Fragmentos de nada
Bailarcumbia Sonó una cumbia y se mezcló con un portazo de la casa de al lado. — ¡Hijo de puta! ¡Me cagaste de nuevo! — Gritó una mujer. Alma abrió, apenas, la puerta del departamento para chequear que todo esté en orden. Había una piba llorando y rompiendo a patadas la puerta del vecino del B. La música sonaba cada vez más y más fuerte, al punto de tapar los gritos de la mujer en crisis. — ¿Te puedo ayudar en algo? — preguntó. — No. Necesito que este hijo de re mil puta me devuelva la plata que le presté para pagar la multa del auto y se deliró en falopa. Alma no supo muy bien qué responder. La piba no la miró en ningún momento a los ojos. Cerró la puerta lentamente, caminó hasta la cocina y se sirvió un vaso con agua. Hizo fondo blanco para empujar el clonazepam que había puesto nerviosamente sobre su lengua, abrazó a su perro Nacho y se acostó a dormir. Al fin y al cabo, fingir demencia siempre le resultó más fácil que bailar cumbia.
Hay algo que siento cuando estamos en silencio no puedo explicar con palabras cómo es entonces propongo que cerremos bien los ojos y entiendas vos también lo que nace adentro mío y termina en vos.
Una al centro de mi corazón
playlist
(L)
No quiero nada tuyo. Ni siquiera el odio. Con los recuerdos tengo suficiente. Menos aún, sostener mis penas. Prefiero usar mis brazos para ceñir a mis panas. No quiero nada tuyo. Ni siquiera el odio. Que a tu pecho frío, lo devore el veneno y lo escupa fértil.
Quizás así, te nace un corazón nuevo, que crezca blandito y sin rencores. No quiero nada tuyo. Ni si quiera el odio. ¡Ay, si lograras exorcizarlo! Quizás por fin puedas, descansar en tus panas y olvidarte la pena, para un amor nuevo.
Elegante y solitaria hace su perfo, confidente sobre el llano, envuelta en silencio. De nuevo. El rocío helado reviste la pampa y con lágrimas de diamante bendice el suelo. Otro invierno Envuelta en silencio, y soberana de almas ostencibles. Se sabe madre del tiempo. Me muero. Con un guiño único regala bonanza, y pinta mi cara con ríos salados bañados en plata. De nuevo.
Todavía me acuerdo del sonido de tus pulseras chocándose mientras revolvias el relleno de las empanadas.
Todavía me acuerdo de tus manos suaves. Con olor a Virginia Slim y crema Hinds rosada. Llenas de anillos e historias tristes, que a mí me encantaba escuchar. Todavía me acuerdo de tu risa rebotando por toda la casa y la estela de Amor Amor de Cacharel que dejabas en cada carcajada.
También me acuerdo de tus uñas perladas y de cómo me gustaba que las hundas en las profundidades de mi pelo y así prepararme para recibir las caricias más anheladas. También me acuerdo de tu historia y lo que más terror me da es olvidarla. Todavía me acuerdo y, espero, todavía sea para siempre.
¡Gracias por leer!