Somos litera noviembre 2013

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DEPORTES

Un genio en El Segalar Su fútbol era único, espectacular, de los que enganchan al aficionado. Regates a izquierda y derecha, caños mirando al tendido, eternos desplazamientos al pie del compañero y un disparo que perturbaba la vida bajo los palos de los porteros y de algún que otro defensa al cruce. “Milonguita Guillermo” es uno de los futbolistas más recordados en la memoria de los aficionados celestes. Un díscolo de corto, siempre en el pódium de los tres mejores jugadores en la historia del Club Deportivo Binéfar.

Arriba, Guillermo posa con la camiseta celeste en el histórico “El Segalar”. Izquierda, Guillermo, en su etapa con el C.D.Binéfar (años ochenta).

Guillermo Martínez sigue siendo un tipo singular, ahora fuera de los terrenos de juego, y circunstancialmente inmerso en el sector hostelero. La sorpresa fue mayúscula al verlo una tarde de septiembre pasado en el bar de la A.C.R. Binéfar 77. Su hijo mayor, Iván, es el nuevo responsable de ese establecimiento, y su padre ha venido a echarle una mano en los siempre complicados inicios. Nos vemos, nos reconocemos y quedamos para hablar de aquel jugador imborrable para todos los que teníamos nuestra casa en el campo del Segalar, los domingos a eso de las cuatro de la tarde. “Milonguita Guillermo”, apodo que le atribuyó el gran Juanjo Agón en honor a “Milonguita Heredia” un argentino que maravilló en el Barça de los setenta, nació en 1957 en Mérida (Extremadura). De padre extremeño y madre murciana, su futuro iba a construirse lejos de la tierra que le vió nacer e iniciarse en el mundo del fútbol. Guillermo era un futbolista de inmenso talento que ya sacaba a pasear en su pri-

mer equipo de barrio. “Jugaba en el San Francisco

de Sales (nombre del colegio del barrio), con entrenador gitano (Natalio) y con unas tremendas palizas que le dábamos a los dos equipos más oficiales de la ciudad, el Mérdia y el Imperio. Éramos un grupo de amigos y vecinos que nos juntábamos y disfrutábamos una barbaridad”, reconoce Guillermo. En

ese equipo, nuestro mediocentro de cabecera ya era el líder indiscutible, un auténtico superdotado entre chicos de diez-doce años. Visto el panorama, los del Mérida e Imperio pensaron unirse a la “bestia”, en lugar de intentar derrotarla. Para ello, enviaban una y otra vez hombres de club para intentar ficharlo. Pero GM tenía claro que con Natalio y sus colegas, hasta el final. Mientras, dos cartas en poco menos de una semana llegaron a su casa. Una venía firmada por Don Santiago Bernabéu. En ella se podía leer el interés el Real Madrid en hacerle una prueba al chico. La otra misiva llegaba desde el Manzanares. En este caso, el Atlético de Madrid se interesaba por más de lo mismo. La decisión de la familia, inspira-


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