Dimathian

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Crónicas Mágicas:

Dimathian

María Orgaz Bueno



Crónicas Mágicas: Dimathian

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María Orgaz Bueno


Título Original: Crónicas Mágicas: Dimathian Diseño de portada: Teresa Martínez Primera edición: Enero, 2012 © 2011, María Orgaz © 2011, Teresa Martínez por la portada © 2011, David Escudero por las ilustraciones Quedan prohibidos, dentro de los límites establecidos en la ley y bajo los apercibimientos legalmente previstos, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o proccedimiento, ya sea electrónico o mecánico, el tratamiento informático, el alquiler o cualquier otra forma de cesión de la obra sin la autorización previa y por escrito de los titulares del copyright.

Printed in Spain - Impreso en España ISBN: 978-84-92870-73-8 Depósito legal: NA-149/2012 Edición y maquetación: Teresa Martínez Impreso en: Ulzama Digital


“Nunca es tarde para ser lo que deberías haber sido” George Elliot



María Orgaz Bueno

Para Marimar, que siempre será Alezeia para mí. Gracias por tu apoyo, consejos, cariño y amistad y por hacer que ir al cine sea algo más que ver películas y comer palomitas.

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Galaxia Dimán…

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l planeta, Dimathian, es un lugar en relativa paz dividido en cinco grandes reinos: Agolán, Mitarán, Lendarián, Adopalán y Oscorán. Estos reinos formaban un amplio continente que estaba rodeado por una descomunal cadena montañosa, que los separaba de Dimilan y daba la impresión de ser imposible de traspasar, ni tan siquiera con magia. Aquel enorme monstruo natural se conocía como “Shantú”. Sin embargo, había diferentes pasos que atravesaban el muro, pero, debido a lo peligroso que era aventurarse al otro lado, se encontraban vigilados por una guarnición compuesta de varios soldados y un mago. De esa manera, lograban evitar que locos aventureros se adentrasen en Dimilian. Se conocían cientos de historias que dieron paso a leyendas, en las que los magos más osados, que se habían aventurado a cruzar al otro lado, o no regresaban o si lo hacían, volvían fuera de sí y hablando de algo llamado El Vacio. El reino de Agolán está situado junto a la orilla del Gran Mar Lianún, disponiendo del puerto más importante del planeta, y cuyos habitantes son grandes marineros y pescadores. Las tierras de Mitarán son vastas extensiones desérticas, de las cuales sus habitantes han aprendido a sacar los recursos necesarios para sobrevivir y comerciar con los otros reinos. Lendarián y Adopalán están bañados por los frondosos y majestuosos bosques de Dimathian que llegan hasta el gran Mar, llenándolos de vida y convirtiéndolos en los reinos más envidiados por la fertilidad de sus tierras. En cuanto a Oscorán… se encontraba situado en el Valle Negro rodeado por cadenas montañosas, que lo aislaban de los otros cuatro reinos. Sus habitantes, compuestos de la peor calaña que fue expulsada y repudiada por el resto de reinos, eran los más peligrosos de todo el planeta. Los Dimathianos estaban divididos en dos sociedades, los grandes magos que estaban considerados como los más poderosos de su galaxia, y la clase media, humanos que tenían tratados con ellos para poder vivir en armonía. Desde siempre los Dimathianos se interesaron por el más mínimo de los cambios en la naturaleza y el entorno; y en su afán por el conocimiento, llegaron a crear un portal mágico que les permitía transportarse a otros puntos del universo, pudiendo explorar nuevos planetas y descubrir distintas formas de vida.

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Su vida transcurría plácida y tranquila, gracias a los pactos firmados por los monarcas de los cuatro reinos de Agolán, Mitarán, Lendarían y Adopalán. Sin embargo, de vez en cuando surgían pequeñas rencillas entre los habitantes de los distintos reinos, pero que no llegaban a ser tan importantes como para provocar una guerra. Pero Ozael, sumo monarca de Oscorán, pretendía convertirse en el gobernante de todo Dimathian y junto con sus súbditos, trataba de romper la frágil paz existente entre los otros cuatro reinos. En un intento por combatir los planes del rey de Oscorán, los cuatro reyes de los cuatro reinos, decidieron enviar magos a todos los rincones del universo para buscar más aliados e instaurar la magia en otros mundos. Ozael desconocía la ubicación exacta del portal mágico, construido por los reinos vecinos, lo cual propició que él mismo construyera su propio portal en sus dominios, enviando a sus propios magos a otros mundos a combatir a sus enemigos. En su búsqueda frenética de aliados, varios magos llegaron a un planeta que había visto la reciente llegada del ser humano. A su llegada lo vieron grande, majestuoso, con buenos y amplios bosques poblados de animales, enormes mares y ríos; lo cual hacía que fuese el lugar ideal para la instauración de la magia y la consagración de nuevos magos. Por eso decidieron asentarse en él y lo llamaron Tierra.

 Era cuaternaria, periodo del pleistoceno… Los glaciares habían cubierto la cuarta parte de la superficie terrestre y el clima era muy frío. Una era en la que apareció el hombre, que convivía con animales feroces y corpulentos como el mamut, el mastodonte y el famoso tigre “Dientes de Sable”, entre otros. Su aspecto era semejante al de los simios, como lo demostraban las mandíbulas y otros restos encontrados en épocas posteriores. A su llegada a la Tierra, los magos construyeron otro portal, que les permitiese mantener el contacto con Dimathian. Necesitaban asentarse cuanto antes e instaurar la magia, creando una nueva orden de magos listos para la batalla, en caso de que estallase una guerra en su planeta. Solo había dos maneras de engendrar un mago. Un bebé nacido de la unión de dos magos, o un bebé nacido de la unión de, al menos, un mago con otro ser humano.

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Pero la vida en el planeta Tierra fue evolucionando. Al principio los magos fueron bien recibidos y aprovecharon sus grandes dones para mejorar la vida. Pero pronto se les tachó de rarezas y todo el que demostrase cualquier tipo de poder era brutalmente asesinado. Fueron muy pocos los que quedaron con vida. Intentaron conservar su cultura y su portal, para poder contactar con Dimathian. Sin embargo, tuvieron que camuflarlo mediante magia, dentro de una cueva y rodeándolo de formaciones rocosas, con el fin de protegerlo de las futuras generaciones, evitando así perder la única manera de regresar a su amado planeta. Con el paso de los años, la magia se fue perdiendo poco a poco y eran muy pocos los magos que aún seguían existiendo, transmitiendo su sabiduría de generación en generación. El secreto de la cultura de Dimathian se fue perdiendo con el paso de los siglos… Siglos y siglos después la magia casi se había extinguido y en la época actual, el sigo XXI, los que se interesaban por ella lo hacían a hurtadillas. Para la gente, aquellos a los que les interesaba la magia eran tachados de locos con lo que no tenían muchas opciones de ser ellos mismos en la sociedad que estaba instaurada.

 Habían pasado siglos desde la llegada de los Dimathianos a la Tierra y Dimathian continuaba enfrentada. La alianza entre los cuatro reinos estaba consolidada de forma definitiva, pero cada día les costaba más derrotar a las huestes de Oscorán y por eso aquella reunión era de vital importancia. En el claro donde se encontraba el portal, se hallaban Esdras rey de Adopalán; Guido rey de Mitarán; Nahum rey de Lendarián; y Anieli rey de Agolán. −− ¡Esto no puede seguir así! —gritó Nahum. −− ¿Crees que no nos damos cuenta? —intervino Guido. −− ¿Y qué vamos a hacer? —preguntó Anieli con preocupación— Dicen que los está entrenando… y nosotros no tenemos magos tan poderosos. −− Debemos mantener la calma. —dijo Esdras tratando de calmar los ánimos. Anieli miró sorprendido a su colega. −− Esdras ¿Cómo puedes estar tan tranquilo cuando Oziel puede ganarnos con sus nuevos magos? −− Ya se nos ocurrirá algo para combatirle. Pero el nerviosismo no nos ayudará —comentó relajadamente.

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El resto de los monarcas se miraban incrédulos ante la pasividad de Esdras, que había comenzado a pasear de un lado a otro con el rostro pensativo. −− ¿Alguna idea? —preguntó Guido al cabo de un rato. −− Hace tiempo que enviamos magos a otros planetas para instaurar nuestra cultura y formar nuevos magos —comenzó a explicar el monarca, mientras veía como sus acompañantes asentían con la cabeza—. Creo que ha llegado la hora de reclamar su presencia. Mandemos mensajeros a esos planetas para avisarles de lo que sucede en Dimathian y que se unan a la batalla. Habían pasado un par de días desde que los cuatro reyes se reunieron y ahora se encontraban en el mismo claro, acompañados por los mensajeros que irían en busca de sus aliados. −− Todos tenéis bien claro cuál es vuestra misión —la voz de Esdras sonaba potente y clara en el lugar—. Partid y que Lia os proteja y guie vuestros pasos. Dicho esto, los hombres y mujeres que se ofrecieron para cumplir aquella misión, comenzaron a cruzar el portal hacia sus distintos destinos. Pasados varios días, comenzaron a regresar a Dimathian varios de los mensajeros. Algunos volvían heridos, pues les habían atacado en lugares donde se odiaba la magia. Otros regresaban con un pequeño número de magos dispuestos a colaborar con ellos. Varios mensajeros no consiguieron averiguar nada de lo que les sucedió a los magos del lugar que visitaron. Y de la última pareja que quedaba, y que enviaron al planeta Tierra, regresó solamente uno de ellos para traer un mensaje. −− Mi señor, en la Tierra nos va a costar encontrar algún mago —Esdras escuchaba con suma atención al hombre que tenía delante—. Sus habitantes desprecian y se ríen de la magia, con lo que, los pocos magos que puedan quedar se encuentran bien escondidos. Guido miró a Esdras con preocupación. −− Ahora he de marcharme… —prosiguió el mensajero—. Mi compañera me está esperando. −− De acuerdo. Ve con cuidado y que Lia os proteja —pronunció con seriedad Esdras. −− Gracias, mi señor.

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Comienza la Búsqueda

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ylan volvió a cruzar el portal, apareciendo, al otro lado, agachado debido a su altura. La cueva no se encontraba en total oscuridad y buscó con sus grandes ojos verdes a su compañera Nadira, mientras retiraba su pelo negro como el carbón de su cara. −− ¡Nadira! ¿Dónde te has metido? —preguntó mirando a su alrededor. −− ¡Estoy fuera! —respondió la chica desde el exterior de la cueva. Sin perder un segundo en la cueva, salió y allí se la encontró, mirando todo lo que la rodeaba, con esa curiosidad innata de los Dimathianos. −− No te pongas a investigar, que tenemos mucho que hacer —dijo él con autoridad. Nadira se dio media vuelta y Dylan se quedó mirando, embobado, a aquella chica de figura delgada y esbelta, con el pelo rubio y ojos de color coca cola. −− Lo siento —dijo ella con una sonrisa infantil en los labios—. Es la costumbre.

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Ella era muy ágil y rápida así que no le costó nada alcanzarle y ponerse a su lado. Caminaba por el bosque de forma rápida y decidida, como si tuviera claro el rumbo a seguir. Pero ella estaba algo perdida, no entendía lo que su compañero pretendía hacer. −− ¿Dónde se supone que estamos? y ¿a dónde se supone que vamos? – Preguntó sin dejar de caminar. −− Tenemos que encontrar a todos los magos que haya en este planeta. – Dijo él de forma natural. −− ¿Y es que eres adivino y ya sabes dónde están? – Preguntó ella en tono divertido. −− Pues claro que no. – Contestó malhumorado. – Tenemos que situarnos en un lugar alto y pronunciar el conjuro de búsqueda. Después la piedra blanca nos marcará el camino para llegar a ellos. −− Pero… ¿Y si se encuentran muy lejos? – Preguntó. – Este planeta es enorme, podemos tirarnos meses viajando. −− Por eso hay que darse prisa. Venga, vayamos rápido. −− Vale… – Dijo con desgana. El bosque en el que se encontraban era tranquilo, apacible, se respiraba auténtica paz en ese lugar. Era tan relajante que Nadira no pudo evitar esbozar una sonrisa mientras caminaba aceleradamente para no perder de vista a su compañero. Se sentía bien caminando por ese lugar que por unos efímeros segundos le recordó a Dimathian. −− Me gusta este planeta. Este bosque se parece a los bosques de nuestra gran diosa Lia. – Dijo alegremente disfrutando del bello paisaje. −− Nuestro señor, el rey Esdras, dijo que no es un planeta tan bello. Los antiguos magos lo investigaron y desde hace unos años estos habitantes destruyen muchos bosques y las formas de vida. −− Pues este bosque no parece destruido. De hecho me parece un lugar muy hermoso… −− Venga, vamos un poco más deprisa que ya veo una zona más elevada allí. – Dijo señalando con el dedo en línea recta. Estuvieron caminando un rato más hasta que empezaron a ver una zona más elevada. Se encaramaron en lo alto para poder ver mucho mejor el terreno. Realmente el Amazonas les pareció un lugar impresionante y digno de admirar a pesar de ser un lugar desconocido para ellos.

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−− Me parece que en este lugar, el ser humano ha estado muy poco. Porque por lo que cuenta mi señor, los humanos no cuidan la naturaleza. −− Bueno, ¿Tú no tenías tanta prisa por hacer el conjuro? – Preguntó ella. – Pues venga, venga…. Se colocaron uno frente al otro mirándose a los ojos. Eso puso nerviosa a Nadira que sintió como su corazón se aceleraba momentáneamente. Dylan metió la mano en su bolsillo de donde sacó una pequeña piedra puntiaguda enganchada a una cuerda de cuero. Nadira hizo el mismo gesto sacando otra piedra casi igual. La cogió con la mano derecha y unió su mano con la de Nadira para que ambas manos estuvieran en contacto con las piedras blancas. Unieron las otras manos y cerraron los ojos para comenzar a pronunciar el conjuro. Notaban como su energía empezaba a fluir por sus cuerpos, su magia se mezclaba con la del otro para que el efecto del conjuro fuera mayor. Una vez que acabaron, abrieron lentamente los ojos. La piedra blanca emitió un leve resplandor que luego se hizo más tenue hasta que se extinguió por completo. Nadira miró muy extrañada las piedras que aún permanecían entre ambas manos. Bastaba con que uno de los dos dijera el conjuro, pero si ambos se unían, su magia sería mayor. Nadira prestaría parte de su energía para que el conjuro fuera lo más efectivo posible, por eso no entendía lo que había pasado. −− ¿Es que están rotas? −− ¿Cómo crees que van a estar rotas? – Preguntó Dylan irritado sin responder la pregunta de Nadira. −− Es que yo pensaba que iba a iluminarse como el fuego para señalarnos la dirección. Y eso ni se ha visto… – La decepción se notaba en su rostro. −− No seas zopenca…. Ese leve destello que hemos visto, significa que el conjuro ha funcionado, pero hasta que no comencemos a caminar no empezará a indicarnos el camino. −− Ah… Vale… Bajaron de la zona elevada y la piedra se iluminó de forma muy tenue. Dylan al verlo se giró en la dirección opuesta. Nadira que no era tan experta en el conjuro de búsqueda como él, no comprendía por qué hacía eso, ella quería aprender y la mejor forma era preguntando.

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−− Oye Dylan… ¿Por qué vamos en dirección opuesta? −− Porque si el brillo de la piedra blanca es muy tenue y se apaga cuando se empieza a caminar, es que hay que ir en la dirección contraria. −− ¿Ah, si? ¿Y qué más hace la piedra blanca? – Preguntó sorprendida. −− ¿Es que acaso no te has leído el libro “Historia y usos de la piedra blanca” cuando te adiestraron? −− Pues… es que era tan gordo… que solo lo leí por encima. – Confesó sacando la lengua como una niña pequeña. −− ¿Qué? – Preguntó sobresaltado. – ¿Me han asignado a una compañera que no sabe nada de la piedra blanca? −− Hombre… Algo sé. −− A ver, dime qué significan tres de los diez posibles colores que puede adoptar la piedra blanca. – Pidió muy exigente. −− Pues… El blanco es para cuando se hace una búsqueda. −− Ese no tendría que valer porque te le dije yo. Pero vale, dime dos más. – Pidió. −− Pues… A ver… El negro es cuando detecta algún mago negro o repudiado. – Contestó no muy segura. −− Correcto. Y dime al menos otro más. −− A ver… Me parece que… El color rojo significa que hay algún mago herido. – Contestó dudando. −− Has acertado. Pero me parece que acertaste de casualidad. –Respondió muy serio. – A ver, otra pregunta sobre la piedra... – Dijo pensativo. – Si quieres lanzar un ataque a gran escala ¿Qué tienes que hacer con la piedra blanca? −− Creo que eso me lo salté. – Contestó sacando la lengua y sonriendo. −− Pues atiende porque solo te lo explicaré una vez. −− Vale, a ver dime, que yo soy muy buena alumna. −− Debes apuntar en la dirección en la que lanzarás el ataque y pronunciar tu conjuro de ataque. Pero con los ataques con agua no es tan efectivo. – Comentó él sin dejar de caminar por el bosque. −− ¿Y ya está? Pensaba que sería más difícil usarla para un ataque… −− ¿Crees que es fácil usarla? Cada piedra responde solo a su mago, y hace falta mucha maestría y práctica para que sea totalmente fiable y útil. −− Pues a lo mejor es por eso por lo que a mi no me resulta tan útil la piedra blanca, porque no suele funcionarme casi nunca. – Comentó mirando su piedra, que en ese momento, colgaba de su cuello. −− ¿Cómo quieres que te funcione bien si no sabes casi nada sobre la piedra blanca? −− ¿Tú viste lo gordo que es el libro?

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−− Claro que lo vi, me lo estudié en su día. Me sé todos sus usos, y todo lo que se debe saber para que funcione como debe y no me falle nunca. – Contestó orgulloso de sí mismo. −− Pues vaya… No te tenía por un cerebrito… −− No soy un cerebrito, soy un buen mago, que es distinto. No sé porque el maestro Quiren me puso contigo, seguro eres una maga de primer nivel todavía. −− No soy de primer nivel. – Contestó ofendida. – Estoy casi en cuarto nivel. −− ¿Tú en cuarto nivel? – preguntó parándose incrédulo. – Debes ser un peligro con los conjuros. Si lo llego a saber hago yo solo el conjuro de búsqueda. −− ¡Qué exagerado! – Gritó enfadada. Entonces escucharon un ruido de crujir de unas ramas. Se quedaron en silencio y parados, necesitaban pasar desapercibidos. Escuchaban como se movían y crujían las plantas del suelo ante el paso de algo o alguien. A lo lejos, vieron a un gran jaguar que se movía hacia ellos con rapidéz y decisión, se relamía y no paraba de olfatear. ¿Serían su presa? Nadira no se lo pensó, cogió su piedra y pronunció un conjuro. −− Progos – Gritó en voz alta y sosteniendo su piedra blanca. Cuando pronunció ese conjuro, al instante siguiente dejó desconcertado al jaguar. Se había parado en seco y olfateaba intentando encontrar a su presa. Después de varios intentos como no encontró ninguna presa, el jaguar dio media vuelta y se marchó. −− ¿Conoces el conjuro de protección de la piedra blanca? ¿Y encima eres capaz de hacer que funcione? –Pregunto totalmente anonadado. – Vaya no pensé que fueras capaz de eso. –la sorpresa se reflejaba en su rostro. −− De nada, por salvarte la vida. – Contestó molesta. −− Gracias, de verdad. – Dijo él sujetando su mano.

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