MARRUECOS Y HASSAN II

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MARRUECOS

Y

HASSAN II

dero que mi deber no es tanto expresar mis opciones personales como presentar los hechos del modo más objetivo, ilustrándolos con aproximaciones históricas o sociológicas. Es lo que hice en esa ocasión. Intenté explicar que ya que habíamos elegido el liberalismo como marco de acción era mejor que lo asumiéramos totalmente. El liberalismo se basa en la distinción entre hechos y valores, entre la práctica y la ideología. El Estado liberal es aquél que se ocupa más de los intereses inmediatos que de los fines últimos. No pretende conseguir que los hombres sean perfectos, virtuosos o felices, como la teoría filosófica clásica, sino que cada individuo saque el mejor partido de las riquezas que éste le anima a adquirir. Debido a que limita sus competencias a la gestión de lo útil, el Estado se convierte en contable, en el doble sentido de contar y de rendir cuentas. Es responsable ante los ciudadanos, que se supone que también saben contar, en la medida en que su acción se limita a lo cuantificable. En un país como el nuestro, a los demócratas les interesa impulsar al máximo esa lógica del liberalismo, es decir, pedir al Estado sólo lo que es de su competencia y así obligarlo a cumplir sus promesas. Considero que sería sensato despojar el debate político de todo lo que se relaciona con los valores, las creencias, la moral teórica, para impedir al Estado alegar incapacidad o irresponsabilidad. Por lo que respecta a la educación, he subrayado que en las sociedades en las que durante mucho tiempo ésta ha sido privativa de la Iglesia o de las comunidades locales, en las que gran parte de ella escapa al control del Estado, es donde la ciencia experimental y la economía moderna se han desarrollado con más facilidad. En nuestro caso, por el contrario, el Estado se ha encontrado, por razones históricas, en la obligación de ocuparse de todas las tareas educativas. Tenemos muchos ministerios encargados de la Enseñanza, de la Educación, de la Formación, etc. La experiencia muestra sin lugar a dudas su incapacidad; no simplemente, como se suele creer, por falta de medios financieros, sino por razones de fondo. Y, sin embargo, seguimos exigiéndole cada vez más, corriendo el riesgo de obtener resultados aún más decepcionantes. Creo que ha llegado el momento de recordar a la sociedad que, a través de unas instituciones que debe inventar, tiene que hacerse cargo de la mayor parte de la educación. Si ahora es incapaz de hacerlo, debe prepararse para ello, pues sólo así demostrará que está verdaderamente instituida. Una sociedad que no es capaz de educarse a sí misma sin recurrir sistemáticamente al Estado, es decir, a un poder coercitivo, demuestra que aún no ha adquirido conciencia cívica. Lo que sí será siempre competencia del Estado es la formación, la mejora continua del capital humano. Se trata de una tarea identificable y cuan174


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