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El Grito

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Los Shadowolves

Los Shadowolves

Capítulo I

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Era una fría tarde de Noviembre del 58, me encontraba recostado en aquella silla al lado de la chimenea, disfrutaba de mi café caliente mientras me fumaba un cigarro, y aunque me encontrase dentro de la casa, se podía oír la bella orquesta que la madre naturaleza emanaba para que el mundo disfrutase de su hermosa sinfonía, los pájaros cantaban al tiempo que el viento movía estruendosamente las hojas de los árboles; siempre estaba tranquilo por los alrededores, después de todo me encontraba lejos de la ciudad o de algún pueblo, para mí era un día como cualquier otro . No soy lo que se dice “amigable” con la gente, mis padres siempre me decían que mi futuro para la vida era ser un ermitaño amargado y falto de amor, pues no se equivocaron de palabras. Siendo un reconocido escritor y autor de varios libros reconocidos por el país me gusta vivir una vida tranquila y aislada del bullicio de la ciudad, la vida en mi cabaña en el campo es buena para la inspiración de mis historias y solo debo ir a la ciudad una vez al mes para entregar avances a la editorial sobre mi próximo libro.

Terminé mi café, tire mi cigarro en el cenicero y me dirigí hacia la ventana, contemplé aquel crepúsculo que puso el cielo de mil tonalidades, cierro mis ojos por un momento y a lo lejos escucho un grito ensordecedor, abrí los ojos inmediatamente, un efecto en cadena surgió después de este, las aves salieron alborotadas en dirección contraria de aquel estruendo, el viento sacudía con furia y arrastraba todo lo que se encontrase en su camino, el cielo se tornó oscuro, todo quedó en un silencio aterrador, cerré la ventana, por unos segundos me quedé inerte ante lo que acababa de ocurrir, volví en sí de mis pensamientos y me fui a la cama como si nada, o al menos fingí que no me perturbó, después de todo no era de mi interés aquel suceso.

Más tarde ya me encontraba durmiendo plácidamente, estaba más cómodo que la misma bella durmiente, pero la incurable necesidad de mi vejiga de querer trabajar a media noche me saca del bello mundo de Morfeo y me obliga a levantarme de mi cómoda cama para calmar mis enormes ganas de expulsar aquel líquido. Después de satisfacer a mi amada vejiga, salgo del baño cuando de repente el reloj da las doce, de inmediato se vuelve a escuchar aquel grito, pero esta vez la sensación que deja es más penetrante, se me eriza la piel, me da por mirar a la ventana del corredor y la hermosa luna tenía un rojo carmesí que se reflejaba por mi ventana hacia mi rostro, escucho lo que parece ser la mezcla entre el aullido de un lobo y el rugido de un león, sin pensarlo dos veces, me echo a correr hacia mi habitación, me ubico rápidamente en la cama y me escondo debajo de las sábanas como si fuese un niño de seis años escondiéndose del coco, creo que mi corazón latía a mil revoluciones por segundo, el miedo que tenía era tanto que no me importo si mi vejiga me volvía a pedir ir al baño, porque no saldría de esa cama hasta que escuchase al gallo cantar o que los rayos del sol iluminasen la habitación.

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