Octubre 2011 / Unidad y Lucha
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Estado
Socialismo o Barbarie
JULIO MINGUEZ/
Las aniquiladoras salvajadas que el capitalismo está activando contra la clase trabajadora, pueblos, y aún países enteros no excluyen -todo lo contrario-, la avaricia, codicia y rapacidad de los capitalistas; por supuesto no carecen de ellas. Sin minusvalorarlas, el desarrollo actual del capital está fundamentado en elementos más básicos y genuinos del propio sistema. Desde el Partido caracterizamos la crisis del capital como crisis estructural. Para lo que ahora interesa, se trata de señalar sólo su aspecto más básico, condicionante y dirigente de otros. Los comunistas consideramos, basándonos en la teo-
ría dialéctica, marxista, del valor-trabajo, que el único productor de valor y plusvalía es el trabajo humano. Por consiguiente, la vida del capital está basada en la persistente consecución de la plusvalía: NO HAY VIDA DEL CAPITAL sin la obtención de plusvalía. No hay tasa de ganancia adecuada sin la plusvalía correspondiente. El problema estriba en que la mayor cantidad y mejor calidad de las fuerzas productivas contradice constantemente la obtención de una mayor cantidad de plusvalía. Es decir, necesita en cada nueva fase inversionista (rotación) una mayor inversión de capital sin obtener a cambio una mayor cantidad de plusvalía. Pero no nos despistemos. No consigue menos plusvalía. Obtiene menos considerando
el gasto que supone obtenerla, alcanza menos plusvalía en relación al capital invertido. Lo decimos otra vez: en la última inversión realizada pone más dinero que en la anterior, sin alcanzar equivalencia en el montante de plusvalía (Aquí habría que decir algo sobre el tiempo de trabajo y la disminución constante del tiempo de trabajo necesario. Será en otra ocasión). Está claro que esa situación afecta negativamente a la tasa de ganancia. Si afirmamos que para el capital la única manera de obtener plusvalía (sangre y vida del sistema) es por medio de la explotación del trabajo ajeno, se desprende que TODOS los dispositivos del capital –fracciones- están interesados en, y se reparten, los resultados de esa explotación. El capital especulativo también. Aunque su movimiento actual maneje cifras desorbitadas, la especulación actual no hace sino exprimir valor de valor ya creado. El lastre fundamental del capital actualmente radica en la disminución de la tasa de ganancia, en la insuficiencia de plusvalía. Esa constricción-reducción obliga a valorizar capital de las maneras más diversas. Violentas
o ...más violentas. Naturalmente esto crea contradicciones entre los modos de presentarse el capital, pero las resuelven muy dialécticamente en la unidad que les une sin fisuras: la UNIDAD de la explotación de los trabajadores. Ahí no hay diferencias, ni divisiones. Debemos tenerlo claro: oponer un modo de capital a otro lleva, en general, a magnificar la idea de que si se regula y controla el capital especulativo se acaban los males de la sociedad actual (tesis que de una u otra forma defiende el reformismo con ATTAC a la cabeza. Sarkozy también dijo algo de esto en su día). Naturalmente, el capital especulativo, de una abundancia descomunal, exige su correspondiente remuneración, añadiendo abundante dificultad a la ya mermada producción de plusvalía (única fuente de la que manan beneficios). De ahí que todos a una se hayan lanzado a buscar “yacimientos” de los que obtener algo que llevarse a la boca. El capital está obligado, en esta su crisis estructural, a conseguir nuevos espacios, ámbitos capaces de posibilitar la extracción de plusvalía,
de facilitar la valorización a capitales que no pueden permanecer ociosos. Por supuesto, es ineludible el aumento de la explotación del trabajo, posiblemente llegando a límites insospechados, inimaginables. También abrir espacios, ahora más o menos cerrados a la “iniciativa privada”, como enseñanza, sanidad, seguridad social. Infraestructuras de todo tipo. Edificios y monumentos seculares: desde El Partenón a La Alhambra, por ejemplo. Y espacios naturales, agua, bosques montes, paisajes en general. Todo ello “adornado” con su violencia más cerril y sus correspondientes hazañas bélicas para imponer sus condiciones a los más recalcitrantes. Cuentan con sus cínicas instituciones y la orden recoleta de políticos y panzasaltrote burgueses, sometidos todos a las psicóticas leyes del impersonal mercado. Es evidente que bajo la dictadura de la plusvalía y de la tasa de ganancia, el arma de destrucción social que es el capital nos lleva a la más completa miseria, no sólo económica. Por lo que la disyuntiva es más y más evidente: O SOCIALISMO, O MÁS BARBARIE.
ÍSIMO FRANCO, PROTODEMÓCRATA, VIRGEN Y MÁRTIR PERIKO/
Como todo el mundo sabe, la monarquía bananera española actual fue restaurada por el general Ísimo Franco, cuando nombró príncipe a nuestro actual rey, allá por los años 60, coronando así la “democracia orgánica” de entonces, de la cual la actual “democracia parlamentaria coronada” es , a su vez la coronación. De manera que es obligado atribuirle el título de primer demócrata o protodemócrata del reino, amén de padre fundador de nuestra santa transición y por tanto de nuestra modélica democracia actual, espejo de democracias en este mundo y en otros. La iglesia católica, garante de la democracia por doquier salvo en sus lares, a pesar de estar organizada como mo-
narquía absoluta, ya se sabe que los dioses escriben recto con renglones torcidos, ya lo supo ver en el 37, cuando los obispos españoles bendijeron la santa cruzada democrática contra la república atea, democrática, socializante y disolvente. La patronal también lo supo ver enseguida financiando con largueza las actividades conspiratorias del general con el fin de restaurar la democracia. El partido de los “franquistas demócratas de toda la vida” (PP), siempre ha visto con claridad el carácter protodemocrático del general Franco, como corresponde a su condición de demócratas de toda la vida, negándose a condenar la violencia ejercida por el general, pues no cabe ponerle peros a un padre fundador.
El partido de los “ni socialistas ni obreros”, aun haciendo gala, en ocasiones, de antifranquismo cosmético, es un aventajado alumno ejerciendo el franquismo- democrático de hecho, que, aunque sea reiterativo decirlo, consiste en defender por todos los medios los intereses de los propietarios y propietarias de los medios de producción en interés de la democracia. A estas muestras de buen criterio se unen las de instituciones de reputada solvencia científica, como la Real Academia de la Historia, que en la última edición de su diccionario Biográfico no duda en considerar al general Ísimo como gran estadista, y, por supuesto, demócrata de toda la vida. Mientras tanto, una parte del “demos” de esta democra-
cia ha decidido últimamente por el intenné que esta democracia, aunque modélica, es imperfecta y para perfeccionarla basta con hacer cámping en las plazas y salir mucho en los medios de comunicación propiedad del capital. Afirman no tener clase ni ideología, así que incluso un demócrata de toda la vida puede pertenecer a su movimiento. Sólo un pequeño grupo de irreductibles aguafiestas considera que esta democracia burguesa es la dictadura de la burguesía y propone substituirla por la dictadura de la clase obrera, es decir, por la democracia. Pero si les da por ampliar su número ya surgirá algún general Ísimo y algún obispo y algún banquero que les dé su merecido.