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Maullidos y Ladridos en el Agujero Hobbit

Daniel Restrepo, Colombia

Mucho se ha escrito sobre el papel que han jugado los animales en el Legendarium de Tolkien. Resulta altamente significativo cómo estos han sido determinantes, para bien o para mal, de los hechos que transcurren en la Tierra Media. Muchas de estas inspiraciones no solo han tenido su origen en lugares que conoció, o con las investigaciones mitológicas o filológicas que realizó a largo de su vida, sino también en aquellos espacios domésticos en que Tolkien habitó. De esta manera, una porcelana, un juguete, un cómodo sofá, una receta, la encendida de una pipa o una nieve sobre la ventana, se convirtieron en los nodos que se fueron uniendo para darle forma a distintas historias, como lo hiciera (Ella), una araña que entreteje su hogar en la viga del techo.

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Es por esto que, el agujero de hobbit del profesor ocupa un lugar predominante en la inspiración; agujero en el que el silencio posiblemente fuera interrumpido por maullidos o ladridos, e incluso por un relinchar lejano que invitaba a crear.

En el universo de Tolkien, es común ver como los animales entablan relaciones con otros seres, bien sean Humanos, Elfos, Maiar e incluso dioses. Cabe anotar que existe un marcado protagonismo por aquellos a los que el hombre ha domesticado como los gatos, perros, caballos y que no aparecen de manera tangencial o de apoyo a los personajes principales, sino que contribuyen con roles decisivos en los desenlaces de las distintas narraciones.

Un caso particular es el de los gatos como servidores de Melkor en el cuento de Tinúviel. Seres muy definidos que entrelazan encuentros con otros personajes. Son gatos como tal, en su forma y habilidad, no hombres-gato antropomorfos; ni otro tipo de felinos a los que se nos tiene acostumbrados dotados de virtudes como el coraje y valentía; están descritos como seres atravesados por las pasiones humanas: se enojan, se alegran, se avergüenzan, planean; en fin, reaccionan a los acontecimientos según se vayan dando.

El profesor, un hobbit que en medio de su sala de estar pudo tener una singular atención por estos amigos felinos, por sus curiosos y grotescos comportamientos, los convirtió en fuente de inspiración cómo antagonistas de ciertas historias y hasta el punto de afirmar que en la historia de la Tierra Media “aún reina el odio entre Elfos y todos los gatos, aun ahora, cuando Melkor ha perdido su poder y sus animales se han convertido en seres insignificantes”1 .

A pesar de esto, Tolkien les reconoce su habilidad de cazar y tienen la tarea de abastecer a los ejércitos del mal con los productos de sus faenas y de llevar las mejores viandas al comedor del primer Señor Oscuro, tal como lo haría un gato doméstico cuando lleva ante su amo el fruto de su caza. Son, además, oportunistas y pueden causar terror entre otros seres de menor tamaño, como es descrito “Tinker” en Roverandom. De igual manera, son reconocidos por sus destrezas para camuflarse y espiar al enemigo, deber que no podrían ejercer tan eficientemente seres como los orcos. Dentro de las habilidades con que Tolkien dota a sus personajes, estos tenían la habilidad para internarse en la vida de los hombres, como buenos espías, y la inteligencia para conocer sus más oscuros secretos, sus ardides y deseos, tal como los usó la Reina Beruthiel en tiempos del Rey Tarannon2. La mirada penetrante y profunda de los gatos, su actuar sigiloso y su forma para poner atención a los asuntos humanos quizás pudieron inspirar el ojo de Sauron en la trilogía de Jackson.

En lo que respecta a Beren y Lúthien, los gatos irán perdiendo importancia a lo largo de la evolución del cuento en favor del protagonismo de los perros. Este es el caso de Huan, fiel amigo de Beren y protector de Lúthien. De raza lobero, no es un perro-lobo como muchos lo han interpretado y como bien lo supo interpretar Alan Lee en su majestuosa ilustración de Beren y Lúthien (2017). La lealtad de Huan, su nobleza y tamaño, características compartidas con la raza lebrel irlandés, pudieron inspirar al profesor a darle un importantísimo lugar en su obra. En el cuento de Tinúviel es dotado de suma bondad, Huan es presentado como enemigo

1 El cuento de Tinúviel

2 Cuentos inconclusos. Pág. 502. Ed. Minotauro.

“Tevildo” por Alan Lee declarado de las fuerzas de Melkor, a quienes acecha constantemente desde el sur de Sirion. Anota Tolkien que los perros siempre vivieron en las moradas de los humanos; una relación que tiene su origen en el hecho trascendental de cuando los humanos conocieron a los caninos y que a alguien se le ocurrió lanzar un trozo de carne a la jauría, hecho que cambiaría de una vez y para siempre el vínculo entre estos seres y los humanos. Protección y lealtad a cambio de una faena efectiva al terminar la jornada, es lo que pudiera brindar el can a los humanos en un principio. Una relación beneficiosa que luego se transformaría en una fraternidad eterna y que cambiaría para siempre la historia de la humanidad, comparable a la compasión que siente Bilbo por Gollum y que cambió para bien, el destino de la Tierra Media.

De los diferentes vínculos entre razas de la Tierra Media, bien sean por amor (hombres y elfas), por conveniencia (hombres y enanos), por sumisión (entre fuerzas del mal y criaturas) ninguno es más loable que aquel que establecieron los perros con algunas razas de la Tierra Media. Bien sea al lado de los hombres o de los elfos, los perros resultaron ser decisivos en las historias de la Tierra Media y a cambio de su ayuda no esperaron mucho. Desde la perspectiva aristotélica de la amistad, esta implica querer el bien para el amigo y los perros parecen trascender esta decisión. No esperan esta vez que algún hombre o elfo les lanzara un hueso; ayudan a estos, no por su conveniencia o su sumisión, sino porque su acto de ayudar a voluntad, es considerado bueno en sí mismo. Su voluntad no depende del rumbo de los acontecimientos sino de la posibilidad racional de elegir. Así, en el encuentro de Tuníviel con Huan, este último pudo tomar la decisión, si así lo hubiera querido, de no ayudarla ya que nada lo forzaba al rescate de Beren, ni el hecho de haber cazado juntos en el pasado, ni su enemistad con el gato Tevildo, de quien Beren era prisionero.

En otro pasaje del Quenta, intervienen un par de elementos que caracterizarán y definirán a los canes a lo largo de los sucesos en los que estos aparecen, a saber: la inteligencia y la firmeza de las convicciones. Huan, en capacidad de comprender el sufrimiento de Lúthien urde un plan para sacarla de la fortaleza de Nargothrond, al igual que en el cuento de Tuníviel cuando preparan el engaño a Tevildo. A pesar de ser siempre el leal compañero en muchas batallas de los Elfos y de salvarlos en varias ocasiones, nuestro héroe canino discierne entre la lealtad por tiempo y la lealtad por justicia y sin mucho preámbulo, decide salvar a Luthien del cautiverio al que fue sometida por deseo y egoísmo de Curufin y Celegorm. Una lealtad y una amistad interrumpida por los cambios de su amo y que tiene su anclaje en tiempos en que fue entregado desde cachorro al dios Oromë, señor de los bosques de Valinor. La relación entre compañeros sale de todo vínculo, porque esta exige que se persiga un bien considerado bueno y común a ambas partes. Al desaparecer este sentimiento altruista que los vinculara otrora, Huan no está obligado a obedecer a Celegorm por lo tanto toma partido por aquel que persigue un bien más elevado. En este sentido, la especie de los perros se impone por encima de cualquier otra, porque renuncia a una amistad cuando la figura del amigo es corrompida por el deseo y el egoísmo.

Así pues, su inteligencia reside en la agudeza

Beren, Luthien y Huan por Alan Lee de su olfato que le permite conocer lo que esconden los corazones de los seres con los que se relaciona. Huan percibe y comprende con claridad la maldad que se teje entre seres tan admirados como los Elfos y hace que tome partido, casi instintivamente, por el que considera tiene un sentimiento puro y noble. En este campo Tolkien nos muestra que no hay espacio para el dilema moral y que la decisión más conveniente es aquella que no se razona, pues siendo la duda una pasión humana, puede llevar a encrucijadas que desvíen el camino más conveniente. He aquí que el can, desprovisto de esta influencia, puede decidir libremente y tomar la decisión más correcta. En el caso humano, la duda se antepone a la decisión como en muchos casos nos ha mostrado la historia y la literatura (v.g. el dilema de Antígona sobre familia o patria). Así pues, Huan sin titubear, y comprendiendo el sufrimiento del corazón de Lúthien, no duda en mostrarle las fauces a su antiguo amo cuando este se acercaba y terminar ayudándola a escapar de su cautiverio.

El papel heroico que realiza el perro en esta historia se va entrelazando equilibradamente a la par de las acciones de sus protagonistas, pero a medida que la historia evoluciona en los distintos escritos sobre Beren y Lúthien, su rol se va transformando. Huan, cumple con las cualidades de todo héroe clásico: brinda protección a los débiles, defiende con fiereza a los protagonistas de seres malignos, toma decisiones en favor del bien, es piadoso y brinda consuelo a los desconsolados y sobre todo, pone en riesgo su propia vida en perjuicio de su propio interés, si así lo tuviera. Sin embargo, a partir en La narrativa de la Balada de Leithian, cuando se desvanece la esperanza de rescatar el Silmaril, aparece su figura arquetípica, como una especie de guía y de apoyo moral a las labores del protagonista, y que en este caso proporciona elementos tanto intelectuales como materiales para la consecución de la misión principal; se presenta como una especie de sabio que visualiza los próximos movimientos en la estrategia contra el mal, algo muy similar a la figura de Gandalf cuando este orienta a la Compañía contra Sauron. Ahora bien, nuestro can, ya no es un simple salvador en las diferentes aventuras de los protagonistas, ahora es quien enruta nuevamente a los protagonistas recordándoles su objetivo principal. Más allá, deja a su suerte el destino de Beren y Luthien frente a los grandes retos que les aguardan, esperando que estos los puedan superar y les dice: “No veo con claridad lo que aguarda adelante; más tal vez vuestro sendero conduzca hacia atrás, más allá de toda esperanza de regreso a Doriath y hacia allí, los tres nos encaminaremos y de nuevo nos encontraremos antes del fin”3. Así, Huan se pone como punto de partida y de llegada, en la necesidad de que Beren y Lúthien completen su misión para que así los tres estén a la altura de su papel como héroes.

En este sentido, Tolkien da al perro un lugar no visto en la literatura, más allá de la compañía o servicio que este pueda brindar al ser humano; un reconocimiento como amigo donde no necesariamente dicha relación está mediada por la palabra, como pocas veces habló Huan, sino por los actos en lo que verdaderamente se necesitó uno del otro. Así pues, el profesor hace honor a la compañía que por siempre hemos tenido de los perros, poniéndolos en una verdadera amistad por encima de cualquier otra que se halle en su literatura, bien sea élfica, enana o de los mismos hobbits. No en balde se dice que se tiene más gratitud de los animales que las personas y esa gratitud es devuelta por el profesor en la historia de Beren y Lúthien.q

3 La narrativa de la Balada de Leithian. En: Beren y Lúthien, pág 181. Ed. Minotauro