
Ramón Orlandis Despuig, S. I.
«C’est la confiance et rien que la confiance qui doit nous conduire à l'Amour»
CUATRO ETAPAS EN LA VIDA DEL PADRE ORLANDIS1
José M. a Romero Baró
NACIMIENTO, INFANCIA Y PRIMERA JUVENTUD (1873-1895)

«En la ciudad de Palma de Mallorca, Capital de la Provincia de las Islas Baleares, Obispado de Mallorca, a los dos días del mes de diciembre de mil ochocientos setenta y tres, Yo, D.José Ferriol, Pbro., Cura Párroco de la Parroquia de San Jaime, bauticé solemnemente a un niño nacido a las tres y media de la tarde del mismo día, hijo legítimo de los nobles señores consortes D. Ramón Orlandis y Maroto, y Dª. Luisa Despuig Amer de Troncoso; siendo sus abuelos paternos los nobles señores consortes D. Mariano Orlandis y Dª. Ana Maroto, y los matemos los nobles señores consortes D.Juan Despuig y Dª. Francisca Amer de Troncoso, todos propietarios y naturales de esta ciudad. Se le puso por nombres Ramón Nonnato, Francisco de Asís, Luis, Mariano, Juan, José, Pedro, Joaquín, Buenaventura, Carlos, Ignacio, Baltasar, Melchor, Gaspar, Manuel, Jaime y Lupo; fueron sus padrinos los nobles señores D. José Orlandis y Maroto, y Da Magdalena Despuig Amer de Troncoso, ambos solteros, propietarios y naturales de esta misma ciudad, a quienes advertí el parentesco espiritual y obligaciones que por él contraían, siendo testigos don Bartolomé Ferrer y D. Pedro Jerónimo Ferrer, Presbíteros y Coadjutores, naturales también
Ecclesiam suam. Diciembre 2023. Núm. 2
Ramón Orlandis Despuig, S.I., Pensamientos y ocurrencias. Editorial Balmes, Barcelona, 2000. 1 Págs. 23-33.de esta Ciudad, y para que conste extendí y autoricé la presente partida a los dos días del mes de diciembre de mil ochocientos setenta y tres. José Ferriol, Pbro. Rubricado». Así se expresa la partida de bautismo —en cuyo margen se lee «El noble señor Ramón Nonnato Orlandis Despuig»— de quien pasando el tiempo había de ser el fundador de Schola Cordis Iesu en Barcelona.
Muerta su madre a los pocos días de nacer él, Ramón creció con sus hermanos Pedro, Concepción y Juan «bajo la tutela de su padre, amantísimo, pero de carácter rectilíneo y adusto en demasía —jamás le dio ni un beso— y en el ambiente familiar hondamente cristiano y tradicional». Así pues, en este ambiente cristiano, acomodado y sosegado se moldeó en su infancia ese carácter del que destaca la fina sensibilidad que más tarde mostraría en sus poesías, y «su interés por la marcha del mundo y los acontecimientos políticos, que se manifestó precozmente; su padre, bromeando, le llamaba “Metternich” y el servicio de la casa le escuchaba con avidez». Por lo demás, su primera formación escolar la recibió en casa, «donde aprendió los rudimentos de gramática con maestro particular».
A los doce años se trasladó a Valencia para estudiar con los PP. Jesuitas en el colegio de San José, y empezó ya a cosechar premios y distinciones en latín, griego, matemáticas y física. Terminado el Bachillerato en 1892, pasa inmediatamente a la Universidad de Deusto, obteniendo en tres años la Licenciatura de Filosofía y Letras y Derecho con sobresalientes. Ya por entonces tenía decidido entrar en la Compañía.
Como es lógico suponer, con tan apretado currículum poco tiempo tuvo para residir en Mallorca. Sin embargo, durante las vacaciones se reunía con el resto de la familia en la finca de Punta de Amer, en la costa oriental de la isla. Allí sí le quedaba tiempo para tertulias literarias con los hermanos Antonio y Miguel Alcover, y el poeta Miguel Costa y Llobera, quien resumía sus dotes poéticas diciendo que «la seva nota dominant es la noblesa de l’ entonació y certa sobrietat horaciana».
NOVICIO Y ESTUDIANTE DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS (1895-1908)

Seguro de su vocación, como se ha dicho, en noviembre de 1895 entró en el noviciado de Veruela, a punto de cumplir los veintidós años. Dado que ya tenía terminados sus estudios universitarios, tras dos años de noviciado comenzó a estudiar Humanidades, y —al ser también un alumno aventajado— el Hno. Orlandis fue profesor en el juniorado de griego, latín, historia y poética desde 1898 hasta 1902. Narran sus discípulos de entonces
que les comunicaba en sus clases un entusiasmo tal que «del vigoroso empuje que dio a los estudios de Humanidades resultó una nueva orientación de los mismos, que aceptó plenamente la Compañía para lo sucesivo». Elaboró una sintaxis de gramática griega, que era modelo de precisión y claridad, y que fue encomiada por Menéndez Pelayo. «Era una delicia aprender griego con el P. Orlandis; nada de monotonía de áridos preceptos; todo era allí vida y movimiento; la luz de los autores griegos iluminaba el estudio de su lengua maravillosa; y aprendíamos a entrar con la llave del idioma en los tesoros que nos ofrecían en raudal directo los más excelsos artistas de la palabra humana».
Las Humanidades ya no estarían a partir de ahora al servicio de las tertulias literarias; por el contrario, «vio que la preceptiva literaria, en la teoría del estilo y en los fines y medios de los géneros literarios, debía cimentarse en una sólida y recta doctrina estética que, teniendo sus raíces en la Metafísica y en la Psicología de la Filosofía perenne y, concretamente en la doctrina del Doctor Angélico, no se perdiese en las nebulosidades de la estética racionalista y panteísta, sino que fuese del todo conforme a las leyes de la naturaleza humana, y fuese iluminada y dirigida por la luz de la Revelación divina, enseñada por el magisterio de la Iglesia Católica. [...] Había de enseñar una estética que, siendo auténticamente filosófica, sirviese prácticamente para que nos pusiésemos en contacto íntimo con los autores clásicos, sorprendiésemos sus valores artísticos, les sorbiésemos los alientos y acertásemos a penetrarnos de sus excelentes cualidades para que, transfundidas en nuestro espíritu, supiésemos pensar rectamente como ellos, como ellos sentir honda y equilibradamente, y derivar a nuestras lenguas de ahora las dotes de claridad diáfana, de elegancia sobria y del sentido de orden, de medida y de decoro que esmaltan aquellos escritos inmortales».
Corren, pues, apretados sus años de estudiante, que intercala con el magisterio, hasta que se ordena sacerdote en 1908, en un altar de la Iglesia Parroquial de Tortosa, donde radica el Colegio Máximo en el cual ha cursado sus estudios de Filosofía, Teología y Sagrada Escritura. Luego «hizo la tercera probación en la Santa Cueva de Manresa [...] en el año 1910 hizo la Profesión solemne».
MAESTRO EN LA COMPAÑÍA DE JESÚS Y CONFESOR EN BARCELONA (1908-1921)
Se inicia entonces una tercera etapa en la vida del P. Orlandis, enseñando Teología Sacramentaria y Teología Moral, primero en Tortosa y más tarde en Sarriá, donde se trasladó el Colegio Máximo, aunque alternando la docencia con «algunos ministerios de apostolado externo, algo variado: Congregaciones Marianas, Catecismos, Centros Obreros, etc., pero como cosa secundaria, como de paso. Entre éstos, ya en Tortosa empieza a dedicarse preferentemente al confesionario».
En cuanto a esta etapa de docencia, ¿qué mejor que recordar lo que nos narra

uno de sus discípulos? En efecto, el P. Cayuela nos dice, entre otras muchas cosas: «nunca olvidaré una clase que nos hizo sobre el Sacramento de la Confirmación, en la que rayando lo sublime su exposición doctrinal, nos conmovió profundamente el alma al hacernos sentir y aún vibrar al unísono de su espíritu con el cotejo de lo que fue para los cristianos de la primitiva Iglesia este Sacramento del Espíritu Santo, y lo que por desgracia es hoy para los cristianos de nuestros tiempos. “Nos falta fe —clama con acento de íntima convicción— nos falta muchísima más fe en lo que es, en lo que vale y en lo que puede este gran Sacramento, por el cual se nos da con más plenitud el Espíritu Santo, el Vivificante, que viene a dar el impulso de desarrollo a la vida de la Gracia que recibimos en el Bautismo, y nos hace atletas, combatientes de Cristo, para que al defender nuestra misma vida de la Gracia de todos los enemigos que la asedian y la combaten, luchemos con las armas de la fortaleza del Divino Espíritu, como soldados del Reino de Cristo, contra los poderes del reino de Lucifer.” ¿No eran estas palabras como un prenuncio de lo que tan admirablemente había de enseñar e inculcar como director de Schola Cordis Iesu?». En cuanto a la Teología Moral, «la enseñó con sorprendente destreza y resultado. Ponía in bono lumine los principios morales; y de ellos derivaba, no en casuística menuda, sino como desarrollo luminoso de los mismos principios, como consecuencias íntimamente ligadas con ellos, las aplicaciones a la vida práctica. Tenía una santa ojeriza al Modernismo en la Moral, en las costumbres; lo delataba, lo refutaba; y por eso tuvo una de las más grandes alegrías de su vida cuando años adelante el Papa Pío XI publicó su encíclica Quas primas, en la que vio enseguida lo que en realidad era, una condenación del Modernismo moral y práctico, como lo había sido del Modernismo dogmático e histórico la encíclica Pascendi de San Pío X, con el decreto Lamentabili».
Pero esta tercera etapa de su vida preparó ya la siguiente. «La amorosa disposición de la Divina Providencia quiso que se completase esta preparación teológica del Padre para su gran vocación, dirigiendo a sus Superiores para que le encargasen la enseñanza de la Historia Eclesiástica. Todo lo anterior lo había tomado con el empeño del varón obediente y con la afición del hombre apasionado por la verdad revelada; pero esto último lo emprendió con verdadera ilusión. Desde entonces fue su campo predilecto. Vio que a los hechos que narra la Historia se les había de dar una explicación teológica; y, siguiendo los pasos de San Agustín, de Paulo Orosio, de Bossuet, y más recientemente del P. Enrique Ramière, se propuso entender y enseñar la Teología de la Historia. Lo hizo con pasmosa competencia y con dedicación ardiente».
Por otro lado, aquellos ministerios de «apostolado externo» —es decir, de apostolado desarrollado entre personas que no necesariamente habían de tener relación con la Compañía— y que eran desempeñados antes «como cosa secundaria y como de paso», fueron ocupando el centro de la actividad del P. Orlandis, y así le ocurrió estando ya en Barcelona. «Al ser destinado a la residencia de la calle Lauria, el año 1921, con el cargo de director del Apostolado de la Oración, se le asignó un confesionario en la iglesia de la calle Caspe. Uno y otro ministerio fue la oportunidad providencial que le dio el Señor para que llegase al perfecto conocimiento de las almas y de la sociedad, que todos admiramos en él, y que le era tan necesario para corresponder plenamente a la específica vocación con que el Corazón de Nuestro Señor le había distinguido».
El P. Solá indica que ese teólogo de la Historia que era el P. Orlandis, «tenía un corazón que no aspiraba más que a ser “secundum Cor Iesu” y procurar con todas sus fuerzas el Reinado de Cristo en la Tierra».
Así pues, la futura orientación del P. Orlandis pasa por el abandono del magisterio en el seno de la Compañía de Jesús y se encamina decididamente hacia el apostolado de los laicos en la Barcelona convulsa de los años veinte y treinta, aquejada de grandes males y necesitada de grandes remedios.
EL APOSTOLADO SEGLAR Y SCHOLA CORDIS IESU (1921-1958)
Vale la pena detenerse a analizar esa primera década para entender la definitiva orientación del P. Orlandis, pues el objetivo que centraba su interés no era otro que el de infundir nueva vida al Apostolado de la Oración, que tan bien conocía, eligiendo para ello precisamente a las almas más débiles y necesitadas. «Hace cosa de diez años, nos dice, se me fue presentando al pensamiento un como esbozo de agrupación, así de varones como de mujeres; esta agrupación se me antojaba que había de ser aquella legión de almas pequeñas, instrumentos y víctimas del Amor Misericordioso de Dios, objeto de los deseos y de las esperanzas de Santa Teresita del Niño Jesús». El Padre Orlandis estaba convencido de que nuestros tiempos necesitan eliminar las barreras arquitectónicas —de ahí el símil del «ascensor»— que hacen difícil el acceso de los «débiles, apocados, ciegos y cojos» al Amor Divino de Jesús.

Pero ese esbozo de agrupación había nacido siguiendo —sin conocerlas— las
directrices ponti fi cias de lo que más tarde sería el Apostolado Seglar: «conocimiento del mundo actual y de sus necesidades», «profundización doctrinal» y «profundización de una vida espiritual». Estas tres directrices fueron otros tantos «escalones» en la pauta que marcó el P. Orlandis, y recibieron los sucesivos nombres de Juventus, Schola, y Schola Cordis lesu. En efecto, algunos de aquellos jóvenes congregantes emprendieron el «“conocimiento del mundo actual y de sus necesidades” en aquella época en que en España teníamos a Primo de Rivera, en que Alemania funcionaba aún bajo la democracia de Weimar sin sospechar los tremendos paroxismos con que iba a conmover al mundo, cuando Mussolini estaba caminando hacia su cénit y, cuando, sobre todo, aún parecía una realidad la persistencia de una “pax britannica” y el coloso ruso no parecía más que un fantasma anarquizante y caótico que muchos optimistas se empeñaban en creer había de autodestruirse».
La «profundización doctrinal» se llevó también a cabo en Schola, que «nació, coincidiendo con las angustias de la disolución de la Compañía y con los avatares de la República. Mas la Providencia velaba. Schola, como reza su nombre humilde y discreto, era esto: una escuela. Su biblioteca —única en su género— que por sí sola proclama la personalidad del P. Orlandis, fue el utensilio, la herramienta con que se forjó el hogar de donde, con el tiempo, surgiría CRISTIANDAD». Por último, «la “profundización de la vida espiritual” tuvo un nombre: el que adoptó, al prolongar el suyo, con santa humildad y audacia Schola. En adelante, a partir del fin de la Guerra española, se llamaría Schola Cordis Iesu. Escuela de amor, de humildad, de oración, de súplica, pero, sobre todo, de la virtud que más a fondo nos quiso “meter” nuestro Padre, esta virtud tan desconocida como esencial y necesaria, más esencial y necesaria que nunca, precisamente en nuestros pobres tiempos: la ESPERANZA». Así pues, tras dos décadas de di fi cultades y vicisitudes, esta última etapa de la vida del P. Orlandis conoció todavía otras dos décadas llenas de fecundidad en el seno del apostolado entre los seglares de Schola Cordis Iesu (con sus conferencias semanales, los ejercicios, la dirección —y adopción— espiritual, la inspiración y animación de la revista Cristiandad…), hasta su muerte el 21 de febrero de 1958 —cuando los almendros ya están en flor— en la enfermería de Sant Cugat, donde finalmente se había trasladado el Colegio Máximo, y en cuyo cementerio se encuentra enterrado.

Que sirvan como colofón a su vida estas palabras de una de sus poesías, que también nos hablan de esperanza: «Ya la terra somriu en primavera / ya el món torna a florir / [...] ara s’ obrin les flors per les planuras / ara s’ obrin les flors per los turons, / ara s’ obrin també per no tancarse / les meves ilusions».
Mensaje divino anunciado al mundo por los apóstoles: LA DIVINIZACIÓN DE
LOS HIJOS DE LOS HOMBRES POR EL HIJO DE DIOS HECHO HOMBRE2
Lo que existía desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que vimos detenidamente y nuestras manos palparon; acerca del Verbo de la Vida —pues la Vida se manifestó, y hemos visto, y por eso damos testimonio y os anunciamos la Vida eterna, que existía [orientada] hacia el Padre y se nos manifestó— lo que hemos visto y hemos oído, os lo anunciamos también a vosotros, para que también vosotros compartáis todo con nosotros; más aún, ese nuestro compartirlo todo es con el Padre y con su Hijo Jesucristo.
Y esto lo escribimos nosotros para que nuestra alegría sea plena (1.ª Jn 1, 4).
La intuición divina de la `regeneración´ del mundo es fruto de la solidaridad de los cristianos con los pueblos que desconocen la Fe revelada a los Apóstoles por el mismo Jesucristo. En la Modernidad, las sucesivas `revoluciones´ del entendimiento en contra, positivamente hablando, de la Soberanía Social de Jesucristo, hizo que se constituyese formalmente el Occidente, que niega, en sus fundamentos, la realidad de la Iglesia como Esposa de Cristo — La Iglesia, “columna y fundamento de la verdad” (1 Tm 3, 15), “recibió de los Apóstoles [...] este solemne mandato de Cristo de anunciar la verdad que nos salva” (LG 17). CIC 2032 —.
Sólo desde esta perspectiva unificadora se comprende la tarea apostólica del Fundador de Schola Cordis Iesu como mandato recibido en la Compañía de Jesús de transmitir los tesoros de la sabiduría cristiana a un grupo de jóvenes en la ciudad de Barcelona en los años cuarenta y cincuenta del siglo XX.
“Las almas tibias y sutilmente sensuales cogerán quizás de las enseñanzas de la Santa [Teresa del Niño Jesús y de la Santa Faz] sólo las flores con que las cubre y así distarán mucho de su espíritu [el Espíritu Santo], pensando que lo conocen y poseen; pero las almas débiles y humilladas, no; éstas encontrarán en las palabras de la Santa lo que antes buscaban en balde, el remedio de sus males: el Amor Misericordioso del Corazón de Jesús”. Estas líneas de su escrito `programático´ Pensamientos y ocurrencias (1934) nos hablan, bien a las claras, del por qué de la enorme difusión de los escritos autobiográficos de la santa carmelita: la confianza en el Padre que certifica: «¿No se venden dos gorriones por un cuarto? Y, sin embargo, ni uno de ellos caerá a tierra sin [permiso de] vuestro Padre. En cuanto a vosotros, hasta los cabellos de la cabeza están todos contados. Así que, basta ya de tener miedo: ¡más que muchos gorriones valéis vosotros!» (Mt 10, 29-31).
Enrique Ramière, S. I., El Corazón de Jesús y la Divinización del cristiano, Ed. El Mensajero del 2 Corazón de Jesús, Bilbao, 1931. Pág. 25.
Ecclesiam suam. Diciembre 2023. Núm. 2 9
La lectura meditada y la reflexión elevada a cumbres místicas, el P. Orlandis, S.I. `disfrutaba´ de la Quinta morada, hizo que su alma se ‘encendiese’ en los deseos manifestados a Santa Margarita M.ª de Alacoque por parte del mismo Salvador: «He aquí el Corazón que tanto ha amado a los hombres y que no ha ahorrado nada hasta el extremo de agotarse y consumirse para testimoniarles su amor. Y, en compensación, sólo recibe, de la mayoría de ellos, ingratitudes por medio de sus irreverencias y sacrilegios, así como por las frialdades y menosprecios que tienen para conmigo en este Sacramento de amor.»
La Teología de la Historia que constituyó el alma de sus conferencias durante muchos años, se hizo al servicio de dar a conocer este Amor divino manifestado a los hombres en la Encarnación del Hijo de Dios. El carisma ignaciano, inseparable del Apostolado de la Oración, tal y como lo entiende la Iglesia y recién corroborado por el Papa Francisco en los Estatutos de la Red Mundial de Oración del Papa (2020), re fl eja el munus suavissimun [misión dulcísima] que el mismo Jesucristo, personalmente, encargó a la Compañía de Jesús.
La serie de conferencias magistrales en las que se hablaba de todos los acontecimientos históricos a la luz de la Revelación apoyándose en los textos escriturísticos y patrísticos no deja lugar de su responsabilidad ante Dios de tantos bienes recibidos gratuitamente en el seno de la Compañía, a la que entregó su vida con toda clase de merecimientos y, por qué no decirlo, sinsabores propios de toda alma eucarística.
Labor no siempre bien entendida por quienes `entendían´ y, sigue ocurriendo lo mismo a día de hoy, ven en la Devoción al Sacratísimo Corazón de Jesús una mentalidad nestorianizante que rebaja la Persona divina de Jesucristo a una voluntad humana desenfocada y una naturaleza humana `indigna´ del Verbo encarnado en una Virgen llamada María, quien hizo de su vida una llamada constante a la conversión de los corazones al Mesías, anunciado por los Profetas y nacido de la estirpe de David.
En su artículo Valores de persona y valores de cosa advierte contra la banalización 3 de la amistad por quienes renuncian a la consideración del prójimo como dignos de ser amados. Ideologización de la condición humana que no ha existido hasta tiempos recientes en que el liberalismo `social´ se impuso por la fuerza de las armas en el siglo XIX y a la que dio respuesta el P. Ramière, S.I. (1821-1884) en sus obras y escritos que dieron la vuelta al mundo como la famosísima revista El Mensajero del Corazón de Jesús (1861).
Ramón Orlandis Despuig, S.I., Pensamientos y ocurrencias. Editorial Balmes, Barcelona, 2000. 3 Págs. 385-389.

En el año 2018, el Papa Francisco instituyó la Red Mundial de Oración del Papa (Apostolado de la Oración) como Obra pontificia para subrayar el carácter universal de esta misión, lo que supone una revisión estructural desde la raíz para `entrar´ en la dinámica del Corazón de Jesús a través de su itinerario espiritual, el «Camino del Corazón», una `actualización´ de la Devoción al Corazón de Cristo en el mundo de hoy (Un camino con Jesús en disponibilidad apostólica, Roma, 3 de diciembre de 2014).
La RECREACIÓN DEL APOSTOLADO DE LA ORACIÓN emprendida por el Papa a nivel global -inspirado por el Espíritu Santo- suscita en los socios de Schola Cordis Iesu una inmediata respuesta de fi delidad a su enseñanza: una tarea urgente de ‘sobrenaturalizar’ todos los ámbitos de actuación humana en el curso de la Historia. La presencia del cristiano allí donde no haya cuajado la savia vivificadora de la Gracia no desmerece, más aún, glorifica el mandato del Señor: “Y Jesús, acercándose, les habló así: «Se me dio toda autoridad en el cielo y sobre la tierra. Por tanto, id; a todas las naciones hacedlas discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a guardar todo lo que os mandé. Y, mirad, yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo.»” (Mt 28, 18-20).
«[…] Pero presiento, sobre todo, que mi misión va a comenzar: mi misión de hacer amar a Dios como yo le amo y de dar mi caminito a las almas. Si Dios escucha mis deseos, pasaré mi cielo en la tierra hasta el fin del mundo. Sí, yo quiero pasar mi cielo haciendo el bien en la tierra. Y eso no es algo imposible, pues, desde el mismo seno de la visión beatífica, los ángeles velan por nosotros» (Ultimas conversaciones, 17 de Julio de 1897).