

AGRESIONES SEXUALES EN LÍNEA
INCIDENCIA Y EXPERIENCIA EN EL ESTUDIANTADO DURANTE EL CONFINAMIENTO 2020-2021 LUZ MARÍA VELÁZQUEZ REYES GABRIEL RENATO REYES JAIMES

LUZ MARÍA VELÁZQUEZ REYES

https://orcid.org/0000-0003-4613-5405
Doctora en Pedagogía por la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM; es miembro del SNII y perfil PRODEP; docente investigadora del ISCEEM, sede Toluca; acreedora en 2009 de la Presea al Mérito en Prevención, Combate y Eliminación de la Discriminación en el Estado de México; recibió el estímulo al desempeño como servidor público Estímulos 2022 (PRODEP). Pionera en líneas de investigación: estudiantes, violencia en la escuela, violencia en las relaciones sentimentales y violencia a través de las TIC; ha participado en las ediciones de la Conferencia Mundial sobre la Violencia en la Escuela, realizadas respectivamente en Québec, Canadá (2003); Bordeaux, Francia (2006); Lisboa, Portugal (2008); Mendoza, Argentina (2011); Lima, Perú (2015); Québec, Canadá (2018); Guadalajara, México (2020) y Sevilla, España (2023). Ha publicado más de 50 artículos en revistas indexadas y 10 libros, entre los más recientes: El cuerpo como campo de batalla y Educación y resiliencia.
Agresiones sexuales en línea. Incidencia y experiencia en el estudiantado durante el confinamiento 2020-2021
Agresiones sexuales en línea. Incidencia y experiencia en el estudiantado durante el confinamiento 2020-2021
Luz María Velázquez Reyes
Gabriel Renato Reyes Jaimes

Delfina Gómez Álvarez
Gobernadora Constitucional
Miguel Ángel Hernández Espejel
Secretario de Educación, Ciencia, Tecnología e Innovación
Subcomité Editorial del ISCEEM
Dr. Bernardo García Martínez
Presidente
Dr. Gabriel Renato Reyes Jaimes
Secretario Técnico
Dra. María del Carmen Gutiérrez Garduño, Lic. Roberto González
Almora y Dr. Pedro Atilano Morales
Asesores Técnicos
Dr. Rubén Madrigal Segura, Mtro. Enrique Pacheco Reynoso, Mtra. Lourdes Georgina Jiménez Vidiella, Dra. María Guadalupe Velasco Giles y Dra. Ana Belem Diosdado Ramos Vocales
Agresiones sexuales en línea. Incidencia y experiencia en el estudiantado durante el confinamiento 2020-2021. © Primera edición. Instituto Superior de Ciencias de la Educación del Estado de México, 2025
D.R. © Instituto Superior de Ciencias de la Educación del Estado de México. Ex-Rancho Los Uribe s/n, col. Santa Cruz Atzcapotzaltongo. C.P. 50290, Toluca de Lerdo, Estado de México. Teléfono: 722 914 85 60. Correo electrónico: difusion@isceem.edu.mx. Página web: www.isceem.edomex.gob.mx
© Dra. Luz María Velázquez Reyes
© Dr. Gabriel Renato Reyes Jaimes © Daniela Limón (ilustraciones)
Diseño digital
Theuzette Patricia Mejía Loza Hilda Nelly Torrealva Meza Luz María Hernández Becerril
ISBN: 978-607-9055-50-9
Número de autorización del Consejo Editorial de la Administración Pública Estatal
CE: 228/01/15/25
La presente obra fue dictaminada bajo el sistema de doble ciego y cuenta con el aval de los dictámenes de pares académicos especialistas en el área.
Se autoriza la reproducción total o parcial del libro, siempre y cuando se cite la fuente completa y su dirección electrónica. Esta obra está bajo una licencia CC BY-NC-SA 4.0.

Publicado en México
VERSION PRELIMINAR
Tabla
Tabla 5. Incidencia
de ciberviolencia en condición de cibervíctima, ciberagresor/a y ciberespectador
Tabla
Tabla
Tabla 8.
Tabla
VERSION PRELIMINAR
Tabla 10. Ciberacoso: incidencia grave o severa o sistemática
Tabla 11. Ciberviolencia
Tabla 12. Incidencia de ciberviolencia sexual en mujeres y hombres. Condiciones cibervíctima, ciberagresor y ciberespectador
Tabla 13. Incidencia en la relación social con ciberagresor/a 124
Tabla 14. Relación ciberagresor/a género 125
Índice de figuras
Figura 1. Arquitectónica categorial 30
Figura 2. Matriz categorial: análisis axial, análisis refinado 45
Figura 3. Violencia relatada 68
Figura 4. Ciberviolencia sexual relatada 72
Figura 5. Descriptores en la narrativa estudiantil de la ciberviolencia sexual 73
Figura 6. Estrategias de afrontamiento 112
Figura 7. Personas de confianza con quienes se comparte la experiencia de la Ciberviolencia sexual (CVS) 118
Prólogo
La violencia es el signo de nuestro tiempo, esto no significa que en otras épocas no haya existido la violencia. Lo característico de nuestra época es que la violencia se ha multiplicado en sus formas y se ha exacerbado a partir de las condiciones de vida más desiguales e injustas. Asimismo, por la enorme y cada vez más creciente producción de instrumentos de violencia, que no son las armas que conocemos convencionalmente como herramientas de destrucción, sino los instrumentos cotidianos que empleamos en nuestras actividades de la vida diaria, como los dispositivos tecnológicos que nos acompañan casi en todo momento, y que se han convertido en instrumentos para ejercer el poder y la violencia, en especial las llamadas Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) que están presentes en todas nuestras relaciones, incluso en las amorosas.
Cabe señalar que las ciberviolencias en las relaciones de pareja resultan particularmente ominosas. Para Sigmund Freud, lo ominoso ocurre cuando algo familiar que tiene un sentido conocido y cotidiano se convierte en amenazante y cobra una significación distinta y aterradora, tal es el caso de las relaciones amorosas donde se espera protección, cariño, cuidado, atención, seguridad y amor; pero se vuelven ominosas cuando se convierten en relaciones violentas, destructivas y crueles.
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Paradójicamente las tecnologías digitales que se crearon como medios para favorecer y facilitar la comunicación, se han tornado ominosas en las relaciones de pareja, si bien por momentos han favorecido los vínculos, también se han convertido en instrumentos de poder, daño y crueldad.
La violencia es el signo de nuestro tiempo porque se torna ominoso lo que no era, lo que no debería ser violento. Esto no es efecto del desarrollo tecnológico por sí mismo, sino de las condiciones sociales que han propiciado su empleo violento.
VERSION PRELIMINAR
El neoliberalismo, como forma social hegemónica, no sólo es una ideología económico–política, sino una racionalidad que convoca a formas de vida particulares que nos convierten en homo económicus: el sujeto neoliberal es convocado a convertirse en empresario de sí mismo, a percibirse como capital, productor y fuente de sus ingresos, pero también como mercancía que debe producirse de la mejor manera para tener “mayor valor” en el mercado. Es convocado a ver la vida como inversión sobre sí mismo, como capital humano, para obtener ganancias a partir de sí. Esto implica hacerse cargo fundamentalmente de sí mismo, pues nadie hará por él, lo que no haga por sí mismo. Nadie, ni las condiciones sociales son responsables de lo que le pase. Entonces es el encargado de procurarse placer. Invierte tiempo, esfuerzo y aprendizaje en su capital humano para llegar a ser excelente en el trabajo y gozar al máximo bajo la lógica de un hedonismo individual, egocéntrico y egoísta.
Esta racionalidad hace ver al otro como un sujeto del que hay que aprovecharse para alcanzar los fines propios, ya sea de desarrollo personal, placer o acumulación de riqueza. El sujeto neoliberal es invitado a usar a otro en su beneficio, aprovecharse de él, así que emplea diversas estrategias de poder para gobernar sus acciones a su favor. Cuando esto no es posible o ya no interesa, el ejercicio del poder se convierte en violento. El otro es visto como mero objeto de uso, de abuso y de destrucción. Esto acentúa que la violencia sea signo de nuestro tiempo, y una convocatoria generalizada y normalizada: “busca tu éxito y bienestar, aunque tengas que usar a los otros como cosas y destruirlos”.
Las ciberviolencias son formas emblemáticas de las violencias actuales, de ahí la importancia de su estudio. El libro Agresiones sexuales en línea. Incidencia y experiencia en el estudiantado durante el confinamiento 2020-2021 de Luz María Velázquez Reyes y Gabriel R. Reyes Jaimes nos presenta una investigación muy relevante para tratar de comprender la magnitud, características e implicaciones de las ciberviolencias sexuales a través de una indagación con 6952 adolescentes y jóvenes del Estado de México. El estudio muestra la incidencia y la diversidad de modalidades con que se llevan a cabo estas agresiones, una tipología que lamentablemente va en aumento, por lo que requiere actualizarse constantemente.
Los autores no sólo brindan datos muy relevantes sobre esta problemática, también consiguen transmitirnos las experiencias de personas que han sufrido algunas de estas violencias de carácter sexual.
Cabe destacar que el tema de las ciberviolencias como objeto de investigación es relativamente reciente, apenas desde 2012 a la fecha se ha advertido un crecimiento importante de estudios sobre estas cuestiones; en contraste con relación a la década anterior que apenas contemplaba pocas indagaciones al respecto.
El dinamismo que presenta esta área de conocimiento por el incesante desarrollo de las tecnologías y la creciente innovación de dispositivos hace que las violencias que emplean las TIC cambien aceleradamente. Se requiere reconfigurar las tipologías, así como analizar las nuevas formas y sus implicaciones. Estas circunstancias han incidido en que haya poca teorización sobre estas violencias. El libro Agresiones sexuales en línea. Incidencia y experiencia en el estudiantado durante el confinamiento 2020-2021, que ahora presentamos, tiene la virtud de brindar una serie de planteamientos teóricos que permiten avanzar en la tarea de hacer más comprensibles los fenómenos que están implicados.
Por todas estas razones, esta publicación está llamada a ocupar un lugar de consulta necesaria para quienes estén interesados en estudiar las ciberviolencias de carácter sexual, su papel en las relaciones amorosas y el ciberacoso.
Raúl Enrique Anzaldúa Arce (UPN)
Presentación
El propósito central del libro Agresiones sexuales en línea. Incidencia y experiencia en el estudiantado durante el confinamiento 2020-2021 se enfoca en reportar los hallazgos de la investigación en dos áreas. La primera encargada de documentar la incidencia global e incidencia severa o sistemática en tres dimensiones: ciberviolencia sexual, ciberviolencia en las relaciones sentimentales y ciberacoso. Además, comprender la experiencia con las agresiones virtuales de carácter sexual padecidas (cibervíctima), perpetradas (ciberagresor) y observadas (ciberespectador) en 6952 adolescentes y jóvenes estudiantes de secundaria, preparatoria y licenciatura en el Estado de México, durante el confinamiento 2020-2021. El análisis se basa en la confluencia de las perspectivas de la sociología cultural de las emociones (Illouz, 2020), la antropología de la crueldad (Segato, 2016, 2018 y 2023), el sexismo institucionalizado (hooks, 2017)1 y la crítica a la hegemonía de las TIC en la vida cotidiana del estudiantado.
La intención de este libro consiste en apelar a la interlocución y, por ende, convocar distintas perspectivas teórico-políticas cuyo sentido no se centra en abonar a la polémica, sino en resaltar los puntos de coincidencia. La aportación de la sociología, la antropología y la filosofía no son aquí regateados en ningún sentido. Antes bien, se busca que abreven en estas páginas como un enriquecimiento de ópticas diferentes para el esclarecimiento y comprensión de la experiencia estudiantil con respecto a la violencia sexual en línea.
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El libro se ha concebido como un texto de divulgación que lo mismo puede ser leído como un texto académico de interés para docentes, estudiantes de investigación, padres y madres de familia y, simultáneamente, para un público adolescente y juvenil que pueda aprovechar la experiencia de sus pares y con ello enriquecerse para convivir en línea, así como para afrontar la ciberviolencia en todas sus vertientes.
Influenciados por Benjamin (2013) perseguimos contar la historia de los olvidados, en este caso -las víctimas- de la ciberviolencia sexual. Intentamos seguir lo más fielmente posible su perspectiva de trabajo metodológico, al que concibe como:
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Método de este trabajo: montaje literario. No tengo nada que decir. Sólo que mostrar. No hurtaré nada valioso, ni me apropiaré de ninguna formulación profunda. Pero los harapos, los desechos, esos no los quiero inventariar, sino dejarles alcanzar su derecho de la única manera posible: empleándolos (p. 462).
1 bell hooks, autora y activista feminista prefiere escribir su nombre (seudónimo) con minúscula, decisión basada en una postura política. Los autores de este texto han decidido respetar la decisión de hooks, a pesar de tratarse de un trabajo académico y de investigación.
A partir de los fragmentos de experiencia adolescente y juvenil pretendemos reconstruir el aire de nuestro tiempo, el tiempo ahora, como le llama Benjamin, un tiempo hiperconectado, aunque no por ello mejor comunicado.
La división de los capítulos obedece a la lógica de privilegiar la exposición de la voz del estudiantado. La estructura se articula a partir de exponer el contexto cultural contemporáneo en el que habitan niñas, niños, adolescentes y jóvenes estudiantes (capítulo Las agresiones en línea: incidencia y experiencia). El capítulo referente a la Metodología se construyó para dar respuesta a las preguntas de investigación planteadas. El capítulo dedicado a los Resultados se enfoca en mostrar la incidencia de agresiones en línea en tres dimensiones: ciberviolencia sexual, en las relaciones sentimentales y ciberacoso. El capítulo titulado, La narración de la experiencia con la ciberviolencia despliega el contenido principal del libro: la experiencia comunicable en la propia voz del estudiantado respecto a la ciberviolencia sexual. Finalmente, se cierra con la discusión y las conclusiones.
Vale la pena anotar que los dibujos que ilustran esta obra son reproducciones, tipo anime, que corresponden a las fotografías compartidas por los jóvenes que respondieron el cuestionario. Decidimos no reproducir las fotografías originales por respeto a la privacidad de los autores y/o participantes en el estudio, de acuerdo con la Ley General de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes.
Finalmente, para facilitar la lectura del texto hemos integrado un glosario que permita consultar constantemente los términos y conceptos que pudieran ser desconocidos para los interesados, pero no especialistas en el tema. Confiamos en que sea de utilidad para entender, de forma amplia, la realidad que enfrentan adolescentes y jóvenes en el ciberespacio.
Introducción
Hoy todo son dispositivos
Y más dispositivos. Y pronto todo el mundo tendrá uno Los niños de tres años tendrán tablets
Y todo el mundo conocerá todo lo relacionado con los demás y mucho antes de que lleguen a conocerse y por eso nadie querrá conocerse nadie querrá conocer a nadie nunca jamás. Y todos serán unos solitarios como lo soy yo hoy.
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Bukowski
The continual condition
Vivimos en un universo tecnológico que nos invita e insta a desplegar nuevas formas de relacionarnos. Actualmente, niñas, niños, adolescentes, jóvenes, hombres y mujeres adultos disfrutan del equipamiento de un amplio y variado arsenal de instrumental técnico. Sibilia (2020) denomina este fenómeno de la vida contemporánea como la compatibilización con infinidad de dispositivos digitales. Los dispositivos se han convertido en una extensión del cuerpo en movimiento, como ya lo había advertido (Benjamin, 2008a); de esta manera, nos acompañamos del celular en la totalidad de espacios y tiempos, caminamos, comemos, dormimos y fundamentalmente nos relacionamos con y a través de las pantallas. En este sentido, “los instrumentos se han apoderado de nosotros. Nuestros contemporáneos viven casi exclusivamente y no pueden vivir sino en, con, de y para sus aparatos” (Anders, 2001, p. 287).
Según Sibilia (2020) no sólo estamos rodeados de artefactos, sino que nosotros nos hemos artefactizado, a tal grado que preferimos percibir la realidad a través de una pantalla. Por citar otro ejemplo, la asistencia a un concierto en vivo paradójicamente es disfrutado a través de la pantalla del celular lo que implica que pasen imperceptibles los microshock. Pegados a la pantalla desatendemos las transformaciones
profundas del aparato perceptivo (Benjamin, 2008a). Así lo muestra el síndrome de la llamada imaginaria también conocido como síndrome de la vibración fantasma, esto es tener la sensación de que el celular tiembla sin que efectivamente sea así.
En el bosque digital de páginas que es Internet (Han, 2023, p. 24) la fascinación por la técnica (Heidegger, 2003) ha devenido en una identidad como homo celularis (Eco, 2008), o en palabras de Han (2021), homo virtualis u homo digitalis, un ser de la información o phonosapiens cuya característica distintiva es mostrarse como un jugador divertido (Han, 2014b). Es decir, un ser distraído (Benjamin, 2008a), un sujeto inusitadamente informado que despliega comportamientos y relaciones sociales sospechosas como el phubbing (prestar más atención a los dispositivos que al interlocutor), la nomofobia (apego y adicción al celular), la primacía de la relación con la imagen sobre el texto, que conlleva “a la preferencia por las short story sobre la narración” (Benjamin, 2009, p. 51), con la incesante repetición de lo mismo (Benjamin, 2008a). La red social Tiktok probablemente sea el ejemplo por antonomasia de esta repetición al infinito de los mismos chistes, memes, canciones, bailes, etcétera, en diferentes escenarios, diversos actores, empero, reproduciendo una y otra vez el mismo contenido.
Por si esto fuera poco, la compatibilidad con artefactos digitales (Sibilia, 2020) trae aparejada la visibilidad. Con la conexión 7/24 se abre paso a cuerpos y subjetividades artefactizados que dan pie a modos históricos, usos del tiempo y del espacio sui generis como habitar en modo wifi, vivir conectados y visibles, impactando la forma en la que nos relacionamos con nosotros mismos y con los otros. Enredados en la red de las redes socio digitales, mejor conocidas como “redes sociales” (RS) los cibernautas migran constantemente de plataforma. Así, se ha transitado de Facebook a una vida instagrameada (Sibilia, 2020) y más recientemente a modo tiktokero, generando un mundo atiborrado de imágenes.
Bajo el régimen de la información (Han, 2022), el exceso de ésta (Bauman, 2011), la infodemia, propicia una crisis de la escucha (Han, 2021). Habitamos una sociedad de la información que se encuentra bastante lejos de configurarse como comunidad (Han, 2022 y 2023). Cohabitamos en la sociedad de la transparencia, cuyo distintivo es el de desnudarnos real y metafóricamente en la red (Han, 2021).
Ampliamente seducidos e incluso hipnotizados por la técnica, como lo había señalado Heidegger (2003), la generación postalfa ha aprendido más palabras de las máquinas que de su madre (Berardi, 2007). Actualmente se padece de un frenesí de la información (Han, 2022), “almacenamos inmensas cantidades de datos y percibimos la realidad a través de una pantalla” (Han, 2021, p. 38), en lugar de guardar recuerdos. Incluso las “Historias” publicadas en las RS no narran, únicamente publicitan (Han, 2023) y dan origen a que las imágenes digitales se conviertan en objetos consumibles que no generan empatía. Hoy los storytelling están en auge. Se trata de una estrategia de marketing que valoriza artificialmente lo que no tiene valor, y todo se reduce a consumo, narrativas emocionales efímeras. Han (2023) habla de una crisis de narración.
La digitalización obnubila a través de la diversión, el consumo y el placer, dado que la mediocracia significa una constante escenificación de entretenimiento y placer. Entonces, tenemos que ser felices (Cabanas e Illouz, 2019; Berardi, 2007) y ostentar belleza digital (Bauman, 2012; Sibilia, 2020; Han, 2021). Estos imperativos se han convertido en contemporáneos. Con ellos hemos pasado de “juventud divino tesoro” a “juventud secuestrada por lo digital”, que suele ser impactada por el imperio de la felicidad (Berardi, 2007).
Sin duda alguna, son inconmensurables los beneficios de las TIC y de la conexión. Empero, este lado luminoso va aparejado de uno sombrío (Bauman, 2011) alimentado por la vulnerabilidad ante la exposición de la mirada del otro, la espectacularización de la relación social atravesada por imágenes (Sibilia, 2020), la dispersión o incapacidad de concentrase, el zapping, la hiperproliferación de las selfies, el uso indiscriminado de photoshop, además de la manipulación en la toma de decisiones. Por otro lado, se sabe ampliamente que pocos boots son suficientes para cambiar el clima electoral de un país (Han, 2022), situación que impacta en la democracia. Además de fenómenos como la proliferación de discursos de odio y la ciberviolencia que moldea a la convivencia, por mencionar algunos de los daños colaterales.
VERSION PRELIMINAR

Los usuarios contemporáneos se encuentran equipados tecnológicamente, empero aglutinados en enjambres digitales. Cada uno vive en infoburbujas autistas (Han, 2022) que avivan el autismo social (Berardi, 2003) del día a día mundial. Lamentable esta situación provoca que los internautas se encuentren irremediablemente solos en medio de multitudes digitales.
I. LAS AGRESIONES
EN LÍNEA: INCIDENCIA Y EXPERIENCIA

Violencia en línea. Conceptualización
Agresiones sexuales en línea. Incidencia y experiencia en el estudiantado durante el confinamiento 2020-2021 aborda la experiencia, repercusión y daño de las agresiones en el estudiantado mexiquense a través de la pantalla. Se entiende por ciberviolencia la difusión de información ofensiva a través de las TIC. Se trata de agresiones en línea cometidas, instigadas o agravadas, en parte o en su totalidad por las TIC, dado que éstas se emplean para hostigar, molestar, ofender, excluir, denigrar, ser cruel, apelando a la facilidad e inmediatez de la comunicación virtual. Es una forma de invasión, en el mundo y la vida de la cibervíctima, de forma repetida, disruptiva y no consensuada que utiliza la protección que ofrece actuar a través de una pantalla. Suele ser suficiente una sola ocasión para dañar a la persona y convertirla en víctima.
Entre las manifestaciones se encuentran el ciberacoso, la pornografía no consentida, el video porno de la venganza, los insultos de cualquier tipo (homofóbicos, de odio, racistas, clasistas, sexistas) y, por actividad online; insultos y acoso por motivos de género, la práctica de “quemar”, la sextorsión (extorsión sexual), las amenazas de violación y de muerte; las propuestas e invitaciones sexuales, la recepción de nudes, packs, o sexting, la difusión de sexting no consentido, el doxing (revelar información personal y confidencial de una persona a través de Internet, incitar a otros a acosarla y, en el peor de los casos, convertirse en amenazas reales contra la seguridad e integridad física de la víctima); el cortejo hostigante, la celotipia y el control de conducta online, el ghosting (cortar en línea), “los discursos de odio (publicar o compartir contenido violento, consistente en retratar a las mujeres como objetos sexuales u objetivos de violencia, y el uso de comentarios sexistas e insultantes, abusando de las mujeres por expresar sus propios puntos de vista o por denunciar haber sido víctimas de violencia” (Vega, 2019, p. 26), y un largo etcétera que se incrementa día con día, debido a la característica de la violencia de metamorfosearse según la época.
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Es sabido que las prácticas de violencia digital de género van cambiando conforme avanza la tecnología, por ello, se exponen a continuación diferentes definiciones.
VERSION PRELIMINAR
ONU Mujeres, define la violencia digital como “aquélla que se comete y expande a través de medios digitales (RS, correo electrónico o aplicaciones de mensajería móvil, por ejemplo) y que causa daños a la dignidad, la integridad y/o la seguridad de sus víctimas” (ONU Mujeres, 2020, p.1).
La Organización de Estados Americanos (OEA, s/f) define a la violencia de género en línea o ciberviolencia de género contra la mujer como:
todo acto de violencia por razón de género contra la mujer cometido, con la asistencia, en parte o en su totalidad, del uso de las Tecnologías de la Información y la Comunicación, o agravado por este, como los teléfonos móviles y los teléfonos inteligentes, internet, plataformas de medios sociales o correo electrónico,
dirigida contra una mujer porque es mujer o que la afecta en forma desproporcionada (p. 7).
La OEA ofrece la siguiente clasificación de la violencia de género digital:
1) creación, difusión, distribución o intercambio digital de fotografías, videos, autoclips de naturaleza sexual o íntima sin consentimiento, 2) acceso, uso, manipulación, intercambio o distribución no autorizada de datos personales, 3) suplantación y robo de identidad, 4) actos que dañan la reputación o credibilidad de una persona, 5) actos que implican la vigilancia y monitoreo de una persona, 6) ciberhostigamiento, 7) ciberacoso, 8) ciberintimidación, 9) amenazas directas de daño, 10) violencia física facilitada por la tecnología, 11) abuso, explotación de mujeres y niñas a través de las tecnologías, 12) ataques a grupos, organizaciones o comunidades de mujeres (p. 23).
El Consejo de Europa define el discurso de odio en línea como:
Todas las formas de expresión que comparten alientan, promueven o justifican el odio, la xenofobia, el antisemitismo o cualquier otra forma de odio basado en la intolerancia, incluido el nacionalismo agresivo, el etnocentrismo, la discriminación y la hostilidad de las minorías, los emigrantes o las personas de origen extranjero (Council of Europe, 2003, p. 2).
El mismo organismo internacional define el discurso de odio sexista como expresiones que difunden, incitan, promueven o justifican el odio basado en el sexo (Council of Europe, 2019).
La Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia define la violencia mediática como:
Todo acto a través de cualquier medio de comunicación, que de manera directa o indirecta promueva estereotipos sexistas, haga apología de la violencia contra las mujeres y las niñas, produzca o permita la producción y difusión de discurso de odio sexista, discriminación de género o desigualdad entre mujeres y hombres, que cause daño a las mujeres y niñas de tipo psicológico, sexual, físico, económico, patrimonial o feminicida (Artículo 20 Quinquies)
La misma Ley define violencia digital como:
Toda acción dolosa realizada mediante el uso de tecnologías de la información y la comunicación, por la que se exponga, distribuya, difunda, exhiba, transmita, comercialice, oferte, intercambie o comparta imágenes, audios o videos reales o simulados de contenido íntimo sexual de una persona sin su consentimiento, sin su aprobación o sin su autorización y que le cause daño psicológico, emocional, en cualquier ámbito de su vida privada o en su imagen propia. Así como aquellos actos dolosos que causen daño a la intimidad, privacidad y/o dignidad
de las mujeres, que se cometan por medio de las tecnologías de la información y la comunicación. (Artículo 20 Quáter)2
Por su parte, la Comisión de Banda Ancha para el Desarrollo Sostenible, impulsada por la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT) y la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) concibe a la violencia contra las mujeres como:
Un conjunto emergente de contenido y comportamiento antisocial, agresivo y violento está disponible para cualquier persona que inicie sesión en Internet, independientemente de su edad, género, cultura o valores. En la era de Internet, las redes de redes de <inteligencia distribuida> y las plataformas móviles accesibles están llegando a los rincones más remotos del mundo. El acceso a Internet móvil significa que estos pueden venir en cualquier momento y pueden seguir sus objetivos en todas partes. Estas violencias se ejecutan de la mano de la impunidad. Los perpetradores rara vez son responsabilizados, en parte debido a la deficiencia de los sistemas de justicia para procesar a los delincuentes. En este tenor, las barreras sociales, las limitaciones de los recursos legales y otros factores dificultan el acceso a la justicia para muchas mujeres (Vega Montiel, 2019, p. 28).
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Para el caso del EdoMéx el Instituto de Transparencia, Acceso a la Información
Pública y Protección de Datos Personales del Estado de México y Municipios (Infoem) retoma los conceptos de violencia mediática y digital que define la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia. En su Breviario del desarrollo normativo sobre la violencia digital en México presenta diversos conceptos relacionados con la ciberviolencia. (2021).
VERSION PRELIMINAR
La ciberviolencia en las relaciones sentimentales es un patrón de conductas agresivas y coercitivas, a través de Internet, RS o dispositivos que un miembro ejerce contra la pareja sin el consentimiento de esta. En este sentido, se digitalizan, o “actualizan”, comportamientos de antaño como el hostigamiento, la intimidación, el control, los celos, el acecho y la dominación; generando sentimientos tales como vergüenza, miedo y desamparo. La Ciberviolencia en el Noviazgo (VN) o Ciber Dating violence, como se conoce en el ámbito anglosajón refiere:
al abuso cibernético hacia la pareja, se realiza mediante comportamientos tales como revisión de correo electrónico, dispositivos, llamadas constantes para controlar, usar localizador digital para saber ubicación, solicitud de prácticas sexuales no deseadas, hostigamiento, insultos, amenazas, coerción, cortejo hostigante, celotipia, ghosting, chantaje, amenazas e incluso publicación de fotografías íntimas o difusión de rumores (Martín-Montilla, et al., 2016, p.410).
2 En 2021 la activista Olimpia Coral Melo promovió la visibilización y sanción de la violencia digital. Este concepto y diversas reformas realizadas a un conjunto de leyes constituyen la llamada Ley Olimpia.
A nivel mundial, paulatinamente se han publicado investigaciones que abordan el impacto de la pandemia y de las medidas de confinamiento. Este estudio tiene la intención de aportar conocimiento acerca de lo que le aconteció al estudiantado mexiquense durante dicho periodo.
Referentes teóricos
Agresiones sexuales en línea. Incidencia y experiencia en el estudiantado durante el confinamiento 2020-2021 se aborda desde un horizonte teórico amplio que incluye la sociología cultural de las emociones (Illouz, 2020), la antropología de la crueldad (Segato, 2016, 2018, 2023), la filosofía de la desigualdad y el neoliberalismo sexual (De Miguel, 2015), el sexismo institucionalizado (hooks, 2017) y la crítica a la hegemonía de las TIC en la vida cotidiana de los contemporáneos.
La sociología cultural de las emociones (Illouz, 2020) sostiene la tesis del enfoque de la libertad emocional y sexual y su impacto en las relaciones sociales (Illouz y Kaplan, 2020). Segato (2016) expone, desde la antropología en La pedagogía de la crueldad, que a través de ella se cosifica a las mujeres debido a que los sujetos transforman algo vivo, en este caso el cuerpo de las mujeres, en un objeto para mercantilizarlo, lo cual promueve la insensibilización ante la violencia y la indiferencia hacia el sufrimiento del otro.
Esta autora postula que la pedagogía de la crueldad hace referencia al acostumbramiento al dolor, a la idea de que el mundo es cruel, de ahí que la compasión no tiene cabida. La autora resalta que lo llamativo y particular de la violencia masculina es una obsesión con el cuerpo femenino. En consecuencia, este cuerpo es marcado, violado, desmembrado o asesinado. De esta violencia contra las mujeres resalta el mensaje de poder que impide cualquier muestra de empatía con el sufrimiento de ellas, de tal suerte que su dolor es desestimado debido a la precarización del otro femenino. Ante esta condición y configuración del poder señala enfáticamente que las primeras víctimas del patriarcado, en orden de recepción, no de gravedad, son precisamente los hombres, quienes deberán desmarcarse de estos mandatos de género que subordinan a las mujeres.
Al obedecer el mandato de masculinidad, los hombres se someten a cualquier posibilidad de felicidad y proximidad, ya que el mandato de insensibilidad favorece exhibir la crueldad, sin asomo de empatía al sufrimiento de la otra. La televisión e Internet ofrecen la oportunidad del aprendizaje en la cosificación del cuerpo femenino (Segato, 2023). En resumen, la pedagogía de la crueldad significa el goce ante el sufrimiento de la mujer.
Para esta investigación se recuperan cinco ideas fundamentales de la postura de Segato: 1. El desprecio por el cuerpo femenino, 2. La indiferencia hacia el sufrimiento de las mujeres, 3. La cosificación de lo femenino, 4. El reconocimiento de las
manifestaciones de masculinidad no hegemónica, y 5. La violencia contra las mujeres, vista desde su forma de mercantilización del cuerpo femenino. En vista de que vivimos inmersos en una falencia de las instituciones, que ha perpetuado la desigualdad y asimetría de poder entre hombres y mujeres.
El neoliberalismo sexual (De Miguel, 2015) se plasma en la finalidad de la ideología neoliberal, la cual consiste en convertir la vida en mercancía, incluso a la humanidad completa. De este modo, la transformación de los cuerpos de las mujeres en mercancía es el medio más eficaz para difundir y reforzar la ideología neoliberal. De Miguel postula que la opresión patriarcal no se ejerce más por imposición o coacción, sino a través de otros mecanismos sutiles y sofisticados como el mercado sexual que se ha convertido en el transmisor de valores, creencias, estereotipos y prejuicios con los cuales está permitido el acceso al cuerpo de una mujer si hay consentimiento de ella. En este orden de ideas la autora coloca en crisis el concepto de consentimiento y afirma que “la teoría feminista es una crítica del poder y no una teoría neoliberal de la preferencia individual” (p. 339). Asimismo, postula el feminismo como un humanismo que consiste en la lucha por el reconocimiento de las mujeres como sujetos humanos, en vista de que “la sexualización de las mujeres y la comercialización de sus cuerpos es uno de los principales mecanismos de reproducción de la desigualdad” (p.49).
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El sexismo sistémico institucionalizado según hooks (2017) en términos de dominación y explotación está presente en todas las interacciones sociales. De ahí que los entornos de mujeres no están libres de sexismo. Por lo tanto, si la pretensión es alcanzar la justicia de género es necesario visibilizar y desmontar tanto los escenarios donde se presentan como los motivos de las situaciones problema y de los conflictos. En este sentido, el contexto del confinamiento resultó un espacio óptimo para escudriñar el universo sociocultural y emocional en el estudiantado mexiquense.
La socialización se despliega a través de experiencias en el día a día. La cotidianidad del estudiantado se conforma a través de las relaciones sociales que establecen formas de vinculación virtual y fáctica, regularidades de prácticas orientadas por valores, concepciones, formas de hacer y de convivir. La subjetividad se entiende como los procesos de sentido y de significación que se articulan entre lo individual y lo social en los distintos espacios vitales (comunidad, familia, escuela, grupos de amigos y la vida online, entre otros).
Arquitectónica categorial
La arquitectura teórico-categorial de la investigación se sostiene en el enlace de las siguientes esferas: sensorium de violencia (Emmelhainz, 2022), violencia contra las mujeres (Segato, 2016, 2018, 2023 y Calas, 2022), cibervíctima (ciberviolencia padecida), ciberagresor (violencia perpetrada) y ciberespectador; experiencia profunda (Benjamin, 2010), experiencia emotiva (Kaplan y Szapu, 2020), itinerario erótico (Jones, 2010), eclipse del juicio (Arendt, 2010), subjetividad sexual (Illouz, 2020) y se-
xismo sistémico institucionalizado (hooks, 2017), depredación sexual (Dombrowski et al., 2004), y adiaforización (Bauman, 2010).
Emmelhainz (2022) entiende el concepto sensorium de violencia como:
Patrones de agresión que median no solamente el campo de las relaciones sociales, sino que se convierten en rasgos permanentes de la escena de la sociabilidad dándole forma al género binario y a las relaciones de género y clase. La violencia de género como formas sutiles y no tan sutiles de coerción y abuso ligadas a la agresión colonial…se trata de violencia generadora de subjetividades, de un tumor sutil que se expande por las sociedades. (p.46)
Illouz (2020) refiere el término subjetividad sexual como “la experiencia que una persona tiene de sí misma como ser sexuado, con derecho al placer sexual y a la seguridad sexual, capacidad para hacer elecciones sexuales activas e identidad sexual” (p.25).
Otro término que resulta importante es prevalencia o incidencia que se entiende como la proporción del estudiantado que presenta la condición de cibervíctima. Estas personas han padecido ciberviolencia, en tanto ciberagresor, condición de perpetración o ejecución de ciberviolencia. Al hablar de ciberespectadores nos referimos al sector de la población estudiantil que ha observado algún tipo de ciberviolencia.
Al respecto de la experiencia se dice que no es indiferente, ya que nos implica, afecta, marca y deja huella indeleble. Entonces se piensa la experiencia como una marca en el recorrido vital del estudiantado. Para Simons (2011) la experiencia vivida es siempre una experiencia socialmente situada. El concepto de experiencia se integra a partir de las aportaciones de Benjamin (2009a, 2009b, 2010) y Kaplan y Szapu (2020).
La cotización de la experiencia, advierte Benjamin (2010), se ha derrumbado, y todo indica que va a seguir cayendo “[…] la experiencia ha alcanzado un nuevo punto bajo […] hoy el arte de narrar se acerca a su fin” (p. 41-45). Si el arte es escaso se debe en buena medida a la difusión de la información (Benjamin, 2013). Añade el autor “el narrador extrae siempre de la experiencia aquello que narra; de su propia experiencia o bien de aquélla que le han contado. Y, a su vez lo convierte en experiencia de quienes escuchan sus historias” (Benjamin, 2009a, p. 45).
Benjamin (2008a, 2009a, 2010, 2013), en su crítica sobre el advenimiento de la información, sustenta la tesis de que “la información tiene interés tan sólo en el breve instante en que es nueva” (2009a, p. 48). Por ello, establece una distinción precisa entre experiencia superficial y experiencia profunda, esta última, es aquella que deja una huella indeleble, que nos transforma, que nos parte y marca un antes y después (Benjamin, 2010). Se trata de una experiencia comunicable, dado que “el arte de narrar consiste, en buena medida, en mantener cualquier historia libre de explicaciones… lo extraordinario, como lo prodigioso, es ahí narrado con la mayor exactitud,
pero sin imponer ni agobiar al lector” (Benjamin, 2009a, p. 47). Para Han (2023) la ausencia de explicación es lo que aumenta la tensión narrativa. Por su parte, Ripamonti (2017) concibe la narrativa:
Como un texto que articula una experiencia, la expresa, la interviene, la inscribe, la constituye, la transmite. Y lo hace desde y en el desarrollo de una trama en la que se implican subjetividades diversas, miradas, significados, situaciones vitales, contextos en un mundo complejo, atravesado por alguna tensión o conflicto. (p. 85)
Han (2023) sigue fielmente a Benjamin, y reconoce que:
la crisis narrativa de la Modernidad viene de que el mundo está inundado de informaciones…el tsunami informativo se encarga de que nuestros órganos sensoriales estén permanentemente estimulados…el tsunami informativo fragmenta la atención. Impide la demora contemplativa, que es constitutiva del narrar y de la escucha atenta. (p.24)
Han (2023) afirma que “el espíritu de la narración se ahoga en la marca informativa; mientras que la narración nunca agota su fuerza” (p. 23). La narración crea comunidad mientras, “la informatización de la realidad provoca una atrofia de la experiencia presencial inmediata. La digitalización, al ser una informatización, hace que la realidad se vuelva inconsistente” (p. 25), el régimen de la información es seductor y refinado. No nos impone callar. Nos alienta permanentemente a expresar, sin parar, nuestras opiniones, necesidades, predilecciones, comidas, gustos, sentimientos, ubicación y estados de ánimo, bajo el influjo de la tiranía del like, la cual no es percibida dado la falsa ilusión de que el like se otorga de manera libre; lo cierto es que “estamos a merced de la Blackbox o caja negra algorítmica. Las personas se reducen a juegos de datos, que se pueden manejar y explotar” (p. 26).
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En este mismo sentido, Kaplan y Szapu (2020) conciben experiencia emocional, como “todo aquello que los y las estudiantes expresan no sólo en lo que dicen (actos de lenguaje), sino también en los signos corporales producto de los mecanismos y las relaciones sociales de dominación simbólica” (p.16).
Las emociones juegan un papel destacado en la convivencia y, en su contraparte, en la generación de violencia, debido a que ambas situaciones involucran una relación social. Por lo tanto, se asume que las emociones articulan lo individual con lo social, dado que:
En la medida en que las emociones están condicionadas por los contextos sociales no es posible abordarlas si no atendemos la perspectiva relacional de los seres humanos. Las emociones cobran su sentido más hondo en las relaciones de intersubjetividad, en la convivencia que nos hace humanos. Las estructuras emocionales y las estructuras sociales son las dos caras de una misma moneda. Ello significa que las emociones pueden ser comprendidas sí y sólo sí se in-
terrelaciona mutuamente la dimensión estructural material de lo social con la producción de la subjetividad (Kaplan y Szapu, 2020, p. 30).
Con relación a la comprensión de los recorridos estudiantiles se cuenta con la perspectiva de Jones (2010) para quien el itinerario erótico consiste en una secuencia de actividades eróticas, en tanto, “es el recorrido progresivo erótico sexual, que puede incluir el tocamiento consensuado, también conocido como manoseo o fajes además de cualquier aprendizaje sexual previo a la primera relación coital, es tanto gradual como procesual” (p. 46).
La idea del eclipse del juicio representa para Arendt (2010) el oscurecimiento del pensar. Se trata de la incapacidad de ponerse en el lugar del otro. Habitar el mundo significa hacerlo habitable. El eclipse representa la negación de la humanidad, la renuncia para pensar y volvernos superfluos e indiferentes ante el actuar ético.
La categoría adiaforización, acuñada por Bauman (2010) hace referencia a la pérdida de sensibilidad, la indiferencia hacia qué les acontece a los otros. En palabras de Bauman y Donskis (2015), se resta relevancia a qué le acontece al otro:
En griego, adiaphoron significa algo sin importancia […] un adiaphoron es una retirada temporal de la propia zona de sensibilidad; la capacidad de no reaccionar o de reaccionar como si algo les ocurriera no a personas, sino a objetos físicos, a cosa, o a no humanos. Las cosas que pasan son insignificantes; no nos pasan a nosotros o no pasan con nosotros (p. 53).
Por adiaforización entiendo estratagemas para situar, a propósito o por defecto, ciertos actos y/o actos omitidos respecto a ciertas categorías de seres humanos fuera del eje moral-inmoral, es decir, fuera del universo de obligaciones morales y al margen del ámbito de los fenómenos sujetos a evaluación moral; estratagemas para declarar esos actos o esa inacción, de una forma implícita o explicita, como moralmente neutros y evitar que las opciones entre ellos se sometan a un juicio ético, lo que significa eludir el oprobio moral (p. 57).
En este orden de ideas, bajo la tiranía del momento y la implacable dictadura del like sobrevendrá irremediablemente el cansancio de la compasión (Bauman, 2011).
Desde una postura feminista, Sabsay (2011) hace referencia a la diversidad y borramiento de las fronteras sexuales, de esta manera:
La noción de diversidad ha asumido un rol central en la concepción actual de las políticas democráticas […] el escenario multicultural signado por las relaciones de inequidad creciente que ha implicado la globalización atestigua la preeminencia de las luchas por el reconocimiento de las diferencias [sean éstas sexuales, de género, culturales, religiosas, étnicas, etcétera] (pp. 67-68).
Los mandatos de género son transmitidos en el proceso de socialización a través de la educación recibida, por tanto, son aprendidos. Sin embargo, pueden y
deben de ser deconstruidos. Es necesario visualizarlos para remarcar el daño que causan en todas las esferas de la vida de las mujeres. De esta manera, se pueden distinguir entre los mandatos de masculinidad y mandatos de feminidad. El mandato de masculinidad se basa en la subjetividad e identidad de los hombres, y depende de una capacidad de dominar, generalmente, aunque no sólo, a las mujeres; de exhibir prestigio y potencia de diferentes tipos (sexual, bélica, política, económica, intelectual y moral) hacia las mujeres o a la feminidad en general, y hacia los demás hombres. El mandato de masculinidad es esa exigencia, implícita y explícita, de mostrar y evidenciar esa potencia, sobre todo ante los pares o cómplices, ante los demás hombres. Segato (2023) dice que ese mandato relaciona la conquista de ese estatus masculino, o sea, el ser hombre, con la dominación y agresión hacia quien muestra signos o gestos de feminidad.
Por otro lado, el mandato de feminidad se entiende como:
…el rol o mandato de “ser una buena hija” hay que obedecer y complacer a su padre y a su madre, que no darles problemas, sacrificar el propio placer en favor de las demás personas. Muy similar a lo que implica “ser una buena esposa” o “ser una buena madre”, el sacrificio del bienestar propio para proveer bienestar a las demás personas está siempre en el centro de los mandatos que recaen sobre las mujeres. No importa tanto lo que nosotras deseemos o queramos para nuestras propias vidas, lo realmente importante es dar “honor” a nuestras familias, para merecer su cariño y respaldo. Tratamos de encajar perfecto en la expectativa de mamá, papá, la pareja, los hijos y las hijas, evitando decepcionarles, porque entonces mereceríamos su castigo y perderíamos su cariño. Esta constante búsqueda de cubrir la expectativa ajena nos genera vergüenza y decepción por ser distintas a lo que se espera que seamos. Fomentar la culpa en las mujeres es un dispositivo central del sistema para que sigamos autosometidas (Hernández, 2022, p. 36).
Hegemonía
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de las TIC en la vida contemporánea
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En el mundo de las RS abunda la belleza, la buena comida, los paisajes hermosos, la gente bonita; lo más cercano a la ilusión que a la realidad fáctica. Esta socialidad conectada a la que hace referencia Van Dijk (2016) se ha convertido en el lisonjero más demandado, sin observar la implacable dictadura del like a la que se ven sometidos los y las internautas. Para Han (2021) vivimos en un constante frenesí de comunicación e información. Nuestra obsesión es la información y la acumulación de datos, imágenes y likes (p. 10). Empero, ésta se contrapone a la narración porque son dos fuerzas que tiran para distintos lados (Han, 2023). La primera no hace experiencia, mientras que la narración es precisamente experiencia comunicable.
Con lo anterior se persiguen tres objetivos: 1. Determinar cómo se manifiestan las agresiones virtuales en la dimensión de violencia sexual, ciberviolencia en el estudiantado de secundaria, de educación media superior y superior en la situación
sui generis del confinamiento 2020-2021, inducido por la pandemia debida al SARSCoV-2. Asimismo, examinar cuáles son los tipos de ciberviolencia que perturbaron al estudiantado, y los tipos de agresiones online presentadas con mayor y menor frecuencia entre la población estudiantil. 2. Registrar los índices de incidencia global e incidencia grave o sistemática y 3. Analizar la experiencia que el estudiantado ha padecido, perpetrado u observado con las agresiones a través de las pantallas; así como, el impacto en la construcción de subjetividad.
Figura 1. Arquitectónica categorial

Nota. Elaboración propia
En el gráfico se muestra la confluencia de la Filosofía, la Sociología y la Antropología posmodernas para comprender el despliegue de la violencia sexual en línea, configurada como el patrón de agresiones sensorium de violencia (Emmelhainz, 2022) sostenido por el patriarcado y concebido como una estructura que siembra la desigualdad social entre hombres, mujeres y la diversidad sexual. En tanto, el capitalismo patriarcal cosifica y mercantiliza el cuerpo femenino soslayando el sufrimiento social de las víctimas, debido a la adiaforización (Bauman, 2010; Bauman y Donskis 2015) y al eclipse del juicio (Arendt, 2010). Entonces, el ciberespacio se convierte en un hipermercado en el cual es posible comercializar con el cuerpo femenino y de la
diversidad sexual. Ello, trae consigo una experiencia profunda para las cibervíctimas y signa el itinerario erótico con la marca de la inseguridad, el miedo y la impotencia. Y, en consecuencia, se resta la capacidad de agencia y se reduce la autorrealización.
Estado del conocimiento
Prevalencia
La Comisión de Banda Ancha de las Naciones Unidas ha señalado que las TIC se han convertido en herramientas para infligir daños a mujeres y niñas. La ciberviolencia contra las mujeres representa un problema global de graves dimensiones (Vega, 2019, p. 22).
Por su parte, ONU Mujeres (2022) reconoce que las mujeres entre 18 y 30 años tienen una alta probabilidad de sufrir agresiones en línea. Asimismo, reportó que “las medidas sobre el confinamiento y distanciamiento social, así como las restricciones de movilidad, están generando mayores riesgos de violencia contra las mujeres y las niñas” (p. 1).
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Hernández (2022) coordinó el Informe Violencia Digital, en el cual se reporta la siguiente situación imperante en México:
Entre mayo de 2019 y febrero de 2020, en el sitio defensorasdigitales.org se recibieron 422 casos de violencia digital. Mientras que, en el periodo entre enero de 2020 y diciembre de 2021, recibimos en nuestro buzón de la página de Facebook del Frente Nacional para la Sororidad, 1283 casos, sumando para fines de este informe 1705 casos (p. 24).
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Por su parte, la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares 2021 (ENDIREH) reporta que el índice de violencia total contra las mujeres se incrementó en cuatro puntos porcentuales con respecto a 2016, y la violencia sexual tuvo el mayor aumento con 8.4 puntos porcentuales. Esta encuesta considera en su muestra a mujeres de 15 años y más.
…el porcentaje de mujeres de 15 años y más, a nivel nacional, que han experimentado alguna situación de violencia a través de medios digitales durante la pandemia fue de 6.9% mientras que 13.7% reportó haber sufrido violencia sexual (p.41).
Particularmente en el Estado de México, en el ámbito escolar se estima que, 36.6% de la población de mujeres de 15 años y más, ha experimentado situaciones de violencia en la escuela a lo largo de la vida y 18.4%, en los últimos doce meses (p.12).
De acuerdo con el tipo de violencia las mujeres mexiquenses han sufrido violencia sexual 60.7 % a lo largo de su vida y 27.0% en los últimos doce meses
porcentajes por encima de los reportados a nivel nacional 49.7% y 23.3% respectivamente. El Estado de México ocupa el segundo lugar en violencia sexual sólo superado por la Ciudad de México (p.10).
Por su parte la ONU reconoció que la situación de confinamiento contribuyó a la violencia: (Xantomila, 2021). En la nota periodística se destacan dos fenómenos: la difusión de información privada, y la insinuación de que la víctima ofrece servicios sexuales, entre otros.
En cuanto al inicio de la vida sexual se registra que en México 23% de los adolescentes inician su vida sexual entre los 12 y 19 años. De acuerdo con cifras del Consejo Nacional de Población comienza a una edad promedio de 15.5 años mientras las estadísticas del Instituto Nacional de Perinatología indican que sucede a los 14.6 años, en promedio (ENADID-INEGI, 2023).
Según el Módulo sobre Ciberacoso (MOCIBA) de 2021, elaborado por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), la población mexicana mayor de 12 años que fue víctima de ciberacoso durante los últimos 12 meses ascendió a 21.7%.
30.6% de los usuarios de internet que sufrieron agresión digital contaban con estudios de nivel superior. Se identificó el sexo de sus agresores, siendo que el 61.8% fueron hombres agredidos por hombres y el 54.8% fueron mujeres agredidas por hombres. De igual manera, 85.1% de las mujeres que enfrentaron algún tipo de violencia física y/o sexual no solicitaron apoyo ni presentaron alguna queja o denunciante las instituciones o las autoridades debido a que le restaron importancia a lo sucedido; tampoco reportaron por miedo a las amenazas o bien porque no supieron cómo y dónde denunciar (INEGI, 2021a).
El patrón de no denunciar se repite en los entornos digitales. MOCIBA reporta, en 2021, que la mayoría de quienes enfrentan violencia digital bloquean al agresor (71.5% mujeres y 56% hombres); ignoran o no contestan (16.5% mujeres y 22.5% hombres); cambian o cancelan su número de teléfono o la cuenta (11.9% mujeres y 10% hombres); o bien eliminan la publicación, el mensaje o video (8.3% mujeres y 7.1% hombres). Lamentablemente, son los menos quienes hacen alguna denuncia frente a las autoridades escolares y/o laborales (0.8% mujeres y 0.5% hombres). Además, 59.4% desconocía a la persona que les agredió (INEGI, 2023).
En una breve revisión histórica sobre el acoso en México, 2015 fue el año en que por primera vez se realizó el levantamiento sobre ciberacoso. De acuerdo con el INEGI, en ese año, 24.5% de la población mexicana había sido ciberacosada. Más mujeres que hombres se vieron afectados. El Estado de México (EdoMéx) fue la entidad que ocupó la segunda posición en cuanto a población más afectada, con una cifra por arriba del promedio nacional, 32%.
El MOCIBA contiene información relevante para entender el fenómeno de ciberacoso en el país. Para 2019, 23.9% de la población mexicana había sido ciberacosada. Más mujeres que hombres se vieron afectadas. El ciberacoso que mayormente afectó a las mujeres fueron las insinuaciones o propuestas sexuales 40.3% y recepción de contenido sexual 32.8%. El porcentaje de la población de 12 años y más, víctima de ciberacoso asciende a 21.7%, siempre más mujeres que hombres. En el EdoMéx llega a 20.8%. De acuerdo con la escolaridad, del porcentaje total de víctimas de ciberacoso a nivel nacional, 30.6% cursaban educación superior, 31.7% media superior, y 37.2% educación básica. En el EdoMéx 31.4% cursaban superior, 33.1% media superior y 35.2% educación básica. Las horas promedio de conexión a nivel nacional 5.9 horas (5.9 en el caso de los hombres y 6.0 en mujeres). Para EdoMéx las mujeres se conectan más que los hombres: 6.6 horas versus 5.8 horas. 28.8% de las mujeres mexiquenses recibieron insinuaciones sexuales.
Tabla 1. Incidencia de ciberacoso
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Horas de Internet Ciberacoso % Incidencia y/o Tipo
28/11/2023
Más mujeres que hombres padecen ciberacoso.
EdoMéx 2015 Sin datos 30.7 Las mujeres más afectadas
Más mujeres que hombres padecen ciberacoso y contacto con identidades falsas
Insinuaciones, propuesta y contenido sexual
Más mujeres que hombres / insinuaciones sexuales
Nota. INEGI. MOCIBA, 2015, 2019 y 2021
De acuerdo con ENDIREH 2021 se estima que, en el EdoMéx, 78.7% de las mujeres de 15 años o más, experimentaron algún tipo de violencia psicológica, física, sexual, económica o patrimonial a lo largo de la vida, y 47.6% en los últimos 12 meses.
A continuación, debido a que la ciberviolencia tiende a metamorfosearse de forma permanente y la aparición de nuevas y más sofisticadas formas de ciberagredir (en la totalidad de dimensiones) es continua, se reportan los principales hallazgos de las investigaciones sobre violencia sexual publicados en los últimos cinco años.
Es sabido que la ciberviolencia tiende a potenciarse con el uso de RS. Así que, las hostilidades virtuales en el mundo de la vida del estudiantado suelen producirse en situaciones puntuales, ya sea en la ruptura de las relaciones de noviazgo o ataques en los videojuegos. También resulta en la modalidad de ciberviolencia sexual que es padecida simplemente porque el ciberagresor aplica la ley del que quiere y puede. A partir de este análisis, habría que admitir que la experiencia de la violencia en línea no les es ajena dado que han experimentado alguna clase de hostilidad al estar conectados/as (Velázquez-Reyes, 2022a; Pérez-Domínguez, 2019; Velázquez y Reyes, 2020).
Las RS crean una fuerte adicción entre la población centellian entre 16 años y 18 años (López-Iglesias et al., 2023). La ciberviolencia en las relaciones sentimentales presenta altos niveles de prevalencia a nivel mundial, y se detecta una alta frecuencia en ambos sexos (Rojas Solís, 2021).
La violencia digital sexual afecta en la gran mayoría a las mujeres en comparación de sus pares hombres (Gil-Lario et al., 2021; Ortíz, 2023).
En el caso concreto de las mujeres, ser víctimas de esta modalidad de violencia les limita las posibilidades de apropiarse de los entornos digitales de Internet para poder ejercer su derecho a estar informadas y comunicadas, así como su derecho a la educación y a la participación política (Garay, 2023, p. 13).
La ciberviolencia sexual sigue la dinámica de escalada, de leve a grave; aunque en otros momentos se alternan ambas. Además, se puede transitar de lo online a lo offline y viceversa y en ocasiones se manifiesta simultáneamente (Velázquez y Reyes 2020).
De manera particular López-González et al. (2023) reportaron algunas prácticas de violencia digital de las y los jóvenes de la Universidad Veracruzana de la región Xalapa:
La práctica que les ocurrió son la recepción de contenido sexual o pornográfico sin solicitarlo (33%); recepción de insinuaciones o propuestas sexuales a través de un mensaje, llamada o videollamada (30%); y recepción de mensajes o comentarios agresivos u ofensivos sobre el cuerpo, ideas o gustos de otra persona (29%). Mientras la práctica que los estudiantes indican haber visto que alguien más la vive o ejerce son: mensajes o comentarios homofóbicos/lesbofóbicos o por orientación sexual (53%); seguidas de mensajes o comentarios que reproducen estereotipos y mensajes o comentarios agresivos u ofensivos sobre el cuerpo, ideas o gustos de otra persona (ambos con 44%). Las personas desconocidas o anónimas son quienes mayormente envían contenido sexual o pornográfico sin que se le solicite (49%). Las exparejas realizan revisión de mensajes o
cuentas sin el consentimiento de su dueño (51%); vigilancia de forma constante de actividad en plataformas o RS (46%); y acceso a cuentas para borrar, modificar, extraer o manipular información (37%) (pp. 9-11).
Las autoras concluyen que:
la práctica de violencia más recurrente son los mensajes o comentarios agresivos u ofensivos sobre el cuerpo, ideas o gustos por otras personas; el 32% no está seguro de haber vivido o ejercido alguna práctica de violencia digital; entre sus propuestas para disminuir la violencia mencionan contar con una mayor alfabetización digital y promover la cultura de la denuncia. (p. 13)
Por su parte, Pedraza-Bucio (2023) encontró, en una población universitaria mexicana del sector privado, que:
En la experiencia de las alumnas, se identifica que las prácticas con mayor prevalencia se relacionan con el cuerpo, la imagen y la sexualidad (como el envío de insinuaciones sexuales, contenido sexual o pornográfico, acoso sexual, comentarios agresivos sobre el cuerpo, comentarios sexistas, etc.) ejecutados principalmente por medio de intercambio de mensajes (privados por aplicaciones de mensajería o públicos en las redes) (p.8).
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Mientras que Juvera et al. (2023) encontraron en una población estudiantil del estado de Querétaro:
La comunidad universitaria (queretana) ha sido espectadora de actos de violencia digital en tres grandes categorías en las que se identifica el mayor número de víctimas o testigos: control, acoso y recepción de mensajes ofensivos, que reproducen estereotipos de género o que buscan dañar a las personas en distintos grados y formas (p. 8).
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Por su parte, Gamito et al. (2020) han señalado que el estudiantado es capaz de: enumerar las consecuencias de enviar y/o publicar una foto personal, admiten que es una práctica extendida y que cuando lo hacen no suelen reparar en exceso en la privacidad y los datos personales de los perfiles de las RS…Además, miden el nivel de riesgo basándose en la apariencia de la persona protagonista y creen que en los casos de ciberacoso la única persona responsable de la situación y de las consecuencias es la víctima (p. 232).
Como se observa, la prevalencia de la ciberviolencia sexual ha registrado un aumento a nivel mundial, indudablemente la residencia cuasi permanente en las RS facilita un escenario favorable a la perpetración de las agresiones sexuales.
También es notorio que la víctima es incapaz de reconocer como violencia estos comportamientos o bien se minimiza e incluso llega a normalizarse (Guzmán-Toledo et al., 2021; Borrajo-Mena y Gámez-Guadix, 2015; Velázquez-Reyes, 2020)
II. METODOLOGÍA

La etnografía multilocal surge como respuesta a retos empíricos en el mundo y, por tanto, a la transformación de los sitios de producción cultural.
G. Marcus
Etnografía en/del sistema mundo
Problema de investigación
No existen datos sistematizados sobre el impacto de la pandemia y las medidas del confinamiento. Es ineludible documentar, en un primer momento, la conectividad y el comportamiento en línea y establecer cómo se manifiestan las agresiones virtuales en tres dimensiones: ciberacoso, ciberviolencia en las relaciones sentimentales y ciberviolencia sexual en el estudiantado de secundaria, media superior y licenciatura, en el contexto sui generis del confinamiento 2020-2021 debido a la pandemia provocada por el SARS-CoV-2. También se precisa interrogar sobre cuáles son los escenarios en los que se perpetran las agresiones sexuales, a través de las pantallas, así como, qué tipo de ciberviolencia sexual se presenta con mayor y menor frecuencia entre la población estudiantil. En un segundo momento se requiere analizar los índices de incidencia global e incidencia grave o sistemática en las tres ciberviolencias. En un tercer momento, apremia comprender la experiencia que el estudiantado ha padecido con la violencia a través de las pantallas. Otra forma de plantear el problema de investigación parte de preguntarse qué y cómo narra el estudiantado mexiquense de tres niveles educativos la experiencia de la intimidación y hostigamiento en la dimensión de ciberviolencia sexual.
Enfoque de investigación
Agresiones sexuales en línea. Incidencia y experiencia en el estudiantado durante el confinamiento 2020-2021 constituye una parte de un proyecto de mayor amplitud cuyo diseño implicó una investigación de diseño mixto, paralelo y convergente
(Tashakkori y Teddlie, 2010), de carácter exploratorio, transversal y descriptivo a partir de la convergencia de las perspectivas cuantitativa y cualitativa, en el sentido de complementariedad (Ortí, 1999). La intención es dar respuesta a la misma pregunta de investigación ¿cuáles son los escenarios en los que se perpetran agresiones sexuales, a través de las pantallas, hacia y por la población estudiantil en el EdoMéx? Para responder se implementó una estrategia de etnografía virtualizada descrita por Ardévol et al. (2003) con la pretensión de superar la dicotomía entre el mundo en línea y el mundo offline.
Asimismo, se busca describir cómo las TIC están ampliamente integradas en la vida cotidiana del estudiantado dado que en su narrativa se encuentra tanto el lado luminoso, perfilado por los encuentros, la alegría y la felicidad, como del lado sombrío, matizado por los desencuentros y la violencia. En este sentido se “abre la posibilidad de vislumbrar patrones sociales de comportamientos facilitados o impactados por el uso de estas” (Arvédol, 2016, p. 25). Marcus (2001) señala que “en la práctica, el trabajo de campo multilocal se realiza invariablemente con una aguda consciencia de estar dentro del paisaje, y ya que éste cambia entre lugares” (p.12). En consecuencia, el proceso investigativo se realizó como una exploración itinerante con la intención de llegar ahí (Hine, 2000), es decir, seguir a los estudiantes, sus conflictos, preocupaciones, emociones y las ciberviolencias padecidas en el escenario y situaciones donde se producen.
El fenómeno de la ciberviolencia es complejo, así que resulta importante considerar el diseño mixto, convergente para la comprensión tanto de la amplitud como de la profundidad de la experiencia estudiantil con ella. Para identificar sus tipos resulta importante observar las atmósferas y sus formas de manifestarse, así como el impacto en la subjetividad del estudiantado. Se considera que establecer vínculos entre los datos cuantitativos y los datos etnográficos perfila el sentido y los significados a la vida cotidiana del estudiantado.
Unidades de análisis
En esta investigación han participado 6952 estudiantes, muestra integrada por conveniencia (4059 mujeres (58.4%), 2804 hombres (40.3%) y 89 personas autodefinidas como no binarias (PNB) (1.3%), inscritos en 58 escuelas (22 escuelas secundarias, 28 del nivel medio superior y ocho escuelas de licenciatura normal y universitaria) del EdoMéx. El ejercicio de mapeo del terreno (Marcus, 2001, p. 113) hace referencia a la preparación del espacio multilocal y la construcción del camino etnográfico. Se inició con la solicitud de colaboración a supervisores, directivos y personal docente para compartir con las y los adolescentes y jóvenes el cuestionario virtual. Se invitó al estudiantado a responder con sinceridad y voluntariamente, garantizándole confidencialidad en el uso de la información. Así, se estableció esta muestra integrada por conveniencia. El criterio de inclusión fue la libre elección del alumnado de responder o no. De esta manera, se fomentó el consentimiento informado.
La inmersión al campo se dio de manera simultánea en las 58 escuelas. El cuestionario permaneció abierto del 21 de septiembre de 2021 al 18 de enero de 2022. Esto es, se inició la recuperación de la información dieciocho meses después del comienzo del confinamiento, derivado de la pandemia por Covid-19. El cuestionario permaneció disponible cinco meses. En los primeros cuatro meses se recibió la mayor parte de las respuestas, y se decidió cerrar cuando éstas se hicieron esporádicas. La temporalidad quedó abierta a elección del estudiantado, situación que facilitó la recopilación de experiencias.
Técnicas de recolección y generación de información
Cuestionario virtual a través de Google Forms, realizado ad hoc, a partir de la recuperación de los principales hallazgos del estado del conocimiento ya descrito. El cuestionario denominado “Violencia online 2020” está constituido por 75 preguntas agrupadas en tres secciones:
a) Datos personales (seis preguntas),
a) Conectividad y comportamiento digital (seis preguntas dicotómicas: Sí/ No), y
a) Experiencia con la ciberviolencia en tres dimensiones: ciberviolencia sexual, ciberviolencia en las relaciones sentimentales y ciberacoso (63 preguntas). Escala Likert con cuatro opciones de acuerdo con la frecuencia, nunca (cero veces), algunas veces (de una a cuatro veces a la semana), casi siempre (cinco a nueve veces a la semana) y siempre (más de diez veces a la semana); en tres condiciones cibervíctima, ciberagresor y ciberespectador.
Etnografía virtual
La etnografía virtual está sustentada en investigación cualitativa comprendida como “una manera privilegiada de recuperar, así como hacer visible y escuchar las voces y los intereses de los actores subalternos, es buscar posibilidades y crear condiciones para que estos hablen por sí mismos” (Corona y Kaltmeir 2012, p. 40). Ante el confinamiento, la relación cara a cara resultaba impensable, por lo que se requería trazar una ruta inédita, particularmente representó un apoyo notable la advertencia de Hine (2000): “la posibilidad de realizar etnografía virtual asituada” (p. 80). De este modo, “en la etnografía digital a menudo establecemos contacto con los participantes a través de los medios, un contacto mediado, más que a través de la presencia directa” (Pink y Horst, 2019, p. 19). En este caso, se trata de etnografía multilocal:
la cual está diseñada alrededor de cadenas, sendas, tramas, conjunciones o yuxtaposiciones de locaciones en las cuales el etnógrafo establece alguna forma de presencia literal o física, con una lógica explicita de asociación o conexión entre sitios que de hecho definen el argumento de la etnografía (Marcus, 2001, p. 118).
En vista de que la intención es apuntalar “la estrategia de seguir literalmente las conexiones, asociaciones y relaciones imputables” (Marcus, 2001, p. 112), del estudiantado, realizando etnografía “a través de lo virtual <casi estar, sin estar>” (Hine, 2000, p. 82) fue posible aproximarse a una diversidad de escenarios educativos en el EdoMéx.
Este diseño de investigación viabilizó un horizonte posible: recurrir “al talento de escuchar […] olvidándose de sí mismo, para grabar en la memoria lo que se escucha” (Benjamin, 2009a, p. 49). “Escuchar a otro. Quien verdaderamente escucha, presta atención a otro” (Han, 2021, p. 94), esta “ética del escuchar potenció la metodología del encuentro” (Pinto-Pasos y Ribes-Pereira, 2012, p. 170). La finalidad de estimular la toma de la palabra por parte de los y las estudiantes permitió colocarnos como oyentes, escuchas, una audiencia con quien pudieran conversar en torno a la experiencia de la violencia través de las pantallas “narrar y escuchar con atención se requieren mutuamente. La comunidad narrativa es una comunidad de personas que escuchan con atención” (Han, 2023, p. 23).
Aun con la virtualidad, siempre mantuvimos la actitud recomendada por Malinowski (2001) que asevera:
el etnógrafo no sólo tiene que tender las redes en el lugar adecuado y esperar a ver lo que cae. Debe ser un cazador activo, conducir la pieza a la trampa y perseguirla a sus más inaccesibles guaridas. Y esto nos conduce a los métodos más activos para la búsqueda de la documentación etnográfica (p. 49).
Con esta intención se invitó al estudiantado a compartir algún relato de experiencia con la ciberviolencia, en cualquiera de las tres situaciones: receptor/a de acoso, emisor/a o ciberacosador/a y como audiencia (espectadores). En palabras de Connelly y Clandinin (1995) “La narrativa está situada en una matriz de investigación cualitativa puesto que está basada en la experiencia vivida” (p.16), luego entonces la petición puntual al estudiantado fue: “cuéntanos un episodio de violencia través del celular o Internet que te haya ocurrido, dinos ¿qué pasó?, ¿cuándo?, ¿cómo?, ¿por qué?, ¿cuántas veces?, ¿cuánto duró?, ¿qué sentiste o sientes?, ¿conoces a la persona?, ¿se lo contaste a alguien?”.
Un primer desafío consistió en equilibrar los datos obtenidos, debido, por una parte, al volumen considerable de información cuantitativa, emanada de la aplicación del cuestionario virtual. Se procuró que esta abundancia de información no opacara a la narrativa estudiantil generada, la cual devino en un mar de historias (Dilthey, 1986), conformada por 2634 relatos variados tanto en contenido como en tono y ex-
tensión. La producción de los relatos estudiantiles pretendió captar la experiencia tal como se “vivió” en un determinado momento, tiempo y espacio. Simons (2011) establece que “lo paradójico del relato anecdótico es que cuenta algo particular al mismo tiempo que aborda lo general o lo universal” (p. 115). Además, considera que “el relato es un cuento, una historia, una relación de hechos, y en especial una historia contada en primera persona: una redacción o exposición que se encuentra en estos” (p. 113). La producción de los relatos estudiantiles se implementó como un dispositivo metodológico dado que su valor radica en que permite entender que el estudio de lo particular de la experiencia del estudiantado genera una comprensión universal de la vida cotidiana contemporánea. Desde la perspectiva de Connelly y Clandinin (1995):
La investigación entendida como un proceso en el que continuamente estamos intentando dar cuenta de los múltiples niveles (temporalmente simultáneos y socialmente interactivos). La tarea central es evidente cuando se comprende que la gente está viviendo sus historias en un continuo contexto experiencial y, al mismo tiempo, está contando sus historias con palabras mientras reflexionan sobre sus vivencias y se explican a los demás (p. 22).
Una ventaja emanada de la etnografía virtual se encuentra en la simetría u horizontalidad garantizada debido a que tanto investigador como investigados/as comparten la circunstancia de una relación atravesada por la mediación de una pantalla. Así lo advierte Mosquera (2008). El investigador se vuelve móvil y sigue a las personas allí donde se encuentran.
Procesamiento de análisis
En el caso de las respuestas al cuestionario, se empleó el SPSS-25, con el cual se realizaron operaciones estadísticas básicas de cálculo de frecuencia y porcentajes. Además, la prueba T de Student para establecer diferencias estadísticamente significativas entre hombres, mujeres y PNB, con un intervalo de confianza de 95 por ciento.
Con respecto al análisis de los relatos de experiencia estudiantil, se efectuó un análisis en progreso, en vista de que se siguió un esquema en espiral que implica una constante revisión (Amezcua y Gálvez, 2002; Schettini y Cortazzo, 2015) dado que:
El dato etnográfico es un logro, el producto de una conexión entre distintos tipos de datos, la memoria de la experiencia del etnógrafo en el campo y sus categorizaciones y marcos teóricos. Es fundamentalmente la introducción de la experiencia, el “estar ahí” lo que distingue al dato etnográfico de otros tipos de datos, y es lo que convierte un registro audiovisual, una anotación, una serie temporal de fotografías o una nube de etiquetas en un dato etnográfico capaz de contribuir a una descripción densa (Ardévol, 2016, p. 33).
Tras varias lecturas consecutivas, cada uno de los relatos se codificó de “forma axial” (Strauss y Corbin, 2002, p. 134) identificando la categoría ciberviolen-
cia como eje central; afinando con “codificación selectiva” (Strauss y Corbin, 2002, p.157), también conocida como codificación temática, lo cual permitió la agrupación de los relatos en 10 subcategorías o categorías superordinales, de acuerdo con los hilos comunes. Esto hace posible resumir los datos en categorías de orden más bajo, asignando un código temático. Posteriormente a cada una de estas 10 categorías temáticas se les realizó un “análisis categórico selectivo, se amplió el código ya asignado y se destacó el énfasis, con letras negritas” (Knobel y Lankshear, 2001, p. 100). Simultáneamente se aplicó colorimetría para distinguir entre las “categorías temáticas” (Knobel y Lankshear, 2001, p. 84).
De las tres dimensiones emergieron subcategorías. Para facilitar su clasificación se aplicó la siguiente colorimetría: verde para ciberacoso (diez modalidades), morado para ciberviolencia sexual (12 modalidades), café corresponde a ciberviolencia en las relaciones sentimentales (ocho modalidades). Cabe hacer notar que el estudiantado relató además episodios de violencia física que le corresponde color fushia (siete modalidades); se hallaron relatos de violencia contra profesores, episodios de broma virtual, violencia en la televisión, (fundamentalmente se hizo referencia al programa La rosa de Guadalupe). Se encontraron relatos de ciudadanía digital (color marrón) con dos modalidades: uso responsable y moderado de RS. Asimismo, un significativo porcentaje del estudiantado refirió: “no quiero contarlo”; finalmente en la categoría “otros” se agruparon las respuestas únicas. Se comprende que el análisis implica:
Analizar relaciones significa bucear en lo desconocido, en lo oculto, en lo profundo, en lo que no es visible a los ojos. Los sujetos como individuos son visibles pero sus relaciones no lo son. Encontrar y analizar lo oculto requiere paciencia, perspicacia y una atención especial, por ende, entraña dificultad. Dificultad que la cuantiosa y rica información que nos brindan los sujetos nos subyuga, nos seduce, de tal manera que no queremos parar de pensar ni descartar el mínimo sentido (Schettini y Cortazzo, 2015, p. 85).
Con lo anterior, el análisis se completó al identificar y cuantificar los descriptores típicos, los medios y plataformas utilizadas; así como la determinación de la frecuencia, tipificando la implicación: cibervíctima, ciberacosador/a y ciberespectador/a. También se estableció la relación social con el ciberacosador: compañeros, familiares, conocidos offline, conocidos online, desconocidos, resaltando la relación ciberejecutor/a y cibervíctima. De acuerdo con el género: hombre a mujer, hombre a hombre, mujer a mujer, mujer a hombre, mujer a PNB y hombre a PNB. Igualmente se subrayaron las emociones suscitadas y por último se clasificó la acción frente a la ciberviolencia (activa o pasiva), así como la denuncia o falta de ella. Con la información analizada se construyó la totalidad de tablas y figuras. La siguiente figura esquematiza el proceso seguido.
Figura 2. Matriz categorial: análisis axial, análisis refinado

En resumen, el análisis de los relatos se realizó mediante aproximación sucesiva en fases continuas las cuales no son momentos estrictamente diferenciados del proceso analítico, sino más bien diferentes operaciones sometidas una y otra vez a revisión dada su interrelación. Con el resultado de esta espiral se elaboró la matriz categorial (Figura 2) la cual funcionó para la organización del capítulo de resultados, de manera esquemática el análisis siguió el siguiente procedimiento:
1. Reunión en un solo archivo e impresión de los 2634 relatos (300 cuartillas).
2. Lectura consecutiva de los 2634 relatos de experiencia (cinco veces), con la finalidad de identificar los episodios de ciberviolencia. Leer y releer benefició
en varios puntos. Por una parte, familiarizarse con la trama conceptual del estudiantado y los sentidos otorgados en sus propias palabras, de tal manera que incluso fue posible repetir de memoria los relatos más impactantes; además de descubrir los temas más significativos, ya fuese por su transparencia o por su invisibilidad.
3. Identificación de las “unidades vivenciales” (Dilthey, 1986, p.109), unidades de sentido que el estudiantado expresaba.
4. Subrayado de los fragmentos que referían violencia, proceso inductivo de codificación abierta, “axial” (Schettini y Cortazzo, 2015, p. 38), al ubicar a la ciberviolencia como categoría eje o central.
5. Reducción de datos entendida como “la fase de edición, selección, precodificación, codificación, ordenamiento, categorización o clasificación de los datos etnográficos” (Taylor y Bogdan, 1987, p. 167-174) para facilitar el análisis. En este caso se destacaron las unidades vivenciales similares, también conocidas como unidades temáticas, las cuales se resaltaron con negritas en la totalidad de los relatos.
6. Codificación temática que consiste en otorgar un código interpretativo (Miles y Huberman, 1984) a un conjunto de fragmentos que comparten una misma idea, ciertos “hilos comunes” o problemática similar, en este caso, referidas al tipo de ciberviolencia; además se aplicó colorimetría, emergiendo 10 categorías superordinales, siete que incluían violencia a través de las pantallas, y tres más, una de ellas correspondió a violencia física, una segunda integrada por los que enfatizaron que “no querían contar” y una última categoría “otros” en la que se agruparon los episodios de violencia únicos (Anexo 1. Estructura temática de la narrativa estudiantil).
7. Codificación temática selectiva es decir asignación de códigos descriptivos (Miles y Huberman, 1984), para cada una de las subcategorías, con la lógica de separar el tipo de violencia en categorías representativas y simultáneamente resaltar el énfasis en cada una de las unidades temáticas. “Se trata de buscar palabras o frases que transmitan similitudes” (Schettini y Cortazzo, 2015, p. 78). (Anexo 1)
8. Revisión y rectificación de la codificación selectiva a fin de conjuntar las unidades temáticas en categorías mutuamente excluyentes. La revisión permanente permitió captar nuevos aspectos y reagruparlos para garantizar que la categorización de las unidades vivenciales redundará en una categorización lo más exhaustiva posible de las múltiples dimensiones de la experiencia estudiantil con la violencia en línea para alcanzar una visión panorámica de dicha violencia.
9. Identificación del tipo de relación establecida (conflicto, dominación/ subordinación e intercambio) así como los actores implicados, género y agencia (Tablas 11, 12 y 13).
10. Tabulación y cuantificación de los relatos en cada una de las subcategorías.
11. Elaboración de tablas, gráficas y elaboración de perfiles (tipo ideal) de las dimensiones de la ciberviolencia: ciberviolencia sexual, en las relaciones sentimentales y ciberacoso.
12. Todas las viñetas son transcripción de la narrativa original, se corrigió puntuación y ortografía. Se decidió respetar la sintaxis dado que se considera que muestran una faceta de la cultura juvenil. Los discursos estudiantiles se presentan tal y como fueron vertidos. Cada temática se presenta en orden descendente de mayor a menor frecuencia. Cada viñeta se acompaña de un código que incluye edad, sexo/género (M, H o PNB), nivel educativo (S, secundaria; P, medio superior y L, superior/licenciatura), residencia geográfica y número de relato.
Contar una historia y elaborar un relato hace referencia a tres espacios: espacio vivido (espacialidad), el cuerpo vivido (corporalidad) y el tiempo vivido (temporalidad) (Van Mannem, 2003). En la narrativa estudiantil sobre la experiencia de la ciberviolencia sexual se encuentran entrelazados el espacio, el cuerpo y el tiempo, como se aprecia en sus relatos.
III. RESULTADOS

Datos sociodemográficos
La población investigada se compone de 6952 estudiantes de secundaria, nivel medio superior y licenciatura, cuya edad promedio es de 15.3 años (15.5 años mujeres; 15.1 años hombres y 14.3 años PNB). Con respecto al sexo/género 58.4 por ciento corresponde a mujeres, 40.3 hombres y 1.3 se asumieron como PNB. En cuanto a la orientación sexual 83.2% se reconoció como heterosexual, 8.2 bisexual, 1.4 homosexual, mientras 5.7 mencionó que aún no se define y 1.3 refirió opciones tales como no binario, fluido, demisexual, asexual, pansexual, entre otras.
De las 22 secundarias estudiadas, 18 son secundarias generales, dos telesecundarias y dos técnicas, de ambos turnos (matutino y vespertino), a las que asiste el 31.5% de la muestra. El 60 por ciento de la muestra cursa educación media superior en 28 instituciones, de las cuales 24 son de la modalidad de preparatoria, dos CBT, un Cobaem y un telebachillerato. Finalmente, el 8.3 por ciento estudia una licenciatura en escuelas normales e instituciones universitarias.
En cuanto al lugar de residencia 48 por ciento señaló residir en ciudad, 38.9 por ciento en un pueblo, 4.7 por ciento indicó vivir en el campo en una zona rural y 8.3 por ciento señaló otro lugar.
Conectividad y comportamiento digital
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28/11/2023
Las 58 escuelas se ubican en 26 municipios del EdoMéx: Almoloya de Juárez, Amecameca, Apaxco, Atlacomulco, Capulhuac, Cuautitlán Izcalli, Chalco, Ecatepec, Ixtapan de la Sal, Jocotitlán, Luvianos, Melchor Ocampo, Metepec, Nezahualcóyotl, Ocoyoacac, Ozumba, Papalotla, Tecámac Tejupilco, Texcoco, Tepotzotlán, Tlatlaya, Toluca, San Felipe del Progreso, Valle de Bravo y Zumpango.
En cuanto a servicios digitales, 72.6 por ciento del estudiantado cuenta con un teléfono inteligente. Se tiene que 88.2 por ciento cuenta con Internet en casa, mientras 11.8 por ciento carece del servicio.
En tanto a comportamientos en línea se registra que 34.6 por ciento se ha enamorado a través de Internet (21.08% mujeres, 12.74% hombres y 0.76% PNB).
El 64 por ciento de la muestra total coloca una foto en su perfil de RS (40.7 % mujeres, 22.5% hombres y 0.6% PNB); 28 por ciento acostumbra emplear filtros de belleza en la foto de perfil (21% mujeres, 6% hombres y 1% PNB); 41 por ciento del estudiantado que coloca su foto en sus perfiles acostumbra a engalanarla empleando innumerables filtros.

Primeras impresiones
Presenciamos la emergencia de la diversidad sexo/genérica del estudiantado contemporáneo, con el surgimiento de incipientes porcentajes de chicos y chicas que rompen con el binarismo sexual y asumen identidades fluidas, vislumbran una transformación cultural mundial dado que “lejos de internalizar los patrones de género […] las y los jóvenes pueden rechazarlos, criticarlos y buscar algo diferente” (Connell, 2002, p. 79). El porcentaje que se reconoció como no heterosexuales (16.8), particularmente 1.3% que se autodefine como PNB, entrevé tiempos inéditos marcados por la fisura de los límites sexo-genéricos de antaño puntualmente trazados. Hoy por hoy se patentiza la difuminación de las fronteras sexuales (Sabsay, 2011) y el advenimiento masivo de las sexualidades nómadas (Bauman, 2012).
Por otra parte, el ruidoso tsunami de información (Han, 2021) impacta en un ciberespacio plagado de belleza, gracias a los filtros de embellecimiento el mundo virtual, fuente de placer y espacio ampliamente visitado en búsqueda de amor, diversión y socialización. Más mujeres que hombres y PNB, se han enamorado a través de Internet. Además, ellas más que ellos, suelen colocar su foto en su perfil y más frecuentemente emplean filtros de belleza para mejorar su aspecto físico, de esta manera lo virtual permite corregir a la biología y a la cultura.
Las fotos en los diferentes perfiles exhiben una hermosura que resulta ser más anhelada que fáctica. Los espacios digitales se convierten en esenciales para el estudiantado porque les permiten mostrarse de una manera que consideran superior a la poseída en la realidad fáctica. Se trata de una belleza escenificada, producida, que resulta vital en el afán de alcanzar los estándares de popularidad impuestos en las RS.
De este modo, “la apariencia se vuelve un mecanismo para la evaluación moral” (Skeggs, 2001, p. 297), dado que agiliza la decisión a tomar. Los jóvenes manifiestan que es suficiente que sea guapo/a para aceptar la solicitud de amistad o bien enviar la propia. Como bien lo ha visto Han (2022) “El régimen de la información […] está secuestrado por la industria de la belleza” (p. 11).
La costumbre de mejorar la apariencia personal, aprovechando la disponibilidad de inconmensurables filtros de belleza es practicada, en su mayoría, por las estudiantes. Como ya se mencionó, son ellas quienes recurren a esta idealización digital de ellas mismas. El ciberespacio se presenta como la colección narcisista de egos, un ininterrumpido festival del show del yo (Sibilia, 2008) en constante renovación. Con la huida a la imagen como la llama Han (2014a) la idealización del yo está permeada eminentemente por el consumo, como reflejo de la mercantilización del ser. En psicopolítica “el sujeto de hoy es un empresario de sí mismo […] el sujeto en red, digitalizado, es un panóptico de sí mismo. Así pues, se delega a cada uno la vigilancia el registro total de la vida” (Han, 2014b, p. 49).
28/11/2023
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Hoy la identidad la determina principalmente la información. Nos producimos a nosotros mismos en los medios sociales. La expresión francesa “se produire” significa ponerse en escena. Nos escenificamos a nosotros mismos. Representamos nuestra identidad (Han 2021, p. 27).
Existe una inversión de tiempo y producción en la preparación meticulosa de una puesta en escena cuya finalidad es brillar, aunque sólo sea digitalmente; inventándonos y reinventándonos a nosotros mismos, autoproduciéndonos en diversas escenografías. “El sujeto del régimen de la información no es dócil ni obediente. Se cree libre, auténtico y creativo. Se produce y se realiza a sí mismo” (Han, 2022, p.10).
Por supuesto no se trata de una situación nueva, ya Bauman (2012) había señalado que con la autoproducción los cibernautas:
son simultáneamente patrocinadores de artículos de consumo y los artículos de consumo que patrocina. Son, al mismo tiempo, la mercancía que están obligados a poner en el mercado, promover y vender y simultáneamente son agentes de marketing, los productos y el vendedor ambulante (p. 260).
De esta manera los y las cibernautas atraviesan el ciberespacio con la esperanza de alcanzar notoriedad. La virtualidad les permite poner en escena la construcción de una subjetividad, alterdirigida (Sibilia, 2020) donde la mirada del otro resulta más importante que la propia.

Implicación en ciberviolencia. Dimensiones
A continuación, se presenta por separado y sucesivamente la incidencia de las tres dimensiones de ciberviolencia que hemos mencionado:
Ciberviolencia sexual
La tabla 2 muestra la incidencia global3 de cibervíctima, ciberagresor y ciberespectador en orden descendente, considerando la condición de víctima. El porcentaje reportado es la suma de tres opciones de frecuencia del cuestionario (a veces, casi siempre y siempre) según la escala Likert.
3 Incidencia global se refiere al promedio de implicación en las tres condiciones: cibervíctima, ciberagresor y ciberespectador.
Tabla 2. Incidencia global de ciberviolencia sexual en condición de cibervíctima, ciberagresor/a y ciberespectador.
Tipo de ciberviolencia Cibervíctima Ciberagresor Ciberespectador
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28/11/2023
Nota. Las cifras son porcentajes. Cuestionario “Violencia online 2020” N= 6952.
La incidencia global es de 19.8% del estudiantado implicado en ciberviolencia durante el confinamiento. En promedio 21.0%, de ese total, en la condición de cibervíctima, entre 4% y 29.8% (en los siete tipos). En ciberagresor tenemos un promedio total de 3.5%, con un mínimo de 1.1% y un máximo de 4.8%. En ciberespectador de estos tipos de ciberviolencia el promedio es de 34.3%, que fluctúa entre 15 y 44.9 por ciento. Como se observa, los estudiantes han padecido más ciberviolencia de la que han perpetrado. Sin embargo, la incidencia en la condición de ciberespectador es considerablemente más alta.
Respecto al género, son las estudiantes mujeres quienes reciben más ciberagresiones sexuales que sus pares hombres.
Tabla 3. Incidencia global de máximos y mínimos de ciberviolencia sexual
Condición Incidencia global %
Cibervíctima 21
Ciberagresor 4
Ciberespectador 34.3
incidencia Tipo (máximos) % Tipo (mínimos) %
Recepción de propuestas y contenido sexual obsceno 30 Sextorsión 4
Recepción de propuestas y contenido sexual obsceno 4.8 Sextorsión 1.1
Recepción de packs, nudes 45 Grooming 15
Nota. Las cifras son porcentajes. Cuestionario “Violencia online 2020” N= 6952.
En este caso, la recepción de propuestas sexuales y de contenido obsceno presenta la mayor frecuencia y afecta a tres de cada diez estudiantes. La sextorsión es la menos recibida (4%), no por ello es menos impactante, y la ciberagresión, afortunadamente, también presenta un bajo porcentaje de incidencia entre los estudiantes de la muestra, que va de ocho, de cada cien, que aceptaron distribuir sexting, a uno que ejerció sextorsión. Empero, es impactante la gravedad de estos dos tipos (prácticas) de ciberviolencia en la subjetividad de las cibervíctimas.
Cerca de la mitad del estudiantado observa la circulación de packs y una proporción nada despreciable, casi dos de cada diez, observaron grooming.
La incidencia global más alta está ubicada en la condición de ciberespectador situación que apunta a que los estudiantes han normalizado, silenciado o desestimado, tanto la recepción de agresiones como la perpetración de estas.
Incidencia severa, grave o sistemática de la ciberviolencia sexual (más de diez veces por semana)
En la Tabla 4 se observa que la incidencia global en este caso es de 8.5%, con una fluctuación entre 7.8% como cibervíctima y 12.2% como ciberespectador. La ciberviolencia grave más frecuente padecida es la recepción de pornografía no solicitada.
Tabla 4. Ciberviolencia sexual. Incidencia grave, severa o sistemática
de ciberviolencia
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28/11/2023
Nota. Las cifras son porcentajes. Cuestionario “Violencia online 2020” N= 6952.
En las tablas 2, 3 y 4 la incidencia global reporta que dos de cada diez alumnas/os han padecido alguna manifestación de ciberviolencia sexual. Sin embargo, la ciberviolencia observada por la audiencia es considerablemente superior en comparación con la registrada en las otras dos condiciones y apuntala la hipótesis de la existencia de un subregistro en estas, en buena medida debido a la normalización, el silenciamiento, la vergüenza y autoestigmatización que rodea a la violencia digital, como lo veremos en el capítulo siguiente.
Resulta importante señalar que el ciberespacio ha mudado a jungla cibernética, en la cual, a falta de normas perfectamente establecidas y a la ausencia de ciudadanía digital impera la ley “del que puede y quiere” (Velázquez-Reyes, 2022) que afecta particularmente al estudiantado mexiquense que ha padecido diversas agresiones sexuales en línea.
Incidencia global de ciberviolencia en las relaciones sentimentales
En la Tabla 5 se presenta la incidencia de ciberviolencia en las relaciones sentimentales.
Tabla 5. Incidencia global de ciberviolencia en condición de cibervíctima, ciberagresor/a y ciberespectador
Tipo de ciberviolencia
Nota. Las cifras son porcentajes. Cuestionario “Violencia online 2020” N= 6952.
De acuerdo con los datos recabados, 40.7% (incidencia global) del estudiantado se implicó en ciberviolencia durante el confinamiento. En la condición de cibervíctima 38% promedio (14.8% control pareja o expareja y 58% cortejo hostigante, como extremos). En cuanto a la condición de ciberagresor, 26% promedio (9.9% control pareja o expareja y 35% cortejo hostigante). Finalmente, para el caso de ciberespectadores los datos muestran 57.9% promedio (52.3% celotipia y 61.2% ghosting).
Tabla 6. Incidencia global de máximos y mínimos de ciberviolencia en las relaciones sentimentales
Nota. Las cifras son porcentajes. Cuestionario “Violencia online 2020” N=
Cortejo hostigante resultó ser la ciberviolencia más padecida, cerca de seis de cada diez estudiantes, mientras, casi tres de diez, aceptó perpetrarlo. Empero, seis de cada diez estudiantes observan ghosting en RS.
Tabla 7. Incidencia grave o severa o sistemática en las relaciones sentimentales
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Nota. Las cifras son porcentajes. Cuestionario “Violencia online 2020” N= 6952.
La Tabla 7 muestra que la incidencia global en las tres condiciones es de 2.3%. Ser cibervíctima presenta un promedio total de 3.2%, con tres actividades principales: cortejo hostigante (4.2%), celotipia (3.7%) y ghosting (3.4%). Los datos muestran que, en promedio, casi uno por ciento de las y los estudiantes han sido ciberagresores, mientras que 5.3% ha observado estas conductas de manera sistemática.
Incidencia global de ciberacoso
VERSION PRELIMINAR
En la dimensión de ciberacoso se encontraron los siguientes porcentajes de ciberviolencia.
Tabla 8. Incidencia global de ciberacoso en condición de cibervíctima, ciberagresor/a y ciberespectador
de ciberviolencia
Nota. Las cifras son porcentajes. Cuestionario “Violencia online 2020” N= 6952.
La incidencia global del estudiantado que se vio implicado en ciberacoso durante el confinamiento correspondió a 22.6 por ciento, con promedios totales de 23.1 por ciento en la condición de cibervíctima (3.7% happy slapping y 40.5% insultos online, como extremos); 6.9% en ciberagresor (2% happy slapping y 17.5% ataques videojuegos) y como ciberespectador 37.8% (21.3% grabación sin permiso y 54.9% insultos online). Como se observa, el estudiantado ha padecido más ciberacoso del que ha perpetrado y la incidencia en la condición de espectador es considerablemente más alta. Los porcentajes en esta dimensión en cada uno de los tipos de ciberviolencia son considerablemente más altos. Cabe señalar que, si bien los porcentajes de incidencia en las tres condiciones para las PNB son significativamente pequeñas, lo importante es registrarlas porque se visibiliza una población que cada día va en ascenso.
Porcentajes más altos en la condición de audiencia se encuentran en las tres dimensiones.
En la siguiente tabla se observan los máximos y mínimos en las tres condiciones, así como del tipo de ciberacoso.
Tabla 9. Incidencia global de máximos y mínimos de ciberacoso
VERSION PRELIMINAR
Nota. Las cifras son porcentajes. Cuestionario “Violencia online 2020” N= 6952.
La Tabla 9 presenta el extracto de los tipos de ciberviolencia con mayores y menores incidencias en cada una de las tres condiciones. Aquí resulta más claro que cuatro de cada diez estudiantes reciben insultos online, mientras que sólo cuatro de cada 100 reconocieron padecer happy slapping. En el caso de los ciberagresores, dos de cada diez de los y las estudiantes aceptaron que han atacado en un videojuego y sólo dos de cada 100 han ejercido happy slapping. Por otro lado, más de la mitad ha observado insultos online y dos de cada diez (cifra que se considera alta) ha observado grabaciones sin consentimiento.
28/11/2023
La incidencia global entre las tres condiciones es disímil. Se observa que la ciberaudiencia tiene los porcentajes con mayor frecuencia, 1.5 veces más que cibervíctimas. Es importante no olvidar el subregistro descrito anteriormente y que podría deberse a que el estudiantado ha normalizado, silenciado o desestimado tanto la recepción como la perpetración de agresiones.
Incidencia grave, severa y sistemática
De acuerdo con el grado de implicación severa, sistemática, grave (opción de frecuencia “siempre”), en orden descendente en la condición de cibervíctima, se encuentran los siguientes porcentajes.
Tabla 10. Ciberacoso: incidencia grave o severa o sistemática
de ciberviolencia
Nota. Las cifras son porcentajes. Cuestionario “Violencia online 2020” N= 6952.
La incidencia global del estudiantado que se ha visto implicado en manifestaciones de acoso severas es de 1% y los tipos de violencia que más reciben las cibervíctimas son ataques en videojuegos (3.6%), chismes e insultos (2.2% cada uno) y mensajes stalkeadores (0.9%).
Si se compara la incidencia en las tres dimensiones evaluadas (ciberviolencia sexual, violencia en las relaciones sentimentales, y ciberacoso) se encuentra que el estudiantado mexiquense resulta mayormente afectado en el contexto de las relaciones sentimentales. Ubicándose en segundo lugar, el ciberacoso, y tercero, las ciberagresiones sexuales.
Además, la incidencia como cibervíctimas, ciberagresores y ciberespectadores en las tres dimensiones son dispares, registrándose la incidencia más alta en la condición de ciberespectadores, lo cual es coincidente con lo reportado en Velázquez-
Reyes (2020 y 2022a; 2022b) y López y Martínez (2023) autores que indican una subestimación en las condiciones de cibervíctimas y ciberagresores.
Hasta aquí el análisis de los datos duros obtenidos del análisis de las respuestas al cuestionario “Violencia online 2020”. Ahora, con el propósito de dar nombre a los números y que los números hablen de las personas y con las personas, en el siguiente capítulo se presenta la experiencia comunicable del estudiantado.

IV. LA NARRACIÓN DE LA EXPERIENCIA CON LA
CIBERVIOLENCIA

El estudio de la narrativa es, por tanto, el estudio de la forma en que los seres humanos «experiencian» el mundo.
M. Connelly y D. Clandinin
Relatos de Experiencia
Turner (1986) afirma que la experiencia es un proceso más que una situación fija. Se caracteriza porque está en constante flujo de vida e involucra al cuerpo, las emociones, el pensamiento, y todo lo cual se concentra y se interpreta al ser expresado. Para Simons “la experiencia vivida es siempre una experiencia socialmente situada” (2011, p. 106).
Así, la narrativa se entiende como un modo particular de relatar “articula una experiencia desde un incidente crítico, un nudo problemático que tensiona, tracciona y atraviesa toda la comunicación” (Ripamonti, 2017, p. 90). Ante la convocatoria de compartir la experiencia vivida con la ciberviolencia, el estudiantado expresó la vida dicha en sus propios términos. Esto es, “la palabra del otro” (Corona y Kaltmeir, 2012).
Tal ejercicio generó un cúmulo de testimonios (ciberviolencia relatada) que se agruparon en diez categorías superordinales, que dieron acceso al “estatus vital” (Simons, 2011, p. 112) de 2634 estudiantes que relataron su experiencia por escrito, como se observa en la siguiente tabla.
Tabla 11. Ciberviolencia relatada
Nota. Narrativa estudiantil N=2634.
A continuación, se muestra la gráfica de los datos anteriormente señalados.
Figura 3. Violencia relatada.

Nota. Narrativa estudiantil. N=2634
La voz es el sentido que reside en el individuo y que le permite participar en una comunidad.
La lucha por la voz empieza cuando una persona intenta comunicar sentido a alguien. Parte de ese proceso incluye encontrar las palabras, hablar por uno mismo y sentirse oído por otros.
La voz sugiere relaciones: la relación del individuo con el sentido de la experiencia y la relación del individuo con el otro, ya que la comprensión es un proceso social.
Deborah Brizman Practice makes practice
Narrando la experiencia de las agresiones sexuales en línea
Illouz (2020) señala que “la sexualidad se convirtió en una actividad recreativa más orientada al entretenimiento que a la reproducción: el sitio para la exploración y la realización” (p.74). La narración estudiantil con la ciberviolencia sexual ofrece una cara menos entusiasta y devela el lado sombrío (Bauman, 2011), en ocasiones incluso oscuro, demasiado oscuro, dado el encuentro inesperado con toda clase de ciberagresores sexuales.
El siguiente retrato de la ciberviolencia sexual se redactó a partir de 417 relatos de experiencia comunicable (Benjamin, 2010) con la ciberviolencia de 348 mujeres, 57 hombres y 12 PNB.
El sensorium de violencia (Emmelhainz, 2022) es decir, los patrones de agresión instalados en la socialidad del estudiantado mexiquense refieren una violencia generadora de subjetividades. En este sentido la ciberviolencia sexual padecida presenta un sesgo de género (Segato, 2018), más mujeres y PNB registran y narran una mayor experiencia como cibervíctimas sexuales que sus pares hombres.
En la narrativa de la experiencia estudiantil los ciberagresores son desconocidos en más de la mitad de los episodios, el resto están identificados como compañeros, “amigovios”, así como la expareja o pareja; familiares: tíos, primos; conocidos offline como vecinos, amigos de los padres e incluso exprofesores; conocidos en línea y los amigos on y offline. Particularmente los “amigovios”, exparejas y parejas se sirven del material erótico sexual intercambiado en una situación de cortejo, seducción y confianza y suelen ciberacosar, presionan o chantajean con objetivos varios, para obtener más imágenes sexuales, evitar el rompimiento, obligar a regresar a la expareja que ha roto la relación e incluso exigir dinero a cambio de las imágenes sexuales en su poder. Tanto los conocidos online como los desconocidos intentan chantajear con evidencias o sin ellas.
Plataformas
Las plataformas mayormente empleadas para ciberacosar son Facebook, Messenger, Instagram, Snapchat, Twitter, apps de citas e incluso GloogleMeet.
Vías del ciberacoso
Los ciberagresores emplean diversas vías sin consentimiento y reiteradamente la cibervíctima recibe mensajes con preguntas y solicitudes, fotos íntimas indecentes, mensajes con contenido sexual, propuestas sexuales, packs, nudes, burlas, videollamadas, fotografías y videos pornográficos, imágenes obscenas, auto imágenes sexuales vulgares, stickers y/o redireccionamiento a páginas porno o a chats con el mismo carácter.
Las estrategias empleadas por los ciberdepredadores sexuales (Dombrowski et al., 2004) van desde extender invitaciones amables tales como “¿quieres ser mi amiga o acompañante?”, “¿quieres ser mi diversión?” o solicitudes de intercambio de fotos íntimas a cambio de dinero o dinero más dispositivos electrónicos. En otros casos, envían material como “mira mi masturbación” o packs que inquieren a expresiones “¿te gusta?” Si las solicitudes no funcionan recurren a la coerción, los chantajes y en algunos casos a la sextorsión; en ocasiones se dan amenazas de muerte dirigidas no sólo a la cibervíctima, sino contra sus familiares, lo cual provoca más miedo, que se convierte rápidamente en pánico.
Otra de las estrategias recurrentes entre los ciberagresores consiste en acudir al engaño, suplantando personalidades. De esta manera, encontramos hombres haciéndose pasar por mujeres o por personas más jóvenes o un conocido o amigo, en ocasiones sugieren que “se trata de un reto” o “una tarea” incluso llegan a simular que padecen una enfermedad terminal. Es así como, los ciberdepredadores sexualizan, cosifican y mercantilizan el cuerpo de las estudiantes y, en menor grado, de las PNB.
Los ciberdepredadores sexuales son jóvenes adultos y adultos mayores, “un señor” y “señores mayores” en palabras del estudiantado. Se reconoce la circulación de sugar daddys (etiqueta que identifica a varón adulto dispuesto a invertir económicamente con el propósito de obtener beneficio de una relación romántica o sexual, usualmente con una pareja que resulta ser más joven). En el amplio espectro de las RS, particularmente, las chicas hablan con naturalidad de la existencia de estos personajes.
Sobre la duración del ciberacoso sexual digital se observa una variación desde unas cuantas horas hasta un día, meses e incluso un año. Independiente a la duración la repercusión se extiende, en ocasiones, de manera exponencial, y ocasiona que los daños o ciberheridas se vivencien como una experiencia profunda (Benjamín, 2010).
En cuanto a las emociones producidas, la víctima de violencia sexual digital experimenta un coctel de emociones y sentimientos. En la mayoría de los episodios relatados se desconoce por qué fue elegida/o para ser victimizada/o. En algunos casos, como en la difusión de sexting no consensuado se reconoce o presupone el motivo, siendo frecuente que se asuma la responsabilidad de la agresión a las mujeres en su mayoría. Entre los descriptores más empleados en estas situaciones, se encuentran: incomodidad, asco, molestia, enojo, miedo, manipulación, chantaje, tristeza, depresión, ansiedad, peligro e incluso pánico; entre las expresiones que se mencionaron: “shock”, “me sentí vigilada”, “sucia”, “preocupada”, “sexualizada”, “paralizada”, además del despectivo “putas de Internet”.
Las estrategias de afrontamiento por parte de las cibervíctimas abarcan desde la postura pasiva, como el desconcierto, la desorientación y la confusión hasta otras más activas como bloquear y denunciar ante la plataforma empleada, esto último en cantidad mínima. En casos excepcionales desarticulan la estrategia del ciberdepredador sexual desde la táctica de la burla y eluden exitosamente la mercantilización de su cuerpo.
Entre los efectos de la ciberviolencia sexual se encuentran el silenciamiento, la normalización y la autoestigmatización, que se agravan por la ausencia de una cultura de la denuncia que fortalece la impunidad y con ello la perpetuación de la ciberviolencia. En ocasiones, resultan fatales la culpa y la vergüenza experimentadas pues ambas orillan a la víctima al suicidio “se mató por la vergüenza que sentía” (Relato 5618, comunicación personal, 10 enero, 2021).
La violencia digital (ciberviolencia en nuestra investigación) es una expresión del capitalismo patriarcal que da paso a la desigualdad social entre géneros. Particularmente “la violencia sexual al tratarse de una violencia expresiva” (Segato, 2016, p.18) arroja al estudiantado dentro del sensorium de violencia (Emmelhainz, 2022) que convierte al cuerpo femenino y de la diversidad sexual en un campo de batalla. Para mostrar esta situación a continuación, se exponen, las manifestaciones de violencia sexual digital. De acuerdo con San Segundo (2016), una víctima, es una per-
sona que ha sufrido un daño y que padece sus consecuencias. Para nosotros la víctima se define por lo que le han hecho, ha padecido, ha perdido y le han quitado. Por ello, contamos aquí las historias porque al fin y al cabo las vidas humanas merecen ser narradas.
Antes de pasar a las narraciones, veamos las siguientes gráficas que nos muestran
En la siguiente gráfica se observa las distintas modalidades de ciberviolencia narrada.
Figura 4. Ciberviolencia sexual relatada.

Nota. Narrativa estudiantil violencia sexual N=417.
En la siguiente figura se presenta de manera esquemática, los descriptores empleados en la narrativa estudiantil sobre la experiencia comunicable de la ciberviolencia sexual.
Figura 5. Descriptores en la narrativa estudiantil de la ciberviolencia sexual

Nota. Análisis selectivo refinado de la narrativa estudiantil N=417.
En la narrativa (417 relatos), el estudiantado empleó 486 descriptores para referir su experiencia, los más frecuentes fueron: amenazas, incomodidad, miedo, me sentí mal, asco, acoso/hostigamiento, difusión, insistencia, inventaron cosas, hackearon mi cuenta, enojo, nervios, molestia, feo, inseguridad, depresión, manipulación, rara, confundida, pánico, sucia, paralizada, traicionada, ofendida, sexualizada, vergüenza, impotencia, culpable, shock y presión. Aunque en proporción menor también se utilizaron descriptores con énfasis positivo, por ejemplo, la frase “tranquila porque yo sabía que no era cierto” se empleó en diez ocasiones. Asimismo, llama la atención que algunos testimonios concluían con declaraciones tales como “gracias a Dios no me pasó nada”.
A continuación, se presenta una selección de los testimonios estudiantiles, apelando al criterio señalado en Connelly y Clandinin (1995) “en la forma inductiva, los datos cuentan su propia historia de una forma más clara” (p. 48). De este modo, el alumnado contará, con sus propias palabras, qué le han hecho, ha padecido, perdido y qué le han arrebatado. Los subapartados corresponden a las subcategorías temáticas provenientes del análisis categorial refinado. El orden de presentación va desde la ciberviolencia más frecuentemente relatada, hasta la de menor incidencia. Como se mencionó anteriormente, al final de cada viñeta se incluye, entre paréntesis, un código identificatorio que contiene la edad, el sexo/género M para mujer, H para hombre y PNB para persona no binaria, el nivel de escolaridad S, P o L para secundaria, nivel medio superior o licenciatura respectivamente, el lugar de residencia y el número de relato.

Contenido sexual, obsceno, vulgar
Un buen porcentaje de estudiantes (22%) ha recibido contenido sexual obsceno, a través de mensajes, videollamadas, videos, fotos o stikers.
Fue una chica, o al menos decía que era mujer, me mandaba contenido sexual que yo no abría y me hacía preguntas sexuales. Fue en julio del anterior año, fueron cuatro veces, duro tres días, me sentía incómoda y por eso la bloqueé y borré todo. No la conozco y sólo le conté a una persona (12. PNB. S. Tecámac. 2764).
Algunas veces me llegaron a mandar fotos, videos y me hicieron videollamada para mostrar cosas indebidas, contenido sexual, etc. Pero yo no sabía de quién se trataba; me sentí un poco incómoda, y bloqueé a esta persona. No me siguió molestando. Pasaron unos días, y le conté a mi familia, entonces dejé un tiempo las RS (15. M. S. Los Reyes la Paz. 2021).

Un señor ya mayor me mandó foto de su aparato reproductor sin yo pedirlo para acosarme. Fue realmente incómodo para mí, hasta que lo bloqueé (13. M. S. Tecámac. 1624).
Una vez me hackearon mi cuenta de Facebook y publicaron “¿A qué sabrá el pito?” Y no supe ni quién fue (17.H. P. Apaxco. 4873).
Hace tres años un acosador de Internet empezó a mandarme mensajes y llamadas también fotos de su cuerpo desnudo, videos masturbarse. Más de 20 veces mandaba mensajes. Sentí mucho asco, enojo y temor. No lo conozco, sí les conté a mi familia, a mis papás (15. M. P. Nezahualcóyotl. 6039).
Una vez me hicieron una videollamada de WhatsApp, no sabía quién era. No lo tenía agregado y no sé cómo consiguió el mío. Era un señor mayor que se estaba tocando, yo no sé quién es; yo no sé por qué lo hizo o si me conocía, pero me dio asco, miedo, tristeza, repulsión y mucha impotencia. Bloqueé al contacto. Me han pasado casos similares (15. M. P. Nezahualcóyotl. 6045).

Packs, sexting o nudes
Otro porcentaje importante de estudiantes (18%) recibió packs, sexting, nudes, esta última etiqueta es la manera en que los y las chicas llaman a la recepción, envío o intercambio de imágenes sexys sugerentes.
Pues una vez me dijeron que aceptaba mi solicitud si yo le mandaba mi pack y lo bloqueé. Después otro muchacho me mandó fotos sin nada de ropa y yo no se lo pedí (15. M. P. Atlacomulco. 1262).
Él me manda mensajes cuando quiere en Messenger, me ha mandado su pack, me envía mensajes refiriéndose a algo (sexual). Una vez me quiso amenazar, la verdad no me dejé. Me manda cuatro a la semana, me hace sentir rara. Esto ya ha durado mucho, yo sí conozco a la persona de vista y se lo conté a mi hermano (15. M. P. Atlacomulco. 1280).
Hace un año un compañero de la escuela me mandó foto de su parte íntima. No sé por qué lo hizo si no le di motivos fueron tres veces. Me sentí incómoda porque jamás me habían mandado cosas así. Sí conozco a la persona y se lo conté a mi mamá (14. M. S. Cuautitlán Izcalli. 6732).

Hace como un año un hombre me envió fotos privadas sin conocerlo, simplemente lo hizo—no sé con qué intención—pero me dio bastante asco y me hizo sentir sucia. Lo bloqueé y le dije a mis padres (16. M. P. Luvianos. 4084).
Una vez un señor que no conocía me mandó fotos por Facebook de su pene y era el tío en ese entonces mi novio. Mi novio se enteró y enojado fue a buscarlo a su casa, casi se pelean (17. M. P. Papalotla. 4137).

En la narrativa estudiantil se observa que particularmente los hombres envían autoimágenes sexuales en las cuales quieren destacar la sexualización de las mujeres, su obsesión con el cuerpo femenino y el mensaje de poder (Segato, 2023), además de la ausencia de empatía, la cosificación y la sexualización de las estudiantes (De Miguel, 2015).
Sextorsión: del intento a la consumación de amenazas
El 16% del estudiantado ha recibido sextorsión. Los ciberdepredadores sexuales amenazan con divulgar imágenes sexuales de la víctima, aunque, en algunos casos, no las tengan en su poder. Se valen de que alguna víctima ingenua, o simplemente despistada, ceda al chantaje. En ocasiones puntuales, cuando estos personajes tienen en su poder imágenes comprometedoras, las amenazas se quedan en intento. En otras se logra consumar la sextorsión. En cualquiera de los casos, la insistencia provoca intimidación en la víctima.
Me mandaron mensaje q de q no mandaba fotos sin ropa q iban publicar unas q llegué a mandar alguna vez �� y sentí miedo y sólo fue en una ocasión y sí conozco a la persona (15. M. P. Tepotzotlán. 6095).
Subieron fotografías mías en una página sexual, sin mi consentimiento. Me amenazaron con mandarlas. Ya son casi diez meses, me siento mal y tengo miedo de que se enteren mis padres, que se quede aquí, por favor (16. M. P. Atlacomulco. 1228).
El amigovio de una compañera la amenazó con publicar sus fotos si no le daba dinero (14. M. S. Tecámac. 3575).
Alguien intentó difundir fotos íntimas mías si no compartía más, dos veces, cuatro días la primera vez, y dos la segunda. Me sentí con miedo. Sí las conocí, les conté a mis amigos y a mi mamá (16.M. P. Cuautitlán Izcalli. 4216).
Conocí una amiga que pasó fotos íntimas a su novio; su relación estaba mal y lo iba a cortar; pero el novio la amenazó con publicar sus fotos si lo cortaba (16. H. P. Atlacomulco. 6885).
Sextorsión amenazas sin pruebas
Un día me amenazaron con fotos supuestamente mías, (pack) pero no era yo. Mi mamá se enteró. La persona que me contactó me empezó a humillar; entonces le conté a una amiga y al mostrarle la foto efectivamente no era yo. Dejaron de molestarme, pero mi mamá siguió con la duda (16. M. P. Cuautitlán Izcalli. 4292).
Conocí a una chica, y me comentaba que su amigo me quería conocer y pues yo acepté. Me mandó su número, pero me equivoqué. Él ya era mayor de edad y me llamaba; pero yo no le contestaba porque en sus mensajes me decía que quería que le mostrara mi cuerpo, claramente; yo me negué. Me mandaba día,
tarde y noche a tal grado que le dije que me dejara. Lo bloqueé y pensé que ya no me iba a molestar; después de tres o cuatro días me mandó de nuevo mensaje —yo sin saber quién era le pregunté— y sólo cuando mandó mensaje con su nombre me exalté y me dio miedo. Me dijo que si le mandaba fotos de mi cuerpo al desnudo. Yo me negué. Él me amenazó con subir unas fotos comprometidas a Internet; pero yo sabía que no existían esas fotos ya que nunca me llamó la atención hacer ese tipo de cosas. Entonces le dije que me dejara en paz. Nunca conocí a la persona que se atrevió a mandarme mensajes obscenos, sólo mensajes nada de fotos y ya no tengo contacto con esa persona gracias a Dios; pero sigo teniendo miedo a que me vuelva a mandar mensaje. Nunca le conté esto a nadie por los nervios; me decía a mí misma que yo podía arreglar esto; pero me equivoqué (14. M. P. Atlacomulco. 1638).
Hace un tiempo un desconocido me mandó mensaje por WhatsApp amenazándome; decía que tenía fotos íntimas mías. Yo lo ignoré porque sabía que no era verdad ya que yo ni si quiera tenía fotos mías de ese tipo; sin embargo, siguió molestándome y decidí bloquearlo; pero no fue suficiente, al poco rato me volvió a mandar mensaje de otro número desconocido volviéndome a querer intimidar. Lo que sí me impactó fue que sabía mi nombre, y supuse que era alguien que conocía ya que yo siempre he restringido mi información personal por las RS. Entonces le conté a mis papás y decidimos que yo cambiara de número, pero eso tampoco fue suficiente, ya que volvió a mandar mensaje; así que pensé que era alguien que ya sabía mi número nuevo. En fin, tarde o temprano iba a salir a la luz quién me estaba molestando —y dicho y hecho— era una compañera del salón con la cual tenía poco contacto (15. M. P. Nezahualcóyotl. 5995).
Hace tres meses una persona me pedía tener relaciones sexuales y me amenazaba con que le iba a decir a mis padres lo que soy. El chantaje sólo duró como dos días. Me sentí tranquilo porque la persona no conocía a mis padres ni a nadie y yo no lo conocía (14. H. P. Atlacomulco. 1631).

Amenazas
En un evento conocí a un chico llamado Valentín […] Le pasé mi número y hablamos algunos días; pero luego quería fotos íntimas mías, pero yo no me sentía en confianza, así que empezaba amenazarme con buscarme (él ya sabía dónde estudiaba) y me amenazaba con hacerle daño a mi familia. Este acoso duró aproximadamente tres meses, estaba parado afuera de mi escuela sólo viéndome. Me sentía muy acosada y sabía que eso había sido mi culpa. Decidí contarle a mi amigo y él fue a buscarlo, terminaron peleando y sólo causé problemas a mi amigo […] Pasaron dos semanas más de acoso por teléfono, se compraba chip nuevo cada vez que lo bloqueaba de uno (18. M. L. Valle de Bravo.1787).
Me hacían muchos perfiles falsos y me amenazaban diciendo que iban a subir fotos íntimas mías y que sabía en qué escuela iba, y me iba a matar. Ya después me enteré de que era una niña más chica que yo; de otra escuela y yo le caía mal. De eso tiene dos años, las amenazas duraron cerca de cinco meses. Me sentía muy mal porque sí había palabras que me daban miedo, y pues no la conocía yo ni nada. Y nada más sabían mis amigos (15. M. P. Ecatepec. 4312).
Hace un par de meses me enviaron un texto por Messenger amenazando con secuestrarme si no le enviaba fotos íntimas. No conozco a la persona y se lo conté a mis padres, hermanos entre otros familiares cercanos a mí (14. M. S. Toluca. 6374).
Una vez un chico me mandó mensaje intentando amenazarme, obligándome a que le mandara fotos o si no iba a con mi familia. Esto pasó hace como un año y medio, y se lo conté a mi hermana mayor (15. M. P. Atlacomulco. 1202).
En algunos casos la violencia online transita al terreno del mundo fáctico.
Solicitud de fotos íntimas
Las solicitudes que se hacen al estudiantado para compartir fotos de su intimidad registran 11 por ciento de incidencia.
Hace una semana me llegó una solicitud a Facebook, no le di mucha importancia y la acepté. Esa persona me empezó a mandar mensajes pidiéndome que le mandara audios y fotos mías; entonces, lo bloqueé. La persona se hizo otra cuenta y empezó a hacer lo mismo, esta vez me insultaba y me decía cosas como “pinche mugroso”, “estás bien feo”, “te voy a partir tu madre”. Nuevamente lo ignoré y me dijo que, aunque lo bloqueará se iba a hacer más cuentas para seguir molestando. Esta situación duró aproximadamente cuatro días ya que se cansó de que no le contestaba y ya no pudo hacer más cuentas. Esta situación se la conté a mi papá y sacamos conclusiones de que era un primo lejano (14. H. S. Toluca. 6408).
Una persona por Internet me contactó para pedirme que le mandara fotos de mi cara y cuerpo, y como no lo hice él me empezó a mandar sus fotos; así que, lo
bloqueé de todos lados […] Me asusté y me sentí muy incómoda, ahora ya tengo más cuidado (15. M. P. Cuautitlán Izcalli. 4300).
Cuando yo iba en sexto de primaria tenía como diez u once años, y un exmaestro me pidió fotos íntimas por WhatsApp (14. M. P. Luvianos.1922).
Había abierto mi primera cuenta de Facebook ya que la maestra de primero de secundaria la pidió, y mi papá me la abrió. Me llegó un mensaje de un chavo pidiéndome fotos de mi entrepierna y pues yo lo bloqueé; pero me seguía mandando mensajes desde otras cuentas. No se lo conté a nadie, ni a mis papás (12. M. S. Tecámac. 2627).

En la narración de la experiencia comunicable (Benjamin, 2020), con respecto a las agresiones a través de las pantallas, se encuentran hombres que envían textos, autoimágenes sexuales, además de solicitudes y amenazas en las cuales enfatizan la sexualización de las mujeres, haciendo mella de la obsesión con el cuerpo femenino y un destacable mensaje de poder (Segato, 2023; Illouz, 2020), al mismo tiempo se observa ausencia de empatía, cosificación y sexualización de las estudiantes (De Miguel, 2015).
Producción de sexting activo
Una vez tuve una relación virtual con alguien. Fue a principios de año, lo había conocido en una red social de secretos. Escribí que me sentía aburrida y me dejaron algunos números de teléfono. Se me ocurrió hablarle y nos conocimos un poco hasta que empezamos a ser novios Fue menos de un mes y eso me bastó para conocerlo. Me hacía sentir bastante mal [...] Era muy grosero, manipulador, y me celaba; solía decirme una que otra palabra que me ofendía; también, me pedía packs [...] Y cuando le decía que no, se sentía triste y me sentía obligada a mandarle. Nuestro plan era conocernos, pero nunca pasó porque él es argentino. Yo jamás se lo conté a nadie, ni siquiera hablé del tema hasta ahora (16. M. P. Nezahualcóyotl. 5925).

En este caso específico la chica acepta voluntariamente a enviar sexting, aunque en un contexto de manipulación y coerción. Los solicitantes de imágenes, videos y sexting en buena medida son hombres, en tanto que las chicas y las PNB reciben tales solicitudes. Por lo que se deduce que, impera una cierta opresión y cosificación del cuerpo femenino y de la diversidad sexual.
Es así como el sexting se encuadra en un contexto de desigualdad de género. Los mandatos de género hacen la diferencia, ya que, por una parte, se sancionan a las mujeres, y por otra, se esquiva la participación masculina (Velázquez-Reyes, 2013). Con la obediencia a estos mandatos, diferenciados para hombres y mujeres, se instala y perpetúa la desigualdad social entre los géneros.

Difusión de sexting no consensuado
Según los testimonios, 9.3% del estudiantado ha padecido de la difusión no consensuada del sexting. Si bien el ejercicio del sexting permite a las/os adolescentes y jóvenes reconocerse como sujetos deseantes y deseables sexualmente, en algunas situaciones puntuales cambia de práctica juvenil, de ejercicio lúdico y divertido a fuente de incomodidad, miedo y sufrimiento por la difusión sin consentimiento de las imágenes. He aquí algunos ejemplos:
Un día en el baño escuché cómo lloraba una compañera porque alguien había publicado fotos de su cuerpo. Sus amigas la intentaron consolar. Por lo que escuché era su novio quien había hecho todo eso. La chica ya no volvió a la escuela (15. M. P. Atlacomulco. 1394).
La expareja de mi mamá la amenazó que iba a publicar un video de ella (porno) si no regresaba con él (14. M. P. Atlacomulco. 1437).

Compartió mi exnovio una foto de mi cuerpo por no regresar con él (17. M. P. Atlacomulco. 1445).
Un amigo y yo intercambiamos fotos obscenas, pero un día no quise seguir con eso y dijo que publicaría mis fotos, pero nunca lo hizo [swag] (16. PNB. P. Almoloya de Juárez. 2923).
Compartí fotos mías semidesnuda en 2017-2018. Alguien me las tomó y las comenzó a enviar hasta hacerla viral; duró aproximadamente medio año, me sentí muy mal, a veces aún me siento así. Sólo me apoyó mi papá; la escuela no se hizo responsable (16. M. P. Zumpango. 4652).
Una vez subieron unas fotos mías (packs) sin mi consentimiento. Fue hace como dos años, bueno […] la publicación duró como un día; pero los comentarios y todo eso sí duraron como dos semanas aproximadamente. Sentí muchas emociones en ese momento, sí conozco a la persona (16. M. P. Nezahualcóyotl. 6295).
Cuando recién entré a la secundaria por querer encajar en un grupo un chavo me pidió una foto un poco provocativa; se la mandé sin que se me viera mi cara. Como ya no le quise mandar más me amenazó con subirla a grupos y mandarla; entonces tuve que dar de baja mi cuenta y cortar contacto con él. Este tipo de acoso fue lo peor que me pudo pasar, me sentí mal (16. M. P. Nezahualcóyotl. 6285).
En 2018 cuando yo cursaba segundo grado de secundaria tuve un novio y lo quise mucho hasta el nivel q él me dijo que le mandara fotos en ropa interior, nudes decía él. Duramos tres meses y medio; después un amigo me comentó que él había compartido mis fotos con algunos niños de la escuela […] Hasta el momento sigue activo todo eso. He encontrado a los niños y me hacen comentarios sobre ese tema; siento miedo y tristeza. Sí conozco a todas las personas que hicieron eso (16. M. P. Tlatlaya. 1642).
No sé si sea un episodio de violencia; pero hace tres años tenía yo un novio que de hecho fue el primer novio que tuve. Yo nunca había experimentado eso; entonces confíe en él y le pasé una foto mía en ropa interior que se encargó de difundir. Cuando terminamos la relación, todos mis compañeras y compañeros me hacían comentarios por Internet o hasta en persona sobre si era mía la foto y cosas que me incomodaban. Después empezaron a difundir que yo había tenido relaciones sexuales con esta persona y me hicieron mucho ciberbullying; aparte nadie me hablaba y eso me hacía sentir mal. Todo eso se lo conté a mi mamá. La situación se complicó hasta el grado de casi cambiarme de escuela porque ya era algo feo asistir (15. M. P. Nezahualcóyotl. 6063).

El estudiantado practica sexting preferentemente en un contexto de seducción o de relación sentimental. Se trata de sexting relacional debido a la intención de llamar la atención del sujeto de su interés. Empero, el sexting también se realiza por querer encajar en el grupo; y en ciertas ocasiones la confianza depositada se ve traicionada. Se observa que tanto las estudiantes como las PNB padecieron mayormente de la difusión no consensuada del sexting.
Grooming
El 8% del estudiantado ha padecido grooming. Es decir, alguna persona adulta se ha hecho pasar por alguien más joven, buscando fotos o encuentros sexuales. Como veremos enseguida, los ciberdepredadores sexuales han desistido de ocultar su edad y plantean diversas solicitudes para cultivar deliberadamente una conexión emocional con menores de edad con fines de abuso o explotación sexual.
Un señor me propuso ser “su distracción” durante pandemia, sin importar la diferencia de edad; esta situación duró aproximadamente una semana ya que después hice algo al respecto: decidí contárselo a personas de mi suma confianza (15. M. P. Atlacomulco. 837).
Cuando recién abrí mi cuenta de Facebook un hombre adulto comenzó a acosarme, hasta el punto de pedirme sexting. Me sentí en peligro; así que, bloqueé a esa persona, y se lo conté a mi mamá (16. M. P. Atlacomulco. 1252).
Un señor de 38 años se obsesionó conmigo, me acosó. Me llamaba a todas horas; duró su insistencia como un mes hasta que lo amenacé con demandarlo; me mandaba su pack y cosas así. Me sentí mal porque me acosaba mucho (16. M. P. Atlacomulco. 1210).
Hace siete meses un señor que no conozco me mandó solicitud en Facebook, pero la cancelé; entonces empezó a insistir con los mensajes más de una semana. En cierta ocasión, pensando que un amigo me había escrito, abrí el chat equivocado que era justamente del señor y me había mandado su pack. Le comenté todo a mi mamá. Se reportó su cuenta y finalmente yo tuve que crear otra. En esa ocasión me sentí rara y asqueada (15. M. P. Atlacomulco. 770).
Mm, pues me han pasado muchas cosas. Hace tiempo había una persona muy adulta que me estaba literalmente acosando porque me mandaba muchos mensajes, no sé cómo consiguió mi número; me marcaba y aunque lo bloqueaba hacía nuevas cuentas y me marcaba de otros teléfonos; esta situación duró como un mes hasta que cambié de teléfono (13. M. S. Tecámac. 2708).

En cierta ocasión yo agregué a personas en mi cuenta de Facebook, y hubo un señor que me estaba hablando de forma que no me gustó. Yo no le contestaba hasta que un día de esos me mandó una foto de su parte íntima y yo al instante lo bloqueé y eliminé; pero, pudo sacar mi número y me mandó mensaje por WhatsApp, entonces me dijo cosas que ni al caso […] Tuve que contar a mi mamá lo sucedido (17. M. P. San Felipe del Progreso. 3458).
Una vez en mi Facebook cuando iba en sexto de primaria me mandó mensaje un chavo más grande que yo como de 30 años o más invitándome a que nos viéramos y tuviéramos relaciones sexuales; le dije que no y que le iba a decir a mi papá; entonces me bloqueó y no se lo conté a nadie. Me hizo sentir mal, aunque no tuviera la culpa. Me sentí con impotencia de no hacer nada y enojada porque espero que ninguna otra niña o niño cayera como yo (16. M. P. Ecatepec. 4077).
Una persona mayor que yo me envió un mensaje a mis RS con el fin de acosarme y sexualizarme. Tenía pensamientos morbosos hacia mí y este acoso duró aproximadamente dos meses. Me sentí muy incómoda a tal punto que ya no subía fotos a mis RS y me sentía insegura. No conocí a esa persona y nunca se lo conté a alguien (14. M. S. Toluca. 3537).
Sí, a mi prima le pasó a través de las RS hace como dos años; según fue un adulto que se hizo pasar como un muchacho para poder secuestrarla. Yo en cuanto supe que estaba chateando con esa persona no le dije a nadie, pero a ella le advertí que anduviera con cuidado, pues no me gustaba como se portaba. Le dije a mi mamá. Sucedió que mi prima un día quedó de verse con el señor; entonces mi mamá y yo la perseguimos y nos dimos cuenta de que la iba siguiendo; fuimos por ella y la salvamos de que se la hubiera llevado (16. M. P. Luvianos. 2017).

Un acosador se robaba mis fotos para tenerlas. Él era mucho mayor que yo (16. M. P. Atlacomulco. 1576).
Alguna vez platiqué con adultos mayores, la verdad es que yo era pues muy inocente y creía que sólo era para platicar. En ciertos casos se suscitaba que me querían conocer y me decían que si nos podíamos ver en lugares más privados o que me llevaban a un hotel, cosas de ese tipo (15. M. P. Papalotla. 4345).

Propuestas sexuales
Las propuestas sexuales de los ciberdepredadores siempre inician con amabilidad, tornándose insistentes rápidamente (6% del estudiantado ha padecido este tipo de ciberviolencia). Hacen aparecer sus solicitudes como algo divertido, aunque las receptoras no lo comparten: “me proponía que tuviéramos relaciones sexuales, me sentía incómoda y sexualizada”.
Hace como cuatro meses un chico de Facebook me mandó un mensaje diciendo: intercambiamos fotos (packs) será un juego divertido. La verdad yo no le contesté y me sentí mal porque me estaban sexualizando, creyó que yo era una persona fácil y que podrían obtener de mí lo que quisiera. Esto se lo conté a un amigo, pero no le dio la importancia que yo creí que le daría (18. M. P. Nezahualcóyotl. 6656).
En una ocasión X persona con un perfil desconocido me envió una solicitud de mensaje, y escribió que cuánto le cobraba por tener relaciones sexuales con él, y que si yo no quería le diría a mi novio que se veía que estaba muy bueno, obviamente rechacé la solicitud. Me sentí muy mal y me dio mucho miedo el leer todo eso (17. M. L. Ixtapan de la Sal. 5696).
Hace tiempo conocí a una persona por Internet que sólo había visto dos veces (de lejos). Me escribió directamente, el primer mensaje fue para invitarme a un hotel con esta persona; entonces lo bloqueé. Posteriormente me escribió desde otra cuenta (con su mismo nombre) diciéndome que quería una relación conmigo, no accedí y le pedí no me molestara. Días después me escribió ofreciendo disculpas y continuamos hablando en buen plan. Transcurrió un tiempo e insistió en tener una relación a lo que me sentí muy mal y ofendida, me sentí como acosada ya que las intenciones de mantener relaciones sexuales conmigo eran insistentes y terminé eliminando mi cuenta por un tiempo (duró como cinco meses la situación) La verdad no se lo conté a nadie (21. M. L. Ixtapan de la Sal. 5532).
Hace un mes un usuario de Instagram me mandó mensaje diciendo que, si podíamos tener una plática sexual, a lo que yo lo bloqueé. Recibir este mensaje me hizo sentir muy incómoda. No conocía a esa persona y le conté a mi mamá (15. M. P. Luvianos. 2021).
Sucedió que un familiar mío (tío, primo hermano de mi mamá) me saludó. Al principio le respondí de buena manera y respetuosa; pero, luego me empezó a preguntar que si ya había tenido intimidad, que le mandara fotos pornográficas, a lo cual yo no contestaba; me sentí muy nerviosa. En una semana sucedió esto y lo bloqueé de RS. Después le comenté a un hermano de mi mamá lo que sucedió y me apoyó; así que, le mandó mensaje al tipo de que no me molestara, y pues le metimos demanda por ciberacoso (16. M. P. Toluca. 5197).
Un muchacho comenzó a enviarme mensajes con fotos íntimas no solicitadas, así que lo bloqueé. Después me envió mensajes desde otros dos números, así que un día le marcó mi tío desde su celular y resultó ser el hijo de una conocida. Mi tío le dijo a su mamá e incluso le mostró las fotos, sólo así dejó de molestar (22. M. L. Ixtapan de la Sal. 5572).

En los anteriores relatos se encuentran presentes tres características de la violencia sexual: la insistencia, la reiteración y el no consentimiento, advirtiendo que los ciberdepredadores sexuales consideran el cuerpo femenino como un cuerpo para el goce masculino.
Propuestas sexuales a chicos
Bueno, no sé cómo se denomina a la situación; pero lo que pasó fue hace como dos años más o menos ya en la tarde. En la red social de Facebook (Messenger) me llegó un mensaje de una persona que no conocía. Era una solicitud de mensaje en donde me decía que, si yo era una persona de mente abierta, a lo que respondí que sí porque acepto y comprendo las cosas; pero, jamás me imaginé que esta persona me ofrecería dinero ($3,000) y un celular si yo aceptaba verla, salir con ell@ y que yo accediera a que me hiciera sexo oral. Yo me sentí demasiado incómodo ya que a pesar de que soy de mente abierta eso es algo muy diferente a lo que yo pensaba. La persona decía ser un hombre, pero no tuve nada de comunicación con él; aunque fue algo insistente. Le conté a unos amigos y a mi mamá, pero muy poco; ellos me dijeron que lo bloqueara ya que podía ser muy peligroso estar hablando con desconocidos y aún más si hacen ese tipo de proposiciones (16. H. P. Atlacomulco. 1040).

Desde los seis años hago uso de RS por lo que era influyente, pero eso atraía personas con las que yo no quería ningún tipo de relación; recibía llamadas, fotos y videos explícitos; incluso, propuestas de sexo a cambio de dinero o sólo tener algún encuentro. A las personas de este tipo tuve que bloquearlas; el año
pasado recibí demasiados comentarios sobre mi cuerpo me sentí muy incómodo porque sexualizaban mi imagen; entonces, decidí borrar todas mis fotos y no hacer uso constante de esas aplicaciones (15. H. P. Atlacomulco. 1162).
En cierta ocasión en un mensaje me pidieron q les mandara una foto mía sin ropa y que por ello me iban a pagar diez mil pesos; me mandaron foto del dinero, pero obviamente yo nunca hice lo q me pedían. Y pues él me dijo q a las buenas o a las malas yo tenía q mandarle una foto y q si no iban a matar a mi familia; en ese momento ya estaba muriéndome de miedo, y pues lo único q hice fue decirle a mi amiga y pues ella me dijo q lo bloqueara y eso fue lo q hice; esa fue la única ocasión (15. H. P. Atlacomulco.1341).
Fue una situación más de acoso. Un chavo como de 12 años, que es intersexual y también gay, me confesó que se había enamorado de mí, entonces le dije que no quería y así; pero, no me dejaba de molestar hasta que le dije que si me seguía molestando iba a tomar medidas drásticas, y así dejó de molestarme (13. H. S. Toluca, 6568).
En este subapartado destaca la depredación sexual hacia hombres particularmente adolescentes y jóvenes que no superan los 16 años.
Circulación de pornografía
El estudiantado que ha sido expuesto a la circulación de pornografía, y arrojado a la excitación sexual convertida en mercancía que se explota ampliamente, tiene registro de 6 % en la era del Internet.
Me enviaron fotos y me invitaban a participar en un catálogo de niños con semidesnudos. Le conté a mis amigas y después bloqueé a la persona (21. M. L. Valle de Bravo. 1849).
Un día me llegó un mensaje por una red social, de alguien que yo no conocía. Me escribía con mucha confianza, y me preguntó que si veía videos de una página, yo sin saber busqué el nombre, y era una página pornográfica; inmediatamente lo iba a bloquear, pero ya no me aparecía su conversación ni su solicitud de amistad. Se lo conté a mi mamá y me dijo que tuviera mucho cuidado con quien aceptaba de amigos, en ese momento me sentí muy disgustada y enojada (14. M. S. Toluca. 3807).
Actualmente aún me llegan mensajes de cuentas que no me siguen y que no conozco, me mandan links que analizo y dicen XXX ten. Son, links porno Tiempo después le comenté a mi mamá, claro que me regañó, pero ahora me supervisa mis cuentas (14. M. S. Chimalhuacán. 2203).

Redireccionamiento a chat porno
Pues un día en Instagram me metieron a un chat porno y enviaron muchas cochinadas; pidieron que me sacara pack. Yo intentaba salirme, pero no podía; así que me empezaron a insultar y a decirme muchas cosas hirientes y eso que no me conocían; finalmente me expulsaron y los bloqueé; eso duró como una hora (17. M. P. Tecámac. 4269).

La obsesión con el cuerpo femenino (Segato, 2016, 2018, 2023) vulnera los derechos humanos de niñas, adolescentes y jóvenes.
Insinuando que se ofrecen servicios sexuales
Una vez subieron mi número a una página pornográfica y varios hombres me mandaban fotos de sus miembros y me trataban como una vulgar. No sé cómo sacaron mi número. La verdad es que ese número sólo lo tenían como cuatro personas, pero pasó. Sólo una vez tuve que cambiar mi número de celular. Esta situación duró un día porque no le quise decir a mi mamá en su momento y sé que es horrible porque no sabes qué está pasando y sientes miedo de salir a la calle y te vayan a insultar (16. M. P. Cuautitlán Izcalli. 4250).
Cuando hago mis directos en YouTube a veces dicen palabras obscenas (16. H. P. Cuautitlán Izcalli. 4285).

Fotos sexuales e intimidación
El 5% del estudiantado padeció intimidación y recepción de fotos sexuales.
Una vez una persona me mandaba mensajes diciéndome que mi novio me engañaba […] Yo sólo lo ignoraba; pero, llegó al punto de mandarme una foto de sus partes íntimas, y me insultaba (15. M. P. Atlacomulco. 2137).
Pues hubo un caso en el que un chavo me mandó mensaje y empezamos a conversar bien; pero, conforme pasaron los días sus mensajes iban subiendo de nivel, hasta que llegó un momento en el que me mandó packs de él. Y yo. cuando las vi le dije que no hiciera eso y las borré. Él insistía en que yo le mandara fotos, pero yo no quise […] Me estuvo marcando muchas veces hasta que llegó un momento en el que me cansé y le contesté muy enojada que ya dejara de mandarme mensajes y evitara marcarme; entonces cuando estaba a punto de cortar él empezó a insultarme y entonces yo me enojé y le colgué; lo bloqueé para que ya no me mandara mensajes La verdad no le dije a mi mamá porque no quería preocuparla ni que se enojara; entonces, se lo conté a mi mejor amigo y él me aconsejó que tuviera cuidado y que si volvía a pasar lo mismo le dijera a mi mamá o a él para ver qué podíamos hacer. La verdad me sentí muy mal e incómoda porque no es un caso tan grave como les ha pasado a otras chicas de mi edad y se siente feo que una persona haga eso (16. M. P. Nezahualcóyotl. 6649).
Pues yo estaba en Facebook y me llegó un mensaje de un chavo. Abrí el mensaje y había una foto de él sin ropa interior; lo ignoré y me empezó a llamar y mandar mensajes; me dijo que según me conocía y que iba a abusar de mí. Me sentí asqueada porque empezó a mandar más fotos. No conozco a la persona, lo bloqueé y se lo conté a mis papás (15. M. P. Papalotla. 4116).
Una persona a través de la red social Messenger me mandaba fotos sexuales sin mi consentimiento, y decía cosas como te voy a robar y verás que te va a gustar (19. H. L. Valle de Bravo. 1669).
En el año pasado, un tipo que ni conocía me mandó una foto de su miembro, yo no lo tenía como amigo, pero aun así se puede mandar mensajes. Yo la verdad le dije que lo iba a reportar, y ya no me contestó (17. M. P. Ecatepec. 4125)
Hace como un año en una ocasión un hombre me envió fotos privadas sin conocerlo, simplemente lo hizo, no sé con qué intención, pero me dio bastante asco y me hizo sentir sucia; entonces, lo bloqueé y le dije a mis padres (16. M. P. Luvianos. 4084).

Acoso sexual virtual
Recordemos que el acoso sexual se entiende como una conducta indeseada, comprende tanto palabras como acciones relacionadas con el sexo, en particular, se encontró que 4% del estudiantado ha sido víctima de acoso sexual virtual.
Pues hace como un año una persona me contactó por medio de Facebook y me empezó a acosar; obviamente me dio miedo y me mandaba mensajes incómodos. Luego empezó a mandar fotos masturbándose y pues lo bloqueé. No sé cómo volvió a mandarme mensaje, la verdad no conocía a esa persona, pero nadie sabía, sólo mi mejor amiga; finalmente, ella me ayudó y el hombre no me molestó más (15. M. P. Ecatepec. 4019).
Pues un chico de mi secundaria quería andar conmigo, pero yo lo rechacé. Pero él se enojó mucho. Y me empezó a molestar por Facebook, pero yo no le tomé importancia. Entonces empezó a hacer otros Facebook y me empezó a decir cosas que sabía de mí; empezaba seguirme. Sabía dónde estaba o cómo andaba vestida y a dónde iba. Él me mandaba videos tocándose o cosas así. Llegó
a tal punto de hackear mi cuenta de Facebook. Ahí sentí miedo y fui a decirle a mi mami, y pues de ahí me empezaron a cuidar más (17. M. P. Ecatepec. 5282).
Eran las 9:30 de la noche y comenzó a vibrar mucho mi teléfono, contesté y me decían cosas ofensivas, groserías y amenazas. Entré en una crisis de nervios […] de pronto empezaron a dejar de llegar mensajes y yo creí que ya había terminado esto, pero me equivoqué. Durante una semana me siguieron mandando fotografías inapropiadas y mensajes ofensivos junto con amenazas. Al poco tiempo hablé con la maestra del curso y le conté lo sucedido; ella me dijo que se iba a comunicar con el compañero y su familia […] así que dejaron de molestar […] Hasta ahora ya entendí y aprendí muchas cosas de esa experiencia, mis padres estuvieron enterados de todo esto y ellos también actuaron rápidamente y pues acabó todo eso. Me sentí traicionada por los chicos ya que según éramos muy amigos. Esto lo viví hace tres meses, pero la verdad he vivido cuatro veces más algo similar a esto (14. M. P. Nezahualcóyotl. 5900).
Alguien me quería obligar a enviarle packs y me sentí con mucha irá y frustración (18. M. P. Nezahualcóyotl. 6091).
Un chico me acosaba diciéndome que yo era la persona con quien tenía muchas fantasías sexuales y me mandaba fotos de él íntimas (17. M. P. Toluca. 5750)
Hace un año o dos el papá de una de mis amigas me envió un mensaje donde enviaba fotos mías y me decía que no las eliminara; además, que yo le gustaba. Eso realmente me incomodó muchísimo (16. M. P. Nezahualcóyotl. 5949).

Las autoimágenes sexuales, las amenazas y ofensas enviadas evidencian la obediencia del mandato de masculinidad. Así, las chicas sufren acoso debido a la percepción inadecuada de que las mujeres son “seres para otros” (Calas, 2022). En este sentido
las mujeres son vistas como “cosa” para el disfrute masculino; esta cosificación contribuye a que los acosadores se muestren indiferentes al sufrimiento de las mujeres.
“Quemar” sexualmente
El estudiantado que tuvo la experiencia de haber sido “quemado” online es de 2 por ciento. En este sentido para Jones:
el chisme es una forma de control social de la sexualidad. En vista de que la figura de la ´puta´ actúa como un horizonte regulativo para las mujeres: quien escucha un chisme que define así a una tercera persona aprende qué debe evitar para escapar a esta reputación y, simultáneamente, recuerda la norma sexual transgredida. Esta estrategia de control implica un ejercicio de poder mediante ciertas acciones entrelazadas (observar conductas, generar y transmitir chismes, actualizar normas, construir reputaciones) que incitan o inhiben otras acciones (Jones, 2010, p. 118).
A una amiga la quemaron con sus fotos; por lo que tuvo que borrar todas sus cuentas y no hablarle a nadie. De esto ya tiene más de tres meses. Se las había mandado a su novio y le hackearon su cuenta (14. M. S. Cuautitlán Izcalli. 6746).
Bueno, conozco a una persona a la que le difundieron su pack, y en todas sus RS la molestaban (15. M. P Ecatepec. 4132).
Unos compañeros publicaron una foto casi desnuda, que no era mía; entraron a mi cuenta sin mi consentimiento y subieron la foto diciendo que era yo. Tuve mucha crítica por parte de familia y amigos, eso fue hace como un año (16. M. P. Ecatepec. 4176).
Hace como tres meses una expareja me mencionó en un grupo de amigas que tenía, y compartió mis imágenes sin ropa y dijo que era de lo peor. después “me metí” con su amiga y me dijo que era de lo peor y pues me siento bien porque sin querer queriendo cobré venganza sin planearlo y eso fue todo después hablamos para arreglarlo, pero ya no encontramos solución (17. H. P. Papalotla. 5370).
Fue en 2019, a finales de febrero, cuando en la escuela se difundieron fotos de maestras, compañeras y mías de los traseros TOMADAS SIN CONSENTIMIENTO. El tema se hizo viral y en publicaciones de Facebook había comentarios de personas diciendo que nosotras teníamos la culpa por usar falda ESCOLAR (15. M. P. Cuautitlán Izcalli. 4374).
Me agredían por subir fotos en ropa interior, me dijeron que era una cualquiera. Y sí conocía al chico… era de mi secundaria (17. M. P. Ecatepec. 5268).
Como se observa, entre la audiencia está ampliamente normalizado la atribución de la responsabilidad a la cibervíctima (Gamito et al., 2020). Situación que recrudece la victimización en contra de las mujeres, que siguen estando bajo sospecha constante.

Amenazas con “quemar”
Pues un día una chica que era amiga de otra chica en la secundaria me empezó a hablar en plan de amigas, pero después me estaba contando que su hermano la tocaba y que a ella le gustaba y la loca me mandó foto de su hermano con y sin ropa; entonces pues me espanté; le dejé de contestar y como a la semana me volvió a hablar y me dijo que iba a publicar que era una ofrecida, una cualquiera, exhibidora y pues después la bloqueé. No le dije a nadie porque pues no sentí que fuera fuerte (17. M. P. Atlacomulco. 1392).
Pues una vez hackearon mi cuenta y me amenazaron con publicar fotos poco decentes y enviárselas a mi mamá (18. M. P. Nezahualcóyotl. 5902).

Ser “quemada” en la red resulta ser un problema de envergadura mayor para las chicas. Las repercusiones impactan tanto su itinerario erótico como en la sociabilidad, como señala Pérez-Domínguez (2019) “las jóvenes refirieron temer más a este riesgo de ser quemadas por sus pares que a una posible sanción por parte de sus padres” (p.213).
Corporación masculina. Obediencia e insubordinación al mandato de masculinidad hegemónica
Hace dos años un “amigo” compartió con su grupo de amigos fotos de alguien semidesnuda y dijo que eran mías, por el simple hecho de quedar bien con ellos y poder decir “ya me la comí” muchas personas me defendieron y otras le creyeron, me humillaron y hasta me dejaron de hablar Esto duró casi un mes (15. M. P. Nezahualcóyotl. 6086).

Unos chicos habían compartido packs de sus novias o exnovias, en un grupo en el que yo estaba. Me sorprendió y enojó bastante, ya que el grupo se formó sólo para juegos, y aunque no hablaba en el grupo, decidí decir algo al respecto. Todos me dijeron loco y que me relajara. Terminé hartándome y les ofendí a nivel personal, colocando ejemplos muy fuertes sobre sus familiares para que entendieran. Todos comenzaron a insultarme y a decir que vendrían a mi casa, cosa que simplemente decidí ignorar, y salí del grupo, bloqueando a todos los integrantes (15. H. P. Papalotla, 4759).
En los anteriores testimonios de este subapartado es posible observar cómo el cuerpo femenino es cosificado al considerarlo propiedad colectiva de otros, fundamentalmente para regocijo del público masculino. Son evidentes ejemplos de la pedagogía de la crueldad (Segato, 2016, 2018; Calas, 2022) que enseña a través de la cosificación la indiferencia hacia el sufrimiento de niñas, adolescentes y mujeres jóvenes.
Como se observa, la práctica de almacenar, compartir y sobre todo presumir imágenes sexuales es habitual entre la población masculina. Se trata de una violencia
expresiva que intenta demostrar que se “es muy hombre”. No obstante, la percepción y agencia de la audiencia no se manifiesta de manera única. Algunos hombres disfrutan obedeciendo el mandato de masculinidad (Calas, 2022) que los impulsa a exhibir su virilidad, otros, afortunadamente, observan y se colocan a lado de las cibervíctimas, incluso llegan a defender de manera contundente, sin importarles que incurran en el riesgo de recibir burlas por parte de los presuntuosos “coleccionistas”. En esta disyuntiva se observa una confrontación entre diferentes masculinidades (Connell, 2002).
En este mismo sentido, contravenir el mandato de masculinidad, afecta directamente a estos hombres disidentes que quebrantan el pacto de la corporación masculina (Segato, 2023). Este incumplimiento se hace a contracorriente dado que además de hacerse acreedores de insultos y amenazas, enfrentan el riesgo de ser no sólo denostados sino excluidos, en tanto que “la masculinidad, así como la femineidad, siempre está asociada a contradicciones internas y rupturas históricas” (Connell, 2002, p. 50).
En el caso del estudiante del último relato no sólo subvierte la complicidad que la corporación masculina hegemónica exige. Además, renuncia al plus que obtienen los hombres en general de la subordinación y cosificación femenina (Connell, 2002). Éste muestra solidaridad y asume un papel activo al proporcionar apoyo. Esta conducta es relevante por el alejamiento del principio implícito emanado de la corporación masculina que impone no involucrarse en la ayuda a las víctimas y, mucho menos, colocarse de su lado.
Exigencia femenina de packs
Pues un día conocí a una chica de la escuela que me pedía packs a cada rato y pues aceptaba luego me enteré de que los pasaba, y le dije a mi papá. La suspendieron, Me agredía diciendo que era un maricón que por qué le dije a mi papá. Hasta que se cambió de escuela (19. H. P. Toluca. 5381).
La resistencia masculina ante las solicitudes de exhibir su intimidad es vista por los demás, tanto por chicos o chicas como en el caso anterior, como debilidad y falta de masculinidad. El estudiante se ve presionado para obedecer la prescripción de género, la de demostrar a toda costa que se es “machín”, es decir heterosexual. En este sentido resulta necesario reconocer que la difusión del sexismo institucionalizado (hooks, 2017) alcanza también a las mujeres, que se acumula a la dominación masculina, presentando otra cara del mismo sistema patriarcal.

Sexting como derecho sexual
Los derechos sexuales refieren la libertad que tienen las personas a ejercer su sexualidad de forma saludable, sin ningún tipo de coerción o abuso, discriminación ni violencia. En este sentido, únicamente cinco estudiantes mujeres reivindicaron el ejercicio del sexting, como un derecho sexual (1.2%) el derecho a no ser molestadas ni mucho menos ultrajadas, por exhibir su intimidad en público, si es su deseo extraerlo del espacio íntimo.
Compartí una imagen que hacía referencia a que cada uno es libre de su cuerpo y que en las escuelas se debería hablar más de educación sexual. También decía que me considero una persona con mente libre. Con esto me refería a que no estoy a favor ni en contra del aborto, cada uno es dueño de su vida y de su cuerpo. Ante esto, chicas y chicos comenzaron a decir que no debería pensar así porque el aborto es quitar una vida; a lo que yo respondí que cuál sería la calidad de vida del bebé si sus padres no lo desean, ni tienen la estabilidad económica, ni mucho menos pueden pagar su educación. Dejé en claro que si yo estuviera en un caso similar me gustaría muchísimo que respetaran mi decisión porque es mi vida y es mi cuerpo. Los hombres comentaron que era mi obligación como mujer tenerlo y soportar los malos tratos, a lo que yo respondí que, si la mujer con la que ellos se llegaran a casar soporta eso, es por su cuenta; pero, yo sí quiero salir de un ambiente machista y con poco bienestar. Dejé en claro que si algún día encuentro a una pareja me gustaría que apoye mi manera de pensar, y que las cosas del hogar se compartan ya que somos un equipo; no hay edad
mejor que hacer de lo rutinario algo extraordinario; finalizando así la conversación muchas y muchos chicos me apoyaron con mi forma de pensar; mientras que otros se ofendieron por absolutamente por nada (18. M. P. Papalotla. 5157).
Una persona mayor de edad, que no conozco, me extorsionó haciéndose pasar por una chica con fotos mías desnuda cuando yo tenía aproximadamente docetrece años. A esta edad yo no tenía ni educación sexual, ni nadie que me orientara. Esto duró aproximadamente un mes; luego la persona desapareció y cerré mi Fb durante años. Y no, no me da vergüenza porque sé que no tuve la culpa; una persona con mala fe se aprovechó de mi vulnerabilidad en ese momento. Me sentía triste y avergonzada con mi familia. Hoy me siento plena y segura de saber que no fue mi culpa. Me hago responsable de mis actos y en dado que cometa un error, lo afrontaré. En este caso yo era una niña que no tenía a nadie que me hablara ni de mi periodo. Hoy, sé que soy fuerte y valiente. Dueña de mi cuerpo y que el sexting no está mal, está mal que lo difundan sin un consentimiento (17. M. P. Nezahualcóyotl. 5865).

Hace unos años tuve un ex con el cual tenía sexting, y su mamá al enterarse me faltó mucho al respeto diciéndome que era una Z0rr4, put4, arrastrada etc. Cuando me ve sigue insultándome. Al principio sentía feo, luego entendí que no era mi culpa, el sexting es un DERECHO SEXUAL (15. M. P. Nezahualcóyotl. 6253).
Como se observa, estas estudiantes, aunque de manera minoritaria, han desarrollado consciencia de género (Bach, 2010), conciencia feminista que les permite enarbolar y defender su derecho a decidir sobre su cuerpo y sexualidad, de ejercer y disfrutar, así como exigir el respeto a la privacidad e intimidad. No obstante, es necesario tener presente que el capital sexual y por lo tanto el derecho sexual “es ventajoso sólo si lo consideramos tanto un sentimiento interno personal como una capacidad psíquica que puede utilizarse como fuente de autoridad” (Illouz y Kaplan, 2020, p. 71).
En el último testimonio los mandatos de género están visiblemente diferenciados: se culpa a la chica por el ejercicio activo de sexting, no así al chico. En este relato se contraponen las dos clases de patriarcado, desarrollados por Puleo (1994), el patriarcado de coerción y el patriarcado de consentimiento, en palabras de la autora:
Aquellos patriarcados que estipulan por medio de leyes o normas consuetudinarias sancionadas con la violencia aquello que está permitido y prohibido a las mujeres, y los patriarcados occidentales contemporáneos que incitan a los roles sexuales a través de imágenes atractivas y poderosos mitos vinculados en gran parte por los medios de comunicación (p. 31).
Ataques de zoombombing
El zoombombing surge “durante una videoconferencia, en el que se expone material sexualmente explícito y con tintes raciales” (Xantomila, 2021, p.26).
Solamente el 1% del estudiantado refirió una experiencia de zoombombing.
Lo único que he visto en la clase por medio de Meet fueron videos pornográficos (13. H. S. Tecámac. 596).
En una clase en línea, se metieron desconocidos, insultando con palabras e imágenes obscenas hacia las mujeres (14. H. S. Tecámac. 607).
Una vez en una clase en línea en español en segundo grado unas personas ajenas a la escuela se metieron a la clase y enseñaron pornografía (16. H. S Tecámac. 2926).

Los tres episodios fueron relatos por igual número de estudiantes de la misma escuela secundaria.
Hackeo con fines sexuales
El estudiantado que padeció hackeo y en su nombre solicitaron fotos sexuales resultó con porcentaje de 0.2.
Hace como unos dos meses una cuenta de Twitter usó el nombre y fotos de una compañera de la secundaria para subir fotos de chicas sexualizándolas; realmente no sabemos desde cuando hacían eso, pero la cuenta ya fue dada de baja (17. M. P. Nezahualcóyotl. 6378).

Abuso sexual físico y virtual
El abuso sexual está tipificado como el contacto sexual no deseado por la víctima. Sucede cuando una persona mayor presiona o fuerza a través de la intrusión física real o intencionada, coerción de por medio y siempre hay un desbalance de edad. De esta manera, una chica, refirió abuso sexual; en este testimonio se observa el tránsito del acoso físico al virtual y de lo virtual al mundo fáctico:
Yo era menor de edad (12-14 años) e iba de viaje con mi mamá; ella se ofreció amablemente a llevar a los amigos de mi papá. Uno de ellos se sentó a mi lado yo no sabía qué pasaba porque aún no tenía del todo conocimiento; él puso una almohadilla encima de mis piernas y me dijo que no dijera nada; pero yo no sabía qué significaba; entonces, empezó a bajar su mano, me empecé a sentir incómoda y traté de que su mano no entrara debajo de mi short le dije que no y él me dijo que estaba bien lo que hacía. Cuando mi mamá se percató de que no iba bien atrás, inmediatamente me pasó a mi hermana y a mí al asiento delantero, pero nunca le mencioné nada. Él puso sus dedos en mi parte íntima, hasta la fecha no he dicho nada porque recordar o tratar de hablarlo me da asco. Tiempo después él me enviaba mensajes a través de Facebook invitándome a salir y demás; pero nunca le respondí. Recuerdo que una vez también me pidió la clave del internet de mi casa y como ellos no tenían los recuerdos traté de ser muy amable y cuando fui él intentó tocarme; pero me metí corriendo a casa. En otra ocasión él me besó y yo no quería. Pasó un año de esto y nuevamente lo encontré en una cancha (ya que yo práctico basquetbol) me dijo que quería casarse conmigo, él tiene como 30 o 35 años (17. M. P. Nezahualcóyotl. 5820).
En el anterior relato se observa que el ciberdepredador sexual primero lleva a cabo un acto de rapiña sobre el cuerpo femenino (Segato, 2018) que resulta más bárbaro y grave si se considera la edad de la víctima, pues se trata de una niña, debido a lo cual la asimetría de poder entre ambos es enorme. El segundo elemento que destacar es la cosificación del cuerpo de la niña y posteriormente siendo adolescente como un cuerpo para goce del otro, como lo manifiesta la patente ausencia de empatía, el depredador mostró total incapacidad de ponerse en lugar de la estudiante. El tercer elemento por considerar es que el depredador, en su búsqueda de realización de pequeños éxitos, soslaya las consecuencias de sus actos, mostrando total indiferencia (adiaforización) hacia el sufrimiento de la chica. En esta línea de pensamiento a estos depredadores sexuales se les presenta la misma recriminación que Arendt (2010) le formuló a Eichmann “que haya decidido no pensar” y, como consecuencia, desestimar la trascendencia e impacto de su comportamiento depredador en las víctimas.
Al respecto Bauman (2010) ha reflexionado:
Se nos ha dicho, y hemos acabado creyendo, que la emancipación y la libertad significan el derecho a reducir al Otro, y al resto del mundo, a la condición de objeto, útil mientras y hasta donde dé satisfacción. Más intensamente que cualquier otra forma conocida de organización social, la sociedad que se rinde ante el dominio no desafiado y sin límites de la tecnología ha borrado el rostro hu-
mano al Otro y ha llevado, por tanto, la adiaforización de la sociabilidad humana hasta unas profundidades que aún están por describir (p. 254).
Como se ha observado a lo largo de la narrativa estudiantil el patriarcado se expresa en lo microsocial, en las relaciones sociales más próximas, las cuales están marcadas por la asimetría de poder, la cosificación, la ausencia de empatía con el sufrimiento de las mujeres y la adiaforización. Además del hipermercado sexual que mercantiliza el cuerpo femenino para goce masculino. Si todo esto fuera poco, es necesario recordar dos aspectos relevantes. Por una parte, se sabe que la violencia sexual precede a otros tipos de violencia; es decir que antes de que la violencia física haga su aparición, ya ha iniciado la escalada con las agresiones psicológicas y sexuales. En vista de que el mundo online de niñas, niños, adolescentes y jóvenes es extensivo porque permanecen conectados las 24 horas durante los siete días de la semana tienden a enfrentarse con una o varias agresiones sexuales; situación que va en incremento.

Por otra parte, como ya se mencionó, la violencia tiene la peculiaridad de transitar en ambos sentidos, del mundo online al fáctico y viceversa, lo cual contribuye a la doble exposición del estudiantado a las diferentes manifestaciones de la ciberviolencia (Velázquez-Reyes, 2021).
Estrategias de los ciberdepredadores sexuales
Una estrategia se compone de una serie de acciones completamente planeadas para conseguir un fin determinado. Se trata de “la puesta de la <manipulación> por parte del sujeto con poder, que es colocada como un lugar aislable” (De Certeau, 1999, p. 43) A continuación se presentan las acciones escenificadas por los ciberdepredadores sexuales para alcanzar sus propósitos.
Pues un señor en Facebook me empezó a mandar mensaje en el que decía que quería conocerme, y mandó a una señora a hacer un grupo en Facebook. Ella me dijo que el señor me quería conocer. El señor quería que lo etiquetara en mis fotos de Facebook y pues me puse nerviosa; entonces, le dije a mis papás (16. M. P. Cuautitlán Izcalli. 4211).
Hace un año aproximadamente un sujeto me mandó solicitud haciéndose pasar por mujer, y queriendo aprovecharse de información y datos personales (17. H. P. Toluca. 5446).
Me enviaron publicidad pornográfica para trabajar con ellos, ofreciéndome dinero en grandes cantidades esto hace un año (23. M. L. Ixtapan de la Sal. 5537).
Pues un chavo me mandó solicitud, junto con un mensaje diciéndome que estaba enfermo de cáncer y que, si lo podía ayudar con una “tarea”, porque sólo le quedaban tres días de vida y según esto su tarea era una foto de mis pies y que se viera mi cara […] Inmediatamente le comenté a una persona mayor y me dijo que no le mandara nada, que lo bloqueara y eliminara, lo hice […] sólo duró una hora; yo sentía mucha presión porque fue muy insistente, no lo conocía, ni lo conocí (14. M. S. Toluca, 6521).
La estrategia de apelar a un reto
Los retos son prácticas comunes entre los cibernautas, “es como un juego en el que alguien envía a otras personas un mensaje privado en el que se establecen retos […] Algunos retos se mantienen en privado; mientras otros implican que la respuesta se haga pública” (Pérez-Domínguez, 2019, p. 167) Nosotros, como autores, coincidimos en que “pedir, reenviar y coleccionar fotografías de las chicas funciona como un medio a través del cual los jóvenes pueden afirmar su masculinidad” (p.168).
Un chavo me mandó solicitud de amistad y lo acepté pensando que era un familiar; pero, como a eso de las 11:00 de la noche me marcó, y yo contesté […] Me dijo que si daba mi opinión acerca de una foto que mandó mostrando sus partes porque según él era un reto; entonces, me espanté y me quedé callada como una semana. Ya después le dije a mi mamá y a mis tías por parte de mi mamá y me dijeron que estuviera tranquila y no me espantara. La verdad no conocía a la persona. Fue la única vez que mandó esa foto porque lo bloqueé y cambié de teléfono (15. M. P. Papalotla. 4108).

La virtualidad desinhibe y posibilita hacer cosas que en el mundo offline no
Mendoza López (2012) considera que las agresiones en línea representan un acto un tanto inconsciente dado que hostigar a través de una pantalla les impide ver la reacción emocional de su acosado. El autor afirma que “algunos chicos sólo han mencionado hacer esto porque están aburridos y creen que esta actividad puede ser divertida […] lo hago porque puedo” (p.138).
Hace unos meses, un chico que era mi amigo comenzó a enviarme mensajes con cosas demasiado vulgares que me hicieron sentir muy incómoda. Él jamás se había portado de esa manera y tenía varios años que nos conocíamos. Su actitud me hizo sentir demasiado rara y desconcertada; así que, sólo decidí alejarme (16. M. P. Toluca. 3500).

En resumen, el autoexhibicionismo sexual masculino articuladamente con el sexismo institucionalizado (hooks, 2017) se han convertido en pasatiempo a nivel mundial (Kanpol 1999) ahora amplificado por el poder de la instantaneidad y velocidad de las TIC. Los ciberagresores aplican la ley “del que puede y quiere” despiadadamente.
Haciendo comunidad: los defensores de la cibervíctima
Es de destacar la defensa y solidaridad que, aunque escasas, recibieron algunas cibervíctimas, en este caso fueron los espectadores quienes rompieron el pacto de masculinidad y subvierten la ausencia de denuncia como en el siguiente testimonio: Algún amigo o amiga en Facebook publicó una captura de pantalla de una conversación, en ella se ve que la persona la amenaza con subir contenido sexual de él o ella; a cambio de no hacerlo le pide más fotos. Entonces lo que hice fue reportar la cuenta. Pasó un mes aproximadamente, sólo una vez, sentí impotencia y enojo; sí conozco a la persona. Sólo se lo comenté a un amigo (16. H. P. Toluca. 5452).

Construir comunidad: sororidad
Por sororidad se entiende la relación de hermandad y solidaridad entre mujeres, a fin de crear redes de apoyo que impulsen cambios sociales hacia la igualdad. El termino proviene del latín sororitas, que alude a la congregación de mujeres. En este sentido, el término medieval “Sor” se convierte en el contemporáneo “hermana carnal”, que reafirma la relación de solidaridad entre las mujeres, especialmente en la lucha por el empoderamiento de la totalidad de las mujeres.
Una de mis amigas fue exhibida en RS y mis compañeros no fueron solidarios con la chica […] La mamá de la chica con la mía levantamos una queja, pero no sirvió de nada. Me sentí muy mal porque creo que una persona no se merece eso. No es justo porque la persona termina pagando […] lo que a ella le pasó era privado y nadie tiene derecho a juzgar (17. M. P. Atlacomulco. 911).
En este último relato se manifiesta el acuerdo de cuatro mujeres de distinta edad y situación, las dos madres y las estudiantes, con el propósito de conseguir justicia, aunque sin éxito. La acción por sí misma es un ejemplo de sororidad.
Estrategias de afrontamiento de la violencia sexual, pasivas y activas
Una estrategia trata de un plan de acción puesto en escena para lograr un objetivo final. Únicamente 176 estudiantes refirieron alguna estrategia de afrontamiento. Las estrategias seguidas son: 65.3 por ciento, recurrió a bloquear al ciberacosador, 14.8 por ciento reportó o denunció, 7.4 por ciento tomó medidas de seguridad como colocar privado el perfil y seleccionar las solicitudes de amistad. Mientras 6.3 por ciento recurrió a borrar el perfil, 4.0 por ciento borró los mensajes y 2. 2 por ciento cambió de celular, éstas tres últimas estrategias se consideran pasivas por ineficaces dado que si bien protegen a la cibervíctima dejan impune la ciberviolencia lo cual no impide al ciberacosador continuar con el ciberacoso ahora dirigido a otras víctimas. En la gráfica siguiente se muestran esquemáticamente los anteriores porcentajes resaltando la escasa cultura de la denuncia.
Figura 6. Estrategias de afrontamiento.

Nota. Resultados con base en la narrativa estudiantil. N=176.
Estrategias de afrontamiento activo. Bloquear y reportar
Una vez un chico me mandó fotos de su zona íntima pidiendo que le mandará fotos igual, no era la primera chica con la que lo hacía así que lo reportamos por aquello; su cuenta fue bloqueada. La verdad sentí coraje (15. M. P. Nezahualcóyotl. 6222).
Un chavo me envío fotos de su miembro sin yo pedírselo, ni siquiera lo conocía, fue hace como un año y me sentí asqueada. Lo expuse en RS subiéndolo a mis historias y muchos de mis amigos reportaron su cuenta (16. M. P. Nezahualcóyotl. 5891).
Para De Certeau (1999) la táctica representa “el recurso del débil para contrarrestar la estrategia del fuerte […] se trata de buenas pasadas del estadio <débil> en el orden construido por el <fuerte>” (p. 43). En el siguiente testimonio la estudiante trastoca la estrategia del depredador y recurre a la maniobra táctica de situarse desde la burla e ironía y con ello coloca en jaque al depredador:
No es de violencia, pero, de hecho, ésta es una anécdota muy chistosa y curiosa. El año pasado cuando aún tenía Instagram un señor americano me mandó un Dm (mensaje) Me decía que si quería ser su amiga u acompañante. Que sólo le tenía que mandar fotos; sin ropa ni nada. Pero fotos de mí en general. Me dijo que quería compañía y que se sentía solo. Que si yo hacía eso él me mandaría dinero por Cash App. ¡Que yo le dijera el precio y ya! Listo. Lo que no se esperaba el señor era que soy una buena cristiana JAJAJA. Y no es de risa eso; sino lo siguiente: yo le dije que sentía mucho que él estuviera tan solo; pero que no le podría mandar fotos porque es un total desconocido que me viene con una propuesta demasiado ocurrente e ilógica; además, que no me interesaba en lo más mínimo el dinero. Lo que me interesaba era él. Le empecé a preguntar si asistía a la iglesia los domingos. A lo cual se confundió y respondió sí, ¿por? Le dije que si sabía quién era Dios. A lo cual en este momento muy sacado de onda me dijo que sí, pero eso qué tenía que ver. Le empecé a decir que cuando uno se siente solo podemos charlar con Dios. A lo cual yo le conté que cuando me siento triste empiezo a platicar de él. Le comenté que era cristiana a lo cual coincidimos porque él igual. Le comenté que me gusta mucho Dios y lo bueno que ha sido, permitiéndome levantarme un día más y estar con buena salud. En estos momentos el señor estaba preocupado y confundido al sacarle un tema así; entonces le empecé a sacar versos de la biblia muy motivadores […] Le dije que podía contar con una amiga si se sentía solo, que yo estaría orando por él. Y que no estuviera preguntándole a cualquier chica lo que a mí me sugirió […] Le compartí mi punto de vista, a lo cual en estos momentos el señor un poco molesto entendió y me dijo: “Agradezco que te preocupes por mí, asistiré a la iglesia porque yo si voy los domingos, te pedía fotos a cambio de dinero, lo cual no quieres y me sacas un tema demasiado diferente. Pero ya no quisiera charlar […] Y yo sólo quería fotos a cambio de dinero” ¡A lo cual por último le dije que se cuidara que estaría haciendo oración por él! Y me terminó bloqueando porque creo lo espanté. Pero yo lo hice con toda sinceridad y espero le haya ayudado. Esta situación se la comenté a una tía. Ella me dijo que fui una tonta; que le hubiera sacado dinero; que por qué tenía que espantarlo y ser tan rara. Me confundió saber que ella tenía esa idea no tan inteligente. Le dije que no tenía nada de malo compartir algo nuevo a un desconocido. Y me respondió que por eso nadie me manda mensajes porque soy media rara. No me arrepiento de nada porque siento que hice lo que tuve que hacer. Hoy en día hay tantos casos de secuestros de distintas maneras y lo más triste es que nos preguntamos el porqué. Lamentablemente mucho de nosotros como adolescentes abrimos la puerta a desconocidos que son buenos con la tecnología y que con tan sólo una
imagen pueden acceder a todos tus registros. ¡No me dio miedo en lo absoluto […] y ya con eso gracias a Dios sigo aquí! JA, JA, ¡JA! no sé si sea raro. ¡Pero qué les diré, soy un humano demasiado único y extraordinario a su vez! (16. M. P. San Felipe del Progreso. 3811).
En la narrativa estudiantil está presente el ejercicio del poder con el propósito de mantener el status quo de dominación masculina y la subordinación femenina, dado que, “la problemática del ejercicio del poder no es en cuanto a quién lo detenta sino del uso que se hace de él; para el caso de la sexualidad, el poder, el saber y el placer son tres conceptos que se enlazan” (Delgado, 2017, p. 35). En este sentido es posible afirmar que la táctica de la chica resultó exitosa dado que quebrantó el poder del ciberdepredador sexual emanado de estar tras una pantalla lo que le permite agredir impunemente.
Ausencia de denuncia
Como se observa en la narrativa estudiantil el porcentaje de denuncia es bastante bajo (15 por ciento) además resulta mínimo el estudiantado que afronta exitosamente el ciberacoso sexual. El empleo de estrategias como bloquear, poner en privado si bien son correctas, al igual que sucede con las estrategias pasivas, no logran minimizar la impunidad al depredador sexual; sino que allanan el camino para que siga navegando por el ciberespacio en búsqueda de más víctimas.
La ausencia de denuncia no es un patrón de comportamiento privativo de la población estudiantil pues, como ya se mencionó, únicamente 26 estudiantes reconocieron haber recurrido a la denuncia o reportado la cibervictimación de la que fueron objeto, lo cual coincide con las cifras oficiales del INEGI (2021a) que destacan que la violencia digital raramente es denunciada.
Por su parte Pedraza-Bucio (2023) encontró que apenas 11.11% de las mujeres y 12.50% de los hombres denuncian las agresiones ante alguna figura o instancia (p. 10). Por su parte, Garay (2023) proporciona los siguientes porcentajes de la población estudiantil que no denuncia porque “26% no sabe cómo hacerlo; 25% no lo consideró grave; 19% tuvo pena o temor de hacerlo y 10% sintió que era su culpa” (p. 10).
Resulta importante destacar la ausencia de habilidades sociales y técnicas por parte del estudiantado para enfrentar las agresiones sexuales: “no sé qué hacer” fue un comentario frecuente. Mientras, el ciberdepredador sexual ejerce impunemente la ley del que puede y quiere, en vista de que se sabe que “la tecnología hoy en día se desarrolla porque se desarrolla; los medios tecnológicos se usan porque están ahí […] si podemos hacerlo ¿por qué no hemos de hacerlo?” (Bauman, 2010, p. 254). Es evidente que frente a este poder emanado de la tecnología se requiere de una ciudadanía digital que devenga en una ética del cuidado de sí y de los otros.

Reacción parental
En la mayoría de los casos, los padres reaccionan de manera radical, prohibiendo o retirando los dispositivos digitales, lo cual, resulta poco afortunado dado que no sustituye a la formación o ciudadanía digital.
Una vez una de mis compañeras me escribió un mensaje y decía una grosería; pero lo hizo en forma de juego porque yo subí una foto de una amiga. Esto pasó hace unos meses y mi mamá lo vio y se molestó muchísimo conmigo; inmediatamente me preguntó que por qué me escribía de esa forma; después se lo comentó a mi papá y decidieron recogerme el teléfono celular y a causa de eso me borraron mis RS, excepto el WhatsApp ya que ése lo uso para las clases (14. M. S. Tecámac. 2122).

Secuelas de la ciberviolencia sexual
La ONU Mujeres (2020) señala que la violencia de género provoca daños físicos, sexuales o psicológicos a las mujeres. En esta investigación se encontraron seis consecuencias destacables de la cibervictimización sexual: normalización, silenciamiento, autoestigmatización, ausencia de denuncia, impunidad y suicidio.
Incapacidad de identificar la violencia y normalización
Una primera consecuencia es la normalización de la violencia en la que los y las estudiantes se muestran incapaces de identificar la violencia, concibiéndola además como algo normal debido a su ocurrencia frecuente.
No es violencia o no sé, pero hace un año me llegó una foto de alguien que no conocía y me dijo baby~ chupa***o, era una foto de su p*n* y lo bloqueé (14. M. P. Atlacomulco. 1646).
No fue violencia. Conocí a un hombre a través de Internet y nos hicimos novios. Luego de un tiempo me pidió fotos o el pack y yo se las mandé; pero las difundió por Internet. Ahora mis papás dicen que todo Internet es malo, pero yo sé que no es así (16. PNB. P. Nezahualcóyotl. 6220).
Bueno no sé si sea violencia. En una ocasión me mandaron una foto inapropiada, no sabía quién era esa persona […] Me sentí molesta y rara a la vez y no. No se lo había comentado a nadie (14. M. P. Toluca. 5467).
Yo subo muchas fotos en la playa y en Instagram; luego me mandan propuestas, se podría decir de esos SUGAR DADDY; pero, los bloqueo porque tengo a mi novio y lo respeto; aparte no me hace falta dinero (17. M. P. Nezahualcóyotl. 6324).
Autoestigmatización
En otras ocasiones, la cibervíctima asume la responsabilidad de la ciberviolencia:
Un día un tipo me mandó una invitación para que hablara con él; al principio se portaba bien, hasta hablábamos todos los días, pero un día me dijo que si le pasaba una foto mía y yo lo rechacé; él dijo que estaba bien, pero tiempo después me insistió y volví a rechazarlo; pero, creo que no le importó porque insistió demasiadas veces hasta que dejé de hablarle. A unos cuantos días me mandó un mensaje diciéndome demasiadas cosas horribles [...] Esta historia no se la conté a nadie, pero durante meses me sentí mal ya que pensé que todo había sido mi culpa; ésta es una de las muchas historias que me han pasado por Internet (17. M. P. Nezahualcóyotl. 6290).
Frecuentemente, la audiencia o los testigos responsabilizan a la propia víctima de las agresiones sexuales digitales recibidas mediante expresiones como “se lo merece”, “no se hace respetar”, ello conlleva a que la cibervíctima se autoestigme como se observa en el testimonio anterior. Pedraza- Bucio (2023) destaca:
tres factores que inciden en culpabilización: a) la alta incidencia de prácticas violentas ligadas con el control del cuerpo, la sexualidad y la imagen de las mujeres; c) la conexión de estas prácticas con formas más perjudiciales de explotación de la imagen, y c) la proximidad con los perfiles agresores (p. 14).
Por su parte, Kennedy (2016) ofrece una explicación contundente “el desplazamiento de la culpa permite a hombres y mujeres negar la realidad del abuso” (p.34).
Silenciamiento
Cuando apenas tenía 13 años me empezaron a llegar mensajes en los que me decían que tenían fotos mías sin ropa; fueron demasiadas veces […] jamás quise
contárselo a nadie porque me sentía con miedo y duda de eso porque yo nunca había enviado ninguna foto; pero me callé y me lo hicieron demasiadas veces (16. M. P. Nezahualcóyotl. 6318).
Muchas chicas se adhieren al mandato de feminidad que implica ser educada para satisfacer al otro. Exige a las mujeres silencio y obediencia para satisfacción de alguien más, pero con buena actitud, aparentando estar bien. “Toda mujer es educada en la ‘ley del agrado’, aunque no sea consciente de ello. Y todo varón es consciente de ello” (Hernández 2022, p.36). Además, las estudiantes padecen los efectos “de la cultura del miedo femenino, presente en otros espacios y extendida a los entornos sociodigitales. Si bien esta cultura del miedo no se expresa en medidas que alejen de las tecnologías, la afectación en la autoestima, la seguridad y la proyección de identidad sí obstaculizan la plena apropiación de estas” (Pedraza-Bucio, 2023, p. 15).
El silenciamiento de la ciberviolencia sexual, la invisibiliza. Es así como resulta aún más atroz, los numerosos testimonios de silenciamiento: “nunca se lo conté está es mi primera vez diciéndolo” (15. M. P. Atlacomulco. 3531) “Que quedé aquí” (16. M. P. Atlacomulco. 1228); “prefiero no decirlo” (15. H. P. Papalotla. 4114); “que no salga de aquí”, “es la primera vez que lo cuento a alguien”, “Yo jamás se lo conté a nadie, ni siquiera hablé del tema, hasta ahora”.
En la siguiente gráfica se muestra el grupo de personas de confianza con quienes el estudiantado compartió la experiencia de la ciberviolencia sexual
Figura 7. Personas de confianza con quienes se comparte la experiencia de la ciberviolencia sexual.

Nota. Narrativa estudiantil. N=417.
Como se observa más de la mitad del estudiantado no especificó si había o no compartido la experiencia de la ciberviolencia sexual padecida; mientras 11 por ciento reconoce que no se lo contó a persona alguna. En tanto que 15.2% lo comunicó a sus padres, 8.3% compartió su experiencia con amigos, 3.1 con sus hermanos, 2 con su pareja, 1 por ciento informó a un profesor, 4% reconoció haberlo contado sin especificar a quien. Finalmente, 4 por ciento mencionó compartirlo con tíos y otras personas.
Ausencia de cultura de denuncia
La cuarta consecuencia es la ausencia de una cultura de la denuncia:
Un tipo que era muy cercano a mí me enviaba fotos obscenas sin que yo se lo pidiera. Un mes después la situación fue más intensa y se convirtió en acoso sexual. Cierto día me tocó sin mi consentimiento; no dejaba de seguirme cuando salía. Luego, difundió fotos en RS a mi nombre. Hablé con mi familia de ello y decidí denunciarlo, pero esa denuncia nunca procedió. Tenía mucho miedo de lo que esa persona pudiera hacerme y me mudé a otro lugar; aún sigo teniendo miedo de que ese tipo me busque (15. PNB. P. Tecámac. 4346).
Un chico me mandó solicitud y lo acepté; en cuestión de segundos me mandó mensaje, le contesté y empezamos la plática normal (en ese entonces mi celular se me había caído al agua y andaba fallando) Él me dijo que si podía contestar unas preguntas, en ellas decían que si tenía vello púbico, de qué color era mi ropa interior, qué posición sexual me gusta la mayoría de ese tipo, no las contesté. Me metí a ajustes para bloquearlo; pero sin querer le marqué por dedazo, me alteré; entonces, le pedí disculpas, pero empezó de insistente y me dijo que me metiera al baño y que nos mandáramos cosas cachondas, y que le mandará fotos mías. Le dije que no y que no, hasta que salió su maldita frase: si no lo haces voy a publicar nuestra conversación. Me espanté y le conté a mi papá que es policía, y dijo que se iba a arrepentir. Al chico no le importó y me dijo que la conversación iba a salir y hasta puso en mi muro de Facebook “Hola M…” Me contestó que por más que tratara de bloquearlo no podría; hasta me mandó conversaciones que yo tenía con unas amigas; esto me sacó de onda pues me preguntaba cómo las había obtenido. Entonces me metí a ajustes y me dio la opción de denunciar, algo así, le di aceptar y así fue como me dejó de molestar. Al otro día yo seguía con miedo y decidí decirle a mi mamá y pienso que fue lo peor que puede haber hecho, me tacharon de p*. Pero para esto en el momento que yo lo denuncié no sé qué hace el sistema que ya no me aparece la conversación; pero, tenía las capturas de algunas. Les mostré las capturas, pero mi papá no estaba totalmente convencido, sino molesto. Me dio un ataque y mis manos empezaron a temblarme, mi cuerpo empezó a paralizarse de la mitad pues tenía miedo de que él publicara algo. Los regaños de mi papá y mi mamá peleando con mi papá me volvían loca. Mi hermana borró mi cuenta de Facebook y ya no volví a saber de esa cuenta, la busqué de otras cuentas de mis amigas y sin rastro (15. M. P. Cuautitlán Izcalli. 4442).
La ciberviolencia no sólo afecta a la víctima, también impacta en el bienestar familiar; ya que las amenazas no sólo van dirigidas al estudiantado, sino a las personas cercanas, lo que potencializa el efecto intimidador.

Impunidad
En quinto lugar, se encuentra la impunidad, que lamentablemente es tan frecuente y fatal como en los siguientes testimonios:
Había un chavo que tenía fotos mías íntimas. Él me dijo que, si yo no tenía dos encuentros sexuales más, publicaría mis fotos. Yo no le pasé las fotos tal vez pudo haber sido mi ex. Este chavo me amenazó con arma y de manera virtual me ofendía mucho. Las intimidaciones duraron aproximadamente ocho meses; pero, nunca acepté lo que me pidió; al contrario, lo denuncié anónimamente y no me quisieron ayudar, dijeron que mis pruebas eran “un juego de niños” y el chavo se enteró pues hackeó mi celular y se metió a todo, subió mis fotos a una página porno, no se ve mi cara, pero sí características que me identifican, esto pasó desde 2019 y terminó en 2020 (16. M. P. Cuautitlán Izcalli. 4755).
A mediados de pandemia a una conocida la amenazaron con publicar fotos suyas desnuda; sí se supo quién fue (17. M. P. Nezahualcóyotl. 5897).

Suicidio. Historias de terror entre el estudiantado
La sexta consecuencia es con mucho la más trágica y espeluznante. Desafortunadamente son estudiantes mujeres quienes tomaron la decisión fatal de recurrir al suicidio. Se encontraron tres testimonios de espectadores que refirieron conocer a alguna compañera o amiga que, debido a la cibervictimización en violencia sexual, optó por el suicidio, como una forma desesperada y fatal de enfrentar el acoso sexual recibido:
Mi compañero compartió un video donde tenía relaciones con su novia; en este caso, los maestros no hicieron nada y fue atacada por toda la institución. Finalmente, no soportó el maltrato verbal, y la llevó al suicidio (20. H. L. Ixtapan de la Sal. 5618)
A una chica le hackearon la cuenta y divulgaron su pack que había compartido; tiempo después, se mató por la vergüenza que sentía (16. M. P. Toluca. 4468)
Un chico difundió fotos íntimas de una amiga; ella la pasó muy mal y se suicidó (16. M. P. Atlacomulco. 1894)
En el siguiente testimonio, se registra la instigación al suicidio:
En primero de secundaria hicieron una publicación ofensiva acerca de mí y de temas personales, incitando a mi suicidio (14. M. P. Toluca. 6418).
En resumen, la normalización, el silenciamiento y la autoestigmatización socaban el ejercicio de los derechos humanos de la cibervíctima. Además, la ausencia de denuncia no sólo contribuye a la impunidad y por consiguiente a la perpetuación de la ciberviolencia, Ocasiona en la audiencia un daño colateral éticamente mayúsculo, ya que nos convierte en “cómplices inocentes” (Anders, 2001, p. 23)
Para finalizar este apartado, si bien algunos pocos niños, niñas, adolescentes y jóvenes se negaron a compartir alguna experiencia con expresiones como: “no contaré, pues no me da confianza” (14. H. S. Tecámac. 2672); también, algunas/os estudiantes, exhibieron agradecimientos y aprovecharon la oportunidad de exponer su voz, como en el siguiente testimonio: “Gracias por preguntar” (4306) “Si eres hombre te doy un abrazo y si eres mujer una carita feliz” (6384). Parafraseando a Ricoeur (2004) toda narración descansa en algún éxito o en algún fracaso importante de personas que conviven. La etnografía virtual ha visibilizado el sufrimiento y la voz del estudiantado.
La ciberviolencia sexual se configura como un sensorium de violencia (Emmelhainz, 2022); es decir un patrón de agresiones en línea multiforme impregnado de capitalismo patriarcal (De Miguel, 2015) que monetiza el cuerpo femenino y de la diversidad sexual y lo transforma en mercancía. De esta manera, los ciberdepredadores sexuales aprovechan las RS del estudiantado como un hipermercado sexual en el que todo puede ser comprado e intercambiado. Da lo mismo que se soliciten charlas sexuales, fotos íntimas, invitaciones o propuestas sexuales que amenazas de publicar sexting no consensuado. El depredador sexual actúa como si el dinero legalizara su “cacería” sobre las estudiantes, exhibiendo indiferencia, adiaforización (Bauman, 2010). Dado que está convencido de que mientras las dos partes - él y la chica- pacten el precio del intercambio, el problema del acoso desaparece mágicamente. El depredador, anestesiado, se muestra impasible frente a la deshumanización y mercantilización del cuerpo de las adolescentes y jóvenes estudiantes.
De este modo, la cosificación, la mercantilización y el sesgo de género (Segato, 2018) se convierten en rasgos permanentes de la escena de socialidad en el mundo onlife (Floridi, 2015) que perfila el binarismo y el continuum de dominación sobre lo femenino a través del abuso y la coerción. No obstante, que en ocasiones se cuente con el consentimiento de las víctimas. Esta violencia sexual ensancha la desigualdad social entre lo femenino y masculino, e imprime marcas de sufrimiento que laceran la subjetividad de niñas, adolescentes y jóvenes estudiantes.
Los y las estudiantes de los tres niveles educativos investigados y de todas las edades son impactados por las agresiones sexuales en línea. La protección de las mujeres, según De Miguel (2015), no se garantiza por decreto o leyes, si bien resultan necesarias. Se requiere asumir una nueva jerarquía de valores con un nuevo marco axiológico que ponga límites y fronteras precisas al mercado de los cuerpos. De Miguel defiende la “autonomía sexual” lo que significa ser capaz de marcar límites de acceso a nuestros cuerpos, una barrera irrenunciable frente a la invasión de poder de
otras personas, a fin de mantenerse protegida del neoliberalismo sexual, y de esta manera, esgrimir de manera contundente: mi cuerpo no es negociable […] mi cuerpo no tiene precio comercial.
En este mismo sentido Delgado (2017) se pronuncia:
No basta con el reconocimiento legal de la igualdad sustantiva; la distancia entre de jure y de facto, su reconocimiento legal y su ejercicio y garantía en la vida cotidiana, es una brecha infranqueable que, si no se cierra, impedirá la fuerza trasformadora que hace avanzar a las sociedades. La igualdad sustantiva permite la libertad que no es plena hasta que todas las personas tengan en su vida diaria la posibilidad de elección en el aquí y en el ahora. No se trata del poder, sino de lo que se puede hacer. Las mujeres están sometidas a diversos poderes que las oprimen, excluyen, discriminan y explotan (p. 53).
En los testimonios de las estudiantes el derecho sexual defendido es socavado en primera instancia desde la imposición del mandato de feminidad que asigna a las mujeres ciertos comportamientos como no exponer libremente su sexualidad, y en caso de contravenir dicho mandato resultan etiquetadas y desautorizadas, lo cual menoscaba el poder de agencia. En segunda instancia no siempre el ejercicio de la sexualidad es emancipador, sobre todo en aquellos casos, donde la sexualidad femenina sigue estando en beneficio de la sexualidad masculina hegemónica.
Por ello, es impostergable garantizar a las chicas una navegación por las RS sin sobresaltos y libre de agresiones de cualquier índole. Entonces resulta importante atender el respeto irrestricto al derecho a una vida de reconocimiento y dignidad.
A continuación, producto del análisis categórico selectivo a la narrativa estudiantil se resume la incidencia de ciberviolencia sexual de acuerdo con el grado de implicación, diferenciando entre hombres, mujeres y PNB.
Tabla 12. Incidencia de ciberviolencia sexual en mujeres y hombres. Condiciones cibervíctima, ciberagresor y ciberespectador
/ Género
Nota. Análisis categórico selectivo de la narrativa estudiantil N=417.
Las mujeres resultaron mayormente implicadas en ciberviolencia sexual en las condiciones de cibervíctima y de ciberespectador, siete veces más que sus pares hombres. Las PNB padecieron solamente cibervíctima. Además, comparando los índices de cibervíctima frente a ciberagresor se observa que el estudiantado recibe y padece más violencia sexual de la que perpetra. De igual manera, las estudiantes son quienes narran mayormente ciberviolencia en comparación a sus pares hombres y PNB. La siguiente tabla resume la relación social sostenida entre la víctima y los ciberacosadores/as, diferenciando entre los géneros.
Tabla 13. Incidencia en la relación social con ciberagresor/a.
Ciberagresor/a
Nota. Análisis categórico selectivo de la narrativa estudiantil N=417.
De acuerdo con la fuente de los agravios virtuales, más de la mitad del estudiantado (51.6 por ciento) fueron ciberacosados por desconocidos; la cuarta parte por sus compañeros (24.7 por ciento) y la décima parte (10 por ciento) fueron ciberacosados por conocidos online. Por su parte, cinco de cada 100 fueron ciberacosados/ as por conocidos offline (que podían ser sus exparejas). Resalta que dos de 100 han sido acosados por familiares.
En la siguiente tabla se presenta la relación entre el género del ciberagresor/a y el género de la cibervíctima.
Tabla 14. Relación ciberagresor/a género.
Nota. Análisis categórico selectivo de la narrativa estudiantil N=417.
En la narrativa estudiantil se observa que el porcentaje superior (tres cuartas partes) corresponde al género masculino en la condición de ciberacosador. Esto indica que son las chicas quienes padecen mayoritariamente de ciberviolencia sexual, comparado con la ciberagresión sexual dirigida hacia los hombres ya sea por otro hombre (5.5%) o por una mujer (1.7%), un total de 7.2 por ciento. Mientras las PNB son acosadas principalmente por hombres y en menor proporción por mujeres. Resalta el porcentaje de 3.3 por ciento de mujeres que fueron agredidas por otras mujeres. Finalmente, en diez de cada cien relatos no se proporciona información sobre el género.

Discusión
En este apartado se comparan los hallazgos de la investigación que realizamos con los encuentros de las investigaciones que presentamos en el apartado de referentes teóricos del Capítulo I. En tal sentido, revisamos nuestros resultados en el contexto del estado del conocimiento con el que construimos los cimientos de nuestro trabajo.
De las tres dimensiones evaluadas en el cuestionario “Violencia online 2020”, el estudiantado mexiquense reportó padecer, mayormente, de ciberviolencia en las relaciones sentimentales; en segundo lugar, ciberacoso, y en tercer lugar ciberviolencia sexual, con 41, 23 y 20 por ciento, respectivamente. El cortejo hostigante, los insultos virtuales y la recepción de propuestas sexuales encabezan la incidencia más alta en cada una de las dimensiones ya mencionadas. De acuerdo con la implicación grave o severa (más de diez veces a la semana), en las tres ciberviolencias que afectan al estudiantado mexiquense, las categorías más frecuentemente padecidas son el cortejo hostigante, los insultos en los videojuegos y la recepción de pornografía. La ciberesfera se convierte en un “espacio erizado” (Bauman, 2007, p.144) dado que no puede ocuparse con comodidad y sin sobresaltos, especialmente por las estudiantes y PNB.
Acudir a la etnografía virtual ha permitido documentar que el mundo onlife del estudiantado mexiquense está teñido por un sensorium de violencia debido a la vasta pluralidad de agresiones sexuales virtuales. Entre las más frecuentes se encuentran la circulación de contenido sexual obsceno; las propuestas sexuales a chicas, chicos y PNB; la circulación y solicitud de nudes, packs y sexting; la pornografía, el grooming y la sextorsión que se apegan a un patrón de agresiones que perfilan relaciones de género en desventaja para las mujeres, en vista de que fueron las estudiantes quienes padecieron siete veces más que sus pares hombres violencia sexual en línea, lo que nos habla de la hipersexualización y cosificación impuesta a los cuerpos femeninos.
Sin duda, en los últimos años hemos avanzado considerablemente en el tema del respeto a los derechos humanos de las niñas, adolescentes y mujeres, empero, en algunos aspectos seguimos en una situación similar a la ya planteada por Paz (1992) en su libro clásico El laberinto de la soledad (publicado en 1951): “la mujer nunca es dueña de sí” (p.12). Siete décadas después nos encontramos con una situación parecida en la cual prevalece la impotencia femenina.
Respecto a la relación de la víctima con el ciberacosador, más de la mitad de la ciberviolencia sexual es perpetrada por desconocidos; la cuarta parte por compañeros; uno de cada diez son conocidos online y 5% son conocidos offline; incluso, la expareja se arroga el derecho de ciberacosar sexualmente en 5.5% de los casos, y una para nada despreciable cifra de 2% corresponde a los familiares. Es destacable la influencia del círculo de pares para paliar el impacto de las ciberagresiones solidarizándose con las o los ciberacosados. Finalmente, la ciberviolencia ejercida de mujeres contra mujeres resalta la sospecha que las mujeres suscitan en otras, lo cual es una forma diferente de manifestar sexismo institucionalizado.
En el ciberespacio, sitio de oportunidad para los ciberdepredadores sexuales, el cuerpo del estudiantado no está a salvo, particularmente se presenta un sesgo de género dado que fueron las estudiantes quienes resultaron más cibervictimizadas sexualmente, lo cual coincide con Pedraza-Bucio (2020), Vega (2019) y Vela (2016). El sensorium de violencia despliega relaciones de género en un continuum de dominación y sometimiento. Además, los ciberdepredadores sexuales, quienes muestran una encallecida y anestesiada sensibilidad y son inmunes al sufrimiento que ocasionan, cosifican los cuerpos y los convierten en “un cuerpo para-otros” (Basaglia, 1980, p. 168), borran el rostro humano y dan paso a la adiaforización, es decir, esgrimen la lamentable frase “el fin justifica los medios”.
En las narraciones estudiantiles se observa que en el ciberespacio se renueva la crueldad contra el cuerpo de las mujeres, y de las PNB, que es usurpado transformado en mercancía para ser comercializado y monetizado (De Miguel, 2015). La cosificación impacta en la subjetividad femenina, la diversidad sexual y en la audiencia, debido a que “el cuerpo no es exclusivo de quien lo porta, sino que conlleva un significado también para quien lo observa” (Kaplan y Szapu, 2020, p. 35).
Asimismo, la mirada masculina cosificadora funciona como un mecanismo regulatorio de la sexualidad femenina, lo cual imprime invariablemente marcas de violencia imborrables, violencia expresiva la llama Segato (2016). De este modo, la violencia se estampa como una experiencia profunda (Benjamin, 2010) que deja huella indeleble en la comunidad estudiantil. Es imperativo desmontar el mandato de masculinidad (Segato, 2018) que impele a consumir el cuerpo femenino. Para Segato la pedagogía de la crueldad es una pedagogía masculina y, en este orden de ideas, para los autores la crueldad deshumaniza tanto a víctimas como a victimarios.
La masculinidad hegemónica se manifiesta en comportamientos tales como coleccionar, compartir y, sobre todo, presumir imágenes sexuales de mujeres, otorgándose, sin más, el derecho de invitar, hostigar o acosar, que si bien funciona “como un medio a través del cual particularmente los jóvenes pueden afirmar su masculinidad” (Pérez-Domínguez, 2019, p. 170) también, posibilitan la extensión y amplificación de la sociedad patriarcal dado que “la circulación digital y discusión en torno a las imágenes de las chicas intensifica una forma de relación en red en la que las partes del cuerpo femenino son entendidas como propiedad colectiva de otros para ser inspeccionadas y reguladas en formas complejas” (Ringrose et al., 2013, p. 309) por lo tanto, “representa un tipo de violencia expresiva y no instrumental” (Segato, 2016, p. 18).
El neoliberalismo sexual expresado en las agresiones sexuales online reafirma que las emociones tienen una raíz social, al producir pena, vergüenza, autoestigmatización e impotencia en las estudiantes. Instala la marca de sufrimiento en su subjetividad, debido a la ausencia de un reconocimiento e indiferencia hacia el desconsuelo que ellas experimentan, mientras que la subjetividad masculina se ve favorecida por la expresión de una masculinidad hegemónica y depredadora (Ringrose, et al., 2013). Al seguir la idea de Segato (2016), violencia y patriarcado son dos impulsos que avan-
zan juntos, se explican, se confunden y se apoyan mutuamente, tal y como se observa en los relatos de experiencia del estudiantado donde existe una asimetría de género, es decir que, más mujeres fueron cibervictimizadas en comparación a los hombres.
En el panorama sociocultural contemporáneo que define “quiénes somos” (Curran, 2013, p. 64) se destaca la sexualidad como consumo multifacético. En el ámbito sociodigital concurre un hipermercado sexual frecuentado por hombres mayores, ciberdepredadores sexuales que anegan las RS, aprovechan cualquier oportunidad para realizar transacciones mercantiles con la finalidad de obtener imágenes o favores sexuales, invaden sin consentimiento la vida de los chicos, chicas y PNB. Hoy encontramos en Internet páginas de pornografía a tres clics de distancia y plataformas como OnlyFans que facilitan la oferta de imágenes sexuales a cambio de dinero, dispositivos digitales u otros productos atractivos. La ganancia obtenida radica en el gozo de la consumición del cuerpo femenino (Segato, 2023). La mujer es considerada como cosa entre cosas, y sabemos que no se siente empatía con las cosas, dado que son simplemente eso, cosas. Aún pervive la idea plasmada en la obra Emilio o de la educación de J. J. Rousseau, -publicada en 1762-, la tarea de las mujeres consiste en hacer más cómoda y feliz la vida de los hombres.
Es notorio, el tono de sexismo institucionalizado presente en todas las ciberagresiones relatadas. En palabras de Kanpol “el sexismo se ha convertido en un pasatiempo nacional” (1999, p. 20), patentizado en la proliferación de ciberdepredadores sexuales durante el confinamiento. La ubicuidad del sexismo y la presencia de estos personajes son dos muestras del capitalismo patriarcal que tiñe de desigualdad social las relaciones de la humanidad en su totalidad. Si bien, en lo formal se garantiza la igualdad, en la realidad persiste la desigualdad de género en contra de las mujeres. Es el tiempo presente, el tiempo ahora -Die Jetztzeit- (Benjamin, 2008b), en el cual, con violencia refinada, observamos que la violencia de género “se ejerce de manera sutil y en otras no tan sutil de coerción y abuso” (Emmelhainz, 2022, p. 46).
Se observa la subordinación de lo femenino como una constante tanto en el mundo fáctico como a través de las pantallas. En este último escenario cultural, el ejercicio de la dominación adquiere la forma de intercambio comercial. Las agresiones sexuales en línea contra las estudiantes son predadoras, si esto no fuera cierto, cómo se explica que los ciberdepredadores sexuales sigan navegando en las RS con la intención de comercializar el cuerpo de niñas, adolescentes, mujeres y PNB.
La convivencia requiere la posibilidad de vivir junto a otros para protegerse mutuamente. La violencia sexual resalta el desamparo de las cibervíctimas versus el premio para los ciberagresores sexuales. Cabe preguntar, entonces, ¿quiénes son los ciberdepredadores sexuales en la vida cotidiana en el mundo offline? Nos interrogamos, ¿cuál es la motivación tras su afán predatorio contra el cuerpo femenino y de las PNB?, ¿qué clase de personas serán en su ámbito familiar, profesional, vivencial? Si la tecnología se los permite, ¿por qué no habrían de hacerlo? Arendt (2010) expresa que el mayor mal proviene de sujetos banales, ordinarios, bastante comunes. Estos de-
predadores se presentan como sujetos anodinos, simples consumidores de fantasías masivas, eróticas, gestadas desde la lógica de reproducción capitalista que persigue “el bien personal en lugar del bien común” (Illouz y Kaplan, 2020, p. 73). Sin embargo, es necesario recalcar que esta superficialidad y banalidad del ciberagresor, de ninguna manera, se aplica a los actos predatorios que despliega, de los cuales es absolutamente responsable.
El estudiantado, como el resto de la población mundial, viven en modo wifi, las 24 horas del día todos los días. Por lo cual, no resulta extraño que la violencia se torne portátil y con frecuencia se ubique en cualesquiera de sus escenarios vitales. Pese a ello, una gran parte se muestra inexperta al momento de tipificar las agresiones en línea como ciberviolencia. Esta incapacidad es ampliamente generalizada entre los internautas a nivel mundial. Cufré (2010), Barlett et al. (2017), Gámez-Guadix et al. (2015) y López González et al. (2023) abordan la complejidad en la percepción y comprensión de la violencia digital; “por lo cual, se infiere que la experiencia de prácticas violentas en los entornos digitales es mayor de lo que se declara debido a las dificultades de identificarlas” (Pedraza-Bucio, 2023, p. 6). Esta situación se presenta a nivel nacional “85.1% de las mexicanas que sufrieron violencia física o sexual, no solicitaron apoyo ni presentaron queja o denuncia ante las instituciones debido a que le restaron importancia a lo sucedido” (INEGI, 2021a, p. 5).
En palabras de Bauman (2010):
Se nos ha dicho, y hemos acabado creyendo, que la emancipación y la libertad significan el derecho a reducir al Otro, y al resto del mundo, a la condición de objeto, útil mientras y hasta donde dé satisfacción. Más intensamente que cualquier otra forma conocida de organización social, la sociedad que se rinde ante el dominio no desafiado y sin límites de la tecnología ha borrado el rostro humano al Otro y ha llevado, por tanto, la adiaforización de la sociabilidad humana hasta unas profundidades que aún están por describir (p. 254).
Será acaso que “¿corremos el peligro de perder nuestra capacidad para comprender lo que acontece en el mundo y empatizar con las personas que sufren?” (Bauman y Donskis, 2015, p. 56).
Si bien, la sextorsión, relativamente poco frecuente, impacta en la subjetividad femenina porque se ejerce impunemente en línea, con y sin pruebas, algunas chicas admitieron producir nudes (sexting), pero no cedieron el consentimiento para la difusión de estas imágenes sexuales. Otras chicas fueron amagadas sin pruebas, lo que confirma la propagación de ciberdepredadores sexuales que buscan beneficios de índole económica, a costa de producir en las estudiantes inseguridad, miedo e incluso pánico. Por lo tanto, reducir la asimetría o sesgo de género, así como la desigualdad de género es un tránsito indispensable para perfilar horizontes sociales de esperanza donde prive la democracia sexual para la humanidad en su totalidad.
La adiaforización a la que se ve impelido el estudiantado genera subjetividades desamparadas. Dado que las y los estudiantes son arrojados/as a una zona gris permeada por la erosión del tejido social, el debilitamiento de los lazos humanos, la difuminación de una frontera precisa que diferencie entre lo bueno y lo malo, potenciados por el empleo de las TIC y aunado a la generalización tácita pero implacable de la ley del que puede y quiere, que enarbola el principio si técnicamente se puede hacer se debe hacer (Anders 2001 y Bauman 2010).
Los dispositivos digitales proponen, disponen y moldean los anhelos, sueños, fantasías, comportamientos y prácticas de una forma más rápida. Empero, es claro que “Internet no nos usurpa nuestra humanidad: la refleja. Internet no se mete dentro de nosotros: muestra lo que llevamos dentro” (Bauman, 2012, p. 252). Por lo tanto, es imprescindible encontrar otra manera de relacionarnos a través de las TIC. Como expresaría Heidegger (2003) “donde está el peligro, crece también lo que salva” (p. 32). Si hasta ahora la tecnología se ha usado para agredir, también es posible apelar a ella con la finalidad de ensanchar horizontes sociales de comunidad.
A nivel planetario, el contexto onlife como lo denomina Floridi (2015) se constituye actualmente como el escenario privilegiado para las interacciones sociales. En este sentido, para el estudiantado, el ciberespacio representa la posibilidad de resplandecer virtualmente. Esto es, disfrutar profusamente del lado luminoso, y de manera simultánea perfila el lado oscuro, configurado entre otros aspectos por la ciberviolencia multifacética que corre el riesgo de transitar de la virtualidad a la vida tangible. Por lo que, alimenta la escalada y el flujo incesante de agresiones y representa un riesgo inconmensurable para la construcción de una comunidad dentro y fuera del ciberespacio.
Concluimos que, lamentablemente, la ciberviolencia sexual desplaza a chicos, chicas y PNB de la condición de sujeto (persona) a objeto o cosa. El sexismo de la sociedad patriarcal encuentra en el ciberespacio un escenario óptimo para estampar su marca, y en consecuencia se genera la propagación de hombres adultos en búsqueda de placer sexual, afectando al estudiantado más joven, quienes introyectan miedo, incertidumbre, inseguridad e impotencia a temprana edad (Velázquez y Reyes, 2020). Por ello, es conveniente abandonar la mirada distraída (Benjamin, 2008a), la cual toma distancia de la violencia digital, y propugnar por la utopía de una ética del cuidado de sí y de los otros. Una comunidad que mantenga la igualdad de género y de justicia social. Entonces, el abanico de valores de la sociedad como un todo está bajo cuestionamiento. En tanto el feminismo tenga éxito cambiarán las relaciones entre los sexos.
Ante lo expuesto, se cumplieron los siguientes objetivos: 1. Determinar cómo se manifiestan las agresiones virtuales en la dimensión de ciberviolencia sexual en el estudiantado de los niveles de secundaria, medio superior y superior en la situación sui generis del confinamiento 2020-2021, inducido por la pandemia debida al SARSCoV-2; examinar cuáles son los tipos de ciberviolencia que perturbaron al estudiantado y los tipos de agresiones online presentadas con mayor y menor frecuencia entre
la población estudiantil. 2. Registrar los índices de incidencia global e incidencia grave o sistemática y 3. Analizar la experiencia que el estudiantado ha padecido, perpetrado u observado con las agresiones a través de las pantallas, así como, el impacto en la construcción de subjetividad.
Por último, la presentación de fragmentos de experiencia estudiantil ha posibilitado leer y escribir sobre un aspecto del mundo de la vida de las adolescencias y juventudes contemporáneas. Bajo la consigna de superar el estadio de la condena de la violencia, necesaria pero no suficiente, para transitar hacia el conocimiento y comprensión de cómo se fragua la desigualdad social entre los géneros y “encender la llama de la esperanza” (Benjamin, 2008b, p. 308) que nos dirija a cambiar de tajo la asimetría entre géneros, y con ello que el enemigo (el patriarcado) cese de vencer.

V. A MODO DE CIERRE

La violencia no es todo poderosa, se le puede resistir.
Z.
Bauman Modernidad y Holocausto
VERSION PRELIMINAR
Durante el confinamiento 2020- 2021 por la pandemia provocada por el SARS-CoV-2 la subjetividad sexual del estudiantado mexiquense se vio alterada por la ciberviolencia sexual y no se salvó de padecer el continuum de violencia estructural contra las mujeres (Pedraza-Bucio, 2023). Particularmente, debido al sesgo de género, por el cual las estudiantes resultan mayormente estigmatizadas con calificativos emanados desde un sexismo institucionalizado, que coloca la moralidad femenina bajo sospecha (Segato, 2023). Así, se hace referencia a la mujer como sucia, quemada, zorra, cualquiera, arrastrada, ofrecida o puta, para descalificarla sin más, provocando una subjetividad sexual distante del placer sexual. La identidad y la seguridad sexual son escatimadas por las acciones de los ciberdepredores sexuales con el consiguiente detrimento de la capacidad de las chicas y PNB para hacer elecciones sexuales activas y seguras.
24/05/2023
Esta ciberviolencia sexual se concibe como una experiencia comunicable (Benjamin, 2009a), emotiva (Kaplan y Szapu, 2020) y profunda (Benjamin, 2010) dado que lacera y marca el itinerario erótico (Jones, 2010). Se trata de un sufrimiento social que deja huella imperecedera, independientemente de la condición vivida, ya sea de cibervíctima, ciberagresor/a o espectador. Resulta evidente la marca del capitalismo patriarcal que se rige por el principio de la consumición del cuerpo fundamentalmente de las niñas, adolescentes y jóvenes mujeres y de la diversidad sexual, que genera desigualdad e injusticia sociales en contra de ambas poblaciones. En este orden de ideas la corporación masculina sigue siendo la que determina la escala del valor de las adolescentes y mujeres.
Este fenómeno se caracteriza como predador, cosificador y mercantilizador del cuerpo femenino y de la diversidad sexual y está impregnado de sexismo institucionalizado. Todo ello enmarcado en el sensorium de violencia, es decir, el patrón de ciberagresiones propicia el eclipse del juicio (Arendt, 2010). Otra manera de expresarlo es el oscurecimiento del pensar que impide ponerse en el lugar de la cibervíctima y
mostrar empatía y compasión. Particularmente, el ciberdepredador sexual se ampara bajo el neoliberalismo o capitalismo patriarcal inoculado en sus prácticas digitales y desde ahí instala la dominación, sexualización, cosificación, monetización y mercantilización del cuerpo femenino. Desmontar este entretejido de la violencia da pauta para apostar por la mayor difusión de uno de los eslóganes más significativos emanados del feminismo: mi cuerpo no es tuyo, mi cuerpo no se toca.
La narrativa del estudiantado de los tres niveles educativos (básico, medio superior y superior) da cuenta de la difusión masiva de adioforización (Bauman, 2010; Bauman y Donskis, 2015) en vista de que nos hemos convertido en egoístas natos, adormecidos, encallecidos, indiferentes e incapacitados para percibir el sufrimiento del diferente, particularmente de las mujeres, las PNB, así como de las personas en condiciones de vulnerabilidad. La existencia y proliferación de los sugar daddy es un ejemplo del patriarcado de consentimiento (Puleo, 2000), dado que incitan amablemente y se afanan en convencer a sus potenciales víctimas al emplear múltiples mecanismos de seducción. Las RS, en su lado sombrío, se convierten en jungla cibernética en la cual la única ley que impera es el que puede y quiere cuyo ejercicio genera un solo ganador, el capitalismo patriarcal.
Frente a esta lógica de la crueldad (Segato, 2016, 2018, 2023 y Calas 2022) permeada por el “cansancio de la compasión” (Bauman y Donskis, 2015) es necesario oponer la idea de la justicia de género. Para ello se requiere, en lo inmediato, introyectar tanto la conciencia de género como asumir la nefasta presencia generalizada de sexismo institucionalizado, en el afán de restarle fuerza al capitalismo patriarcal, que permea las relaciones sociales entre los géneros en el mundo onlife no sólo del estudiantado, sino de la población mundial. Las RS se convierten en el escenario ideal para la difusión de la pedagogía de la crueldad (Segato, 2023), es decir, de una pedagogía de la indiferencia hacia el sufrimiento social. Entonces, ¿qué nos queda? Insuflar la esperanza como instaba (Benjamin, 2008b), parafraseando a este autor, todos los días se puede abrir la puerta para que arribemos a una sociedad con justicia de género y a un mundo sin víctimas.
La experiencia de la ciberviolencia sexual sufrida por quienes compartieron sus experiencias, y quizá muchos más, perfila una característica cultural de la sociedad contemporánea. Hace evidente la clase de sociedad que simultáneamente construimos y nos construye (Curran, 2013), configurada por el liberalismo sexual (De Miguel, 2015) en el cual destaca la sexualidad como consumo multifacético. Se observa que lo económico se entromete y distorsiona la sexualidad de niñas, niños, adolescentes y jóvenes estudiantes, situación que reafirma lo que el feminismo ha enfatizado una y otra vez: lo íntimo no es de ninguna manera personal, sino una cuestión política y como tal debe atenderse, dado que se trata del influjo del capitalismo patriarcal en, por lo menos, la mitad de la humanidad. Nuevamente, a decir de Benjamin (2008b) la tarea consiste en encender la chispa de la esperanza, a fin de que el neoliberalismo cese de vencer.
Actualmente las RS de estos jóvenes, particularmente de las mujeres y de las PNB, se han convertido en “zona de cacería” De manera directa hombres adultos ofrecen a las chicas, dinero u otros productos atractivos, tales como dispositivos digitales, a cambio de fotos con y sin ropa, packs, nudes, compañía y charlas sexuales, invadiendo su mundo de la vida, prolongando el capitalismo patriarcal (Illouz y Kaplan, 2020) desde el cual cosifican, monetizan, mercantilizan y deshumanizan el cuerpo femenino y de las PNB. Estos depredadores sexuales se regocijan con el acoso sexual ejercido. Dado que el afán predador les garantiza microéxitos que apuntalan su capital sexual con confianza en sí mismos y en autoestima (Illouz y Kaplan 2020) a costa de mermar el capital emocional de las víctimas.
Las agresiones sexuales multifacéticas, perpetradas por actores tan diversos como compañeros femeninos o masculinos, amigos y conocidos online y offline, exparejas y parejas, vecinos y familiares, todos ellos, adiaforizados, impactan el itinerario erótico (Jones, 2010) del estudiantado, recalcando el encuentro a temprana edad con este tipo de ciberviolencia. Destaca el hecho de que, particularmente, en este tipo de ciberviolencia (sexual) más de la mitad de los perpetradores se cobijan bajo el anonimato; a diferencia de otras formas de violencia a través de las pantallas, como la ciberviolencia en las relaciones sentimentales y el ciberacoso, donde los perpetradores en ambas dimensiones son fácilmente identificados.
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La subjetividad sexual (Illouz, 2020) remite a la experiencia que una persona tiene de sí misma como ser sexuado. Las ciberagresiones padecidas generan en las cibervíctimas la experiencia de la vergüenza, sumado a la incomprensión debido a la cosificación, mercantilización e indiferencia hacia la capacidad de agencia de la que es objeto. La cibervíctima incorpora la idea de la sexualidad como un escenario hostil e intimidador y lamentablemente en ocasiones se autoestigmatiza. Todo lo cual atenta contra el capital sexual y emocional (Illouz y Kaplan, 2020) de las cibervíctimas, provocando una desigualdad social, en este caso, entre ciberagresores y cibervíctimas, contribuyendo a la sociedad del miedo y a la perpetuación del capitalismo patriarcal.
VERSION PRELIMINAR
Finalmente, apelamos a que este texto no sea una historia más de los derrotados (Benjamin, 2008b) en vista de que el estudiantado se atrevió a exponer su voz. Se requiere, por lo tanto, de una justicia testimonial (Arendt, 2010), que no diluya su voz y potencie la imaginación en defensa del ciberespacio alejado tanto de la ley del que pueda y quiera como de la adiaforización. Y paralelamente, se constituya como un escenario proclive al respeto irrestricto al otro, que viabilice un pluralismo sustentado en una relación vincular entre géneros al margen de la violencia, erigiendo un mundo común con otros y para otros; asimismo se estimule la cultura de la denuncia con el objeto de abolir la impunidad de la violencia en línea y, con ello, neutralizar el poder del uso de las TIC para ejercerla.
De esta manera, dar paso a la justicia de género implica hacer(nos) conscientes de la colonialidad generalizada del pensamiento sexista. Como ha dicho Zizek (2009) todos somos humanos, con las mismas esperanzas básicas, miedos y penurias, y
por lo tanto con el mismo derecho al respeto y a la dignidad. Por su parte, Benjamin (2008b) propone que no debemos colocar nuestra empatía con los vencedores, dado que contribuiríamos a volverlos cada vez más poderosos; por el contrario, el filósofo nos insta a colocarnos del lado de los derrotados de siempre: mujeres, pobres, indígenas, personas en movimiento (migrantes), personas desaparecidas, desplazados, personas explotadas por la trata, marginados que, como ruinas, encarnan el carácter destructivo de la civilización dado que son las víctimas de la barbarie (Benjamin, 2009b).
Ojalá que como académicos no lleguemos tarde, ojalá no nos quedemos rezagados frente a las transformaciones socioculturales que experimentan las adolescencias y juventudes contemporáneas. Ojalá que la injusticia no nos sea indiferente. Apelamos a “la expresión de un anhelo, del anhelo de que la injusticia (de género) que distingue al mundo no sea lo último […] que el verdugo no triunfe sobre la víctima inocente” (Horheimeir, 2000, p. 169). En este sentido, se ratifica “nunca: ni una más”.
En un mundo de pantallas, quizá valga cuestionarse acerca del presente y el futuro de la convivencia, y así, reflexionar, ¿es posible vivir juntos sin vernos la cara?

Limitaciones y retos
Los datos arrojados en el cuestionario “Violencia online 2020” apuntalan la hipótesis del incremento de ciberviolencia sexual durante el confinamiento. No obstante, únicamente 12.2 por ciento del estudiantado compartió una experiencia sucedida durante ese periodo específico. Se considera que la decisión metodológica de incluir el criterio de temporalidad abierta, en la solicitud para compartir las experiencias resultó provechosa, dado que posibilitó la expresión de un cúmulo importante de relatos
que reafirma la sentencia de Benjamin (2010) con respecto a que la violencia estampa una huella profunda.
La etnografía virtual, dado su carácter móvil y múltiplemente situado, posibilitó acercarse a la experiencia estudiantil de diferentes contextos sociodemográficos, del continuum offline-online y de conectividad, reconfigurando los múltiples sitios de producción cultural donde sobresale un aspecto no del todo desconocido. En México, durante el confinamiento, un buen sector del alumnado se encontró con limitaciones en la conexión o francamente desconectado, situación que imposibilitó seguir las clases en línea. Por sólo señalar un caso, un grupo entero respondió el cuestionario “Violencia online 2020” desde un mismo celular, el del único estudiante que contaba con datos.
Un reto por superar es la percepción de la ciberaudiencia que concibe la violencia sexual como un asunto de responsabilidad individual, erróneamente se piensa que la víctima se expuso voluntariamente. En algunos casos las chicas lo asumen y se autoestigmatizan, lo cual, evidencia que el estudiantado requiere educarse en ciudadanía digital.
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VERSION PRELIMINAR
Finalmente, continúa vigente la apuesta por la educación, cuyo objetivo consiste en deshacer las ventajas causadas históricamente, sostenidas en prejuicios que han afectado a la mitad de la población mundial (mujeres). Es imperativo habilitar a las nuevas generaciones para que respondan a los desafíos de la sociedad digital.
Referencias
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Glosario
Adiaforización. Bauman la define como estratagemas para situar, a propósito o por defecto, ciertos actos u omisiones respecto a ciertas categorías de seres humanos fuera del eje moral-inmoral, es decir, fuera del universo de obligaciones morales y al margen del ámbito de los fenómenos sujetos a evaluación moral; estratagemas para declarar esos actos o esa inacción, de una forma implícita o explicita, como moralmente neutros y evitar que las opciones entre ellos se sometan a un juicio ético, lo que significa eludir el oprobio moral (Bauman y Donskis, 2015).
Celotipia. Se trata de celos exagerados que generan violencia, agresiones verbales u hostigamiento es una conducta que utiliza formas sutiles de control, como realizar múltiples llamadas a la pareja en un margen de tiempo corto con el pretexto de estar preocupados; recriminarle cuando no contesta el teléfono e incluso solicitar la ubicación. La pareja celosa siempre justificará su conducta asegurando que es cuidado y amor, en realidad se trata de control de la conducta.
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Ciberdepredador sexual. Es un grupo heterogéneo difícil de tipificar, en general se trata de hombres adultos entre 18 a 72 años, con predominancia entre los 30 y los 45, que navegan por Internet a la caza de víctimas, tanto femeninas como masculinas, preferentemente adolescentes y jóvenes (incluso niñas y niños). Usan diversas estrategias para acercarse a las cibervíctimas, desde prestar atención a las necesidades y sentimientos, escuchar atentamente, mostrarse comprensivos y empáticos, halagar, todo ello con el propósito de solicitar favores, imágenes, conversaciones sexuales. Su acción es depredadora, debido al afán de convertirse en un cazador exitoso.
Ciberejecutor/a. Es el perpetrador/a de alguna clase de agravio en línea con el propósito de molestar, hostigar, intimidar.
Ciberespectador. Se refiere a la audiencia que observa una ciberviolencia.
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Cibervíctima. Se trata de la persona que padece la agresión en línea, es decir, que ha sufrido un daño y padece las consecuencias. Una víctima se define por lo que le han hecho, ha padecido, ha perdido y le han arrebatado.
Cracking. Agrietamiento, en español, el cracking informático refiere a la conducta ilegal en la cual el cracker altera, modifica, elimina o borra los datos de un documento o programa informático.
Doxing. El doseo, en español, describe la conducta de revelar intencional y públicamente información personal sobre una persona o grupo de personas a través de Internet. Las razones para dosear son varias, principalmente hostigar, chantajear, extorsionar y desprestigiar a alguien.
Ghosting. Proviene de “ghost” que significa fantasma y se trata de la acción de cortar súbitamente la comunicación, sin previo aviso, sin explicación de por medio, es como si la persona desapareciera; suele presentarse en las relaciones sentimentales, aunque no exclusivamente. Ghostear (en español) incluye dejar de responder mensajes y llamadas y evitar cualquier interacción sin previo aviso.
Grooming. El grooming y, en su evolución digital, el online grooming (acoso y abuso sexual online) son formas delictivas de acoso que implican a un adulto que se pone en contacto con un niño, niña o adolescente con el fin de ganarse poco a poco su confianza para luego involucrarle en una actividad sexual. Esta práctica tiene diferentes niveles de interacción y peligro: desde hablar de sexo y conseguir material íntimo, hasta llegar a mantener un encuentro sexual. Es un proceso en el que se genera un vínculo de confianza entre la víctima y el acosador. Éste intenta aislar poco a poco al menor, y lo consigue desprendiéndolo de su red de apoyo (familiares, profesores, amigos, etc.) y generando un ambiente de secretismo e intimidad. En el caso del online grooming el abusador envía, a través de un medio tecnológico, material sexual al niño o niña. Además, suele hacerse pasar por menor y adapta el lenguaje a la edad de la víctima. Es una violencia igual de real que la física, pero de la que no se puede huir. (Save the Children, https://acortar.link/ElUvA)
Hackeo. El estudiantado lo considera como una intromisión en las redes sociales, evidentemente sin consentimiento que le permite al hacker acceso a información sobre la vida privada o bases de datos protegidas. Se retoma de hacking que se define, en términos generales, como la explotación de vulnerabilidades en las redes y sistemas informáticos de una organización para obtener acceso no autorizado u obtener el control de los archivos digitales. Estas actividades implican identificar debilidades en un sistema o red informáticos y explorar y manipular la información con intenciones malévolas o con motivos egoístas.
Happy slapping. El happy slapping consiste en una grabación de una agresión física, verbal o sexual cuya difusión online avergüenza a la cibervíctima mientras al ciberagresor le otorga popularidad.
Mensajes stalkeadores. Son los mensajes que implican un acecho. Por ejemplo, “que bonita te ves de rosa” y la estudiante no sabe quién la está observando.
Onlife. Término acuñado por el filósofo Luciano Floridi (2012) es una combinación de online y life (en línea y vida) que se refiere a “la nueva experiencia de una realidad hiperconectada en la que ya no tiene sentido preguntarse si uno puede estar en línea o fuera de línea”. https://hipermediaciones.com/2015/08/12/onlife-manifesto/
Packs. Coloquialmente un pack es un paquete o conjunto de fotos o videos con contenido sexual. El término pack se usa para describir el intercambio de imágenes y videos de naturaleza sexual entre personas.
Psicopolítica. Byung Chul Han en su libro Psicopolítica (2022) la define como aquel sistema de dominación que, en lugar de emplear el poder opresor, utiliza un poder seductor, inteligente (smart), que consigue que las personas se sometan por sí mismas al entramado de dominación. En este sistema, el sujeto sometido no es consciente de su sometimiento. La eficacia del psicopoder radica en que el individuo se cree libre, cuando en realidad es el sistema el que está explotando su libertad. La psicopolítica se sirve del Big Data el cual, como un Big Brother digital, se apodera de los datos que los individuos le entregan de forma efusiva y voluntaria.
Quemar online. Quemar en el lenguaje coloquial juvenil significa inventar, subir y difundir un chisme como forma de control social de la sexualidad, particularmente dirigido a las chicas. “En vista de que la figura de la ´puta´ actúa como un horizonte regulativo para las mujeres: [que] recuerda la norma sexual transgredida”. (Jones, 2010, p. 118). El comportamiento erótico sexual de las chicas puede quedar registrado en imágenes, conversaciones, capturas de pantalla, stories, etcétera. La sociabilidad digital supone una extensión y multiplicación de los espacios en los que las jóvenes pueden ser “quemadas” y agredidas. Ser “quemada” es lo peor que puede suceder, debido a que limita ser reconocida, respetada y valorada como una buena opción para entablar relación sentimental.
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Sensorium de violencia. Emmelhainz (2022) define el concepto sensorium de violencia como patrones de agresión que median no solamente el campo de las relaciones sociales, sino que se convierten en rasgos permanentes de la escena de la sociabilidad dándole forma al género binario y a las relaciones de género y clase. La violencia de género como formas sutiles y no tan sutiles de coerción y abuso ligadas a la agresión colonial. Se trata de violencia generadora de subjetividades, de un tumor sutil que se expande por las sociedades. (p.46)
Sesgo de género. Se refiere a la omisión que se hace sobre cómo son conceptualizadas las mujeres, los hombres y las relaciones de género en un determinado objeto de estudio o problemática. De acuerdo con Margrit Eichler (2001) existen tres grandes tipos de sesgos de género:
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a) Androcentrismo. Implica la identificación de los masculino con lo humano en general, invisibilizando a las mujeres.
b) Insensibilidad de género. No considera al sexo y al género como variables significativas en los contextos, no se cuestiona los efectos diferenciados en mujeres y hombres y por ello se tiende a perpetuar las desigualdades.
c) Dobles estándares. Utiliza diferentes criterios para tratar y evaluar situaciones o problemáticas parecidas o idénticas para los sexos. Se trata del problema inverso a la insensibilidad de género. (Este concepto específico es manejado por el InMujeres)
Sexismo institucionalizado. Categoría de la pensadora estadounidense bell hooks que se refiere a la forma en que las estructuras, las normas y las prácticas sociales,
como la educación, el derecho y las leyes, perpetúan la desigualdad de género, favoreciendo a los hombres y desfavoreciendo a las mujeres. Este tipo de sexismo no se manifiesta de forma directa, sino que se encierra en las reglas y costumbres, creando barreras invisibles que limitan las oportunidades y la agencia de las mujeres.
Sexting. El sexting es definido como la difusión o publicación de contenido sexual provocativo o sugerente de creación propia o secundaria mediate algún dispositivo. (CDHCM, 2021)
Stalkeo. Stalkear proviene de la palabra inglesa stalker, que se traduce como “acosador”. En español no necesariamente conlleva una connotación negativa, más bien, se emplea para referirse a la acción de espiar, vigilar y acechar a una persona a través de sus redes sociales.
Sextorsión. Se define como “obligar a una persona a seguir la voluntad o las peticiones de un tercero, que la controla o intimida, ejerciendo un poder adquirido por poseer algo de valor para ella (información personal u otros)” (CDHCM, 2021).
Subjetividad sexual. Eva Illouz refiere este término como “la experiencia que una persona tiene de sí misma como ser sexuado, con derecho al placer sexual y a la seguridad sexual, capacidad para hacer elecciones sexuales activas e identidad sexual” (2020, p.25).
Sugar daddy. En español se traduciría como “padre azucarado”, pero la población juvenil usa el termino en inglés para referirse a un hombre con alto poder adquisitivo que mantiene una relación con una persona más joven, típicamente a cambio de beneficios económicos o regalos costosos. La relación suele implicar compañía, intimidad y, a veces, relaciones sexuales.
Trolleo. “Trollear” en el contexto de Internet y redes sociales, significa publicar mensajes provocativos, ofensivos o fuera de lugar con el objetivo de molestar, llamar la atención, o entorpecer la conversación. En esencia, es una forma de provocación o acoso en línea.
Zapping. Zapeo en español, se refiere al acto de cambiar rápidamente de canales en la televisión, de videos, etc., persiguiendo la programación o contenido que mejor se adapte a los intereses del momento. Puede resultar una distracción severa.
Zoombombing. Es una intrusión no deseada y perturbadora en una videoconferencia, generalmente llevada a cabo por trolls y hackers de Internet. El término se popularizó en 2020, durante la pandemia de COVID-19, cuando la videoconferencia se convirtió en una herramienta esencial para empresas, escuelas y grupos sociales. El zoombomber introduce, en medio de la conferencia o clase un contenido incómodo casi siempre de carácter sexual.
Anexo
Anexo 1. Estructura temática del análisis de la narrativa estudiantil
Estructura temática del análisis de la narrativa estudiantil. Matriz analítica Experiencia con la violencia en línea. 2da. Fase codificación selectiva para secundaria, preparatoria y licenciatura.
Tipo de ciberviolencia
1 Ciberacoso
1.1 Intimidación y acoso en línea
1.2 Insultos en videojuegos
1.2.1 Insultos sexistas
1.2.2 Insultos racistas
1.3 Insultos por actividad
Críticas al cuerpo
1.4 Hackeo
1.4.1 Hackeo para publicar contenido sexual
1.4.2 Para suplantar personalidad
1.5 Violencia en un video
1.6 Violencia en un reto
1.7 Trolleo
1.8 Insultos
1.9 Recepción de contenido violento: videos, texto,
1.10 Suplantación de identidad
Perfiles falsos
VERSION PRELIMINAR 28/11/2023
1.11 Amenazas
1.12 Difusión de humillación
1.13 Contexto videojuego
1.14 Doxing
1.15 Quemar
1.16 Extorsión/ chantajes telefónica
1.17 Insultos homofóbicos
1.18 Flame war
1.19 Stalkeo
1.20 Envío de virus
1.21 Engañar
Tipo de ciberviolencia
1.22 Discursos de odio/ Hate
1.23 Versus/ contras
1.24 Subir fotos sin consentimiento
1.25 Robo de tareas
2 Violencia en las relaciones sentimentales
2.1 Celos
2.2 Control de conducta
2.3 Ghosting
2.4 Cortejo hostigante
2.5 Solicitud, intercambio de sexting
2.6 Expareja, amenaza, acosa, difunde información falsa,
2.7 Amenazas en el contexto de las relaciones sentimentales.
2.8 Insultos pareja o expareja a
2.9 Stalkeo
3 Violencia sexual
3.1 Grooming
3.2 Circulación de pornografía
3.3 Packs, song
3.4 Contenido obsceno, sexual,
3.5 Difusión de sexting no consensuado
3.6 Sextorsión intento
3.7 Video porno de la venganza
3.8 Hackeo solicitando fotos
3.9 Solicitud de fotos íntimas
3.10 Ataques de zoobombing
3.11 Fotos sexuales e intimidación
3.12 Propuestas sexuales
3.13 Chat porno
3.14 Quemar sexualmente
Tipo de ciberviolencia F % M % H %
3.15 Derecho sexual
3.16 Abuso sexual
3.17 Acoso sexual virtual
4 Nada, ninguno, no me ha pasado
5 No contestó
6 Relatan violencia física
6.1 Bullying
6.2 V. Intrafamiliar
6.3 V. en el noviazgo
6.4 V. en la calle
6.5 Acoso callejero
6.6 V. fuera de la escuela
6.7 Abuso sexual
7 Otros (no tiene redes sociales), respuestas únicas
7.1 Ciudadano digital
7.2 Usa poco o con moderación redes sociales
8 Violencia contra profesores
9 Violencia en TV/ Rosa de Guadalupe
10 Broma pesada virtual
11 Reacción de los padres
Total
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28/11/2023
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VERSION PRELIMINAR
Agresiones sexuales en línea. Incidencia y experiencia en el estudiantado durante el confinamiento 2020-2021. Dra. Luz María Velázquez Reyes, Dr. Gabriel Renato Reyes Jaimes. Se publicó en noviembre de 2025. Para su formación se utilizó la familia tipográfica HelveticaNeueLT Std. Cuidado de la edición: Luz María Hernández Becerril. Diseño editorial: Ricardo Sandoval Pérez. Diseño de portada: Jorge Emmanuell Holguín Sánchez. Editor responsable: Gabriel Renato Reyes Jaimes.

GABRIEL RENATO REYES JAIMES

https://orcid.org/0000-0001-5307-6461
Doctor en Educación y docente investigador del ISCEEM. Fue subdirector de Apoyo a la Educación en el Gobierno del Estado de México. Ponente en el VIII Congreso Mundial sobre Violencia en la Escuela. Perfil PRODEP y miembro del SNII. Actualmente es Coordinador de Difusión y Extensión del ISCEEM.
Entre sus últimas publicaciones se encuentran: Reyes Jaimes, G. R. (Coord.) (2025). Cambio. Sentidos de una categoría en lo educativo, México, Astra Editorial; Velázquez-Reyes, L. M., Reyes-Jaimes, G. R., et al. (2025), “Sexting: experiencias de ciberviolencia desde la perspectiva estudiantil de secundaria”, Ciencia Latina Revista Científica Multidisciplinar; Reyes-Jaimes, G. y Velázquez-Reyes, L. (2024), “Ciberagresiones en las relaciones sentimentales en el estudiando durante el confinamiento 2020-2021” en A. Escudero-Nahón y D. Escudero-Sánchez, (Coords.), Tecnologías disruptivas y sociedad, Editorial Transdigital; Reyes-Jaimes, G. (2023), “La convivencia escolar en la planeación didáctica” en E. Blanco y E. Gonzáles de Salceda (Coords.), Reflexiones sobre la política y práctica educativa en México, México, ISCEEM/UPN151.
AGRESIONES SEXUALES EN LÍNEA
INCIDENCIA Y EXPERIENCIA EN EL ESTUDIANTADO DURANTE EL CONFINAMIENTO 2020-2021
Agresiones sexuales en línea. Incidencia y exper en el estudiantado durante el confinam 2020-2021 se enfoca en reportar los hallazgos investigación en dos áreas. La primera, encargada documentar la incidencia global e incidencia severa o sistemática en tres dimensiones: ciberviolencia sexual, ciberviolencia en las relaciones sentimentales, y ciberacoso; además de comprender la experiencia con las agresiones virtuales de carácter sexual padecidas (cibervictimización), perpetradas (ciberagresión) y observadas en 6952 jóvenes estudiantes d secundaria, preparatoria y licenciatura en el Est de México, durante el confinamiento 2020-202 partir de la confluencia de la perspectiva de la so logía cultural de las emociones (Illouz, 2020) la a pología de la crueldad (Segato, 2016, 2018) el se institucionalizado (hooks, 2017) y la crítica a la hege nía de las Tecnologías de la Información y Com ción (TIC) en la vida cotidiana del estudiantado.


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