bautista


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N ÉPOCAS PASADAS, LOS INDÍGENAS KIchwas también cumplían con el ritual del nacimiento o wackarik como parte del proceso matrimonial, cuya práctica se desarrollaba a las 03h:00 del día sábado; es decir, a pocas horas de la ceremonia eclesiástica Pazmiño (2013). Según la misma autora, esta actividad era organizada por los taytas alcaldes y los padrinos en la casa de la novia y sin la presencia del novio. Aunque, para Males (2014: 100), este ritual se efectuaba en la mañana del día domingo; esto es, tras levantar a los novios (hatarichina). Y, refiriéndose a la comunidad de Quinchuquí (Otavalo), dice: «A tempranas horas del día domingo antes de que el sol salga por los contornos del tayta Manuel Imbabura se hacía el acto conocido como wakchari puncha. Los alcaldes, mientras se percataban de que la novia somnolienta bailaba, le arrojaban aswa o aguardiente manifestando que es agua de fuente y que el nuevo ser procreado por esta pareja estaba naciendo. Como si fuesen llanto de un recién nacido, los alcaldes en tono picaresco lo imitaban». Al igual que Males, los abuelos kichwas entrevistados, también afirman que, hasta hace pocos años, éste ritual tenía lugar después del hatarichina. Al parecer, la misma comitiva matrimonial organizaba la dramatización de un parto simbólico, siendo la madrina, una de las principales protagonistas de este rito que demoraba entre 30 y 40 minutos. Pues de acuerdo a los relatos, la madrina personificaba a una mujer parturienta, quien era asistida por los alcaldes principales en calidad de parteros. En tanto que, el rol del recién nacido era representado por una persona adulta

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de gran carisma, quien buscaba constantemente la atención de su madre, cuyo rol era desempeñado por la novia. Más aún, cuando los ayudantes de los alcaldes principales colocaban ají picado sobre una teja con brasa, para provocar asfixia con el humo, tanto al bebé, como a su madre, desencadenando un llanto abrumador e imparable del recién nacido. Por lo que la novia tenía que mecer y cargar a su hijo por un momento, para ello, utilizaba una sábana blanca y una muñeca (juguete). A decir de los informantes, este rito se realizaba para evitar que el primer hijo de la pareja sea llorón o wakaysiki. Según Pazmiño (2013), durante este ritual, eran visibles las actitudes y gestos de dolor que exige un parto natural, al igual que todo el ajetreo de las personas involucradas en este proceso. Sin duda, este rito se convertía en el escenario ideal para que los participantes y expectantes exterioricen sus experiencias y sentimientos, convirtiéndose en un momento de intensa alegría y disfrute. Para dicha investigadora, este ritual todavía estaría vigente en la comunidad de Perugachi de la parroquia de Quichinche, perteneciente al cantón Otavalo. En la actualidad, este rito se realiza ocasionalmente en algunas comunidades del cantón Cotacachi, aunque, ya no representan el parto de la manera que lo hacían en el pasado. Es más, en algunos casos, los padrinos y ñawpadores solo se limitan a hacer cargar una muñeca a la novia, como símbolo de fecundidad y por constituirse en uno de los roles fundamentales de la mujer kichwa. De hecho, en esta investigación, se ha constatado que muy pocas personas conocen sobre este ritual, que era muy común hace más de tres décadas, ya sea que se hubiere celebrado antes o después del matrimonio eclesiástico. •

> La novia Blanca Vinueza cargando una muñeca en su espalda, después del hatarichina (29 de abril de 2018) y antes de cumplir con el ritual del lavado de la cara o ñawi mayllay. Foto: Alberto Lima.

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XV. Halando y hurtando a la novia Halimay Novia shuway 220


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> Joven indĂ­gena otavaleĂąa. Foto: John Bautista


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> Joven indĂ­gena otavaleĂąa. Foto: John Bautista


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N EL PASADO, EL RITUAL DEL HALIMAY ~ [ jalimai] se constituía en el apoyo brindado a los novios por parte de la comitiva matrimonial y por el núcleo familiar extendido, cuando se desplazaban enganchados de las manos hasta una fuente de agua natural para realizar el lavado de la cara o ñawi mayllay. Aunque, a criterio de la totalidad de informantes, en la actualidad, esta práctica se encontraría en proceso de extinción, debido al menos a tres motivos. El primero, en razón que las familias prefieren utilizar medios de transporte para dirigirse hasta las fuentes de agua natural. El segundo, porque, cada vez es más frecuente la realización del lavado de la cara en cualquier lugar despejado (calle, parque, plaza), sobre todo, en el patio de la casa de la novia. En tanto que el tercero, se debe al desconocimiento de las actuales familias kichwas sobre los propósitos y normas de este ritual. Para Lima (2018), en el pasado de las comunidades del cantón Cotacachi, el cortejo matrimonial formaba una especie de cadena humana hasta llegar a la fuente de agua natural, siempre liderados por los alcaldes o los ñawpadores, seguidos por los padrinos, novios y demás familiares. En aquellos tiempos, todos ellos estaban obligados a mantener el encadenamiento fuertemente atado, ya que su ruptura era considerada de mal augurio para la vida conyugal de la pareja. Por otra parte, a decir de Pazmiño (2013) y Lima (2018), a lo largo del trayecto solían aparecer los raptores de la novia o shuwakuna, quienes, al menor de los descuidos, tanto de sus fami-

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liares, como de los guardianes (alcaldes o ñawpadores), intentaban robar y esconder a la joven esposa. De ahí que todos se mantenían muy atentos y con las manos fuertemente enganchadas. Tanto que en el momento que aparecían los ladrones o shuwakuna, las personas que estaban más cerca de la novia, les propinaban golpes con cualquier objeto que encontraban a su alcance, incluyendo los carrizos o sukus llenos de aguardiente. Ahora, en el caso de producirse el rapto de la novia, pese a los esfuerzos por defenderla, entonces, los alcaldes o los ñawpadores tenían que pagar una o más penitencias de carácter simbólico impuestas por el resto de familiares. A decir de algunos informantes, las sanciones más comunes consistían en: conseguir un huevo de gallo y gallina; besar los testículos de un carnero, ante un testigo; dibujarse un bigote con la enjundia51 de la gallina, previamente tiznada en el fogón; llorar como un bebé ante su esposa; besar el hocico de un perro; sentarse con las piernas estiradas sobre una botella recostada en el suelo, entre otras. Tras el cumplimiento de la penitencia, los raptores devolvían la novia a sus guardianes (alcaldes o ñawpadores), para que continúen con su camino hasta el lugar previsto. Y, aun cuando el ritual se hubiere planificado en el patio de la casa de la novia, los integrantes del cortejo solían llegar enganchados de las manos desde la casa del novio, quienes se soltaban, una vez que giraban tres veces alrededor de la casa, como una forma de bendecir en nombre del padre, del hijo y del espíritu santo. En la actualidad, este rito ha perdido vigencia en la mayoría de las comunidades kichwas de los cantones de Otavalo, Cotacachi y Antonio Ante (San Roque). Al parecer, sólo unos pocos abuelos kichwas y ñawpadores del cantón Cotacachi, conocerían sobre las características de este ritual. Aun así, ya no se practica de la forma descrita en los párrafos anteriores y ocasionalmente, algunos cortejos recorren enganchados de las manos alrededor de la casa o cerca de la fuente, antes o después del lavado de la cara; sin embargo en muy pocos años, este ritual ya no formará parte del proceso matrimonial kichwa. • > En Cotacachi (1998), el ñawpador Julian Pillaluisa lidera el cortejo matrimonial que se dirige hasta una fuente de agua natural para desarrollar el ritual del lavado de la cara o ñawi mayllay. Todos ellos caminan enganchados muy fuertemente de las manos, a manera de una cadena humana. Foto: Alberto Lima.

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51. Enjundia es una especie de sebo o grasa que poseen las gallinas.


> En la comunidad de Topo GrandeCotacachi (1998), los ñawpadores lideran el cortejo matrimonial que recorre alrededor de la casa de la novia y con las manos fuertemente enganchadas. En la fotografía se reconoce a la ñawpadora Mercedes Estrada (segunda) y al novio Alberto Arotingo (tercero). Foto: Alberto Lima.

> Los ñawpadores Pedro Guandinango y Etelvina Vinueza lideran la cadena humana que recorre alrededor de la casa de la novia Nancy Arotingo. Foto: Alberto Lima.

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XVI. Lavado de la cara Ñawi mayllay 227

> Joven indígena otavaleña. Foto: John Bautista


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> Naiwa, joven indĂ­gena otavaleĂąa. Foto: John Bautista


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N LA ACTUALIDAD, NO TODOS LOS MATRImonios kichwas (etapa de celebración) realizan los rituales del sirichina, hatarichina, whacharita y halimay después de la ceremonia eclesiástica y antes de cumplir con el lavado de la cara o ñawi mayllay. De hecho, para la mayoría de las parejas, el ritual que sucede a la ceremonia religiosa es el lavado de la cara, cuya actividad se cumple entre las 11h:00 y 13h:00 del segundo día de fiesta, ya sea en una fuente de agua natural (cascada, río, vertiente o lago) o en algún lugar simbólico despejado, como es el patio de la casa de la novia. En opinión de las parejas entrevistadas, el ritual del lavado de la cara simbolizaría una promesa mutua de compromiso, respeto y lealtad. Así como, este rito, no solo purificaría a todos los participantes, sino que aseguraría la unión conyugal para toda la vida, ya que se constituye en un escenario en donde confluyen, las energías masculinas y femeninas, las creencias, los sentimientos y los deseos con los sagrados elementos de la madre naturaleza. Algunos de los portadores de los saberes tradicionales vinculados al matrimonio kichwa, consideran que el ritual del lavado de la cara tiene valor y efectividad, siempre y cuando se realice en una fuente de agua natural. Caso contrario, aducen que únicamente se convertiría en un espectáculo, que carece de significado e impacto. Pero, también, hay quienes aseguran, que no importa el lugar en donde se realice el ritual, sino la convicción y el respeto que demuestren sus participantes. En todo caso, las fuentes de agua natural más visitadas en el cantón Otavalo para la realización del ñawi mayllay, son: San Juan Pogyo, Rosas Pogyo, Toro

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> El cortejo matrimonial liderado por los ñawpadores llega al patio de la casa de la novia Nancy Arotingo (comunidad de Tunibamba-Cotacachi), para cumplir con el ritual del lavado del acara o ñawi mayllay. Foto: Alberto Lima. > En la comunidad de Quinchuquí (Otavalo), el novio Lenin Morocho (Cotacachi) desempeñando el rol de labrador a poca distancia de la casa de su novia (oriunda de Otavalo), en los momentos previos a la realización del lavado de la cara o ñawi mayllay. Foto: Alberto Lima.

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Pogyo, Kinti Pogyo, Kulimpunru Pogyo, Soltero Pukyu, Hatun Pukyu, Socavón, Las Lagartijas, Taxopamba, Yanayacu y Lago San Pablo. En la parroquia de San Roque (cantón Antonio Ante), se registran las vertientes de Tenería Pogyo, Artesón y Quinde Pogyo. Y, en el cantón Cotacachi, se encuentran las vertientes: Tun Tun Pugiu, La Marquesa, cascada de la Flores o Sisa Paccha, la laguna de Cuicocha y, ocasionalmente, las microcuencas de los ríos Pichambichi y Yanayacu. En cualquier caso, el cortejo matrimonial se dirige hacia el lugar elegido, ya sea caminando o través de medios de transporte, todo dependerá de la distancia entre los puntos de interés. Si eligen la primera opción, entonces, avanzan liderados por los ñawpadores y los alcaldes, seguidos por los novios, padrinos, familiares y músicos, sobre todo en Cotacachi, más que en Otavalo, en cuyo trayecto, ya no se realiza el robo de la novia, tal como ocurría tiempo atrás; y si prefieren la segunda opción, entonces, la familia del novio prevé uno o más buses para trasladar a los invitados hasta el lugar dispuesto para el lavado de la cara. Cabe resaltar que, algunas familias kichwas suelen desarrollar este ritual en dos etapas. Durante la primera etapa, los novios representan la labranza y la siembra y, en la segunda, se realiza el lavado de la cara, que a la vez concentra varias actividades que se describen más adelante. Aunque también se ha constatado que las familias cumplen con estas dos etapas, pero, a la inversa. Entonces, independientemente si el rito de la labranza, se cumple antes o después del lavado de la cara, el rol de la yunta siempre será representado por un par de amigos del novio quienes halan un arado de madera con sus caderas por al menos 300 metros, mientras el novio cumple la función de labrador. A lo largo de este trayecto, el labrador y la yunta divierten a todos los espectadores por sus acciones y expresiones picarescas. Mientras que detrás del labrador (novio), camina la esposa representando la siembra y en compañía de sus padrinos. La joven acostumbra a cargar un gran canasto en su espalda, al igual que lleva un chal envuelto en su abdomen, en el cual guarda una porción de semillas de maíz, y en sus manos porta una paliendra para la siembra. A la vez, también utiliza una pachallina para cargar el “kukapi” o comida que comparte con su esposo más adelante. Por su parte, los padrinos de la pareja también caminan junto a la novia y detrás del novio. La madrina lleva algunos utensilios de madera y una piedra de moler ají, mientras que el padrino carga algunas herramientas de labranza (un azadón, una pala recta


> En la comunidad de Tunibamba (Cotacachi), el novio Fabián Morales desempeñando el rol de labrador, tras haber cumplido con el lavado de la cara o ñawi mayllay. Foto: Alberto Lima. > Los novios Lenin Morocho (Cotacachi) y Flor Santillana (Otavalo) comen el “kukapi” junto a la yunta y ante la mirada de sus familiares, amigos y vecinos, mientras escuchan las canciones alusivas al rito. Foto: Nhora Benítez.

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y un cabestro). Detrás de ellos, caminan los familiares, amigos y una banda de música tradicional. Y, el cortejo matrimonial se detiene frente a la casa de la novia, en donde la pareja de esposos se sienta sobre el arado y comen el kukapi que llevó la joven esposa. Al mismo tiempo, la banda de músicos no deja de entonar algunas canciones tradicionales, entre ellas, una loa denominada “Kusa Warmi”, en cuyo diálogo, la pareja no solo agradece a los familiares que les acompañan, sino también, se prometen un amor devocional. A continuación, la letra de la loa “Kusa-warmi”. Kusa warmi 52 (esposo- esposa)

> La novia Flor Santillana de la comunidad de Quinchuquí (Otavalo) representando la siembra y acompañando a su esposo Lenin Morocho en las labores agrícolas. Foto: Nhora Benítez.

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Hay minika, kusa warmi kashun Ari taytiku, kushillami kani

Ay te digo, marido y mujer seremos Sí papacito, contenta estoy

Tukuytami, paguini nini Shamushkaman tami

A todos los compañeros agradezco que nos hayan acompañado

Hi i: (bis)

Hi i: (bis)

H: Ayllukunapash allitami Kumparka warmiku Shukshinalla sakivir kanchik Hi i: (bis)

H=Y las familias muy bonito acompañaron mujercita Y quedamos convertidos en una sola carne Hi i: (bis)

M= Imakutapash chimpapurashpa purina kanchik.

M=Cualquier cosita que haya, igual igual, hemos de andar ahora.

Hi i: (bis)

Hi i: (bis)

M= Kukabiguta aparishpa, aparishpa kusagu.

M= Cargado cucabicito he de ir detrás de ti esposito.

Hi i: (bis)

Hi i: (bis)

H y M= Huyarishun, llakirishun, sumak sisa kuna shamunkami hipa puncha. Hi i: (bis)

H y M= Amémonos y tengámonos compasión, vendrán las florecitas después. Hi i: (bis)


H= oh ha: ha:

H= oh ha: ha:

M= Dioa solo pagui compadrito, comadrita, ñukanchipash ranti rurashunmi. M= Tukuy shunkuwan, Otavalo kunami Agatupi, tukuy muyuntin llaktakunapi yanashpashi. H= a sha verás [ver] a sha verás [ver]

M= Muchas gracias compadrito, comadrita, nosotros también igual haremos.

M= Trabajuguman rinkana yanushpa shuyasha, ishkantikulla chimpapura tyarishpa mikushun.

M= Cuando te vayas a trabajar, cocinando te he de esperar y sentándonos frente a frente hemos de comer.

Hi i: (bis)

Hi i: (bis)

H= Ñuka wachushpa ñawpakpi katinki warmiku paliendrakuwa sarakuta tarpushpa katinki.

H= Cuando yo vaya surcando, adelantando has de seguirme y con la paliendrita el maicito has de sembrar.

H y M= Huyarishun, llakirishun, sisakunagu hipaku shamunkami

H y M= Amémonos y tengámonos compasión, vendrán las florecitas después (bis)

M= Mishki mishkikutani yanushami, ama takirichun kunkapak.

M= Riquísimo, riquísimo he de cocinarte para darte a ti y no dejarme hablar.

M= Ñuka taytaman ñuka mamaman maypitapash parlakunkami.

M= Para mi padre, para mi madre, donde quiera que estén, para que escuchen.

M= Hi is: (bis)

M= Hi is: (bis)

H= Kay warmikulla ama pinanguichu kampak mimata faltankachu.

H= Querida mujercita no penarás, a ti nada te ha de faltar.

M= Con todo el corazón en Agato, en Otavalo y en las comunidades aledañas. H= a sha verás [ver] a sha verás [ver]

De manera simultánea, la comitiva matrimonial adecúa el espacio físico (parque, plaza, calle, cancha deportiva, patio, río, vertiente, cascada o lago) para el desarrollo del ritual del lavado de

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> Altar para el lavado de la cara de Apauki Flores y Cristina Morán. Foto: Alberto Lima. > La “mama servicio” y sus ayudantes preparan el área para el lavado de la cara, frente a la casa de la novia Flor Santillana (comunidad de Quinchuquí/Otavalo). Foto: Nhora Benítez. > El ñawpador Renán Estrada reflexiona sobre la vida matrimonial, en el ritual del lavado de cara de los novios Ramiro Perugachi y Blanca Vinueza. Foto: Nhora Benítez.

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la cara. Para el efecto, la mama servicio barre con una escoba de una planta espinosa llamada “pulli kasha”. Al igual que dibujan un círculo con pétalos de rosas en el área que se ha limpiado previamente, en cuyo centro, colocan los distintos elementos que contribuirían a la purificación y al alejamiento de los malos espíritus. Entre ellos, una lavacara de agua; una piedra común de gran tamaño para pisar con los pies descalzos y otra más pequeña para la limpieza; un cesto o costal con suficientes pétalos de rosas; tallos de ortiga fresca; colonia (no siempre), una taza con sal refinada (no siempre), una cruz católica de carrizo, entre otros. Aunque, en las comunidades de Morales Chupa y Turuku de Cotacachi, también utilizan ramas de romero, pétalos de claveles, eucalipto, hierba luisa, ruda (rara vez), ortiga negra y agua bendita (una parte). Desde luego, la variedad y cantidad de elementos, dependerá de la tradición familiar y local. Posterior al rito del “kukapi”, se desarrolla el lavado de la cara con los elementos antes mencionados. Generalmente, en Otavalo, este rito es dirigido por un tayta alcalde y en Cotacachi por un tayta ñawpador. En general, estos personajes poseen conocimientos básicos sobre catequesis, ya que, durante el rito, confluyen los elementos y los actos andinos con los católicos, como muestra de


> Don José Pedro Guandinango desempeñándose, no solo como ropero, sino también como rezador, durante “el lavado de la cara” de Daniel Conejo y Karina Perugachi del cantón Otavalo. Foto: Alberto Lima

> Los novios Blanca Vinueza y Ramiro Perugachi, mientras escuchaban las palabras iniciales del ñawpador Renán Estrada. Nótese que la novia sigue cargando una muñeca, como resultado de haber cumplido con el ritual del nacimiento o wackarik. Foto: Alberto Lima

> Los novios Fabián Morales y Nancy Arotingo, también realizaron el lavado de la cara en la quebrada de Yanayacu. Foto: Alberto Lima.

> Los ñawpadores Etelvina Vinueza y Pedro Guandinango (esposos) en el momento en que realizaban el lavado de la cara (matrimonio de Fabián Morales y Nancy Arotingo). Foto: Alberto Lima.

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> Don Pedro Guandinango lee un versículo de la biblia alusivo al matrimonio, antes de iniciar con el lavado de la cara (matrimonio FloresMorán). A la derecha se observa a Carmen Cumba de la comunidad de Alambuela, en calidad de responsable del ritual. Foto: Alberto Lima. > Los novios Lenin Morocho (Cotacachi) y Flor Santillana (Otavalo) en el momento del baño ritual. Foto: Nhora Benítez.

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un fuerte sincretismo entre los pobladores kichwas. Esta ceremonia inicia con el saludo y las palabras de bienvenida expresadas por el un tayta alcalde, un tayta ñawpador o un tayta rezador a todos los presentes, quien agradece por tan importante encargo. A continuación, este portador de los saberes tradicionales ofrece oraciones y plegarias por el bienestar de los desposados y explica el orden en el que deben pasar las parejas para el cumplimiento del ritual del lavado de la cara, quienes previamente se retiran ciertas prendas. Para el efecto, la mujer entrega a la mama ropera su pachallina, huma watarina, reboso, sombrero y alpargatas, por su parte, el hombre entrega al tayta ropero, su poncho, sombrero y alpargatas, así como, procede a doblarse el pantalón hasta la altura de sus rodillas. El orden en el que pasan las parejas que integran la comitiva matrimonial para el lavado de la cara, no es similar en todas las comunidades kichwas. De hecho, en algunas ocasiones, se ha observado que primero pasan los padrinos o achik taytas, seguidos por los novios, los padres de la novia, los padres del novio y ñawpadores e, incluso, el baño puede realizarse entre novia y padrino, novio y madrina, así como, entre consuegros. Pero también suelen iniciar con los novios, seguidos por los padrinos, ñawpadores y padres. Aunque, en algunas comunidades de Cotacachi, es común que el baño se inicie con los ñawpadores, seguidos por los novios, padrinos y padres. El caso es que, en la actualidad, sin importar el orden que se acostumbre, este rito se constituye en uno de los rituales de mayor práctica y trascendencia. El lavado de la cara entre cada pareja participante demora aproximadamente cinco minutos. Para ello, el hombre inicia derramando parte de la mezcla (agua, flores, ortiga y sal) sobre la cabeza y la frente de la mujer, luego desliza sus manos por el rostro, descendiendo por el brazo derecho hasta la mano, y lo mismo hace en el lado izquierdo. En la parte final, el esposo lleva sus manos a los pies de su esposa para lavar de forma ascendente hasta las rodillas. Luego llega el turno de la mujer, quien sigue el mismo patrón y, es absolutamente recíproca, en cuanto a la dulzura o a la brusquedad de su pareja. Durante este ritual también confluyen las creencias católicas y andinas con el buen sentido del humor kichwa. En general, el público expresa o dirige palabras y frases picarescas de gran connotación sexual a cada una de las parejas participantes del baño ritual. Del mismo modo ocurre entre las parejas, cuyas expresiones motivarían la fidelidad corporal y espiritual. En definitiva, este rito


> El maestro arpista Emilio Guandinango (Cotacachi) interpretando temas alusivos al matrimonio, junto al río Yanayacu, mientras se desarrollaba “el lavado de la cara” de los novios Fabián Morales y Nancy Arotingo. Foto: Alberto Lima.

> En Otavalo, en el momento en el que el padrino de bodas derrama con sus manos una parte de la mezcla sobre la cabeza de la novia Anita Cachiguango. Foto: Nhora Benítez.

> El tayta alcalde brinda aguardiente al padrino de los novios Lenin Morocho y Flor Santillana, a través de un suku y después del baño ritual. Foto: Nhora Benitez.

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> En Otavalo, el tayta servicio realiza el baño ritual a la novia Ana Andrango y a su padrino José Lechón a orillas del lago San Pablo. Foto familia Lomas León. > Los novios Fabián Morales y Nancy Arotingo bailan con las demás parejas (comitiva matrimonial) alrededor del lugar en el que realizaron el baño ritual (comunidad de Tunibamba, cantón Cotacachi). Foto: Alberto Lima.

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propicia un escenario en el que se fortalecen los vínculos familiares y de amistad, todo ello al son de la música interpretada con arpa u otros instrumentos musicales tradicionales. A lo largo de esta investigación, se han registrado algunas palabras y frases que expresan los alcaldes y/o los ñawpadores, así como el público espectador a los recién casados; entre ellas: “no pelearán; “trabajarán”; “atenderás bien al marido y no tendrás wuaynakuna [amantes]”; “la mala vida se va, es una nueva vida”; “no engañarás, serás un buen marido”; “tienes que cocinar a tu marido”; “vivan felices y no se peleen”; “debes aprender a trabajar para mantener a tu mujer”; “con esos pies debes changar a tu marido”; “respetar siempre al marido y a la mujer”; “con esas manos debes acariciar a tu marido, no hay que tener segunderos ni segunderas”; “con estos pies no patearás a tu mujer”, entre otras. Del mismo modo, el novio dice a su pareja: “aquí ca solo yo entro, por eso ca, con alegría te cojo, esto es solo para mí oirrás, en las buenas y en las malas”; “así debemos lavarnos (kashna mayllana kanchik)”; “yo te voy a dar todo lo que necesitas”; “esta partecita verás solo es mío, siempre será solo mío”; “aunque te enojes, nunca nadie te debe tocar más que yo”; “así mismo, para que esto esté bonito, te he de dar comidita, platita y te he de querer mucho”;


entre otras. Y, por su parte, la novia dice a su novio: “estas manos solo molestan (kay maki molestajunlla)”; “lavo este pie, para que no sea andariego”; “lavo esta mano para que sepa trabajar y mantener a nuestra familia”; “esta boca que sirva para guiar con buenas palabras a la familia”; “esta cabeza que sepa liderar”; “que esta cabecita siempre piense en mí”; “que este pechito solo sea para mí”; entre otras. En algunos sectores, cada pareja que ha concluido con el baño ritual, acostumbra a lanzar el residuo de la mezcla al público expectante, por considerar que les concederán suerte, aunque, la mayoría sale corriendo para no ser mojados. De manera que,

> La novia Cristina Morán besa la cruz, tras concluir con “el lavado de la cara”. Foto: Alberto Lima. > El novio Apauki Flores besa la cruz, una vez que concluye con el baño ritual en la casa de los padres de la novia (comunidad de Santa BárbaraCotacachi). Foto: Alberto Lima.

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> En Cotacachi, los novios Nancy Arotingo y Fabián Morales, posando con los trajes obsequiados por sus padrinos. Foto: Alberto Lima. > En Colimbuela – Cotacachi (2003), los padrinos entregan sus obsequios a los recién casados en la casa de la novia. Entre los obsequios, se observan: vestimenta, una cama de madera, una lavacara para bañar al primer hijo de la pareja; una canasta de zuro para lavar mote y varios utensilios de cocina. Foto: Alberto Lima.

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en menos de un minuto, la mama y el tayta servicio, e incluso los mismos alcaldes o ñawpadores vuelven a preparar la mezcla para las siguientes parejas. Para Cevallos, Posso, Naranjo, Bedón y Soria (2017), este acto se constituye no sólo en el intento de bautizar a los acompañantes a través del baño, sino también es una forma de ampliar los lazos de alegría. Así mismo, tras el lavado de la cara, el tayta alcalde o sus ayudantes acercan una cruz de carrizo adornada con ortiga y claveles a los labios de cada una de las personas que participaron del baño ritual, para que proporcionen un beso, como símbolo de respeto a sus principios religiosos. No obstante, las parejas casi siempre se resisten a este pedido, para evitar el sarpullido que provoca la ortiga, cuya reacción provoca la sátira y la presión de los alcaldes y de los familiares. En tanto que los implicados se sienten obligados a besar la cruz y, de manera inmediata, también tienen que ingerir un gran bocado de aguardiente a través de un carrizo o suku, en lugar de una copa o taza. Una vez que ha concluido el ritual, algunos alcaldes entregan la lavacara a los recién casados para que sea utilizada como tina de baño, cuando tengan su primogénito, aunque varias parejas ya tienen al menos un hijo para ese entonces. De manera simultánea, todas las parejas participantes se vuelven a colocar las prendas de


vestir que se retiraron en un inicio y empiezan a bailar alrededor del sitio en donde realizaron el baño, para luego cumplir con otros rituales, que son comunes durante el segundo día de la celebración matrimonial o sawari puncha. Tras el lavado de la cara, en la mayoría de las celebraciones matrimoniales, los padrinos entregan públicamente los obsequios a los novios, más aún, cuando no han considerado un tercer día de fiesta bajo su responsabilidad. Pero también existen padrinos que confieren los regalos después del baile del fandango en la casa de la novia. En general, suelen obsequiar entre uno y tres trajes tradicionales nuevos, que son colocados todos a la vez sobre la vestimenta con la que realizaron el baño ritual. Para el efecto, algunos familiares forman una cortina con los rebosos y las pachallinas, para que la madrina y la ropera atavíen a la novia, así como el padrino y el ropero vistan al novio, que también suelen vestirlos sin formar el vestidor. En algunas comunidades del cantón Otavalo es común que después de recibir los obsequios de los padrinos y de los ñawpadores, la novia vuelva a vestirse con su chal blanco y de largos flecos, así como el novio con el poncho de matrimonio, cuya prenda se caracteriza por sus delicadas figuras precolombinas de color blanco o azul eléctrico. Desde luego, este ritual se desarrolla en

> En una cancha deportiva y a pocos metros de la casa de la novia (Otavalo) Karina Perugachi, los padrinos Enrique Vaca y María Morales entregan los obsequios de bodas a sus ahijados, cuyo valor se aproxima a los 5.000 dólares americanos. En la fotografía se observa: vestimenta; un juego de dormitorio; un colchón; un armario; una refrigeradora; una cocina; un juego de comedor; una sala y algunos utensilios de cocina. Foto: Alberto Lima. > En Otavalo, los novios y sus padrinos departen por unos instantes en la sala obsequiada, antes de dirigirse a la casa de la novia Karina Perugachi para continuar con la celebración. Y, como se observa en la fotografía, los novios visten con todas las prendas nuevas que fueron obsequiadas por los padrinos. Foto: Alberto Lima.

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> En el cantón Cotacachi, los ñawpadores, novios, padrinos y roperos saludan a sus anfitriones y reciben la bendición de los mismos. La fotografía corresponde al segundo día de fiesta del matrimonio Morales-Arotingo en la comunidad de Tunibamba. Foto: Alberto Lima.

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medio de las sutiles notas del arpa y ante la expectativa de todos los presentes. Evidentemente las prácticas no son similares en todas las familias kichwas, varios de los padrinos, también suelen entregar otros regalos materiales y/o económicos, después de haber vestido a los novios. Claro está que la entrega de los obsequios a los recién casados por parte de los padrinos, no sólo dependerá de su economía, sino también del tipo de vínculo (consanguíneo o de amistad) que los una. En algunos casos, los padrinos obsequian exclusivamente la vestimenta, tal y como acordaron, cuando aceptaron el padrinazgo. Pero, en otros casos, los achik taytas están en capacidad de contribuir al equipamiento de la casa, en la que habita o habitará la pareja. Es así que, ellos pueden entregar un paquete de muebles (sala, dormitorio o comedor); electrodomésticos (cocina, refrigerador, televisor, horno microondas u otros); utensilios de cocina; cobijas; colchón; entre otros. De acuerdo a los testimonios recogidos in situ, los padrinos podrían gastar entre 1.200 y 3.800 dólares americanos, considerando que el valor mínimo incluiría únicamente los gastos de la vestimenta. Pero si a estos obsequios se añaden los gastos de un tercer día de fiesta, entonces, algunos padrinos gastarían aproximadamente 5.000 dólares americanos, una razón más que suficiente, para que ellos se excusen de asumir un tercer día de festejo, como es común en la actualidad. En general, los obsequios materiales son entregados en la casa de la novia, desde los más grandes y costosos, hasta los más pequeños, siempre al ritmo de la música tradicional y ante la expectativa de los familiares, amigos y vecinos, quienes murmuran sobre la generosidad de los padrinos; y si el ritual se desarrolla en una fuente natural de agua, entonces, los obsequios se entregarán más tarde en la casa de la novia; es decir, durante la recepción. Como se observa en las fotografías anteriores, hasta hace pocos años, en la zona rural de Cotacachi, los padrinos de matrimonio solían obsequiar: vestimenta; herramientas de labranza, utensilios de cocina y algún mueble, provocando un importante egreso en sus economías familiares. Mas aún en la actualidad, en la que algunos padrinos, no sólo entregan vestimenta nueva a los novios, sino también se esfuerzan por contribuir al equipamiento de la casa de la pareja. En algunos casos, los familiares también aprovechan este momento para entregar los obsequios que han llevado para este segundo día de fiesta, cuyos regalos consisten en alimentos cocidos y no cocidos; bebida (cerveza, aguardiente o whisky); utensilios


de cocina; cobijas; sábanas; entre otros. De hecho, la mayoría de ellos, son para compartir a lo largo de la tarde y noche. Y, en otros lugares, los familiares prefieren entregar sus regalos, una vez que la comitiva matrimonial se sienta en la mesa principal; es decir, en el interior de la casa de la novia o en un salón de eventos. Tras la entrega de los obsequios que ocurre entre las 12h:00 y 13:00, los novios y su comitiva acceden al interior de la casa de los padres de la novia. En este lugar todos se forman en fila (liderados por los ñawpadores), para saludar y recibir la bendición de los anfitriones (padres y abuelos de la novia). De manera particular, los familiares reiteran sus consejos y bendiciones a la pareja de recién casados. Para el efecto, se adecúan algunas esteras, mantas o almohadas (ocasionalmente) en el piso para que las personas se coloquen de rodillas y en posición de oración (no aplica en todos los casos), al momento de escuchar a sus semejantes, dando lugar a un acto solemne y espiritual, que fortalece los lazos familiares. Desde luego, en la mayoría de los lugares observados, el segundo de fiesta se desarrolla en la casa de los padres de la novia, pero también, el festejo puede continuar en la casa de los padres del novio, aunque es poco común. De hecho, en los últimos años, también ha ido creciendo la preferencia por contratar los centros de eventos, sobre todo, por parte de aquellas familias que habitan en la zona urbana de los cantones de Otavalo y Cotacachi. Y, en este caso, los novios y su comitiva proceden de la misma forma que si lo hicieran en la casa de los padres de la novia (consejos y bendiciones a la pareja) o el novio. En definitiva, no todas las familias kichwas mantienen el mismo orden o protocolo ritual para este segundo día de fiesta, generalmente depende del nivel de arraigo de las tradiciones, de las posibilidades económicas y de la ubicación geográfica. En el siguiente capítulo se detallan las actividades que suceden a partir de la bendición expresada por parte de la familia anfitriona al cortejo matrimonial, así como de los consejos y bendiciones que vuelven a recibir los recién casados de sus padrinos, ñawpadores, roperos, servicios, padres, abuelos y otros familiares cercanos. • > En el cantón Cotacachi, la comitiva matrimonial liderada por los ñawpadores procede a arrodillarse para saludar y recibir la bendición de sus anfitriones. La fotografía corresponde al segundo día de fiesta del matrimonio Morales-Arotingo en la comunidad de Tunibamba. Foto: Alberto Lima.

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XVII. Fiesta de recepciรณn en la casa de la novia Warmi wasipi katik raymi 244


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> Joven indĂ­gena otavaleĂąa. Foto: John Bautista


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> Joven indĂ­gena otavaleĂąa. Foto: John Bautista


C

OMO SE HA DICHO EN LOS CAPÍTULOS ANteriores, el orden y la forma en que se realiza el proceso matrimonial no es similar en todas las comunidades kichwas estudiadas, aunque, si tienen en común algunas representaciones, prácticas y simbolismos. En general, una vez que ha concluido el ritual del lavado de la cara o ñawi mayllay, tanto los novios, como la comitiva matrimonial y los invitados acceden al lugar dispuesto (patio o calle) por los anfitriones para la realización de las actividades previstas para la tarde y noche de este segundo día de festejo, lo que representaría un gasto comprendido entre 1.000 y 3.000 dólares americanos, ya que suelen asistir entre 150 y 350 invitados. Para el caso, es común que la familia anfitriona reciba a los novios y a los miembros de la comitiva matrimonial, entre las 12h:30 y 13h:30, quienes a su vez, se colocan de rodillas sobre una estera, manta o almohada para expresar su saludo, pero también, para recibir las bendiciones de la familia nuclear de la novia. Del mismo modo, los recién casados vuelven a recibir los consejos y las bendiciones de sus mayores, tal y como ocurrió durante el primer día de fiesta en la casa del novio. De hecho, este acto se convierte en un espacio de reproducción cultural, que propicia el aprendizaje de las tradiciones y de las normas morales de la comunidad. Acto seguido los novios y los miembros de la comitiva matrimonial se sientan en la mesa directiva, en tanto que el público invitado lo hace en el espacio dispuesto para ellos y según las orientaciones de la mama y/o tayta servicio. A este tipo de eventos, los invitados nunca llegan con las manos vacías, pues, es usual que

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> En el segundo día de fiesta (casa de la novia), Apauki Flores y su esposa se disponen a bailar el tradicional fandango en compañía de las demás parejas que integraron la comitiva matrimonial. Foto: Alberto Lima. >> PÁGINA SIGUIENTE: En la parte final del baile del fandango, las parejas acompañantes sostienen un toldo o tuldupay (sábana de color blanco), bajo el cual bailan Apauki Flores y su esposa. Foto: Alberto Lima.

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la mayoría obsequien alimentos para compartir entre todos. Al respeto, Pazmiño (2013) clasifica a los alimentos entregados por los invitados en tres grupos. En el primero, incluye a los alimentos sin sabor o “aminta”, que al parecer son las frutas y el pan. En el segundo grupo ha considerado a los alimentos cocinados con sal, más conocidos como “kachi”; entre ellos: carne de res (aycha), gallina (atallpa), cuy y papas. En el tercer grupo, estarían los alimentos crudos o “chawa”; es decir, las arrobas arroz y azúcar, los quintales de papas, al igual que los animales vivos (cuyes y gallinas). Aunque, en ninguno de estos grupos se han considerado a las bebidas alcohólicas y no alcohólicas, al igual que a los utensilios de cocina, adornos, ropa de cama, entre otros. De esta manera, los kichwas dan fiel cumplimiento a los principios de reciprocidad y solidaridad, que han prevalecido durante siglos entre los pobladores kichwas. En el mismo momento en el que los invitados se sientan, también reciben un vaso con la tradicional chicha de maíz y dos panes. Esto, mientras siguen llegando más familiares, amigos y vecinos para continuar con la celebración de la unión conyugal. En adelante, las actividades son muy comunes a las realizadas el día anterior en la casa del novio, aunque pueden variar en su orden, dependiendo de la tradición de la comunidad o de la familia anfitriona. En ocasiones, antes de la realización del brindis (tradición occidental) por parte del padre de la novia o de algún otro familiar, el tayta ñawpador o una persona con conocimientos de catequesis procede a leer algún versículo y a reflexionar sobre la importancia de la vida matrimonial, con énfasis en los roles y obligaciones que asume la pareja con su nuevo estatus. Luego, intervienen los novios, quienes agradecen la presencia y apoyo de todos, en especial se dirigen a sus padrinos y a los miembros del comité organizador. Aunque, en ocasiones, también se ha observado que la pareja toma la palabra después del brindis; es decir, en la mayoría de los casos observados, las intervenciones se producen de una manera más espontánea que planificada. Así mismo, el padre de la novia reitera la bienvenida y agradecimiento a todos los presentes. De manera especial motiva a la pareja para que vivan en base a los principios y valores kichwas, y reconoce que se siente complacido con su nuevo hijo y su correspondiente familia. Y, aunque no es muy común, en ocasiones también intervienen otros miembros de la familia de la novia, quienes auguran bienestar a la pareja de recién casados. En relación al momento del brindis, Pazmiño (2013) recoge


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> Mama servicio (izquierda) y sus ayudantes distribuyen la comida en tarrinas a los invitados. Foto: Alberto Lima.

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algunas intervenciones; entre ellas, se desataca aquella en la que el padre de la novia dice al padrino: “brindo con tayta padrino con esta copita amarilla, agüita blanca, agua ardiente picantecito, salud nishpa ña upyani”. Por su parte, el aludido responde: “mesapika siquiera shuk ordenpachaka doce botellasta churarin. Ley tiyan, paykunapak ley nishka, chayka doce botellaska si ñuka puestupi urmashka kakpika ñuka hapishpa brindana kani53” o en la mesa siquiera hay una orden para ponerse 12 botellas, hay una ley, hay una ley como dicho para ellos, y de ahí 12 botellas, si en nuestro puesto toca, yo cogiendo debo brindar”. Tras el brindis, algunas familias tienen la costumbre de bailar el tradicional fandango o chimba puray, tal y como lo hicieron el día anterior en la casa del novio, a menos que no se encuentre planificado o se posponga para después de la comida. A decir de Kockelmans (1989: 131), los otavaleños de mediados del siglo XX, desarrollaban este baile, en cuanto concluía el “lavado de la cara” en una fuente de agua natural. Y, al parecer, muy distinto al que se practica en el presente, según se lee en la siguiente cita: «Seguidamente se extiende una gran tela blanca en el suelo y en esta se pone maíz, papas hervidas y habas. Cada uno toma un lugar alrededor de la tela, y se sirven chicha y aguardiente. Entretanto el arponero toca, junto con el golpeador, sanjuanitos y fandangos. Después de la comida se levanta una tela cuadrada y los novios y los padrinos bailan bajo la tela al compás de la música. Después de este baile la multitud se va a la casa de la novia, donde sigue la fiesta. Un matrimonio puede durar de 8 a 10 días.» En la actualidad este vals indígena se reproduce de manera ocasional y de diferentes maneras, tal y como se ha descrito en el capítulo correspondiente a la “fiesta en la casa del novio”. No obstante, algunas familias kichwas intentan mantener la continuidad de esta tradición, pese a la influencia de los inevitables procesos globalizadores y aculturizadores. En las dos siguientes imágenes se observa la reproducción sincronizada del tradicional fandango por parte de las parejas que integraron la comitiva matrimonial, según la tradición kichwa del cantón Cotacachi. Como ya se ha expresado, la forma en que las familias kichwas bailan el fandango durante las celebraciones matrimoniales, puede variar, dependiendo del ámbito geográfico y del nivel de arraigo de esta tradición. En el caso de la fotografía anterior, la 53. Es un kichwa refonetizado del español, de ahí que se traduce tal y como se habla.


familia representó el rito del toldo o tuldupay al final de la danza, aun cuando, en otras celebraciones, se ha constatado que este rito se realiza al inicio del baile. En cualquier caso, esta danza simboliza la purificación y la fecundidad de la pareja, al igual que estrecha los lazos de parentesco consanguíneo y ritual. Y, uno de los fandangos más interpretados durante las celebraciones matrimoniales, es el Tantanahushun o “reunámonos”, cuyo ritmo musical pertenece al grupo Takisay. Una vez que concluye el baile del fandango (en el caso que se haya realizado), los anfitriones sirven la comida a los invitados; esto es, entre las 13h:00 y 14h:00. En general, es un menú muy

> La mama servicio y sus ayudantes mezclan el “kukapi” llevado por los familiares Ana Andrango y Rodrigo Potosí. Estos alimentos fueron repartidos tras el lavado de la cara o ñawi mayllay que se desarrolló a orillas del lago San Pablo (Otavalo). Foto familia Lomas León.

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> Una parte de los obsequios entregados por los padrinos a sus ahijados Apauki Flores y Cristina Morán. Foto: Alberto Lima. > La mama ropera Rosa Juanmayor vistiendo a la novia Cristina Morán con las prendas obsequiadas por sus padrinos. Foto: Alberto Lima.

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similar al brindado el día anterior, que puede variar en su forma de preparación. De ahí que, será casi seguro, que se brinde un caldo de gallina criolla o de cuy con mote y papa, al igual que siempre será bien recibido un segundo plato, que consiste en hornado con mote y encurtido y, como postre, se ofrece una rebanada de la torta de bodas. En la mayoría de los casos, los miembros de la mesa directiva reciben la comida en platos de cerámica o de loza, en tanto que los demás invitados en tarrinas desechables, ya que facilita el trabajo debido al gran número de personas. A la hora de la cena, las familias anfitrionas suelen servir el mismo menú del almuerzo. Antes que concluya la comida, el personal de servicio (mama y tayta servicio) mezcla el “kukapi” (alimentos cocidos) que llevaron los invitados, ya sea sobre una sábana blanca o una estera, por lo que este ritual toma el nombre de “mikuna chakrushka”. Los alimentos mezclados, al ritmo de varios movimientos de la sábana tomada por los extremos, normalmente son: fréjol, chocho, tostado, choclo, arveja, mote, arroz, papas con mapawira54 , entre otros, siempre acompañado con el tradicional ají molido en piedra. Junto a esta gran cantidad de comida también se apilan las bebidas alcohólicas y no alcohólicas. Y, a la señal de los anfitriones, la mama servicio y sus ayudantes reparten una porción generosa de comida y bebida a cada invitado en un recipiente o pilche, algunos de ellos suelen consumir inmediatamente y otros, especialmente las mujeres, prefieren llevar a sus casas en pequeños peroles, para compartir con la familia; a esta acción, se la conoce con el nombre de “llevar las señas”. El ritual del “mikuna chakrushka” también suele desarrollarse después del lavado de la cara, sobre todo, cuando tiene lugar en una fuente agua natural. En este caso, el consumo del kukapi se realiza al menos dos horas antes del almuerzo, que tendrá lugar en la casa de los padres de la novia. Tras el lavado de la cara, la mayoría de los padrinos acostumbran a entregar sus obsequios de bodas a los recién casados en la casa de los padres de la novia, tal y como se ha descrito en el capítulo correspondiente al “lavado de la cara” o ñawi mayllay, en tanto que otros lo hacen después del almuerzo. En cualquier caso, los obsequios dependerán de la situación económica de los padrinos y del tipo de parentesco. Algunos de ellos se limitan a obsequiar únicamente algunas prendas o trajes nuevos, mientras 54. Es la grasa negra de cerdo mezclada con partículas de fritada.


que otros están en la posibilidad de contribuir al equipamiento de la casa de los recién casados. A continuación, los anfitriones entregan un mediano55 de comida y una canasta frutas a los padrinos, consuegros y a los demás miembros del comité organizador, por medio del tayta y la mama servicio que han contratado. A través de este acto simbólico, los anfitriones, no solo retribuyen el apoyo recibido por parte de sus congéneres, sino también, se constituye en una forma de estrechar los lazos de parentesco consanguíneo y ritual. El valor promedio del mediano sería de 60 dólares americanos, en tanto que la canasta se estimaría en 35 dólares. El momento elegido para la entrega de estos obsequios, varía en cada comunidad y barrio; sin embargo, se ha observado que la mayoría de las familias anfitrionas realizan la entrega después del brindis; es decir, antes de la comida. Para este día de fiesta, es usual que los anfitriones contraten a un tayta arpista o a un conjunto de música tradicional hasta el momento en el que concluye la comida. En adelante, el baile general casi siempre se desarrolla con una orquesta musical que interpreta varios géneros y temas bailables, siendo el animador de la fiesta, uno de sus integrantes. Cabe indicar que, la orquesta no siempre es contratada por los padres de la novia, bien pueden hacerlo los padrinos, los ñawpadores o algún familiar cercano. En cuanto inicia el baile, los ñawpadores o los padres de la novia piden a los estanqueros que sigan repartiendo la bebida, e invitan a bailar y a disfrutar de la fiesta, hasta el amanecer. Algunos invitados permanecen en la casa de los padres de la novia hasta el día siguiente y otros se retiran a descansar a sus casas, para continuar con la fiesta al día siguiente en la casa de los padrinos. Aunque en la actualidad es poco probable el desarrollo de un tercer día de fiesta, debido a los gastos onerosos que demanda. •

> Los integrantes de la mesa directiva disfrutando de la comida brindada en la casa de la novia Nancy Arotingo. Foto: Alberto Lima.

55. Una lavacara mediana que contiene una porción de papas, una porción mote, dos cuyes y dos pollos, ya sean asados o fritos.

> Los invitados disfrutando de la comida brindada por parte de los padres de la novia (Dolores Morán y Juan Morán). Foto: Alberto Lima.

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XVIII. Fiesta de recepciรณn en la casa de los padrinos Achik tayta wasipi tukurik raymi 254


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> Joven indĂ­gena otavaleĂąa. Foto: John Bautista


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> Elisabeth, joven indĂ­gena otavaleĂąa. Foto: John Bautista


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N LA ACTUALIDAD, LA MAYORÍA DE LAS celebraciones matrimoniales que se desarrollan en el territorio del pueblo kichwa Otavalo de Imbabura, no sobrepasan los dos días de fiesta; es decir, el primer día en la casa del novio y el segundo día en la casa de la novia. No así en el pasado, en donde, las familias solían festejar entre cuatro y ocho días, más aún en la zona rural de los cantones de Otavalo y Cotacachi, siendo los padrinos o achik taytas, los responsables del tercer día de festejo de la unión conyugal. Al respecto, Males (2014: 139), en su investigación etnográfica se refiere a la forma en que se celebraba esta tercera jornada en el pasado de las comunidades kichwas de Quinchuquí y Peguche del cantón Otavalo. Y dice: «A tempranas horas del día martes, los ayllus del novio y de la novia preparan medianos en sus casas respectivas. Con la ayuda de amigos y allegados, el ambiente se torna similar al de una minga, en el que una vez finalizado los detalles para acudir donde los achik taytas, ambas familias se encuentran en la casa anfitriona a la hora acordada…Mientras tanto, en la casa de los padrinos, una gran variedad de alimentos y bebidas se tienen listos entre mote, kuy, mazamorra, chicha y aguardiente, entre otros. El arpero ameniza el ambiente en el lugar donde se realizará la festividad, los alcaldes coordinan y están pendientes de la llegada de los novios». Según el mismo investigador, en el pasado de estas comunidades kichwas otavaleñas, los “servicios” (tayta y mama servicio) lideraban el cortejo matrimonial hasta la casa de los padrinos, en donde, no solamente mezclaban y repartían los alimentos llevados 257


> Los padrinos hacen la entrega de los obsequios a sus ahijados en la comunidad de Colimbuela-Cotacachi (año 2000). En el extremo inferior izquierdo de la imagen, se observa al maestro arpista Joaquín Guandinango, interpretando la música tradicional alusiva al matrimonio, mientras que los novios y sus familiares bailan formando círculos y sosteniendo los obsequios. Foto: Alberto Lima.

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por los invitados, sino también distribuían la comida ofrecida por los anfitriones, que generalmente consistía en la tradicional uchu api56 con carne de cuy o gallina de campo. De manera simultánea, estos personajes con la ayuda de los estanqueros también repartían la chicha o el aguardiente a todos los invitados. Además, ellos siempre estaban pendientes de la ejecución de las distintas actividades contempladas para este tercer día de fiesta. Una vez que concluía la comida, los padrinos y ñawpadores entregaban los obsequios a los novios en función de sus posibilidades económicas. En general, la pareja recibía de manera pública, varias prendas de vestir adecuadas al frío andino, así como utensilios de cocina, herramientas labranza e incluso una yunta. Sin duda, estos regalos se convertían en la base, sobre la cual, la pareja aseguraba su continuidad en las labores agrícolas, domésticas y textiles. Para conferir estos presentes, los padrinos invitaban a sus ahijados o achik wawas a pararse sobre una estera57, para que los roperos procedan a vestirlos con las nuevas prendas sobre el traje anterior. Tras la entrega de los regalos, los novios se colocaban de rodillas sobre una estera y con actitud de humildad y de respeto, para agradecer a los padrinos, así como para recibir sus consejos y bendiciones. Además, aprovechando la existencia del arado y de otras herramientas de labranza, los alcaldes organizaban la representación de “la labranza y la siembra” de manera jocosa, con la participación de los novios como labradores y un par de amigos o familiares en calidad yuntas, todo ello, en medio de las sutiles notas del arpa. Sin duda, este ritual se constituía en un escenario de reproducción y/o de transmisión de los saberes y las prácticas locales, con lo cual contribuían a su continuidad intergeneracional. Males (2014) continúa relatando, que después de la dramatización, los padrinos solían llevar a sus ahijados hacia un lugar reservado, en donde les obligaban a consumir aguardiente, mientras que los invitados continuaban bailando en el patio de la casa y al ritmo de las flautas, los rondines y el arpa. Al poco tiempo, los novios y sus padrinos también se integraban a la fiesta, lo que desencadenaba un derroche de energía y felicidad entre todos, hasta la media noche, como máximo. Es que al día siguiente tenían que

56. En la tradicional colada (mazamorra) de maíz o de haba con mote. 57. Una especie de tapete de plaza y media o de dos plazas, elaborado manualmente con fibras vegetales de la totora, cuya planta de entre uno y tres metros, crece espontáneamente en lagos, lagunas y pantanos de la provincia de Imbabura.


“trasladar a la novia hasta la casa del novio”, cuyo ritual era más conocido como halima. Como se ha dicho, en la mayoría de las celebraciones matrimoniales actuales, los padrinos ya no asumen los gastos del tercer día de fiesta, ya que solo para la compra de los obsequios requieren entre 1.000 y 3.500 dólares americanos. Ahora, si se incluyera el patrocinio de la fiesta, entonces deberían disponer de al menos 5.500 dólares americanos. Desde luego, ellos también reciben obsequios (medianos de comida y canastas de frutas) de parte de las familias anfitrionas, aunque, es evidente su asimetría, ya que dichos regalos no sobrepasan los 100 dólares americanos por cada día de fiesta. No obstante, este acto se constituye en una forma de intercambio instituido por las prácticas de reciprocidad y que está establecido culturalmente en el marco de un sistema de economía moral. Lo cierto es que en los tiempos actuales, los padrinos expresan claramente las condiciones bajo las cuales aceptan el apadrinamiento, de tal forma, que en adelante no existe ninguna divergencia o malos entendidos. En general, las actividades que se desarrollan a lo largo de este día, son muy similares a los dos primeros días de fiesta, con la única diferencia, que esta vez, los padrinos entregarán los obsequios a la pareja, ya sea antes o después de la comida. •

> Los padrinos entregan sus obsequios a los recién casados en la casa de la novia localizada en comunidad El Cercado de Cotacachi (año 2000). Entre los obsequios, se observan: vestimenta; un arado de madera; azadones y utensilios de cocina (cedazo, harnero, platos y ollas). Además, los novios y su comitiva matrimonial bailan en círculo (girando hacia el lado izquierdo) y sosteniendo los obsequios en medio de una singular alegría. Foto: Alberto Lima.

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XIX. Traslado de la novia a la casa del novio Halima aysay 260


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> Joven indĂ­gena otavaleĂąa. Foto: John Bautista


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> John, joven indĂ­gena otavaleĂąo. Foto: John Bautista


H

ASTA HACE POCOS AÑOS, LA RESIDENcia de los recién casados kichwas era de carácter patrilocal o patrilineal; es decir, que la mujer estaba obligada a vivir en la casa de los padres de su esposo, hasta que tuvieran los recursos y medios necesarios para independizarse. A menos que, antes de formalizar su unión conyugal, el hombre ya hubiere acumulado un cierto patrimonio, incluyendo su propia vivienda. Que a decir de (Lima, 2018), en aquellos tiempos, no era apropiado que el hombre residiera en la casa de los padres de la novia, ya que podía ser considerado como una persona poco audaz y, por tanto, esta relación no era bien vista por el entorno familiar. En cualquier caso, ninguno de los novios perdía su pertenencia a una familia, sino más bien conseguían una nueva (Naranjo, 1989). En la actualidad, algunas parejas siguen manteniendo la patrilocalidad, pero otras deciden vivir junto a la familia que posea mayores recursos económicos, sin ser cuestionados por la sociedad. Y en las zonas urbanas, se sigue fomentado la neolocalidad; es decir, que los recién casados eligen un espacio diferente al de sus padres. Hace tiempo, el halima aysay se constituía en uno de los sucesos esenciales del matrimonio kichwa, que requería del acompañamiento de músicos locales, de la participación de algunos personajes para llegar a importantes acuerdos entre las dos familias, lo que facilitaba el traslado de la novia hasta la casa del novio para que inicien su vida conyugal. En general, este rito se desarrollaba después de la fiesta en la casa de los padrinos, que podía ser un día miércoles.

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En adelante, se describe esta práctica tradicional, en base a las recopilaciones hechas por Males (2014) y Aguilar (2014) en la comunidad de Peguche (Otavalo), quienes develan, no sólo la gran capacidad de organización de este ritual por parte de la comitiva matrimonial, sino del empoderamiento de todos los personajes en el cumplimiento de los roles designados. En este caso, los familiares del novio en conjunto con los alcaldes y los ñawpadores, solicitaban a un escribiente (generalmente mestizo) para que redacte una carta que debía ser entregada inmediatamente en la casa de los padres de la novia, en dicho documento, no solo se resaltaban las cualidades y características físicas de la novia, sino también se aprovechaba para escribir algunas promesas orientadas al cuidado de la esposa. Para su efecto, los coordinadores elegían a tres hombres como responsables de esta encomienda, quienes se pintaban el rostro de color negro y además cada uno de ellos cumplían roles distintos. El primero de estos personajes tenía que vestir y actuar como hombre, lo que no resultaba difícil por su condición masculina. Pero, el segundo estaba obligado a vestir y actuar como una mujer, lo que requería mayor esfuerzo, pero también provocaba mayor gracia, tanto a la familia de la novia como a los demás espectadores. En tanto que el tercer personaje vestía con zamarro, poncho, botas y cabalgaba en un burro para desempeñar el rol de un mayordomo, quien, como autoridad, tenía la obligación de garantizar que la misiva sea entregada en el tiempo y lugar correcto. En el trayecto hasta la casa de la novia, estos tres personajes emitían silbidos y gritos para que los comuneros se enteren que estaba a punto de efectuarse el halima aysay y siendo un acontecimiento tan importante, muchos de los vecinos se unían al festejo. A los pocos minutos, los emisarios llegaban a la casa de los padres de la novia, en donde hablaban y actuaban de acuerdo a su personaje, provocando cierto entusiasmo en sus interlocutores, quienes no dudaban en recibir y dar lectura a la carta. Mientras tanto, la novia se escondía en el interior o alrededor de la casa con la complicidad de algunos familiares, para que sea buscada por el esposo. En cuanto se concluía con la lectura de la carta, los padres de la joven aceptaban el contenido de la misma y autorizaban la búsqueda de su hija para que sea trasladada a la casa del novio. Entonces, sin pensarlo dos veces, los emisarios retornaban rápidamente a la casa del novio para dar la gran noticia y con la misma agilidad, el novio y sus respectivos familiares se dirigían hasta

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la casa de la novia para efectuar el halima aysay. La búsqueda de la novia no era una tarea fácil, en ocasiones demoraba hasta cuatro horas. Aunque, una vez que el novio encontraba a su novia, la tarea de llevarla hasta su casa era mucho más compleja, ya que la resistencia y el forcejeo por parte de los familiares de la joven mujer era parte esencial del juego. De manera que, una vez que encontraban a la novia, el tayta alcalde procedía a unir a la pareja con una faja. Desde este preciso momento, empezaba la lucha y/o disputa simbólica entre los familiares de la pareja, unos por evitar que la novia abandone su hogar y los otros, por llevarle a su nueva casa. Pero, en cuanto ganaba la familia del novio, inmediatamente se formaba un cortejo que mantenía cierto orden o protocolo para dirigirse a la casa del novio, iniciando por los músicos flauteros, seguidos por los taytas alcaldes y/o ñawpadores, luego los novios y finalmente la familia del novio. Aun así, en cualquier momento, la familia de la joven esposa podía rescatarla para esconderla nuevamente y así reiniciar el juego, por lo que los alcaldes o los ñawpadores, estaban obligados a buscar más apoyo. A pesar del constante forcejeo, las dos familias llegaban a la casa del novio, en donde se liberaba a los recién casados y todos comían abundantemente para recuperar las energías. Luego, la pareja era ataviada con trajes nuevos para continuar con el festejo, en donde no faltaba la comida ni la bebida. Llegada la noche, los padres del novio obsequiaban algunas prendas de vestir a la joven esposa, para persuadirla que se quede en su nuevo hogar. Al final, los padres de la joven, no tenían más opción que aconsejar, bendecir y despedirse de su hija. El festejo matrimonial no concluía con el halima aysay, pues, continuaba por tres días más en la casa del novio. Aunque los gastos eran asumidos exclusivamente por los familiares de la pareja, quienes realizaban pequeños aportes económicos para comprar comida, bebida y pagar a los músicos. En la actualidad, el ritual de “trasladar a la novia” o halima aysay, ya no se encuentra vigente entre los pobladores kichwas de los cantones Otavalo y Cotacahi. Pero todavía es común que algunas novias vivan en la casa de los padres de sus esposos, al menos, hasta que la pareja se encuentre en posibilidad de independizarse. • > Pareja de jovenes indígenas enamorados. Foto: Juan Carlos Morales

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XX. Colectas de dinero Tuminkuna

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> Joven indĂ­gena otavaleĂąa. Foto: John Bautista


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> Elisabeth, joven indĂ­gena otavaleĂąa. Foto: John Bautista


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N LA ACTUALIDAD, YA NO ES COMÚN EL desarrollo de más de tres días de fiesta en el territorio del pueblo kichwa Otavalo, pero si lo fue hasta hace pocos años, en donde, la celebración se mantenía entre seis y ocho días, sobre todo en la zona rural. Evidentemente, los padres de los novios, al igual que los padrinos, ya no asumían el patrocinio de un día más de fiesta, porque sus recursos estaban agotados. Por lo tanto, en algunos casos, el tayta alcalde o el ñawpador propiciaban una colecta de dinero por cada día adicional para la compra de comida y bebida, entre aquellos familiares, amigos o vecinos que decidían seguir festejando, con o sin la presencia de los recién casados. En otros casos, los propios familiares (hombres) organizaban las colectas de dinero, aun cuando, esta situación era reprobada por algunas de sus mujeres. Sin embargo, ellas se quedaban para cuidarlos y asistirlos en lo que fuera posible, sin importar el número de días que se extienda la celebración, también estaba garantizada la música tradicional interpretada con instrumentos de viento, cuerdas y percusión. Males (2014: 157), en su estudio sobre el matrimonio tradicional realizado en las comunidades de Quinchuquí y Peguche del cantón Otavalo, reconoce tres tipos de colectas; entre ellas: hatun tumin, wawa tumin y aycha tumin. En relación a la primera, dice: «El tayta servicio y los taytas alcaldes, al percatarse de que los reservorios de alimentos se han vaciado, uno de ellos coloca su sombrero en el suelo. Mientras los flauteros entonan su repertorio de música de un modo decaído debido a la escasez de comida, bebida

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y somnolientas noches, el tayta ancande ordena depositar dinero dentro del sombrero ubicado estratégicamente. Los ayllus más cercanos colocan más cantidades de dinero respecto a los allegados y amigos que ponen a la disposición de cada uno». Una vez que los líderes consideraban que el dinero recogido era suficiente para la compra de comida y de debida (chicha y/o aguardiente), entonces delegaban a una comisión de hombres para que cumplan con esta petición, en el menor tiempo posible. En aquellos casos, en los que todavía había comida del día anterior, entonces, los líderes comprometían a un grupo de mujeres para que calienten y sirvan dichos alimentos. Según el mismo investigador, del mismo modo se procedía para el quinto y sexto día de fiesta. En el primer caso, la colecta era colecta menor y se conocía como wawa tumin, cuyo dinero estaba destinado para la compra de aguardiente. Y en el segundo caso, las personas preferían comprar y consumir carne, con el propósito de recobrar energías, por lo que esta colecta tomaba el nombre de aycha tumin. Durante estos días de fiesta eran muy comunes los conflictos que se originaban por el excesivo consumo de alcohol. Ante lo cual, los taytas alcaldes intervenían en calidad de mediadores y según la falta, procedían con la imposición de multas económicas y con la expulsión de la fiesta, para el caso de los reincidentes. De acuerdo a los testimonios, durante estos días de celebración, la mujer cumplía un rol protagónico en el cuidado de sus parejas, así como, en la búsqueda y preparación de la comida para todos. Si bien, ella también consumía chicha y/o aguardiente, nunca lo hacía en la misma proporción que el hombre. Y en aquellos casos, en los que las personas deseaban seguir festejando un séptimo día o más, entonces, los padres de los novios se encargaban de ofrecer comida y bebida, como muestra de agradecimiento. En la actualidad, la mayoría de las familias kichwas desarrollan exclusivamente dos días de fiesta, el primero en la casa del novio y el segundo en la casa de la novia y, muy rara vez, un tercer día en la casa de los padrinos. De ahí que difícilmente se origina un día extra de fiesta, a menos que sea el protagonizado por el personal de servicio, quienes después de lavar los utensilios y limpiar los ambientes, a veces deciden beber y bailar. •

> Elementos para un ritual de limpia. Foto: Jonathan Terreros

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XXI. Sueños y supersticiones en la vida matrimonial kichwa Sawari kichwa kawsaypi, muskuykunapi iñiñapish 272


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> Surrealismo onĂ­rico andino. Foto: Jonathan Terreros


> Surrealismo onĂ­rico andino.

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STA INVESTIGACIÓN HA PERMITIDO REcoger 72 sueños premonitorios y 83 supersticiones que condicionarían, no solamente las actividades cotidianas de las familias indígenas kichwas, sino también la estabilidad matrimonial. Desde luego, estas creencias tendrían mayor arraigo en el área rural, que en el área urbana. Para los pueblos indígenas, los sueños premonitorios son formas de ocultar y de ver una parte de la realidad corpórea del mundo de los vivos. Es que los kichwahablantes del pueblo Otavalo que tienen una percepción extrasensorial notablemente desarrollada, acostumbran a narrar e interpretar los sueños con sus familiares y amigos más cercanos, durante las primeras horas del día. A decir de los informantes, los sueños muestran parte del pasado, presente y futuro y no se desarrollarían a voluntad. Además, cumplen un rol fundamental en la vida psíquica de los indígenas kichwas, tanto que, gobernarían sus acciones cotidianas y rituales. Este trabajo ha permitido determinar que los sueños presagian más efectos negativos que positivos. En el primer caso, auguran dificultades en el trabajo, catástrofes naturales, robos, infidelidades, enfermedades e incluso la muerte y en el segundo caso, ellos estarían en capacidad de predecir, una unión matrimonial, un nacimiento, la llegada de familiares y amigos entrañables, una buena producción agrícola en sus parcelas, entre otros. La mayoría de creencias o supersticiones están vinculadas, no sólo a la mala energía de las personas, sino también a la presencia de entidades espirituales negativas que se manifestarían en la naturaleza a ciertas horas del día, según los testimonios reco275


gidos. Esta realidad denota que los pueblos indígenas mantienen creencias vinculadas a la desgracia, posiblemente, debido a los problemas sociales seculares y por supuesto, al miedo a aquello que escapa a su raciocinio. De alguna manera, estas creencias revelan un pasado y un presente de situaciones no resueltas por el Estado ecuatoriano, respecto a la prevención y atención oportuna a los problemas de salud en las zonas rurales, ante los cuales, las familias indígenas se han sentido vulnerables. En adelante, se presenta una síntesis de los sueños recogidos en el territorio del pueblo kichwa Otavalo de Imbabura, entre los sueños que auguran la mala suerte, se encuentran aquellos asociados con los “deslaves58”; la “creciente de agua negra59”; el desprendimiento de sus dientes; recibir o recostarse sobre abundantes flores; ver carne de animales; mirar la casa sucia; visitar el cementerio; excavar tumbas, entre otros. Para Benítez (2017), los sueños relacionados con los desastres naturales reflejan la situación de angustia que viven las familias indígenas ante estos fenómenos, que han remarcado su desgracia y pobreza. Sin duda, los sueños con las flores y las tumbas reafirman su temor a las enfermedades o accidentes que les pueden llevar a la muerte. Por otra parte, los presagios positivos consistirían en sueños relacionados con corrientes de agua limpia y cristalina; agua bendecida (sacerdote); tierra fértil y llena de cultivos; danzantes; un recién nacido; campos de trigo y cebada; la luna y el sol; entre otros. De alguna manera, estos sueños revelan los anhelos por mejores condiciones de vida, en especial, para aquellos indígenas que dependen del sector agrario. Algunas mujeres kichwas aseguran que, a través de algunos de sus sueños, pueden predecir su próximo embarazo, sobre todo cuando en ellos observan granos andinos. Del mismo modo, si ellas en encuentran en proceso de gestación y sueñan que se rompe un pondo60, entonces, consideran que pronto entrarán en labor de parto. En relación a la estabilidad matrimonial, las mujeres consideran que su unión será duradera, equilibrada y feliz, cando en sus sueños observan una cruz; subiendo una loma con pondos repletos

> Surrealismo onírico andino. Fotos: Jonathan Terreros

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58. Los deslaves o derrumbes, son desprendimientos de la tierra, piedras y árboles, por efectos de los largos periodos de las lluvias, pero también, ocasionados por los terremotos. 59. Las crecientes de agua, son producidas por los largos periodos de lluvia, en donde, los ríos y quebradas aumentan su caudal. 60. Es un recipiente de barro, de forma globular en el centro y base cónica, que fue muy utilizado hace más de dos décadas por los indígenas kichwas del pueblo Otavalo, para fermentar el maíz y obtener la chicha.


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> Surrealismo onírico andino. Fotos: Jonathan Terreros

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de comida; sosteniendo grandes mazorcas de maíz; percibiendo el perfume de las flores, al igual que vistiendo con algunos accesorios femeninos; tales como: maki watanas (manillas), rinrinas (aretes) y wallkas (collares) de oro. Ocurriría todo lo contrario, si sueñan con un árbol torcido; cayendo por un barranco descendiendo por una montaña o ladera; bajando gradas o escaleras; vistiendo ponchos o anacos negros; cultivando zapallos tiernos; reses flacas; cortándose el cabello; mirando que la sal se derrite en las manos, entre otros. La infidelidad es otro aspecto, que tanto los hombres, como las mujeres kichwas podrían pronosticar por medio de sus sueños. Para el caso, si el esposo sueña cabalgando en un caballo desbocado auguraría infidelidad por parte de su pareja. Pero, si sueña, que su esposa conduce una bicicleta o cabalga sobre un caballo o un burro, entonces, ella estaría viviendo en adulterio. En tanto que, si la mujer sueña con una serpiente u observa a su esposo del cuello hacia abajo, entonces, él tendría una wayna o amante. Sin duda, estos sueños, se convierten de alguna manera, en el termómetro de la felicidad matrimonial. En relación a las supersticiones, la mayoría de informantes no consideran adecuado caminar o encontrase en sitios alejados (vertientes, montañas, bosques) en las llamadas horas prohibidas o huchay pacha, esto es, a las 18h00 o 24h00. Ellos asumen que en estas horas se manifiestan los malos espíritus que alteran la salud humana y emocional. Del mismo modo, los yachaks entrevistados, como portadores de los saberes ancestrales, también afirman que las enfermedades son el producto de la alteración espiritual, generada a partir de la mala energía de las personas y de las entidades espirituales que se encuentran en ciertos lugares y horas. En cualquier caso, las personas afectadas manifestarían: mal aire (wayrashka); espanto; insomnio; llanto continuo; cogida del cerro y/o del arco iris; pegado del diablo andino (supay); brujería o hechizo (brujushka); maleado (mala suerte); entre otros efectos. Al respecto, Serrano (1997: 229) dice: «La enfermedad se produce cuando el jinchi (coraje o fuerza defensiva) de un individuo ha sido vencido por un agente causante de la patología. La enfermedad, primero se localiza en la superficie del cuerpo y puede seguir un camino de profundización hacia los órganos internos; si el jinchi no se recupera, pero si el individuo recupera su fuerza defensiva la enfermedad tomará un curso centrífugo, desde los órganos internos hacia la superficie corporal (piel, orificios, etc.) para que mediante una crisis se produzca la


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curación (…). Cuando el jinchi está debilitado, el individuo fácilmente puede ser agredido por la condición atmosférica. Los climas extremos (frío, viento, calor, humedad, etc.) o el espíritu de lugares pesados (accidentes geográficos, lugares desolados o panteones, etc.), pueden volverse agresivos. Se dice entonces que la persona ha sido “mal ventada, cogida del aire o cogida del viento”, cuando un agente patógeno externo lesiona la superficie corporal; esto ocurre con mayor frecuencia en los niños, los ancianos y las mujeres». De acuerdo a los testimonios, los indígenas kichwas rechazan la presencia de las palomas en sus casas, por considerarlas de mal augurio. Al parecer, cuando estas aves abandonan la casa, también se llevarían la buena energía y en consecuencia, la felicidad del hogar. La enfermedad en la pareja es pronosticada, cuando uno de los cónyuges sueña con agua sucia o que es perseguido(a) por cerdos, toros, vacas y perros. Pero, también, cuando la mujer sueña que su esposo se encuentra en estado etílico o se observa muy feliz. Así mismo, la muerte se anunciaría, cuando las personas sueñan con alguno de los siguientes sueños: un chivo que bala; un perro que hace hoyos en la casa; el volcamiento de un automóvil; el estrellamiento de un avión; la caída de los dientes; dientes cariados; una casa que se derrumba; un árbol de capulí; un rebozo de mujer; un lago repleto de peces; guabas (fruta); surcando la tierra en el cementerio; abundantes flores; carne; entre muchos otros. Por otra parte, algunos informantes también aseguran que tienen capacidad para percibir e interpretar la muerte, en relación a ciertos indicios naturales. Entre ellos, si una lechuza61 (chushik) ulula o canta cerca o alrededor de la vivienda estaría anunciando una enfermedad grave para uno de los miembros de aquella familia e, incluso, la muerte. De la misma manera, si el aullido de un perro es prolongado y lastimero anunciaría la muerte de algún familiar cercano. Si un caballo negro posa la mirada sobre una persona durante un cortejo fúnebre, entonces, estará anunciando su muerte. De igual modo, si un gato se encuentra huraño y se eriza, sería una señal que está viendo a un espíritu maligno. Pero, si el animal recorre con delicadeza alrededor de una persona por un tiempo prolongado, también estaría anunciando su muerte. Ahora, si un murciélago se posa en la ventana del cuarto de un enfermo,

> Surrealismo onírico andino. Fotos: Jonathan Terreros

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61. Las lechuzas, en general son consideradas aves de mal augurio, que presagian la muerte. Por tanto, “son aves rapaces que han sufrido desde tiempos inmemoriales una injusta mala fama, que les ha llevado a ser perseguidas y odiadas” (Querol, 2015: 1)


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> Surrealismo onírico andino. Fotos: Jonathan Terreros

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entonces estará presagiando su muerte esa misma noche. Cuando un ave corretea delante de una persona, dando fuertes silbidos, también anuncia lo mismo. Evidentemente, estas creencias e incluso los temores, han sido transmitidos oralmente y de forma intergeneracional, sobre todo, por influencia del cristianismo. De ahí que al menos, nueve de cada diez personas reconocen que, a pesar de haber realizado estudios secundarios y superiores, aún mantienen vivas sus creencias o supersticiones, como resultado de la gran influencia de sus padres y abuelos. No obstante, algunos informantes kichwas, no conciben a la muerte como castigo o fracaso, sino como un retorno al útero materno para emprender otro ciclo de vida y así posibilitar otras formas de vida. •


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Referencias bibliográficas

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> Joven indígena otavaleña. Foto: John Bautista


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CRÉDITOS

Edita Editorial Universidad Técnica del Norte Av. 17 de Julio, 5-21. IBARRA - IMBABURA - ECUADOR Tel. +593 (6) 2997800 editorial@utn.edu.ec www.utn.edu.ec Directora del proyecto PhD. Nhora Magdalena Benítez Bastidas “Cosmovisión andina vinculada al ciclo vital del pueblo kichwa Otavalo: una aproximación desde su realidad intercultural y de género” Autores PhD. Nhora Magdalena Benítez Bastidas PhD. Miguel Ángel Posso Yépez Msc. Raúl Clemente Cevallos Calapi PhD. José Luis Gurría Gascón Msc. Nelson Ivan Bedón Suárez Prólogo Mgs. José Echeverría-Almeida Revisor académico interno UTN PhD. Albert Arnavat Revisores académicos externos Msc. Leonardo Torres León Universidad de Cuenca, Ecuador Msc. José Antonio Duchi Zaruma Universidad Nacional de Educación, Ecuador Revisión de estilo Dr. Victor Hugo Pinto Equipo de apoyo a la investigación Estudiantes del primer nivel (octubre 2017/ febrero 2018) y de segundo nivel (abril/agosto 2018) de la carrera de Turismo de la Universidad Técnica del Norte.

Dirección de arte, selección fotográfica y diseño gráfico Albert Arnavat, Editorial UTN Fotografías Alberto Lima, fotógrafo kichwa John Bautista, ATIPAK Photography Jonathan Josue Terreros Monteros Javier Mauricio Narváez Ponce Nhora Benítez Bastidas, GIPATURYDES Familia Zambrano-Zambrano Familia Lomas León Tamia Flores, Yolanda Conejo y Priscila Guaján Juan Carlos Morales Fotografia portada y contraportada Javier Mauricio Narváez Ponce Fotografias inicio de capítulo John Bautista, ATIPAK Photography (I a XX) Jonathan Josue Terreros Monteros (XXI) Edición digital fotográfica Luis Fernando Aguas Asistente de diagramación Cristina Tulcanaza

Grupo de Investigación en Patrimonio, Turismo y Desarrollo Local. FACAE. UTN Tel: 0986102031 / nmbenitez@utn.edu.ec Impreso en Ecuador / Printed in Ecuador Primera edición, digital: Mayo 2019 ISBN digital: 978-9942-784-43-8 Segunda edición, impresa: diciembre 2019 ISBN impreso: 978-9942-784-44-5 © de esta edición: Editorial UTN, 2019-2020. © de los textos e imágenes: Sus autores, 2019.


Este libro "El matrimonio –sawari– en el pueblo kichwa de Otavalo y Cotacahi", publicado por la Editorial Universidad Técnica del Norte, se acabó de imprimir el 31 de diciembre de 2019, en la Imprenta MacVisión de Ibarra.




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