2011-12 SomaliaESQ39_dic11

Page 5

SOMALIA, EL AFGANISTÁN AFRICANO gobierno. “Una operación de esta magnitud no se planea en una semana. Ha estado en espera desde hace tiempo”. La pregunta es: ¿para qué? El rechazo a la intervención expresado por el mandatario somalí, cuyo mayor enemigo es precisamente Al Shabab, tiene que ver con esta gran duda. El tamaño de la fuerza keniana de ataque no parece suficiente para infligirle a Al Shabab la derrota definitiva que nadie ha conseguido, ni Estados Unidos, ni Etiopía, ni la Unión Africana ni sus muchos enemigos locales, empezando por el Gobierno Federal de Transición. El objetivo real, temen el jeque Sharif Ahmed y muchos de sus compatriotas, es consolidar un territorio autónomo en el sur de Somalia que le sirva a Kenia como colchón, de manera que se impida que la criminalidad y el caos de la guerra civil somalí siga traspasando la frontera. Además, ese territorio serviría para quitarse de encima, precisamente, el supuesto detonador del conflicto: el campo de refugiados de Dadaab y su medio millón de desesperados, que serían reubicados del lado somalí. Ese hipotético país artificial se llama Azania, fue “fundado” en agosto con el patrocinio financiero del gobierno de Nairobi, en una ceremonia en un hotel del turístico lago keniano de Naivasha, donde un grupo de personas “eligió” a un presidente “azanio”, el profesor Mohamed Abdi Gandhi, miembro del parlamento de Somalia. “Eso no es una solución que tenga en cuenta la justicia, ni las aspiraciones históricas del pueblo somalí”, dice Jamal Riyale mien-

al poner la parte interior, llamada Ogadén, en manos de Etiopía (un país que está muy involucrado en el conflicto porque enfrenta grupos rebeldes somalíes, del clan ogadení, que tienen apoyo de Al Shabab); el extremo oeste de Somaliland quedó en la república de Yibuti; y la parte inferior, denominada Distrito de la Frontera Norte, se la entregaron a Kenia cuando ganó su independencia. “Los kenianos olvidan que la bandera somalí tiene una estrella de cinco puntas en el centro”, me explica por correo electrónico el periodista Yusuf Dirir Ali desde Somaliland. “Cada pico representa a cada uno de los territorios somalíes: Somalia (con Puntland), Somaliland, Yibuti, el Ogadén y el Distrito de la Frontera Norte. El que hayan iniciado una guerra podría conducir no a crear una república títere de Azania, sino a que los somalíes recuperemos el Distrito que por ahora controla Kenia”.

ACCIONES MAYORES Los kenianos se sienten vulnerables porque tienen al enemigo en casa: la población del Distrito de la Frontera Norte es somalí; los 465 mil refugiados del campo de Dadaab también lo son; y en las ciudades como Nairobi hay amplias comunidades de somalíes que llegaron como exiliados por la guerra o inmigrantes por hambre. Entre kenianos de ascendencia somalí y los inmigrantes llegados desde Somalia, suman dos millones y medio de los 40 millones de habitantes. Además, un informe de la onu dado a conocer en julio pasado indica que la milicia somalí desarrolla numerosas actividades en

“Todos son culpables de la destrucción de Somalia”, dice Jamal Riyale. “Es el resultado del colonialismo. Todos han roído sus despojos”. tras tomamos té en South B. “Ni siquiera es una solución que pueda sostenerse en el mediano o largo plazo sin las tropas kenianas. Es un abuso sobre las tierras de Somalia, que sólo vendrá a complicar y perpetuar el conflicto”. Somalia fue dibujada después de la segunda guerra mundial por Gran Bretaña, que sumó a la parte que dominaba desde fines del siglo xix la que les arrebató a los derrotados italianos. Tiene la forma de un número 7 a lo largo de la costa del cuerno de África y, en los hechos, desde la implosión de su gobierno en 1991 está fragmentada en tres partes: en el noroeste (la barra superior del 7), Somaliland, la sección que era originalmente inglesa y que desde hace años funciona como un Estado que busca reconocimiento internacional; Puntland, que sería la esquina derecha y es el sitio desde donde operan los piratas del Índico; y Somalia propiamente, la pata inferior. Esta última está fraccionada en segmentos que se disputan Al Shabab y el Gobierno Federal de Transición. En total, cuatro pedazos. Que, con la posible consolidación de Azania, si Kenia lo logra, aumentarían a cinco: “¡Es una descarada repartición del pastel!”, denuncia Riyale, elevando la voz, aunque sin permitir que lo escuchen los kenianos que hay alrededor. Y resulta todavía más complicado: en realidad, ese siete debería ser algo parecido a un rectángulo que los ingleses recortaron 328

dic

11

Kenia para financiarse. Joshua Orwa Ojode, ministro asistente de Seguridad Interna, lo planteó así: “Al Shabab es una víbora cuya cola está en Somalia; pero su cabeza está aquí, en Nairobi”. De ahí que Riyale y muchos somalíes (o gente que lo parece) sean acosados por una policía torpe, sin preparación y profundamente corrupta: los detienen, los zarandean y los dejan ir si tienen algún dinero que entregar; si no, son sometidos a interrogatorios en los que los derechos humanos no son tomados en cuenta. Otro factor que preocupa es que, según se ha constatado, en realidad no hace falta que los atacantes vengan desde Somalia a atentar en Nairobi. Ni siquiera que sean somalíes musulmanes. Elgiva Bwire Oliacha, alias Mohamed Saif, fue sujeto a un proceso judicial exprés: el lunes 24 de octubre llevó a cabo los dos atentados con granadas; el martes fue detenido; el miércoles enfrentó juicio; el jueves fue condenado; y el viernes inició su cadena perpetua. Se trata de un keniano que creció en una familia católica. Clérigos radicales lo convencieron de convertirse al Islam y Al Shabab lo reclutó en la ciudad keniana de Isiolo. Tras ser detenido, confesó sus crímenes, aceptó su condena y con grandes sonrisas aseguró a los reporteros que estaba feliz. Es uno más de una serie de kenianos conversos involucrados en sangrientos ataques de Al Shabab dentro y fuera del país.

PAÍS INDOMABLE Al liderar una de las guerras de resistencia anticolonial más largas en África, contra los británicos, desde fines del siglo xix y hasta su derrota en 1920, el jefe derviche Muhammad Abdullah Hassan se ganó un lugar privilegiado en la historia de Somalia. El país fue dividido así entre tres poderes: los británicos tomaron lo que hoy se conoce como Somaliland, Yibuti y el Distrito de la Frontera Norte; Somalia quedó para los italianos de Benito Mussolini; y el Ogadén para Etiopía, hasta que este último país fue ocupado por Italia en 1935. La derrota italiana en la Segunda Guerra Mundial dejó el control de todo el territorio somalí en manos de Gran Bretaña. Durante el proceso de descolonización de 1949-60, sin embargo, los ingleses entregaron fracciones de Somalia a Etiopía y Kenia, además de crear Yibuti. El deseo de reintegrar las tierras somalíes, la Guerra Fría y las divisiones internas generaron un proceso de desestabilización que desembocó en una guerra civil en 1991, que fragmentó aún más el territorio. Sucesivas intervenciones extranjeras (Estados Unidos, 1992-93; onu, 1993-95; Etiopía 2006-2008; y fuerzas de paz de la Unión Africana, desde 2008) han fracasado en su intento de consolidar un gobierno nacional y de derrotar a señores de la guerra y milicias islamistas.

Aunque Saif esté preso, hay más terroristas dispuestos a actuar. En el Distrito de la Frontera Norte tuvieron lugar varios ataques: uno con granadas autopropulsadas (rpg) que dejó cuatro maestros muertos el 27 de octubre; otro con dos víctimas mortales (uno de ellos era un niño de siete años) en una iglesia cristiana, el 8 de noviembre; y un intento de secuestrar a turistas suizos, que fueron heridos de gravedad. Además, un convoy de la onu tuvo la suerte de que no explotara una mina anticarro sobre la que pasó, cerca de Dadaab. Lo anterior parece ser apenas el comienzo de acciones mayores. El mismo 27 de octubre, en una manifestación de Al Shabab en Mogadishu, el jeque Mukhtar Robow se dirigió a los seguidores del grupo: “A los combatientes kenianos, entrenados por Osama (bin Laden) en Afganistán, les digo que dejen de arrojar granadas a los autobuses. Las granadas de mano los pueden herir (a sus enemigos)… ¡pero queremos explosiones masivas!” “No veo cómo los kenianos pueden salir bien librados de esta situación”, me dice Riyale. “La gente en Somalia está harta de Al Shabab, pero ningún somalí puede tolerar una intervención extranjera. Estamos dispuestos a morir por defender

Somalia. Cada vez que nos invaden, sean estadounidenses o etíopes o ugandeses o kenianos, los somalíes nos unimos a quien se opone a ellos, y esto va a terminar beneficiando a Al Shabab”. El intercambio de correos electrónicos con el periodista Yusuf Dirir Ali confirmó este punto de vista. Él vive en Hargeisa, capital de Somaliland, la región que desde 1991 busca reconocimiento como país para olvidarse del extremismo islámico y del caos que enfrenta el resto de Somalia. La invasión del suelo patrio, sin embargo, enciende los ánimos de todos sus habitantes, como explica en una descripción que recuerda a Afganistán: “Les dijeron a los estadounidenses que no entraran en Somalia, que la guerra es lo mejor que sabemos hacer los somalíes, pero no hicieron caso y terminaron con su famoso Black Hawk Down (la pérdida de un helicóptero con la muerte de su tripulación, en 1991). Los etíopes no aprendieron esa lección y tuvieron que retirarse después de que los somalíes les dieron una lección de guerrilla urbana. Ahora, parece que los kenianos tampoco entienden. Quieren creer que pueden derrotar a los somalíes. Pero la verdad es que están jugando con un fuego inextinguible, el gran fuego somalí”.

El presidente de Somalia, Sheikh Sharif Ahmed, en una reunión de la Organización para la Cooperación Islámica, en Turquía.

fotos: efe

ESQ

329


Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.