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Desde las emociones

Ayer precisamente, en una entrevista que le hacían en la dos al gran Raphael, decía que le gustaría que el partido político que saliera en las próximas elecciones fuese uno que no tuviera la necesidad de pactar, para que la política que desarrollara no estuviera manchada por tendencias minoritarias. Me parece acertadísimo ese comentario, llevamos demasiados años soportando las políticas minoritarias sobre las mayoritarias.

Hace unos días me asaltó una muy buena noticia. Una petición de una corporación municipal para que le ofreciéramos una primera charla sobre algo que escucharon un día: EL CAMINO DE LAS TRES HACHES. Ese camino es el de tres conceptos para mí básicos en mi forma de ver la vida en todos sus ámbitos: HONESTIDAD, HUMILDAD Y HONRADEZ. Les preocupa que las personas que van a dirigir los distintos ámbitos municipales se salgan de este camino, y les parecía bien que recordáramos en una charla en qué consistía este camino. Contrario, sin duda, a lo que estamos acostumbrados en la vida política.

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Me asaltaron con esta maravillosa propuesta una infinidad de preguntas. Y sin duda la responsabilidad de la oportunidad que se me presentaba. Si consiguiera hacerles ver la trascendencia de estos tres conceptos en sus puestos de dirección, sin duda sería uno de los éxitos que yo más apreciaría en mi vida profesional. Sin duda lo estoy viviendo con mucha ilu- sión y esperanza. Que alguien de la vida política se dé cuenta de la importancia de educar, o formar en el ámbito emocional a los representantes de una corporación municipal, sin duda es un primer paso. El sueño de que esto se expandiera para que nuestros políticos electos, no de carrera, se formen para ser mejores personas. ¡Qué acierto! En mi cabeza está ya la charla o debate que les propondría. Será sin duda una experiencia única por ser la primera y con la esperanza de que sea el principio.

En un libro que llegó hace poco a mis manos, una delicia, “Mujeres que compran flores” de Vanessa Montfort, leo: “Los placeres capitales: … a partir de ahora llamaríamos a la lujuria, deseo; a la gula, gusto; a la avaricia, ambición; a la ira, desahogo; a la pereza, descanso; a la envidia, admiración; y a la soberbia, orgullo.” Sin duda los pecados capitales parecen menos pecados si los llamamos como se propone en esta linda novela. El poder de la palabra es tal que llega a evocar cada una matices y conceptos distintos, y en algunos casos minorar la fuerza y el dramatismo de alguna al modificarla por otra.

José Luis Mellado Vergel Director del Dpto. de la Felicidad

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