Prevención del Tabaquismo. v2, n3, Diciembre 2000.

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terceras partes de la población fumadora creería en la posibilidad de abandonar el consumo si recibiese el suficiente apoyo de su médico. Numerosas intervenciones realizadas utilizando el consejo sanitario han puesto de manifiesto el impacto que tiene sobre la reducción del hábito tabáquico de la población. En el informe Smoking and Health: A Report of the Surgeon General (1979) se habla que de un 10 a un 25% de la población fumadora dejaría de fumar o reduciría lo que fuma después de recibir el consejo antitabaco3. Russell et al5 demostraron que un 5,1% de los pacientes que habían recibido consejo de su médico acompañado de un folleto educativo sobre cómo dejar de fumar, abandonaron el hábito y mantuvieron este abandono por un año frente al 0,3% en el grupo de control. A estos estudios han seguido los del Research Committee of British Thoracic Society (1983), Janz (1987), Folsom (1987), Nebot (1988), Cummings (1987), Córdoba (1990), Jiménez (1997), entre otros, que evaluaron el impacto significativo del consejo sanitario en la cesación del tabaquismo6-8. Los sanitarios tienen un acceso fácil a la población. Aunque el impacto del consejo sanitario para dejar de fumar fuera moderado, considerando el contacto frecuente de los profesionales sanitarios con la población y el tamaño de la población fumadora, los resultados serían considerables en términos del impacto absoluto y de la magnitud. El médico infunde credibilidad en sus pacientes y cuando éstos van a sus consultas están sensibilizados y vulnerables. Es importante aprovechar estas ocasiones, para darles consejos antitabaco ya que están especialmente receptivos no sólo a ello, sino a cualquier mensaje preventivo9. Los pacientes piensan que el papel del médico no es sólo el de curar enfermedades sino el de prevenirlas y manifiestan su deseo de que se interesen por sus hábitos tabáquicos y les ayuden a dejar de fumar. Folsom7 en su intervención encontró que el 70% de pacientes fumadores dejarían de fumar si se lo pidiera su médico. Según un estudio hecho por Slama en1989 10, el 91% de los pacientes esperaban que su médico les detectara su hábito tabáquico, 86% que les informara de lo perjudicial que es el tabaco, 78% que les aconsejara dejarlo, y 78% que les ofreciera estrategias para conseguir el abandono del hábito. A pesar de las expectativas que los pacientes fumadores tienen respecto a la actitud de sus PPSS y de la eficacia del consejo sanitario en la cesación del tabaquismo, éste no es ampliamente utilizado, de ahí la necesidad de convencer al profesional de ello, y de que además no se requiere ni mucho tiempo, ni grandes cambios organizativos. Es evidente que la calidad y cantidad del consejo está

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influenciada por los propios hábitos del profesional sanitario, sus conocimientos y actitudes sobre el tabaco, la falta de percepción de riesgo inminente para la salud, la falta de convicción en la eficacia del consejo, la duda de que sus acciones tengan impacto en prevenir el tabaquismo, y la falta de formación e inseguridad en las habilidades comunicativas para darlo11,12. Los educadores y profesionales sanitarios han disminuido la prevalencia de tabaco entre sus miembros más rápidamente que la población general, pero sus niveles de consumo de tabaco aún son más elevados de lo deseable y bastante superiores a los de los colegas de otros países. Sólo se conseguirán cambios sociales favorables en materia de tabaquismo y como consecuencia en salud pública, cuando las capas de población activas, e influyentes, como la de sanitarios, educadores, políticos, líderes de opinión, intelectuales, etc., vayan configurando, con absoluta normalidad, una nueva mayoría de no fumadores o de ex-fumadores. No hay mejor prevención real para niños y jóvenes que la percepción de una norma social sana y positiva. En España la prevalencia del tabaquismo no sólo es elevada en la población general (35,7%) sino que es de destacar especialmente el consumo de tabaco entre los profesionales sanitarios (PPSS)13. En 1985, la prevalencia del hábito tabáquico en los PPSS era del 49,2%14 mientras que en la población general fue del 38%15. Estudios posteriores realizados en Cataluña, Madrid, Navarra, Guadalajara, Guipúzcoa, Tenerife, Córdoba, Santander y Galicia, en los que se evalúa la prevalencia del tabaquismo entre personal sanitario ponen de manifiesto que esa prevalencia oscila entre el 35,6% al 44%. Se observa que la prevalencia es mayor en el personal de enfermería que en el personal médico, y las mujeres sanitarias fuman más que los hombres. También, hay que destacar, que en nuestro país, la prevalencia del consumo de tabaco entre los PPSS es muy superior a la encontrada en los países de nuestro entorno (alrededor del 10%). En 1998, y según un estudio epidemiológico sobre prevalencia de hábito tabáquico entre los profesionales sanitarios (personal médico y de enfermería) del territorio INSALUD, realizado por el Ministerio de Sanidad y Consumo, el 38,9% de los sanitarios encuestados eran fumadores, frente al 28,3% de ex-fumadores y el 32,7% de no fumadores. Según el nivel profesional el 34,7% del personal médico y el 43,2% del personal de enfermería eran fumadores16. Cuando analizamos los resultados por especialidades vimos que el 39,8% de los médicos de Atención Primaria (AP) fumaban, frente al 30,5% del grupo de ginecólogos, cardiólogos y neumólogos. Resultados que nos hicieron plantearnos dos interrogantes:

Tabaquismo: ¿Un problema nuestro? T. Robledo de Dios


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