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Bernardo Méndez Lugo y su América sin Muros

Considera a los mexicanos una extensión viva de la nación

Por Andrea María Guzmán Mauleón

Hablar del Maestro Bernardo Méndez Lugo es tener la oportunidad de conocer de cerca la vocación de servir a México desde el extranjero; es reconocer que en la vida debemos estar listos para las oportunidades y valorar la importancia de cada paso que se dé rumbo a la trayectoria profesional.

Al respecto, es preciso apuntar que en muchas ocasiones no hay casualidades, sino una profunda conexión con la vocación que nos mueve. He de confesarles, queridos lectores de esta revista, que en la conversación con el Maestro Méndez Lugo se revela una carrera diplomática contada desde la perspectiva de una persona guiada por el compromiso con las personas migrantes, por la empatía y por la necesidad imperiosa de tender puentes donde otros levantan muros.

La oportunidad de conversar con él se convirtió en un reconocimiento genuino a su tan prodigiosa memoria que, con cada detalle del anecdotario, me trasportó a muchos países, con diferentes personas y en diversos escenarios. Sus anécdotas no solo hablan de destinos diplomáticos, sino de rostros, nombres y sueños compartidos con millones de mexicanos que cruzan fronteras buscando un mejor porvenir.

Desde los primeros minutos de conversación, se percibe una emoción sincera cuando recuerda el consejo que, siendo muy joven, recibió de uno de sus maestros: “No se te ocurra dedicarte al Servicio Exterior”.

Me lo contó con una sonrisa, porque, en el fondo, ese fue el detonante que lo llevó a abrazar con mayor firmeza ese camino. Fue precisamente esa advertencia la que sembró en él la semilla de la contracorriente, del compromiso y la determinación de ejercer la diplomacia no desde la comodidad de las oficinas, sino desde aquellos rincones del extranjero en los que palpita el México que trabaja, sufre y resiste más allá de nuestras fronteras.

Durante la entrevista, Bernardo rememora su infancia y juventud, marcadas por la movilidad. Vivió en varios lugares de México y, desde muy temprano, entendió el valor de la identidad, de saberse parte de algo más grande. Esa sensibilidad, asegura, fue la que lo impulsó a estudiar relaciones internacionales. Desde entonces, su propósito fue claro: Servir a los mexicanos en el exterior. Y eso ha hecho.

En su paso por el Servicio Exterior Mexicano, trabajó en consulados clave como los de Atlanta, San Francisco y Tucson. Cada uno le dejó aprendizajes, pero más importante aún, le dejó vínculos. No hay relato que no esté tejido con nombres propios.

Pero Bernardo no se quedó en la lógica asistencialista. Su visión fue más allá: creó programas de capacitación, impulsó ferias de salud, fortaleció la organización comunitaria y ayudó a muchos a integrarse mejor en sus ciudades de destino.

La diplomacia, dice, no puede ser indiferente al dolor. Y eso lo aplicó siempre; reconociendo a cada migrante no como un caso, sino percibiendo una historia, entendiendo a una persona que merece ser escuchada, atendida y respaldada por su país de origen.

Destaca la resiliencia como una característica compartida por quienes viven entre dos mundos, siempre tratando de pertenecer sin dejar de ser. En esa frontera simbólica, Bernardo se convirtió en un puente, en un interlocutor necesario.

Al hablar sobre su retiro del Servicio Exterior y su actual labor en la organización “América Sin Muros”, sus palabras se cargan aún más de emoción.

Para él, la jubilación no significó el fin del servicio, sino una nueva etapa de lucha, ahora desde la sociedad civil. Su voz se eleva con firmeza cuando menciona que los migrantes deben ser reconocidos no como víctimas, sino como agentes de cambio, como ciudadanos binacionales que aportan a ambos países.

Expresa con claridad la necesidad de que México fortalezca sus políticas hacia el exterior. Habla de la urgencia de que el Estado mexicano no solo proteja a sus connacionales, sino que les escuche, les tome en cuenta, y les reconozca como una extensión viva de la nación. En su visión, los consulados deben dejar de ser oficinas burocráticas para convertirse en auténticos brazos activos de justicia y acompañamiento.

El Maestro Bernardo no oculta su preocupación por las políticas antiinmigrantes que resurgen en Estados Unidos, ni por el desinterés que muchas veces muestra el propio gobierno mexicano hacia sus ciudadanos en el exterior.

“Si uno se conecta con el corazón de las personas migrantes, no hay marcha atrás: Uno ya no puede soltar ese compromiso”, dice con voz pausada pero firme.

A lo largo de la entrevista, cada recuerdo, cada reflexión, se transforma en testimonio de vida. Bernardo Méndez Lugo no habla desde el ego, sino desde la conciencia. Sabe que servir a los migrantes es servir al país entero, porque ellos sostienen a México con remesas, pero sobre todo con amor, sacrificio y dignidad.

Es por ello que, con este artículo, reconocemos el espíritu con el que se ha conducido; en tiempos donde la empatía escasea y el servicio público se burocratiza, escuchar a Bernardo Méndez Lugo es volver a creer que hay servidores que nunca dejaron de mirar a los ojos. Que en cada rincón del mundo donde haya un mexicano en necesidad, habrá alguien como él dispuesto a tender la mano.

  • Andrea María Guzmán Mauleón es Maestra en Dirección de la Comunicación y Licenciada en Ciencias y Técnicas de la Comunicación. Con más de 9 años de experiencia en Igualdad de Género dentro de la Administración Pública. Asesora Legislativa en Cámara de Diputados.

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