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Ramón Carrillo: el padre del sanitarismo

El primer ministro de Salud de Argentina, creador de la medicina social integral y preventiva, impulsó la transformación de la salud pública en un gobierno que construyó un país que no existía.

“Debemos pensar que el enfermo es un hombre que es también un padre de familia, un individuo que trabaja y que sufre; y que todas esas circunstancias influyen, a veces, mucho más que una determinada cantidad de glucosa en la sangre. Así humanizaremos la medicina”.

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Asícomo Juan Bialet Massé sentó las bases científicas e ideológicas para las primeras políticas de higiene y seguridad en el trabajo, su informe fue el fundamento para la sanción de la primera Ley de Accidentes de Trabajo (9688) en 1915; Ramón Carrillo creó las bases de la medicina preventiva que ubicó a la Argentina a la altura de las naciones más avanzadas en este tema.

En un país donde se desplegaba un liberalismo económico y jurídico que no garantizaba derechos elementales -y que suponía un altísimo nivel de informalidad laboral en las actividades económicas fundamentales y altas tasas de mortalidad en hombres, mujeres, niñas y niños trabajadores- llega el primer peronismo; y con él dos Ministerios que hasta entonces eran Secretarías de rango menor o directamente no existían: el de Trabajo y Previsión y el de Salud Pública de la Nación, que hasta 1949 fue Secretaría pero en la que el neurólogo y neurocirujano santiagueño Ramón Carrillo tenía rango de Ministro.

Carrillo era médico recibido con medalla de oro desde los 22 años y conocía perfectamente el Informe Bialet (ver la edición 2 de SRT - La Revista para conocer su obra, siguiendo este enlace). Antes de llegar a la función pública ya tenía una trayectoria impactante a nivel nacional e internacional que incluía posgrados en Ámsterdam, París y Berlín. A su regreso fundó el laboratorio de neuropatología del Instituto de Clínica Quirúrgica y dirigió desde 1939 el servicio de neurocirugía del Hospital Militar Central.

Al primer gobierno peronista llegará entonces por la resonancia de los méritos acumulados y los oficios de su amigo de la infancia Homero Manzi, que en la letra del tango Discepolín escribiera algo que representa también la sensibilidad de Carrillo: “Te duele como propia la cicatriz ajena...”; frase y compromiso -artístico el de Manzi, profesional el de Carrilloque se anticiparon en más de una década a la sentencia del Che (Guevara) acerca de “Sentir en lo más hondo cualquier injusticia cometida contra cualquiera y en cualquier parte del mundo”. Son cualidades revolucionarias porque no naturalizan la exclusión, la marginalidad, la pobreza y los riesgos que suponen para la salud.

Es así, que el neurocirujano que sostenía que “No puede haber política sanitaria sin política social”, se propuso sentar las bases de la medicina popular que suele denominarse como sanitarismo. El cual se resumía en máximas que se presentaban con letras repetidas: no eran las tres T (tierra, techo y trabajo), de eso se encargaba la política a través de otros dispositivos, sino las cuatro P:

Protección de la salud, cuando no está amenazada.

Prevención de la salud, cuando hay riesgo de perderla o cuando ya está perdida.

Promoción de la salud, mostrando que los recursos que insume no son un gasto sino una inversión.

Previsión a corto, mediano y largo plazo para poder generar dispositivos que se anticipen a los problemas.

Cuando en cada Semana Argentina de la Salud y Seguridad en el trabajo, se repite que la clave está en la prevención, en generar una cultura compartida que nos convierta a todos en el primer agente de detección de condiciones inseguras, en invertir en el primer eslabón de la cadena y no sólo en el final (que es cuando los accidentes y enfermedades ya ocurrieron), se postulan los dos primeros puntos de Carrillo. Que además, no seccionaba a las personas según ocupaciones momentáneas

(madre/padre, esposa/esposo, trabajadora/ trabajador), que es lo que hacen los subsistemas de gestión para repartir responsabilidades y costos.

Más allá de la lógica delimitación que dispone la Ley 24.557 de Riesgos del Trabajo en lo que hace a los alcances de la cobertura del sistema y que define que accidentes y enfermedades laborales son los que afectan en tránsito hacia o en ocasión de trabajo, a la hora de diseñar políticas estatales y humanas de salud pública (particularmente laborales) hay que entender que hombres y mujeres son una unidad biológica, psicológica y socialmente indivisible y por lo tanto, la salud laboral es para la vida antes que para el trabajo. En eso Carrillo también era un adelantado y, aún hoy, sigue marcando un horizonte al que no llegamos.

El ministro de Salud y su gestión

Con el beneficio de la perspectiva histórica puede decirse -sin temor a exageraciones- que las ideas de Ramón Carrillo que se plasmaron en una circunstancia histórica concreta (19491954), hoy siguen siendo vanguardistas, en un país donde la salud pública tiene un desarrollo importante, pero está bajo asedio permanente. La visión sistémica de Carrillo anticipaba un problema crónico de la salud en la trama política nacional.

Está claro que esa relación está en permanente debate y desplazamiento, como el Estado en su condición de planificador y ejecutor de un sistema público-privado muy complejo y que amerita ser repensado en función de coyunturas desafiantes (la pandemia COVID-19 y la endemia del Dengue, con impacto también en el mercado laboral) y que además incluye al subsistema de riesgos laborales como parte de la seguridad social.

Carrillo fundó las bases de la medicina preventiva mediante un plan integral que abarcó la totalidad del territorio, contemplando sus características culturales y geoclimáticas para trazar un preciso mapa sanitario del país; y le dio prioridad a la organización hospitalaria y a conceptos como la “centralización normativa y descentralización ejecutiva”.

Su obra en ocho años de gestión es inmensa pero podría sintetizarse en los siguiente destacados: l Se crearon 21 hospitales con capacidad para 22 mil camas, 200 centros de atención sanitaria en todo el país y más de 500 institutos de especialización. l Se construyeron los policlínicos de Avellaneda, Lanús, San Martín, Ezeiza, Catamarca, Salta, Mendoza, Jujuy, Santiago del Estero, San Juan, Corrientes y Rosario. l Se conformó EMESTA, la primera fábrica nacional de medicamentos. l Se estableció la gratuidad de estudios, tratamientos y medicamentos para los todos los pacientes. l Se erradicaron el paludismo, el tifus y la brucelosis y se redujo el impacto de la sífilis y el dengue. Además del mal de Chagas, al que estaba expuesta la población periurbana y rural y que fue incorporado al listado de enfermedades ocupacionales recién en 2003, a través del Decreto 1167 del 3 de diciembre de ese año. l Se redujo la mortalidad de la tuberculosis en un 75% y la mortalidad infantil en un 50%.

Lo que le costó la medicina social a Ramón Carrillo

Fue precisamente este alto perfil de gestión y las internas del gobierno que le dio la posibilidad de desplegar sus ideas, lo que lo llevó a un exilio forzoso; ya no para salvar miles y millones de vidas sino para salvar la propia, acosada por una hipertensión arterial maligna.

El triunfo de la Revolución Libertadora y la feroz persecución contra funcionarios peronistas lo dejó en Estados Unidos, varado y sin recursos. Sus propiedades fueron allanadas y fue acusado por enriquecimiento ilícito.

Para no interrumpir su tratamiento, y como un modo de estar algo más cerca del país que amó y sirvió durante años, se empleó en una empresa minera norteamericana que explotaba un yacimiento en Belem do Pará (Brasil), forzando su precaria salud.

En una carta fechada en 1956, dirigida al periodista Segundo Ponzio Godoy, enfrentaba el final que se avecinaba: “Si yo desaparezco, queda mi obra y queda la verdad sobre mi gigantesco esfuerzo donde dejé la vida. No tengo odios y he juzgado y tratado a los hombres siempre por su lado bueno, buscando el rincón que en cada uno de nosotros alberga el soplo divino”.

Esa fe inquebrantable en la condición humana, en la planificación y ejecución de políticas en las que deben integrarse otros sectores y los principios rectores del sanitarismo -claramente extrapolables a nuestro trabajo como preventores y custodios de la salud y seguridad de las personas trabajadoras- son legado suficiente para considerarlo precursor y referente del trabajo que llevamos adelante en la SRT.

Entre el 1 de agosto y el 14 de noviembre de 1951, el Tren Sanitario Eva Perón recorrió los territorios, localidades y parajes más postergados del país, cuyas comunidades se encontraban privadas de uno de sus derechos más elementales: el acceso a una salud pública, gratuita y de calidad. En muchos casos, sus habitantes jamás habían recibido atención médica. Esta revolucionaria y exitosa idea, concebida y desarrollada por Eva Perón, a través de su fundación, y Ramón Carillo por parte del Estado Nacional, estaba equipada con los más modernos elementos de sanidad, contaba con farmacia, laboratorios, salas de rayos X y equipos médicos de diferentes especialidades.

Setenta años después, la pandemia fue el escenario donde la tercera versión (el anterior fue en 2014) de este ícono volvió a brillar, esta vez con el nombre Tren de Desarrollo Social y Sanitario “Dr. Ramón

Carrillo”, permitiendo desarrollar testeos para casos de coronavirus, evaluaciones médicas y salud pública integral a nivel nacional.

Este tren recorre todo el país facilitando el acceso de la población a la atención primaria de la salud, la atención social, actividades culturales y educativas; y un espacio de genero, mujeres y diversidad cuyo propósito es la sensibilización en perspectiva de esta temática.

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