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Pongamos que hablo de vivir “Cuajado y crecimiento del fruto en el olivar”
Dice el refrán: “Si por San Juan y San Pedro en tu olivar aceitunas hallas, una aquí y otra allá, buena cosecha habrá”. Este año volvemos a las andadas, y la cosecha, desgraciadamente, de nuevo es escasa, motivado este descenso en la producción por una climatología esquiva hacia nuestros intereses, que vuelve a golpear con dureza a un sector que ya viene tocado por un 2022 complicado.
Comencemos con una historia de ciclo vital que trata de cómo una pequeña aceituna llega a convertirse en un fruto maduro cargado de aceite. Si seguimos la fenología del cultivo y partimos desde abril hasta junio, depende de las zonas, una vez la floración se ve culminada, las flores se desprenden de sus pétalos cuando éstas han quedado fecundadas, siendo por tanto el inicio de un nuevo fruto o aceituna. Este proceso se denomina cuajado, al que le sigue inmediatamente después, una caída natural o desecación apical, que este año, por cierto, en algunas zonas de olivar, ha sido importante.
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Una parte de esos nuevos frutos, es digamos “auto eliminada por el olivo”, dejando en su copa aquellos que será capaz posteriormente de alimentar. Esta “criba” que realiza el árbol depende de varios factores y se intenta, lógicamente, que sea la menor posible, buscando que arriba en copa quede el mayor número posible de frutos recién cuajados sin desprenderse, asegurando el equilibrio de la planta, pero son muchos y variados los factores que durante este período afectan al débil y pequeño fruto. Por ejemplo, algo muy común durante junio-julio, un golpe de calor agravado por la falta de humedad.
A partir de junio y hasta su completa maduración en noviembre, el fruto pasará por dos etapas de desarrollo bien diferenciadas: el crecimiento rápido y la acumulación de sustancias de reserva, dos etapas perfectamente separadas por un momento clave, el endurecimiento del hueso, que llegará aproximadamente en el mes de julio.
El endurecimiento del hueso marcará el final de la primera etapa de crecimiento rápido. Dicho endurecimiento, sólo será observable si tomamos un fruto y tratamos de atravesarlo con la uña o una navaja sin filo, en el momento que presente resistencia al corte, podemos afirmar que dicho endurecimiento es efectivo. Es ahí cuando el fruto ha llegado a la adolescencia, tras un periodo de crecimiento rápido transitoriamente frenado por dicho endurecimiento, para retomar posteriormente el desarrollo necesario de manera más lenta hasta su maduración.
Uno de los momentos más importantes de esta andadura, se da cuando el hueso, también llamado endocarpio, pasa de ser una fina capa de células de