elPaís
www. ÚltimasNoticias.com.ve
MIRADASEMANAL Vladimir Acosta
Europa y su saqueo cultural del tercer mundo (IX)
S
igo con el caso de América Latina. Vimos ya que los cónsules, funcionarios y arqueólogos europeos del siglo XIX enviados por Francia, Inglaterra y Alemania a Egipto, Grecia o Mesopotamia, eran todos ladrones. Ladrones descarados que saqueaban la riqueza cultural de esos países y que se dedicaban a excavar y dañar sus templos, tumbas, pirámides y palacios para robar estatuas, frisos y paredes enteras llenas de bellos y asombrosos relieves. Pero que lo hacían porque apreciaban lo que robaban, porque sabían su enorme valor histórico y artístico y porque el robo, además de proporcionarles beneficios personales, era la única forma que tenían para hacer llegar esos tesoros a los museos de sus países en Europa, pues no podían llevarse enteros los templos y palacios. Y es esa la diferencia esencial de estos modernos saqueadores europeos con los ignorantes conquistadores españoles del siglo XVI, que también eran ladrones como ellos, pero que las estatuas, frisos, relieves y piezas que sacaban de los templos era para destruirlos a martillazos con odio o desprecio porque no eran cristianos, y solo en caso de ser piezas de oro o plata les interesaban, pero para fundirlas y convertirlas en lingotes. Esa destrucción llena la Conquista española, protagonizada por una larga lista de conquistadores brutales y asesinos. Uno de esos energúmenos, masacrador de indígenas y destructor de sus culturas, fue el franciscano diego de Landa, obispo de Yucatán, que hizo lo posible por destruir la cultura maya, aún si conservó informaciones valiosas acerca de ella en su libro Sobre las cosas de Yucatán. Landa se dedicó a perseguir la “herejía” de los mayas, que no aceptaban el cristianismo impuesto por los conquistadores. Organizó autos de fe, quemó vivos hombres y mujeres indígenas, destruyó templos, estatuas y monumentos y quemó manuscritos mayas. Cierto que hubo excepciones como Bartolomé de Las Casas y que aún dentro de su inevitable intolerancia cristiana también lo fueron monjes
como Motolinía y Sahagún, que cristianizaron a indígenas mexicanos y los usaron como informantes de sus creencias y culturas. Pero en cuanto a esas culturas y sus obras la tónica dominante entre los frailes cristianos fue la de Landa, no la de Las Casas y ni siquiera la de Motolinía o Sahagún. Lo que salvó muchas obras arquitectónicas indígenas en México, Guatemala, Honduras, Colombia, Ecuador, Perú y Bolivia fue la resistencia indígena y la dificultad española para destruir esos monumentos, que eran enormes y de piedra. No obstante, en Tenochtitlán y casi en el Cuzco los españoles arrasaron todo, y hasta fragmentos y piedras de templos fueron usados para construir templos cristianos. Y sobre todo ayudó a salvar los monumentos de esas culturas el que muchos de ellos estaban en zonas lejanas o ya deshabitadas, sin oro y plata que robar o perdidos en inaccesibles selvas. Por ello esos grandes monumentos, parte de ciudades para entonces abandonadas o perdidas, sobrevivieron a la codicia, furia destructiva e intolerancia religiosa de los conquistadores y colonizadores españoles. Podríamos hasta admitir que ese saqueo no fue cultural sino mero saqueo, pues para los conquistadores y luego los criollos, lo indígena, al no ser cristiano, no era cultura y podía ser destruido, visión que domina hasta mediados del siglo XIX y en casos hasta hoy. Descubrir el interés y valor de lo indígena americano tomó siglos y a los criollos ya independientes les costó mucho abandonar la visión española. Y en Argentina y Chile, odiar y destruir lo indio, pues admitirlo haría a los criollos mestizos y no blancos europeos, fue tarea central de la élite criolla, en esto más brutal que los conquistadores españoles. El descubrimiento del valor de templos y ciudades indígenas sobrevivientes a la conquista y a la colonia es fenómeno tardío del siglo XIX y solo se da en pocos países mientras en la mayoría de ellos siguen el desprecio y el racismo contra lo indígena americano, sus obras y culturas. Descubrir ese valor capaz de atraer saqueo europeo
MARTES, 28 DE FEBRERO DE 2023 7
“Uno de esos energúmenos, masacrador de indígenas y destructor de sus culturas fue el franciscano diego de Landa, obispo de Yucatán” solo fue posible desde entonces. Pero a esos europeos sólo interesaba apropiarse de los ricos tesoros artísticos del Viejo mundo y no de los mal conocidos de esta América. En gran parte es por eso que, aunque maltratados, se conservaron en nuestra América muchas antiguas ciudades o conjuntos arquitectónicos indígenas: Teotihuacán, Tula, Palenque, La Venta, Chichen Itzá, Uxmal, Quiriguá, Copán, Tikal, San Agustín, Machu Picchu, Tiahuanaku, verdaderos tesoros arquitectónicos; y también muchas piezas indígenas que hoy se guardan y muestran en nuestros museos y se salvaron de ir a parar a los museos de Europa. La exploración y ocasional saqueo fueron frecuentes desde entonces; y en ese caso más que europeos han sido arqueólogos de EU los que asumieron esa tarea siendo a menudo pioneros en valorar nuestro arte indígena. Sus exploraciones dejaron huella y el saqueo se vio dificultado en el siglo XIX por nuestras guerras civiles y por la propia geografía: las ciudades indígenas estaban en sitios poco accesibles y sobre todo en selvas lejos del mar. Sus piezas eran grandes y pesadas y los ríos para sacarlas, difícilmente navegables. Los principales exploradores de esas ruinas y ciudades indígenas ocultas fueron el estadounidense John Loyd
“Lo que salvó muchas obras arquitectónicas indígenas en México, Guatemala, Honduras, Colombia, Ecuador, Perú y Bolivia fue la resistencia indígena”
2
Stephens, el británico Alfred Maudslay y el también yankee Hiram Bingham. Stephens, hombre culto y gran viajero, explorador y arqueólogo aficionado, acompañado por el genial dibujante inglés Frederick Catherwood, realizó 2 valiosas expediciones que cubrieron Centroamérica, Chiapas y Yucatán, es decir, buscando las grandes ciudades mayas, mal conocidas y poco accesibles, exploradas por ambos entre 1839 y 1842. La obra de Stephens es valiosa, sus libros llenos de vida son interesantes textos clásicos de la arqueología americana y de la literatura de viajes, y los dibujos de Catherwood son obras maestras. Stephens, que exploró Quiriguá, Copán, Palenque, Chichén Itzá y Uxmal, reconoció la importancia del arte y la escultura mayas y ratificó su histórica relación con los indígenas, cosa que, si estaba clara para algunos, fue solo a través de la difusión de su obra que la reconoció el mundo científico europeo. Stephens no saqueó. Para explorar Copán debió comprarle la tierra en 50 dólares al hacendado que se decía su dueño y aunque pensó en llevarse varias piezas y estelas de la ciudad, su peso y los raudales del río vecino lo hicieron renunciar a la idea y limitarse a explorar las ruinas. También en Palenque debió comprar la tierra en otros 50 dólares, pero solo para poder instalarse en ella y explorarla. Maudslay, inglés, con el libro de Stephens y el apoyo del cónsul alemán Sarg, explora desde 1882 las ruinas mayas de Quiriguá y Copán y recorre el Petén para llegar a Tikal, ciudad maya excepcional, ya conocida pero aún casi inaccesible. A partir de entonces hace estudios minuciosos de la cultura maya y de la fauna y flora guatemaltecas. Su trabajo es valioso, pero le acompaña su vocación británica hacia el saqueo. Hace moldes de piezas y grandes estelas y las envía al insaciable Museo Británico, que las quería desde 1855. Saqueo es el que acompañó las expediciones de Hiram Bingham al Perú en busca de Machu Picchu. Bingham explora, miente y roba. En su libro la ciudad perdida de los incas, editado en 1911, notable descripción de la ciudad, pretende haberla descubierto, sabiendo que era ya conocida y que la había explorado el agricultor peruano Agustín Lizárraga en 1902. Bingham, profesor de la Universidad yankee de Yale, aprovechó sus visitas a la ciudad para robarse 46 mil piezas, que llevó a esa Universidad y que desde entonces Perú pide se le devuelvan. Solo desde 2011 Yale ha devuelto varias de ellas.