Algo hermoso

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A veces siento que nosotres, las personas, llevamos adentro un eterno estado de mudanza. Como cuando cambiás de departamento y llevás, del viejo al nuevo, esa caja que nunca desarmaste.

¿Qué tenía adentro? Adornos, cuadernos, objetos no útiles ¿importa?

Sí, algo importa. Son esas cosas lo suficientemente importantes como para decidir no tirar y volver a mudar. Las cajas donde llevamos eso, son las que decidimos no etiquetar.

Quedan dando vueltas, medio abiertas, medio cerradas, porque nunca se sabe qué más podés llegar a guardar. A veces siento que nosotres, las personas, llevamos adentro ese eterno estado de mudanza.

Hay cosas que sabemos que están ahí, porque las sentimos. Y efectivamente, aunque no sepamos muy bien por qué, ahí estan. Lo suficientemente importantes como para quedarse, aunque no sepamos por qué estan ni cómo nombrarlas.

Son las 2 de la tarde en Plaza Moreno y las personas que pasan en bicicleta parecieran estar haciendo una perfo: La danza de la vida. Me senté en un banquito a escribir sobre mis sentimientos pero, la verdad, es que me cuesta un poco. Estoy distraída.

El sol se asoma de a ratos y, mientras siento su calidez, me pregunto: ¿cuántas personas piensan en él durante el día? Es decir, ¿cuántos pensamientos se roba por día? También podría ser: ¿cada cuánto y cuántas personas reparan en el lugar que ocupa en nuestras vidas? Entonces pienso en las civilizaciones que lo consideraban un dios. Ra, para los egipcios; Helio, para los griegos; para los pueblos andinos, Inti. Siento que hoy, quizás, su momento de auge es para bañar de luz dorada las fotos que muchxs subimos a redes sociales, “la golden hour”. Pienso en las representaciones del mismo en forma de atardecer y todos los poemas que surgieron a partir de los sentidos que genera. Levanto la cabeza de nuevo, porque suena Tears in the typing pool de Broadcast y me doy cuenta de cuánto me cuesta, últimamente, hablar de mis sentimientos.

Hay momentos en los que me siento tan vulnerable y expuesta, que me dan ganas de vomitar.

Cuando veo a alguien que me gusta, me pongo tan nerviosa, que no lo puedo controlar.

Es como una sensación de vértigo extraña.

Si pudiera describirlo con más precisión, diría que:

De mi vientre nace el cauce de toda sensibilidad que aparece cuando me cruzo con tus ojos por casualidad.

El suelo se transforma en cuerda floja y yo, idiota, solo quiero desaparecer entre las vetas de los mosaicos rotos.

Si me caigo, fantaseo, que sea en tu pecho y los tambores de mi pecho no delaten mi desesperación por darte un beso.

Tuve que salir corriendo de mi casa, para encerrarme en mi mente un rato.

Una birra, un porro, una empanada: picnic nocturno con sabor a miedo a enamorarme. Vine a la plaza de los amores muertos y la noche esta especialmente nostálgica.

Me da miedo que no puedas con mi intensidad.

Me repliego como un caracol en su caparazón, pero dejando igual un rastro por si querés seguirme. Un poco cobarde, un poco herida.

Vine a escuchar Boom boom kid, como en la adolescencia. Lo que siento se parece un poco a eso.

Me gustaría que estes viva y me des una mano para aclarar lo que me pasa.

Yo igual te siento cerca cuando escucho esta canción.

Nekro es tan grasa y hermoso a la vez, cantando en inglés y español, un tanto kitsch, quizás. Grasa o no, I do me hizo pararme a bailar y sacudir la ansiedad, para dejarla tirada entre los bichos de la plaza.

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