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Un lugar de Munro en el límite con San Martín Recuerdos de mis primeros años
from tecuentomibarrio
Recuerdos de mis primeros años
La Escuela Nº 30. Un lugar de Munro en el límite con San Martín.
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Por Norma Fernández
Nací en 1954, en un conventillo de la calle Humberto Primero en la Capital. Mi papá había nacido en España y llegado a la Argentina en un barco llamado Julio César, junto con sus padres y cuatro hermanos, en 1914. Llegaron huyendo de la miseria que había dejado la guerra, se llamaba Antonio Fernández y a los 21 años se nacionalizó argentino, como reconocimiento a este país, que le había brindado todo. Mi mamá se llamaba Lidia Baque, era argentina, pero su madre era italiana y su padre francés.
La infancia y adolescencia de mis padres fue dura, mi mamá hacía mandados y lavaba ropa para la gente más pudiente del barrio y mi papá trabajaba como aprendiz en un taller; ninguno de los dos pudo terminar la escuela primaria. Las comodidades del conventillo de Humberto Primero eran mínimas, una habitación grande, que hacía de dormitorio, cruzando el patio estaba la cocina y al final del pasillo, el baño.
Cuando cumplí los cuatro años, nos mudamos a Munro; un tío que ya vivía aquí convenció a mi papá diciéndole que era un lugar arbolado, fresco y que íbamos a poder disfrutar de la naturaleza. Mi papá aceptó, el Banco Hipotecario le otorgó el préstamo y nos mudamos al barrio en
Octubre de 1958. En la escritura, el pueblo se denominaba Juan Domingo Perón (ex Munro) partido de Vicente López. El 16 de Junio de 1948, el Honorable Concejo Deliberante sancionó la ordenanza que puso el nombre de Juan Domingo Perón al barrio de Munro.3 Nuestra casa se ubicaba en la calle7, sin número, entre 3 y 4. En la actualidad, Israel, entre Rivera y Ambrosetti.
El terreno tenía diez metros de frente por treinta metros de largo. La casa contaba con una cocina comedor, baño, un dormitorio amplio, jardín y patio. Mi papá trabajaba como Maquinista de teatro (armando decorados, puertas, y toda la escenografía para las obras de teatro) y cuando regresaba a casa se ocupaba junto con mi mamá de la huerta que habían armado en el fondo, con plantaciones de zapallo y tomates, además, teníamos higueras, limoneros y una extensa parra de uvas negras.

Las calles del barrio eran de tierra, a los costados grandes árboles brindaban sombra en las calurosas tardes de verano. Los vecinos eran en su mayoría inmigrantes italianos dedicados al oficio de la construcción. Los hombres llegaban primero de Italia y años más tarde lo hacían sus familias o sus esposas, por aquel entonces se usaba casarse por poder.
3 Grasso, Francisco R. (1980) “2º Edición de la Historia del Buenos Aires Colonial y de la Ciudad de Vicente López”
En cuanto a las compras diarias, los vendedores ambulantes pasaban por el barrio todos los días, vendiendo todo tipo de productos: leche, pan, huevos, sábanas, frazadas, escobas, y otros artículos, en sus carros tirados por caballos. Cuando llovía se inundaba y se complicaba la llegada de los vendedores.
Mi infancia transcurrió en total libertad, jugando con mi hermana y con los niños del barrio, no existía ningún peligro. Recuerdo que sobre la Avenida Ader había un pequeño almacén que en la parte de atrás tenía un gallinero. Un día mi mamá me mandó a comprar una gallina, entré al almacén, le hice el pedido y la almacenera me pidió que la acompañara; cuando las gallinas la vieron venir, enloquecieron, se trepaban a los alambres como queriendo escapar. La almacenera eligió una gallina colorada, le retorció el pescuezo y así, tibia, me la dio sobre una hoja de papel de diario. Como pude llegué caminando a mi casa, con miedo de que la gallina resucitara y me asustara con sus plumas. Mi mamá la agarró, le sacó las plumas, la preparó y la puso en una olla. Por supuesto, ese día no comí.


Repartidor de pan. Fuente: Archivo Histórico Digital Vicente López (Circa 1950)

Mimbrero. Fuente: Archivo Histórico Digital de Vicente López (Circa 1950)


Reparto de leche de José Ramos zona Carapachay-Munro. (Circa 1950)4

Almacenero. Fuente: Archivo Histórico Digital Vicente López (Circa 1950)

4 Foto en “Primera Jornada sobre Preservación del Patrimonio Cultural y Natural de Vicente López” por MVL 2005.
El ingreso a la escuela
En la esquina de casa estaba la Escuela Nº 30, Martín Miguel de Güemes, actualmente en la esquina de Israel y Rivera. Fue fundada el 23 de Abril de 1954, en respuesta al pedido de los vecinos que en su mayoría eran inmigrantes italianos y tenían dificultad para aprender el idioma y poder enseñarlo a sus hijos. Todo el barrio colaboró en su construcción, ya sea con donaciones o colocando el alambrado al patio. En un primer momento la escuela funcionó en una casa vecina hasta su inauguración. Concurrían muchos alumnos, por tal motivo funcionaban tres turnos, mañana, intermedio y tarde.
La mayoría de los niños y niñas que concurrían eran hijos e hijas de italianos, de hogares humildes, pintores, albañiles y otros oficios. Toda gente de trabajo que soñaba, a través de la escuela, un futuro mejor para sus hijos. Comencé la escuela en Marzo de 1960. Fue un gran cambio para mí, de estar en casa jugando con las muñecas, a ingresar en ese lugar lleno de niños y maestras, cumpliendo horarios y haciendo tareas.

Nunca olvidaré el primer día de clase. Yo iba de la mano de mi mamá, con mi hermoso delantal blanco tableado, con un moño atrás, vincha, el cabello recogido, un portafolio en la mano conteniendo todos los útiles escolares. En la vereda, muchos niños con sus mamás esperaban ansiosos. Sonó la campana. La maestra me vino a buscar, me dio un
beso y tomó mi mano. Formé fila por primera vez en el patio frente al mástil de la Bandera.
Las maestras por ese entonces, eran consideradas la segunda mamá y la escuela el segundo hogar. La señorita Elba era alta, delgada, con su impecable delantal blanco, medias de nylon con la costura atrás y zapatos de taco alto, si hacia frio colocaba sobre sus hombros un sacón de piel. Al terminar la labor, su esposo la esperaba en el auto. Cumplía un solo turno, con dedicación y esmero, era dulce pero firme. No sé si tenía hijos, pero, a cada uno de nosotros nos trataba como hijos propios. En esos tiempos las maestras gozaban de todo el respeto de la comunidad, las llamábamos "Señoritas" y lo que les decían a nuestras madres era palabra sagrada, nunca se cuestionaba sus pareceres.

De ese primer grado tengo muy gratos recuerdos...y otros no tan gratos. Un día la "Señorita” me dice: -Fernández, andá al salón y decime qué hora es-
Me levanté del asiento y fui a fijarme en el reloj que estaba en el salón, justo en la entrada principal, era como los relojes de las estaciones de trenes, grande, redondo, con fondo blanco y las manecillas y números en negro. Me detuve frente al reloj, no sabía la hora, esperaba que pasara alguien para preguntarle...pero nadie apareció. Entré al aula y dije: -la raya más larga está en el 10 y la más corta en el 9- La “Señorita” me miro extrañada y me dijo delante de todos mis compañeros: - ¡Cómo! ¿no sabés la hora ?...hoy le digo a tu mamá que te enseñe- Había quedado en evidencia.
Otra cosa que no me gustaba ver, era cuando a los chicos más humildes, le traían al aula el vaso de leche con tres pancitos, me daba tristeza porque pensaba que los chicos se sentían incómodos ante la vista de todos.
Otro día que también quedó fijo en mi memoria fue cuando tuvimos la primera clase de música. Fuimos todos en fila, ordenados y nos sentamos en los pupitres. Ese día fue la primera vez que lo vi, era de color marrón oscuro, imponente, recostado sobre la pared. La “Señorita”
de música, se sentó en el taburete, levantó la tapa, corrió la tela que la cubría y apareció el teclado con sus teclas negras y blancas, como una fila de dientes brillantes. Comenzó a acariciarlos con sus dedos y una música maravillosa se escuchó. Luego empezamos a aprender el Himno Nacional Argentino, se acercaba el 25 de Mayo.

A partir de ese día, tuve como una revelación, iba a ser maestra y me dedicaría a la música. Los actos escolares eran muy importantes en la escuela, se los conmemoraba y celebraba con respeto. El 25 de Mayo y el 9 de Julio se festejaban el mismo día, fuera día de semana, sábado o domingo. Generalmente eran actos en los que hacía mucho frio y más a la mañana. Todos los grados actuaban y al finalizar nos convidaban con una taza de chocolate caliente y un alfajor. En ocasiones para el 9 de Julio, íbamos a desfilar, junto con otras escuelas, a la Avenida Maipú, frente a la Municipalidad. También recuerdo que cuando se celebraba el Día de la Raza, se realizaba un gran acto para agradecer a los españoles habernos conquistado. En esos años se celebraba con mucho entusiasmo ese día. Por lo que mi maestra de 4to grado, que era
profesora de danzas españolas, nos invitaba a su casa los días sábados para practicar para el acto.

Norma Fernández con su Maestra de 4º (circa 1965) En la puerta de la Esc. N°30 (circa 1960)


El presente
Actualmente la escuela es de jornada completa, con desayuno, almuerzo y merienda. Por la noche funciona la escuela de adultos. Ha sido ampliada construyéndose más aulas. Ya no concurren la mayoría de los niños del barrio como antes, ahora van a la escuela Nº 17 y Nº 18, y otros a colegios de la capital.
Los años pasaron y ustedes se preguntarán que fue de mi vida ¿no?...Fui profesora de Educación Pre escolar y Maestra de Música en el Nivel Inicial. Trabajé en varios Jardines de Infantes dependientes de la Municipalidad de Vicente López, con la Intendencia del "Japonés" García y los dos últimos años, con Jorge Macri.
Guardo los mejores recuerdos de mi infancia y de mi paso por la Escuela Nº 30, de lo importante que fue en mi vida, agradezco todo lo que la escuela y sus maravillosas maestras me brindaron: respeto a mis semejantes, respeto a los Símbolos Patrios, amor hacia la naturaleza y sobre todo, me enseñaron a ser una persona de bien.

Escuela Nº 30 de Munro. 1º Grado Turno Intermedio. Fuente: Catalina Gliossi. (Circa 1960)


Escuela Primaria Nº 30 Martín Miguel de Güemes, Munro, Vicente López. 2020

Fuentes
Foto escolar perteneciente a Catalina Gliossi @Escuela Primaria Nº 30 Martín Miguel de Güemes, Munro, Vicente López Testimonio de Adela, antigua maestra de la Escuela Nº 30
Sitios consultados
Biblioteca Histórica Arturo Ernesto García – Carapachay