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Padecimiento y redención: el camino de los hombres en la Tierra Media

El mal como padecimiento

El primer personaje que conoció a los hombres, que los apoyó y mostró un marcado interés en comprender su naturaleza fue Finrod Felagund. Los Valar se van a fijar en estos, solo hasta cuando se convierten en sus aliados en tiempos de la Guerra de la Cólera. Por el tiempo del sitio de Angband, Finrod pudo viajar al sur de Beleriand y descubrir a esta nueva raza y brindarles muchos conocimientos. Tan estrecha será la amistad entre el primogénito de Finarfin y los segundos hijos, que Béor, líder tribal de estos, culminaría sus años como vasallo del Noldor. Sin embargo, la muerte de Béor, el viejo, sorprende a los Elfos, pues estos no conocían la muerte por cansancio, o desgaste del hröa (cuerpo); lo que ineludiblemente llevaba a pensar si dicho acontecimiento entre los hombres está intrincado en los designios de Arda o es el resultado de una maldición perpetrada en edades anteriores por acción del mal circundante y habitante de la Tierra Media.

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La muerte como acontecimiento natural se presenta como una rareza a los ojos de los Elfos en la Primera Edad, pues Valinor, la tierra prometida, estaba exenta de este mal. En efecto, este cuestionamiento entre naturaleza de los Elfos y la naturaleza de los humanos, son abordados con especificidad por Tolkien en el escrito Athrabeth Finrod ah Andreth (Tolkien, 1993) donde se plantea una disertación entre Finrod, el Noldor, y Andreth1 , la humana, de la casa de Béor.

Los Edain, dice Andreth, parten de la creencia de que el perecimiento del hröa estuvo en los planes del primer Señor Oscuro y he aquí su principal diferencia con la naturaleza de los Elfos. La naturaleza humana es una imperfección de la naturaleza de los Eldar debido a la corrupción que tuvo por la sombra maligna en los tiempos antiguos y que se pierden en la memoria, comenta Andreth.

Es en Beleriand donde los hombres tendrán una conciencia de sí mismos al paso de su encuentro con los Elfos y una autopercepción que los diferencia en cuanto su función en el mundo. Si los Eldar van por el mundo en busca de las Tierras

1 Andreth es la prometida de Aegnor, hermano de Finrod, quien parte hacia la guerra dejándola a su suerte; pues, los Elfos no se casan ni tienen hijos en tiempos bélicos, como se dirá más adelante en el mismo texto. Imperecederas, ¿qué papel cumplen entonces los hombres y cuáles son los propósitos de Eru para con ellos? En primera instancia, los hombres basarán sus propósitos de vida en semejanza con los Quendi: buscar su trascendencia en el modelo élfico preparado por el Creador.

En relación con la postura de Santo Tomás, es evidente que los seres creados con inteligencia y presentes desde principio cumplen también, como las demás entidades, con una intención teleológica en Arda. La Música de los Ainur es la armonía puesta en planos que luego será materializada con la creación del mundo. Así pues, de acuerdo con la idea, los hombres fueron creados para cumplir con una finalidad que a priori puede distinguirse de la de los Elfos. Es por esto que, si hay una intención teleológica en los planes del Creador con respecto a los hombres, esta no va en dirección a Valinor. Agrega McIntosh: “Una de las suposiciones persistentes a lo largo de las observaciones de Finrod en particular es una especie de confianza tomista que, en primer lugar, si Eru hubiese hecho algo (en este caso, la creación muy similar pero significativamente diferente de especies de Elfos y Hombres), se hizo con un propósito.”2 (McIntosh, 2017).

Por su parte, los Quendi a diferencia de los hombres, tienen una cosmovisión definida donde queda claro su función en el mundo; además, cuentan con Valar como Örome que los guiará, como Moisés al pueblo judío, en camino a la tierra prometida. Por su lado, en la historia de los hombres aparecen guías espirituales que, como lo explica Andreth, refiriéndose a los sabios de los pueblos de Béor el Viejo y de Marrach, solo basan sus tradiciones en la creencia de un mal originario y poderoso que se pierde en el tiempo, y que igualmente, desconocen la cosmogonía de Arda. En estas creencias habita la desesperanza que luego, convertida en deseo de inmortalidad provocarán las tragedias venideras que sufrirán los hombres, como por ejemplo el hundimiento de Númenor.

Existen razones para pensar que el mal padecido encontrará su fin en Valinor. Esta creencia de la

2 “One of the persistent assumptions throughout Finrod’s remarks in particular is a kind of Thomistic confidence that, first, if Eru has done something (in this case, create the closely similar yet significantly differing species of Elves and Men), it was done for a purpose”

Primera Edad sigue vigente en la Segunda Edad y encontrará asidero, cuando se conoció que Aman proporcionaban a los elfos de luz, mayores y prolongadas vidas que a sus parientes los oscuros de la Tierra Media. “cualquier criatura (mortal)… en Valinor durante la Edad de los Árboles habría envejecido con una ratio de 1/144 (sobre todo respecto a los Hombres) era natural, y los que llegaron rápido a Aman la mantuvieron. Sin embargo, a pesar de “la inmortalidad” (dentro de Arda), el envejecimiento de Arda no tardó en afectar a los que permanecían en la Tierra Media, y de manera más rápida a los que se negaron a aceptar el Llamamiento.” (Tolkien, 2022).

El deseo de inmortalidad, ya superior al deseo de poder, dispuesto a conquistar su gracia en tiempos del Rey numeroriano Ar-Pharazôn, les será esquivo a los hombres y nunca se verá logrado a lo largo de su permanencia en Arda. Y como lo plantea el profesor (Carta nº 153), el diseño original de los hombres es enteramente mortal y no está en las leyes de Arda que se volvieran inmortales en cuerpo, ya que esto los ataría eternamente al mundo físico. Aun, si los hombres pudieran llegar a la tierra que anhelaban, sus hröas no estarían aptos porque así la destinaron los Valar en la sub-creación. Solo los hröa de los Quendi, que fueron diseñados vigorosos y con el propósito de encontrar esta tierra, estarían en condiciones de adaptarse a este lugar. Además, a diferencia del hröa humano, los elfos no sufren de enfermedad, sanan más rápido y difícilmente sus mentes se dejan llevar por las pasiones mundanas. Entonces, si no es hacia Valinor, ¿cuál será el camino de los hombres y dónde estará su trascendencia?

Prestos al engaño, estarán los hombres en su trasegar por el mundo. Ya lo advierte Finrod Felagund a Andreth (Tolkien, 1993), cuando plantea que los hombres confunden el perecimiento del cuerpo con el fin último impuesto por el Enemigo del mundo, esto es, con la aniquilación de la existencia. Es aquí donde surgen dos planteamientos de la existencia en la Tierra Media en la perspectiva humana: una, que la desesperanza estará presente en la vida de los hombres porque no hay escapatoria de la muerte, esta siempre los encontrará como cazador a su presa; otra, más peligrosa, que todos los caminos conducen al triunfo de los designios del primer señor oscuro, por lo que pueden reconocer en él un poder inconmensurable.

Si la vida humana es de corta duración, los hombres optarán por una búsqueda de felicidad en la inmediatez del mundo, por lo que antepondrán el impulso por sobre el entendimiento. La sabiduría, La sensatez, el hacer el bien, pasarían a segundo plano, y consecuentemente, hará peligroso que las decisiones de la raza de los humanos, impredeciblemente, puedan inclinarse según sus intereses o principios, bien sea al bien o al mal.

Es probable que ante la creencia del poder desbordante de Melkor y sus alcances territoriales, los hombres diseminados por la Tierra Media pensaran que no había otro camino. Si quisieran permanecer o sobrevivir, deberían unirse a este, como así lo hicieron los hombres cetrinos ante la convocatoria para las guerras de Beleriand; guiados, quizás, por el miedo y la desesperanza arraigada en las historias de su origen como pueblo.

Ante esta encrucijada humana, Finrod plantea a Andreth que la vida de los hombres por Arda se parece a la de un huésped en casa ajena. Y más adelante: “Pues por extraño que nos parezca, claramente advertimos que los fëar de los Hombres no están confinados en Arda, como los nuestros, ni tienen Arda como morada.” (Tolkien, 1993) Con esto surge una consideración que invierte la creencia preferente de los Elfos y pone en el foco de atención a los hombres. Y al tener estos últimos, un fin distinto dentro de Arda, se podría a tono con la alusión sobre el Cristo: “Mi reino no es de este mundo”, dando a entender que la permanencia humana es temporal. De esta manera, los hombres, huéspedes de la Tierra Media partirán en algún momento y dejarán en los anfitriones, los Quendi, un vacío; una vida, que por más equivocaciones que hayan tenido en la historia de Arda, será redimida en los actos desinteresados que quitarán la mácula dejada por el Enemigo oscuro.

Una de las claves para esta trascendencia, está en la manera como perciben el mundo tanto Elfos como hombres. Los primeros, se maravillan de la obra que encierra el mundo, de la armonía y de la estética impregnada en cada creación y de la compleción entre naturaleza y los seres que la habitan. Los segundos, tienen una mirada inquisitiva, no aprecian a Arda por su armonía, sino que ven en ella una evocación más allá de los límites de la comprensión élfica.

En este evocar subyace una relación comparativa entre lo que muestra el mundo como presencia, en este caso Arda, y el recuerdo aproximado de algo que le es familiar. Este acto, no es más que el hecho de pensar propiamente humano. Pensar es traer la idea, con prioridad, de algo que nos recuerda la esencia. En palabras de Heidegger: “lo conmemoramos”. Cuando pensamos, traemos a la memoria lo más importante de la esencia de algo lejano; recibimos y agradecemos parte de una esencia original y devolvemos con gratitud una ofrenda en correspondencia (Heidegger, 2005).

Es por esto que, los propósitos de los hombres están por fuera del mundo en el que habitan y, por tanto, fuera de los alcances del Maligno; y la muerte que se les impone, se convierte en posibilidad que trasciende toda materia y toda la historia que tuviera Arda de principio a fin. A diferencia de los Elfos, en el que fëa y el hröa están unidos por siempre y atados a la historia de Arda, el fëa de los hombres al dejar este espacio,

trasciende por fuera de los límites de tiempo y del pensamiento (incluso por fuera de las leyes que limitan toda subcreación). Si tal designio fue impuesto por el Único, Arda y todo lo que ha sido, no será más que una narración en la que todos sus participantes cumplen un propósito para con los hombres.

La trascendencia de los mortales

Consideraría que no es gratuito que uno de los nombres con los que es llamado Aragorn, sea Estel, “esperanza”; no hay otro ser en el Legendarium que lleve este apelativo, pues es en los hombres donde habita la esperanza y las posibilidades de redención. Así, en la Compañía del Anillo viaja “la esperanza”. Sabemos que cada raza es representada por un miembro en la Compañía que salvará al mundo, pero igualmente, considero que no es gratuito que Tolkien haya puesto dos hombres en este grupo; pues en estos, está representada la dualidad dentro del proceder humano; aquello a lo que los griegos, dentro la esfera ética, consideran como virtud y vicio.

En este sentido, y a pesar de las diferentes vicisitudes que transcurren a lo largo de la historia de la Tierra Media, la marcha de la Compañía intentará salvar el fëa humano. Aun así, son múltiples y continuas las equivocaciones que cometen los hombres, incluso provocando la ira de Illúvatar, que los ahoga en las aguas del Gran Mar, pero estos tendrán nuevas oportunidades para su reivindicación, puestas en la fe que representa la Compañía. Es gracias a las acciones mediadas por la razón, el entendimiento y la mesura en el actuar, lo que permitirá trascender el fëa. Así, para Aristóteles, la virtud es guía de la razón humana, ella evita el exceso o el defecto en una acción; la virtud es por tanto una elección acompañada de prudencia (Aristóteles).

De un lado, Aragorn conduce a la compañía con la prudencia que lo aleja de la tentación; aunque Frodo le ofrece el Anillo, no cae en la inmediatez de las pasiones como lo hicieron sus antecesores, que sucumbieron ante ofrecimientos como tierras, poder, deseo de inmortalidad, etc. Solo la práctica de acciones continuas y desinteresadas permitirán llegar al acorralamiento del mal y harán que el camino virtuoso y a veces tortuoso conduzcan a esa trascendencia anhelada. Por su parte, Boromir, representa el afán y la vereda corta para acabar con los sufrimientos; es la tendencia al vicio, que desconoce que en el trasegar hay espinas que deben ser sentidas para llegar a la redención. Y aunque el portador del gran cuerno representa también el heroísmo y la valentía, estas de por sí, no son suficientes valores para alcanzar dicha trascendencia.

La Compañía busca el mal en el confín, se enfrenta al mal en el viaje y guarda dentro entre sus objetos de campaña, al mal materializado en un objeto con un anuncio que dice “ponme”. Así, el mal está por fuera, está por dentro y está a través del recorrido. Pero, el mal interior, el viaje con el objeto único, es el que más encierra peligro. Es ineludible la tentación que siente el gondoriano ante un poder que puede cambiar el transcurso de la guerra, pero su uso puede echar a perder la esperanza y la posibilidad de reivindicación de la raza de los hombres.

La muerte de Boromir es una necesidad en el camino hacia Orodruin. La dualidad contradictoria del hombre debe resolverse, en la que debe intervenir la propia voluntad. Esto es, morir uno para que prevalezca el otro. Sin el deseo de renuncia no es posible dar paso a la transformación humana. Aquí la carga pesadísima, más que representada en Frodo por soportar el anillo, es la pesadez que lleva consigo Boromir ante la tentación de arrebatarlo y resolver de una vez y, en definitiva, la lucha contra el mal. Solo ante esta renuncia (sacrificio), podrá el hombre ser libre para enfrentar los peligros externos y aspirar a su reino. Sacrificio como renuncia y lucha como osadía serán entradas a la nueva Arda; es la tarea humana, que no solo remediaría la Mácula originaria del Mundo, sino que convertiría al hombre en la mayor obra de Eru, más allá de la Música y de la visión del mundo, como explicara Finrod (Tolkien, 1993).

bibliografía

Aquino, S. T. (2001). Suma teológica (cuarrta ed.). Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos.

Aristóteles. (1985). Ética Nicomáquea. Madrid: Editorial Gredos, S. A.

Heidegger, M. (2005). ¿Qué significa pensar? Madrid: Editorial Trotta.

McIntosh, J. (2017). The Flame Imperishable: Tolkien, St. Thomas, and the Metaphysics of Faërie (Vol. The Existence of god in St.Thomas and Tolkien). Angelico Press.

Tolkien, J. R. R. (1993). Cartas 153. Minotauro.

Tolkien, J. R. R. (1993). El anillo de Morgoth (Vol. 9). (C. Tolkien, Ed.) Barcelona: Minotauro.

Tolkien, J. R. R. (2001). El Silmarillion (vigésima segunda ed.). Barcelona: Minotauro.

Tolkien, J. R. R.(2022). La Naturaleza de la Tierra Media. (M. Simonson, R. Masera, & E. Gutiérrez, Trads.) Barcelona: Minotauro.q