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La educación técnica, de escalón a plataforma del bienestar social
Por: Claudia Díaz
Docente del Instituto Especializado de Estudios Superiores Loyola
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La educación técnica provee habilidades, conocimientos, valores y actitudes relacionadas en áreas específicas de diversos campos laborales, es decir, enseña a los estudiantes a ser competentes para desarrollar una tarea con eficiencia. Los técnicos son especialistas en resolver problemas prácticos y específicos; de mantenimiento, seguimiento, servicios, tareas operativas de bajo nivel de supervisión, pero críticas para el desarrollo productivo.
La sociedad dominicana se ha beneficiado de la educación técnica, tanto los empleadores teniendo mano de obra preparada, como los empleados que han logrado insertarse en el mundo laboral. Es sin duda solo un escalón para mejorar su vida profesional y personal; a diferencia de otros países europeos donde la educación técnica es una carrera bien remunerada, pudiéndose aspirar a tener una buena calidad de vida sin necesidad de subir otro escalón para llegar a una plataforma de proyección.
Pasar de ser escalón a plataforma, significa que los técnicos puedan desarrollarse profesionalmente dentro de su área de conocimiento y su nivel profesional sin la necesidad de llegar a ser universitarios subiendo otro peldaño. Para lograr que la carrera técnica sea una plataforma sólida se requiere un trabajo serio y complejo. En la actualidad los técnicos ganan solo un poco más de un sueldo mínimo y los estudiantes técnicos se encuentran en el extremo inferior de la distribución de ingresos familiares1. Esto los coloca en una situación de vulnerabilidad, no solo son estudiantes con pocos ingresos familiares, sino que luego de terminar sus estudios técnicos eventualmente terminan teniendo sueldos limitados, lo que hace que sea cada vez más difícil mejorar su nivel de vida.
El país está inmerso en el diseño del Marco de Cualificaciones para lograr la clasificación en función de un conjunto de criterios correspondientes a determinados niveles de aprendizajes y competencias, pero si esto no está relacionado con crear plataformas justas dentro de cada renglón, se continuará teniendo ingenieros haciendo trabajos técnicos, al igual que técnicos especialistas que no pueden monetizar sus conocimientos dentro de la estructura rígida de la industria, sumiéndolos en la frustración de ser completamente competentes, pero no ser valorados correctamente.
Esta situación es característica de la región de América Latina, el crecimiento de la participación de jóvenes en la educación
superior fruto de mayores estudiantes terminando la secundaria, mayor variedad de carreras, nuevas universidades, becas y financiamientos; están haciendo aun mayor el sesgo a favor de carreras de larga duración en contra de carreras de corta duración como las carreras técnicas y tecnológicas. Algunos estudios apuntan que hay una brecha entre las habilidades que demanda el mundo laboral y las habilidades que se enseñan en el sistema educativo2. Estudiar carreras de larga duración es la mayor garantía que tienen los estudiantes de mejorar sus condiciones de vida y escalar profesionalmente, aun cuando las competencias para realizar el trabajo estén garantizadas con cursos técnicos de menor duración.
En este sentido las instituciones de educación técnica en el país tienen un reto y hasta la responsabilidad de marcar el valor de sus egresados, con programas técnicos especializados que respondan a las necesidades específicas y tan diversas que tiene la industria de hoy y la incipiente industria 4.0, dándoles confianza a los empleadores de que una educación técnica también puede ser una carrera profesional, de esta forma se optimizarían la inversión en educación, los perfiles de los puestos de trabajo y sin lugar a duda mejora el bienestar social.
1 Encuesta realizada por el CEPAL, Sevilla, M. (2017-01). Panorama de la Educación Técnica Profesional en América Latina y el Caribe. Serie Políticas Sociales, 222. P.98.