Salud a la Esponja PALABRA A MERCED

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Salud a la Esponja. Proyecto de Creaci贸n Literaria. No. 5



Palabra com-partida. Silencio. Pausa. Versión y Vertiente. explosión de exposiciones luminarias las esquinas todas, encrucijadas las veredas todas…

el proyecto de creación literaria salud a la esponja propone un espacio capaz de crecerse y sostenerse en sí, caminado acorde los pasos registrados una y otra vez.

palabra com-partida, convulsiva, consentida, diluida… palabra que cruza extremos estrechando imaginarias y disyunciones, cadencias, apetencias, mentiras y brevedades.

Salud a la Esponja. Proyecto de Creación Literaria. No. 5

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César Carrión

¿Captatio benevonlentiae? El poeta no pide benevolencia, sino atención Federico García Lorca

Antes de cualquier invocación, en este mínimo pedazo de desierto, encuentro todo el territorio necesario, para aprender a callar. Sin embargo, caravanas febriles lo invaden, repentinos oasis lo inundan. Pronuncio las palabras permitidas por los nuevos anfitriones. Son las oraciones privativas del que toma por sorpresa todo yermo y pretende sembrar y aguardar la cosecha y conjura entre las rocas nuevas yerbas. Es así que renuncio a la herencia de todas las dunas, atrapado en estos nudos vegetales concebidos de la nada. Es así que con la gracia de estos dioses lenguaraces profiero los vocablos del que asalta los caminos, grano de arena, por grano de arena, por grano de arena... ¡Que beban de las fuentes victoriosas los intrusos improbables del futuro!

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Primera didascalia ¿Dónde fuiste a buscar las palabras cuando eras un niño? Ignorabas los sonidos que la abuela medio loca recitaba en la ventana, mirando el jardín y la huerta que habías ayudado a sembrar. Era un cielo tumultuoso aquella tarde en que pudiste violentar la cerradura. De un bocado tragaste la flor de los sueños sangrientos. El veneno no cedió ni con melaza que te dieron de beber. ¡Maldito antídoto! Pero tu vómito corrió los picaportes del dilema: Balbuceabas. Las palabras no han llegado todavía. En verdad, nunca han venido: Has tenido que arrancarlas de raíz. La hierba mala en infusión no llegaría a ser más dulce y adictiva. Han derruido aquella casa de tu infancia. En su lugar han construido una botica y una cantina. En la primera has comprado aspirinas y condones muchas veces. Pero ahora amaneciste decidido: Esta noche brindarás por las canciones que escuchabas en la cuna.

Segunda didascalia ¡Qué angustia resistirme a este concurso de los vientos con mi peso! ¡Quién sabe cuánto duren estas suaves convulsiones! ¡Quisiera arrojarme hacia el pasado, enloquecido de ternura y ambición! Rechazamos tantas veces la alegría merecida, que una más no hará la diferencia entre el amor y los enigmas. Les pido, compañeros, que alarguemos el sonido de las llamas: ¡A rugir de pena, caballeros infelices! ¡A maullar de rabia, sufridas damas! Todos padecemos el ahogo de las grutas silenciosas inundadas por la culpa. Nuestro esfuerzo por salir de este bochorno justifica el nacimiento: ¡Abran los ojos, preparen el lecho! Este trazo vertical del horizonte nos convierte en familiares de otro mundo.

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1 Anti-exordio Y llega la musa: El talar empapado en alcohol, furibunda, porque nadie la ha llamado ni siquiera para darle esta noticia: Somos vástagos de vates más promiscuos y hedonistas. No regreses con tus cuentos, parusías, rosicleres, ¡ya rezamos! y entregamos devoción en las veladas eleusinas, ¿lo recuerdas? Conocemos desde entonces el abismo de la ciencia, tu ignorancia, los principios de lo vano. No buscamos recompensa en la escritura. Pronunciamos cada nombre como el último designio de los tiempos. No anhelamos al final de cada noche llegue el día verdadero. ¿Qué han resuelto tus razones musicales, epigramas y sentencias? ¿Qué recuerda tu memoria solidaria como manos abortistas? Apenas has probado la amargura de la piel de los ciruelos y nosotros empachados con los jugos y la carne de esos frutos te decimos: “Regrésate a beber en la cantina del Olimpo. No interesan tus ganas de arder para siempre en las llamas azules. ¡Los arqueólogos descubren entre el Éufrates y el Tigris, cada año, nuevas ruinas sumergidas del principio de los tiempos!”

2 Súplica del nómada Tu meteoro dispersó desde su cráter una extraña nube negra. Aprendí de la catástrofe que el tálamo retoña solamente con el fuego. Entendí que la voz de la estrella no articula, balbucea, porque he sido la bestia primera en cortarse la cola, en bajarse del árbol y deambular sobre estas dos extremidades por los feudos del vacío. Aunque digan que fui como aceite nocturno que hierve en secreto el postrero animal que se había bordado en la piel el hogar, aunque digan en mi nombre desde ahora que el lenguaje del camino es la blasfemia, yo te invoco, Babel, Babilonia, Bizancio, Babieca. ¡Ayúdame a callar mientras camino y procúrame el exilio de tu reino! 7


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Ana Minga

A Guayaquil Miro al río y le confieso heridas que tapan esta boca. Qué cosa más ridícula es la tristeza. Triste camino sobre las huellas de los perros como alguien insignificante por la larga asfixia que es la calle. Llego hasta el Padre río como lo he llamado a falta de Padre. Lo miro y sé que está perturbado por el tiempo la angustia la distancia el insomnio la vida. Me han dicho que el agua calma pero el agua de este río incrementa mi tristeza y frente a él sollozo sin que nadie lo note como un animal que lo han parido hace poco.

Le cuento que cuando el reloj marca las tres de la tarde es mi momento más difícil pues las manos me tiemblan y escriben algo para que la cabeza finja tranquilizarse. Padre río: qué cosa más ridícula es la tristeza da asco por eso estamos solos a lo largo y ancho de nuestra existencia. Padre: conviérteme en agua y llévame que me avergüenzo de vivir siempre en reversa. Bienvenido al atardecer de este mundo aquí estamos sentados en el horizonte los reyes tristes los únicos que podemos traspasar todos los decibeles de la felicidad.

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Bienvenido a los ojos a los estanques de nuestros muertos que nunca se van. Bienvenido a este valle de ausencias al frío en las manos. Bienvenido a nuestra cuna sin padres al vientre en donde sólo las aves fénix pueden nacer para “gobernar en el infierno antes que servir en la gloria”. Bienvenido al muelle donde los ingenuos escribimos detrás de un diagnóstico clínico donde la vida festeja las cosquillas del viento. Bienvenido a los inmortales del insomnio. Bienvenido a nosotros fantasma gris del silencio. Ese día grave ese día ciego ese día en que de un soplo fui nadie quise reconciliarme con la muerte pero ella no aceptó mis disculpas: la ofendí demasiado al ponerme un nombre.

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Ese día me fui a escribir a espaldas de todos con la dignidad de un loco con la vileza del diablo con los descontentos y las dudas de un trago como lo hace un suicida de oficio. Por primera vez me ha llegado la noche en que ya no sirven las trampas: prender la radio para que haga ruido o poner atención al vuelo de las moscas al paso de los fantasmas. No hay soledad compartida cuando uno es huérfano de ataúd. En esta noche caigo en el papel como la soledad cae en mí no puedo pensar en nada ni en nadie sólo en la cosa llena de nervios en que me he convertido. (Soledad perversa no me hagas escuchar en tu silencio los latidos del corazón).


¡Dios! Ya ni siquiera el cielo sino el techo me dice que no existes. ¡Auxilio! ¿Queda alguien sobre esta tierra? Presiento que viene la soledad eterna. El papel en que escribo se transforma en una cama de hospital los esferos en jeringas. Será que estos cambios son producto de un astigmatismo mental o simplemente será que estoy creciendo hacia lo que siempre supe en secreto: que la felicidad es un vino que debe terminarse hasta el fondo que el amor dura hasta que se lo encuentra que algunos nunca estaremos preparados para olvidar aunque la humanidad asegure que las cosas pasan. Ahora que escribo en esta cama de hospital es decir en este largo papel tengo ganas de una imprudencia: un abrazo.

Ya que el desprecio del mundo y de Dios suele lastimar como un nudo apretado en la garganta. Parece que estoy creciendo y no lo digo porque tengo un año más es decir menos tiempo sino porque la cabeza ha empezado ha estorbarme se ha vuelto insoportable en las noches que duran más de lo normal. Y ya no es una figura literaria que el dolor me ha llegado al hueso del corazón. Crezco y mi madurez se complica se hace oscura quiere romper mis manos como se rompe un espejo y desea morir como muere un cóndor ciego. Mi cama de hospital mi papel mis jeringas mis esferos vendrán conmigo con lo que fui con lo que soy: un feto indeseable que se atrevió a crecer.

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María de los Ángeles Martínez D. Vedadas verdades. I

II

Nos ha tocado abrazar el hedor de la vida con mirada de buitres enamorados.

Tranquiliza saber que las alas arrancadas no pertenecieron a ningún ángel, sino a un ser sexuado, de rapiña, que pudo también desplumarnos.

Si llueve todo el cielo de la mano de un premuerto se sonríe; para no ver el hambre que nos tienen los gusanos. Hemos inventado la luz en una mentira que no avanza para dos.

Que era nuestra compañía, nuestro amor ¡Todo lo que teníamos!

Sólo queda en un cajón de sís; bajo cien candados, de perdidas llaves, doblar la esperanza; como héroes, para salvarla; del ambiente hostil y negro, de la soledad que aparece hasta cuando nos amamos. 13


¡POR ESO!

Pero que aún queda el yo, de mandíbulas ensangrentadas; ansioso, en el fondo de su pesadumbre, por la vuelta de las risas que migraron

Yo lamo los muertos que lleva pegados en los ojos, las casas que cayeron sobre su infancia, los partos prematuros que le descalificaron el alma. ¡Yo sabía todo y no sabía nada! Las piedras sí son duras, duele, duele mucho, acariciarlas. El ave que puede, se echa al fuego y resurge; cada vez parece tener más marcas. Pero sigue decrépita por la eternidad de unos pocos años; con su acto de circo sagrado que a nadie le importa. Yo a veces deseo que todo termine. Pero cuando tengo listo el veneno, los papeles firmados y el burdo candado de la casa nuevo… se abre desobediente la caja de los sueños, a los que el alfiler de la vida no traspasa. La caja de las risas, de los besos, que casi nunca muestro, que a nadie cuento, sobre los que jamás he escrito.

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SIN REINTENGRO

CINCO Minutos

Nosotros quisimos degustarlo efímero, con paladar atrofiado Apostar por la millonésima del destino; sin cronómetro, sin sextante, sin mercurio. (Para justificar la idea de a dónde vamos)

Para algo, ¿para qué? Puede ser para lo mismo Y sería lo peor de lo peor de lo peor. Cinco minutos… como marcar tarjeta e irse, no llegar; irse. Breve taquicardia, tiemblan un poco las manos; listas para abrir la puerta; para quedarse, o para irse. Cinco minutos… que pasan lentos, reptan, mortales, desgraciados.

Después del incendio, los cuerpos carbonizaron revelaron sinverguenzas que no estábamos hechos el uno para el otro. Y sin embargo decidimos ¿qué se nos cruzó por la cabeza? Es obvio: Por la cabeza no se nos cruzo nada. Pero contra todo vaticinio, -incluso el nuestrono hay razón para no decirlo: bajo una lluvia de vasos y portarretratos… En el espacio más vacío -con nosotrosen el momento preciso en que el cada uno podía –por fin- matar al otro: Lloramos.

Una gota de sudor frío. Ha llegado la hora, ha llegado la miserable hora de decidir no decidir ¡Y tragarse las palabras que ensayamos tanto!

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Luis Felipe Aguilar

¿Why so serius? El payaso gira, susurra algo ininteligible y dispara varias veces. Riendo por el corredor se aleja dejando el arma humeante al lado de los cadáveres. Camina por el gran salón en dirección a la salida, hasta que, al sentir la cercanía de su enemigo se esconde en un rincón tragado por la oscuridad. Segundos después el murciélago se acerca al lugar dónde él había estado y comienza a asechar el espacio. Buscando una pista que le diga qué dirección tomar se acuclilla para mirar una mancha de sangre sobre la alfombra de repente el payaso sale de su escondite y lo sorprende con un puñetazo en la cara que apenas lo mueve; el murciélago sin perder el tiempo lo toma por las solapas y lo lanza varios metros en dirección al ventanal que revienta en la espalda del payaso que ríe. El murciélago camina lentamente hacia él. El payaso lo mira atentamente, su enemigo es enorme y su silueta es macabra. Una carcajada explota. El murciélago con voz áspera y profunda dice: - ¿de qué te ríes? Enseguida cubre al payaso y le da un golpe en la cara que le revienta la nariz, otro más que arroja las gotas de sangre sobre los pedazos de los ventanales rotos que reflejan la pelea, y uno más en el mentón que lo tumba, entonces el murciélago lo toma de la oreja y restriega su mejilla en los añicos de esos vidrios. En todo momento el payaso no ha dejado de reír. – ¿de qué ríes? – repite el murciélago y alza el cuerpo delgado del payaso halándolo del cabello de la nuca, el payaso sin poder soportar el dolor patalea incesantemente, la risa por un momento se suspende, aunque vuelve a surgir una vez que el murciélago lo lanza hacia un rincón pero solo por unos segundos, entonces el payaso resopla y se desmaya. El payaso que se ha convertido en la esquina de esa casa, está ahí, estático, con la cara llena de sangre, con la nariz hinchada y el cabello arrancado en la nuca, sin ruido, quieto y goteando. El murciélago se acerca, va a someter definitivamente al payaso sujetándolo para ello con unas esposas, el murciélago está furioso y por primera vez en la noche, en su vida, se apura, lo que ocasiona que a menos de un metro el payaso mueva su brazo. Al final de su mano se encuentra una daga de vidrio que tomó mientras lo aplastaban contra los fragmentos, en la punta de la daga está la garganta del murciélago. La sangre brota con presión. El payaso ríe, el payaso mira al murciélago que se sabe muerto, el payaso dice: - tienes algo en la garganta-. Su risa llena por varios minutos los espacios de la casa.

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El payaso tras los estertores del murciélago le quita la mascara, y este se trueca en el estirado millonario, el payaso se encuentra furioso, lo desnuda completamente y se viste con el traje del murciélago, lanza los bumeranes, arroja una pelotas que llenan de humo la habitación, vacía los bolsillos, saca toletes, rastreadores, micrófonos, cuerdas, explosivos, brújulas, y artefactos que desconoce hasta que se topa con un pequeño cuchillo que como todo lo demás tiene el distintivo signo del murciélago, entonces acuchilla al cadáver del millonario y dibuja una gran sonrisa en el pecho del cadáver. Luego lo mira detenidamente, se quita el traje, lo viste y lo sube al auto con dirección a la casa del millonario, al llegar a ella lo carga con dificultad hasta su habitación y lo deposita en la cama, él payaso ríe, y lo continúa haciendo cuando es descubierto por el viejo mayordomo, quien mira al cuerpo ensangrentado y atina a murmurar – Finalmente -. El payaso se acerca al mayordomo, que indefenso y lento se encuentra paralizado por el miedo. El payaso pasa por su lado mordiéndose los labios y mientras se aleja rompe a reír, cada vez más fuerte hasta llenar los oídos del viejo mayordomo. Luego de unos minutos de recorrer la casa llega a uno de los salones y mira desconcertado tanto espacio, - con razón estaba siempre triste- dice, toma entonces de un frutero, una manzana que en camino a la puerta muerde. Mientras la come no puede evitar recordar al siniestro murciélago, ¿qué le pudo suceder para deschavetarse así? Se ha ido del mundo un loco peligroso, piensa. Segundos después salen de su boca las palabras - pobre tipo estaba demente- y lo dice tan oportunamente y de forma tan genuina que el viejo mayordomo que tras él intentaba una venganza, se detiene. Un paso más allá el payaso abre la puerta y al pasarla se despide diciendo: - asegure la puerta se puede meter alguien-. La cierra, la abre, la cierra y finalmente la vuelve a abrir, metiendo y sacando la cabeza en cada caso, hasta que mira al viejo que solo quiere estar a solas para empezar a llorar. El payaso demora un segundo más su salida y se queda mirándolo, en silencio, hasta que dice: -Hombre, ¿por qué tan serio?-. Cierra la puerta, se aleja silbando, inevitablemente recuerda lo sucedido. El payaso por un instante es tremendamente feliz.

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Clase de teatro -Lo importante es el tono-, dijo el profesor de teatro. El tono debe transmitir. El tono debe ser tal que bien podría tratarse de palabras incoherentes, de tan sólo un cúmulo de sonidos y aún así el espectador reconocería cuál es el sentimiento del personaje. Si no disponen de su cuerpo, de su cara o de sus ojos, el tono es el último rastro del actor, finalizó el profesor. - No la palabra, sino el tono, aclaró la ayudante, la palabra puede ser otra, el tono uno solo-. La ayudante del profesor tenía los ojos enormes como una niña, las caderas finas llevadas siempre con cadencia y una voz hermosa. La clase terminó y mientras los estudiantes se marchaban el profesor y su ayudante se quedaron solos sobre el escenario, él entonces se acercó por detrás y le dijo al oído unas palabras en una entonación lujuriosa, ella le respondió con una mirada indiferente. Él volvió a acercarse y con un dejo de impaciencia repitió sus palabras. Ella le dio la espalda y caminó unos pocos pasos, sabía que en cada paso el profesor miraba su cuerpo, él se acercó y nuevamente dijo algo, esta vez su voz rogaba, ella giró su cuerpo y lo miró con sus ojos enormes, él con palabras ansiosas le ordenó que se acerque. Ella caminó un paso, y él le dijo que la quería pero sus palabras eran apenas audibles. Ella entrecerró los ojos, giro la cabeza y señaló su cuello. El profesor eliminó la distancia rápidamente, la tomó por el cuello y con un susurro dejó un beso. La mujer se estremeció y con una inflexión sutil gimió con cada beso que el hombre le daba en el cuello. Una estudiante que escondida tras la puerta escuchaba todo, reconoció lo que su maestro había pasado por alto, los gemidos de la mujer eran parte de una actuación.

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José Castro

ELOGIO DE LA ALTERACIÓN Mi nombre son los ojos que observan cuanto miro perdido en la presencia que los nombres ocultan. Y así, dictado por los huecos, lo indecible se anuncia, el color de una muerte florecida en mis ojos, los restos sin volumen de un sueño perdurable. J. Talens

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antesala de las voces seguirás persiguiendo en el grotesco deambular atravesando cuerpos voces rostros magias de la luz en el reposo sin sosiego donde pretendes despertar la vida y seguirás cabalgando estruendos mirando de frente tus escombros buscándote con manía en la falsa remembranza que te augura el rastro rubricando siempre en el vacío inmemorial que te constela donde aún podrás ver sentir el mundo asomarse desparramarse por tus rincones darte el tiro o pensarlo cuando al fin y al cabo ya es lo mismo… arrojarte a los precipicios más sulfúricos porque aún puedes decir y buscar en lo que dices decir y deshacerte en lo que dices aunque no encuentres nunca nada y termines por ver el movimiento donde todo muere y despierta incesablemente hacia el rumor … y sin embargo persistirá la lluvia sobre tus rostros y te diluirás en todo lo que digas como pretérito enfermo agua que será otras aguas porque aún seguirás persiguiendo aún en la búsqueda porque vivir… vivir es demasiado desmembrarse dispersarse tachar el lugar persistir movimiento divagado potenciado en la noche cuando transita su sexo por la dispersión de tus confines …o frustración de la ceniza que se pretende escarcha de amapolas y se vierte como cascada sobre la memoria y su hueso ya trizado todos esos caimanes que te desfilan por el cuerpo tanta palabra como hiedra/ empecinada porque hiedra lo que toca ~ ~ ~ el temblor de tu arquitectura la más impecable voz de las hachas socavando su gesto en los tajos de la inercia cuánta fluctuación embebida de ciclo donde un antiguo simio te habla al ojo la garúa de la estirpe viniéndose a tierra como clavos y deletreas agujeros… obcecado en enardecer el desperdicio que calibra tus detalles ∞ máquina que desea ∞ siempre máquina que desea cerrado en la melancolía que tiñe acuoso tu silencio …en la vibración que es imperio en las potencias del caos… sobre los zócalos de tu corteza inundados de genial desastre reinventándose en la saliva la sabiduría que palpita en la retina de lo incierto

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ese oleaje del fuego que te remoja de intersticios la lengua inmensa recostada en su cúspide sin tiempo tu lengua nunca inmensa y repleta de hormigas habitando el desorden como flama en el rastro vibrante de aquello que procura no cesar en su intento esa gran fábula que te ondula y hace migratorias las simientes despuntándolas pares hacia todos lados… *** a fuerza de iris trastabillando en el color cada vez que la alteración adopta sus crines más megalómanas… cuando solo queda observar cómo se le abren las encías al viento la hiena sórdida del tiempo saltando hacia los bosquejos del hambre …mientras sigues

siempre multiplicación en el rumor de las cosas siempre variación de un mismo deterioro

golpeándote el cráneo como ola en la preñez de los soles que rompen a mordidas lo que tu mirada insiste porque todo lo que suena se elucubra una faz que luego muda y fracciona y eso que llamas voz canto o condena se te va perdiendo en desiertos con laberintos porque aquello que buscas escapa esbozando manicomios en tu duración… …agua entregada a la constante torcedura… cuando ya sin fuerza de iris te arañas el ojo contra la sed de los cristales donde acuden tus rastros o esa reja que es reconocer lo que habla y te trae al cuerpo inevitablemente al cuerpo dolorosamente al cuerpo arrojado a la materia y la falsa certidumbre de los límites *** forcejea en sus fragmentos la carne imaginada con el ruido a cuestas y más allá del peso de la propia carne o la misma imagen que perfecciona su maña para tanto ocaso (…montarte el espectáculo de una vida para que ni tú te lo creas…)

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como una luz resplandeciendo en ese pretérito que fragua tu instante vaho incierto sin que halles la fosforescencia o la quietud que aguarda callando en los picos abismales de los pájaros solo esta arena que se corona en los espacios que tu palabra incendia // en la sangre que no encuentra más ventanas para su bisonte *** pero entonces hablas tú el idiota de sangre enmohecida hijo sin padre sin voz sin lengua sin rostro evadiendo la fijeza que es un alacrán de piedra resistiéndose al fuego… vertiéndose en el movimiento que es ese mismo alacrán colmado de poder y potencia… dices: nada debería permanecer fraguarse un lugar una duración entre nosotros tan sólo pasar y transitar su limbo sin cielos detenimientos que gesten su imán en las formas sin propiciar el establecimiento

la falsedad que invita a quedarse

digo: tiemblas sobre la voz por el lado de los vestigios donde rige la sombra… no te saques los ojos / cuenta tus cadáveres / moja los cristales y contempla el vacío traer su manada de toros ciegos… no asumas lengua alguna… para qué anidar nombres en el silencio… dices: aquella la potencia del veneno que busca inevitablemente su trama donde ponga la palabra o la mirada // la misma fuerza produciendo el azufre adormecido que soy cuando hablo o cuando callo // este cuerpo con agenda de muerte, extraviando a cada paso sus partes digo: observa bien la simulación de lo humano las curvaturas que escapan a la fijación cuando tocas // como un rostro que se ahogara al fondo de la página rompiéndose a manera de estertor dices: serían esas las voces mis voces transigiendo en su lobotomía revistiendo las hojas del sueño donde acuden mis animales a esgrimir sus libaciones… donde cada intención hostiga las membranas del silencio y el mundo a mi alrededor suena como un camal… 24


digo: te usurpas… inflamándote en la manía de perseguir ese temor que te pica las sienes como a hielo ahí donde más te tiemble la carne construiré mi morada habitaré en desmemoria dices: esa vibración que es todo lo que existe desde cuando el tiempo no parpadeaba el tiempo… aquella que en apariencia también me define infinitamente antes de cuando un óvulo espinoso comenzara a albergar mi noticia y verme ahora buscando una mirada / vaciando una mirada por la densa sustancia que no enaltece la derrota y excita el extravío //

entumecido a ratos

cureteando este oficio noble este incendio noble que decido llamar desgarradura *** una palabra para que se quiebre la perfección… el tráfago incesante de las córneas sobre las amplitudes del espacio como agua hacia donde señalan los gestos de tanta fachada de hombre o hasta donde consiga seguir sin la sabiduría que es también reina a oscuras según los grabados que aún la angustia elabora en mi mente // y veo las aves volar fundamentos

volar en mil pedazos como niños bomba explotando en mis

aquí no encontrarás nada -me repitoen esta compulsión que a veces confundo como casa, como hombre tránsito sea lo que nombre aunque rompa la armonía para servir al tirano tránsito aún… aunque lo nombrado ya esté muerto borrar

demolerse

disolver

vaciarse

{yo no existe}

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Juan Carlos Astudillo S.

1 Pregúntome quedito, alba.

Atrás, podría jurar que estabas.

(una luz se te fue de largo…

(ausencia me dijeron en vez...

Con un continuo interno te alzo en brazos tú, “carita de primer instante”, tu oscuridad resuelta. Te llevo, treinta pasos para encontrar la puerta. una cruz, lejana. un furor de amanecer con niebla. un decir. Construyo el verso para habitarnos…

(viste: distancia y abrazo.

Piel de búho una noche que fue nostalgia. Ojos claros.

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*** no una voz te cubre en silencio aparta de toda vos mi tumba la canción que ignora lo que cuando fuiste y soy -olvido…

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naciste, creo, en Dios

durante un descuido naciste.

tienes una soledad triste invierno y caricia unívoca alterada mansa quebradiza nodriza…

apartado corazón que inhibe este indecisa desasosegada ubicua


*** pregón el festín para tu anuario. ausencia te dijeron en vez… una oración con una mano en la boca, un cigarro mi lluvia premisa te aparó la noche todo rumor es verdadero todo charco chispas tristes como historias de presa en fatiga. rezongando luz acantilada amarillenta, oxidada abigarrado todo estertor. para dormir anhela el pedacito de la canción que se prende calladita al alma, al alba, al bostezar un destello. en

toda idea es hueco, todos tus ojos

nos

sumerjo…

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*** una palabra mi árbol bosque planetario en ceño dentro y cuece desdén estándar de día cero y nudo espacial y algodón. letra errante fe de erratas se cruza un silvo hacia atrás con cuenta seca, disonante. piel de tortuga en la mañana de agua clara y luna en pasto quejumbrosa acalorada disminuida vozarrón de medio día y silencio en niebla y verbena y hongos y cruel satisfacción levantándose de hechos entre sueños como eco de quien niega la canción. silencio iguana

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amor.


33 no espero de tus ojos otra cosa que el decir que no sea de ellos espero quizá y puedan traducir en surcos la desdicha hasta volverse a ser estirar frente y caricia de quien recibe amor lo envuelve lo certifica y lo entrega múltiple y color.

miro nuevos tus ojos y no puedo en la espera sino sonreírme de lo que alcanzo al ver de tu rostro la luz que nada la estancia el crisol y danza del rostro ajeno pero mío enclavado en la sonrisa que quiero decir cuando el espacio es de silencio y tienes el eco que repite segundos de caminar sentados al borde del camino.

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Falco

fluir Enfermo de ciudad te arrastras por el suelo mientras entierran a tu ĂĄngel devastado por el viento. Todos los buses y metros huelen diferente, cada uno como el sudor de la gente de una ciudad en un tiempo y un momento. El agua huele como el cuerpo que lava, cura o mata. Los rĂ­os inscriben otros nombres a sus muertos

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de la voz y del olvido El celo y la agonía te toman por sorpresa, azuzan a los huracanes dormidos en tu pubis lacerante en tu vientre abrasivo Acércate y prueba tus líquidos latiendo aún en mis labios devastados, en mi lengua corroída

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ascensión Encontré un ángel tirado en el suelo entre la basura y los restos disputados por los perros lo recogí lo cargué lo llevé a mi casa entibié el agua lo metí en la ducha lo lavé lo sequé lo sodomicé lo devolví al cielo

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Juan Antonio Serrano

La poesía de mi ignorancia y mi silencio en las caminatas en medio de gente, en la cerveza en el bar, en un partido de fútbol, en la sala habitada por flores y un fantasma. Descubrir la naturaleza de la nostalgia y el sueño, balbucear nombres irrepetibles en sano juicio... tararear una canción , encender un cigarrillo, mirar por la ventana... buscarte en el espejo y olvidar quién soy. Compartir el gozo de encontrarnos y en el ambiente una canción de Leonard Cohen, sonreír y pretender que soy inocente de todo.... que vos también lo eres. Inocente de ser malo, o bueno, zanahoria, borracho, miedoso, cínico. Por no apostar, Por apostarlo todo. Lo bueno, lo malo.

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Ernesto Carrión MONSIEUR MONSTRUO (fragmentos)* se dice que venir al mundo es sostener una viga con la mano llena de callos sin soltarla un minuto como si se boxeara contra la hierba naranja contra el paisaje con un sol cercado de rosas se dice se dice que venir al mundo es deslizar esta asombrada cabeza sobre pañuelos sucios y partes íntimas y uniformes privados de igualdad se dice que venir al mundo es en cuestión de horas bordear el eco cazar a tirones el camino perdido desde siempre se dice que venir al mundo es sacarse los dientes para hablar se dice que venir al mundo es volverse a veces un ave de papel que va y viene y se estrella sin que alguien lo escuche se dice que venir al mundo es descubrir cicatrices sobre una piel que no ha sido jamás cortada [cara a] estos son mis 650 músculos de acción involuntaria mis 250.000 plaquetas que taponan las heridas que evitan que sangre este es mi fanatismo equivocado con el que se descomponen los peces debajo de los muelles como perra materia mi monstruo helado arrastrándose en medio de la gente ovulando una ternura primitiva una señal de nacimiento en algún lado olvidado por los hombres este es mi señor mestizo: mi negro mi indio mi judío mi perfil como sable azotando el barro: su prótesis de maldad esto yo soy ahora: un escritor mediocre que ha debido suicidarse si le queda decencia [2] cayo reventado por cadáveres que van adelgazando trago inevitable sembrado de cuchillos a las dos de la tarde ascensos y descensos de una bragueta para no observar cómo se me va escurriendo la vida bajo el pantalón miles de violentos chillidos de un violín multiplicándose en mis oídos cuando humeo en el cemento como un fantasma pierna artificial cautiva el agua sucia arrumbada o nacida de un hombre y una mujer latinoamericanos

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[cara b] quiero mantener los ojos abiertos esta noche papá para no gritar nosotros no hicimos este mundo esta pena duradera este rebaño de lobos con sobredosis de lunes papá si se tratase de recordar a la primera persona que enterró en mí la soledad insostenible o el rostro sin historia viajando hacia la vieja fractura de no recordar mi habitación ni de entender la dificultad de cocinar la mirada sobre las cosas el pájaro en la punta de la lengua asestado por venenos hasta reflejar en las sombras un robledal de papel debo haberte dicho: llévanos contigo irrealidad porque nada de este mundo nos pertenece o nada puede ser nuestro excepto esta frontera de tiniebla/ esta ciudad oblicua/ estas aguas verdes de un mar segado por campesinos que se frotan las pelotas tan libremente esos desdentados con una cresta de fusiles bajando montañas esas manos cubiertas de cicatrices como rosas de campesinas que mean tan libremente mirando al cielo quiero mantener los ojos abiertos esta noche para no gritar más papá un jugo de pesadillas acude a cubrir mi frente dividiéndolo todo debo haberte dicho: llévanos contigo irrealidad: región aquí inventada para el indulto cementerio reservado para los exiliados pendientes de cara a este papel [cara a] que griten esos cabrones en casa de Saturno porque cuando te dije desnúdate de una vez para que entiendas la piel: su acuario de raíces queridos humildes ya empinaban su muerte por estas cordilleras piel adentro por estas marejadas demenciales por estas praderas subiendo hacia aldeas donde no bogará el rock and roll en bárbaros idiomas por estas playas donde el llanto atestiguó la carne por estas ciudades cubanas guatemaltecas ecuatorianas chilenas ad infinitum como halcones perdidos por estos desiertos bajo nuestro cielo iluminado por el peso de nuestra vergüenza porque cuando te dije que aquí no hay paraíso queridos humildes salieron a imponernos su paisaje y clavaron sus hijos a estos nevados como naturaleza sólida porque cuando te dije que aquí estaba el infierno queridos humildes levantaron como un vestido sus cálidas montañas y en lugar del horizonte pintaron largas marchas para romper el silencio porque cuando te dije aquí ya no hay identidad aquí ya nos perdimos queridos humildes derritieron sus pastos y plantaron espejismos en lugares públicos entraron a las tiendas a las casas saquearon las ciudades los parques los cementerios nada quedó sin ser tapiado por esos perdidos todos de duelo haciendo polvo el universo hasta que mostrara su ubicación exacta

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a Piva en sana comunión aquí no hay virgen santa que se adore pero un circuito de personas se toma mi cerebro encienden una vela a sus difuntos recorren sus parajes se agarran de los pelos mastican sus uñas desabridas se lanzan de cabeza contra el pavimento carcomido de mi corteza putos patanes pederastas niños orinando en cuadras ordenadas como soldados hombres y mujeres colgando sus corbatas sobre negros letreros moribundos y vivos lisiados prostitutas ciegos y frágiles muchachas víboras todos con capucha dios y el diablo comparten una vela proyectan una antigua película sobre la invertida parte de mi cráneo (ahora cine únicamente abierto para los animales) entonces pasando frío doblo la página que late: revuelvo el mundo y la casa se quiebra como un mendigo enorme cubierto de bruma adentro mis camisas colgadas son otros pájaros rojos cuidando de esa puerta entreabierta que no me atrevo a cruzar pocas palabras -desde un lugar hasta hoy desconocido- van marcando un círculo de tiza dentro de mis ojos luego cruzan el círculo marcado hasta que empiezan a arder como roedores sobre la página blanca (no recuerdo haber amado lo suficiente como para resistirme al sueño que crece a esta hora desde las baldosas) abandono la página: mudo nuestra muerte y me entrego sin intereses funcionales o indispensables a un sueño que derive hacia otra nostalgia a un sueño que derive a una puesta de sol donde un niño frota sus trenes contra el herbaje del patio como un pensamiento se me ocurre el olor del chocolate como una balsa lenta estrenando un faro roto en la memoria pero hace tanto ya de este bullicio de esta ebriedad que no me permite hablar con otro que no sea yo mismo de este hundir mi cabeza en la garganta que ahora solo me queda para dormir el temor de dormir el caos incompleto de arrastrar lo que nombro bajo un millón de velas el festín de difuntos que comienzan por la casa como el veneno un bosque negro donde zumban animales asesinos pasando frío haber vivido en el mundo fue una pequeña bolsa de fatigas un simulacro de cierto día caluroso ser mi padre atrapado por la excitación de ser él mismo polvo y anonimato en la construcción sólida de un hombre un pequeño sobresalto en el corazón con todos al final de este viaje un corazón (en largas vacaciones) una gran fiesta en las fogatas de la mentira ser mi madre desprevenida y llorando como un animal ablandado por su pudrición coágulo del árbol música persiguiendo su ortografía pero también a veces haber vivido en el mundo fue toser entre las páginas de un libro devorar las orillas sin subirse a un barco ser dueño del agusanamiento de estos muebles saber pintarle al insomnio una ventana desnudarse ante un cortejo fúnebre de mujeres psicópatas espiar sin la palabra llorar sin la palabra ser mi hija viendo desmoronarse a la inocencia como sello de fidelidad de nuestra especie una puerta enterrada bajo cuatro llaves o una cabeza tendida en el cordel de los sueños para purificar el olvido *Libro que ha aparecido en edición de autor (Gye. 2009), en Santa Muerte Cartonera (México D.F., 2009) y por Zignos (Lima, 2009).

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CarlosVásconez

LA FALSA TORTUGA Todas las palabras se devoran Frente al camino del puente la luz engordaba. Mezclado con el olor que expulsaba el humo de los coches, con sus tripulantes hambrientos y sudorosos, el ardor de los senderos aún emanaba un olor a estiércol removido, a la última descarga de restos de animalejos muertos que habían desperdigado sobre la pradera, que ya ni era verde ni roja ni dorada. Acordonado por el paisaje, Juan José, recién muerto, se sintió extraño y mentiroso al escucharse decir: Qué bonito es todo. Y eso no es nada, fue lo que le respondió Isabel, recién muerta. Espérate al verano. Una multitud de enfermos de muerte coreaba en la orilla de un río de aguas transparentes: Todos llevamos música, una y otra vez, como en intento por convencerse de aquella frase. Sólo después de rebasarlos, Juan José descubrió que sus cánticos eran entonados en distintos idiomas, que de lo que padecían era de trastornos del habla. –Pero sí, todos llevamos música en nuestros silencios. Para lo que sirven los instrumentos es para recordárnoslo –dijo Isabel, desinteresada de Juan José, mirando desdibujarse el horizonte. Como iluminados por un rayo, ambos descubrieron al mismo tiempo, hombro con hombro, que estaban en el Más Allá. Juan José escuchó que Isabel resoplaba. No dijo nada porque entendió, como ella, que lo único que los mantenía unidos a la vida eran las palabras. Y ellos no estaban allí para vivir. Tampoco para hablar.

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De peluquería y futuros atardeceres

a Daniela Jaramillo

Triste es la palabra que define el amanecer del primer hombre cuando vio a su mujer sin cabellera. Cómo temió este primer hombre, el del fuego y la rueda, aquel que pronto moriría de peste, para quien lo único que blasonaba su escudo era el oro y el púrpura de muchos heráldicos atardeceres. Al verlo, el sol era de otro; el hambre satisfecha, de todos menos él; su mujer, de nadie. Cuánto le costaría descubrir que esa rebelión era también una tiranía para su otredad, y que se convertía, ahora, en el fantasma perfecto de un gentil, de un postrer caballero. ¿Cómo comprendió a esa voz inconcebible que le hablaba desde adentro diciéndole que le tocaba vencer a los rivales por la mujer sin cabello que le había usurpado la definición de varón? Se arrojó al pecado, por comprenderlo; al azar, por temerlo. Guerreó ansioso, en busca de demostrarse valentía, antes que se borre la luz. Ensangrentado, volvió a casa esa noche. Su mujer lo recibió con alimentos calientes, con el amor predispuesto y con esa cosa rara que contraía su cara y que no había visto, su sonrisa. No extrañó su cabellera hasta que rebrotó. Con un antiguo estupor, la acarició. Esa misma inocencia que la movió a buscar sonrisas, ese mismo instinto, esa misma idea que rauda la acometió, fue la que la llevó a pelar melenas femeninas y a fundar lo que bien puede ser el primer gran negocio de los hombres, un negocio de mujer.

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El viaje de vuelta

Un hombre se para todas las tardes en una esquina de Madrid, por ahí, por la Gran Vía y la Cinemateca Nacional y el fnac. Una precisa causalidad lo ha movido a hacerlo, a buscar las recompensas del abandono a la rutina. ¿Se aburre de la ciudad? ¿Cumple una promesa? ¿Lo posee un alma voyeurista? Sus párpados abultan, gente como sacos llenos de ropa. Consume las tardes como a los cigarrillos que a su vez lo hacen con sus pulmones. Lo socorre una barba montaraz, un par de gafas oscuras, un seudónimo al que de tanto repetirlo y de tanta soledad le ha impuesto vida. Ve pasar los días hasta que por fin, bajo una llovizna y acompañado de un chillido gutural que se confundió con el ruido del frenazo, acomete a un desconocido para que no lo embista un camión. Éste lo ve sorprendido, se lo agradece, cree que le debe algo: una cerveza, su alma, su libertad. Todo el episodio, sin embargo, es la paga. A la mañana siguiente, con sus mejores ropas y perfumado para la ocasión, va a la comisaría y describe los dos sucesos que deberían cambiarle la vida. Aquél en el cual mató a su amante por verse traicionado (ella estaba casada y se lo escondió durante un tiempo, el que a ella le resultó prudente) y el del día anterior que le servía para aminorar sus deudas ultraterrenas. “Estoy seguro”, le diría al oficial encargado en tomarle la declaración, con tenebrosa complacencia, “que la justicia de los hombres deja mucho que desear, pero he sido perdonado por la divinidad, me ha brindado la oportunidad por la que tanto recé. Puedo ser encarcelado o muerto en absoluta paz.”

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Presentes sucesiones de difunto

Édgar nunca pudo averiguar que su mujer lo amaba de verdad. No lo supo cuando ella leía libros que no le interesaban, ni cuando encendía intencional el televisor a la hora de los noticiarios. Tampoco cuando impregnaba a la casa con aroma a chocolate o se demoraba, con los codos clavados sobre un ejemplar de El comercio, en las desatinadas frases de tal o cual politicastro o en la ilegible reseña de un partido de fútbol. No lo supo, no estaba preparado para saberlo cuando lo dejaba inmóvil a mitad de la noche, toda ella vestida de blanco transparente, con un tocado de seda que la remontaba a las concubinas francesas de mediados del siglo XIX. No lo supo cuando ella viajaba sola a la playa y lo llamaba a medianoche (porque sabía que a esa hora ya habría ido a dormir) y con una alegría simulada y con la voz entrecortada le decía que lo amaba de verdad, que debía creerla porque nada había más cierto que eso. Édgar la consolaba, más por inercia que por amor. Le decía que debía estar tranquila y disfrutar esos días solaces que tanto necesitaba, alejada del mundo. Le decía que le habría gustado estar con ella, y le prometía, siempre, que esa sería la última vez que se separaban tanto tiempo. Ninguno de los dos se lo creía. Colgaban el auricular y dormían plácidos. A la mañana siguiente, Cecilia en la playa, la ropa en el roquerío, trataba de conquistar algún bronceado joven con ganas de conocer los placeres que esconden las mujeres casadas. Flirteaba con uno y otro, incluso se desmedía y pedía que le unten bronceador a su piel y gemía entonces con manos ajenas recorriéndola, exagerando sus propias sensaciones, hasta caer dormida. Durante el día bebía, y fue entonces cuando aprendió a beber como Dios manda. Se quedaba en la playa horas enteras, hasta cuando sentía que el sudor resbalaba al bronceador y patética suponía que los efectos podían causarle cáncer. A la noche iba al bar del hotel Ambrosía en el cual se hospedaba cada verano, se pedía un Margarita, luego un vodka con jugo de naranja y ya para el Manhattan estaba suficientemente borracha como para insinuarse al barman y fraguar el eventual asesinato de su marido, a quien, como aseguraba entre hipos y gagueos, lo llevaría al año siguiente y, en alianza con ese sujeto a mandil que escuchaba sin prestarle mayor importancia, como si nada, lo envenenaría con un whisky doble y algo de cianuro. Luego un botones la ayudaba a subir tambaleante a su alcoba y ella llamaba, nuevamente, a Édgar, su esposo, que contestaba adormilado, y arrepentida le decía cuánto lo amaba y cuánto anhelaba estar con él.

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El Homero

Lo siente llegar. Antes ha escuchado, como un rumor de sombras, a su espada atravesar los cuerpos de sus pretendientes y ha visto el aire lavado por una llovizna de tres días. No sale para no apreciar la catástrofe que de ser vista aminoraría la cantidad de imágenes con las que su imaginación ha surtido a su recuerdo los últimos años y con las que malsueña. La robusta figura se posa en el umbral y esa silueta ensombrece con tanta fuerza el interior de la alcoba que la claridad que la rodea cruje como un madero de galeón. Ella lo distingue, con los ojos acristalados. Tiene la mano lista para propinarle una bofetada épica que le recuerde a ése su hombre que le faltó por tanto tiempo, el dolor de su ausencia. Sin embargo sus iras, lo primero que hace al notar que efectivamente es él, Ulises, quien llega, es abrazarlo y besarlo en los párpados. De pronto, se separa bruscamente y la furia femenina se apodera de su cuerpo, como de él la redescubierta belleza incomparable de Penélope, que Cronos se había encargado de borronearle de la mente. –Y bien –dice Penélope, con la voz temblorosa de rabia y excitación–, ¿qué mentira me vas a contar? ¿Por qué tardaste tanto en volver? La hace sentar, no sin bañarla en besos, para apaciguarla y darse aliento. Y el vagabundo Ulises, rodeado de sombras, se inventa La Ilíada y La Odisea.

Kasch y sus arruinados por Roy Siguenza

El fruto perdido –es lo que se dice en territorios de Kasch– es tan delicioso que quienes lo comen enloquecen, pierden la memoria y se marchan del lugar. Por eso nunca regresan. Por eso padecen el resto de sus existencias.

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Juan Fernando Auquilla

Te quise decir mil cosas pero las palabras presas de la garganta no pudieron salir ahora que te has ido bendigo esta amigdalitis y a la farmacia que no estuvo de turno ayer. *** “... y nunca le cobró la Magdalena” J. Sabina La Magdalena escribió una aclaratoria en el juicio de alimentos: ella nunca fue meretriz ni nada por el estilo lo que pasó es que luego del divorcio pidió alza de pensión y el abogado litigante quiso la patria potestad y se inventó toda esa patraña.

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*** “Maldita ciudad Eres la fruta caída del árbol...” Jorge Martillo M. Bendita ciudad Bendito el humo que se esconde en tus formas benditas estas calles que me exigen habitarte benditas las cúpulas, y las cruces de tus tejas benditos los brazos tendidos sobre el pavimento benditas las bocas que lamen tus huellas y te repiensan ¡ciudad bendita! poblada por locos, putas, solteronas, jóvenes, viejos y niños poblada por mujeres lindas y feas ciudad, casa inmensa, con mil puertas sin ventanas cerradas, sin sellos de clausura sin zonas prohibidas en donde estacionar los pies cansados bendita ciudad, ángel en actitud de vuelo, ciudad: plazoleta, escalinatas, puentes, parques ciudad: pasadizo, bares, esquinas, cabinas y tiendas ciudad libro abierto sin páginas Ciudad poeta en cada esquina con las palabras precisas en los labios y en el cuerpo Ciudad petardo a media noche manicomio sin amarras, música por todos lados. me he soñado solo, sin rumbo, sin prisa, sin ciudad y ya despierto he vuelto a inventarte idéntica a cómo eres ciudad instantánea única irrepetible ciudad de agua, a oscuras, llena de ciudades ciudad ¡tan amada! casas de arena, caña mansa y mil banderas. 50


*** Infelices los que caminan entre semáforos de colores y pasos cebras. Felices los que no nos detenemos frente al semáforo que pinta en blanco siempre. Infelices los que no poseen más que un recuerdo viejo que crece en una calle cualquiera. Felices los que de recuerdo en recuerdo no sabemos ya de dónde venimos ni el nombre de estas calles. Infelices los que lloran sin enjugar lágrimas nuevas repiten el mismo dolor, antiguo, consagrado. Felices los que con manos y pies nuevos poblamos estas ciudades. Infelices los que guardan una esperanza trémula y rancia. Felices los sin dientes y con hambre, nadie nos quita la felicidad y la locura de los ojos. Felices los que no pensamos si lloverá siempre tan sólo interesa que existan ciudades llenas de agua para saltar sobre los charcos y llenarnos de edificios, de gente, de poesía....

*** Me quedo en silencio para escuchar mejor esta soledad pegada a mis huesos y a tus cabellos que se han quedado presos entre los barrotes de tus peines olvidados es mejor dejarlos ahí, al menos, ellos cumplirán la condena del: “hasta que la muerte los separe”. *** Las cosas duran más tiempo ahora la pasta dental el cereal el gas el té todo dura más el s i l e n c i o l a s o l e d a d e l m i e d o . . . *** Imagino tus manos en otros cuerpos ¿aún apagas la luz? 51


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Sebastián Endara

Fragmentos tomados de “Poesía para insomnes e insolentes”

+++ me reservo la soledad tardía un traspaso fugaz entre las multitudes desiertas, mi alma vagabunda en el deseo y la plegaria de tu sexo, tu redondez, y tu ternura la metáfora quema el tiempo mengua la marea y la llovizna pero la realidad sobresaltada permanece en el pasado como el pulso del moribundo que rasguña la vida y de pronto me ahogo en las imágenes y recurro al silencio de tu habitación dormida como buscando la conciencia y el cuerpo de mi nostalgia y así… termina otra caída en el sepulcro del pudo-ser

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+++ no soy solo un triste poeta, soy un hombre recostado bajo la lluvia +++ ¡ay! el hastío +++ el sentido de la vida es una patada al aburrimiento pero en realidad es una notable ironía porque cuando ya estás muerto cobra vida tu sentido quizá en tu mujer, en tus hijos, o en los herederos de tu miseria +++ no hay apuro a menos que la belleza sea una cuestión de tiempo, y

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en ese caso la vida sería un obstáculo.


+++ repaso tu rostro y tus senos desnudos, hicimos el amor con un abrazo recuerdo tu violencia tu fuerza palestina, la oscuridad de tu cabello envolviendo mi locura recuerdo también la triste forma de mi despedida alcohólica y el abandono prematuro de tus sueños recuerdo que te vi en los brazos de mi enemigo pequeño, insignificante, enorme con tu beso lo nuestro fue un momento claro una luz ausente ahora lo sé

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SebastiĂĄn Lazo * Cuando se rompe la fruta es el disfrute; El uniforme que cambia el reptil deja la nueva carne. Debo pelar el alma, ya fui entre troncos y rocas, para abrir mi nueva piel, desnudo, ahora me bautizo de sol. * (Estos versos fueron hechos para ser escritos en las paredes) Mis manos de fusil intentan caricias, vuelan tus peces de paz. * Cuando te pienso tanto apareces disfruto la alquimia de mi invento. * Cada mirada tuya es batallĂłn convĂ­dame de tus guerras. 57


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Verónica Neira

Y esperé que llegues, que en el silencio grites mi nombre, o al menos susurres, pero mi nombre es interminable, llevo el nombre de todos los ríos, de todas las piedras, de todos los árboles y los bares, de las noches en las que no estoy y tú no existes, de los días en los que el fuego trae a mis labios tu sabor, en las que sueño pero no vuelves y grito pero estás sordo, y no respondes y busco respuestas, esas respuestas que llevan mi nombre antagónico, pero no soy capaz de pronunciarlo. Y quiero que me llames piedra, fuego, agua, alcohol, cama, cenizaque me llames, que me nombres, de alguna de las interminables formas por las que estoy dispuesta a responder, pero el sonido es inexistente, y tu boca ajena...

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Limbo ¿Dónde estás? ¿Finalmente decidiste morir? Te he buscado en las ruinas de la noche y a veces en mi memoria, pero es vana... Se pierde, no logra enfocar tu rostro. Escapas de este círculo, de este agujero, en el que quisiste despertar a la madrugada... Pero nunca fui suficiente, no alcanzaste a sentirme entre tus piernas, ni en tus labios, a pesar de que fui parte de ellos un día... No logré escuchar tu susurro en medio de la música. Porque fuiste eso, música, solo música... música recorriendo mi cuello. Ahora he dejado de escucharte, mi cuerpo es sordo, lejano e intocable. ¿Y tú? Muerto.

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Pedazos Ya no necesito buscar razones perdidas en el fondo de tu cuerpo. No quise meter mis manos entre tus entrañas; te dejé crudo y cerrado y solo. Como siempre... No porque no quieras, no me muevo entorno a tus dedos, no me gusta jugar en la oscuridad, donde sus ojos son susceptibles a tus labios abriéndose lentamente hacia mí… pero los cierro. Mantengo tu lengua alejada. No amor, no es la tentación. No quiero cortarla, ni decorar

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Freddy Ayala Plazarte B. Nunca fui tomado en cuenta por los sacerdotes del ocaso ni recordado en la arcada

de los mares el tiempo había metido una puñalada mortal a la persiana de un niño de papel En el umbral del escarpado tejado mariposas escar-latas daban piruetas y el sueño pesado de un ángel se mortificaba en la cobija Habitaciones desnudas sin nada que ofrecer al destino la cárcel de golondrinas intentaba abrirse a un racimo de la madrugada en la fecunda memoria de los muertos urgía cerrar los ojos y prolongar la amargura el drama a un velero de intuiciones se remordía en la boca de un faro

el adicto trauma en el enfermo arranchaba alegorías al espejo siendo él quien despintaba sus pobrezas cuando nadie quería ingresar a su soledad

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MANUSCRITO Aunque tu imagen se espesaba en mi sangre yo quería llegar al crepúsculo del Ganges para cortar mis canas y darte el abanico de mi palma en la Vía Láctea yo fui al venablo de los cuerpos sudaron mis camisas yo fui al encuentro del destino con aquella mujer de trenzadas voces su coraje me dejó entre las patas de la silla mi alma huía en la mitra del amanecer yo vi por última vez la tinta de tus ojos colgando en el gancho del anzuelo SIN RETORNO

(In Memorian G.O.A.C, mi padre)

Otra vez imploro un cáliz el crimen hendido en una cloaca la casta del anochecer se pierde mi retina abandona su guarida Su memoria cae por el tragaluz las niñas gimen en sus trenzas vuela en el poliedro del mar de reojo labra mi silueta oigo voces más voces que vienen a dar el sermón en mi pellejo Se va su gorgoteo en una esquirla del ocaso y sin ni siquiera pensar que la palabra final estuvo en el pensamiento Él se va junto mis manos en la calzada y su sangre deshabita el calendario 64


ESTAMPAS Un hombre camina sobre la circunferencia del tiempo y la cruz imaginaria de la bendición se desvanece en el espejo La risa de la juventud entra por la boca de la ventana Los niños apilan los barcos del trébol en el charco agachan la mirada y solo ellos se ven La ciudad oculta la hundida nostalgia en los ojos de las mujeres de los hombres de los niños los ancianos los enfermos los ausentes que se disfrazan de vida para no morir y observan un horizonte que ahoga sus respuestas de existencia La calle no dice nada porque el noticiero le quita el habla mientras un anciano de sombrero paja desciende sus párpados en la barca del parque y sus uñas atraviesan la erosión del rostro luego se levanta y desaparece entre la presurosa muchedumbre de confusiones

En la esquina un hombre ciego tantea sus harapos junto al perro nunca nombrado sus dedos hormiguean en los bolsillos las migas de saliva que le restan Cómo las palomas recogen sobre los tejados la memoria de los pueblos el estiércol levanta ira y las canas de los ancianos se escapan en tardes de letargo de ansiosa espera a los últimos segundos antes de pronunciar la palabra de mármol El tiempo de los pueblos es el disparo que reciben las almas luego de sepultar su cuerpo El tiempo de los pueblos huye en los sifones pero queda un cieno de pelusas de donde extraer un pensamiento Un Ángelus desaparece y ventanas de cera se cierran gimen los candados al rozar con los anillos y el zaguán huérfano de un eco atravesado por el cortesano andar de las hormigas Hay una pareja amante distraída en el pezón de la montaña que lentamente oscurece en medio de una tristeza de basuras la ciudad pregunta a los muertos por qué soplan imágenes de polvo

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Paula Martínez D.

Abofetea el doblez del espejo y quédate intacta; mañana lloverán arupos y peces semimutilados en la laguna de una maleta negra en la que extravié mis párpados un día o dos. ¡Escamas y sangre cubren los milagros! Me río niña, después de jugar, en las fauces pestilentes del amor, nada me asusta. En la certeza del árbol quedaron surcos de ámbar miel… sólida; devoradora de insectos. Cada hoja es una cigarra prendida con un alfiler ¡Qué hermoso bosque petrificado! El aire rancio. La magia negra. Los cementerios…

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Pereza en Belleville Tus brazos aprietan sin agua, sin asfixia. Los peces incrédulos desfilan por la ventana entera: vacío absurdo vuelvo a tus brazos. Me acurruco, bostezan las teorías del chocolate y el vértigo. ¡Tal vez no quiera moverme nunca! Mi cuerpo ensaya huídas, con la rapidez de un caracol con las ganas de un caracol. Escape imperceptible: el cerrar los ojos… ¿Eres tú el rey de los grillos? ¿Cómo haces para oír la voz que no tengo? Y hasta allí... Se dónde se levanta la pared de bichos secos y harinosos. Me interesa poco qué parte tuya me das, relleno almendrado. Me asusta ser transparente, en el instante de mis alas y lo que ellas no cubren ¿Quién eres? ¿Cuál es tu magia? Escorpiones descomponen las ideas No quiero pensar…

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Tus ojos se posaron, un instante-pájaro, en el desierto de mis labios. Extiendes la mano que continua en vaso me das de beber niño dulce. Pienso un instante ¿Si te atrajese hasta mi ajenjo? Me quedo quieta. Muda. Reservo mis maldiciones para otras bocas…


MAR SIN CALMA ¿Se puede encerrar el mar en una botella? Los poros se convierten en escamas; desmitifican la nereida que seré... por hoy ¡Sumérgete! Todo está quieto. La caracola duerme el sueño de la arena. Un color, recuerda mis ojos. Cardúmenes distintos me visten: fluorescente, metálica… Y me desnudan Si me ves.

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Pedro López

Cobardes Cuando el club de los valientes se sabe una deserción, las ambulancias entonan arias enfermizas que sirven de fondo para el día de campo que organizan frugales las niñas sin imaginación; el león asustadizo al fin se anima a devorar al cordero, y el espejo oprimido se atreve a rociar con veneno el desayuno de su mujer. El ateo se postra ante el espejo mientras el asceta se atraganta con las sobras de algún “yonki”, las sombras preparan una orgía en la que la luz será descuartizada, en tanto que los jueves acribillan al payaso que no cree en las visiones. Cuando un valiente tropieza se produce un ruido tan fuerte, que las estatuas lloran y las piedras se atreven a esbozar una sonrisa.

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Infieles Tu vientre atravesado entre los dos nos separa con centímetros de leche, llévate si quieres las canciones que escribí cuando no tenías huéspedes. Infrinjo la moral de las iglesias con el llanto que quiere poseerte, mas tus puertas abiertas con candado me prohíben mirar entre tus piernas. Cabizbajo recojo mis antojos y emprendo el regreso hacia algún lado que tenga parecido con tus ojos. Reviso los periódicos a diario, buscando tu divorcio o tu deceso, y sólo encuentro tifones o atentados. Insomnia Un manto de bostezos mal habidos condenan a mi pecadora calma al suplicio de ver al enemigo en la sombra que cubre su fantasma. Tormentas de presentes, de futuros, de ruegos, de gemidos, de osadías, ¿cuánto hace del día que fui bueno y los míos también me sonreían? Padezco una obsesión intermitente que acusa de cobarde al peregrino que duda de la ley y de los muertos, que tiembla y no se duerme por el frío.

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Besos inferiores El beso de tus labios inferiores me absuelve de vivir en cementerios, protege mi nariz de algunas flores y mi fe del rosario y sus misterios. Puebla mi noche con hĂşmedos luceros que mitigan la sed de mis mentiras, limpia la escoria de mis ceniceros y apaga con su lengua abyectas piras que causaban ardor en mis pijamas. Me regala manzanas y escondites, resuelve mis estetas crucigramas, apuesta por mi cama en los envites que se hacen en presencia del pasado, declara a mi favor ante el jurado.

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Cédric Rocher Sombras y delirios A Maruja, le gustan las barbas que pican. Siempre se va en busca de los hombres más velludos para rasparse la cara contra sus rostros viriles, así como una gata se acaricia el hocico contra los pelos de los felpudos. Y esta atracción capilar es la única razón del por qué me conoció. Ella nunca se habría metido entre mis brazos si no tuviera, yo, la desagradable costumbre de no afeitarme. Claro que si me hubiera encontrado un lunes y no un domingo, como fue, no le habría gustado para nada. De hecho nunca nos vemos ni los lunes ni los martes, a veces los miércoles son de su agrado, pero no siempre. En fin, Maruja está conmigo gracias a mi pereza. Agradezco a mi ociosidad porque Maruja es, en este tiempo de dieta forzada, lo único que tengo o, más bien dicho, mi barba de tres, cuatro y a veces más días, es lo único que tengo. Porque a ella nadie la tiene realmente: es felina, independiente e ingrata. Conmigo ingrata no se la podría llamar así, puesto que si no fuera por este vello caprichoso que sigue creciendo si no se lo corta, como lo he dicho antes, no tengo nada. Pero soy más dichoso que cualquiera, ya que sí, tengo perros que me ladran, el de la esquina de la tienda, aquel del poste de correo; éste también, que ha decidido que un hombre que anda siempre con una mochila debe ser ladrado. Pero sobre todo aquellos de los barrios altos, bien nutridos, de pelaje reluciente y que, desde las jejas, huelen a jabón por perros. Un baño por semana, tres comidas al día, es más que mis recuerdos pueden poner a la luz. Pero a Maruja le gusta. Nunca pensé que a alguien le gustaría eso. En cambio, ella está siempre bien aseada, tanto así que un día entró a un quirófano para visitar a una amiga suya que tuvo una crisis de apendicitis, y salió con dos tallas más de sostenes. Eso, diría uno, no tiene nada que ver con el aseo, pero aquel que cuida su imagen, se lava. Salvo si se cultiva el estilo punk, grunch u otro. El mío es el perezoso. Tengo pereza en todo, me muevo en mochila para no tener que lavar mi casa. Ésta se ubica en los barrios altos, justamente. Mis padres me dejaron como herencia un caserón como dicen mis amigos y una mansión como dicen mis alumnos.

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Trabajo, sin afeitar, pantalones sucios, mochilero, sedentario nómada. Ocupo mi renta en cantinas donde me siento a escribir y a tomar. Algunos me llaman el idiota barbón pero para la mayoría del inframundo soy Rodrigo. Duermo bajo los puentes, ahí permanezco a gusto, sin atadura ni obligaciones, vivo el día a día y me siento libre. Hablando de puentes, conocí ciudades donde los puentes son verdaderos hoteles de lujo en los cuales se vive con 20 moradores nómadas. A Maruja no le digo lo que ya ustedes saben, que tengo una mansión, que recibo una pensión sustentable y ahí paré de contar. ¡Ah sí! Y que soy profesor ¿de qué?, de Filosofía. Pero Maruja, ella no lo sabe, no sé cómo me encuentra cada vez pero si me ubico en una cantina, me halla. Y cada día barbudo que nos da el sol es lo mismo, lo siente, está en el aire, he hecho mis experimentos: no me afeité un lunes y ahí estaba, un martes, igual. Entonces, me pregunto cómo no sabe mi secretillo: que tengo una casa y perro que me ladre. Maruja viene justamente, estoy en mi cuarto día sin afeitar, oigo sus maúllos desde la cantina de doña Úrsula. Me encanta ella, pero la huyo porque es terrenal, y a mí lo terrenal me da pavor. Entonces mi dualidad interna empieza, me voy, tal vez emprendo un viaje largo, pero mi pereza tan querida me lo impide. Me achico. No lo sé. ¡Me rasuro ya, en este mismo instante! El aire transportará el cruchicruchi de la navaja de afeitar contra mi piel y Maruja dará media vuelta… Bueno, aquí navaja no tengo. Mi cerveza está medio llena o medio vacía, mi cigarrillo recién encendido. No me voy a mover de aquí. ¡Ay pereza mía, me sigues hasta lo más profundo de mi ser! Resultado: me quedo, vuelvo a poner mi cuerpo en una postura homosapiense. Espero. Para colmo cuento: uno, dos, tres, quatre, cinq, six, sette, otto, nove… Me aburo alfa, beta, gamma, épsilon, zeta, eta… La puerta se abre, no giro la cabeza, estoy concentradísimo en la lectura de mi mente.

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Los sigilosos pasos de Maruja se dejan oír sólo para que mis mejillas se alisten para ser felinamente raspadas. Ya está en mis brazos, la gata negra se mezcla con mi aliento a cerveza, vino, whisky y atún, se revuelve en la mugre de mis pantalones, entre mi olor a sudor, humo, papas fritas y solo el diablo sabe qué es todo lo que se le puede pegar a uno. Putain Merde! Vi el momento preciso en el cual Maruja con toda su gracia, echaba a perder la mitad vaciallena de mi tesoro más preciado: la que no traiciona, la que perdura hasta cuando la cordura se afloja y que la locura rebota contra las paredes de nuestras mentes vacías: mi cerveza. Entre dos ronroneos, percibo su olor a Chanel hormoneado que se mezcla con mi suciedad. Soy el espíritu de Ron, deseo sus pechos quirofaneados, soy el espectro de Hamlet, vengaré la muerte de mi padre que no descansa de haber padecido en su lecho. Está decidido, a Maruja me la llevo, esta noche me conocerá. Mujer de nadie, estás destinada a conocer mis monstruos. De mí sólo querías mi barba y yo de ti apenas tu presencia y tus pechos, vamos juntos a que conozcas mis perros ladradores y mi casa. Caminemos paso a paso por la larga hilera de árboles que sube por mi castillo. La última vez que había puesto los pies en la casa fue el día en que me rasuré y ahí no suelo tocar nada, suelo ocupar un tiempo mínimo para mi aseo semanal. No es por culpa de los recuerdos que traen consigo los muebles, ni por los olores, pero no me gusta estar entre estos muros elegantes. - Siéntate, ocupa el lugar a tu gusto. Maruja se dirigió hacia la terraza, se sentó en la hamaca y miró a lo lejos las luces de la ciudad. Traje de la cava familiar una botella de vino arropada por una manta de polvo, y dos copas de cristal. - Para esta noche Château-neuf du pape año 82. - ¿Tienes otras sorpresas como ésta? - ¿Te molesta? ¿Preferías pensar que las estrellas eran mi único techo? - Tal vez.

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Los primeros sorbos de vino irrigaron nuestras gargantas, el sabor áspero y fuerte se expandió en nuestros paladares, el alcohol invadió nuestras venas. Nunca habíamos tenido una verdadera conversación antes. Nuestros encuentros se resumían a un furtivo revuelto en un parque cerca del río, en el porche de una cochera o en los baños sucios de las cantinas, entre raspadas y manoseos satisfacíamos nuestros deseos primitivos sin tratar de saber más del uno y del otro que aquella manera de saciar nuestros apetitos morbosos. Maruja cabeceaba suavemente, dejando el dilín dilín de su música interna mecer sus sentimientos. Habíamos pasado el estado de descubrimiento y nuestra embriaguez desnudaba nuestros entes. Aspirábamos nuestras lúgubres energías, cada uno a su manera expresaba sus ansias para descargarlo todo: - Arráncalo ya, destrúyelo, no dejes que te carcoman las ilusiones recónditas en tu cuerpo. - La vestidura de piel que llevo puesta sólo impide a los cuervos y los perros comer mis entrañas que dejo colgar de mis huesos. - Aprende que tus monstruos están dentro del alma y no dentro de tu carne. - El execrable olvido en el cual encuentro reposo reduce mi ser a un estado letárgico y sin condición para así ver, a través del hondo espejo que aclara mi mente como un lago oscuro y profundo, la miserable personalidad que abarca mi existencia. - Sentarte a esperar que te juzguen es todo lo que tienes que hacer, ¿por qué desesperas? El elixir de la vida eterna se terminó, tomaste la última gota, no te queda nada. - Abismo grande y precioso, te veo y siento las alas difuntas de la muerte abrazar mi cuerpo. - Tratas de ver ángeles en el infierno, acumulas adrenalina para encontrar una razón a tu mera existencia.

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- Déjame, Ô conscience, duermo en tu funesto manto. - Dolor infernal, hombres de gris, misticismo pagano, actuación permanente. ¡Vete y muere de una vez! No de esta muerte simple y cobarde, cuando tu corazón deja de latir. ¡Muérete! Muérete sin fingir que has existido una vez. El vino me subía a la cabeza, la cortina de humo de los cigarrillos que fumábamos uno tras otro me dejaba apenas deslumbrar sus ojos. Ya, en este lugar no era la gata Maruja, no buscaba las puntas duras de mi vello, se había transformado. Sabíamos más, nos lo habíamos confesado todo. En este momento no éramos más dos desconocidos, dos locos libidinosos, dos lujuriosos parásitos que se nutren de las sustancias genuinas de los demás. Esta noche, los pasos que habíamos emprendidos nos permitirían cruzar el umbral de nuestros laberintos. Ya no seríamos Dédalo, el arquitecto, seríamos nuestro propio hijo, construiríamos nuestras propias alas para volar hacia el sol. - Voy por otra botella, creo que tengo un Bordeaux del 89 por ahí, ¿te apetece? - Sí, y creo que comeré algo. - En la cocina no encontrarás nada, aquí nadie vive. - No necesito este tipo de comida… Bajé a buscar la botella prometida. El camino hacia la cava era sinuoso y poco alumbrado, las arañas se habían adueñado de todas las botellas. Me preguntaba cómo había hecho para no dilapidar este santuario faraónico: era una inestimable colección de vino de los castillos más grandes de Francia, Chile, Argentina, Florida y Australia. Busqué el Bordeaux en la penumbra y lo subí con sus habitantes: unas arañas habían nidadas ahí. Regresé con mi tesoro en las manos. Ella no se había movido. Cuando llegué cerca de la hamaca, nuestros ojos se cruzaron, la sonrisa que lanzó nuestros reflejos en la laguna de nuestras copas divulgó la paz que se había instalado entre los dos.

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Maruja desató lentamente el cinturón de su vestido. La miré. No vi en ella la languidez, la desesperación de nuestros antiguos actos. Vertí el elixir encarnado en los vasos de cristal, llevé el mío a mis labios al tiempo que le acercaba el suyo. Con una morosidad calculada, ella extendió el brazo para dejar sus dedos envolver el Santo Grial y, sin cortar el hilo de Ariadna que nuestras miradas habían tejido, dejó su boca saborear el perfume encerrado desde tanto tiempo en su cárcel de vidrio. Nuestros cuerpos se templaban, la lucidez iluminaba nuestro derredor. Maruja se levantó, su vestido libre de toda ligadura dejaba pasar la luz por sus fibras de algodón y podía adivinar sus curvas esbeltas. Se dirigió hacia el baño. Esperándola dejé a las estrellas hipnotizarme, pensaba en los años luz que nos separan del mundo de los astros, regresaba en el pasado y me trasladaba hacia el futuro. Su voz entró suavemente en mis oídos como el silencioso susurro del viento que lleva a lo lejos las plegarias de las abejas asesinas: -Recuéstate un instante. Cierra los ojos. Déjate ir. Sin pensar hice lo que me ordenaba. Sus manos desataron gradualmente los botones de mi camisa para liberar las aves tatuadas de mi torso; y depositó delicadamente una toalla caliente sobre sus alas. Con sus dedos expertos masajeó mi rostro y mi cabello, esparció espuma de afeitar sobre mi barba y dejó deslizarse la navaja sobre mi piel. Sentía cómo me relajaba. La metamorfosis se había realizado para los dos. Cuando mi tez quedó totalmente lisa, usó la toalla para refrescarla. Con unos paños enjabonados limpió mis brazos y mi pecho. Se deshizo de mis pantalones y siguió su labor. Armoniosamente disolvía la suciedad que se acumulaba en mí días tras días.

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Satisfecha de sí misma abandonó los pañuelos para salpicarme de esencias, me besó las mejillas y recorrió con su aliento cada parte de mi cuerpo, desfloró cada partícula de mi carne, exhumó mi alma. Tenía la sensación de ser devorado vivo. Me arrancaba los miembros, disfrutaba de mis entrañas y de mis músculos. No subsistía nada de mí. Limpiaba los restos de mi cocón. Abrí los ojos para descubrir su belleza, la besé con voluptuosidad, la liberé de su vestido para ver su silueta. Su perfección invadió el ambiente. Largamente, sin precipitación, nuestras manos recorrieron el mapa de nuestras envolturas, nuestras caricias nos conducían imperceptiblemente hacia el clímax de nuestra embriaguez. Entré en ella, penetré en su cuerpo y ella se adentró, se acopló a mi forma. Ardíamos bajo los efectos de la pasión. El auge de nuestra exaltación culminó el proceso de mutación que habíamos iniciado juntos. Caímos arrebatados sobre la alfombra, empapados de sudor y cubiertos por una sábana de felicidad. Habíamos abandonado nuestros egoístas monstruos, éramos libres de las maldades que nos cegaban. Esta noche dormimos abrazados, con las piernas entrelazadas y cada uno de los huecos que formaban mis miembros se completaba y se llenaba de los suyos. La casa expandía un resplandor nuevo y por primera vez, desde la muerte de mis padres, encontré un sueño profundo y realizador. La luz del alba nos encontró unidos como dos troncos de un mismo árbol. Ninguno de los dos deseaba desprenderse del lazo de extremidades que nos amarraba. Expulsé suavemente el primer soplo de vida de mi nuevo ser, abrí los ojos a la claridad de mi mente. Desperezándome me incorporé y besé la dulce textura de sus labios.

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José Corral

Inviernos Ruedo de sanguinarios que mienten por detrás, la ocultada fragilidad estampada. Se pasan sin sospecha, actúan escaparse, se marcan con baboseos: unos perceptibles, otros amables. Todo se indica hueco, imprescindible, cuando se vive un caos al final del sol.

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Anhelo impersonal (al menos) Y da para más, se acercan bajo el espejo. Una voz iluminada reposa en altamar, los vientos de mi lucidez corren el riesgo de volar. …en nada, ya casi es lo que desean, se alcanzan, se pierden todos resentidos. Un timbre silba, se insensibilizan los atisbos, se acercan a paso lento, se pospone la idea del paraíso; se extienden las flores del sueño. En representación de la ceguera, calculan perfectas las corrientes necesarias para no desbordar el río y pasar, sin roces, al forjar las rejas de la distancia, al cielo que se sacrifica a través de mi sed, de mis abrazos. Posibles lágrimas hunden el navío, se bailan desconsolados y complacen algunas penas. Ahora espantados, sin bobadas, huyen al profundo de sombras, de luces imperfectas: al lugar donde el polvo no es amor, donde su cama está vacía.

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* Mis espejismos se reflejan en otras locuras, la libertad alumbra el sendero que recupera un alma a la que temía. Me convierto en movimiento / en un adicto a puentes, una necesidad urgente, de cortarlos, afligirlos, aquí; debilitarlos, ahora; consumirlos, siempre.

Socorros Esa locura que esconde en claves para el porvenir; vientos y va. Laberintos reales, tactos fortuitos; aumenta el tiempo, se ocurre más fácil. Culpa suya: ¡qué bien se siente!

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Rocío Soria

Texto 1 El hombre amado lloriquea desde los huesos, flemas densas como hilos, sin hora fija como si de cualquier dolor se tratara, forcejea a dos manos los tambores de su queja. El hombre amado pacta. Poesía de demanda solitaria, ruego, inquisición,

herida desaguándose, inmersión profunda.

El hombre amado, hombre de personaje intenso, hombre real, pacta sumergido en los líquidos de su cuerpo, ablación, dolor congénito. El hombre amado, templo de palabra muerte. El hombre amado carga un estertor cual si se tratara de un arma y se asesta sin premeditaciones en el medio del rostro.

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Texto 2 El hombre amado calle de siete cruces, tango de siete cruces, frĂ­o encarnado de siete cruces. El hombre amado cuerpo de pena capital, cruz del hospicio, cuerpo de hospicio, cuerpo de incontables nudos, dolor de presencia muda, dolor sin muerte. El hombre amado calle latente , cuerpo sempiterno de ruegos. El hombre amado hombre de cuerpo en cruz. El hombre amado briosa carcajada, caballo atorado, carcajada grande, carcajada de vasos rotos, carcajada de gotas rojas, carcajada de siete cruces. El hombre amado cae de rodillas eyacula un rĂ­o de siete cruces.

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Primeras Palabras encuentro inaugural, reflejo capaz e incapaz, temblor. palabra naciente, ímpetu y vÊrtigo. palabra que tienta su voz‌

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Sebastián Zaldumbide

1. Empieza a oler a muerto. A fin. A cierre. Que pasadas unas cuantas horas más, todos los elementos que se sintonizaron hacia ti, vuelvan a su estado natural. No lo mereces. Nunca lo mereces. ¿Qué es eso de dejar el corazón donde no lo quieren? Empieza a oler a muerto. A cese. A punto. Después, de nuevo, voy a buscar a esos brazos que me acojan. Hasta eso me queda extinguir cualquier vestigio tuyo en mi memoria. Empieza a oler a muerto. 3. Ni siquiera te quiero matar. Ya ni sé qué quiero. Si morirte, matarme, morirme o matarte. No quiero pensar en esto. No son las cosas las que cambian. Es la gente. Tu estúpida mente. No voy a contar hasta tres. Consigo la gana y te quemo. Sin advertencia. Es que eso de estar... Me harta, me cansa, me colma, me envenena. Hasta aquí la colección de gestos y buenas intenciones a cambio de nada. Ni siquiera te carcome la conciencia. Ni siquiera sabes que es esto. Allá vos. Demasiado frío para este infierno.

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5. La vestimenta debería incluir algo de luces como bombillas de reducido calibre, quizá aluminio o mejor cuarzo. El brillo estrellado en la pupila impresionará el vortex hasta un tres. Luego el vacío generado a la inversa sobre tu pecho, te hará pensar que puedes hacerlo o por qué no asociarlo. Nadie vuelve a ser lo mismo desde luego. Hay que tomar en cuenta eso. Perseguirte me lleva a lo mismo. Y yo no estoy muerto. Secuela vendría a buscarnos en temporada de estiaje. Para cuando nos hagamos falta de veras. 6. Qué es si no amor esa sensación de... Hoy nada. Amanecí pensando en que es quizá un intento vano por querer sentir lo que nunca. Por aquí no pasó nada. Acaso se trataba de expirar gestos y buenas intenciones para según eso encender algo? Son tantas preguntas y demasiadas respuestas para cada una. Qué es si no amor esa sensación de no tener con quien más compartir algo? Ya quedamos no es dependencia o si? Después de haberlo criticado tanto, verme en la dependencia de expirar gestos y buenas intenciones... No es para tanto. Nunca es para tanto. Ahora procuro alejarme de todo tipo de sentimiento de odio. De cuando no soportas algo; de cuando quieres aniquilarlo, aplastarlo, asesinarlo. Eso solo enferma. Y hay que tener el corazón sano. La mente... ...se cuida por sí s

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Esteban Vélez Adiós… Creo que es muy tarde para partir; debo dejarte ir. Entre los blancos que no se ven y los océanos desdibujados; las antítesis se conjuga en una sola palabra. Los fulminantes orcos, impávidos; nos cobijan con sus garras. Creo que es muy tarde para partir. Te quedas como ausente, me dejas inservible; te alejas en espejo de mi pupila; borras tu rostro de magnolia, pones penitencia en mis cajones y te bañas en láudano alcanforado. Las acuarelas de mi vida se gastan con tu invierno; los copos de nieve se condensan en un palpitar retrógrado para aniquilar las grageas de dulce. Creo que es muy tarde para partir. a tu lado… …debo dejarte ir.

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Juan Bermeo Palacios

Bajo la tenue rigidez del cristal Bajo la tenue rigidez del cristal Que no existe m谩s que en mi ser Se ahoga mi causa de vida, Mis ilusiones y mis quimeras, Nadando en la cera hirviente que brota de mis pesadillas. Esta fricci贸n es asfixiante Y la presi贸n es insoportable aqu铆, dentro de este envase, que separa mi felicidad de la tuya

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María Elisa Carrasco El caso

Te quise Fuiste Te esperé Fuiste

fuerte desconcierto fuego abandono

La síntesis La culpa de saberte diferente al que esperé, te hace volver. Problema 1 Una y otra vez trato de descifrar los enigmas de la música, en vano. Maldito tiempo o nube de polvo (como diría Bolaño) viaja a través de tu recuerdo, lo invade, lo conquista, se lo lleva a esos confines de la memoria donde lo más vívido se vuelve ambiguo y solo me queda la ausencia como certeza: Una musa sin artista y sin amante, una Lolita sin maestro ni mentor. Consecuencia 1 Tengo los pulmones podridos de nostalgia y el insomnio contaminado de asfixia ¿Aun te desdoblas de madrugada para visitar desiertos de adoquín? Hoy sólo me queda tu alma imantada, ávida de discípulos del fantasma mayor. Problema 2 Tan irrelevantes estas letras. Ya ni a mi me convencen, son tuyas, al no estar, le pertenecen al vacío azul, a los pasos ya andados. Inconsecuencia Esta limitación (imposibilidad del mundo en unidad) me lleva allá donde ya no me retiro. Convulsión de sentidos, como si te tuviera, gemir de lágrimas por tus manos que escuchan el grito de la sangre hervida, desparramada. Un impulso visceral, responde al animal que pretende ser humano. Te mimetizas con melodías antiguas como el tiempo. Conclusión Tengo un pendiente contigo. Me quedó tu savia: un respiro de tu sangre, una flor del desierto de tu piel, una lágrima de tus caricias. Algo de mi se fue con tu partida.

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*** El río arrastrará consigo la sangre que guarda un dolor innecesario las aguas traerán a la ciudad el tan ansiado olvido que se filtró por cada resquicio de los adoquines. Tal vez colapso junto con la mitad del puente

Los Jóvenes Culpables de no sé qué purgando culpas ajenas y desconocidas traídas por agua apenas corriente, desmesuradamente herida su paso marca el corte de un cuchillo cuyo filo no respeta límites ni carne ciegos, inertes, ávidos de caricias y verdades injustificables

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Vilma Abambari Del relato de Violeta Retórica Clase Nº 1. Quizá esta noche preferiría ser un objeto digno de transmisión literaria, pero ¿de quién?, prefiero alguien invoque en mi corazón su aflicción y así olvidar la propia, segura estoy nadie me acusaría de plagio pues mi aflicción sería más honda que la suya, sin exigir insomne permanezca ante el dolor. Hoy retomo brevemente las clases de retórica que este improvisado corazón siempre ha impartido, sugiriendo perfeccionar el arte de expresar, de saber expresarse correcta y elegantemente, yo por mi parte, dejar de lado el sentimentalismo sugiero, pues ni la palabra que nace de mi corazón, ni los sentimientos han logrado otro corazón. “Tú, corazón, paladín de mi amarga sed de satisfacción humana ¿por qué prefieres esperar y obligarme a promulgar mis elegías?” Si habré de recordar un poema… “Entra Mayo y sale Abril Tan garrídico le vi venir Entra mayo con sus flores Sale Abril con sus amores Y los dulces amadores Comiencen a bien servir” Anónimo “¿Ves, tonto y despiadado corazón?” dije, mientras él ignora mis sugerencias… “¿Acaso no ves que falta la cuarta pared en este monólogo?” reclamé. “¿No entiendes que haz revelado mis sentimientos al enemigo?”, estás colocando un arma fulminante en manos enemigas… completé. El corazón responde….”Pobre tú, razón fallida, ¿acaso no recuerdas lo que Sempronio dijo a Calisto en la vieja novela La Celestina?....que el comienzo de la salud es conocer la dolencia del enfermo, en otras palabras, la mentira es el comienzo de la verdad”. “Has fallado en tu intento y yo en el mío –dije- ¿por qué?” Pregunté con desacierto negándome aceptar ese alegato… Y el corazón responde: “porque obviamente necesitas aliviarte de hacerme un corazón lastimado y de mostrarte, una razón inquebrantable, porque no puedes fallar si no lo intentas, ¿acaso yo, siendo una simple bomba activada puedo monitorear tu lipofuscina y

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entender en tu experiencia?, no, no puedo porque solamente siento, porque de no ser por mí, hace tiempo habrías fallado en el decoro, puesto que opsonizas tus sentimientos, me reprimes, no permites adecuarme al curso de la literatura romántica creo deberías seguir tu tendencia barroca; yo, la surrealista, evades lo que siento e imposibilitas expresarlo, te entiendo y trato de entender la situación pero, ¿siempre serás cruel conmigo…? Deberías tomar las palabras de García Lorca y pedirle a tu amor que te escriba….” dijo. Y le respondí… “Duele romper con el contacto externo Duele romper con el contacto interno, Pero amo estar con mis dolores y amores” “Entonces ¿te calificas de masoquista, perfeccionista?, ¿por qué no puedes aceptar que de la imperfección puede nacer lo perfecto, por qué no aceptas que el amor es una simple imperfección, que el cuento del príncipe azul es una leyenda, que el amor es un proceso? y en lugar de pisotearlo cada vez que lo encuentras, reservas un cupo para el fin de semana y lo exteriorizas con un pequeño gesto de credulidad” respondió. “Pobre tú, ingenuo corazón, si sabré yo de fe en el amor, ¿cuántas veces crees que esperé?, escribimos más de una vez, ¿cuántas veces trasnochamos intentando alguien nos escuche?, ahora te pregunto… ¿ha surtido efecto? ¿Hemos logrado otro corazón? Si acaso acabaras como el protagonista de ese microrrelato de Dulce Chacón… “Antes de estrellarse contra el suelo, la miró con asombro. Saltaremos juntos -le había asegurado la bella bellísimaUna, dos y tres. Y él se precipitó. Y la bella bellísima le soltó la mano. Y desde lo alto, asomada bellísima en azul, le juró que le amaría hasta la muerte”. “¿Sabes? Si la canción no fuese un subgénero lírico ya habría escrito unas cuantas para acentuar mi necio corazón, es decir, tú. No en vano mi estética ultraísta en forma de metáfora ha invocado su nombre una y mil veces, y tú, bien gracias, sigues doliéndome. Bien quieres que mi motor de creación siga siendo mi subconsciente, del que todavía no lo has borrado y muy seguido lo envías en clave, o cuando tratas de fastidiar eres directo y respondes con su nombre. No soy perfeccionista, menos masoquista, sí amo estar con mis amores, porque son constantes en mi vida, y mis dolores también, aprendes a vivir con lo que tienes.

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Xime Calle Galvis Del otro lado del espejo Recorría las paredes buscando la puerta que la llevó allí, hace pocos segundos miraba su rostro identificando cada error en el maquillaje, y sin saber cómo sucedió ahora se encontraba tras una barrera sólida y transparente. Volviéndose miró el pequeño espacio dentro del espejo, ¿dentro del espejo? se preguntó sobresaltada; eso no es posible; la sospecha de una alucinación, una pared derrumbada o un desmayo eran, entre las muchas explicaciones, las más lógicas. De pronto un recuerdo perdido en el tiempo y la inocencia de la niñez, penetró su mente y abriéndose paso llegó hasta ella en forma de frase: “yo vivo detrás del espejo”. Dónde, por qué o cuándo escuchó esta explicación era un misterio, pero no recordaba que le hubiera parecido fantástica, en ese momento; sin embargo, la lógica adulta la taladraba: detrás del espejo está la pared y tras ella el pasillo. Luego de la duda inicial dio un paso hacia la única silueta visible: Un antiguo escritorio de la casa de sus abuelos; al examinarlo reconoció en él las marcas del tiempo, aunque ella lo recordaba imponente en medio de su estudio. Decidida a averiguar qué sucedía abrió el primer cajón que la noche anterior contenía facturas vencidas y un paquete de cigarrillos; guiada más por el instinto que por sus sentidos examinó el contenido y su mano rozó un pedazo de tela, al sacarlo el polvo la cegó un instante para dejar paso a un pañuelo raido que la desconcertó aun más. Era suficiente, su mente no podía resistir la extraña situación y la obligó a regresar sobre sus pasos, directo hacia la barrera que la separaba del mundo que entendía, dispuesta a salir inspiró un bocado de aire y empujó, lo hizo una, dos, tres veces. Nada cambió. Ella seguía atrapada dentro del espejo. En pocos segundos el pánico se apoderó de ella. Si no podía regresar: ¿quién descubriría a donde fue? A nadie se le ocurriría buscar detrás del espejo, o dentro de él. ¿Y si se alejaba para encontrar otra salida y luego no recordaba por dónde entró? La seda del pañuelo continuaba apretada en sus manos, su tacto la tranquilizó, invitándola a mirar con detenimiento. Deslizándose contra la pared se acomodó en el piso; las formas representadas en la tela le parecían familiares, ¿a quién le recordaban esos dibujos, esa estancia, el escritorio?, su abuelo, muerto desde hace mucho, cuando ella tenía apenas ocho años. Era su pañuelo, lo llevaba a diario con él, pertenecía a su mejor amigo que se lo obsequio cuando... cuando tuvo que regresar a su hogar… su casa… detrás del espejo… todo encajó. Las explicaciones ya no se formulaban en palabras. Las imágenes se arremolinaban. 100


Aquel hombre era extraño nunca iba a casa cuando había alguien aparte de su abuelo en ella. Un día los descubrió inmersos en una partida de ajedrez y su abuelo lo presentó como un explorador; ahora recordaba sus tardes de encierro en el estudio en donde las historias de otros mundos y otros seres fluían como si se hablara de la lluvia o el sol. Cuando sus padres notaron la influencia de las locas historias en ella, le prohibieron volver y ella, con el tiempo, olvidó a su amigo el explorador, que llegó una tarde a despedirse desde el otro lado de la cerca, entregándole un espejo portátil en donde según le dijo podría verlo cuando quisiera, al poco tiempo su abuelo falleció y ella enterró con su recuerdo el espejo portátil y las historias que tanto la habían atraído. Abriendo los ojos, levantó la cabeza y un fantasmal entendimiento recayó en ella, lo había confundido todo, no estaba del lado equivocado del espejo, había regresado. Encontró el estudio tal como lo había dejado hace veinte años; cuando, sola, había ido a buscar el pañuelo del abuelo y había cruzado hacia el mundo de su amigo el explorador para preguntarle dónde lo guardaba, no había regresado jamás y en medio de la lógica infantil había recreado para sí misma a su familia, convenciéndose de que aquel lado era el correcto y olvidando su verdadero origen. Al fin lo entendía, el mundo que conocía le pareció siempre un poco revuelto, ella era diferente a todos. ¿Mamá? Preguntó levantando la voz y los pasos provenientes del pasillo le indicaron que se acercaba respondiendo a su llamada. -¿Ya te despediste del abuelo?- Le dijo mirándola con ternura, ¿cómo podía hablarle así?, ella había regresado después de veinte años. ¿Es qué no lo había notado? Levantándose con el pañuelo aun en la mano, miró su reflejo en la ventana y vio a una niña de ocho años con un vestido negro de rutilante terciopelo, protegiéndose en el abrazo de su madre lloró al pensar en su pequeña aventura. Al salir encontró a su padre en el auto esperándolas para ir a casa; a cada tramo del camino olvidaba un poco de su vida del lado equivocado del espejo.

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Brevensayos Únicamente la reflexión sobre los pasos y voces que nos fundan la memoria permite reclamar ese espacio que nadie anhela, ni reclama… Apelamos, sin embargo, al hacimiento de la sangre y la letra, al vaivén que devenimos entre lecturas y silencios aparcados a un mismo decir: palabra poética ecuatorial. Hijos del tiempo nuestro hablamos las voces que abrazamos…

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Juan Fernando Auquilla

Pasear y re-construir en el mundo daviliano “Los espacios imaginarios que crean los recorridos urbanos que realiza el texto operan sobre cartografías reconocibles para crear finalmente cartografías culturales”. Celina Manzoni, La fugitiva contemporaneidad

“BRUJAS” Ese nombre no significa lo que dice. Es la simple deformación de una palabra (bruke: puente) que los tercios españoles en Flandes no entendieron y designa a esa pequeña ciudad de encajeras y puentes y canales en la que apenas has pasado unas horas iluminadas únicas, pero que ya es parte de tu vida y tus recuerdos... Dejas Brujas Mas, te llevas el misterio Del Lago del amor Y su vaga melancolía Flotando brumosa A través de los tiempos. 104


Según Doreen Massey caminar la ciudad es encontrarse con ese espacio en continuo hacerse, dice Massey que en este espacio quedan siempre cabos sueltos; los espacios en continuo hacerse en la literatura pienso son esas múltiples lecturas que dan los lectores a los textos. El espacio masseyiano tiene siempre algo de inesperado, de impredecible, tiene algo de “caótico”... en donde una cantidad de trayectorias distintas se entrelazan y a veces interactúan. ¿Qué es lo inesperado que encuentro en el texto de Dávila Vásquez? ¿Cuáles son esos cabos sueltos, -finales abiertos-? Primero debo señalar que es inesperado que la palabra bruja = hechicera sea una derivación de puente; por ende el lector re-asume una nueva significación, desaprende si se quiere el concepto vinculado a bruja, e interpreta el texto desde otra óptica; el lector entiende ahora el texto poético desde la concepción de los puentes e imagina la ciudad: “/a esa pequeña ciudad de encajeras/y puentes y canales/”. El lector imagina la ciudad y la hace suya inesperadamente, como que el halo de misterio y de terror se ha trasmutado, se ha perdido y ahora “Brujas” tiende puentes sobre el texto-ciudad nuevo y ahora, propio, gracias al texto. Los cabos sueltos son sin duda las lecturas que el lector o los lectores tienen en sus mentes y se enlazan con el conocimiento previo; un paseo distendido (relajado), deseado, en donde el final abierto es la lectura abierta llena de conocimiento y goce estético individual. Jorge Dávila hace suyo un espacio “ajeno”: La ciudad de Brujas (en Bélgica) es ya “parte de su vida, de su memoria”. Esos “cabos sueltos” se anudan a geografías distantes. Aquí se pone en evidencia esa multiplicidad del espacio: la ciudad imaginada que se construye en la poesía es multiforme, espacio urbano que vive en el poema, está hecha con retazos de otras ciudades. La ciudad construida en este texto se acerca a un collage en donde se encuentran “pegados” a través de la memoria diferentes elementos: puentes, encajeras, canales, el Lago del amor. El autor puede volver a ella a través de la evocación pues en su imaginario ya es parte constitutiva.

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Peregrinaje con Dávila, en “La Nueva Canción de Eurídice y Orfeo” “Nueva canción de Eurídice y Orfeo” (fragmento) EL Buscar a Eurídice en el infierno de todos los días, buscar al barquichuelo de papel, espuma y sueño, perdido en la corriente de cosas ordinarias. Buscarla entre los ruidos, ella, dulce nota única embriagada de música. Buscarla en los pantanos del deseo, ella, flor transparente hecha de sentimientos. Buscarla entre las horas, ella, el barquichuelo de instantes, acaso naúfrago del segundo en que la carne sola fue rosa de gritos y arena. Buscar a Eurídice rastrearla en el silencio, sabiendo que su voz yace dormida o trémula en un vaso vacío.

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EL

ELLA Orfeo, puse un anuncio en los ecos, buscándote. Orfeo, descubrí mensajeros en los pájaros, en las caídas de agua, en los hilos de luz que se ciernen para dorar el musgo, tibiamente. A todos les he dado mis señas y tus señas: el color de tus ojos, el sabor de mi llanto, el placer de tu cuerpo, su belleza, la soledad de mi cuerpo, sus esperas, tu boca con la palabra amor hecha a medida, la mía con la palabra olvido abierta en rictus. Sabes, a todos he dejado un pétalo de ayer y si te encuentras, tómalo, percibirás la sonriente languidez, el juego trémulo en mundos interiores, despertará la llama que encendías en mis ojos al susurrar: Eurídice

Buscar a Eurídice En todas las esquinas, en cada uno de los escaparates, en los espejos, en el flagelo que gritan las sirenas trizando la noctámbula concha de las grandes ciudades. Buscar a Eurídice, escondida quizás tras la cortina de cualquier prostíbulo, entre las máscaras de humo, entre las huellas de sudor, buscarla camino de los labios ajados, en los muelles, en las frases oscuras, buscarla entre la música barata de un cafetín cualquiera, a ella, la dulce nota única. Buscarla por la senda temblorosa de las luciérnagas, risa y pirotecnia que trazan los beleños. Buscar a Eurídice en todas las iglesias, en las doradas cúpulas, en las desiertas naves donde dormitan autillos y beatas, buscarla en los reflejos de pan de oro, y en las fugas barrocas que espejean los ojos del mendigo que se sienta a la puerta, buscarla entre las notas de moho, polvo de hueso y pátina de viejos clavicordios, a ella, única, dulce nota embriagada de música. 107


Alfonso Carrasco Vintimilla señala a “Orfeo como un dios anti-natural, terriblemente humano... símbolo del hombre conflictivo y desgarrado que busca la felicidad y el amor y al comprender que no existe o son inalcanzables prefiere morir antes que continuar soportando una existencia sin sentido” (Carrasco, 144); más adelante Carrasco dice que Orfeo está próximo a los seres humanos precisamente porque resume la tragedia del individuo; a mi forma de ver entiendo como trágico: lo que debe darse. Cuando se lee el mito de Eurídice y Orfeo se contempla dolorosamente la búsqueda de Orfeo, pues se sabe que Perséfone no va a permitir –nunca lo ha hecho- el regreso de alguien desde el infra-mundo; es doloroso este peregrinaje colectivo, el lector acompaña a Orfeo y luego a la voz poética, en ese castigo a Orfeo. Orfeo debe descender hacia el infra-mundo a buscar algo que él presume no va a conseguir: el regreso de su amada Eurídice. “/Buscar a Eurídice / rastrearla en el silencio,/ sabiendo que su voz /yace dormida o trémula /en un vaso vacío./”. A pesar de que el mito griego es conocido, el lector lee el poema extenso de Dávila con la esperanza de que esta vez el final sea otro, pero irremediablemente no lo es, igual que en el mito el final triste se debe cumplir; el doloroso peregrinaje esta vez está ubicado en la ciudad, cualquier ciudad, cualquier escenario urbano en donde muchos Orfeos buscan a su amada Eurídice. El peregrinaje se desarrolla ante nuestros ojos y el mapeo imaginario sirve de escenario para que se cumpla la separación de los dos personajes. El texto dialógico, próximo al teatro, como lo dice Carrasco Vintimilla, presenta una estructura conversacional entre los personajes, que Carrasco señala como monólogos. A mi modo de entender se sostiene el diálogo gracias a lector que lleva el mensaje de EL y de ELLA; un Hermes-lector en un contexto mitológico: Autor-lector-personajes Las voces del mito griego que confunden a Orfeo y le obligan a regresar la mirada se hacen visibles en el texto daviliano, ahora ELLA escribe anuncios en los elementos de del espacio rural. En cambio EL busca a Eurídice en el infierno diario, quizá por ello nunca se dará un encuentro. ELLA inmersa en otro espacio y el dentro de una ciudad polifónica, multiforme que exilia de algún modo a quien solo mira al suelo y no observa lo que está sobre su cabeza. Orfeo-lector deberá levantar la mirada e interpretar los anuncios citadinos para dar con una pista y así rastrear a Eurídice que espera ser 108


encontrada. La voz (el eco condenado a desvanecerse) de Eurídice gritando: Orfeo, se contrapone con el recuerdo del susurro de la voz de Orfeo cuando la llamaba por su nombre: Eurídice. Isaac Joseph en su obra El transeúnte y el espacio urbano señala que: “las ciudades son muchísimo más que una simple instalación física hecha de calles, avenidas rotondas, edificios, casas, pueblos, porterías, avisos publicitarios y plazas; está compuesta por toda aquella carga de afectos, sensibilidades y temores que se asocian a nuestras representaciones del mundo” (Joseph, 208). La búsqueda citadina de Orfeo es un mapeo imaginario no solo físico, como la señala Joseph, en un espacio llamado ciudad, es un sufrimientoreconocimiento textual de lo que el lector tiene en su mente como ciudad. La búsqueda se amplia y se reconocen muchas ciudades, muchos espacios en los que se reúnen las ciudades del lector; resulta que ahora el texto ha salido del libro y es un mapeo geográfico que busca cumplir con el peregrinaje. La ciudad daviliana de este texto no es una ciudad tipo postal, aquí convergen, como en la realidad sucede, espacios deseables de ser vistos, mostrados y visitados y también aquellos invisibilizados, desconocidos los que no sirven de carta de presentación: “/tras la cortina/ de cualquier prostíbulo/”. Espacios urbanos donde reina la alteridad, lo individual y lo múltiple como lo señala Massey, es el lugar del encuentro y el desencuentro (desencanto). La ciudad se reúne así misma y se mira así misma en los espejos, en los prostíbulos, muelles, bares, iglesias, espacios artísticos-barrocos, espacios con y sin goce estético llenos de mendicidad. Parecería que Dávila peregrina sobre la ciudad la sufre y la lleva al texto, sin embargo el peregrinaje es deseable y lector conjuga (fusiona) su ciudad (imaginario) con la de Dávila. Cabe anotar que en el análisis propuesto de estos fragmentos de “La Nueva Canción de Eurídice y Orfeo” se percibe un peregrinaje en el campo por parte de ELLA y en la ciudad por parte de EL, una suerte de desplazamientos concéntricos en torno a la tragedia, desplazamientos que no tendrán un punto de contacto; aquí se encuentran elementos de la naturaleza que representan a Eurídice como: arena, ríos, barquichuelos y elementos urbanos que representan a Orfeo como: esquinas, escaparates, espejos, prostíbulos, muelles, iglesias. Las búsquedas concéntricas remiten a la idea de Dante y su infierno, el punto central o el infierno en Dávila es la ciudad en donde peregrina Orfeo y a donde Eurídice nunca va a llegar.

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Jorge Dávila construye su imaginario cotidiano en este fragmento con diferentes elementos en los que se destacan espacios abiertos y cerrados: esquinas, escaparates, grandes ciudades, prostíbulos, muelles, un cafetín cualquiera, iglesia, puerta. Así también existe una alusión directa a buscarla en la música, recordemos que Orfeo era el dios de la música: “/buscarla entre las notas / de moho, polvo de hueso / y pátina / de viejos clavicordios, / a ella, única, dulce nota / embriagada de música/”.

BIBILOGRAFÍA Carrasco, Alfonso. Prólogo a Nueva Canción de Eurídice y Orfeo, Jorge Dávila Vásquez, Talleres Gráficos Municipales de Cuenca, 1975. Dávila, Jorge. Memoria de la poesía y otros textos, Cuenca, Talleres gráficos de la CCE, Núcleo del Azuay 1999. De Certeau, Michel. La invención de lo cotidiano, México, D.F., Talleres de Producción Gráfica y Comunicaciones S.A, 1996. Joseph, Isaac. El transeúnte y el espacio urbano, México, Gedisa, 1998. Manzoni, Celina, et. al. Violencia y Silencio literatura latinoamericana contemporánea, Buenos Aires, Corregidor, 2005. ________________, et. al. La Fugitiva Contemporaneidad, Buenos Aires, Corregidor, 2003. ________________, et. al. Vanguardias en su tinta, Buenos Aires, Corregidor, 2008. Massey, Doreen. Pensar este tiempo. Espacios, afectos, pertenencias, Buenos Aires, Paidós, 2005.

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Luis Felipe Aguilar

En corazón o en pensamiento

¡murió la golondrina a las seis de la tarde! Escribió en 1946 Efraín Jara Idrovo, y esa línea del poema “funeral de la golondrina”, ilumina el texto con el llamado al duelo y al adiós; surgió y en eso no hay porque equivocarse, de ese tiempo inmerso en la Cuenca de los años cuarenta. En esos días, empezaba el nacimiento del pueblo grande, quizá con la misma y lenta transformación con la que ahora nos encontramos con una Cuenca de ínfulas de ciudad mayor. ¡murió la golondrina a las seis de la tarde!, A la hora en que solía posarse en los alambres, Rendida, con su oscura librea de ceniza Las golondrinas posiblemente en esos días eran más comunes en la ciudad, y era quizá más probable el levantar de algún descampado o bajo un árbol el cuerpecillo de la minúscula inquilina de torres y campanas, y digo quizá porque no conozco de algún estudio que haya levantado esa estadística, ojala exista. A la luz de un lucero, hallaron detenido Su corazón pequeño, como un grano de trigo ¡nunca volvió a medirla el reloj del rocío!... Hoy es posible encontrar golondrinas, todavía miramos en el claroscuro de la tarde a la remera de los cielos, a la incansable turista; pero eso sí, de forma definitiva no la tenemos como en esos días, las golondrinas no son las mismas, porque la ilusión de que todo tiempo pasado fue mejor es un velado intento que refuerza la añoranza, la morriña de los días más jóvenes.

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Encendía el crepúsculo suntuosos candelabros Y el alhelí tenía miedo de los fantasmas, Cunado sintió, de pronto, la frágil golondrina, Una pesada niebla enredarse a las alas, Esos días, los años cuarenta y en especial en el año que fue publicado el poema, 1946, el mundo sufría la segunda guerra, que incluso alejada de nuestros confines debió aproximar su halo macabro en los hombros de los jóvenes, eran además como alguna vez lo dijo el propio Jara los tiempos de “una vida monótona, con muy pocas expectativas” en los que él participaba de una bohemia intelectual que procuraba “matar el tedio provinciano en los tabernuchos que había en la ciudad”, así lo recoge María Augusta Vintimilla en su estudio introductorio a la antología de Jara. Sintió endurarse el aire, cuajarse en amapola Su sangre, más que sangre, desvelo de la brisa La distancia temporal entre esos años y los de ahora no excluye en uno y otro momento la idea del tedio provinciano. Pues bien, no fue ese tedio provinciano el que permitió las líneas del funeral de la golondrina, no fue tampoco el tiempo en los tabernuchos de la ciudad en donde se ideó ese réquiem; para mí sin duda todo provino de la protagonista, de esa golondrina que propició el poema. La descubrió Jara cuando la llevó hasta la altura de sus ojos y constató que la golondrina mudó de cielo. Se evaporó la abeja que animaba su vida: Solo quedó en la tierra la cápsula de plumas. No tengo ninguna fuente para esa historia, no tengo certeza que realmente Jara caminó en la ciudad-pueblo de los años 40, y levantó, en una tarde, la golondrina; en principio asombrado por la naturaleza que en la palma de la mano capturaba a la flecha que corta el cielo, y que en ese momento Jara percibió la muerte, el tacto a la muerte, a las seis de la tarde, nos cuenta.

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¡murió la golondrina!, le contaron al viento, Y el viento desmayóse en brazos de una niña. ¿Qué más sucedió en ese día? Tal vez algo que el mundo marca en sus calendarios, tal vez un ejército conquistó una batalla y se decidió una guerra o simplemente no sucedió nada de eso, pero en esa tarde, en ese suceso inexplicable que es la creación, nació ese poema. Acaso Jara lo sintió todo, sintió el sollozo de la neblina al ver que no escoltaba su lenta caravana y luego imaginó que el alhelí tenía miedo de los fantasmas, y como la golondrina sintió por primera vez el peso azul del cielo. Pero no precisaron bajar los serafines Para llevar su espíritu a la fronda celeste: Fue tan puro y liviano, que ascendió por si mismo, Como suspiro, aroma, o el sueño de una virgen… Solo Jara puede recordar cómo fue ese día, si existió o no, si fue en esos años cuarenta o si fue antes, cuando él era un niño, si ese recuerdo creció en su corazón o si apareció en su mente, de la nada explotando en forma de ave, de minúscula saeta que enciende la farola de nuestra fantasía.

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Juan Carlos Astudillo S. Muerte, Tiempo y Memoria en la poética de Rubén Astudillo y A. Pregunto si alguien conoció algún poeta que dijéramos llanamente, más amablemente, más certeramente, el de morir (Andrade y Cordero,1969:s/p). En la poesía de Rubén Astudillo y A. las directrices que demarcan su camino son indisolubles entre sí, ya que, en ese universo que propone la construcción de sus palabras, los diferentes caminos se cruzan, intercambian y enriquecen en contactos que permiten vislumbrar sus pertenencias. Procuraré ahora develar las voces con las que el autor reflexiona sobre la Muerte, el Tiempo, la Memoria y los ecos con que los (d)escribe entre líneas, como quien traza una suerte de luz en la caída. Y comienzo este recorrido que, debo acotar, se lo realizará tomando en cuenta textos producidos a lo largo de su obra, sin un ánimo lineal sino, mejor, hurgando entre las palabras que traten y construyan la realidad que el poeta nombra para llamar, para ahuyentar, para cobijarse en esta idea que, en su lírica, ocupa un sitial que propongo convocar. El poeta de las “muertes cuotidianas” Temprano en su lírica Rubén Astudillo y A. reflexiona y escribe sobre la Muerte; así, en Desterrados y en Canción para lobos –poemarios claramente influenciados por los aires existencialistas de A. Camus y de J. P. Sartre-, la voz poética enfrenta su signo con la voluntad de quien devela un temblor, para olvidarlo, para crecerse en el espacio derramado por su ausencia. Ismael Quiles, a propósito de la obra sartreana nos dice que la misma fue –básicamente- un `canto´ a la desazón, al `absurdo´: “…Encerrados en esta vida sin sentido, en esta libertad a la que estamos condenados; dirigidos necesariamente hacia un ideal absurdo porque es un fracaso; y recluidos en una cárcel sin salida, somos simplemente, para Sartre, una absurdidez…” (Quiles,1967:69). En la poética de Astudillo y A. encontramos ecos de esa percepción del mundo:

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La única solución para tanta tristeza […] la tenía la muerte […] Mas Ay Oh Solos Míos, desde que germinó la primera semilla, todo estuvo jugado… todo lo tuvimos para siempre perdido (Astudillo y A.,1960:14) Todo -para siempre- perdido en cuanto la `absurdidez´ de un mundo en donde la vida anula su contraparte en un eterno volverse a ser, y ésta -ausencia-, a su vez, convierte a aquella en un presente cansancio continuo, una larga caída abisal en la cual “Ellos”, los “Febreros 31”, transitan su Ser en espera, simplemente, al margen de toda consciencia: Ellos no saben que van hacia la Muerte. Ellos no saben que han existido en vano […] Que han estado en el Mundo como una cosa más, contingente y absurda (Astudillo y A.,1960:16)

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Nótese el sentido que adquiere la palabra que engloba el sentido del texto: “contingente”1; una cosa “contingente y absurda” que devela como utopía el Abandono: Ni la muerte puede salvarnos Ahora ni Nunca. Porque siempre volvemos, sin querer retornamos… Porque nunca morimos definitivamente (Astudillo y A.,1960:14) La Muerte dejaría de ser la noche en la que el ser se anula y evita seguir deambulando2 en un tiempo desarticulado, sin Nortes ni asideros; la impotencia del hombre consciente en su agonía –que es la del mundo- hace brotar imágenes y tiñe las palabras que marcan dentro, que calan… ¿Por qué tantas existencias fallidas y obstinadamente recomenzadas y de nuevo fallidas, como los torpes esfuerzos de un insecto vuelto patas arriba? (Yo era uno de esos insectos). No me sorprendí; bien sabía yo que era el mundo, el mundo desnudo, que se me presentaba de golpe. Y me ahogaba de ira contra ese enorme ser absurdo, seguro de que no había ninguna razón para que existiera esa larva que se arrastraba… (Sartre. Citado por Quiles,1967:14) 1 “Lo esencial es la contingencia. Quiero decir que, por definición, la existencia no es la necesidad. Existir, es estar ahí, simplemente; los existentes aparecen, se dejan encontrar, pero jamás se puede deducirlos. Hay, según creo, quienes han comprendido esto […] pero ningún ser necesario puede explicar la existencia: la contingencia no es un falso aspecto, una apariencia que se pueda disipar; es lo absoluto, por consiguiente la gratuidad perfecta. Todo es gratuito: este jardín, esta ciudad, yo mismo…” (Sartre. Citado por Quiles,1967:57) 2 “Astudillo deja atrás la tradición literaria que identifica a la muerte con una dama de negro…” (de Bastida,1994:26)

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No se necesita cavilar demasiado para encontrar los ecos de Sartre en las palabras con que inicia Astudillo y A. su recorrido poético. Sin embargo, debemos decir que la voz del poeta cuencano tiene una proximidad mayor con la obra y pensamiento de Albert Camus y su humanismo3 que con el existencialismo del absurdo, como Quiles llama -a brevísimos rasgos- al pensamiento sartreano: “Aquí se cumplió la tristeza / Mañana ya gloriará la Aurora / en las primeras cimas…”, o: Por esa forma de enseñarnos que nada se destruye; que la derrota es una cosa y la destrucción solo la sombra transitoria de un golpe o de un deseo, la vida es bella hasta el temblor de los rumores metafísicos o más allá (Astudillo y A.,1995:40) Astudillo y A. –es mi parecer-, entra y sale del existencialismo sartreano para criticar (poner en crisis) la `realidad´ de un mundo caótico y pronunciar la palabra que pretende la des-esperanza, para desterrarla, para dejar de ser en ella sólo, para conjugarla. Hay que alegrarse, Vida. Hay que alegrarse Muerte. Mañana ya seremos Eternos… Mañana, Ya seremos la Nada. (Astudillo y A.,1960:25)

3 Juan Valdano, en su tesis doctoral Humanismo de Albert Camus, refiriéndose a la obra del escritor francés, precisa: “qué lejos estamos del ambiente opaco y brumoso de las obras de un Sartre o de una Simone de Beauvoir. En realidad, como lo reconoce el propio autor de “La nausea”, este solo aspecto bastaría para diferenciar a Camus del existencialismo sartreano” (Valdano,1968:31).

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Volviendo con Juan Valdano y su estudio sobre el humanismo en A. Camus, leemos: “La muerte se nos presenta así como un hecho que nos sobrepasa, un hecho sin significación y por lo tanto absurdo. Es pues necesario vivir ese absurdo para librarnos del miedo de la muerte y unirnos más al mundo. Así la muerte hace al hombre libre y absurdo a la vez” (Valdano,1968:43). En Canción para lobos –de 1963- encontramos una suerte de conciencia del yo poético que sabe que la Muerte es, al margen de cualquier detenimiento y que nada importan nuestras cavilaciones sobre ella en cuanto “Consecuencia / a la que hay que Abrazar / sin reír / ni llorar…” (Astudillo y A.,1963:19). Y comienza: un día nos borramos un poco más la sombra y quedamos dormidos…(Astudillo y A.,1963:18). Es interesante observar cómo la voz poética procura desmitificarla, describiéndola como, tan sólo, el acto de dormir: cerrar los ojos y dejar-se Ser. Ya no el gran misterio, ya no la posibilidad, la trascendencia de vencer, de habitar el tiempo de lo infinito, sino –simplemente- de vivir esa parte de lo que es vivir: la muerte es la muerte. como un pájaro rojo es un pájaro rojo …] ni más ni menos es es una Consecuencia a la que hay que Abrazar sin reír ni llorar. como Tomarse un Trago, así. (Astudillo y A.,1963:18)

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Ni bien ni mal, simplemente así. La Muerte no es más el final del camino al que se debe alcanzar, ni es una realidad sobre la cual dolerse ni abdicar la voluptuosidad del existir; es, sin más palabras “como beber o amar / como ponerse un traje de estrellas en los huesos…” (Astudillo y A.,1963:19): como marcar un número de teléfono. Como salir del cine. Cortar un sueño o irse playa adentro hacia el vino. la muErte es uNa consecuencia Natural de la Vida. Ni más ni menos es…(Astudillo y A.,1963:19) Muerte, Vida, Ser… todo mediado por la omnipresente vastedad temporal, esa línea que nos marca los pasos, que nos vierte la continuidad como quien sentencia un plazo, un límite al resplandor: nos sacamos el tiempo como un par de zapatos Y encontramos La llave para salvar el Muro. es la muerte, natural y sencilla… (Astudillo y A.,1963:17,18)

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Y empieza, así, otra proyección de la voz lírica que encuentra, entre líneas, la invitación que marca el descubrirse sujeto a la subjetividad que significa el Tiempo4, el cual, en su inasible presencia, se vuelve una constante lírica, quiero decir, una pregunta y su certeza, a la vez, que se desvanecen cuando -por nombrarlo- se extienden en el mismo juego: Entonces habla mi alma o alguien desde ella le recuerda que el tiempo marcha desde el pasado hacia el futuro, así como desde el futuro hacia el pasado y, que el punto de convergencia de este doble movimiento, aquello que concebimos como el vacío es, por encima de su apariencia, el centro generador del universo. La eternidad en permanente estado de recreación… (Astudillo y A.,1994:46,47)

4 El debate con y contra el tiempo –entendido éste como sucesión-, es uno de los “…rasgos dominantes de la literatura contemporánea…” (Sucre,1985:336)

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Mas, atento a esa transparencia cíclica y la incapacidad de ser dentro de este juego de presencias idas para el momento de buscarlas, el hombre fundamenta su continuidad en la Memoria -“Al conjuro de la memoria el tiempo / deja de ser / la espada que no cesa de / cortar y se convierte en campo de luminosas llaves…” (Astudillo y A.,1995:9), única capaz de congelarlo; y el poeta descifra (¿o cifra?) entre sus palabras ese instante que sigue siendo más allá del mezquino tiempo humano –“un día mientras el avión se / deslizaba por una / hora sin tiempo –dónde estaríamos / entonces, en qué minuto de los meridianos oficiales-…”, y su incapacidad: de todos los milagros la Memoria es el único que nos permite contemplar nuestra propia alma mientras se deshace. Y rehacerla. Por Ella volvemos a ser dueños del fuego arrebatado a Dios […] Es nuestra espada contra la invasión de la noche universal... (Astudillo y A.,1994:19) Entonces, la voz poética se encuentra arrojada sobre la continuidad que supone un fin, para, a partir de ella, renunciar-se deshaciendo el Tiempo -como quien se quita los zapatos- con lo que, además, continúa la línea o el tono que – a breves rasgospretende desmitificar los grandes trazos de este drama del hombre: la muertetiempo. En otros pasajes Astudillo y A. vuelve sobre reflexiones que configuran su experiencia circular del Tiempo que, como el hombre, se sufre eterno: Fulgor vencido por sí mismo en los desiertos el tiempo mira su propia muerte como desde el reverso de un antiguo espejo y sueña otra vez con la vida… (Astudillo y A.,1993:59) 121


Nos dice en Celebración de los Instantes5, publicado en 1993, en el cual el poeta se vuelve sobre la idea del Instante y lo que éste significa dentro de la poesía, en la cual deviene en ecos que son imágenes y además momentos en los cuales el tiempo se congela habitado y habitante del ritmo, del decir en la imagen poética, v.gr.: “…la esgrima de menta de / los quindes…” (Astudillo y A.,1995:21); Ante las bailarinas de Beijing el tiempo detiene su galope. La muerte esconde sus puñales y se rinde ante el milagro glorioso de la vida… (Astudillo y A.,1993:87) El Tiempo se detiene ante la cópula del ser, quiero decir que su transcurrir inexpugnable se trunca, se libera en la contemplación de los Instantes del hombre que lo anulan, aquellos en donde se unen el tiempo –su fluidez- y la imagen que lo ostenta –la fijeza-: “El instante es simultáneamente fijeza y vértigo: fijeza en movimiento, vertiginosidad que se fija…”(Sucre, 1985:73) decía Sucre a propósito del ritmo poético de O. Paz, lo que me recuerda que, en la poética de Astudillo y A. se juega una suerte de dialéctica del retorno, en donde todo tiempo y en fin Todo, vuelve siempre a ser parte de lo que fue, completando así el fluir cíclico de su realidad: Todo lo que nos une es el comienzo de nuestra venidera lejanía […] Todo lo que comienza lleva el principio de su final y cada unión el cumplimiento de que todo lo que acerca, aleja… (Astudillo y A.,1994:10).

5 Nótese el título del poemario que es, simplemente, iluminador. Recordemos a Guillermo Sucre: “En el instante, el tiempo deja de ser opacidad sucesiva y reasume su fluir de tiempo original, desligado de la compulsión cronológica […] privilegiar el instante es, pues, privilegiar al hombre como tal…” (Sucre,1985:374). La idea del Instante continuará en la poesía de Astudillo y A., así, en el Crepúsculo de los lobos le escuchamos decir: “los esplendorosos / instantes de / eternidad que intensamente / vivimos y bebimos juntos a lo largo de un / tiempo de / largos, plateados días…”; o: “ese instante de / glorioso resplandor que los /dioses comparten alguna / vez con los / mortales…” (Astudillo y A.,1994:42,57)

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El Tiempo, para Astudillo y A. es una trampa (esto, claro está, no es nada nuevo ya que, como se anotó, es una de las características de la literatura contemporánea) sobre la cual el Hombre debe ejercer su capacidad de ser punto de quiebre entre un pasado que sabe a futuro y un siempre –presente- en el que todos somos -no fuimos ni seremos-, y existimos: “Porque un minuto simple o / un recuerdo simple cuentan más que / la eternidad…” (Astudillo y A.,1995:28). “Los ríos del futuro labran las / escalas / secretas del retorno…” (Astudillo y A.,1995:17) escribe en otro pasaje del mismo poemario significando –quizá- la circularidad de los hechos, la cíclica costumbre del universo: “la eternidad galopa tan lentamente circular…”(Astudillo y A.,2005:73), nos dice en otro, aclarando la idea sugerida, o, para terminar: “mientras atrás ya no se extiende sino el futuro / adelante brillan las lejanas luces del pasado…” (Astudillo y A.,2005:78). Empero, cómo escapar del cansancio que un tiempo que pasa y vuelve a pasar podría acuñar en nuestros ojos, en nuestro entendimiento: para evitar su destrucción bajo el galope de las horas, el hombre tiene que reinventarse día a día […] agarrarse a las olas de la fugacidad del tiempo o edificar una isla en el vacío profundo de la nada… (Astudillo y A.,1994:17), con lo que volvemos, agazapados, a buscar el sendero del Instante, su manifestación exacta de cuánto dura en nosotros; su manifestación, decía, que reclama al hombre como el centro de cuanto tentamos entre palabras, como el punto en el que se estrechan todas la posibilidades: la hierba y las estrellas a su modo definen la eternidad: un sucesivo desfile de recuerdos y al hombre, en medio de ellos, como el centro del círculo sin fin de los instantes… (Astudillo y A.,1994:23)

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Bibliografía: Andrade y Cordero, César. Comentario en la solapa. El pozo y los paraísos, por Rubén Astudillo y A. Quito. Casa de la Cultura Ecuatoriana. 1969. Astudillo y A., Rubén. Desterrados. Cuenca. Universidad de Cuenca. 1960. _______Canción para lobos. Cuenca. Cuadernos “Syrma” de Poesía. 1963. _______El Crepúsculo de los Lobos. Quito. LIBRESA. 1994. _______De la tierra, el fuego y los recuerdos. Quito. Colección País Secreto. 1995. _______El presente tomado y Los himnos del crepúsculo. Quito. CIESPAL. 1995. _______Regreso al sol negro. Quito. LIBRESA. 2005. De Bastida, Rosa. Introducción. Resplandor Plural. Por Rubén Astudillo y A. Quito. Libresa. 1994. 9-63. Quiles, Ismael. Sarte y su existencialismo. Madrid. Espasa-Calpe. 1967. Sucre, Guillermo. La máscara y la transparencia. México. Fondo de Cultura Económica. 1985. Valdano, Juan. Humanismo de Albert Camus. Tesis Doctoral inédita. Cuenca. 1968. 124



Palabra a merced César Carrión / Ana Minga / María de los Ángeles Martínez / Luis Felipe Aguilar / José Castro / Juan Carlos Astudillo S. / Falco / Juan Antonio Serrano / Ernesto Carrión / Carlos F. Vásconez G. / Rocío Soria / Juan Fernando Auquilla / Sebastián Endara / Sebastián Lazo / Verónica Neira / Freddy Ayala Plazarte / María Paula Martínez / José Corral / Pedro López / Cédric Rocher. Primeras palabras Sebastián Zaldumbide / Esteban Vélez / Juan Bermeo Palacios / María Elisa Carrasco / Vilma Abambari / Xime Calle Galvis. Brevensayos Juan Fernando Auquilla: Pasear y re-construir en el mundo daviliano; Peregrinaje con Dávila, en “La Nueva Canción de Eurídice y Orfeo”. Luis Felipe Aguilar: En corazón o en pensamiento. Juan Carlos Astudillo S.: Muerte, Tiempo y Memoria en la poética de Rubén Astudillo y A. Gráficas pag. 89 pag. 82 pag. 16/42/86 pag. 26/52 pag. 12/74 pag. 58 pag. 36/56/66/70 pag. 8/48/90 pag. 62 pag. 4/32/38/ foto portada pag. 20 pag. 102

Ana Vela. Diego Muñoz. Gabriela Bernal. José Antonio Cardoso. Iván Webster. Natalia Carrasco. Virginia Cordero. Reynel Alvarado. Pablo Ramos. Rubén Toalongo. Santiago Neira Juan Carlos Astudillo S. Con el auspicio de

Créditos Dirección: Juan Carlos Astudillo S. tugastudillo@gmail.com Diseño y diagramación: Bernardo Zamora Arízaga. Impresión: Casa de la Cultura Ecuatoriana “Benjamín Carrión” Núcleo del Azuay.



Las palabras llevan las trazas del deseo de transgresión que las impulsa, de rebelión, de apertura y de salida, de búsqueda y de contacto, de liberación o de fuga. La palabra poética es siempre contestataria, su núcleo imaginante es anticonformista, es “levadura y pólvora”, un arma contra censuras, rigideces literarias, tópicos lingüísticos y agotamientos formales como contra sectarismos ideológicos, manipulaciones y opresiones sociales. Saúl Yurkievich


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