La voz de quienes no (siempre) tienen voz es tormenta, sensación y lucha serena contra la corriente de la historia que nos contaron. Es alzar la voz en un silencio que molesta, mostrar en calma los talentos escondidos.
No es esta una revista feminista, sino reivindicatoria de todo aquel que sienta que su lugar no está en la corriente del capricho de moda. Que sea este un espacio para los escritores que navegamos las aguas que están fuera del poder y de las ideas vacuas.
Alejandra Jonte
Francy de los Ríos
Mercedes Chimirri
1 AÑO 1. Nº1. ABRIL de 2023
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Todos los textos han sido cedidos por sus respectivos autores para ser publicados en este magazine de manera desinteresada. Cada uno es responsable de sus dichos y de su obra. Todos los derechos pertenecen a sus respectivos autores.
2 Año 1. Nº1. Abril de 2023 Untextoesunproductocuya suerteinterpretativadebeformar partedesupropiomecanismo generativo. UmbertoEco Entonces,cadalectoresparte imprescindibleenlaconstrucciónde lanovelaquelee. AndreaV.Luna Andrea V. Luna @andreavluna www.andreavlunaescritora.com.ar Alejandra Jonte Francy de los Ríos Mercedes Chimirri John Melhuish Strudwick: En los días dorados, 1907 Trobairitzmagazine @gmail.com IG @trobairitzmagazine Contenido Editorial 3 Safo de Lesbos..............................................................................5 Oda II, a su amante 5 Mary Shelley 6 Frankenstein (fragmento) ..........................................................6 Sor Juana Inés de la Cruz 7 Redondillas a la injusticia de los hombres al hablar de las mujeres 7 Alfonsina Storni ............................................................................8 Dolor 8 Humorarte 9 Alejandra Jonte...........................................................................10 XXL 10 Sobre la autora........................................................................12 Francy De Los Ríos.....................................................................13 El desconsuelo 13 Mercedes Chimirri.......................................................................15 La magia de los objetos 15 Sobre la autora 17 Senderismo sin barreras España ................................................18 José Ramón Gómez Solís 18 Andrea V. Luna ..........................................................................20 El curador en la Biblioteca.......................................................20 Sobre la autora 23 Imágenes que inspiran ................................................................24
Andrea V. Luna @andreavluna
Trovadoras y aventureras Las Trobairitz
Las mujeres siempre estuvimos ahí
Escondida en los intersticios de la Historia de los vencedores, y en la Historia de los vencidos, está la voz de los sin voz.
Poetisa, letrada… rebelde: sor Juana Inés de la Cruz (1651 - 1695) marcó un hito en la historia literaria hispanoamericana. En un ámbito pre-ilustrado, patriarcal, netamente barroco, pero con elementos renacentistas, en un mundo cerrado al porvenir, en una sociedad orientada a no adquirir la modernidad sino a combatirla, se dio en irregular y lo singular, lo que pueda asombrar provocando la paradoja y el juego de contradicciones. Desde allí exhibe con destreza ilustre algunas ideas que hoy son fundamentales y fundacionales de una sociedad en equidad: la sabiduría como realización humana, la c rrespondencia del saber con el ser y la necesidad de la educación en las mujeres. Y, aun así, muere vencida y en soledad. Sin embargo, la suya no fue la primera voz. Antes hubo otras que se atrevieron a quebrar el silencio de su propia época luchando por la configuración de la subjetividad femenina y
con la autoridad necesaria para definir su deseo.
Las trobairitz quebraron, a fuerza de su talento como compositoras, todas y cada una de las normas que las obligaban a ser sujetos pasivos del Amor Cortés y lo adaptaron a sus propias necesidades: componían, protagonizaban, seducían… alzaban la voz y hasta se atrevieron a decir, lisa y llanamente: «No». Durante los siglos XII y XIII tuvieron el coraje de iniciar el debate sobre la igualdad intede las mujeres, la igualdad de sus derechos y salir de la sumisión doméstica para dedicarse a la poesía.
Sea este magazine un sentido y simple homenaje a todas ellas y una invitación para que, desde aquí, nos propongamos darles voz a aquellos que no tienen voz… a todos. Y que lo hagamos con la suavidad que la paz amerita.
¡Hasta la próxima!
Editorial
Sor Juana Inés de la Cruz Alfonsina Storni
Gabriela Mistral Safo de Lesbos Mary Shelley
Gabriela Mistral
Dame la mano
Dame la mano y danzaremos; dame la mano y me amarás. Como una sola flor seremos, como una flor, y nada más...
El mismo verso cantaremos, al mismo paso bailarás. Como una espiga ondularemos, como una espiga, y nada más.
Te llamas Rosa y yo Esperanza; pero tu nombre olvidarás, porque seremos una danza en la colina y nada más...
Safo de Lesbos
Oda II, a su amante
Lesbia, la dicha de los dioses prueba ese mancebo, frente a ti sentado, ese que goza de tu hablar suave, de una sonrisa.
Mírolo ¡triste!; el corazón entonces ríndese opreso; de repente falta voz a mis fauces, mi trabada lengua tórnase muda.
Súbito siento que sutil discurre dentro en mis venas ardorosa llama; huye la vista de mis ojos, zumban ya mis oídos.
Toda me cubro de sudor helado, mas amarilla que la yerba quedo, tiemblo y, cercana de la muerte, exhalo débil suspiro.
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Mary Shelley
Frankenstein (fragmento)
¿Cómo podría llegar a tu alma? ¿No hay palabras suficientes para hacerte comprender que debes volver tus ojos hacia una criatura, tu propio hijo, que te implora bondad y compasión? Créeme, Frankenstein, mi alma era amorosa; pero, ¿no ves que estoy irremisiblemente solo? Si hasta tú, mi creador, me aborreces, ¿qué crees que puedo esperar de tus iguales, que nada me deben? El desprecio y el miedo es lo que experimentan ante mí, tan sólo los glaciares y las altas montañas son mis compañeros, mi refugio. Hace días que ando por estas soledades, viviendo en grutas heladas; son el único sitio donde me siento seguro, los únicos parajes que el hombre no me niega. El cielo gris, la nieve, todo esto, merecen mi respeto y mi adoración porque me tratan con más consideración que tus propios semejantes. Si las gentes supiesen de mi existencia harían lo mismo que tú: levantarían su brazo contra mí.
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Sor Juana Inés de la Cruz
Redondillas a la injusticia de los hombres al hablar de las mujeres Hombres necios que acusáis a la mujer sin razón, sin ver que sois la ocasión de lo mismo que culpáis: si con ansia sin igual solicitáis su desdén, ¿por qué queréis que obren bien si las incitáis al mal?
Cambatís su resistencia y luego, con gravedad, decís que fue liviandad lo que hizo la diligencia.
Parecer quiere el denuedo de vuestro parecer loco el niño que pone el coco y luego le tiene miedo.
Queréis, con presunción necia, hallar a la que buscáis, para pretendida, Thais, y en la posesión, Lucrecia.
¿Qué humor puede ser más raro que el que, falto de consejo, él mismo empaña el espejo, y siente que no esté claro?
Con el favor y desdén tenéis condición igual, quejándoos, si os tratan mal, burlándoos, si os quieren bien.
Siempre tan necios andáis que, con desigual nivel, a una culpáis por crüel y a otra por fácil culpáis.
¿Pues como ha de estar templada la que vuestro amor pretende, si la que es ingrata, ofende, y la que es fácil, enfada?
Mas, entre el enfado y pena que vuestro gusto refiere, bien haya la que no os quiere y quejaos en hora buena.
Dan vuestras amantes penas a sus libertades alas, y después de hacerlas malas las queréis hallar muy buenas.
¿Cuál mayor culpa ha tenido en una pasión errada: la que cae de rogada, o el que ruega de caído?
¿O cuál es más de culpar, aunque cualquiera mal haga: la que peca por la paga, o el que paga por pecar?
Pues ¿para qué os espantáis de la culpa que tenéis? Queredlas cual las hacéis o hacedlas cual las buscáis.
Dejad de solicitar, y después, con más razón, acusaréis la afición de la que os fuere a rogar.
Bien con muchas armas fundo que lidia vuestra arrogancia, pues en promesa e instancia juntáis diablo, carne y mundo.
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Alfonsina Storni
Dolor
Quisiera esta tarde divina de octubre pasear por la orilla lejana del mar; que la arena de oro, y las aguas verdes, y los cielos puros me vieran pasar.
Ser alta, soberbia, perfecta, quisiera, como una romana, para concordar con las grandes olas, y las rocas muertas y las anchas playas que ciñen el mar.
Con el paso lento, y los ojos fríos y la boca muda, dejarme llevar; ver cómo se rompen las olas azules contra los granitos y no parpadear; ver cómo las aves rapaces se comen los peces pequeños y no despertar; pensar que pudieran las frágiles barcas hundirse en las aguas y no suspirar; ver que se adelanta, la garganta al aire, el hombre más bello, no desear amar...
Perder la mirada, distraídamente, perderla y que nunca la vuelva a encontrar: y, figura erguida, entre cielo y playa, sentirme el olvido perenne del mar.
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Humorarte
Alejandra Jonte XXL
Mi destino se gestó el día que me cortaron. Jamás pensé que sería un talle XXL. Tenía la ilusión de compartir tamaño con mis compañeras de rollo. Pero no. Me cortaron grande. Escuché en el taller que es un talle que se vende muy bien, pero lo cierto es que yo tenía la esperanza de un small o medium. Me imaginé chi-
quita, cola less, con destino de pool party, y que en un momento de gran delirio y pasión, me vi arrancada por los dientes de un dios griego vernáculo.
¡Y mira como terminé! En vedetina con corpiño reductor. Me hicieron bastante cavada en mi parte inferior pero arriba… ¡Que capacidad de guardado! Espero que la lycra que da me da cuerpo y los aros que me dan forma, sostengan aquello que ocultaré.
Soy negra y lisa. Discreta y combinable. Si pienso en la talla en que me cortaron, agradezco mi oscuridad. Una flor mal puesta o dibujo loco podría atentar contra el buen gusto. Nunca seré ridícula. Cuando me terminaron de coser y empaquetar, el personal de logística de la marca que me parió, dispuso mi destino. Cruce mis tiras (no digo dedos porque no tengo) para que me mandaran a un shopping, porque siempre desee lo mejor para mí. Ya demasiado tenía con el tamaño como terminar en La Salada o en el Once. Embalada en un pack muy cool, llegue al local a fines de octubre y a la semana de mi arribo me colgaron en de una percha de terciopelo negro con un cartelito al que nadie se quiere acercar: “talles especiales”. En fin. Es lo que hay. Varios clientas estuvieron interesadas por mí, pero les iba grande a casi todas y a un par, muy pequeña.
Recién los primeros días de diciembre me vendieron. Cuando ella entro a local no le tenía mucha fe. Si bien la vi grandota y de curvas generosas, no tenía el perfil de clienta de la marca. Pero cuando cruzamos la mirada supe que mi destino estaba echado.
No fue fácil. Cuando me calzó en su cuerpo por primera vez pensé que no me llevaría. Será inolvidable la cara de espanto que
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puso cuando se vio en el espejo. Yo me salía de la vaina para tranquilizarla y decirle que el problema son las luces dicroicas de los probadores y que jamás, ni la mejor de las modelos, lucen bien con un foco sobre sus cabezas. La celulitis tiene su minuto de gloria en esos cubículos. Pero mi compradora, luego de mirarse un poco, dijo resignada: “por lo menos me entra” y me compró.
Me llevó a su casa y me guardó en un cajón. La mujer, no estaba muy convencida de la compra, pero yo confiaba en su actitud.
Hasta que llegó el día. Lo recuerdo bien. Era un sábado muy caluroso. Me saco del cajón y en el baño de su casa, se vistió conmigo. Debo reconocer que su piel es muy suave, que afortunadamente no tiene vellos inoportunos y desagradables y sobre todas las cosas, es muy limpia.
Cuando calzo mi parte inferior me gusto lo que hizo: ¡me achicó! Me doblo un poquito para acentuar más el cavado, y en verdad hace que su trasero se vea mejor. Un buen efecto óptico. Pero cuando se puso el corpiño, algo pasó. Sentí diferente la piel, y en el seno izquierdo una cicatriz hundida. ¡Apá! ¿Que habrá pasado acá? Me pregunté. Por la forma y ubicación sospeche aquello que luego confirme: mi dueña tuvo cáncer. ¡Y la quise más! Y me jure que le haría pasar lo mejores momentos. Que jamás me iba a correr, ni estirarme ni apretarle la piel con mis elásticos porque la sensación de quedar chica, la podría hacer lucir más gorda. Pobre mujer, con todo lo qué habrá pasado, no lo merece.
Me cubrió con un vestido playero blanco, largo hasta los pies de un lino italiano espectacular, de esos que se arrugan pero en ello, está la clave. Pura fibra natural (que caro que son). Se perfumó, tomó el bolso, se puso un sombrero playero y subió al coche rumbo al country para encontrarse con amigas.
Panamericana era un caos y el calor húmedo y pegajoso de Buenos Aires se hacía sentir más que nunca. Puso música (gracias a Dios no le gusta la cumbia) y el aire acondicionado a full. Puedo decir que me estaba sintiendo de maravilla hasta que un fuerte golpe en la parte posterior del auto lo cambio todo en un segundo.
Ella gritó, se sustó, puteo y se bajó. Era un caos. Un choque en cadena en plena autopista a la altura de Marquez con 39 grados de sensación térmica. Todos empezaron a bajar de los coches, a pelearse y a llamar a lo seguros. Hasta que ella vio a un perrito, mal herido. Corrió a su ayuda. Estaba ensangrentado y no dudó en sacarse el vestido de lino italiano para tapar la herida de su patita trasera.
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No habrían pasado ni 15 minutos cuando un móvil de Crónica TV (¡Firme junto al pueblo!) apareció en escena y nuestra vida cambió. Ella, el perrito y yo fuimos trasmitidos en directo a todo el país. Y ya no me importo ser talla XXL. Sus curvas y aptitud, mi calidad y buen calce, además de su bondad, nos arrojó directamente a la tapa de todos diarios y hasta nos hicieron una nota para la TV.
Hoy, que descanso en el segundo cajón de su placard recuerdo con nostalgia aquellos momentos y sin echar de menos ninguna pool party ni destino ibicenco. Porque sé que ella me quiere, que no me va a regalar, porque juntas fuimos felices y lo seguiremos siendo, a tal punto que ayer sacó pasajes para irnos unos días a Río de Janeiro y hasta me prometió que conseguiría para mí una buena zunga…¡pepepepepe pepepepepe pepe!
Sobre la autora
Alejandra Jonte
Alejandra Jonte, nació en 1968 en San Andrés de Giles, ciudad que es su fuente de inspiración.
Es abogada, mediadora y autora de Ojos de Fuego (2020).
Los libros han estado siempre en su vida. Con ellos pudo, puede y podrá vivir mil vidas, viajar a lugares inimaginables, ganar grandes batallas contra los demonios de la ignorancia y aprender que sin amor nada tiene sentido.
Leer la hizo libre y le dio agallas para concretar el sueño de escribir sus propias historias.
Para contactarse con la autora:
F /alejandra.jonte
IG @alejandrajonte
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Francy De Los Ríos
El desconsuelo
Esa mañana se me desdibujó la vida, mientras esperaba el ferry. No espero que nadie entienda lo que vivo en estos momentos. Si hay algo que no concibo, es la vida y la poca empatía de la gente por lo que en ella compartimos, en nuestras almas, que deberían ser eternas. Yo me llamo: Francisco Ricci. Soy padre y esposo. Nací y crecí en la bella Italia, en lo stivale del mondo. Cuando conocí a Carrie, mi esposa, decidí mudarme a Francia.
Estaba por amanecer, cuando desembarqué en el puerto de Dover. El camino hacia Calais fue largo y tedioso. Mientras conduzco y las llantas ruedan en la carretera, rememoro el camino que realicé hace dos días, cuando recibí la llamada de Carrie, agitada. La esperanza revestida de miedos y zozobra me acompañan por el paisaje rojizo de la planicie y los pensamientos llenos de mil preguntas rodean mi mente. Busco una lógica. Alguna explicación.
A mi hija, la llamé Amapola. Como la flor silvestre de las laderas de Francia. Cuando nació tenía el mismo color en sus mejillas. Siempre ha creído que la vida es un chiste que de continuo la hace reír. Le prometí que al jubilarme la llevaría a conocer la Toscana, también a Venecia. ¡Estas son cosas mías! Porque en realidad ella me ha dicho que quisiera visitar Aluminé. Le pregunté que donde quedaba y, me respondió que en América del Sur.
Por mi trabajo viajo mucho y estoy muy poco en casa. Hay días en que avivando en fuego de la chimenea tiendo a pensar, el tipo de padre que soy. Solo tengo a una hija. No sé si le dedico el tiempo suficiente. La última vez
que la vi, antes de viajar, estaba en su habitación dormida. La besé en la frente y la cubrí con la frazada. Los inviernos en esta ciudad, son muy húmedos. Llueve mucho. Estaba profundamente dormida. En ese momento me di cuenta la hermosa adolescente en que se convirtió. Mi corazón se agitó, tuve un sentir extraño. Me imaginé que era porque pronto entraría a la universidad. Es muy curiosa, como yo: cree en la vida en otros mundos, en los círculos de maíz, en los Ovnis. Muchas veces, tomando café en la cafetería cercana a nuestra
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casa, nos reímos mucho porque ella suele decir que hay un satélite que nos dirige la vida.
El sonido de la respiración se me agita al bajar del automóvil. El crujir de la hojarasca mojada en cada paso que doy hace que mi desconsuelo sea más profundo. En los techos de la cripta corre el agua de la lluvia como catarata. Toda esperanza se desvaneció hace veinticuatro horas atrás, cuando sonó el teléfono a pocas horas de haber yo desembarcado, lleno de alarma por la extraña desaparición de Amapola: la noche anterior no había llegado a dormir a la casa. Carrie, llena de alarma, me llamó…
Pocas horas después de mi llegada, recibimos la llamada de las autoridades francesas: requerían de nuestra presencia para identificar su cadáver. Nos informaron que el cuerpo de mí hija fue hallado en un lago casi a las afuera de la ciudad, sin vida. Que todo correspondía al patrón de un asesino serial que acosaba la localidad y que había tomado la vida de la mia figlia
Hoy, dentro de algunos momentos… la sepulto.
Sobre la autora
Francy de los Ríos
Francy Ríos Brito es su nombre de pila y su seudónimo Francy de los Ríos. Nació en la ciudad de Los Teques, Miranda, Venezuela. En la actualidad vive en la ciudad de Bernal, Buenos Aires, Argentina. Bohemia de nacimiento, soñadora y amante de la buena música, cree fielmente que todos tenemos un Cervantes creador de un hidalgo, y un hidalgo que le da vida a un Don Quijote en nuestro interior que sueña con salir a crear mundos pintorescos.
Fue seleccionada en el concurso español Retazos de papel para su antología con el microrrelato «Un mundo de colores», participó del concurso La Concordia del Museo de la Palabra y fue nombrada embajadora de la palabra por el mismo (2014). Quedo como finalista en el concurso Diversidad Literaria en España para sus Antologías Sensaciones y Sentido y Microfantasía
Ha realizado publicaciones en las revistas literarias Factum y Luz de Dos Lunas en España y Argentina. Por otro lado, es autora de la página de Facebook DIVAS Letras.
Posee varios libros publicados: Vivir… ¿Qué es vivir? (2014), la antología Transcender (2014), El don de San Joaquín de Pariri (2014) y el cuento «A través de tus ojos» en la antología el Silencioso teclado de los anónimos. En la actualidad está promocionando su último trabajo Los molinos de viento (2023) con el sello Editorial Tinta Libre.
Para contactarse con la autora:
F /francy.riosbrito
F https://www.facebook.com/profile.php?id=100087637026570
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Mercedes Chimirri
La magia de los objetos
Ella, sentada al sol en el verde césped del parque familiar; sobre sus rodillas, aquel objeto amado. Los ojos cerrados, centrada en la imagen que evocaba su memoria, los dedos recorriendo el objeto: un libro, un simple libro cargado de significado. La tapa era rugosa, de cuero, fría y suave, con letras labradas: podía seguir con las yemas el recorrido de las mismas y del dibujo que las acompañaba. Lo abrió y sintió el impulso de hacer correr las hojas: un ruido a lluvia, a agua cayendo o a viento que choca con los árboles, era interrumpido por un golpecito, un sonido más pesado, cada vez que sus dedos tocaban la hoja gruesa de una ilustración. Se dejó llevar por la sensación de gozo y de libertad que generaba la misteriosa armonía de las hojas corriendo. Empezó a jugar, tamborileando con suavidad sobre la tapa: toc toc, toc, toc toc toc, toc toc, toc toc toc, toc; creó una música con sus dedos, ágil, casi tribal. Un minuto, dos, tres... cinco pasaron, lo cerró con suavidad y se perdió en la evocación que aquel momento traía a su mente. ¡Cuántas veces durante la etapa dorada de su infancia se había sentado en aquel lugar! Ahora, la magia del recuerdo traía hasta los aromas de aquellos momentos, el de aquel libro, a sahumerio, a sándalo, que se podía reconocer aún bajo el olor a cosa guardada que los años habían acumulado sobre él, formando una especie de
blend que, lejos de estropearlo, parecía favorecerlo. ¡Bendito objeto aquel que la llevaba como en un hechizo por los laberintos del tiempo! Podía casi tocar a su abuela, que estaba de espaldas revolviendo la olla en la que se cocían, a fuego lento, los manjares que la deleitaban cuando era una niña. De repente, se veía entrando junto a sus hermanos, transpirados, luego de chivatear en el parque, en palabras de su abuela y detrás, sus padres, que llegaban conversando, tomados del brazo. Podía escuchar las risas y a su madre gritando alegremente para que se lavaran las manos, mientras ponía el mantel vaporoso sobre la mesa del comedor ¡Tanta vida! ¡Tantos recuerdos!
Abrió los ojos, por fin y la luz del sol de verano inundó sus pupilas, bajó la mirada hacia el precioso objeto que descansaba sobre su falda, lo acarició, lo apretó contra su pecho y admiró, como tantas otras veces, la fina cubierta de color rojo con letras doradas. Las hojas de papel muy fino, que antes había hecho correr entre sus dedos, atraparon su atención, dejó que su mirada se paseara lenta por las letras negras y pequeñas, formadoras de palabras que miles de veces la habían hecho soñar. Recorrió las láminas con delicados y elegantes dibujos que reproducían escenas de los cuentos
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que habitaban ese libro. ¡Qué placer llenaba su espíritu al volver a verlos! ¡Al volver a leerlos!
Lo cerró y lo llevó hasta sus labios y, aunque su intención era besar la amada tapa, le pareció que podía, también, saborearlo. Como si su lengua jugara en la boca de un amante, rozó con levedad la cubierta de la bella tapa y su corazón palpitó con ese pensamiento cruzando su mente. Un gusto, apenas salobre, estimuló sus papilas; sonrió para sus adentros: estaba enamorada, sí, lo estaba, enamorada de aquel libro. No había otro como él en toda su biblioteca, ni en las de otros lugares, era único y esa condición elevaba su valor, más allá de lo material. No existía una persona en todo el mundo que pudiera pagar el precio, porque no lo tenía: era simple, cuando es el corazón el que determina el valor de algo, no hay dinero que lo pueda comprar.
De pronto la abrazaron por la espalda, su esposo en cuclillas le susurró al oído:
¡Querida, todavía estás acá! Ya llegaron todos y están empezando a dividir las cosas, piden que vayas. Está la vajilla de tu mamá, hay algunos adornos y las cosas de valor: el reloj de oro de tu papá y las joyas de tu madre. Preguntan qué te vas a llevar. Ella salió de su ensimismamiento, se levantó, alisó su vestido y sacudió el pasto que se había depositado en su falda. Él la tomó con suavidad del brazo y juntos caminaron hasta la entrada de la vieja casona. Dentro todo era bullicio, discusiones y movimiento. Su hermano tenía una conversación algo subida de tono con su cuñada que, al
parecer, se había peleado con alguien más de la familia para quedarse con un antiguo y delicado juego de café. Sus sobrinos corrieron hacia ella y se abrazaron a sus piernas, ella besó sus cabezas. Los adultos la saludaron y su cuñada se acercó con dos de los mencionados pocillos en la mano.
Hola Elena, ¡al fin estás aquí! Espero que no te interese que me quede con estos pocillos. Al fin y al cabo, tu hermano, también tiene derecho. Lo digo porque parece que tu hermana fuera la única dueña de todo. Perdón, si soy algo brusca, pero esto me altera un poco. ¿No sé qué querés elegir para vos?
No te preocupes, no se preocupen: lo que más me importa ya lo tengo en mis manos.
Buscó la cartera y el abrigo que habían quedado sobre un sillón, se volvió hacia su esposo, él se acercó y saludó con una inclinación de cabeza a los presentes, ella comenzó a caminar erguida y triunfante. Del brazo, como habían entrado, se dirigieron hacia la salida del antiguo caserón familiar. Una vez en la vereda se paró para mirarlo por última vez.
Te amo le dijo él, rodeándola por la cintura . Lo sabés, ¿no?
Ella se volvió hacia él con una sonrisa, mientras apretaba el libro contra su pecho.
Por supuesto que lo sé. Vámonos pronto de acá.
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Sobre la autora Mercedes Chimirri
Argentina, nacida en la Ciudad de Buenos Aires, reside en el barrio de Villa Urquiza. Es escritora, Counselor, consultora psicológica de la corriente humanística y astróloga. Profesa la religión budista desde hace 30 años, lo que ha influido en su escritura abordando temas como la misión, la libertad y el despliegue del potencial. En sus cuentos se reflexiona acerca de la esclavitud, la violencia y la condición humana, en general.
Escribe desde niña, sus primeros pasos fueron en la poesía y unos años más tarde incursionó como cuentista. Su primer libro: El paraíso según Lilith fue editado en 2019 y es una antología de relatos que giran alrededor del mundo femenino, sus luces y sombras. Su segundo libro: Las manzanas del paraíso fue editado en febrero de 2023.
Para contactarse con la autora:
IG @el paraiso según Lilith
F /Mercedes Chimirri
F /El paraíso según Lilith
F /Counselor Mercedes Chimirri
Ilustraciones:
Maximiliano Aregger Chaëros Arts
F @chaeros_arts
IG /chaerosarts
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Senderismo sin barreras España
@senderismoladehesa
José Ramón Gómez Solís
Andrea V. Luna
El curador en la Biblioteca
Era raro. Necesariamente, a los ojos de la mayoría, era raro. No podía ser de otra manera con semejante trabajo. No es que fuera algo fúnebre ni que hiciera fluir el morbo de los demás, sino que, simplemente, era tedioso. Ser curador de libros parecía, así, sin más, la profesión más aburrida del mundo. Metido todo el santo día entre las estanterías abarrotadas de olor a papel húmedo, moho y polvo, andaba siempre con paso lento dando a cada movimiento una impronta de solemne altivez. No es que paseara, no, sino que escrutaba con ojos entrenados cada uno de los tesoros escondidos en los pasillos revisando cuánto daño les había causado la polución o los dedos torpes de los incontables lectores que, a lo largo de la historia de la Biblioteca, los habían terminado por desgastar; detectaba el nivel de gravedad y, si lo consideraba necesa rio, se lo llevaba al taller para iniciar la larga y meticulosa curación.
de ganarle el puesto. Le tenía algo más que bronca. Lo suyo, era algo muy parecido a un odio profundo, nacido de las entrañas y que su propia mente no lograba dominar del todo. Sabía que era una estupidez garrafal, pero no podía evitarlo. La contienda había sido justa: ella había presentado más y mejores credenciales que él y eso le había bastado para ocupar el puesto que él anhelaba con todo su corazón, con todo su ser. Pero eso ya no importaba: ya no había nada que hacer al respecto. Ahora solo deseaba que nadie le entorpeciera el sereno transcurrir de sus días: de alguna manera, no se molestaban. Solamente él se permitía, de vez en cuando, envidiar el contacto con los más preciados libros que guardaban en el Thesaurus al que ella tenía el privilegio de acceder con absoluta libertad: consentirse con los incunables lo era todo para él. Se deleitaba imaginándose con el olor a pergamino impregnando su ropa o entrecerrando los ojos para apreciar mejor la delicadeza de alguna licencia caligráfica o palpar las texturas añosas con morboso placer.
Un día ocurrió lo impensado: ella faltó al trabajo. Y al siguiente, y otro día más… tal vez estuviera enferma: no es que eso le importara, claro… o sí. Esbozó una sonrisa maliciosa y se encogió de hombros mientras comprobaba la
Algunos dirían que era un ratón de biblioteca: tal vez, al fin y al cabo, lo fuera. El licenciado Tarsicio Rorts era un Curador, pero no EL Curador… ese puesto, lo ocupaba desde hacía muchos años una arpía desdeñosa que había tenido el tupé
suavidad de las cerdas del delicado pincel que utilizaría para comenzar a retirar el moho que había invadido un ejemplar de 1895, rescatado de las telarañas de una biblioteca escolar que había sido demasiado descuidada. Se colocó el barbijo y los
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guantes. Con suma precisión y habitual diligencia trabajó en el viejo libro como si estuviera adorando alguna deidad mítica olvidada por el trajín del presente. Estaba absorto en su labor, demasiado: las horas pasaron sin que se hubiera percatado de ello, hasta que una terrible idea hizo que se pusiera de pie con violencia inusitada… ¿Quién estaba cuidando los libros que ella había abandonado?
¡No! No, no, no, no…
Se quitó las gafas y los guantes, ordenó todo y salió de su estrecha oficina rumbo a la del director en la planta baja. No se dio tiempo de esperar el ascensor, sino que subió casi corriendo los dos pisos por la escalera. Se detuvo jadeando frente a la puerta y solo golpeó cuando sintió que estaba listo para efectuar su planteo.
Tarsicio dijo el otro . Me alegra que vinieras: me ahorraste una visita al subsuelo… ya sabes, por mis alergias.
Sí, sabía: él también tenía alergias, sin embargo…
¿Ocurre algo? preguntó con su mejor entonación diplomática.
Sí. Habrás notado que la Srta. Santoro ha inasistido a su puesto de trabajo en los últimos diez días. Bien, lo ha hecho sin presentar ningún tipo de licencia; de hecho, ni siquiera ha avisado por teléfono. Así que, lamentablemente, me he visto en la obligación de… ejem… de desplazarla.
Tarsicio Rorts no podía creer lo que estaba escuchando. El corazón le dio un vuelco. «Me da algo», pensó.
Como te imaginarás prosiguió el Director , la persona lógica para ocupar su puesto eres tú. ¿Qué dices? ¿Lo quieres?
Por supuesto afirmó lacónicamente, conteniendo un grito de felicidad que lo habría hecho quedar muy mal. ¿Cómo no iba a quererlo? Si siempre debió ser suyo… Sintió algo más que un golpe de suerte. Temblaba, pero siguió controlando
la emoción todo lo que pudo mientras permaneció en la oficina revisando el nuevo contrato, repasando sus actuales obligaciones, oyendo instrucciones… obteniendo las llaves del Tesoro… Thesaurus, Thesaurus. ¿Qué le costaba?
Solo cuando puso un pie en el pasillo y cerró la puerta tras sí, se permitió volver a respirar con normalidad. Serenándose a duras penas para no salir saltando y gritando, caminó los pocos pasos que lo llevarían hasta SU nuevo despacho, justo al lado del que había sido su viejo lugar. Colocó la llave en la cerradura y… nada, no hizo nada: simplemente no entró, sino que fue directamente a cumplir su sueño dorado. Tecleó la contraseña de acceso que
acababa de aprenderse de memoria, y entró. La emoción le confundió los sentidos. Por un instante, creyó que el aroma del papel antiquísimo subía arremolinado en tintes ocres hasta el ventiluz más alto, jugueteando en su camino entre los anaqueles y vidrieras termoselladas. Creyó ver que la tinta se liberaba de los pliegos, y las letras subían y bajaban en una danza mágica y sempiterna. Caminó buscando no interrumpir la hipnótica visión en la que se veía inmerso. Por un instante, creyó que pestañear sería una acción hereje, sumido como estaba en aquella atmósfera sublime, y no deseaba de ninguna manera, perder el Edén tan deseado.
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Un sonido lo sacó de su ensimismamiento. No era el lógico tictac de algún reloj, ni nada esperable en una sala tan selecta como aquella. Sin desearlo demasiado, cerró los ojos para prestar mayor atención: nadie podría evitar sucumbir a la curiosidad en un lugar como ese. Pronto, fue capaz de descubrir el lugar de origen y percibir que, extrañamente, el sonido parecía más un murmullo que salmodiaba alguna rara y antiquísima alabanza. Se palmeó ambas mejillas buscando despertar de la somnolencia en la que se había sumido. Recorrió con cierta timidez los pasillos, maravillado por la imponencia de cada ejemplar que se exhibía con el desparpajo y la altivez de saberse único e irrepetible. Un aroma que no debió estar allí le causó un picor incómodo en la nariz. ¿Qué sería? Frunció el entrecejo: ¿Qué hacía allí una cartera de dama? Siguió andando hasta que sus pies y sus ojos muy abiertos no le permitieron seguir avanzando.
¡Un grimorio! exclamó sin poderse contener. No sabía si asustarse por ello y comenzar a rezar o rendirse a sus pies y venerarlo. Por segunda vez, el murmullo pobló la atmósfera que lo rodeaba trayendo consigo aquel aroma penetrante y extraño. El rigor magnético que lo anclaba le dio tregua y consiguió seguir avanzando. Los pies se movían sin él, sin que su mente les indicara a dónde ir. En la constante dubitativa de sus pasos, algo ocurrió: dio un resbalón que le hizo
perder el equilibrio. No cayó de milagro, pero semejante movimiento le hizo cambiar la perspectiva de lo que tenía alrededor: por primera vez, había visto el piso.
¡Ah! Ahogó un grito en la garganta. Debajo de sus pies y salpicando sus zapatos de cuero negro, un reguero de sangre enrojecía los añosos baldozones marmolados. Jadeando y con el corazón desbocado, decidió seguir el rastro. Un paso, dos, tres… o infinitos; no supo cuántos. El murmullo crecía con cada centímetro que lograba avanzar. El espeluznante camino se detuvo frente a una mesilla en la que descansaba, fuera de su necesario lugar de guarda y conservación, un libro abierto en sus últimas hojas, cuyas páginas finales estaban completamente en blanco. Violando cuanto protocolo se le vino a la mente, lo levantó apenas por el lado izquierdo y se agachó para observar mejor la portada. «Bestiarius», leyó antes de cerrarlo. Las yemas de sus dedos desnudos recorrieron los folios, acariciándolos con embelesamiento sublime y devota pasión. Las sensaciones de su cuerpo se encaminaban a convertirse en excitación orgiástica, en el mismo deleite con el que acariciaba a su amante. Observaba los nombres y las ilustraciones hechas a pluma y tinta con pasmoso realismo, deteniéndose en los detalles y en la magnificencia del arte de su autor. No había un orden, pero sí un sustento. La penúltima página que vio le causó horror. «Arpía Desdeñosa», decía el título en una caligrafía exquisita, antigua y sobrecargada de ornamentos; y, donde debía estar la ilustración del monstruo, el dibujo mostraba con desesperante precisión, la figura casi fotográfica de la Srta. Santoro. Un terror pánico se apoderó de su cuerpo handolo temblar de manera descontrolada cuando, sin desearlo él, su mano volteó la hoja para encontrarse con una página que únicamente decía: «Ratón de Biblioteca». Sin más, sus dedos ya no pudieron desprenderse del papel y comenzaron a fusionarse con el ejemplar maldito, deshaciendo a Tarsicio Rorts célula por célula y transformándolo, para toda la eternidad, en un objeto de estudio más para el próximo curador.
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Sobre la autora Andrea V. Luna
Escritora, periodista y profesora en Letras por la UNLP. Lleva publicados doce títulos entre novelas y antologías. Fue productora del premiado podcast Café entre Libros durante nueve años. Miembro de SADE y SEP, directora de Talleres Literarios de cuatro niveles con el auspicio de la UCADE, ha brindado conferencias en la Universidad de Sevilla y en la Universidad Católica de San Luis (siendo ponente plenaria del congreso liLETRAd).
El Fantástico es su especialidad y ha experimentado todas sus variantes, utilizando en sus novelas el Realismo Fantástico. La combinación de un ámbito de naturaleza exuberante con otro opuesto, junto con la idea de que el mundo de las cosas no es tan rígido como lo imaginamos es su eje: más allá de lo que podemos ver hay todo un abanico de posibilidades inexplicables, sorprendentes y dignas de ser contadas desde una visión que privilegia el descubrimiento y el asombro. Para
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contactarse con la autora: F /AndreaVLunaEscritora IG @AndreaVLuna @AndreaVLunaEscritora IN AndreaVLuna www Https://andreavluna.com.ar E-mail andreavlunalibros@gmail.com
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Donde los escritores nos sentimos menos solos.
Imágenes que inspiran Andrea V.
Luna Ushuaia 2023