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Hechos empíricos y hechos filosóficos/conceptuales

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Verdad

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HECHOS EMPÍRICOS Y HECHOS FILOSÓFICOS/CONCEPTUALES

Richard DeWitt*

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N EL CAPÍTULO ANTERIOR HEMOS VISTO QUE LOS TEMAS RELATIVOS al concepto de verdad eran más complejos de lo a que simple vista parece. Y en este breve capítulo exploraremos la noción con ello relacionada de "hechos".

No cabe duda de que los hechos y la ciencia están estrechamente relacionados. Sea lo que sea lo que uno desee obtener de las teorías científicas, el consenso general es que dichas teorías tienen que dar cuenta de los hechos relevantes. Pero la noción de hechos es más compleja de lo que a menudo se cree, y en este capítulo exploraremos algunas de estas complejidades. Empezaremos con algunas observaciones preliminares sobre las razones que tenemos para creer que determinadas creencias son hechos obvios.

Observaciones preliminares

Voy a exponer sin prisas un ejemplo que tiene que ver con lápices, escritorios y cajones. Aunque el ejemplo puede parecer trivial al principio, les pido un poco de paciencia. El tema es sutil e importante para entender bien algunos aspectos de la historia y la filosofía de la ciencia.

Consideremos un caso que tiene que ver con lo que probablemente es la forma más simple de hecho que podemos tener. Por ejemplo, supongamos que está usted sentado en su despacho y que coloca un lápiz en el escritorio situado frente a usted. Que hay un lápiz en el escritorio situado frente a usted es uno de los ejemplos más claros de hecho que podemos encontrar. Usted puede ver el lápiz, puede tocarlo, puede oír el ruido que hace si da unos golpecitos en la mesa con el mismo, e incluso olerlo y probar a qué sabe si le apetece hacerlo. Tiene usted evidencia observacional directa y clara de que hay un lápiz en el escritorio.

Este tipo de hechos basados en la observación se conocen normalmente como hechos empíricos. Como veremos enseguida, lo que cuenta como un hecho empírico no es tan claro como podría parecer de entrada. Además, como hemos visto en el capítulo anterior, hay un sentido en el que no puede estar en absoluto seguro de que la realidad sea tal como usted la percibe. Según esto, no puede estar absolutamente seguro de que hay un lápiz en el escritorio situado frente a usted. No obstante, este es un caso en el que usted dispone de la clase de evidencia observacional más directa y sin tapujos que puede existir: si algo puede contar como un hecho empírico es que en este momento hay un lápiz en el escritorio situado frente a usted. En general, los hechos de este tipo, respaldados por una evidencia observacional directa, constituyen el ejemplo más claro de hechos empíricos.

* Tomado de: DeWitt Richard, 2010. Cosmovisiones. Una introducción a la Historia y a la Filosofía de la Ciencia. España: Biblioteca Buridán

Consideremos ahora otro caso. Supongamos que usted coloca otro lápiz encima del escritorio situado frente a usted. De nuevo, puede ver, tocar, oír y (si quiere) oler y probar los dos lápices. También en este caso, que hay dos lápices en el escritorio situado frente a usted es uno de los ejemplos más claros de hecho que podemos encontrar.

Coja ahora uno de los dos lápices, guárdelo en uno de los cajones del escritorio y ciérrelo de modo que no pueda ver, tocar ni percibir el lápiz de ningún modo. Lo más probable es que usted crea que el lápiz sigue existiendo aún cuando usted no puede percibirlo. Es decir, usted cree que es un hecho que hay un lápiz en el cajón.

Piense ahora un momento en las razones que tiene para sostener esta creencia. Fíjese en particular en que sus razones para creer que hay un lápiz en el cajón no pueden ser las mismas que sus razones para creer que hay un lápiz encima del escritorio. Su creencia acerca del lápiz del escritorio se basa en una evidencia observacional directa, mientras que su creencia de que hay un lápiz en el cajón no puede basarse en este tipo de evidencia observacional directa. Al fin y al cabo, usted no puede ver, tocar ni observar de ningún modo el lápiz del cajón, de modo que no tiene evidencia observacional directa para esta creencia. Por tanto ¿por qué cree tan firmemente que hay un lápiz en el cajón?

Sospecho que usted cree esto debido a la forma que tiene de ver el mundo. La mayor parte de nosotros no puede imaginarse que los objetos dejen de existir cuando no son observados. Nuestra convicción respecto al tipo de mundo en el que vivimos nuestra creencia de que el mundo consiste en gran parte en objetos estables que siguen existiendo incluso cuando no son observados es la raíz de nuestra creencia de que hay un lápiz en el cajón.

Fíjese, pues, en la diferencia sustancial entre las razones para creer que hay un lápiz en el escritorio y las razones para creer que hay un lápiz en el cajón. Una creencia se basa en una evidencia observacional directa, mientras que la otra proviene en gran parte de nuestro punto de vista acerca del tipo de mundo en que vivimos. Aunque tendemos a tener la misma convicción en la solidez de cada una de estas dos creencias -que hay un lápiz en el escritorio y que hay un lápiz en el cajón-, hay una diferencia sustancial en las razones que tenemos para creer en cada una de ellas.

¿ Qué tiene esto que ver con la historia y la filosofía de la ciencia? Como hemos dicho, una teoría científica tiene que respetar los hechos relevantes. Pero si nos fijamos en las teorías de la historia de la ciencia y en los hechos que estas teorías estaban obligadas a respetar, podemos ver claramente que algunos de estos hechos -aunque la gente creyera que se trataba de hechos claramente empíricos- en realidad se basaban más en convicciones filosóficas/conceptuales acerca del tipo de mundo que habitaban los individuos en cuestión.

Un ejemplo puede ayudarnos a ilustrar este punto. Desde el tiempo de los antiguos griegos y hasta comienzos del siglo XVII, se creía comúnmente que los planetas (y otros objetos celestes) se movían con un movimiento perfectamente circular y

uniforme. Por ejemplo, se creía que todos los movimientos asociados con un planeta como Marte eran perfectamente circulares. También se creía que eran movimientos uniformes, es decir, que siempre iban a la misma velocidad, sin reducirla ni acelerar.

Por el contrario, según nuestras actuales teorías (para las que hay muchas pruebas a favor), un planeta como Marte se mueve en una órbita elíptica (no circular) en torno al Sol y lo hace a diferentes velocidades en diferentes partes de su órbita. Así, las dos creencias mencionadas más arriba -vamos a llamarlas el hecho del círculo perfecto y el hecho del movimiento uniforme- resultaron ser erróneas.

Los hechos del círculo perfecto y del movimiento uniforme suenan bastante extraños a un oído moderno. Una reacción típica, al tener conocimiento alguien de la creencia en estos hechos, es la de preguntarse: "¿Por qué iba alguien a creer esto?" Es, sin embargo, importante darse cuenta de que, durante un largo período de nuestra historia, los hechos del círculo perfecto y del movimiento uniforme parecían hechos obvios del mundo en que vivimos. Como hemos mencionado en el primer capítulo, los objetos celestes estaban compuestos del elemento éter, y la naturaleza esencial de este elemento era moverse de un modo uniforme siguiendo una trayectoria perfectamente circular. Obviamente, pues, todos los movimientos del Sol, las estrellas y los planetas tenían que ser perfectamente circulares y uniformes. Y del mismo modo que a nosotros, dado el tipo de universo en el que creemos habitar, nos parece un hecho obvio que el lápiz sigue existiendo cuando está en el cajón, fuera de nuestra vista, también a nuestros predecesores les parecía un hecho obvio que los cuerpos celestes se movieran de una forma perfectamente circular y uniforme.

Esta clase de hechos, es decir, las creencias firmemente aceptadas que resultan estar basadas en puntos de vista filosóficos/conceptuales como el tipo de mundo en que vivimos, son lo que denominaremos "hechos filosóficos/conceptuales". Pero conviene que seamos precisos aquí.

Es importante tener en cuenta que los hechos empíricos, por un lado, y los hechos filosóficos/conceptuales, por otro, no son categorías absolutas, es decir, la mayor parte de creencias no pertenecen nítidamente a uno u otro grupo. En realidad, la mayoría de creencias se basan en una combinación de evidencia empírica observacional junto con puntos de vista más generales acerca del mundo en que vivimos. Por ejemplo, consideremos una vez más los hechos del círculo perfecto y del movimiento uniforme discutidos más arriba. Aunque estas creencias estaban estrechamente relacionadas con otras creencias, como la naturaleza del elemento éter, el hecho de que el mundo supralunar fuese una región de perfección, etcétera, había también un componente empírico, observacional en ellas. Por ejemplo, remontándonos al menos hasta el principio de la historia escrita, se había observado que las estrellas se mueven por el cielo en lo que parece ser un movimiento circular uniforme. Y este hecho -que los puntos de luz a los que llamamos estrellas se mueven de un modo perfectamente circular y uniforme- se basa en gran parte en una observación empírica. Así pues, incluso los hechos del círculo perfecto y del movimiento uniforme resultan tener al menos un componente empírico.

A la luz de tales consideraciones, es mejor pensar en términos de un continuo. En uno de los extremos del continuo se encuentran los ejemplos más claros de hechos empíricos, como el hecho de que hay un lápiz encima del escritorio. En el otro extremo del continuo están los ejemplos más claros de hechos filosóficos/conceptuales, por ejemplo, creencias como las de los hechos del círculo perfecto y el movimiento uniforme.

La mayor parte de nuestras creencias -la mayor parte de lo que consideramos como hechos- se encuentran en algún lugar del continuo entre los ejemplos más claros de hechos empíricos y los ejemplos más claros de hechos filosóficos/conceptuales. Es decir, las razones que tenemos para la mayor parte de nuestras creencias se basan parcialmente en evidencias de tipo empírico observacional y parcialmente en la forma en que dichas creencias encajan en el puzzle general de nuestras creencias.

Como veremos, determinados hechos filosóficos/conceptuales, incluidos los hechos del círculo perfecto y del movimiento uniforme, han desempeñado un papel considerable en la historia y la filosofía de la ciencia. Y como exploraremos en la tercera parte, determinadas creencias que la mayoría de quienes han sido educados en el mundo occidental consideran hechos empíricos obvios resultan ser, a la luz de recientes descubrimientos, hechos filosóficos/conceptuales erróneos.

Una nota terminológica

El lector habrá observado que en la discusión anterior he utilizado la palabra hecho al hablar de creencias de las que ahora estamos seguros que son incorrectas. Por ejemplo, he caracterizado las creencias de que los cuerpos celestes se mueven de una forma perfectamente circular y uniforme como hechos (si bien como hechos filosófico/conceptuales). Dado que generalmente no utilizamos el término hecho de este modo -es decir, cuando descubrimos que una de nuestras creencias es errónea normalmente dejamos de referimos a ella como un hecho-, conviene aclarar de qué modo utilizamos nosotros el término.

Simplemente no disponemos del término correcto para caracterizar adecuadamente las creencias de las que estamos firmemente convencidos y que (al menos en un contexto temporal) están justificadas y que finalmente resultan ser erróneas. Ninguna de las dos alternativas que nos vienen primero a la mente -caracterizar tales opiniones como suposiciones, por un lado, o como creencias, por otro- son del todo correctas.

Los puntos de vista en cuestión son mucho más que meras suposiciones. Por ejemplo, como hemos discutido en cierto modo más arriba y como exploraremos con más profundidad en el capítulo 9, las creencias de nuestros predecesores en el movimiento perfectamente circular y el movimiento perfectamente uniforme eran, en el contexto de la época, creencias bien justificadas. Al final resultaron ser erróneas, pero sería engañoso caracterizarlas de meras suposiciones.

Para ilustrar este punto, consideremos de nuevo su creencia de que el lápiz del cajón continúa existiendo. ¿Es esta creencia una mera suposición? Esta no parece la mejor forma de caracterizar esta creencia. Pero, como hemos visto, nuestra creencia en la existencia continuada del lápiz se basa en gran parte en nuestro punto de vista general sobre la clase de universo en el que habitamos. Pero la creencia de nuestros predecesores en el movimiento perfectamente circular y uniforme de los cuerpos celestes se basaba igualmente en gran parte en su punto de vista general sobre la clase de universo en el que habitaban. Por tanto, no sería más apropiado calificar estas creencias de nuestros predecesores como suposiciones de lo que lo sería caracterizar como una suposición nuestra propia creencia en la existencia continuada del lápiz del cajón.

Lo mismo podemos decir del término creencia. Distinguir los hechos de las creencias sugiere que existe una distinción razonablemente clara entre los dos -sugiere que los hechos son una cosa y las meras creencias otra muy distinta. Pero no hay una distinción tan clara entre ambos -al menos en el contexto de nuestra propia vida o desde nuestra propia visión del mundo (considere de nuevo el caso del lápiz en el escritorio respecto del lápiz en el cajón). Desde el punto de vista de nuestra visión del mundo, las creencias firmemente sostenidas y bien justificadas parecen hechos.

En pocas palabras, ninguno de los términos disponibles es totalmente apropiado. Yo creo que la mejor opción es la que hemos adoptado más arriba -es decir, con respecto a las creencias firmemente sostenidas y bien justificadas, caracterizar a las que se basan en una evidencia observacional razonablemente directa como hechos empíricos, y a las más estrechamente relacionadas con nuestra visión del mundo como hechos filosóficos/conceptuales. E incluso en aquellos casos, que se dan tanto en nuestros predecesores como en nosotros, en los que algunas de estas creencias resultan finalmente ser incorrectas, seguiré refiriéndome a ellas como hechos filosóficos/conceptuales, para constatar que, desde el punto de vista de la visión del mundo pertinente, eran mucho más que meras suposiciones, creencias u opiniones.

Observaciones a modo de conclusión

Antes de cerrar este capítulo, conviene dedicar un momento a hacer unas observaciones finales respecto a los hechos empíricos y a los hechos filosóficos/conceptuales.

Para hacer de nuevo hincapié en un punto ya tocado más arriba, no hemos de pensar en los hechos empíricos y en los hechos filosóficos/conceptuales como categorías absolutas. La mayor parte de creencias se basan en una combinación de evidencia empírica y opiniones más generales acerca del tipo de mundo en que vivimos. Como hemos dicho, es preferible pensar en la distinción entre hechos empíricos y hechos filosóficos/conceptuales en términos de un continuo, con los ejemplos más claros de creencias empíricamente basadas (como la creencia del lápiz en el escritorio) en un extremo del mismo, y los ejemplos más claros de creencias más estrechamente relacionadas con puntos de vista filosóficos/conceptuales (como la creencia en el

movimiento perfectamente circular y uniforme de los cuerpos celestes) en el otro extremo.

Asimismo, hay que evitar cometer el error de considerar los hechos filosóficos/conceptuales como la clase de hechos que pueden encontrarse solamente como parte de una forma de pensar ingenua y anticuada. Las creencias de nuestros predecesores en los hechos del círculo perfecto y del movimiento uniforme resultaron finalmente ser erróneas, pero no eran en absoluto creencias ingenuas. Como es normal en el caso de los hechos filosóficos/conceptuales, los hechos del círculo perfecto y del movimiento uniforme encajan muy bien en el sistema general de creencias, es decir, en el puzzle general de creencias. Las creencias resultaron ser erróneas, pero no eran ingenuas.

A modo de corolario, digamos que calificar a una creencia de hecho filosófico/conceptual no equivale a sugerir que quienes sostienen esta creencia no tienen, o no tenían, buenas razones para creer en ella. Como hemos dicho más arriba, los hechos del círculo perfecto y del movimiento uniforme resultaron ser incorrectos, pero la gente de aquella época tenía buenas razones para creer en estos hechos.

Tampoco hay que cometer el error de pensar que nosotros, en este tiempo de la ciencia moderna, hemos conseguido evitar totalmente los riesgos de creer en hechos filosóficos/conceptuales. Dichos hechos siguen siendo parte de la historia moderna, y como hemos dicho más arriba, en la tercera parte del libro centraremos buena parte de nuestra atención en los desarrollos de la ciencia del siglo XX, con vistas a identificar algunos hechos que durante mucho tiempo hemos tenido por hechos empíricos pero que, a la luz de recientes descubrimientos, han resultado ser hechos filosóficos/conceptuales incorrectos.

Igualmente, calificar a un hecho de hecho filosófico/conceptual no equivale a sugerir que sea incorrecto. Muchos hechos filosóficos/conceptuales del pasado han resultado ser efectivamente incorrectos, y sin duda algunos de nuestros propioshechos filosóficos/conceptuales también resultarán serlo. Pero la mayor parte de tales hechos, esperemos, resistirán la prueba del tiempo, y resultarán ser más o menos correctos. O dicho de otro modo: la distinción entre hechos empíricos y hechos filosóficos/conceptuales no se basa en si finalmente resultan ser correctos o no; la distinción entre unos y otros hechos se basa más bien en el tipo de razones que tenemos para creer en ellos.

Finalmente, conviene señalar que, en la vida diaria, no distinguimos normalmente entre hechos empíricos y hechos filosóficos/conceptuales. Vistas las cosas en perspectiva, especialmente cuando nos fijamos en las culturas del pasado, resulta relativamente fácil ver qué creencias eran más empíricas y cuáles eran más filosóficas/conceptuales. Pero en nuestro propio contexto temporal, los hechos nos parecen hechos, y sean del tipo que sean los vemos como equivalentes. Solo con una cuidadosa reflexión, y a menudo con grandes dificultades, podemos ver que algunas de nuestras creencias tienen una base más empírica y que otras son más bien de tipo filosófico/conceptual.

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